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domingo, 26 de julio de 2020

DON RUPERTO BAILÓ CON UNA MUERTA




DON RUPERTO BAILÓ CON UNA MUERTA

Autor: Soledad Moreno de Cortez

¡Ah mundo, cuando era mundo!

Recordarnos a don Ruperto, hombre de soga y caballo, mujeriego y parrandero, trovador de la llanura, compositor y poeta, bailador a media noche con muchachas de mi llano, recorría los pueblos y caseríos, se sabía de memoria los caminos de La Candelaria, San Juan de Payara, Cunaviche, Arichuna, Achaguas, Apurito, El Samán, Rincón Hondo, Bruzual, San Vicente, Mantecal, Guasdualito, La Trinidad de Arichuna y Elorza, entre otros.

Pasaron los días, en el pueblo de Cunaviche, en el hato Buenos Aires, todo estaba listo para celebrar el día de La Candelaria, los peones se levantaron a las 4 de la mañana, para brindarles a los invitados carne asada con cazabe, guasacaca, queso blandito. Todos llegaban directo al caney, a los pocos minutos hubo mucha algarabía, pues había llegado a la fiesta nada más y nada menos que don Ruperto y el conjunto de arpa, con el arpista de mi tierra, Ignacio «Indio» Figueredo, el coplero enamorado don José Francisco Montoya, hombre de gran talla, en canto y en la copla.

Todas las personas que se encontraban en el caney se levantaron de sus asientos, para recibirlos con grandes ovaciones. A las pocas horas se iniciaba la gran fiesta.

Don Ruperto se dirigió a un grupo de damas para invitarlas a bailar, una de ellas, le indicó a una joven que se encontraba sentada muy sola, no hablaba, era corno extraña, don Ruperto la engarzó por la cintura, y arrancó a bailar un pajarillo.

El grito altanero de los copleros, despertó el ánimo a las personas invitadas para celebrar tan importante fecha, todos bailaron con mucha alegría, zapateaban fuertemente, muchos quedaron sin tacones. Se quitaban los zapatos, para escobillar; don Ruperto para no perder la apuesta, se la ponía en el hombro, luego la tomaba por la cintura, se le caía, la tomaba de nuevo, le daba vueltas y más vueltas, al final ganó la apuesta que era de quinientas pesetas.
Don Ruperto recib el premio con la dama, ésta estaba toda doblada, él pensaba que ella pertenecía a un circo. En ese mismo instan­ te, se la llevó cargada, la dejó en la campechana, salió rápidamente a buscar a don Carmelo Aracas, éste tenía una aunada tertulia con Ramón Cortez y Héctor Saldeño, que había llegado de la ciudad de los crepúsculos, Barquisimeto, pidió permiso a los visitantes, salió con don Carmelo, y le contó todo desde un principio.

Don Carmelo, como hombre veterano de la llanura, conoce las costumbres y misterios de nuestro llano, con unas sonrisas se dirige a Don Ruperto:
Mire mi compadre, vamos a ver a la mujer misteriosa.

señor, la dejé en la campechana, esa mujer ni se movió acotó don Ruperto.         ·
Cuando llegaron a la campechana, todo estaba en silencio
¿Don Ruperto, que pasó con la mujer misteriosa?

¡Caramba Don Carmelo! Ahora sí es verdad que no sé nada?
Sinceramente mi amigo, creo que usted salió con una muerta.

Fuente: Cuentos Infantiles Llaneros

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