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lunes, 16 de diciembre de 2019

ESQUINA LA PAPELERÍA MODERNA






“Difícil escribir. Fácil leer”…
HARPA


INTRODUCCIÓN:
Continuando con los ensayos publicados en la serie IMAGEN E IDENTIDAD, hoy me referiré a una importante esquina del Barrio Jobalito, como es la ESQUINA LA PAPELERÍA MODERNA, ubicada en el ángulo suroeste de la intersección de las calles Comercio y Ricaurte.
Una vez más agradezco a los artistas plásticos, quienes con su arte han contribuido a la reconstrucción histórica de la capital del llano venezolano. Asimismo, para facilitar la ubicación de esa esquina, se ha considerado conveniente explicar en la primera parte, qué es una esquina y en la segunda, se reseñará la evolución del negocio que le dio nombre a ese conocido, popular y concurrido lugar de San Fernando y finalmente se ubicará la vivienda en su entorno, es decir, lo que los geógrafos han convenido en nombrar hinterland.
1. ¿Qué es una esquina?
Aunque en escritos anteriores he explicado qué es una esquina, sin embargo, para los nuevos visitantes, he considerado conveniente definir una vez más este término. Se denomina esquina, cada uno de los cuatro ángulos rectos que se forman en el cruce de dos calles (una longitudinal y otra transversal); así tenemos dos esquinas al norte (noroeste y noreste) y dos al sur (suroeste y sureste).
2. ESQUINA LA PAPELERÍA MODERNA Y SU HINTERLAND
Observando la bonita obra Papelería Moderna, del artista plástico Humberto Loreto, me inspiró para escribir este ensayo dedicado a una importante papelería ubicada en el cruce de las calles Comercio y Ricaurte de la ciudad de San Fernando, que le diera nombre a la actual ESQUINA LA PAPELERÍA MODERNA. Por cierto, refiere Niuomar Boggio Ramos, hija de Doña Rosa, que ese negocio fue fundado el 4 de septiembre del año 1950 (hace sesenta y nueve años) en un saloncito de la casa de familia de Doña Elena de Guerrero (vivienda donde muchos años antes vivió el docente Miguel Ángel Escalante, uno de los fundadores del Colegio Miranda –año 1931- actual Liceo Francisco Lazo Martí y donde ahora se halla la tienda de calzados Zapatería Apureña Plus CA.) situada en el ángulo noroeste del cruce de las calles Sucre y Girardot, frente a la pulpería Las Gradillas de Rafael Requena (actual sede de la tienda de bisuterías Adornos Arcadia), que le diera nombre a la Esquina Las Gradillas (ángulo suroeste del cruce de las calles Sucre y Girardot). Seguramente en ese cuchitril se instalaría la emprendedora joven de veintisiete años de edad con un pequeño mostrador que fungiría de vitrina, una mesita, una silleta y detrás suyo, una modesta estantería de madera donde posiblemente la entusiasmada propietaria colocaría, bien ordenados, algunos ejemplares de los libros de las primeras letras Mantilla; algunas docenas de cuadernos, una resma de papel bond base veinte, tamaño carta y otra tamaño oficio; un paquete de cien carpetas de manila tamaño carta y otro tamaño oficio, una cajita de ganchos para carpetas, unas doce cajitas de grapas y otras doce cajitas de clips; asimismo unas cuantas cajitas de gomas de borrar; una docena de cajitas de lápices de grafito Mongol; una docena de cajas de creyones posiblemente marca Prismacolor, una cajita de sacapuntas; una que otra de reglas y escuadras; una docena de tijeritas escolares y una caja de frascos de pintura al frío y otros de pega. Posiblemente ese sería el inventario del incipiente negocito que en el dintel de la puerta exhibía el ostentoso anuncio PAPELERIA MODERNA y adonde acudirían ansiosos los estudiantes, los maestros, los profesores del Lazo Martí, alguno que otro sanfernandino y mensajeros de las instituciones oficiales, quienes procedentes de algún lejano pueblito apureño habían venido a retirar los pedidos que sus jefes, mediante carta o telegrama le habían solicitado a la joven Rosa Ramos. Así empezó el giro de sus operaciones LA PAPELERÍA MODERNA que con el transcurrir de los años se transformaría en una próspera empresa, yo diría, la más importante tienda del ramo de papelería establecida en el Estado Apure.

Años más tarde, la emprendedora joven, mudaría su “Taguarita” a una hermosa casona propiedad de Don Teófilo Decanio (padre del odontólogo Ítalo Decanio y abuelo del cronista de San Fernando, Edgard Decanio), ubicada en la céntrica intersección de las calles Comercio y Ricaurte del bucólico pueblo. Era una hermosa casona de techos de tejas, de paredes de resistentes y rojos ladrillos, con dos anchos y altos portones de madera que miraban hacia la calle transversal (Ricaurte), uno de los cuales daba acceso a la casa de familia de sus antiguos propietarios y tres que se abrían majestuosos hacia la importante calle Comercio; igualmente, la vivienda la engalanaba una alta ventana de balaustres de madera que iluminaba la habitación que hacía las veces de oficina. Ese tragaluz era seguido de un enorme portón de servicios (entonces conocidos coloquialmente como Puerta de campo o Portón de campo) de gruesa y resistente madera que daba acceso a un enorme y bonito patio, adonde, seguramente en otra época arribarían las carretas tiradas por mulas o caballos; asimismo los arreos de burros y por qué no, las cabalgaduras con sus orgullosos jinetes.
La emprendedora apureña Rosa Ramos, a finales de la década de los años cuarenta, había intuido que el ángulo suroeste del cruce de las calles Comercio y Ricaurte, poseía una envidiable posición geográfica, por cuanto, estaba ubicada en el centro cultural de la ciudad; es decir, un hinterland representado por muchas instituciones educativas como el Liceo Francisco Lazo Martí (ángulo noreste del cruce de las calles Bolívar y Rafael Arévalo González); la escuela para varones Agustín Codazzi (ángulo suroeste del cruce de las calle Bolívar y Girardot), dirigida por el maestro Jesús Rafael Mayora Obregón; la escuela para señoritas Manuel Díaz Rodríguez (ángulo suroeste del cruce de las calles Bolívar y Piar), regentada por la educadora Ana Leonor Mayol; el Grupo Escolar República de Guatemala (cruce de las calles Bolívar y Queseras del medio, actual sede del Vicerrectorado de la UNELLEZ); la Escuela José Cortés de Madariaga (ángulo sureste del cruce de las calles Sucre y Rafael Arévalo González, frente a la actual prefectura); asimismo observó que en la Calle Bolívar, entre las calles Raimundo Fonseca y Juan Pablo Peñaloza (actual Boulevard, frente a la tienda por departamentos Seven´s) funcionaba en el llamado Palacio Fonsequero, la sede administrativa del Poder Ejecutivo regional y detrás de esa edificación, la Policía del Estado; también observó que en una vivienda de la Calle Miranda, entre calles Bolívar y Comercio, (actual sede del Banco de Venezuela), estaba la Guardia Nacional; asimismo vio que en la calle Comercio hacían vida algunas pequeñas empresas de servicios como: barberías, talabarterías, panaderías; así como zapaterías y tiendas de ropa, como La Ranchera, del sanrafaeleño Néstor Hernández (ángulo suroeste del cruce de las calles Comercio y 24 de julio), Las Novedades de Don Eloy Lugo (ángulo suroeste del cruce de las calles Comercio y Raimundo Fonseca); la tienda de ropa para caballeros, sombreros, calzados y aperos para el peón de sabana, propiedad de Don Valentín Mujica, conocida como La Casa del ganadero (Calle Comercio, entre calles Ricaurte y Rafael Arévalo González); la tienda de ropa de Don Juan Bautista Loreto, conocida como La Llanera (Calle Comercio, entre calles Arévalo González y Girardot); boticas (actuales farmacias) como la Botica La Popular de Don Antonio Cestari (ángulo noreste del cruce de las calles Comercio y Ricaurte), la Botica del llano de Don Jesús Cedeño (ángulo noreste del cruce de las calles Comercio y Miranda), La Botica Central (ángulo noreste del cruce de las Calles Comercio y 24 de julio) de Don Pedro Segundo Salas y la botica de Don Edmundo Mirabal (Calle Comercio, entre calles Raimundo Fonseca y Rafael Arévalo González); ferreterías como la del comerciante Don Cristóbal Azuaje, conocida hasta hay como Ferretería Cristóbal Azuaje (entonces funcionaba en el ángulo sureste del cruce de las calles Comercio y Miranda), la de Don Manuel Chang (ángulo sureste del cruce de las calles Comercio y 24 de Julio), Ferretería La Atómica de Jaime Hung (ángulo sureste del cruce de las calles Comercio y Miranda); las casas importadoras-exportadoras como Los Hermanos Barbarito y sucesores (ubicada en la planta baja del Edificio de los Hermanos Barbarito, por cierto, esa edificación fue el primer centro comercial de la ciudad); los Lleras-Codazzi (en la Calle Comercio, entre calles 24 de julio y Juan Pablo Peñaloza, frente al Parque Independencia, conocida coloquialmente ahora como Plaza de los Yutong); Henrique Ligerón, que le diera nombre al Puerto Ligerón (Calle 5 de julio, entre calles 24 de julio y Miranda); el mayor de víveres La Mascota (cruce de las calles Queseras del medio y 19 de abril), propiedad del comerciante guayabalense Don Ignacio Rodríguez; el mayor de víveres del Coronel Mora, situado en la Calle 19 de abril (entre calles El Encuentro y Queseras del medio); La emisora La Voz de Apure (Calle 19 de abril, entre calles Miranda y La Puerta, actual El Encuentro); el Depósito de Sal en grano, donde ahora se halla el CDI (Calle 19 de abril, entre calles El Encuentro y Miranda); el mayor de víveres del comerciante Ismael Armada; la tienda La Guariqueña de Don Julián Silva Fajardo (ubicada al lado de la Voz de Apure, en la Calle 19 de abril, entre calles El Encuentro y Miranda). Asimismo, frente a la Papelería Moderna se hallaba la Esquina El Cañón (ángulo sureste del cruce de las calles Ricaurte y Comercio), donde la señora Elena Landaeta, se había establecido con su tiendita de ropa; al lado de la papelería, por la Calle Comercio (entre la actual Papelería Moderna y la tienda de cosméticos Todoferta) estaba la tienda de ropa para niños conocida como La Casa del niño, propiedad de Doña Josefa de Morales, esposa de Don Guillermo Morales, quien en tiempos en que la presidencia de la republica la ocupaba el General Marcos Pérez Jiménez y gobernador del Estado Apure el médico sanrafaeleño, Edgard Domínguez Michelangelli, ocupó altos cargos en esta gobernación y quien al lado de la Papelería Moderna, por la calle Ricaurte, Don Guillermo Morales, se había residenciado con su familia en una casona de adobes, portones y ventanas de madera y techo de tejas. Diagonal a la Papelería Moderna, en el ángulo noreste del cruce de las calles Comercio y Ricaurte se hallaba la Botica Popular, propiedad de Don Antonio Cestari.

Por supuesto, todas esas instituciones y empresas requerían insumos (papelería) para el giro normal de sus operaciones. Ante esa realidad, la joven Rosa Ramos, le solicitó a Don Teófilo Decanio, le arrendara un local de una hermosa casona que ese comerciante poseía en el estratégico cruce de las calles Comercio y Ricaurte. El avezado mercader aceptaría arrendar a la joven emprendedora la esquina de la vivienda, donde entusiasmada instalaría la que sería la más importante papelería de San Fernando, La Papelería Moderna.
Era el año 1951 y ya la Papelería Moderna, llevaba funcionando en la ancestral casona algunos años y Doña Rosa, cansada de pagar alquileres sin esperanzas de poseer un local propio para su floreciente negocio, decidió proponerle al arrendador comprarle la vivienda. El inconveniente era que no tenía dinero suficiente para adquirirla. Hallándose en la disyuntiva de qué hacer, un buen día decidió acudir a su amigo, Don Alejandro Urbano Taylor, quien le prestó tres mil bolívares con los que completaría la cuota inicial y el resto lo cancelaría en cómodas cuotas. Acordada la negociación, sus abogados muy diligentes, redactaron el documento de compra-venta por un monto total de Bs. 85.060,00 (entonces eso era un realero). Por cierto, llegado el día de la firma, Don Teófilo Decanio, se hallaba enfermo en su casa y por supuesto, impedido de asistir al registro. Inmediatamente Doña Rosa, habilitó el registro para que se trasladara al domicilio del vendedor, donde éste estampó la rúbrica de rigor y felizmente la transacción se concretó a satisfacción de las partes; por cierto, a los pocos días de firmado el documento el viejo Decanio falleció.
Una vez superado el inconveniente del local, se presentaba otra dificultad, cual era, incrementar el inventario del negocio. En ese sentido Doña Rosa, acudió de nuevo a Don Alejandro Urbano (en la década de los años cincuenta se desempeñaba como jefe de compras de la Gobernación del Estado Apure) quien le recomendó hablara de parte de él con el señor Enrique Smile (un suizo criado desde niño en Caracas y casado con la guariqueña Carmen Manuit), quien en Caracas poseía una empresa mayorista en el ramo de papelería y a sabiendas que la novel empresaria apureña venía recomendada por Don Alejandro, enseguida visitó la Papelería Moderna y más temprano que tarde, le despachó en consignación un camión atestado de mercancía. Desde ese día la Papelería Moderna incrementó su clientela, por cuanto, todos encontraban de todo en ese negocio.
Entonces la papelería ya se había convertido también en librería, por cuanto, amén de libros escolares de primaria y bachillerato, ahora vendía libros de lectura (ensayos, poesía, historia, novela, economía, política, cuentos, etc.). Por cierto, Doña Rosa, previo al inicio de cada año escolar, acordaba con los directores de los colegios oficiales y privados, los pedidos de libros requeridos.
Seguramente la Papelería Moderna, tendría un número telefónico de cuatro dígitos y una de las pocas empresas en San Fernando, que mantendría contrato de servicios con la desaparecida compañía telefónica propiedad de Don Emilio Rodríguez Saintón y años más tarde, cuando Don Emilio, vendió esa sociedad a la recién creada CANTV, la papelería sería una de las primeras en suscribir un contrato con la telefónica estatal, siéndole asignado el número 0247- 22.630. Por cierto, hay un dato curioso. En el cuadro pintado por el artista plástico Humberto Loreto, titulado PAPELERÍA MODERNA, resalta el anuncio TLF. 22.584, y en la entrevista le pregunté a Guiomar, que si ese era el número de teléfono y ella me respondió que posiblemente esa sería la fecha cuando la obra fue realizada, es decir, el 22 de mayo del año 1984.
Fue a mediados de la década de los años noventa del siglo pasado cuando la Papelería Moderna estrena su nueva sede (ver imagen), una magnifica, moderna y sólida edificación, constituida por una planta baja, destinada a la tienda y al depósito del negocio, donde destaca en letras doradas el nombre PAPELERÍA MODERNA; asimismo se observa hacia la calle Comercio una amplia puerta que da acceso a la tienda y a ambos lados, dos hermosas y enormes vitrinas exhibidoras y hacia la calle Ricaurte resalta igualmente el letrero PAPELERIA MODERNA y una puerta de acceso al negocio, circundado también de dos vitrinas exhibidoras. El primer piso de los dos niveles superiores se halla ocupado por oficinas y el segundo también ocupados por oficinas. Por supuesto, esta moderna y elegante edificación no tiene nada que ver con la otrora ancestral y bonita casona de dos aguas, de techos de tejas, paredes de ladrillos rojos, portones y ventanas de madera que a principios del siglo veinte engalanara a la ciudad de San Fernando y donde muchos años estuvo la conocida papelería.
Entonces la papelería ya se había convertido también en librería, por cuanto, amén de libros escolares de primaria y bachillerato, ahora vendía libros de lectura (ensayos, poesía, historia, novela, economía, política, cuentos, etc.). Por cierto, Doña Rosa, previo al inicio de cada año escolar, acordaba con los directores de los colegios los pedidos de libros requeridos.
Con Doña Rosa, trabajaron, entre muchos otros más trabajadores, su primo Manuel Manuelito Ramos, Gladys Solórzano, la jovencita Soledad Moreno, quien después sería reconocida profesora de distintas instituciones educativas del Estado Apure, Antonio Espinoza, Antonia Altuve, el joven Efrén Rodríguez (fallecido en el año 2014) quien después sería un luchador social, también su hija Guiomar, siendo una adolescente trabajó cinco años al lado de su madre (lapso 1965-1970), donde se encargó de llevar las cuentas de las ventas a crédito que la papelería hacía a las instituciones oficiales del Estado Apure. Por cierto, Guiomar, eventualmente trabajaba en la papelería hasta que la firma cerró sus puertas.
3. LA CASA DE FAMILIA DE DOÑA ROSA RAMOS Y LOS PICOTEOS
Una soleada mañana del día trece de noviembre del año 2019, acudí a una bonita vivienda ubicada en la Calle Ricaurte número once (entre las calles Sucre y Páez) propiedad del matrimonio constituido por Doña Rosa Ramos y el sanfernandino Jesús Boggio Heredia, quienes junto a sus dos hijas Rosalba y Guiomar vivirían muchos años en esa residencia. Ese día fui a entrevistar a Guiomar Boggio Ramos, quien actualmente vive en la hermosa casona paterna, de techo de dos aguas de tejas, de elegante portón y tres altas ventanas de hierro y marcos de romanilla de madera, pintadas de verde perico y paredes de blanco marfil, donde descuella el buen gusto, representado por un piano en la sala al que de vez en cuando la entrevistada, le saca cadenciosas notas que llevan al ensimismado oyente a alguno de esos elegantes salones donde los apasionados enamorados bailaban los valses de la época; asimismo de las paredes cuelgan unos bonitos cuadros con motivos llaneros que junto a un bien cuidado patio, adornado de flores y unas torcidas matas de topocho que tercas se resisten a venirse abajo por el peso de las llamativas cargas, constituyen un bonito, acogedor y armónico conjunto arquitectónico.
Por cierto, a principios de la década de los años sesenta del pasado siglo, Guiomar y su hermana Rosalba, recibían con mucho agrado las visitas de sus amigos; quiero decir, los pavos de la época, entre los que se contaban Guillermo Salas, Alexis Aponte, Saúl Rojas, Nelgar Mujica, apodado El Negro Mujica, el Gordo Sosa, Julio Rodríguez (Mamajeta) y Santiago (Santiaguito) Fernández, entre otros, quienes en la mañana del día convenido para armar un sarao (generalmente las noches de un viernes o sábado) se dirigían a la casa de Doña Rosa, donde entusiasmados les solicitaban a sus amigas les prestaran la casa para poner un picoteo (palabra derivada de Picót, un aparato reproductor de audio de discos de acetato de larga duración o Long play, con los que entonces se animaban las fiestas familiares). Era Guiomar, quien muy sonriente les aconsejaba que debían hablar con la “patrona” (Doña Rosa). Inmediatamente los jóvenes parranderos se dirigían a la Papelería Moderna, donde muy respetuosos le solicitaban a la dueña de la casa les concediera el permiso para armar un picoteo.
-¡Bien muchachos! Yo no tengo inconveniente en prestarles la casa; lo único que les agradezco es que tengan mucho juicio y que la dejen como la encontraron!
-¡Ah bueno Doña Rosa! Ante todo muchas gracias y no se preocupe que se la vamos a dejar ordenada y limpiecita!
-Bueno, si así es la cosa vayan adonde Guiomar y le dicen que ya ustedes hablaron conmigo y que ya les concedí el permiso. Ah y otra cosa, la fiesta es hasta la una, sin mucho volumen para no molestar a los vecinos y por si acaso, mucho fundamento.
-No se preocupe, usted sabe que nosotros somos muy fundamentosos.
-Eso lo vamos a ver esta noche.
Esa noche a las siete empezaron a llegar las muchachas y los muchachos con los discos, las bolsas de hielo, las botellas de ron, las naranjas y azúcar para preparar la Guarapita y alguna botella de Ponche crema. Los asistentes se acomodaban en la sala, donde en un rincón se hallaba el Picót; inmediatamente las muchachas empezaban a colocar en el aparato de sonido, el Long Play el piano merengue, seguido de uno de la Billos y otro de Víctor Piñero y así comenzaba la fiesta. En el patio, en una cómoda mecedora estaba Doña Rosa, quien desde allí muy atenta, vigilaba a las parejas de baile. Por cierto, algunos de los asistentes se acomodaban en el patio y allí se dedicaban a moler caña. Enseguida la doña, les recriminaba.
-¡Mira! ¿Tú viniste a beber o a bailar?
-¿Yo?
-¡Si tú mismo! ¿Quién más a va a ser?
-Yo vine a bailar Doña Rosa, lo que pasa es que me estoy echando unos traguitos pa´ animarme a bailar.
-¡Ajá! Lo que pasa es que tienes como dos horas tomándote unos traguitos y nada que te animas y por supuesto, nada que bailas ¡Así que vaya a la sala y saque a bailar a una de esas muchachas!
¡Espere un ratico más Doña Rosa! ¡Ya va a ver cómo voy a bailar más que un trompo en Semana Santa!
¡Bueno! ¿Y qué esperas? ¡Vaya de una vez y péguese en el corte!
Enseguida el joven trapichero se dirigía a la sala donde una sonriente, joven y bonita invitada lo convidaba a bailar al ritmo del Merecumbé. Mientras que desde el patio, Doña Rosa, sonriente comentaba.
-¡Asi me gusta que bailen y no que pasen toda la noche guindados del litro!
Recordando esos momentos, Guiomar se animó a narrar una simpática anécdota de Doña Rosa, fue una noche de fiesta de un sábado del mes de diciembre, cuando la mayoría de los muchachos se hallaban en el patio pegaos del litro y las muchachas aburridas sin bailar. Entonces, se le ocurrió a Doña Rosa, sacar de uno de los closets, una lujosa y llamativa caja que guardaba una botella de un ron muy especial (Edición aniversaria de Ron Santa Teresa). Lo cierto, es que ella muy sonriente, a escondidas, sacó de la caja la botella y en su lugar colocó una enorme hallaca. Inmediatamente, con la caja en la mano se dirigió a la sala, donde le anunció a los presentes que al joven que bailara más esa noche le iba a regalar como premio la añeja bebida. Enseguida, todos los muchachos dejaron la bebedera y sin tomar un respiro, se fajaron a bailar toda la noche. Mientras que la maliciosa doña, desde su mecedora se reía sola de su singular “travesura” al pensar el chasco que se llevarían los jóvenes al abrir la caja y encontrarse con una multisapida en lugar de la embriagante botella de edición especial de la casa Santa Teresa (Edition Special).
Por cierto, Guiomar también refería que a finales de la década de los años cincuenta y comienzos de los sesenta años estaban de moda el tema El Merecumbé (palabra derivada de la mezcla de los ritmos Merengue y Cumbia, una música bailable creada por el compositor colombiano Pacho Galán y que causó furor en la voz del Rey del Merecumbé, Víctor Piñero), el tema El Piano merengue del pianista dominicano Damirón, tema que siempre estaba presente en todos los saraos; Lamento Naufrago, un porro colombiano interpretado por el guarachero venezolano Chico Sensación Salas, acompañado de la orquesta del maestro Jesús Chucho Sanoja y por supuesto, no faltaba la Billo´s Caracas Boys, con sus temas Bacosó, la Vaca vieja y Cantares de navidad, entre otros. Asimismo, en esos años, el actor y cantante falconiano Néstor Zavarce (el niño que actuó en la película venezolana La Balandra Isabel llegó esta tarde, basada en un cuento de Guillermo Meneses y filmada en el Barrio Muchinga de La Guaira el año 1948, con la participación de Arturo de Córdoba, Virginia Luque y Tomás Enrique) acaparaba las simpatías del público venezolano con la pegajosa canción El Pájaro Chogüí.
Entonces estaba de moda BAILAR BOTEADO (es decir, un baile que al compás de la música las parejas sacaban las piernas a los lados o sacar las patas). Por cierto, ese ritmo lo creó el músico colombiano Pacho Galán, quien había popularizado el tema El Bote y de allí se derivó la expresión bailar boteado.
En la amena entrevista, Guiomar me informó que hace muchos años, Doña Rosa, le compró a la docente sanfernandina Doña Pico Lis, su viviendita, la cual con empeño y buen gusto reformó; siendo hoy este inmueble un bonito patrimonio cultural edificado de la familia Boggio Ramos y de la ciudad de San Fernando.
CONCLUSIÓN:
Doña Rosa Ramos, fue un ejemplo de emprendimiento, quien a mediados del siglo veinte, siendo una joven mujer apureña, se empeñó en apoyar con su empresa la actividad cultural y educativa en la región.
Doña Rosa Ramos, falleció en Caracas, el 18 de noviembre del año 2014, a la edad de noventa y dos años, siendo la única accionista de la Papelería Moderna, que de la mano de su propietaria se mantuvo activa durante sesenta y nueve años (lapso 1950-2019). Fue precisamente a principios de este año, que el otrora floreciente negocio bajó su Santamaría, pero felizmente, dejó un legado a la ciudad, como fue haberle dado un patrimonio intangible, conocido como ESQUINA LA PAPELERÍA MODERNA.

Fuentes:
Orales: Guiomar Boggio Ramos hija de Doña Rosa Ramos
Manuel Ramos Manuelito Trabajador de la empresa y primo de Doña Rosa Ramos.
Testimoniales: Hugo Arana Páez, Alexis Aponte, Santiago Fernández, Enrique Milano.
Hugoarpa24@gmail.com

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