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sábado, 18 de julio de 2020

REMINISCENCIAS DE LOS AÑOS 80 EN GUASDUALITO







REMINISCENCIAS DE LOS AÑOS 80 EN GUASDUALITO

Por Aljer el chino Ereú

UN VIAJE A UN TIEMPO BUENO
BREVISIMO EXORDIO.-
Como no rememorar la nadería pueblerina del Guasdualito de los años ochenta, vigorosa mundología transcurrida en la dilatación del sosiego, impavidez que nos hace levitar el espíritu en la tridimensionalidad sináptica del tiempo, retrotrayendo vivencias ancladas en la dársena nostálgica, siendo como balandras que sueltan sus amarras para luego ser impulsadas por el avivado viento reminiscente, trasladándonos generosamente a nuestra inolvidable y sana infancia, sencilla y sin mucha tecnología, vigorosos momentos que quedaron archivados en las bóvedas cerebrales de aquella generación, y que hoy merecen la pena recordarlos de forma amena y espontánea. Años aquellos que nos pasaron no en forma gratuita pero si de forma rápida, dejándonos en el itinerario: en alguna esquina, observándolos partir hasta desparecer ellos de nosotros, o despareciendo nosotros de esos años dóciles y muníficos, mostrándose ahora en el sacramental recuerdo un epitafio lúcido e ignoto: “Estuvimos allí y lo vivimos”.

REMINISCENCIAS.-
En los años ochenta del siglo pasado ya el maquillaje urbano prácticamente había encubierto al pueblo apacible y generacional conocido por muchos y olvidados por pocos, adquiriendo nuevas formas debido al crecimiento poblacional y a la oleada migratoria. En la cotidianidad la interacción humana de lunes a viernes se limitaba a lo familiar, social y segundario. En aquella década transitoria aun la celebración de las fiestas carnestolendas por la calle Vázquez gozaban de gran auge, a pesar de no contar con sus miembros fundadores como lo fueron: Elías Ruiz, el renco Alejo y el catire Escobar; estos días festivos eran desarrollados con algarabía frente a la casa de la siempre reina Elubia Escobar. Otras diversiones del lapso eran el cine de Carranza, ubicado a un costado de la plaza Bolívar, a las afueras del anfiteatro la afluencia de niños, jóvenes y adultos era permanente, la razón: observar los afiches de la programación cinematográfica. En lo cercano se ubicaba el Restaurante Italia, atendido por Giusseppi y Verónica, sitio predilecto para degustar los exquisitos espaguetis con sabor continental, y más adelante en la otra esquina: el almacén El Baratillo propiedad del sirio Numa, a la espera de su clientela; mientras, en nuestra plaza Bolívar los limpiabotas, aquellos buenos muchachos que procuraban el sustento con el cepillo y el betún, eran los convidados frecuentes, a la espera de que visitantes y locales solicitaran el lustro del calzados; años de Josefita: nuestra loca de la casa, de lo loquita Martínez, de Los Inseparables y tantos candorosos personajes que dejaron huellas.

OTRAS MISCELÁNEAS PARA EVOCAR SON:
· Para esos años aún disfrutábamos los domingos de las retretas en la Placita Páez, sitio de reencuentro familiar y social. Aquella élite de músicos empíricos nos brindaron sus acordes y ritmos melodiosos hasta que el tiempo silenció sus vidas e instrumentos.
· Iniciando la década eran muy pocas las familias que disfrutaban de la televisión a color, la mayoría contaba con televisores en blanco negro, bien se recuerda que el único canal que podía ser visto construyendo unas rusticas antenas era el canal de la Colina:Venevisiòn, por ese medio pudimos observar la coronación de nuestra Irene Sáenz en 1981 como la mujer más hermosa del universo; así como el mundial España 82, mientras las amas de casas disfrutaban de la novela Rosangela, con Lupita Ferrer y José Bardina.
· Aquella generación debe recordar a los famosos carros de Pata e’ Palo (Carlos Martínez). El ingenio de este polifacético hombre lo llevo a diseñar e innovar una de las mejores distracciones de aquella muchachada. La innovación consistía en el ensamblaje de unos cuatriciclos, cuyo diseño interno era de tracción humana (pedaleo) con volante y freno incluido. En cuanto a su diseño exterior, el mismo era alusivo a empresas de transporte como: Expresos Los Llanos, Transporte Páez, Circunvalación entre otras alusivas. Para el alquiler de las unidades se debía cancelar a Pata e´ Palo un fuerte (5 bolívares) por una hora. Muchos infantes de aquella generación ahorrábamos la plata de la merienda escolar para el alquiler de estos carritos, un asustadizo e imberbe chofer acabaría con el gallinero de una abuela por la avenida El Marqués del Pumar, saquen deducciones.
· ¿Quién no recuerda las barquillas de Coyaso? En el mismo lugar donde funcionaba la panadería (calle Cedeño frente a la guayanesa María Cañas) se expendían esas deliciosas mezclas saborisadas, el precio era módico, entre un real y un bolívar, como olvidar las cremosidades de don Luis García, ubicada la barquillera y negocio en la esquina de intersección de la calle Vásquez con Avenida Miranda.
· Iniciando los años ochenta un hecho conmociono al tranquilo y apacible pueblo de Guasdualito. Por acción involuntaria explotaron los tanques subterráneos de la estación de servicio del resonado Pinilla. El cielo de aquella noche pavorosa relampagueaba a causa de la volátil y carburante acción. ¡Se quema el pueblo! era el decir, síganme los que quieran salvarse, afirmaba un conocido militar. Mientras, los habitantes del populoso barrio El Gamero en canoas y a nado procuraban el otro lado del río para así resguardar sus vidas. Para la época no se contaba con un cuerpo de bomberos, por lo que el apagafuego llegaría de la intendencia de Arauca.
· Aun en los 80’ existían las bodegas de Cermeño y Orduz. Viejos pulperos que hasta el final de sus días fueron hacendosos comerciantes, de sol a sol eran sus horarios.
· La bodega Sol y Sombra tuvo su apogeo en la década de los 80. Su recordado dueño acrecentó su negocio con esfuerzo y tesón.
· Otras nostalgias que desprenden cuitas son los campeonatos de futbolito en el parque Teotiste de Gallegos, excepcionales aquellos muchachos.
· En la misma onda deportiva, rememorable los clásicos ciclísticos en esa década. Gran auge tuvo esa disciplina competitiva. Aquellos fines de semana de competencia era muy coloridos, diversos clubes ponían empeño por acreditarse los lauros. Las competencias mayormente se desarrollaban por el circuito: Avenida El Marqués del Pumar-Calle Cedeño. Frente al Colegio Santa Rosa de Lima mis ojos verían una llegada de la Vuelta al Táchira, siendo el ruso Viacheslav Ekimov el ganador de esa etapa y posterior ganador de la competencia; y encaramado en un almendro de la casa de mi ascendiente disfrutaría con helados incluidos aquella inolvidable carrera en donde el Negro Emir Echenique del equipo Revista Travesía, escoltaría al súper campeón Elio Villamizar, para esa justa la Lotería del Táchira se trajo lo mejor, allí vimos al Batato Ruiz, Justo Galaviz, Enrique “El Águila” Campos, entre otras grandes figuras del pedal nacional, el local Echenique seria elogiado como un héroe por el propio Villamizar, luego, el equipo Revista Travesía, propiedad del periodista Cecilio González seria inscrito en la siguiente vuelta, en ella el pedalista y profesor Nehemías Castillo quedaría como campeón metas volantes, sin duda alguna, otra época
· Viene al recuerdo los famosos templetes que se efectuaban frente a la sede del partido Acción Democrática, El Club de Leones, La Braza, aquella famosa guerra de minitecas, con la insuperable de siempre: Barrabas, del profesor Alirio Lamuño, La Wínchester entre otras alto parlantes.
· Como no recordar Las Ferias del León, en donde estos ojos observaron a los destacados estoqueadores Bernardo Valencia y Morenito de Maracay lidiar toros de casta en una improvisada plaza de tauromaquia en las adyacencias de la antigua Manga de Coleo.
EL SELLADO DE DIMAS CAÑAS.-
En esa misma temática, llegados los fines de semana, el principal atractivo en lo que a juego de azar concernía era el juego del 5 y 6, de proyección nacional tendría su centro de apuesta al inicio de la calle Sucre, manejado por el recordado Dimas Cañas Barajas. En el local de este visionario llegado de tierras andinas, establecido casi diagonal a la iglesia Nuestra Señora del Carmen, podrían encontrarse en sus estantes desde revistas de espectáculos hasta libros y almanaques mundiales, siendo estos muy solicitados por la oftálmica lectora de aquellos años. Ya los días martes iniciaba la afluencia de los aficionados a las carreras de purasangres con el propósito de adquirir la Gaceta Hípica, La Fusta, Desbocado o el Meridiano, magazines y agregados que procuraban la mejor información para los apostadores. Bien se recuerda entre aquella legión de lúdicos a: el negro Omar Ereú, Leo Sánchez, Fredy Sánchez, Borrero, Carlos Quintero, el Negro Santos Zambrano, entre otros, cuyas interesantes tertulias hípicas frente al hotel Cuibas eran focos de atención de los transeúntes y visitantes temporales. ¿Cuál es la línea? Era la pregunta obligada entre el grupo de fulleros, allí la respuesta por evocar era: juégate fíjo a Trinicarol, la lleva Moreira, y no pierde, en la sexta valida anótate con Ristre, va con Tovar. El sellado se desarrollaba los días sábados, ya los domingos la ausencia en las calles y plaza era explicada por el encierro de los apostadores en sus hogares, con sus oídos atentos a las cornetas radiales en sintonía de Radio Rumbos o Radio Continente, por esas ondas hertzianas se trasmitían en directo las emocionantes carreras hípicas desde el Hipódromo La Rinconada, en las voces del mejor de América: Alí Khan, quien gracias a su cualidad al narrar las carreras de caballos lo hizo ganador de innumerables reconocimientos como el mejor en habla hispana y uno de los más importantes del continente. Como único ganador en Guasdualito de un cuadro de seis aciertos la mención es para Santos Zambrano, quien viajaría a la ciudad capital de la república en compañía de Dimas Cañas a buscar su cheque de un millón de bolívares, una exorbitante cantidad dinero para la época, de Caracas regresaría en una Silverado último modelo para admiración de los miembros del espontáneo club hípico de Guasdualito.
Pasarían los años, cumplimos nuestra etapa primaria, luego la secundaria y levantaríamos vuelo en búsqueda de lograr educación y superación, la acelerada modernidad dio paso a otro pueblo, tan desconocido por unos y tan desairado por otros, pero con sus rizomas históricas ocultas debajo del maquillaje asfaltico. Regresamos y acá estamos, recordando los tiempos pasados y buenos de nuestro querido pueblo. Recordar es vivir.

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