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miércoles, 30 de octubre de 2019

TRINA OMAIRA SALERNO ENCINOZO



"LA DOMADORA DEL APURE"


Yo no lo vi, pero me lo refirieron  los que lo presenciaron, y la prensa recogió y destacó la noticia a grandes titulares. En la mañana del 24 de Septiembre de 1932 el pueblo de San Fernando se congregó en el puerto. En los rostros se dibujaba alarma, emoción, nerviosismo, admiración. Era que Trina Omaira Salerno Encinozo, criatura de diez años de edad, se había lanzado al río un poco más arriba de Puerto Miranda, en la costa guariqueña y a nado venía atravesando el Apure hacia San Fernando. La travesía era peligrosísima hasta para veteranos nadadores; el río Apure medía frente a la ciudad en línea recta, perpendicular, más o menos un kilómetro y esta distancia se doblaba porque la fuerza de la corriente sesgaba mucho la trayectoria del nadador, y aun cuando ya había comenzado la caza de caimanes, muchísimos millares de ellos – y enormes – quedaban todavía. Ahora se trataba de una tierna niñita, y si bien su padre venía en una canoa al lado, no podía salvarla de la ferocidad de uno de estos animales que la atacara por debajo del agua; esa era la realidad. Felizmente no ocurrió esa que hubiera sido tremenda tragedia; y a la media hora  de nado, después de recorrer dos mil metros de distancia pisaba tierra, tranquila y sonriente, por allí muy cerca de la quinta “Santa Inés”, en donde hoy se encuentra el cuartel de la policía, siendo recibida con gran júbilo por el numeroso público que hacia  ese lugar se había desplazado. Fue una auténtica explosión de alegría, y muy justificada.

El telégrafo se encargó de regar la información por todo el territorio nacional y más allá de las fronteras patrias. Fue noticia de primera página en todos los periódicos. Poetas y columnistas prestigiosos cantaron y comentaron la extraordinaria hazaña de la pequeña Trina Omaira y se le llamó "La Domadora del Apure". Fue casi unánime el pronunciamiento porque fuera elegida Reina Nacional del Deporte. Sin embargo, fue otra y no ella la reina. Pero Trina Omaira quedó como la Soberana Sentimental del Deporte Nacional.

Esta heroica acción de Trina Omaira se efectuó porque unos días antes un colombiano de apellido Durán había atravesado el Río, por el mismo sitio y, gicamente, el hecho fue comentado con admiración. Entonces Jo Salemo Melo ("Pipo") padre de Trina Omaira, que como su hermano Juan, era hombre recio y de acciones audaces y temerarias, dijo que iba a comprobar que Duran no había realizado una gran cosa, pues su hija de diez años hacía lo mismo. Y lo cierto fue que la entonces tierna apureña cruzó el Apure en menos tiempo que Durán.

No tenemos noticias de que esta hazaña admirable  de Trina Omaira Salemo haya sido igualada y mucho menos superada hasta hoy, ni nacional ni internacionalmente. Nadar dos kilómetros por aguas profundas, de fuertes corrientes y sembradas de caimanes, una tierna muchachita de diez años apenas, es algo verdaderamente asombroso. Por eso fue que en esa oportunidad volvió a flamear el nombre de Apure por los cielos de la patria como gloriosa bandera y se le recordó como tierra heroica: una hijita, suya se empinaba como representante auténtica de la brava y noble raza.

Trina Omaira hoy es abuela, pero se conserva joven y hermosa. Su esposo es el profesor Héctor R. Saldeño, apureño, ex-gobernador del Estado Apure. Este matrimonio tiene cinco hijos: Sandra, Héctor José, María Elena, Irene y Carlos. Residen en Caracas, pero no se han desvinculado de Apure. Lo visitan con frecuencia.

Estos acontecimientos no deben olvidarse  nunca. La acción extraordinaria de Trina Omaira fue causa de admiración y orgullo no solamente para nosotros los apureños, sino para Venezuela entera. Brillantes plumas escribieron sobre ella. Hermosas páginas le dedicaron escritores y poetas. De lo muchísimo que se publicó recogemos aquí una pequeña muestra , tomada de la edición extraordinaria del semanario "Apure" que circulaba en San Fernando, dirigido y redactado, respectivamente, por Pedro Esté Sánchez y Manuel Felipe Obregón, de fecha 24 de septiembre de 1933, primer aniversario de la hazaña admirable de esta hija de nuestra querida tierra llana. Este aniversario fue celebrado con gran júbilo: los semanarios que circulaban entonces en la capital de Apure "Girasol", "Letras" y "Apure", lanzaron ediciones especiales; se efectuó un gran baile infantil en honor a Trina Omaira y en él le fueron entregados valiosos trofeos; y el gran músico apureño José Inés Richermont, virtuoso de la trompeta estrenó su alegre Pasodoble "Trina Omaira" que estuvo de moda durante varios años y era pieza obligada en todos los bailes de San Fernando.

Esta fue Trina Omaira Salemo Encinozo, hoy Doña Trina Omaira de Saldeño, con hijos y nietos y a quien debemos recordar siempre con orgullo apureño.

Fuente:
REPUNTES III HISTORIALES SAN FERNANDINOS
Fundación Historica Cultural Dr. Italo Francisco Decanio D´amico
Colección Fotografica “EL SAN FERNANDO DE AYER”. 2004


El Ángel del Río Apure - Cuento

Soledad Moreno de Cortez 

Había una vez una niña, de piel canela, cabellos castaños, grandes ojos de color almendra, abundantes pestañas, cejas pobladas, que destacaba entre todas las niñas por su belleza. Era la admiración de sus amiguitas en el colegio. Sus trajecitos arruchados, de variados colores, los lacitos que lucía en cada ocasión, lo bien combinado de sus medias y zapatos con la vestimenta de turno; y sobre todo, su perenne y contagiosa alegría.

 Su padre, José Salerno, a quien cariñosamente llamaban “Pipo”, la consentía mucho, pero al mismo tiempo era muy exigente con ella. L a enseñó a nadar en el propio rio Apure. Su madre, dama muy distinguida, alta muy delgada, llena de bondades, sencilla y honesta a carta cabal, dedicada con su esposo a la educación de sus hijos. María Adelaida, se llamaba ella, Tenían residencia en Puerto Miranda, a orillas del caudaloso Apure.

Un día la niña, rendida por el cansancio del diario quehacer, subió a su habitación y se quedó dormida. Soñó que estaba nadando. Al salir del agua se encontró en un jardín pleno de flores de taburín, tan acogedor que se acostó en él.  Los gallitos de la laguna le llevaban alimento y ella en agradecimiento les sonreía. Más tarde se le acercó un tucusito que le susurró algo al oído. Acto seguido, la niña se lanzó al agua y comenzó a nadar velozmente hasta llegar a la playa donde se encontró con dos toninas que la saludaban cariñosamente y se sentaron con ella en la playa. 
-Mira niña - dijo una de las toninas - sabemos muchas cosas de ti. Tú eres el “Ángel del Río”. Tu padre va a cazar una apuesta con un señor colombiano que pasó el río hace como tres días, y que quiere encontrar a alguien que repita su hazaña. Y tú, mi pequeña niña, vas a realizar esa proeza, nosotros te vamos a ayudar. Acepta el reto.  

-Mira a tu alrededor - dijo la tonina
 -¡Que cosa más bella! –exclamó la niña
 -Esas son corocoras, sus alitas abiertas indican que te están ofreciendo amistad; esas otras son cotúas, garzas paletas, aquel grande junto al garzón es un gabán. Ellos te brindarán protección. Más allá se divisa el tío babo y el tío caimán. Abren su boca para expresarte su apoyo. Cuando vayas a pasar el río, no temas, todos te cuidaremos.

 Repentinamente las aves levantaron vuelo, quedando el lugar completamente oscuro, La niña, apoyándose en las toninas se levantó y se sacudió el traje de baño. Cuál sería su sorpresa cuando miles de peces salieron del traje.

 La muchedumbre gritaba sin cesar: 
-¡Viva Trina Omaira! 

-Viva el Ángel del Río! 


CARTA DE ARVELO TORREALBA AL RÍO APURE
En Septiembre de 1932 una niña de 10 años, Trina Omaira Salerno, atravesó a nado el río Apure entre Puerto Miranda y San Fernando. La hazaña fue reseñada por la prensa nacional, produciendo la admiración general. El poeta Alberto Arvelo Torrealba, para la ocasión, le escribió al río Apure la siguiente carta;
“Compañero: (Nadie mejor que un río)
Hoy por todas las campiñas y pueblos cruza la noticia: la pequeña Trina Omaira Salerno, de diez años, esguazó tu sombrío caudal de invierno nadando dos kilómetros. Cómo te refocilarías tú estos días tan turbios con la carga sutil; tú que no habías sabido hasta ahora sino de la hazaña a hierro y sangre: de cuando en tu orilla chocaban los rejones y se zumbaban desesperados a tus pozos los jinetes de López y el “Cotudo”, de cuando el Catire –el más tuyo de los troperos libertadores- se metió en ti la lanza en los dientes y en pelo los caballos, a coger las canoas donde pasó el ejército. Cómo te alegrarías ahora, compañero, cuando un retoño de mujer abre sobre tu vieja pesadumbre caminos de sonrisa.
José Antonio te esguazó
Todo terrible de lanzas,
Y toda sal y dulzuras
Hoy te cruzó Trina Omaira.
A mí me dieron la noticia las chusmitas de la resaca de Nutrias. Agua inmóvil: una de tus tantas travesías hacia el alma palustre del silencio.
Lo sabían por tres viejos garzones que remontaban hacia Arauca. Hoy todos los vuelos cargan tu nombre y el de la bella nadadora. Y hasta por los hatos remotos salpica el comento alegrador: Yo hablé –Pagüey abajo- con nuestro viejo amigo Cruz Camejo. Antes era bonguero de San Fernando a Palmarito. Echó canas amolando coplas sobre una laja de infortunios; es baquiano en muchas leguas de cantadores, y entrecruza a lo largo de su tierra ardida, curvas de cantas y rejos. Ahora mostrábase todo júbilo con la nueva, y me dijo tres nombres que para él –caprichos de coplistas dirán- son el alma y la poesía sabanera: El Apure, río de su juventud, el poeta de la Silva Criolla y Trina Omaira Salerno.
Tres nombres y tres cariños
Fundidos en una canta
De los llanos: el Apure,
Lazo Martí, Trina Omaira.
Me cuentan que es puro donaire y que nadó de mil maneras en la media hora del peligroso prodigio: braceaba, te latigueaban gentilmente los brazos diminutos; luego, la sola cabecita de ondina en el nado de pie; después, a modo de descanso, íbase casi inmóvil, con los ojos alegres en el cielo limpio, sonriendo inocente a papá Dios.
Prodigio de media noche
Que se vio en plena mañana:
Enluceran el Apure
Ojitos de Trina Omaira.
¡Y los caimanes! Los amargos reptiles que en tu seno aguzan sus colmillos de tragedia. Tienes hoy menos, es verdad; pero aún son bastantes para sembrarles a muchos el pavor de tu orilla. Trina Omaira tan sólo hace de tu abismo jardín de desparpajos, y en charla reída con los de las canoas que la siguen, se mece en ti como en las rodillas maternas. “los caimanes -piensa- ahora le tienen miedo a las canoas, y papaíto viene ahí mismo”. Y ríen sus diez años sobre tu lomo turbio.
A los caimanes sañudos
Como en la leyenda arcaica,
Los fue dejando dormidos
La risa de Trina Omaira.
Compañero Apure:
Trina Omaira es tu estrella:
Guárdala y no te la dejes quitar.

Alberto Arvelo Torrealba



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