REDES SOCIALES

martes, 29 de octubre de 2019

HECHO EL GUEVARA



Hugo Arana Páez (HARPA)

EL HABLA DEL APUREÑO:


"HECHO EL GUEVARA"

INTRODUCCIÓN:

En este ensayo voy a referirme al habla coloquial del apureño, específicamente de una conocida y popular voz que a comienzos de la década de los años cincuenta se escuchaba a menudo en San Fernando, como es la expresión HECHO EL GUEVARA, la cual ponía de manifiesto la picardía, la malicia y el humor del sanfernandino.

Lamentablemente esta voz junto a otras simpáticas y sabias expresiones llaneras han sido echadas al olvido, perdiéndose así los factores de identidad y pertenencia del hombre de tierra llana. Es por eso que con estos trabajos publicados en EL HABLA DEL APUREÑO, se trata de rescatar esos valiosos patrimonios regionales. En ese sentido, de acuerdo a la información aportada por viejos sanfernandinos se hará una aproximación a los orígenes y connotación de la expresión HECHO EL GUEVARA.

1. Orígenes de la expresión HECHO EL GUEVARA

A mediados del siglo veinte, vivía en la calle Piar, entre las calles Bolívar y Comercio, de San Fernando la docente Ana Leonor Mayol, quien se desempeñaba como directora del colegio de Educación Primaria para señoritas Manuel Díaz Rodríguez (1), ubicado en el ángulo suroeste de la esquina que formaba el cruce de las calles Bolívar y Piar; donde ahora se halla el Palacio Arzobispal, exactamente donde funciona la empresa telefónica Movistar. Asimismo, la profesora Ana Leonor Mayol y su madre, en su residencia ubicada en la calle Piar, entre calles Bolívar y Comercio (donde ahora se halla el edificio Emporio Piligra), donde dirigían un internado para señoritas que atendía a las muchachas procedentes de Achaguas, San Juan de Payara, Arichuna, San Rafael de Atamaica, Guasimal, Cunaviche, El Yagual, El Samán, Camaguán, Guayabal, Cazorla, Arismendi y otras poblaciones del Hinterland de San Fernando. Por cierto, de lunes a sábado, las internas salían de esa casona a recibir clases de educación primaria en la Díaz Rodríguez y los domingos se les veía caminar apuraditas, muy de mañana rumbo a la catedral, donde asistirían a la misa que oficiaba el Padre Colorado.

2. El Policía escolar del Colegio Manuel Díaz Rodríguez
Hasta finales de la década de los años cincuenta del siglo veinte había en el Estado Apure la figura del Policía Escolar, un funcionario adscrito a la Comandancia de Policía de la Gobernación del Estado Apure. Esos trabajadores se ocupaban de vigilar la conducta de los estudiantes (evitar que a la entrada o salida de clases los muchachos provocaran disturbios o bochinches o peor aún, se fueran a los puños), también rondaban los alrededores de los centros de enseñanza para alejar de las escuelas a los vendedores, a los patiquines enamorados y a los vagos; en fin a personas ajenas al hecho educativo. Pero además, esos trabajadores se comportaban como trabajadores sociales, por cuanto, cuando el muchacho no acudía a clases, los Policías escolares, eran los encargados de ir a la vivienda del alumno y averiguar las causas del ausentismo (hasta finales de la década de los años cincuenta había el doble turno escolar; es decir, el alumno asistía mañana y tarde y la mañana del sábado acudía a recibir clases de Educación Física), el cual se debía, generalmente, a falta de alpargatas, ropa, cuaderno, lápiz o sencillamente estaba enfermo de sarampión, paperas, ataque de lombrices, paludismo o diarrea (entonces abundaban las enfermedades hídricas, debido a la carencia de acueductos y red de cloacas). En la entrevista con los padres del estudiante, el policía escolar, pacientemente, lápiz en mano anotaba en una libreta que le entregaba el director de la escuela, las causas del ausentismo y por supuesto, con esa valiosa información se marchaba a la escuela, donde se elaboraban las estadísticas educativas.

Entonces en San Fernando, en cada escuela de educación primaria se observaba al Policía Escolar desempeñando con afán su oficio. Así en la Escuela para señoritas Manuel Díaz Rodríguez, estaba el policía Guevara, un negro simpático, alto, fuerte, muy diligente y de quien se decía utilizaba un lenguaje grosero (llamado ahora eufemísticamente escatológico).

Guevara era un hombre del pueblo y de su época, caracterizada por la pobreza y la ignorancia, donde para ejercer el oficio de policía, solamente bastaba expresar el deseo de pertenecer a ese cuerpo de seguridad del Estado. Obviamente, el oficio de policía era mal visto, por cuanto, cualquier ciudadano que estuviera en la carraplana, pasando la mar negra, solo le quedaba meterse a policía.

Por cierto, a partir del año 1920, se inicia en Venezuela el desarrollo de la llamada industria petrolera, que generaría significativos cambios demográficos, es decir, las masivas migraciones campo-ciudad; caracterizadas por el éxodo de masas campesinas, quienes desesperadas buscaban un futuro mejor en los campos petroleros o en los centros urbanos. Esos campesinos, generalmente analfabetas, serían los candidatos a Policías Escolares y seguramente ese sería el caso de Guevara.

De lunes a sábado los sanfernandinos veían al policía Guevara, rondando los alrededores de la Díaz Rodríguez; allí se le miraba luciendo su impecable traje de dril marrón, su cachucha, su correaje de cuero negro de donde pendía el enorme revolver Colt 38, su brillante y negro rolo, sus esposas y sus lustrosas botas negras. Así, sonriente, el policía Guevara, andaba por la acera, desde la entrada hasta la última ventana de la edificación que acogía a la Escuela Primaria Manuel Díaz Rodríguez, una vivienda de techo de tejas, de anchas paredes de adobe, amplio y resistente portón de madera y engalanada por altos ventanales. Adentro, las alumnas escuchaban atentas la explicación que les impartía la maestra. Mientras tanto, afuera rondaban los vendedores de granjerías, chucherías y frutas, pero sobre todo, lo que más molestaba a la directora y al policía Guevara era el implacable asedio de los picaros galanes, conocidos en la época como patiquines, quienes a pie o en bicicleta se acercaban a las ventanas para entregarle un papelito o tirarle un beso a la muchacha de sus sueños.

Por supuesto, este constante asedio perturbaba el proceso enseñanza-aprendizaje, siendo tan seguido, que la directora Ana Leo (así la llamaban cariñosamente sus allegados), convino en reunirse con el policía Guevara para que tomara drásticas medidas al respecto. Así, una tarde cuando el ataque de vendedores y galanes estaba en su apogeo, Ana Leo, salió a la calle enfurecida e invitó a Guevara, para que le informara cuál sería la estrategia que utilizaría para finalizar de una vez por todas las diarias agresiones contra el colegio y sus alumnas.

-¡Señor Guevara, hágame el favor!
-¡Ajá señorita directora! ¿En qué puedo servirle?
-¿Usted se recuerda lo que convenimos en la reunión que usted y yo tuvimos la semana pasada?
-¡Claro! ¿Cómo no me voy a recordar de eso? ¡Claro que sí señorita Ana Leonor!
-¡Bien! ¿Y qué estrategia va a aplicar?
-¿Estra qué?
-¡Estrategia señor Guevara! ¿Es decir, qué va a hacer para correr a esos fastidiosos vendedores y sobre todo a esos patiquines faltas de respeto?
-¡Ya tengo la estra!
-¡Estrategia señor Guevara, Estrategia! ¿Pero por favor explíqueme cuál es?
-¡Muy bien! ¡Ya se la voy a explicar! ¿Usted ve aquellos carajos que están pegados a la ventana de sexto grado como garrapatas en bola e´ toro?
-¡Si, si los veo! ¿Y usted qué va a hacer?
-¡Gua muy sencillo, yo me voy por la acera de enfrente hecho el guevon, hecho el guevón y así hecho el muy guevón, les caigo encima y de una vez les entro a coñazos, a patadas por el culo, carajazos por la jeta y de una vez me los llevo pa´ la comandancia y así se acaba la vaina.
-¡Ay señor Guevara! ¡Seguramente que usted quiso decir que se iba caminando por la acera de enfrente, hecho el Guevara, hecho el Guevara, hecho el Guevara y así los agarraba infraganti!
-¡Eso, eso es lo que quise decir señorita Ana Leonor, lo que sucede es que yo no hablo bonito como usted!
-¡Bien señor Guevara! ¡Por favor, dígame cuál es su estrategia!
-¡Bien señorita Ana Leonor! ¡Cómo le iba diciendo!
-¡Al ver a esos tercios guindados de la ventana, me les voy por la acera de enfrente, como silbandito iguanas! ¡Me les voy Hecho el Guevara, hecho el Guevara, hecho el Guevara, poco a poco! Mientras tanto, usted se va calladita por esta acera ¡Hecha la pendeja, hecha la pendeja y bien hecha la pendeja! Y así, entre los dos los agarramos y les caemos a coñazos, patadas por el culo, carajazos por la jeta, rolazos y a coñazos y carajazos nos los llevamos pa´ la comandancia pa´ que aprendan a respetá y así se acaba de una vez por todas esta jodía.

CONCLUSIÓN:

Gracias a una reconocida educadora apureña y a un Policía Escolar apureño de apellido Guevara, ha quedado un patrimonio cultural intangible apureño como es la expresión HECHO EL GUEVARA, equivalente a Hecho el pendejo, Como quien no quiere la cosa, Hecho el loco, Hecho el mosquita muerta, esos decir, para referirse a esos tercios y tercias que ponen su cara de yo no fui para alcanzar sus perverso propósitos.

Hoy, hacerse el Guevara, denota al pícaro, al zamarro, al vivo, al pájaro bravo, al tracalero, al marrullero a esos lobos con piel de oveja, que abundan en la política, en los trabajos, en las colas de los bancos, del gas, del pan, es decir, especímenes que abundan en la rutina diaria, quienes para alcanzar sus nefastos propósitos se hacen los idiotas, los idos o como nuestro ingenuo y simpático Policía Escolar de la Díaz Rodríguez HECHO EL GUEVARA.


NOTAS:
(1) Manuel Díaz Rodríguez, nace en Chacao, Estado Miranda el 28 de febrero del año 1871 y fallece en Nueva York el 23 de agosto de 1927. Fue novelista, cuentista, médico, periodista y diplomático. Es considerado como uno de los mayores representantes de la prosa modernista hispanoamericana. En 1891 se gradúa como médico en la Universidad Central de Venezuela. En la reconocida revista El Cojo Ilustrado, publicas Los cuentos de color, los cuales publica en un volumen el año 1899. El año 1901, pública su primera novela, Ídolos rotos. En 1902 publica Sangre patricia. A la muerte de su padre, se hace cargo de la hacienda heredada, situada en los alrededores de Chacao. El año 1908 publica Camino de perfección, donde se evidencia el ajuste perfecto entre la idea y la palabra. En 1909 dirige el diario El Progresista y es nombrado vicerrector de la Universidad Central de Venezuela. Director de Educación Superior y de Bellas Artes en el Ministerio de Instrucción Pública (1911), ministro de Relaciones Exteriores (1914), Senador por el estado Bolívar (1915) y ministro de Fomento (1916), es nombrado ministro plenipotenciario de Venezuela en Italia (1919-1923). En 1921, publica su última novela, Peregrina o El pozo encantado; en el año 1925 es nombrado Presidente del estado Nueva Esparta y en 1926 Presidente del estado Sucre; ese mismo año fue incorporado como miembro de la Academia Nacional de la Historia y en el año 1927, viaja a Nueva York para tratarse una afección en la garganta donde lamentablemente fallece. Hoy Díaz Rodríguez es considerado uno de los más altos representantes de la prosa modernista.

Fuente: San Fernando de Apure tiene Historia de Eduardo Hernández


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