Fuente: San Fernando de Apure tiene Historia de Eduardo Hernández
14 de septiembre
de 2018 ·
El escultor de la mal llamada "Redoma de Los Caimanes" a la
entrada de nuestro pueblo.
"No
busco fama ni celebridad. Algún día seré reconocido por mi obra".
ALEJANDRO
COLINA, EXIMIO ESCULTOR, ORFEBRE Y PINTOR, UNO DE LOS GRANDES ARTISTAS
VENEZOLANOS INJUSTAMENTE SUBESTIMADO Y OLVIDADO...
Al
extremo que es casi un desconocido para un pueblo ignorante de sus auténticos
valores.
Alejandro
nació en Caracas el 8 de febrero de 1901 y falleció en la misma ciudad capital
el 23 de octubre de 1976. Para los que han leído hasta acá y que posiblemente
se estén preguntando ¿quién es ese señor?, les diremos que al solo nombrarles
una de sus muy conocidas obras sabrán entonces valorar su talento y
creatividad. Él es el creador de la estatua de María Lionza (deidad femenina
mítica autóctona del folclore venezolano) que desde los años 50 ha sido
admirada por millones de personas en los predios de la Ciudad Universitaria de
Caracas (en un sector de la Autopista Francisco Fajardo).
Pero esa
escultura de la reina María Lionza, inmortalizada por Alejandro Colina para el
mundo como una mujer desnuda de musculatura atlética, sobre una danta (tapir
macho, adorado por tribus indígenas) y con las manos extendidas en las que
sostiene un hueso de pelvis femenina (símbolo de la fertilidad) en sus pies y
la danta aplasta a unas serpientes, símbolos de envidia y egoísmo no es solo su
obra conocida, ya que de sus manos e intelecto prodigioso también salieron
otras célebres obras como, por ejemplo, la del “Indio Tiuna” en la Plaza Tiuna,
Los Rosales, Caracas (1948-1949), la del “Indio Yaracuy” en San Felipe, estado
Yaracuy (1952), “El Indio Chacao”, en la plaza homónima, en Chacao, Caracas,
“El Indio Manaure” (patriarca y potente jefe del Occidente venezolano), en
Coro, estado Falcón; la hermosa “Plaza Tacarigua”, ubicada en la Base Aérea
Mariscal Sucre, a orillas del Lago Tacarigua en Maracay, estado Aragua.
En su
juventud Colina concurrió a clases de anatomía dictadas por los doctores Luis
Razetti y José Gregorio Hernández en la Universidad Central de Venezuela. En su
época de estudiante realizó paisajes y retratos. En 1918, su escultura “El
nacer de la idea” ingresó al Museo Nacional en Caracas. Hacia 1919 trabajó como
delineante y calculista del arquitecto Alejandro Chataing y realizó tareas de
decorador.
También
se desempeñó en otras actividades no relacionadas con el arte para poder
sobrevivir: fue mecánico, trabajó en el ferrocarril y en la marina mercante.
Ese último empleo, ejercido durante ocho años, le permitió entrar en contacto
con poblaciones aborígenes de La Guajira y el Orinoco, lo que incidió en forma
definitiva en el desarrollo de su creación artística.
Vale
decir que en enero de 1926 Alejandro Colina donó al Museo de Bellas Artes de
Caracas su escultura en yeso “Indolencia”, hoy desaparecida. En 1930, año
centenario de la muerte de Simón Bolívar, propuso realizar en el cerro Ávila un
monumento al Libertador, de 75 metros de altura, pero su propuesta no fue
aprobada. Sin embargo, entre 1947 y 1948 realizó una maqueta de 4 metros que
fue exhibida en el Salón Planchart en 1950 y posteriormente desmantelada por el
propio artista y destruida por el abandono a que fue sometida.
En 1934
realizó su obra “Mater Dolorosa”, para la Iglesia de Naiguatá, que fue
destruida a los pocos años por razones todavía no del todo aclaradas. En 1935,
a raíz de los saqueos suscitados en Maracay después de la muerte de Juan
Vicente Gómez, fue reducido a prisión y llevado al Castillo Libertador (por el
solo hecho de haber creado algunas obras que fueron contratadas por el gobierno
de Gómez), de donde salió a los pocos meses para ingresar, en 1936, en el
Hospital Psiquiátrico de Caracas.
Una vez
sanado de sus males (delirium tremens) realizó, en 1938, el mural “Arte y
ciencia de la psiquiatría” (3 x 3 m), el cual, por remodelaciones posteriores
de la edificación, debió reproducir al óleo a solicitud de las autoridades del
hospital en 1962.
Entre
1941 y 1943 participó en la refacción de la cúpula de la Catedral de Valencia,
estado Carabobo. Realizó las esculturas del “Indio de Tacarigua” (Valencia,
1942), la del “Indio Yare” (1947), el conjunto “Vigilancia, inteligencia y
observación” (Academia Militar de Venezuela, Fuerte Tiuna, Caracas, 1947), la
del “Indio Tiuna” (Plaza Tiuna, Los Rosales, Caracas, 1948-1949) y la del
“Indio Yaracuy” (San Felipe, 1952).
En 1951,
con motivo de los III Juegos Deportivos Bolivarianos, realizó “María Lionza
sobre la danta”, originalmente ubicada en los predios de la Ciudad
Universitaria y desde 1953 en la autopista Francisco Fajardo. En 1955, con
motivo de la celebración del cuatricentenario de la fundación de la ciudad de
Valencia, ofreció la maqueta “La raza vencida”, con la figura de un
conquistador clavando su espada, en forma de cruz, sobre el cuerpo tendido de
una indígena, a cambio de la obra que se solicitaba en homenaje al fundador. Su
idea no prosperó y el monumento no se concretó.
En 1968
realizó en cemento rojo el “Conjuro de Caricuao”, para la urbanización homónima
en Caracas. Colina siempre persiguió en sus obras murales la armonía total de
la línea y el color con el ambiente.
En los
años finales de su vida fue recluido varias veces en el Hospital Psiquiátrico
de Caracas, donde trabajó en un taller de escultura dentro de los planes de
laborterapia. Durante su internado en ese hospital ejecutó una serie de bustos
(en yeso), de algunos pacientes, representativos de diversas enfermedades
mentales.
En 1971
fue arrollado por un automóvil y quedó inválido. En 1973 se inició el proyecto
para fundir dos grandes bronces del Libertador a partir de la maqueta
encomendada al escultor Martín Leonardo Funes, según el modelo original de
Colina, que se situarían una en La Charneca (Caracas) y la otra en Montevideo
(Uruguay); sin embargo, a pesar de haberse pagado los derechos de autor para la
reproducción, por diversas circunstancias ninguna de las obras se llevó a cabo.
Su última
obra, en bronce, fue “El Indio Chacao”, colocada en la plaza homónima en
Caracas, ya fallecido Colina. La mayor parte de sus piezas fueron concebidas
como monumentos públicos y de tamaño superior a la escala humana y casi siempre
trabajadas en mortero o piedra artificial.
Con
marcada inclinación hacia las etnias indígenas y abrigado por sus experiencias
con éstas, Colina fue hombre de temple, radical pero amoroso, comprometido
existencialmente con su vocación, aunque en su tiempo le fue mal pagada y otras
veces ni le terminaron de pagar sus obras; pero, pese a ello, la creatividad
artística pura y auténtica fue su principal motivación de vida y por ello
siguió trabajando intensamente dejando todo un valioso legado artístico a veces
a cambio de ningún pago como tal, ya que él, equivocado o no, se consideraba un
artista en la mejor acepción de la palabra y no un mercenario del arte.
Incluso,
se comenta que llegó a decirle una vez a uno de sus conocidos quien le confesó
su preocupación por su precaria situación económica: “La mejor recompensa
espiritual para el verdadero artista es el reconocimiento de su obra. Eso vale
más que cualquier recompensa material o pecuniaria y yo sé que mis obras perdurarán
en el tiempo y que por ello seré reconocido, porque no busco fama ni
celebridad. Eso que quede para otros”.
De manera
que recordarlo y reconocerle sus grandes méritos es la mejor recompensa que
podemos tributarle a este gran artista nuestro en la reivindicación de sus
intrínsecos valores, además de hacerle justicia rindiéndole un permanente
homenaje de admiración.
El escultor Alejandro Colina, autor, entre otras obras, de la escultura de
María Lionza.
Escribe en ese mismo post el señor Ivan Dario Perez Castillo y dice: "en reunión sostenida con representantes de la
fundación Alejandro Colina, hace aproximadamente 10 años, cuando me toco
recibirlos en mi condición de presidente del instituto municipal de patrimonio,
ellos me informaron que cada monumento existente en ese complejo tiene su
nombre dado por su autor, Alejandro Colina y esos nombres son: fuente de la
abundancia, hombre a caballo, monumento a la bandera, existía un cuarto
monumento que recibía el nombre de el paredón de los escudos y este fue
destruido para darle vistosidad al paseo libertador, lo mas lamentable aun que
esos escudos son fundidos en bronce y fueron llevados y colocados en el patio
de la logia y los pintaron con vulgar pintura en aceite. lamentablemente hoy día
estos monumentos les robaron su originalidad, antes de colocarle esos niveles
de concreto y la cerca de hierro a la fuente eran mucho mas bellos".
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