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martes, 10 de septiembre de 2019

CUENTO FANTASMAL LLANERO



El Abuelo

Hugo Arana Páez HARPA

Cuento de terror 

A finales del siglo XIX, en el caserío Guariquito, situado entre Uverito y Caño El Diablo, cerca de la población de Guayabal, Estado Guárico, vivía feliz con su mujer y sus dos hijos Pedro José Rojas, un agricultor que subsistía de su conuquito, donde había levantado un bonito ranchito, adonde eventualmente acudía un Chicharronero (1), un guate (2) que con su arreo de dóciles burros, abastecía a la familia de medicinas, ropa y utensilios del hogar y de labranza. Por cierto, cada vez eran más asiduas las visitas del comerciante y cuando Pedro José, regresaba del conuco, siempre estaba el tercio embelesado en una amena tertulia con su mujer.
Un aciago día que el conuquero regresó de sus labores, encontró el rancho solo. Intrigado, buscó a la mujer y a sus hijos, sin atinar a encontrarlos. Preocupado preguntó a los vecinos por su familia y nadie le informaba qué había ocurrido, fue una cuentera (3) del lugar, quien le informó que la vio pasar con los muchachos en lomos de uno de los burros del buhonero.
-¡Mire Don Pedro! A mí me dá cosa con usté, pero tengo que contale algo.
-¡Eche palante vecina! ¡Dígame de una vez lo que tenga que decirme!
-¡Usté sabe que a mí no me gusta méteme en camisa de once varas! ¡Usté sabe que yo no soy chismosa! Asimismo sabe que yo lo aprecio mucho y por eso le voy a contá que esta mañana, yo vide con estos ojos que se han de comé los gusanos a su esposa, que pasó esta mañana detrás del Guate, iba muy sonriente con las dos criaturas encaramadas en uno de los burros de ese hombre.
Enterado del asunto, el afligido Pedro José, regresó cabizbajo a su rancho, mientras la chismosa, exhibía una maliciosa y socarrona sonrisa. En la vivienda el despechado conuquero decidió vender a precio de gallina flaca el conuco, el rancho y cuatro burros que eran el único patrimonio que tenía, para irse a vivir a Puerto Carrizalero (4), donde se dedicaría a cargar y descargar los bongos que procedentes de San Jaime, Arismendi, La Unión, Guadarrama, Gavilán, Cunaguaro y otras poblaciones vecinas arribaban a ese atracadero de Camaguán.
En Carrizalero, el hombre dormía junto a los perros callejeros, debajo de un cobertizo a orillas del puerto, donde en sus ratos libres y para quitarse el recuerdo de la ingrata, también se dedicaba a elaborar jugueticos de madera; así con sus habilidosas manos tallaba figuras de araguatos, monos, canoas, perros, tigres, toros, vacas, chigüires, carretas, burros, caballos, perinolas, trompos, zarandas; en fin, hacía atractivos juguetes artesanales que constituían las delicias de los niños del llano.
Confeccionando juguetes y caleteando mercancías y productos de la región, Pedro José, no solo se ganaba la vida, sino el cariño de los viajeros. Asi pasaron los años y el joven conuquero, teniendo por vivienda un destartalado cobertizo de palma llegó a la ancianidad, siendo conocido como El Abuelo.
Cerca de la población de La Negra, habitaba José Antonio Colina, a quien los conocidos apodaban El Alegre, por cuanto el individuo era un tercio parrandero, gallero, jugador, bebedor y pendenciero, quien tenía un conuquito al que nunca atendía y de compañera a una joven, hacendosa y bonita mujer, que le había dado dos hijos al tarambana.
Desde La Negra, el tercio se iba a las riñas de gallos que se hacían en Guadarrama, Arismendi, La Unión, Gavilán, Cunaguaro, El Sombrero, Valle de la Pascua, Guayabal, Tucupido, Chaguaramas, Cazorla, Ortiz, San Juan de Los Morros, La Villa, Camaguán, Altagracia de Orituco, Arismendi, San Fernando, Uverito, es decir, el irresponsable hombre no se pelaba unos gallos, una partida de bolas criollas, una parada de dados, un ajiley y cuanto juego se hacía en esos pueblos llaneros, donde era conocido como El Alegre, por cuanto, siempre andaba pegado de la botella y por supuesto siembre se le veía bien alebrestado. Por supuesto, mientras el hombre andaba en esos menesteres, la mujer y los niños quedaban abandonados, hasta que un cuando menos se esperaba regresaba a su ranchito de La Negra, donde junto a sus dos hijos, lo esperaba la preocupada, fiel y abnegada esposa. Allí llegaba a reponerse de las continuas juergas y a emprenderla a palos con los niños y con la mujer, hasta que nuevamente iniciaba viaje rumbo a algún pueblo llanero donde se celebraran fiestas patronales.
Por cierto, un aciago día El Alegre, casó una apuesta con un tahúr de Arismendi y como había quedado limpio, optó por apostar el conuquito y el ranchito de La Negra, el cual, en la espabilá de un cura loco, el pájaro bravo se los arrebató. Pasados unos días, el tercio volvió a La Negra, a participarle a su esposa que había quedado en la calle, pero que no se preocupara que él le compraría otra vivienda mejor.
En una ocasión que El Alegre, iba rumbo a La Unión, donde se celebrarían unos gallos, pasó por Puerto El Indio, donde a orillas de ese paso, atinó a ver una magnifica, enorme, bonita y deshabitada casona. Inmediatamente pensó invadirla, por aquello de la tierra es de quien la trabaje y vivienda de quien la necesite y él consideraba que en esa situación se hallaba él y su familia.
-¡Ya está!
Cavilaba el tercio.
-¡El mandao está hecho! Lo que tengo que hacer es buscar un anciano o anciana para meterlos en esa casa y una vez que la ocupe, los dueños se vean impedidos de desalojarme.
A su mente vino el recuerdo de El Abuelo, a quien conocía desde hacía algunos años, cuando él pasaba por Puerto Carrizalero rumbo a Arismendi, adónde asiduamente iba de parranda. Al día siguiente el pícaro se fue a conversar con el viejo.
-¡Buenas! ¿Cómo está Abuelo?
-¡Pues ya lo vé, Alegre, trabajando! Cuando no estoy caleteando bongos, estoy haciendo juguetes.
-¡Mire Abuelo, vengo a plantearle un negocito!
-¡Ah bueno Alegre! ¿Se puede sabé qué clase de negocito es ese?
-Seguro que a usté le va a gustá.
Por supuesto, el tercio ya había ocupado la casona y en ella estaban la esposa y sus dos hijos, solo faltaba un anciano para justificar la intrusión.
-¡Si es así eché palante!
-¡Pa allá voy! ¡Abuelo, usté sabe que ya es un viejo y seguramente quiere vivir sus últimos años de vida que le quedan en una vivienda decente y cómoda¡ Yo lo invito a que se venga a vivir a mi casa a cambio de nada. Sepa usté que yo viajo mucho y así mi esposa y mis dos hijitos estarán acompañados.
-¡Bueno si es así me gusta el negocito! ¿Y dónde está esa casa?
-No muy lejos de aquí, allá en Puerto El Indio.
-¡Yo sé dónde queda ese paso!
-¡Bueno Abuelo, recoja sus corotos y vámonos pa´ allá de una vez!
-¡Ah! Como dicen, vistiendo y llorando al muerto.
-! Sí así es!
Presuroso el anciano descolgó el chinchorro, el cual, junto a la ropita lo metió en un saco maletero de dril y en otro de fique, introdujo las pequeñas artesanías.
-¡Bueno Alegre, ya estoy listo! ¡Vámonos hombre!
-¡Póngase alante Abuelo!
Por la orilla del Portuguesa caminaban los dos hombres, adelante andaba el pícaro Alegre, seguido de El Abuelo. Estaba anocheciendo cuando llegaron a la casona. El Abuelo, al ver aquella magnifica edificación quedó pasmado y más aún cuando a recibirlos salieron la esposa de El Alegre y sus dos hijitos, una niña de seis años y un varoncito de siete.
-¡Pase adelante Don!
Invitó la sonriente joven y agraciada mujer de El Alegre. El Abuelo al verla, cavilaba, esa joven es mucho camisón pá Petra, este piazo e´ loco no se merece que una dama tan bella y educada viva con él.
Después de cenar, El Abuelo, fue alojado en un cómodo y elegante aposento, donde a diferencia del incomodo e inseguro cobertizo de Puerto Carrizalero, durmió a sus anchas hasta el amanecer. Al levantarse halló a la muchacha preparando el desayuno a quien agradecido saludó.
-¡Buenos días señora!
-¡Buenos días Abuelo! ¿Cómo pasó la noche?
-¡Feliz! ¡Dormí como nunca!
-Me contenta que la haya pasado bien.
-¡Por cierto! ¿Y El Alegre dónde está que no lo veo?
-¡No qué va! Él no está por estos laos, bien de madrugada se levantó y sin decirme nada recogió sus macundales y se fue a unos gallos en Corozo Pando.
-¿Qué raro y se marchó sin despedirse?
-¡Si ese siempre se va así! ¡Cómo se van los barrancos en el verano, sin avisale a nadie!
-¿Y cuándo regresará?
-Ah esa es otra cosa, una sabe cuándo se va El Alegre, pero nunca cuando regresará. Ese coge su cachacha bien temprano y se va a esos parrandos que se arman en tos esos pueblos del Guárico y se aparece a los tres o cuatro meses, limpio y bien aporreao.
-No jile señora usté si tiene aguante.
-¡Asi me dicen! Pero que se vá a hacer Abuelo, tengo que aguántalo porque él es el pae de mis hijos.
-¡Ah bueno ya entiendo!
-¿Y usté que va a hacer?
-¡Yo también me voy!
-¿A parrandeá?
-¡Ojalá! A trabajá.
-¿Y dónde trabaja usté?
-¿Yo?
-¡Si usté mismo!
-¡Yo trabajo en Carrizalero!
-¿Haciendo qué?
-¡Gua cargando, descargando bongos y haciendo juguetes de madera para los niños como los suyos!
-¿No me diga Abuelo? Qué trabajo más bonito es el suyo.
-Así me dice la gente.
Seguidamente el hombre sacó del saco de fique un bonito monito y se lo entregó a la niña y una canoíta al niño. Ambos infantes se sintieron felices y en señal de agradecimiento le estamparon un beso en las mejillas del anciano.
-¡Ya, ya, no es pa´ tanto!
Después de las muestras de afecto de los muchachos, la mujer sonreída se le acercó al hombre y agarrándole la mano, le premió con un insinuante beso. Sorprendido por la extraña demostración de afectó, El Abuelo, se puso en marcha rumbo a Carrizalero. Camino al paso el hombre cavilaba sobre el extraño comportamiento de la bella esposa de El Alegre.
Habían transcurrido varios meses desde que El Alegre se había ido a los parrandos, cuando una soleada mañana, estando la muchacha guindando una ropa en las cuerdas de alambre del patio de la casona, se presentó en un una lujosa carreta tirada por dos robustas mulas, un matrimonio constituido por unos señores elegantemente vestidos, quienes se identificaron como propietarios de la vivienda.
-Bueno días
-Buenos días pasen adelante.
Ante la inusual visita, la intrigada esposa de El Alegre preguntó.
-¿Qué se les ofrece a los señores?
-Ante todo, queremos saber si aquí vive El Alegre.
-Si aquí vive él
-¿Y quién es usted?
-¿Yo?
-¡Si usted misma!
-Yo soy la esposa de El Alegre ¿Y quiénes son ustedes?
-Nosotros somos los dueños de esta vivienda y venimos a ocuparla.
-¡Ay señora! ¡No me diga! ¿Y pa´ donde voy a coger ahora?
Los amos de la casona al ver la cara de preocupación de la angustiada ocupante, se miraron al rostro, mientras que a la puerta de la vivienda se asomaron los dos niños, quienes acongojados saludaron a la pareja de visitantes.
-¡Buenos días señor! ¡Buenos días señora!
Saludaron amistosos los niños
-¡Buenos días hijos!
Respondió la pareja
-¡Mama! ¿Qué está pasando? ¿Qué quieren los señores?
-No se preocupen niños, que ellos vienen a saludarnos y a ofrecernos su amistad.
-¡Qué bueno mamita! Bienvenidos sean los señores!
Manifestaron los niños
-¡Ah! La felicitamos señora, por tener unos hijos tan bonitos y educados.
-Si señora, ellos son mis dos hijitos y son educados porque asi me enseñaron mis padres y yo los estoy criando como me formaron a mí, es decir, mis padres no me perdonaban una, cuando cometía una falta me daban Meremere con pan caliente y colgado de la pared estaba Pedro Moreno (5).
Estando en esa conversación, atinó a llegar El Abuelo, cargado de alimentos y al hombro su saco de juguetes de madera.
-¡Buenas tardes señores!
-¡Buenas tardes!
Contestaron los propietarios de la casona y dirigiéndose a la esposa de El Alegre, le preguntaron.
-¿Quién es ese señor?
-¡Él es El Abuelo!
-Ah mucho gusto, German Fleitas y mi esposa María Josefa Loreto de Fleitas.
-Encantado, Pedro José Rojas, para servirles.
-¡Mucho gusto!
-¿Y se puede saber que desean los señores?
Preguntó amablemente El Abuelo.
Bueno Don, nosotros veníamos a solicitarles el desalojo de esta casa que es nuestra, porque los vecinos nos habían dicho que aquí vivía El Alegre.
-¡Si señores El Alegre vive aquí! Lo que sucede es que él casi nunca está.Contestó la muchacha.
-Ese tercio, es conocido como un hombre irresponsable, parrandero, pendenciero, jugador y que siempre anda en malos pasos y por eso venimos a solicitarle la desocupación de esta casona que nos pertenece, según consta en este documento. Inmediatamente la esposa de El Alegre, abrazó a los niños y comenzó a llorar. -Señora, por favor no llore, ni haga llorar a los niños, ni haga sufrir al abuelo, porque viendo que los que habitan esta casona son una bonita familia y no el bandido ese de El Alegre, los vamos a dejar que vivan un tiempo más, mientras consiguen otra casa para donde mudarse.-Gracias, señores por ser tan considerados contestó El Abuelo.-Es que nosotros viendo la excelente calidad humana, nos hemos compadecidos de ustedes y sobre todo de usted Don, porque no hay que tener corazón para dejar en la calle a un anciano como usted. En cambio, si aquí estuviera El Alegre, otra voz cantaría. Contenta la mujer de El Alegre, junto a los niños se lanzó en brazos de Pedro José a quien lo apretaba de una manera extraña. Los visitantes, al ver la bonita escena de la familia, la esposa le rogó al marido.-¡Vámonos German! Ya aquí no tenemos más nada que hacer.El hombre, andando hacia la carreta le expresó.
-Mira María Josefa, yo pienso que vamos a tené que dejá a esa familia tranquila, tú sabes que ya nosotros estamos viejos y no tenemos necesidad de esta casa, fíjate tenemos diez hatos con sus respectivas viviendas en Apure, Guárico y Barinas; asimismo, tenemos casa en San Fernando, Calabozo, La Victoria y hasta en Caracas, asi que vamos a ir pensando en dejar a esta gente tranquilos ¡Fíjate con que amor el abuelo abraza a la hija!
-¡Sí! También me he fijado cómo la muchacha lo abraza.
-Es cierto, parece que estuvieran enamorados.
-Nada de eso, lo que sucede es que es una familia donde reina el amor y el respeto y no vamos a ser nosotros los que vamos a perturbar esa felicidad.
Mientras los visitantes se marchaban en su lujosa carreta, rumbo a Calabozo, la emocionada mujer de El Alegre, abrazaba con más fuerza a El Abuelo, quien también la estrechaba a su cuerpo con ímpetu, mientras ella feliz y sonriente se cobijaba en su regazo.
Transcurrieron los días y como siempre, cada tarde El Abuelo, regresaba a La Casona, cargado de juguetes, para los niños y alimentos para todos. Ella al verlo, se lanzaba a sus brazos y lo recibía con un insinuante y largo beso.
-¡Mira Abuelo hoy te preparé un pisillo de chigüire que pisé en el pilón que tú me hiciste! Anda báñate, pa´ que cenemos juntos. Mientras el hombre sonreía, la mujer lo tomaba de la mano, entretanto los niños lo abrazaban y esa noche a la luz de las velas, todos cenaron felices. Pasaban los días y ninguno se acordaba de El Alegre.
Un aciago día el tarambana, apareció en su caballo; llegó, como era habitual, ebrio, limpio y bien aporreado. Otra vez, venía a reponerse de los maltratos de la mala vida, a exigirle a la esposa, comida, ropa limpia y algo más…
De nuevo, como era frecuente, el regreso de El Alegre, representaba la ruptura de la paz que reinaba en La Casona; a su llegada comenzaba el maltrato a los niños y a la buena, fiel y abnegada esposa.Fue una noche, que el hombre llegó furioso a La Casona, porque hasta el caballo lo había perdido en una de las tantas apuestas que siempre casaba con los tahúres del llano. De una vez la emprendió a correazos a los niños. Estando el borracho maltratando a las criaturas, la atormentada madre, furiosa se lanzó contra el hombre, quien la acogotó a insultos y golpes, rompiéndole la boca y haciéndola sangrar por la nariz. Ante el barullo, El Abuelo, se despertó y levantándose de su chinchorro, se dirigió adonde el borracho maltrataba a la familia. Al observar al cobarde golpeando a la mujer, lo empujó bruscamente contra la pared quien inmediatamente se puso de pie y la emprendió a golpes y patadas contra el anciano, a quien le rompió la boca y sangrante quedo tendido inconsciente en el piso. En un rincón los niños temblorosos gemían desesperados junto a la madre.
Esa noche, La Casona, se llenó de terror, por cuanto, en un rincón se hallaba aporreada y sangrante la mujer, los niños con las marcas de los correazos y en el piso, tendido sangrante, El Abuelo. El Alegre, al percatarse de la dantesca escena o de la rubiera que había causado, optó por marcharse del lugar a continuar su juerga en uno de los tantos tugurios de los pueblo del Guárico, mientras que en la vivienda quedaban lastimados sus habitantes.
Como pudo, la mujer se arrastró hasta donde permanecía boca arriba inerte El Abuelo, a quien se le subió encima y a quien desesperada lo abrazaba y besaba en la boca, mientras pronunciaba afectuosas palabras.
-¡MI amor, mi amor! ¿Qué te hizo ese desgraciado?
Con las lágrimas de la mujer y al sentir su cuerpo encima de él, el hombre recupero el aliento y tartamudeando atinó a ver su rostro muy cerca de él quien sollozando le expresaba.
¡Mi amor, mi amor! ¿Cómo es posible que ese borracho venga a pegarnos y a ofendernos? ¡Mira cómo te ha dejado!
El Abuelo, al ver a la mujer llorando encima de él, se percató que su rostro era de una belleza incomparable y a pesar de las magulladuras, sacó fuerzas para abrazarla y besándola en la boca, atinó a decirle.
-¡Mi amor te amo!
-¿Tú me amas, mi amor?
En medio del intenso dolor, preguntó la mujer.
-Sí, te amo, desde la primera vez que me estrechaste la mano, ese día me di cuenta que me había enamorado de ti.
-Yo también me enamoré de ti, porque tú eres un palo de hombre, porque desde que te viniste a vivir con nosotros solo has demostrado que quieres a mis hijos, que eres responsable, tú eres el que nos ha mantenido, nos has dado cariño, respeto y amor, mientras que ese piazo e´ loco de El Alegre, solo viene a pedir comida, a pegarnos, a insultarnos y a pedirme algo más…. ¡Tú sabes mi amor lo que te quiero decir!-¡Sí mi amor yo sé a qué te refieres!
-En cambio tú, amén de darnos comida, también nos das cariño. Por cierto, desde que te conocí comprendí que nunca nadie me había tratado asi y por eso me he enamorado de ti.
-La cosa es que yo soy muy viejo para ti.
-No importa, lo que vale es que tú eres un hombre y un hombre completo y yo soy mujer y muy mujer y eso es lo que importa.Y el viejo cautivado por la belleza de la hembra, le respondió.
-Si mi amor, eres mujer y muy bella, pero también me he enamorado de ti, porque más que mujer eres un palo e´ mujer. El Abuelo, como pudo se levantó y agarrando por los brazos a la muchacha, la atrajo a su cuerpo, mientras ayudaba a incorporarse a los niños.
-Mi amor, esta noche vas a dormir en mi alcoba, ya no vas a dormir más solo.-¿Y El Alegre? Tú sabes cómo es ese tercio y al verme durmiendo contigo, segurito que nos matará.
-Por eso vente a dormir conmigo y esta noche veremos qué vamos a hacer, porque tú sabes que dos cabezas piensan más que una y como ese desgraciado no merece otra cosa, sino que yo me desquite de sus maltratos y esta noche, es la noche en que me voy a desquitar y bien desquitada.
-¿Tú nada más? ¡Yo también me voy a echar mi buena desquitada!Acotó El Abuelo con una sonrisa socarrona.
Estando en la cama el hombre y la mujer, discutían la manera de quitarse de encima al malvado Alegre. Era de madrugada, cuando El Abuelo, sorpresivamente se incorporó de la cama.
-¡Mi amor, mi amor! ¡Ya lo tengo!
-¿Qué tienes mi amor? ¿Algún dolor?
-¿Qué dolor? ¡Nada de eso! Que he encontrado la manera de salir de El Alegre.
-¡Anda mi amor! ¡Cuéntame! ¿Cómo vas a salir de él?
-Ten paciencia, como dice la Biblia, El tiempo de Dios es perfecto, por aquello de Tiempo al tiempo o como decimos en el llano A cada cochino gordo le llega su sábado o El que ríe de último ríe mejor.
Pasaron los días y la paz había vuelto a La Casona. El Abuelo, sabedor por boca de uno de sus conocidos de Puerto Carrizalero, que El Alegre andaba por los alrededores y que seguramente esa noche iría a La Casona, a pedir, comida y algo más… optó por irse de compras a las tiendas de Camaguán, donde adquirió ropa y calzados para los niños y para la mujer un par de zapatos y un camisón de tafetán rojo, el color de la pasión, de allí se fue a uno de los botiquines del pueblo donde se surtió de vinos, Leche e´ burra, caña clara, ron, whisky, Guarapita y preparados a base de ponsigue, guácimo y otros menjurjes; luego se marchó a una de las pesas del pueblo, donde compro un costillar de carne de res, dos pulpas de carne de res, una pierna de cochino; así el anciano con este singular cargamento se apareció en la vivienda antes de la hora acostumbrada. La mujer al verlo llegar tan temprano, lo recibió sorprendida.
-¿Mi amor y qué haces tan temprano por aquí y qué es ese bojotón de cosas?
-Mira mi amor aquí traje ropa pa´ los muchachos y pa´ ti y comida y bebida por que hoy vamos a celebrá.
-¿A celebrá qué cosa!
-¡Gua! Que hace un año, Dios me brindó la dicha de que llegara a vivir por estos lados y sobre todo a conocerte y a ser tu marido.¡Ah! Qué bonito que te acuerdes de eso.
-Cómo no me voy a acordar del día en que te conocí, si desde ese día he sido tan feliz.
-Yo también mi amor, tanto es así que desde que llegaste a mi casa yo dije este hombre es para mí.
-Pero hay una cosa.
-¿Por qué será cariño que siempre hay un pero y se puede saber cuál es ese pero?
-Gua que por ahí anda dando vueltas El Alegre.
-¡No me digas!
-Sí le digo.¿Y qué vamos a hacer?
-No te preocupes déjalo a mi cargo. Yo sé lo que voy a hacer. Para celebrar te he traído estos zapatos y este camisón, anda arréglate pa´ que te pongas más bonita de lo que eres y baña a los niños, para que los vistas con esta ropa y estos zapatos.
-¿Y qué guarandinga es esta?
-¿Cuál guarandinga?-¡Gua! Estrenando en agosto, en pleno invierno, no jile mi amor, tú si tienes cosas, la gente estrena en diciembre.
-No te preocupes mi amor, que uno estrena cuando se presenta la ocasión y hoy vamos a hacer una fiesta.
-Ah, ahora si te comprendo, que vamos a celebrar el día cuando nos conocimos. Por cierto ¿No compraste nada para ti?-Claro que sí, para mí compré esta camisa, este pantalón con su correa y este par de zapatos con sus medias.
-¿Y pa´ onde vamos a dí tan emperifollaos?
-Pa ningún lao. La fiesta la vamos a celebrá nosotros aquí mismo.-¿Acaso has invitado a alguien?
-No pregunte tanto, que si el patatín y el patatán, que si el pato y la guacharaca.-No se me ponga bravo pues.
-¡Qué bravo voy a está, lo que estoy es bien alegre. Ah por cierto, antes de dice a arreglá, prepare este costillar, hornee esa pierna e´ cochino, sancoche esa yuca, pique un pedazo de queso que hoy vamos a celebrar como nunca hemos celebrado, por eso, hoy, usté y los muchachos se me ponen bien bonitos, que yo también me voy a emperifollá como usted dice.-¡Ja ja ja, mi amor tú si tiene cosas.
-Claro mi amor, es que esta noche es una noche especial usté va a ver.Esa noche la mujer estaba radiante de belleza con su traje de tafetán rojo; los niños estrenando zapatos y ropa, mientras que El Abuelo no se les quedaba atrás, lucía rejuvenecido, estrenando un pantalón de Kaky, una camisa de algodón y calzado con unos zapatos Tres coronas, que le vendió un guate en Camaguán. Asi elegantemente trajeados, la familia esperaba la noche. Cuando repentinamente se apareció El Alegre, como era habitual, llegó ebrio, limpio y bien aporreado. Otra vez, venía a reponerse de los maltratos de la mala vida, a exigirle a la esposa, comida, ropa limpia y algo más… Esta vez, la mujer sonriente y elegantemente vestida le abrió la puerta. Al verla el bellaco quedó sorprendido y más extrañado quedó por la amabilidad como lo recibió.
-¡Pasa adelante mi amor!tónito el bellaco acertó a decirle.
-¡Qué bonita estás mi amor y que bien luces con ese camisón de tafetán rojo!-Pasa mi amor para que veas a los niños.
En la sala estaban los muchachos, trajeados con sus estrenos y sonrientes se dirigieron y abrazándolo le saludaban.
-¡Bendición papaíto! ¡Que bueno que regresaste!
Desde el fondo de la sala, se le acercaba El Abuelo, quien bien trajeado y sonriente se unía al grupo.
-¿Qué tal Alegre, cómo te ha ido?
-Bien Abuelo y ya veo que usted le ha ido muy bien.
-Termina de entrar mi amor.
Le invitó la mujer. -Ven para que veas como te recibimos.
Al llegar a la sala el hombre quedó más sorprendido, por cuanto, en la mesa se hallaba un apetitoso pernil de cochino horneado, unas costillas de res asadas, una canarí de mondongo, queso de mano, un pan de queso de cincho, yuca, cachapas, hallaquitas, arepas, chorizas recién fritas y de postre dulce de lechoza, arroz con leche y quesillo y en el fogón una olla de humeante café cerrero; por supuesto, no faltaban las bebidas, allí estaban las botellas de whisky, ron, aguardiente, vinos, Leche e´ burra y los preparados a base de ponsigué y de guácimo.-¿Y qué pasa aquí, qué vaina están celebrando?
-¡Gua mi amor! Que estamos celebrando tu regreso ¿Te parece poco?Era la mujer, quien cariñosa lo acariciaba con efusión y con sus besos lo embriagaba más que las copas de licor, que una tras otra el malvado Alegre se emburraba. Esa noche el hombre comía y bebía hasta hartarse.
-¿Quieres otro trago mi amor?
Sonriente, mientras le hacía carantoñas, la seductora e insinuante mujer lo invitaba a continuar bebiendo.
-¿Te sirvo otra copa mi cielo?
-Si mi amorcito, pero quiero que me acompañes y usted también Abuelo, échese otro guamazo.
Mientras el hombre se hartaba de tragos, la mujer y El Abuelo, se cruzaban socarronas miradas, a la vez que ambos, disimuladamente botaban al piso las copas de Leche e´ burra y de whisky. Entretanto El Alegre, consumía hasta el fondo de la copa un trago tras otro.
Al fin llegó la madrugada, ya los niños dormían, mientras que el extenuado borracho se tambaleaba de un lado para el otro, la mujer insinuante le anunciaba una noche de placer.
-Mi amor ya has comido y bebido bastante, solo falta el algo más… -¡Claro mi amor ese algo más… no me lo pelo! ¡Vámonos ya pa´ el cuarto!
-¡Ten paciencia! Claro que ya nos vamos a ir para el cuarto.
Respondió, siempre insinuante la mujer, mientras que afuera la lluvia arreciaba, acompañada del incesante relampaguear y tronar. Muy cerca de la casa, las encrespadas olas y la fuerte corriente del Portuguesa, arrastraban mogotes de gamelote y carameras y donde el Tuerto del Portuguesa, un viejo caimán al que un aciago día un cazador de caimanes de principios del silgo XX, le pegó un balazo en el ojo y desde ese día se le conoció como El Tuerto del Portuguesa, el cual en plan de caza, recorría hambriento ese río desde Puerto Carrizalero hasta Puerto El Indio y se decía que a menudo cazaba cochinos, mautes, novillos, alguna lavandera descuidada, algún niño y hasta algún desprevenido borracho que osara acercase a las orillas de ese caño.
-Mi amor tengo sueño vámonos a acostarnos.
Propuso El Alegre.
-Si mi amorcito ya nos vamos a di a acostá.
Contestó amablemente la hermosa mujer.
-Pero antes quiero que te bañes.
-¡A esta hora y con ese chaparrón tumba araguatos y con tanto frio! ¿Me voy a está bañando?
-¡Claro que sí mi amor! ¡Es que quiero que estés fresquesito para terminar de celebrar tu regreso!
-Bueno mi amor si eso es lo que tú quieres qué voy a hacer.
-¡Anda a bañarte que esta noche te voy a amar como nunca lo he hecho!
Respondió siempre insinuante la sensual mujer.
-Bueno si es asi vámonos para la costa el rio, pero tráeme una botella de ron.
-Claro que si Alegre, El Abuelo y yo te vamos a acompañar pa´ que te bañes bien banaíto. Vengase hombre.
Ágilmente el apasionado borracho se levantó del asiento y trastabillando se encaminó rumbo al Portuguesa.
El Abuelo lo agarró por un brazo el cual pasó por su hombro, a la vez que la mujer con la botella de ron en la mano y sonriente lo agarraba por el otro brazo, el cual pasó por su hombro. En el camino al río, el hombre dando traspiés se emburraba tragos de ron, mientras la mujer lo besaba “apasionadamente”.
-¿Onde está el río mi amor?
-¡Camina hombre que ya vamos a llegar! ¡Anda échate otro trago!
-No pensaras que a esta hora me voy a lanzá a ese rio.
-No mi amor no tienes que lanzarte.
Al fin los tres personajes llegaron a las orillas del Portuguesa, donde los acompañantes lo ayudaron a desvestirse.
-¡Aquí tienes la totuma Alegre!
Dijo El Abuelo.
-Toma el jabón y el paño mi amor.
El borracho estaba feliz por la amabilidad con que su mujer y El Abuelo lo llevaron al río, donde entre trago y trago se lanzaba una totuma de agua que a duras penas recogía del caudaloso Portuguesa.
-¡Esta agua está bien fría mi amor!
Mientras los truenos y las gruesas gotas del fuerte aguacero castigaban al borrachón, quien cada vez que con la totuma en la mano se inclinaba con dificultad a recoger el agua del Portuguesa, detrás de él, la mujer y El Abuelo se cruzaban picaras miradas a la vez que la mujer le preguntaba a El Abuelo.
-¿Ahora?
-¡Todavía no! Espera un poco más.
-¿Y qué tanto vamos a esperá?
A cada totumazo de agua El Alegre se sacudía del frío.
-Ah esta agua si esta fría no jile ¿Y pa´ que quieres que me bañe a esta hora mi amor con tanto frio?
-¡Es que quiero que te dé mucho frio para después en el cuarto darte bastante calor!
-¿Verdad mi amorcito que después tú me vas a calentar el cuerpo?
-¡Claro que sí! Esta noche te voy a dar bastante calor hasta quemarte.
-No jile contigo mujer, ahora con tanta agua y tú diciendo que me vas a quemar, que mujer pa´ vainera no digo yo.
-Ya verás Alegre que esta noche te voy a calentá bien caliente.
Esa noche el Portuguesa estaba repleto de agua de monte a monte. En la orilla opuesta, El Tuerto del Portuguesa observaba a los tres personajes, lentamente el bellaco animal se deslizó a las turbulentas aguas del rio hasta acercarse al borracho, quien afanoso y con más dificultad se inclinaba para llenar la totuma.
Detrás la mujer y El Abuelo cruzaban la maliciosa mirada.
-¿Ahora?
-¡Espérate!
-¿Qué vamos a está esperando no ves que ya está bien palotiao?
-! Está bien! ¡Ahora sí!
Asintiendo lo propuesto por la esposa de El Alegre, El Abuelo le dio un fuerte envión al infeliz borrachón, quien sorprendido cayo a las turbulentas y torrentosas aguas del enfurecido rio. Mientras el hombre era arrastrado aguas abajo; en la orilla, la mujer y el viejo se reían a mandíbula suelta.
Desde el rio El Alegre, se le fue la alegría y furioso insultaba a la feliz esposa, desgraciada, traidora, vagabunda, deja que salga de este rio porque te voy a espiazá a machetazos, maldita perra.
-¡Ja ja ja ja! Acuérdate, Alegre que yo te dije que esta noche te iba a calentá y ya has visto que estas más caliente que un hierro de jerrá becerros. Al fin me las pagaste desgraciado, ya no me vas a dá más carajazos.
Mientras desde el medio del rio, El Alegre, profería sus epítetos, El Tuerto del Portuguesa, lentamente nadaba hacia la futura presa a la de que una sola mordida agarró por la cabeza, la cual trituró en sus fauces, más adelante lo engulló por completo, mientras un grito desgarrador se escuchó aguas abajo.
En la orilla El Abuelo, tomó a la muchacha por la cintura y besándose regresaron a La Casona. Contenta la mujer le propuso al anciano.
-¡Mi amor ahora es que vamos a celebrar nuestra fiesta!
- ¡Claro que sí! ¡Mi amor tengo frio!
-Ah ya comprendo, tú lo que quieres es celebrar y después el algo más… Pero no te preocupes mi amor que a ti se te voy a calentar pero en mi cama.
-¡Ja ja ja!
Río a carcajadas El Abuelo.
Pasaron los meses y los vecinos ni preguntaban por El Alegre, por cuanto, como era habitual que el irresponsable hombre se perdiera del hogar. Por si acaso, la mujer y El Abuelo, crearon la versión de que al bellaco lo habían matado en Valle La Pascua. En efecto, cuando algún conocido preguntaba por El Alegre, la mujer o El Abuelo, le contaban su versión.
-Mire Don, a El Alegre, lo asesinó de una puñalada un tahúr de Valle La Pascua, porque y que jugaba con dados cargados.
Ese inventó se convirtió en una verdad indiscutible y la oralidad del llano se encargó de hacerla leyenda, la cual cuenta que una noche allá en Valle de La Pascua, un tercio conocido como El Alegre, se volvió triste, al quedar tendido en el piso de un garito a causa de una morcillera que un tahúr de esos lados, disgustado le asestó por jugar con dados cargados. Asi los vecinos se olvidaron del infeliz vagabundo, conocido como El Alegre por aquello de que a cada cochino gordo le llega su sábado.
Pasados unos meses, los dueños de La Casona, regresaron al lugar en su lujosa carreta tirada por las dos robustas mulas. La mujer y El Abuelo, al verlos se sobresaltaron.
-¿A qué vendrán esos viejos? ¿Será que vienen a sacarnos no jile?
-No mi amor, te acuerdas que hace unos años atrás nos dijeron que nos iban a dar un tiempo para que buscáramos donde mudarnos.
-¡Bueno mi amor no debemos estar pensando pendejadas vamos a ver con qué nos vienen esos viejos!
-¡Buenos días!
-Buenos días señores. Pasen adelante ¿En qué podemos servirles?
-Bueno nosotros hemos venido únicamente.
-Ya está seguramente vienen a sacarnos.
Pensó preocupada la mujer.
-Bien amigos, nosotros hemos venido de Calabozo, únicamente con el propósito de entregarles los títulos de propiedad de La Casona, para que ustedes y sus hijos vivan sin ninguna preocupación, no habíamos venido antes porque estábamos hablando con nuestros abogados para redactar el documento y hacerles la cesión de esta casa, así que dentro de un mes se van al Registro Mercantil de Calabozo y legalizamos la cesión de esta propiedad para que ustedes puedan dormir tranquilos.
-Gracias señora, muchísimas gracias señor.
Agradeció El Abuelo.
-Ahora mi hija y mis nietos podrán vivir tranquilos en esta bonita vivienda.
-¡Gracias Señores!
Agradeció emocionada la muchacha.
-Bueno niños, desde hoy tienen que querer mucho a su abuelo y tú muchacha, desde hoy tienes que querer mucho a tú papá, porque gracias a él, ustedes tienen esta casona.
-Si señora nosotros queremos mucho a mi abuelo y yo también lo quiero mucho ¿Verdad papá que yo te hago feliz?
-¡Si hija mía tú me haces feliz, muy feliz?
Al fin los viejos se marcharon a Calabozo, mientras en La Casona de Puerto El Indio, El Abuelo y la muchacha pasaron otra noche plena de felicidad, por cuanto, comieron, bebieron y de postre no faltó El algo más….
Mientras que los vecinos de Camaguán refieren que a medianoche, creen ver a un hombre aguas abajo en las caudalosas aguas del Caño La Portuguesa, arrastrado en las fauces de un caimán tuerto, pegando lecos y profiriendo palabras escatológicas.
NOTAS:
(1) Chicharronero: Hasta mediados del siglo veinte en el llano había unos comerciantes que coloquialmente se llamaban Chicharroneros, quienes en el verano, con un arreo de burros se dedicaban a comerciar por los más recónditos lugares del llano venezolano. En el invierno arrendaban tres y hasta cuatro bongos y atestados de mercancías se iban navegando por los ríos y sabanas llaneras.
(2) Guate: Hasta mediados del siglo veinte, los llaneros nombraban de un modo despectivo Guate a los colombianos.
(3) Cuentera (o): Es la persona chismosa o enredadora; también conocidas como mosquitas muertas o Tira la piedra y esconde la mano.
(4) En la población de Camaguán existen tres puertos a orillas del río Portuguesa; de norte a sur, son Puerto Carrizalero, Puerto El Charco frente a la Plaza Bolívar y Puerto El Indio.
(5) Meremere con pan caliente: Es una vieja expresión coloquial que se usaba en los llanos hasta mediados del siglo veinte y se aplicaba al castigo que los padres propinaban a los hijos cuando hacían una travesura o Rubiera.
Pedro Moreno: Era un látigo de cuero formado por dos tiras, que los padres colgaban de un clavito en la pared y que utilizaban para darle una cueriza a los hijos, cuando estos hacían una travesura o Rubiera.


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