Don Rafael Bezara, propietario del Hato Santa Rita,
hombre corpulento, cazador de tigres en el llano apureño.
Autor: Edgard de Jesús Decanio
EL RONCADOR
DEL PASO DE LAS MUJERES
Nos lo Cuenta Payito:
Llegamos al Hato Santa Rita después
de aterrizar
en el Hato El
Frío donde nos esperaban
las camionetas, Gerardo Sansón, Luis Iribaren,
Ángel Graterol,
Carlos Muller, Enrique
Sibletz y fuimos recibidos cordialmente por su propietario Rafael Bezara (q.e.p.d). Todo fue alegría,
Teníamos
como ayudante a Salomón Medina,
Pepino di Papo
(chofer y mesonero de Gerardo), Fragachán
como mecánico y "Boca de Chivo" como baquiano.
Nos tomamos
unos cuantos whiskysitos antes de comernos
la ternera que nos tenía preparada Rafael.
Todo era cordialidad y simpatía.
Cuentos y recuerdos
de otros viajes,
comentamos
todos. Por cierto
que Rafael recordó el lance en el que estuvo a punto de perder la vida entre las garras de un tigre herido de muerte. Estos animales son peligrosos en todo momento. Rafael estaba con
Abraham su hermano
menor, y lograron con los perros parar a un tigre como de 90 kilos, Rafael iba armado con un rifle 30 - 30 y Abraham portaba solo un cuchillo en la cintura. Disparó Rafael al tigre y este corrió con los perros detrás y se paró en una zona muy montañosa. Los ronquidos defendiéndose de los perros eran impresionantes, cuando llegaron nuevamente Rafael y
Abraham. El primero trato de abrirse paso, y Abraham le dijo:
Rafael no le entres a ese animal que está sumamente
bravo y además
herido, espera que se desangre
un poco más. Pero Rafael, preocupado por sus perros separó el monte con el cañón del rifle para abrirse paso y de pronto le salió el tigre con las patas delanteras en alto y le quitó el rifle de sus manos. Rafael agarró al tigre por detrás de las garras y se fue de espalda con el empuje que traía el animal y cayó al suelo. El tigre comenzó a tratar de romperle la cara y en una oportunidad una de sus uñas le rozó el párpado izquierdo y se lo cortó. Con las patas de atrás, le rasgaba las piernas. Imagínense como sería la situación para los dos hermanos. Abraham indefenso pues solo contaba con el cuchillo, sacó este de su vaina y se montó a caballo sobre la fiera y empezó
a clavarle el cuchillo en el lomo y en el cuello. El tigre al sentir estas heridas se soltó de Rafael con movimientos violentos se llevó por delante
al hermano que quedó momentáneamente debajo del tigre pero este quedó con las garras hacia arriba lo que no le permitió
herirlo. Rafael aprovechó
el momento para incorporarse, recoger el rifle y matar al tigre encima de su hermano. A Rafael tuvieron que traerlo de urgencia a Caracas pues tenía 32 heridas en diversas partes del cuerpo. Por cierto que estuvo
hospitalizado en la Clínica de González Lugo, de
Salvador de León a Socarras y yo le visité con frecuencia, pues trabajaba en el Banco Agrícola
y Pecuario y este estaba
instalado precisamente frente a la clínica.
Al día siguiente instalamos el campamento en un lugar llamado "Morichito" debajo de un gran higüero. Recorrimos la zona en busca de huellas y solamente vimos unas poco viejas.
El indio que vivía en Morichito nos dijo que había varios tigres, pero no logramos ver sus huellas. Sin embargo como la zona era montañosa, en la cual es difícil que marquen las pisadas, resolvimos soltar
a la mañana siguiente a los perros, más que todo por animarnos y a ver si cazábamos un canuagaro para que los perros entraran en acción
y estuvieran preparados cuando encontráramos los tigres.
Al poco rato oímos a los perros latiendo
fuertemente. Empezamos a correr
por el monte y pronto nos separamos
todos. Tuve la suerte de llegar primero
al sitio donde los perros estaban viendo
hacia arriba, se trataba
de un gran aceite. Busque al animal en todas las ramas gruesas
centrales
y no lo veía a pesar de que sabía que
el animal se había encaramado en ese árbol por la actitud
de los perros. En eso llegaron Luis Iribarren y Boca de Chivo y este último vio un puma o león
como le llamamos nosotros, en uno de los extremos del árbol, en unas ramas que no sé cómo soportaban
el peso del animal. Se lo mostró a Luis y este lo mató con un tiro certero
de su rifle "Cachirulo" como el cariñosamente lo llamaba. Nos alegramos
mucho por el éxito del primer
lance y regresamos al campamento.
Estuvimos dos días más y como no veíamos huellas de tigres, resolvimos irnos al Hato Turagua para ver si teníamos
más suerte. Acampamos
en el "Paso de las Mujeres" en la costa del caño 70 y se nos unieron el
catire Hullet y J.M Ardila, Rafael Bezara se quedó en Santa Rita pues tenía que despachar
algunas reses. De baquiano
estaba con nosotros
Víctor Peña, que era Caporal del Hato Turagua.
La primera
noche, como a las 7 p.m. pasó roncando
un tigre muy cerca de donde estábamos
acampados.
Al día siguiente nos dedicamos en la mañana a organizar bien el campamento
ya que habíamos llegado
muy tarde y solamente tuvimos oportunidad de colgar las hamacas,
instalar
la planta eléctrica
y preparar
algo de comida. En la tarde salimos a buscar las huellas del tigre y muy pronto comenzamos a verlas,
a pesar de que en muchos lugares el ganado ya las había borrado. Nos habíamos alejado bastante del campamento y cuando eran como las 6 p.m. oímos roncar
un tigre un poco lejos de donde estábamos. Resolvimos corotearlo y enviamos a Víctor a una de las camionetas que estaba como a 2 kilómetros a buscar el coroto.
Nos acomodamos en un playón
del Río en la siguiente forma: entre unos árboles que se encontraban enfrente del playón se acomodaron el catire Hullet y Gerardo, del lado derecho se situó Ángel Graterol
entre el monte y el resto del grupo nos acostarnos
sobre la arena en un barranco,
de forma tal que era muy difícil
que el tigre nos viera, ni le diera el viento. Comenzamos a llamarlo
y enseguida el tigre nos contestó. Corno a las 8 p.m. ya sentíamos que el tigre estaba muy cerca y venía por la costa del monte y debía pasar por el claro entre los árboles donde estaba Gerardo, Hullet y nosotros. De pronto y sin saber porqué
el Catire prendió su linterna y alumbró
hacia donde debía venir el tigre y lo espantó. El animal no volvió a roncar
en toda la noche, probablemente ya había sido linterneado en otras oportunidades. Como ya era tarde y teníamos bien ubicado al animal resolvimos irnos al campamento y soltarles los perros en la mañana.
Muy temprano llegamos a el playón donde habíamos coroteado
al tigre y vimos
sus huellas. El animal llegó exactamente al sitio donde habíamos estado acostados
y se devolvió hacia la zona desde donde nos había estado roncando la noche anterior.
Soltamos los perros y se pegaron con un animal que corrió por el monte a una gran
velocidad. Estuvieron
varias veces muy cerca del animal pero este no había forma de que se parara. Corno a las 11 am regresamos al campamento cansados
y muertos de sed. Nos
bañarnos, almorzamos y dormimos una siesta.
Resolvimos no salir en la tarde para no molestar
mucho al animal y a la vez descansar un poco más. En la noche después de la comida, como a las diez p.m. oímos
nuevamente al tigre roncando hacia donde nos había roncado
la primera noche.
A la mañana siguiente
llegamos al playón y vimos nuevamente las huellas del tigre en ambos sentidos, es decir el tigre había ido hacia donde estábamos acampados
y luego regresó al mismo monte a donde le habíamos soltado los perros el día anterior.
Soltamos los perros sobre las huellas
y pronto empezaron a latir. En el playón se quedaron Gerardo y Carlucho y el resto del grupo nos internarnos detrás de los perros.
Cuando habíamos
recorrido
como un kilómetro,
Observamos por los latidos que los perros se estaban
devolviendo, es decir, sus latidos se dirigían ahora
hacia el playón a donde estaban Carlucho y Gerardo, al poco rato oímos un disparo y luego varios más. Corrimos hacia el playón y al llegar encontramos que Gerardo
le había quebrado la columna al tigre con el primer disparo
y los otros fueron de ambos para rematarle.
Se trataba de un tigre joven, como de 80 kilos, que indudablemente estaba detrás de su primer amor.
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