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lunes, 14 de octubre de 2019

AYER Y HOY



De un verdadero cronista de nuestro viejo San Fernando: Eduardo Hernández Carstens

AYER Y HOY

Conservando buena memoria; y disfrutando al escribir sobre tiempos pasados, comienzo las siguientes líneas: para mis contemporáneos, que conmigo compartirán estos recuerdos; y para los más jóvenes, que conocerán la historia reciente, contada por un cronista que la ha vivido.
No siempre “cualquier tiempo pasado fue mejor”. El lector juzgará. Según su criterio y simpatías.
EL VESTIR: Las damas usaban vestidos, largos hasta cubrir la rodilla, y altos cubriendo los hombros, con mangas largas al acudir a la Iglesia; y suficientemente amplios en las faldas, mediante pliegues ó acampanados. Zapatos tacón alto o medio tacón; y medias de seda kaiser. Usaban las damas sus elegantes sombreros durante las horas que permanecían en las calles; y de acuerdo con el vestido que llevaban.
Luego vinieron las minifaldas, que permitían mostrar las rodillas; los descotes, los mocasines y las sin medias; y más tardes, hasta hoy: las damas usan los pantalones; desaparecieron las medias de seda, los tacones y llegaron las franelas manga corta y descotes.
Los caballeros vestían de paltó y corbata, llevaban sombreros de pajilla primero, luego de fieltro y ahora sin sombrero.
En los caballeros casi desapareció el palto y la corbata, como el bigote, las patillas y la barba; quienes ahora por no andar a caballo, sino en autos, deberíamos llamarlos conductores. Los niños usábamos el pantalón corto hasta 10 ó 12 años. Largase el pantalón de crecimiento, orgullo y comportamiento.
Desapareció la corbata y los zapatos de Esquivel a la medida, sustituida por el cómodo y deportivo calzado, que no alimenta a los limpiabotas de antaño.
EL TRANSPORTE: En el interior del país, nuestros padres y nosotros mismos, usábamos la bicicleta diariamente; los dueños de hato de Apure, paseaban en sus caballos, bien aperados, por aquellas calles de tierra del San Fernando, de Achaguas ó de la Arichuna de entonces. Llegaron los autos -muy pocos- convirtiéndose el “pasear en automóvil”, en un lujo de pocos. Los apureños gozábamos del privilegio de navegar por los ríos: en canoas, bongos ó vapores. Estos últimos remontaba el Apure hasta Guasdualito y el Arauca hasta El Amparo. Las canoas para viajes cortos y los bongos con toldilla para viajes largos, conducidos por los palanqueros y el patrón, en las palancas y la espadilla respectivamente.
Cuando los primeros automóviles, en verano únicamente, hacían viajes a Caracas, eran conducidos por los honorables Rattia, Aray, Marín, Fernández, y otros. En Caracas, nos transportábamos en tranvía, pagando una Locha. El autobús de Circunvalación daba la vuelta a la Ciudad, pagando una Locha. Íbamos a la Guaira en los “cutiplaneros”, pagando dos bolívares; y nos trasladábamos en tren a Los Teques, Maracay, Valencia y Puerto Cabello. Llegaron los aviones de LAV y monomotores Latecore, con asientos de esterilla, piloteados por Chesnut, Zafrané y otros. Luego llegaron las líneas LAV y Avensa con sus modernos Jets.
En los años de mi gobierno en Apure (1974-76), diariamente trasportaban pasajeros dichas líneas, con un tiempo de vuelo de media hora entre Caracas y San Fernando, se incrementaron las avionetas privadas, se construyeron pistas de aterrizaje en los Hatos. Hoy son apenas recuerdos del pasado.
Desparecieron los ferrocarriles. Viajé en ellos a Los Teques y Maracay; conocí los cómodos autovías a Los Teques y el tren de El Encanto. El pasaje urbano en Caracas, está en los 100 mil bolívares. Aquel turismo que se iniciaba en Apure, despareció. Los precios de los vehículos y las autopartes, andan por las nubes. Ni bicicleta, ni caballos. Circulan las “perreras”, el transporte de carga y pasajeros es muy costoso.
ALIMENTOS: En las vegas de los ríos apureños, se cultivaban frutos diversos, abasteciendo el consumo de las familias, a precios aceptables; de los campos llegaban: el casabe, las caraotas y frijoles, la panela y el batío; maniritos, pan de palo, guanábanas, patillas, melones, etc. De los Mataderos, la carne de res; y en los chiqueros de las casas apureñas, engordaban los “marranos”, y luego traerían los perniles, chuletas, longanizas y chicharrones para el condumio. Leche fresca en abundancia repartían a domicilio, que luego sería hervida. En las casas no faltaban las matas de limón, naranjas, nísperos y guayabas; en las trojas llenas de bosta, se cultivaba el cebollín, cilantro y perejil. En el traspatio de la casa, no faltaba el pataruco cantarín y las gallinas ponedoras, junto al pavo real, los guineos, galápagos y morrocoyes. Cada casa de la orilla del monte, era una granja.
Hoy los precios de los alimentos son muy elevados y absorben todo el ingreso familiar; nada queda para el equipamiento de la casa, la vestimenta y la recreación. Pasó el tiempo de las dietas “para no engordar” y vivimos el de las gentes flacas y los niños desnutridos. Creó que el renglón alimentario, muestra el lado más grave de la crisis; no se vislumbra aún la luz al final del túnel. Del Ayer y de Hoy continuaré escribiendo. Escenarios vividos durante casi un siglo de existencia.


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