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martes, 30 de julio de 2019

EL SILBON


El Silbón es un personaje legendario de Los Llanos de  Venezuela, y es descrito como un alma en pena. La leyenda de El Silbón nació a mediados del siglo XIX en las llanuras de Guanarito, un municipio del estado La Portuguesa, dentro de Venezuela. Después la leyenda migró a los llanos de Cojedes y Barinas y hoy en día inclusive se la encuentra en ciertas zonas de la llanura colombiana.
Según la leyenda, consiste en el fantasma de un joven que asesinó a su padre y lo destripó por haber asesinado a su esposa diciendo que era una "mujerzuela" y que se lo había buscado. Tras este hecho, su abuelo mandó atar al joven a un poste en el medio del campo, a destruirle la espalda a latigazos, que sus heridas fueran lavadas con aguardiente, y a liberarlo junto a dos perros hambrientos y rabiosos. Antes de liberarlo su abuelo lo maldijo y condenó a portar los huesos de su padre por toda la eternidad.

La leyenda del Silbón nació a mediados del siglo XIX en las llanuras de Guanarito, un municipio del estado La Portuguesa, Venezuela. Después la leyenda migró a los llanos de Cojedes y Barinas y hoy en día inclusive se la encuentra en ciertas zonas de la llanura colombiana, algunos estudiosos creen que era una forma de control social que la tradición creó para evitar las infidelidades de los hombres. Dice la leyenda que El Silbón recorre la región llanera con un silbido que estremece al ser escuchado.  Tiene un silbido característico que se asemeja a las notas musicales do, re, mi, fa, sol, la, si, en ese mismo orden subiendo el tono hasta fa y luego bajando hasta la nota sí. Se dice que cuando su silbido se escucha muy cerca no hay peligro, ya que el silbón está lejos, pero si se escucha lejos es porque está cerca. También se dice que escuchar su silbido es presagio de la propia muerte.  Si se siente el silbido de lejos lo único que puede salvar a la persona es el ladrido de un perro, ya que es lo único que le aterra, un ají o un látigo.
Cuentan que hubo una vez un joven que descubrió que algo extraño estaba pasando entre su padre y su esposa.
Unos dicen que el viejo le pegó a la joven. Otros sostienen que la violó.
“Lo hice porque es una regalada”, fue la explicación que el viejo dio a su hijo.
La leyenda sigue con que el joven estalló en furia, y se enfrascó en una pelea a muerte con su padre.
De los dos, el padre llevó la peor parte. El joven le asestó un fuerte golpe en la cabeza con un palo, que lo tumbó en el suelo, donde el hijo se le abalanzó y lo ahorcó.
El abuelo del joven, que escuchó de la pelea, fue en busca de la víctima, a todos los efectos, su hijo. El abuelo juró castigar al joven, su propia carne y sangre, por el horrendo crimen que había cometido… contra su propia carne y sangre.
Poco tardó en encontrarlo. Entonces lo amarró y le propinó una andanada de latigazos con un “mandador de pescuezo”, típico del llano.
“Eso no se le hace a su padre…Maldito eres, pa´ toa´ la vida”, le decía.
Para completar la sanción, le frotó ají picante en las heridas y echó al perro de nombre Turéco para que lo persiguiera. Hasta el fin de los tiempos le muerde los talones.
Cuentan que el Silbón puede aparecerse cerca de una casa ciertas noches, dejando en el suelo el saco y poniéndose a contar los huesos uno a uno. Si dos o más personas lo escuchan, no pasará nada, pero si solo una persona lo escucha, al amanecer ese miembro de la familia morirá.
El Silbón es visto sobre todo en verano, época en que la sabana venezolana arde bajo el rigor de la sequía y el se sienta en los troncos de los árboles, recoge polvo en sus manos, pero es principalmente en los tiempos de humedad y lluvia cuando el espectro vaga hambriento de muerte y ávido por castigar a borrachos, mujeriegos y de vez en cuando a una víctima inocente. Cuentan que les succiona el ombligo a los borrachos cuando los encuentra solos en el llano para beber el aguardiente que ellos ingirieron, y que a los mujeriegos los despedaza, les quita los huesos y los mete al saco donde guarda los restos de su padre. Algunas versiones dicen que es como un alargado gigante de unos seis metros, que camina moviéndose entre las copas de los árboles mientras emite su escalofriante silbido y hace crujir, dentro de su viejo y harapiento saco, los pálidos huesos de su infortunado padre; o, según afirman algunos, de sus múltiples víctimas. Otras versiones dicen que, sobre todo a los borrachos, se les presenta como la sombra de un hombre alto, flaco y con sombrero.
Versión 1:
Cuentan que cierto joven descubrió que algo extraño estaba pasando entre su esposa y su padre. Unos dicen que el padre la había golpeado, pero generalmente se cuenta que la violó y que, cuando su hijo lo encontró cometiendo el crimen, únicamente se justificó diciendo: “lo hice porque es una regalada (mujer fácil)”. Entonces la cólera del joven se desató y ambos comenzaron un combate cuerpo a cuerpo, golpeándolo en medio de la lucha con un palo y asfixiando a su padre con éste (que yacía en el suelo tras el golpe), apretándolo con ferocidad hasta que dejó de respirar…
El abuelo, que había escuchado toda la pelea, pues se encontraba cerca, fue corriendo a ver qué pasaba y se encontró con el atroz parricidio. Conmocionado, juró que castigaría al joven, quien siendo de su propia carne y sangre, osó dar muerte a quien le transmitió la vida…
Así, poco tiempo después se encargó de que el homicida fuese atado, dándole entonces una lluvia de latigazos. “Eso no se le hace a su padre…¡Maldito eres pa´ toa´ la vida”, le dijo antes de frotarle ají en las heridas y echarle al perro Tureco para que lo persiguiera. Según la leyenda, el espíritu del perro le perseguirá hasta el fin de los tiempos…
Versión  2:
El Silbón era un joven caprichoso y consentido, acostumbrado desde niño a ser complacido en casi todo. Un día, al Silbón se le antojó comer asadura de venado (hecha con el hígado, el corazón y el pulmón del animal); su padre inmediatamente salió de cacería a buscarle un venado…
Pero he aquí que el padre tuvo una mala jornada de cacería y, tras regresar con las manos vacías, se encontró con la cólera de su hijo, el cual se descontroló y terminó matándolo y sacándole las partes necesarias para hacer la asadura.
Después le entregó las partes a la madre, quien no sabía nada del asesinato; ésta acabó por darse cuenta de que las partes para la asadura no se ablandaban como de costumbre, sospechó de su hijo y avisó al abuelo.
Tras descubrir el crimen, el joven fue maldecido por su abuelo y su hermano (según algunos, también por la madre), quienes lo ataron, le pelaron la espalda a latigazos, le frotaron ají en las heridas, lo echaron con violencia de la casa y le soltaron al perro Tureco para que lo persiga.
Variante de la versión 2:
 Dicen que El Silbón era un muchacho mimado, un joven que había crecido con tales excesos de libertad que, en su adolescencia, se fue de casa simplemente porque le apetecía “ver mundo” y hacer “lo que le diera la gana”.
Fuera de casa, El Silbón llevó una vida libertina en la que las fiestas, los excesos de alcohol y el sexo desenfrenado y promiscuo estaban a la orden del día. Como era violento, cuentan que mató a varias personas y que por ello estuvo muchas veces en prisión (no se sabe cómo salía tan rápido). Pero finalmente El Silbón se cansó de todos los golpes y maltratos que le costaban los excesos de su vida pendenciera y libertina, por lo cual un buen día volvió al rancho de sus padres y allí, pese a todas sus atroces proezas, fue recibido con alegría y afecto.
Ya pasados algunos días, El Silbón invitó a su padre de cacería; y, cuando estaban algo adentrados en el bosque después de que el muchacho guiara al padre por un buen rato, encontraron un árbol delgado y torcido que les obstaculizaba el paso. Surgió entonces el siguiente diálogo entre el hijo y su padre:
Papá, ¿por qué no enderezas ese palo?  Está atravesando el camino. ¿Por qué no lo enderezas?”
¡Ay, hijo!, ese ya no se puede enderezar, debía hacerse cuando estaba tierno, cuando estaba chiquito, ya está muy formado y crecido, ya no se puede.
¡Ah! Si usted sabía que las cosas torcidas se enderezan cuando están pequeñas: ¡¿por qué entonces no me enderezó cuando podía, cuando estaba a tiempo?! Usted me dejó crecer malo, torcido y caprichoso… No sabe cuánto he sufrido por eso. He tenido que matar tanta gente y sufrir tantos golpes para estar vivo ahora…
Llegado el momento, el hijo le confesó al padre que pensaba matarlo, que tenía que vengarse por todo lo que había sufrido por culpa de él. Así y sin darle tiempo de huir, lo agarró del cuello, lo apuñaló y le sacó las partes (hígado, corazón y pulmón) con que se hace el asado. Después dejó el cuerpo tirado y fue a casa con las partes de su padre para que la madre hiciera un asado…
No obstante la madre se dio cuenta del crimen, entró en ira, lo maldijo y, junto al hermano y el abuelo, lo ataron, le arrancaron la piel de la espalda a latigazos, le frotaron ají, lo exiliaron para siempre de casa y mandaron al perro Tureco para que lo persiga, lanzándole la maldición de que sería errante y no tendría descanso pues oiría los ladridos del perro cada vez que se detuviera a descansar…

LA LEYENDA DEL SILBON
Fuente y elenco
Dámaso Delgado (José Juan)
Victorino Castellanos (Juan Hilario y Coplero 2; C2)
Joseíto Herrera (Coplero 1; C1); 
Alfredo Acuña Zapata (Narrador y el Visitante); 
Víctor Morillo (Declamador; D);
 José “Catire” Carpio (Llanero Conversador y José Alí); 
Norma Suárez (Coplera); 
Ramón C. Martínez (Peón); 
Ramón Toribio Egaña (Peón); 
Benilde González (Rosita); 
Teresita Vega (Josefa) 
y Josefina Villarroel (Aurora)

C1: Esto era lo que contaban
del Silbón y la parranda
una noche se encontraron
Hilarión y el Desanda
una noche se encontraron
Hilarión y el Desanda,

Narrador: Este álbum realizado para todos los estados de Venezuela, va dedicado con especial cariño a la tierra de Páez.
Declamador: ¡Portuguesa!
Narrador: Nuestra más alta aspiración, que esta producción artística – cultural hecha con cariño y con esfuerzo, sea como un llamado de voluntad y esperanza para todos los niños de Venezuela, para ellos el mensaje:


D: Que aprendan a querer
cada vez más a la patria
a través de sus escuelas
y que nada les detenga
en su afán de superarse
para hacerla cada día más libre.

Copleras: Yo nací en esta ribera
del Arauca vibrador…

D: Canción y letras
dignidad y altruismo
han de ser las sendas
por la que se conduzcan
los hombres de Portuguesa
y de Venezuela toda.

Narrador: Un mensaje musical y amistoso de tres pueblos vecinos para hacerse más hermanos.

C1: No vayas para la fiesta
te dijeron Juan Hilario,
que en tierras de Portuguesa
va un espanto desandando,
que en tierras de Portuguesa
va un espanto desandando.

Narrador: Portuguesa, Barinas, Cojedes; Horizonte extendido por caminos polvorientos, tierra generosa donde la leyenda es copla y donde la copla es sabana, Llano adentro, corazón de patria, sabanas inmensas y pajonales abiertos, arrieros del verso, baquianos de la conversa.
Declamador: ¿Pa´ ónde va por´hay, Juan Hilario?
Narrador: Es la pregunta del Llano contestador y bravío, retador y andariego.
Llanero Conversador: Epa compañero, pero, ¿eso es cierto?
José Juan: Sí compa, ciertico, dicen que nació en Guanarito o en Bijal, lo cierto es que en Portuguesa y Barinas se ha criao, y Cojedes lo ha visto pasá.
Narrador: Son las cinco y media de la tarde, el sol agonizante y rojizo desaparece lentamente en la quietud del horizonte y por el camino polvoriento un hombre a pie con el rostro sudoroso y el andar cansado; atrás el camino andado, por delante el paisaje casi desierto: sabanas, cielo, vacas y garzas. Es el llanero mismo con su estampa recia hundiendo su huella sobre la tierra brava, un Florentino, un baquiano, o un caporal de hato, hijos siempre del inmenso Llano, hermanos de la sabana.


C2: Voy dejando mi cantar
sabanas que tanto quiero
voy con los pasos del día.

Narrador: Es casi de noche, cuando  se detiene ante una Cruz del  camino, se arrodilla ante ella y le enciende una vela que trae en el bolsillo de  la blusa, luego se persigna y se dispone a reanudar  la marcha, cuando alguien  que camina en dirección contraria se le acerca.
El Visitante: Mire señor, usted, ¿es de por aquí? 
José Juan: Sí, de por aquí mismo ¿Qué se le ofrece?
El Visitante: ¿Me podría indicar el camino que conduce a Los Jeyes?
José Juan:   Ese mismo que lleva ¿Pa´ qué casa va por´hay?
El Visitante: Bueno, voy pa´l fundo del señor Montenegro, Juan José Montenegro, que tiene una fiesta por ahí. 
José Juan: Ah,  eso es allá alante; siga por hay derecho, pero tenga cuidao con el peasito aquel de La Vuelta ´e  Los Mangos, ahí mismo, al pasá el cañito, que ahí sale el Silbón.
El Visitante: ¿El Silbón?
José Juan: Sí, el Silbón.
El Visitante: No, no, no, pero, eso no existe. 
José Juan: Sí existe, señor y mucho, mire, por to´ estos caminos, por to´ estas sabanas y por to´ estas soledades, se va a encontrá con mucho más de lo que usté ha visto en los libros.
El Visitante: Bueno, yo he oído hablar algo de eso, pero, dicen que es una leyenda.José Juan: Jmmm ¿Una leyenda?, una leyenda debe se´ lo que cuentan del Silbón antes de se´ Silbón.
El Visitante: ¿Cómo es eso de que el Silbón, antes de ser Silbón?
José Juan: Pues, que dicen que, el Silbón es el ánima en pena de un hijo que mató al papa pa´ comele la asadura, y que la mama lo maldijo pa´ to´a   la vida.
El Visitante: Ah…ya entiendo,  ¿ y dicen que nació en el Llano? 
José Juan: En Guanarito, compa, y Guanarito es Llano, y Llano es to´ esto que estamos pisando.
El Visitante:   No, no, yo creo que eso es sólo una leyenda, como dice la gente, lo que pasa es que, ustedes, los llaneros, tienen un espíritu demasiado supersticioso.
José Juan: Llano es Llano, compa, y a nosotros nos gusta de esa manera, supersticiosos y to´ pue´ que seamos, pero con un corazón que no nos cabe en to´ el ancho ´e la sabana, y en esa misma sabana que no alcanza pa´ arropale el corazón al llanero es ´onde se ven  to´ estas cosas que le estoy contando.


C1: Con la claridad de un rayo

que alumbraba la sabana
miró una sombra de lejos
con un maleto terciado,
miró una sombra de lejos
con un maleto terciado.

El Visitante: Caray, pero ha de ser muy grande ese espanto del Silbón, pa´ que, pa´ que, ustedes, los llaneros, le tengan tanto miedo.
José Juan: Uunnn…Canillú es lo que es el hombre, compa, canillú, mire, le digo que lo han visto sentao y las rodillas le pasan del lao arriba ´e la cabeza.
El Visitante:   Y dígame una cosa; usted, ¿lo ha visto?  
José Juan: De refilón, compa, de refilón, pero mire, lo he escuchao silbá y le digo que no es pa´ juego la cosa.
El Visitante: No, no, yo insisto en que eso no es más que una leyenda, amigo.
José Juan: Amm., lo mismo decía Pacheco, lo mismito decía Pacheco.
El Visitante: Bueno, y ¿quién es Pacheco?
José Juan: Uno, que peleó con el Silbón.
El Visitante: ¿Con el Silbón? ¿Y peleó, de verdad, con el Silbón?
José Juan:  Sí, pero lo dejó con una calentura que lo tulló pa´ to´a la vida. Mire, cuenta el pasaje que al Silbón le sonaban las costillas como a saco de algodón, pero lo cierto es que Pacheco no púo caminá más de la calentura que le pegó.
El Visitante: ¿Y usted, vio eso?
José Juan: Bueno, eso es lo que cuenta la gente, pero mire, si usté, no quiere cree, le voy a contá un caso que yo vi con mis propios ojos y que sucedió aquí mismo, aquí mismito, en el camino ´e Quebrá Seca.
Narrador: Era el mes de mayo, mes de espantos y de aparecidos, época de lluvia, cuando la sabana se viste de flores y el terronal se remoja: Llano en mayo, con sus noches oscuras y caminos llenos de agua. El caney estaba de fiesta, la alegría se volvía copla y la copla se hacía romance; Llano adentro, caminante sin rumbo por sabanas de Portuguesa y al compás de una bandola, desde el tranquero de un rancho, fue surgiendo esta leyenda.


C2: Toma el agua, Paso Real,

Paso Real, el pozo viene clarito
toma el agua, Paso Real, Paso Real.

Rosita: ¿Nos llevas al baile, José Juan?
Josefa: Sí, José Juan, llévanos.
Aurora: Sí, hombre. 
José Juan: Bueno, cómo no; pero se arreglan temprano que todavía hay mucho que hacé y el patio no se ha barrío.
Narrador: El día había comenzado entusiasmado y alegre, salpicado de bullangueros comentarios sobre la fiesta de joropo que daría don Encarnación en el Hato Quebrá Seca, todos parecían haberse levantado con el corazón de fiesta y el entusiasmo en los labios, al despuntar de aquel día, la sabana, los caminos, los caneyes y los ranchos fueron saturados con el rumor de la fiesta que todavía no llegaba, las muchachas visitaron tempranito el espejo del jagüey y las frases invitadoras se quedaron retozando a la orilla del camino.
José Alí: Nos vemos en el baile esta noche, catira, al comenzá el joropo.
Rosita: Bueno, si nos lleva José Juan.
José Alí: Mire compa, aclárece la garganta pa´ que le eche una entraíta al joropo esta noche, no más que reviente el arpa.
José Juan: Si hombre, compa  que por allá nos veremos. Si Dios quiere.
Narrador: Pero algo había querido decir que no, al encuentro de la cita. La tarde llegó con nubarrones de lluvia y viento fuerte que sacudía los chaparrales asustando la sabana. Los caminos fueron llenándose de agua y las aves se recogieron temprano. (Efectos especiales: se oye caer un aguacero, luego una breve pausa de silencio y después el sonido de afinación de un cuatro) Agoniza la tarde callada y llena de presagios, mientras el caporal del Hato Los Malabares rasguea las cuerdas de un cuatro, al tiempo que deja escapar la vista más allá del camino, contemplando el morir de aquella tarde, que no se había hecho anunciar, allá, por Los Malabares y se despide silenciosa en medio de charcos de agua.
Juan Hilario: Jumm.
Narrador:  Se aclara el pecho aquel hombre y José Juan reconoce en la silueta del que se acerca al pequeño Juan Hilario, hombre de los mil caminos por llegar a una parranda, Hilarión o Juan Parrandas, como todos lo llaman (se oyen ladridos de perros); los perros ladran y la noche llegó silbando.
José Juan: ¿Pa´ ónde va por´hay, Juan Hilario, con esa noche tan fea?  
Juan Hilario: Pa´ la fiesta, mi compa, pa´ la fiesta ´e  Quebrá Seca, que dicen van a está muy buena. Usté, ¿no se anima?
José Juan: Caray, con tanta agua y esa noche tan oscura, mire como está el camino: ¡anegaiíto!
Juan Hilario: No hombre, compa, el camino es lo de menos, otras veces ha llovío más y más lejos todavía he andao, a mí el agua no me asusta, pa´ eso cargo mi chamarra, anímese, compa Juan, échele los pies al barro que allá cogemos calor.
José Juan: Nooó, compita, ni que estuviera enamorao pa´ cogé pa´ un baile con ese camino tan barrialoso y lo que viene es agua, ¿sabe?, mire como está el relámpago: ¡Apuraiiíto! ¿Por qué, más bien, no se regresa pa´ la casa?
Juan Hilario:  Nooo, ñerito, ese baile no me lo pueo perdé, mire, si usté juera visto el bojote ´e  mujeres que han pasado pa´ esa fiesta, no estuviera horita parao en ese tranquero.
José Juan:  Mire que estamos en mayo, Juan Hilario, el mes del Silbón, y en una noche como esta, jmm, no es pa´ uno anda buscando lo que no se le ha perdío. Usted, ¿no ha escuchado mentá lo que le pasó a Pacheco? 
Juan Hilario: A caray, ñero ¿Va a está usté creyendo en esa pendejá? Esos son embustes; cuentos de camino. 
José Juan: ¡Jmm! ¿Cuentos de camino? Lo que pasa es que, usté, no sabe lo espantoso que es ese aparato, ñero, y lo feo que silba, mire, le digo que se le paran a uno los pelos de punta.
Juan Hilario:  A caray, compa, yo soy hombre pa´ echale cuatro palos a cualquiera, que me salga el largurucho ése, pa´ que, usted, vea la revolcá que le voy a echá.
José Juan: Mire Juan Hilario, yo mejor lo dejo solo, usté será lo que sea, pero lo que es pa´ mí, el Silbón no es juego.
Juan Hilario:  Ja, ja, ja, ja, ja ¡Qué compa pa´ vainero!¡ Y que teniéndole mieo al Silbón, no juegue! prosigue las risas de burla; ja, ja, ja.        
Narrador: Juan Hilario, burlón e incrédulo, se aleja por la oscuridad del camino, mientras José Juan, persignándose, se introduce en el rancho. La noche negra y teñida  ahoga el aullido de  los perros  (se oyen aullidos de perros y un silbido penetrante); Un raro silbido penetrador y  espeluznante comienza a dejarse oír tras los pasos de Juan Hilario (se oye un silbido penetrante),  aquél extraño silbido se repite, una y otra vez, en persecución del parrandero, pero éste  creyendo que se trata de alguna treta  de su amigo para asustarlo, continúa adelante sin hacer caso de la proximidad  del espanto (se oye un silbido penetrante).
Juan Hilario: No hombre compa, sálgase de ese mogote que lo que anda buscando es que lo pique una mapanare, ñero, váyase pa´ la casa, a mí,  no me va usté  a meté mieo (se oye un silbido penetrante). 
Narrador: Un nuevo silbido, esta vez más espeluznante y agudo, hace que Juan Hilario se detenga, un poco receloso,  para enfocar con la linterna en todas direcciones tratando de descubrir el misterio de aquellos silbidos, pero, no ve nada y continúa adelante, recuerda las advertencias de su amigo y su propia carcajada sacude el silencio de la noche.
Juan Hilario: Ja, ja, ja. 
Narrador: Pero, aquellos silbidos se repiten insistentemente (se oye un silbido penetrante) y  Juan Hilario presa de los nervios empuña   el garrote como único medio para defenderse del extraño  y misterioso perseguidor, mas no ha terminado de empuñar el garrote, cuando un golpe en la espalda lo hace rodar por el suelo, lanzando un grito de dolor se levanta con gran rapidez, y como si estuviese viendo a su atacante,  comienza a lanzar  garrotazos  al revés y al derecho,  encogiéndose de dolor a cada golpe que recibe, rueda varias veces por el suelo, pero continúa defendiéndose, hasta que agotado, ya sin fuerzas, lanza un último grito y cae desmayado frente al tranquero de Los Malabares. 
Juan Hilario:  “Haaaaaa” (Se oye un silbido y luego aullidos de perros).
Peón: Hey, muchachos es Juan Hilario, corran, vengan pronto que es Juan Hilario, es Juan Hilario.
Narrador: José Juan y el resto de los que han oído el grito salen corriendo hasta el tranquero y al ver a Juan Hilario tendido en el suelo se apresuran a prestarle auxilio (se oye un silbido penetrante) pero, un nuevo silbido se deja escuchar casi encima de ellos y es entonces cuando comprenden lo que sucede, inmediatamente comienzan a proferir una serie de palabras al aire con las que pretenden ahuyentar al espanto. 
Peón: Cuje, Tureco, es el Silbón, ¡La tapara de ají y el mandador! ¡La tapara de ají y el mandador!, es el Silbón, cuje, cuje, Tureco cuje, cuje. 
Narrador: Aquellas palabras inundan todo el ambiente y una espantosa sombra con la figura de un hombre ensombrerado y extraordinariamente alto, pasa como un celaje, perdiéndose ante el asombro de todos (se oye un silbido penetrante), el patio ha quedado en silencio y Juan Hilario, volviéndose a la realidad, cuenta lo que le ha sucedido. Unos músicos que regresan del baile de Quebrá Seca y que pasan en aquel preciso momento por el lugar, son testigos de la confesión de Juan Hilario. 
Juan Hilario:  ¡Ay, compañero! Ya me mataba ese animal, mire usté, compa José, ¡cómo me ha dejao! no me deje solo, no me deje solo, que me está esperando en el camino, ¡Ay, que animal más horrible!  ¡Ay, compa!, no me deje solo, que me está esperando en el camino.
José Juan: Se lo dije, compa, se lo dije, compa Hilario, se lo dije, eso le pasó por porfiao, por porfiao. 
Juan Hilario: ¡Ay, compa!, si, usted, juera visto lo feo que es ese aparato, ¡Sí!  Si lo juera visto, no vuelvo, ñero, palabrita ´e  Juan Hilario que no vuelvo a baile de noche, palabrita.
Narrador: José Juan y sus amigos, después de oírle en silencio, lo ayudaron a levantarse para que pasara aquella noche en el rancho de Los Malabares. Días después, el corrido de Juan Hilario andaba de boca en boca, entre músicos y cantadores.

C1: Víspera de un tres de mayo
como a las seis de la tarde,
fueron grandes tempestades
y relámpago en el aire,
fueron grandes tempestades
y relámpago en el aire.
No vayas para la fiesta
te dijeron, Juan Hilario,
que en tierras de Portuguesa
va un espanto desandando,
que en tierras de Portuguesa
va un espanto desandando.   

El Visitante:     ¿Y usted, vio todo eso?
Juan José: Sí, compa, que yo era el caporal de Los Malabares y no es que yo quiera hacé la cosa más grande, y si, usted, quiere, pregúntele a la gente del hato pa´ que vea que le dicen lo mismito que le acabo de contar.
Narrador: Caray, nunca creí que fueran ciertas todas esas cosas que se decían en el Llano.
José Juan: ¿Todavía no me cree?
El Visitante: No, ahora sí le creo. ¿Sabe cómo se llama eso?
José Juan: ¿Qué?
El Visitante: Eso que, usted, me acaba de contar.
José Juan: Pues, “Pasaje”, lo llamamos por aquí.
El Visitante: No, eso se llama folklore, y folklore es el alma misma del pueblo, sus creencias, su sentir, sus costumbres.
José Juan: ¡Ha! pues,  por aquí hay mucho de eso, por donde quiera que usté camine se encuentra con corríos y  con pasajes nacidos de aquí mismo, en esta misma tierra; en el camino, en la laguna, en el caño, ´onde quiera que usté arrime las huellas, ahí encuentra un peacito de eso, que como usté dice, es el alma de los que vivimos por acá. 
El Visitante: Esta tierra es maravillosa. 
José Juan: ¿Ya se va?
El Visitante: Sí, sí, sí. 
José Juan: ¿Pa´ la fiesta? 
El Visitante: No, no, no, voy a escribir sobre el folklore de Portuguesa.    

C1: Esto era lo que contaban
del Silbón y la parranda
una noche se encontraron
Hilarión y el Desanda,
una noche se encontraron
Hilarión y el Desanda.
Víspera de un tres de mayo
como a las seis de la tarde,
fueron grandes tempestades
y relámpago en el aire,
fueron grandes tempestades
y relámpago en el aire
No vayas para la fiesta,
te dijeron Juan Hilario,
que en tierras de Portuguesa
va un espanto desandando,
que en tierras de Portuguesa
va un espanto desandando.

D: Esto era lo que contaban
del Silbón y las parrandas
una noche se encontraron
Hilarión y el Desandas.
No vayas para la fiesta,
te dijeron Juan Hilario,
que en tierras de Portuguesa
va un espanto desandando.

C1: El que vaya de parranda
que se vaya preparando
que si la noche lo agarra
el Silbón lo ´tá esperando,
que si la noche lo agarra
el Silbón lo ´tá esperando.

D: Y por todos los caminos de Portuguesa
se comentaban el corrío y la leyenda.

Narrador: Ha sido una obra escrita, producida  y dirigida por el escritor, poeta y compositor portugueseño Dámaso Delgado y realizada por un grupo de músicos y actores de Portuguesa, Guárico y Apure, con la participación especial de “el Tricolor de Venezuela”; Víctor Morillo y quien les habla Alfredo Acuña Zapata. ¡Buenos Días Venezuela!


Texto tomado de: ANÁLISIS DE FIGURAS ESPECTRALES EN EL CORRÍO Y LEYENDAS DEL   CANTO LLANERO TRADICIONAL de Isaías Medina López, Duglas Moreno y Carlos Muñoz (Trabajo de Investigación aprobado en la UNELLEZ-VIPI)

Fuentes:

Wikipedia

misleyenditas09.wordpress.com

leyendas-urbanas.com

letrasllaneras blogspot.com


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