De un verdadero cronista de nuestro viejo San Fernando: Eduardo Hernández Carstens
AYER Y HOY
Conservando
buena memoria; y disfrutando al escribir sobre tiempos pasados, comienzo las
siguientes líneas: para mis contemporáneos, que conmigo compartirán estos
recuerdos; y para los más jóvenes, que conocerán la historia reciente, contada
por un cronista que la ha vivido.
No
siempre “cualquier tiempo pasado fue mejor”. El lector juzgará. Según su
criterio y simpatías.
EL
VESTIR: Las damas usaban vestidos, largos hasta cubrir la rodilla, y altos
cubriendo los hombros, con mangas largas al acudir a la Iglesia; y
suficientemente amplios en las faldas, mediante pliegues ó acampanados. Zapatos
tacón alto o medio tacón; y medias de seda kaiser. Usaban las damas sus
elegantes sombreros durante las horas que permanecían en las calles; y de
acuerdo con el vestido que llevaban.
Luego
vinieron las minifaldas, que permitían mostrar las rodillas; los descotes, los
mocasines y las sin medias; y más tardes, hasta hoy: las damas usan los
pantalones; desaparecieron las medias de seda, los tacones y llegaron las
franelas manga corta y descotes.
Los
caballeros vestían de paltó y corbata, llevaban sombreros de pajilla primero,
luego de fieltro y ahora sin sombrero.
En los caballeros casi desapareció el palto y la corbata, como el bigote, las patillas y la barba; quienes ahora por no andar a caballo, sino en autos, deberíamos llamarlos conductores. Los niños usábamos el pantalón corto hasta 10 ó 12 años. Largase el pantalón de crecimiento, orgullo y comportamiento.
Desapareció la corbata y los zapatos de Esquivel a la medida, sustituida por el cómodo y deportivo calzado, que no alimenta a los limpiabotas de antaño.
En los caballeros casi desapareció el palto y la corbata, como el bigote, las patillas y la barba; quienes ahora por no andar a caballo, sino en autos, deberíamos llamarlos conductores. Los niños usábamos el pantalón corto hasta 10 ó 12 años. Largase el pantalón de crecimiento, orgullo y comportamiento.
Desapareció la corbata y los zapatos de Esquivel a la medida, sustituida por el cómodo y deportivo calzado, que no alimenta a los limpiabotas de antaño.
EL
TRANSPORTE: En el interior del país, nuestros padres y nosotros mismos,
usábamos la bicicleta diariamente; los dueños de hato de Apure, paseaban en sus
caballos, bien aperados, por aquellas calles de tierra del San Fernando, de
Achaguas ó de la Arichuna de entonces. Llegaron los autos -muy pocos-
convirtiéndose el “pasear en automóvil”, en un lujo de pocos. Los apureños
gozábamos del privilegio de navegar por los ríos: en canoas, bongos ó vapores.
Estos últimos remontaba el Apure hasta Guasdualito y el Arauca hasta El Amparo.
Las canoas para viajes cortos y los bongos con toldilla para viajes largos,
conducidos por los palanqueros y el patrón, en las palancas y la espadilla
respectivamente.
Cuando
los primeros automóviles, en verano únicamente, hacían viajes a Caracas, eran
conducidos por los honorables Rattia, Aray, Marín, Fernández, y otros. En
Caracas, nos transportábamos en tranvía, pagando una Locha. El autobús de
Circunvalación daba la vuelta a la Ciudad, pagando una Locha. Íbamos a la
Guaira en los “cutiplaneros”, pagando dos bolívares; y nos trasladábamos en
tren a Los Teques, Maracay, Valencia y Puerto Cabello. Llegaron los aviones de
LAV y monomotores Latecore, con asientos de esterilla, piloteados por Chesnut,
Zafrané y otros. Luego llegaron las líneas LAV y Avensa con sus modernos Jets.
En los
años de mi gobierno en Apure (1974-76), diariamente trasportaban pasajeros dichas
líneas, con un tiempo de vuelo de media hora entre Caracas y San Fernando, se
incrementaron las avionetas privadas, se construyeron pistas de aterrizaje en
los Hatos. Hoy son apenas recuerdos del pasado.
Desparecieron
los ferrocarriles. Viajé en ellos a Los Teques y Maracay; conocí los cómodos
autovías a Los Teques y el tren de El Encanto. El pasaje urbano en Caracas,
está en los 100 mil bolívares. Aquel turismo que se iniciaba en Apure,
despareció. Los precios de los vehículos y las autopartes, andan por las nubes.
Ni bicicleta, ni caballos. Circulan las “perreras”, el transporte de carga y
pasajeros es muy costoso.
ALIMENTOS:
En las vegas de los ríos apureños, se cultivaban frutos diversos, abasteciendo
el consumo de las familias, a precios aceptables; de los campos llegaban: el
casabe, las caraotas y frijoles, la panela y el batío; maniritos, pan de palo,
guanábanas, patillas, melones, etc. De los Mataderos, la carne de res; y en los
chiqueros de las casas apureñas, engordaban los “marranos”, y luego traerían
los perniles, chuletas, longanizas y chicharrones para el condumio. Leche
fresca en abundancia repartían a domicilio, que luego sería hervida. En las
casas no faltaban las matas de limón, naranjas, nísperos y guayabas; en las
trojas llenas de bosta, se cultivaba el cebollín, cilantro y perejil. En el
traspatio de la casa, no faltaba el pataruco cantarín y las gallinas ponedoras,
junto al pavo real, los guineos, galápagos y morrocoyes. Cada casa de la orilla
del monte, era una granja.
Hoy los
precios de los alimentos son muy elevados y absorben todo el ingreso familiar;
nada queda para el equipamiento de la casa, la vestimenta y la recreación. Pasó
el tiempo de las dietas “para no engordar” y vivimos el de las gentes flacas y
los niños desnutridos. Creó que el renglón alimentario, muestra el lado más
grave de la crisis; no se vislumbra aún la luz al final del túnel. Del Ayer y
de Hoy continuaré escribiendo. Escenarios vividos durante casi un siglo de
existencia.
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