"ASÍ ERAN LAS MUCHACHAS DE AYER"
El Recato fue una Conducta
Invariable
Los Noviazgos Duraban Largos Años. Comenzaban con furtivos encuentros en las misas de los Domingo; Juego una larga pasantía
en la ventana, bajo la rígida
vigilancia de los padres,
y por último venía el permiso de entrar en la casa una vez por semana.
Simplemente eran, por supuesto, diferentes a las actuales.
Eran, por sobre todo, extremadamente femeninas. Ellas mismas -las de la clase media de entonces -compraban los tres metros de chiffon, sedalina,
lamé o de seda mercerizada para su nuevo vestido. Estuvo de moda el perfume Soir de Paris, por largo tiempo. Jamás salían sin medias a la calle, pues había el riesgo del susurro o
del rumor de la insidia.
El pequeño manual de Carreño
era y fue durante muchos años, la guía que dictaba,
sin apelación, lo que se debía hacer.
Enumeraba las conductas y las situaciones,
el título completo:
Manual de Urbanidad
y Buenas Maneras", para uso de la juventud de ambos sexos, precedido
de un breve tratado sobre los deberes morales del hombre" escrito
por Manuel Antonio Carreño,
padre de la eximia pianista
Teresa Carreño, acaso la más universal de las artistas venezolanas. La Dirección de Instrucción Pública lo adopta como texto de enseñanza
en las escuelas y colegios
del país.
En las medio
iluminadas calles de San Fernando durante
las primeras
horas de la noche, a partir de las ocho,
una de las notas predominantes era el de un
joven parado ante una ventana entre ellos Teofilo Decanio, muy frecuentemente se visualizaban en algunas de las calles principales de San Fernando diversos enamorados, y por
supuesto acompañado
de su guitarra o un cuatro para así hacer cantares a estas paisanas
y para emprender más fuerza un cuartito de brandy. "Buenos partidos", que debían hacer
su pasantía y su constancia
sentimental. Por supuesto nunca debía ser un "Patiquín o un picaflor". Estos estaban en el
index de los padres, sobre todo de la madre, que poseía un olfato único para descubrirlos, además de que ya muchas los conocían por familia.
Con estos ni un segundo de ventana,
el permiso de los padres para la joven, siempre acompañado con el aroma de Soir
de París, resultaba imprescindible. Antes de que esta etapa del enamoramiento
llegara, apenas podían verse los domingos, antes o después de la misa de las
nueve. Concluía el casi clandestino encuentro con un paseo por la calle el Río,
frente a la casa Barbarito y la Plazoleta Gómez, después de Independencia, por
supuesto pasando por la Plaza Libertad. Etapa de paciencia, de apaciguada
pasión, más cerca de lo platónico que de la Biología.
Después de esos encuentros, en cierto modo,
furtivos, las muchachas debían convencer a sus padres de las virtudes
del joven y, sobre todo, que era "Trabajador”.
Hubo noviazgos que duraban entre
15, 18 y 30 años, tal vez una demostración excesiva
de madurez. Entonces
era la Venezuela en San Femando, la de los Valses,
de las muchachas que languidecen de amor y que entonces tenían
álbum, tocaban piano
y se retrataban con sombrillas, y vestidos
plumofagiados diseñados en los figurines parisienses, culminándolos los encajes y las gasas de las proximidades
del 900.
Más
adelante el romanticismo del año 40 convierte a las mujeres
en querubes y las pone a pulsar el arpa, ese
romanticismo tardío de las lindes ya del año 1.900 es el romanticismo de un piano nocturno desgranado, los poetas de entonces
decían que los pianos se "Desgranaban" sobre la transparencia fragante de las noches criollas, estos espectáculos eran pautados hasta las 9 de la noche
en el London Bar.
La
serenata de Schubert es la pieza imprescindible
que por muchos años
dominaba el buen gusto de las muchachas, las mismas que leían a escondidas .a Vargas Vila, cuya venta estaba prohibida, y ellas se pasaban unas a otras los libros
del autor, condenado
por prescripción moral de las familias a la más absoluta censura.
¡Hay de la joven que fuera sorprendida leyendo
a Vargas Vila! Escritor
Colombiano que abordaba
con desbordante retórica los temas atrevidos
sobre el amor sin tabúes. Para los padres de entonces, ese escritor era el demonio mismo llamado
a corromper la pureza de la juventud.
Mientras tanto, los analfabetas encargados
de la censura oficial, permitían
que entrara al país el libro
El Capital, de Carlos
Marx, que era un profundo
análisis de la Institución familiar
a través de la historia.
El analfabetismo ideológico de los funcionarios de la
censura permitió que entraran. Cuando los jóvenes novios y sus padres
respectivos acordaban finalmente acceder al matrimonio, era imprescindible
tomarse una o varias fotografías.
En la noche de la gran gala, en la residencia de la
novia, se iban recibiendo los regalos, casi todos importados en su mayoría. Se
colocaban sobre la cama de la novia y sus contornos. Los invitados, y era una
regla, entrar a la habitación a admirar los regalos: a contarlos; evaluar su
calidad y calcular esto, sobre todo el costo.
La novia desbordaba felicidad. El barco del largo
noviazgo llegaba por fin a puerto; algo así como Cristóbal Colón cuando Rodrigo
de Triana gritó: ¡Tierra! Y así comenzaba un nuevo hogar.
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