LAS
ALPARGATAS DE MANDINGA
Por Jaime Jose Yusty
Esta
historia la escuche en una visita que hice a la población de Biruaca Estado
Apure: resulta que un campesino del lugar de nombre Virgilio Flores, se
encontró a orillas de una barranca un par de alpargatas nuevas; según el mismo
relataba, dudo en tomarlas y hasta recorrió en derredor gritando en busca de su
dueño, en vista de no encontrar a nadie que reclamará aquella propiedad y como
las suyas estaban viejas y rotas, entonces se las llevo a su rancho. Esa noche
había fiesta en casa de un compadre y el humilde llanero se lavo bien los pies
y decidió estrenarlas; cogió su viejo cuatro y partió rumbo al parrando. A
medida que recorría el camino, se sentía diferente, muy contento y optimista,
sentimientos poco conocidos para el rudo campesino, al llegar al lugar, la
música, las bonitas muchachas y el aguardiente, pronto le hicieron hervir la
sangre. Tomo su instrumento y de su garganta, comenzaron a salir bellos versos,
que de inmediato llamaron la atención de los presentes y en especial de
Gardenia, una bella Llanera Apureña, que se enamoró de inmediato de aquel hasta
entonces hombre tímido y callado. En adelante Virgilio se transformó en todo
bailador y parrandero, que abandonó su tierrita y no salía del botiquín de
Ponciano; también se volvió peleador, jugador y una lujuria insaciable se
apoderó del ahora aberrado campesino, convirtiéndolo en todo un jembrero. Todos
en aquel pueblito llanero, decían que estaba poseído por el mismo Diablo, su
comportamiento agresivo y altanero lo metió en muchos problemas; no respetaba
lo ajeno y mataba cochinos y ganado, de sus vecinos para saciar su insaciable
apetito y poner interminables fiestas en la plaza del hasta entonces tranquilo
lugar. Según el cuento: una noche se formó un gran brollo, resultando apuñalado
el descontrolado hombre, como consecuencia de las numerosas heridas, Virgilio
quedó moribundo y como cosa curiosa nunca se despojó de aquellas misteriosas
alpargatas, se negaba a que se las quitaran. Una tarde, el llanero lanzó su último
suspiro y murio; cuentan que mientras era velado en su viejo ranchito, el
hombre abrió el cajón y salió riendo a carcajadas, los presentes huyeron
despavoridos del velorio y tuvo que venir el padre Venancio con varios llaneros
fuertes, lograron someterlo, quitarle aquellas Embrujadas alpargatas y de paso
lo bautizaron. Luego de todo aquello, fue que Virgilio Flores pudo descansar en
paz, de las alpargatas nadie supo a donde fueron a parar.