REMINISCENCIAS DE LOS AÑOS 80 EN GUASDUALITO
Por Aljer el chino Ereú
UN VIAJE A UN TIEMPO
BUENO
BREVISIMO EXORDIO.-
Como no rememorar la
nadería pueblerina del Guasdualito de los años ochenta, vigorosa mundología
transcurrida en la dilatación del sosiego, impavidez que nos hace levitar el
espíritu en la tridimensionalidad sináptica del tiempo, retrotrayendo vivencias
ancladas en la dársena nostálgica, siendo como balandras que sueltan sus
amarras para luego ser impulsadas por el avivado viento reminiscente, trasladándonos
generosamente a nuestra inolvidable y sana infancia, sencilla y sin mucha
tecnología, vigorosos momentos que quedaron archivados en las bóvedas
cerebrales de aquella generación, y que hoy merecen la pena recordarlos de
forma amena y espontánea. Años aquellos que nos pasaron no en forma gratuita
pero si de forma rápida, dejándonos en el itinerario: en alguna esquina,
observándolos partir hasta desparecer ellos de nosotros, o despareciendo
nosotros de esos años dóciles y muníficos, mostrándose ahora en el sacramental
recuerdo un epitafio lúcido e ignoto: “Estuvimos allí y lo vivimos”.
REMINISCENCIAS.-
En los años ochenta
del siglo pasado ya el maquillaje urbano prácticamente había encubierto al
pueblo apacible y generacional conocido por muchos y olvidados por pocos,
adquiriendo nuevas formas debido al crecimiento poblacional y a la oleada
migratoria. En la cotidianidad la interacción humana de lunes a viernes se
limitaba a lo familiar, social y segundario. En aquella década transitoria aun
la celebración de las fiestas carnestolendas por la calle Vázquez gozaban de
gran auge, a pesar de no contar con sus miembros fundadores como lo fueron:
Elías Ruiz, el renco Alejo y el catire Escobar; estos días festivos eran
desarrollados con algarabía frente a la casa de la siempre reina Elubia
Escobar. Otras diversiones del lapso eran el cine de Carranza, ubicado a un
costado de la plaza Bolívar, a las afueras del anfiteatro la afluencia de
niños, jóvenes y adultos era permanente, la razón: observar los afiches de la
programación cinematográfica. En lo cercano se ubicaba el Restaurante Italia,
atendido por Giusseppi y Verónica, sitio predilecto para degustar los
exquisitos espaguetis con sabor continental, y más adelante en la otra esquina:
el almacén El Baratillo propiedad del sirio Numa, a la espera de su clientela;
mientras, en nuestra plaza Bolívar los limpiabotas, aquellos buenos muchachos
que procuraban el sustento con el cepillo y el betún, eran los convidados
frecuentes, a la espera de que visitantes y locales solicitaran el lustro del
calzados; años de Josefita: nuestra loca de la casa, de lo loquita Martínez, de
Los Inseparables y tantos candorosos personajes que dejaron huellas.
OTRAS MISCELÁNEAS
PARA EVOCAR SON:
· Para esos años aún
disfrutábamos los domingos de las retretas en la Placita Páez, sitio de
reencuentro familiar y social. Aquella élite de músicos empíricos nos brindaron
sus acordes y ritmos melodiosos hasta que el tiempo silenció sus vidas e
instrumentos.
· Iniciando la década
eran muy pocas las familias que disfrutaban de la televisión a color, la
mayoría contaba con televisores en blanco negro, bien se recuerda que el único
canal que podía ser visto construyendo unas rusticas antenas era el canal de la
Colina:Venevisiòn, por ese medio pudimos observar la coronación de nuestra
Irene Sáenz en 1981 como la mujer más hermosa del universo; así como el mundial
España 82, mientras las amas de casas disfrutaban de la novela Rosangela, con
Lupita Ferrer y José Bardina.
· Aquella generación
debe recordar a los famosos carros de Pata e’ Palo (Carlos Martínez). El
ingenio de este polifacético hombre lo llevo a diseñar e innovar una de las
mejores distracciones de aquella muchachada. La innovación consistía en el
ensamblaje de unos cuatriciclos, cuyo diseño interno era de tracción humana
(pedaleo) con volante y freno incluido. En cuanto a su diseño exterior, el
mismo era alusivo a empresas de transporte como: Expresos Los Llanos,
Transporte Páez, Circunvalación entre otras alusivas. Para el alquiler de las
unidades se debía cancelar a Pata e´ Palo un fuerte (5 bolívares) por una hora.
Muchos infantes de aquella generación ahorrábamos la plata de la merienda
escolar para el alquiler de estos carritos, un asustadizo e imberbe chofer
acabaría con el gallinero de una abuela por la avenida El Marqués del Pumar,
saquen deducciones.
· ¿Quién no recuerda
las barquillas de Coyaso? En el mismo lugar donde funcionaba la panadería (calle
Cedeño frente a la guayanesa María Cañas) se expendían esas deliciosas mezclas
saborisadas, el precio era módico, entre un real y un bolívar, como olvidar las
cremosidades de don Luis García, ubicada la barquillera y negocio en la esquina
de intersección de la calle Vásquez con Avenida Miranda.
· Iniciando los años
ochenta un hecho conmociono al tranquilo y apacible pueblo de Guasdualito. Por
acción involuntaria explotaron los tanques subterráneos de la estación de
servicio del resonado Pinilla. El cielo de aquella noche pavorosa relampagueaba
a causa de la volátil y carburante acción. ¡Se quema el pueblo! era el decir,
síganme los que quieran salvarse, afirmaba un conocido militar. Mientras, los
habitantes del populoso barrio El Gamero en canoas y a nado procuraban el otro
lado del río para así resguardar sus vidas. Para la época no se contaba con un
cuerpo de bomberos, por lo que el apagafuego llegaría de la intendencia de
Arauca.
· Aun en los 80’
existían las bodegas de Cermeño y Orduz. Viejos pulperos que hasta el final de
sus días fueron hacendosos comerciantes, de sol a sol eran sus horarios.
· La bodega Sol y
Sombra tuvo su apogeo en la década de los 80. Su recordado dueño acrecentó su
negocio con esfuerzo y tesón.
· Otras nostalgias
que desprenden cuitas son los campeonatos de futbolito en el parque Teotiste de
Gallegos, excepcionales aquellos muchachos.
· En la misma onda
deportiva, rememorable los clásicos ciclísticos en esa década. Gran auge tuvo
esa disciplina competitiva. Aquellos fines de semana de competencia era muy
coloridos, diversos clubes ponían empeño por acreditarse los lauros. Las
competencias mayormente se desarrollaban por el circuito: Avenida El Marqués
del Pumar-Calle Cedeño. Frente al Colegio Santa Rosa de Lima mis ojos verían una
llegada de la Vuelta al Táchira, siendo el ruso Viacheslav Ekimov el ganador de
esa etapa y posterior ganador de la competencia; y encaramado en un almendro de
la casa de mi ascendiente disfrutaría con helados incluidos aquella inolvidable
carrera en donde el Negro Emir Echenique del equipo Revista Travesía,
escoltaría al súper campeón Elio Villamizar, para esa justa la Lotería del
Táchira se trajo lo mejor, allí vimos al Batato Ruiz, Justo Galaviz, Enrique
“El Águila” Campos, entre otras grandes figuras del pedal nacional, el local
Echenique seria elogiado como un héroe por el propio Villamizar, luego, el
equipo Revista Travesía, propiedad del periodista Cecilio González seria
inscrito en la siguiente vuelta, en ella el pedalista y profesor Nehemías Castillo
quedaría como campeón metas volantes, sin duda alguna, otra época
· Viene al recuerdo
los famosos templetes que se efectuaban frente a la sede del partido Acción
Democrática, El Club de Leones, La Braza, aquella famosa guerra de minitecas,
con la insuperable de siempre: Barrabas, del profesor Alirio Lamuño, La
Wínchester entre otras alto parlantes.
· Como no recordar
Las Ferias del León, en donde estos ojos observaron a los destacados
estoqueadores Bernardo Valencia y Morenito de Maracay lidiar toros de casta en
una improvisada plaza de tauromaquia en las adyacencias de la antigua Manga de
Coleo.
En esa misma
temática, llegados los fines de semana, el principal atractivo en lo que a
juego de azar concernía era el juego del 5 y 6, de proyección nacional tendría
su centro de apuesta al inicio de la calle Sucre, manejado por el recordado
Dimas Cañas Barajas. En el local de este visionario llegado de tierras andinas,
establecido casi diagonal a la iglesia Nuestra Señora del Carmen, podrían
encontrarse en sus estantes desde revistas de espectáculos hasta libros y
almanaques mundiales, siendo estos muy solicitados por la oftálmica lectora de
aquellos años. Ya los días martes iniciaba la afluencia de los aficionados a
las carreras de purasangres con el propósito de adquirir la Gaceta Hípica, La
Fusta, Desbocado o el Meridiano, magazines y agregados que procuraban la mejor
información para los apostadores. Bien se recuerda entre aquella legión de
lúdicos a: el negro Omar Ereú, Leo Sánchez, Fredy Sánchez, Borrero, Carlos
Quintero, el Negro Santos Zambrano, entre otros, cuyas interesantes tertulias
hípicas frente al hotel Cuibas eran focos de atención de los transeúntes y
visitantes temporales. ¿Cuál es la línea? Era la pregunta obligada entre el
grupo de fulleros, allí la respuesta por evocar era: juégate fíjo a Trinicarol,
la lleva Moreira, y no pierde, en la sexta valida anótate con Ristre, va con
Tovar. El sellado se desarrollaba los días sábados, ya los domingos la ausencia
en las calles y plaza era explicada por el encierro de los apostadores en sus
hogares, con sus oídos atentos a las cornetas radiales en sintonía de Radio
Rumbos o Radio Continente, por esas ondas hertzianas se trasmitían en directo
las emocionantes carreras hípicas desde el Hipódromo La Rinconada, en las voces
del mejor de América: Alí Khan, quien gracias a su cualidad al narrar las
carreras de caballos lo hizo ganador de innumerables reconocimientos como el
mejor en habla hispana y uno de los más importantes del continente. Como único
ganador en Guasdualito de un cuadro de seis aciertos la mención es para Santos
Zambrano, quien viajaría a la ciudad capital de la república en compañía de
Dimas Cañas a buscar su cheque de un millón de bolívares, una exorbitante
cantidad dinero para la época, de Caracas regresaría en una Silverado último
modelo para admiración de los miembros del espontáneo club hípico de
Guasdualito.
Pasarían los años,
cumplimos nuestra etapa primaria, luego la secundaria y levantaríamos vuelo en
búsqueda de lograr educación y superación, la acelerada modernidad dio paso a
otro pueblo, tan desconocido por unos y tan desairado por otros, pero con sus
rizomas históricas ocultas debajo del maquillaje asfaltico. Regresamos y acá
estamos, recordando los tiempos pasados y buenos de nuestro querido pueblo.
Recordar es vivir.
UN VIAJE A UN TIEMPO
BUENO
BREVISIMO EXORDIO.-
Como no rememorar la
nadería pueblerina del Guasdualito de los años ochenta, vigorosa mundología
transcurrida en la dilatación del sosiego, impavidez que nos hace levitar el
espíritu en la tridimensionalidad sináptica del tiempo, retrotrayendo vivencias
ancladas en la dársena nostálgica, siendo como balandras que sueltan sus
amarras para luego ser impulsadas por el avivado viento reminiscente, trasladándonos
generosamente a nuestra inolvidable y sana infancia, sencilla y sin mucha
tecnología, vigorosos momentos que quedaron archivados en las bóvedas
cerebrales de aquella generación, y que hoy merecen la pena recordarlos de
forma amena y espontánea. Años aquellos que nos pasaron no en forma gratuita
pero si de forma rápida, dejándonos en el itinerario: en alguna esquina,
observándolos partir hasta desparecer ellos de nosotros, o despareciendo
nosotros de esos años dóciles y muníficos, mostrándose ahora en el sacramental
recuerdo un epitafio lúcido e ignoto: “Estuvimos allí y lo vivimos”.
REMINISCENCIAS.-
En los años ochenta
del siglo pasado ya el maquillaje urbano prácticamente había encubierto al
pueblo apacible y generacional conocido por muchos y olvidados por pocos,
adquiriendo nuevas formas debido al crecimiento poblacional y a la oleada
migratoria. En la cotidianidad la interacción humana de lunes a viernes se
limitaba a lo familiar, social y segundario. En aquella década transitoria aun
la celebración de las fiestas carnestolendas por la calle Vázquez gozaban de
gran auge, a pesar de no contar con sus miembros fundadores como lo fueron:
Elías Ruiz, el renco Alejo y el catire Escobar; estos días festivos eran
desarrollados con algarabía frente a la casa de la siempre reina Elubia
Escobar. Otras diversiones del lapso eran el cine de Carranza, ubicado a un
costado de la plaza Bolívar, a las afueras del anfiteatro la afluencia de
niños, jóvenes y adultos era permanente, la razón: observar los afiches de la
programación cinematográfica. En lo cercano se ubicaba el Restaurante Italia,
atendido por Giusseppi y Verónica, sitio predilecto para degustar los
exquisitos espaguetis con sabor continental, y más adelante en la otra esquina:
el almacén El Baratillo propiedad del sirio Numa, a la espera de su clientela;
mientras, en nuestra plaza Bolívar los limpiabotas, aquellos buenos muchachos
que procuraban el sustento con el cepillo y el betún, eran los convidados
frecuentes, a la espera de que visitantes y locales solicitaran el lustro del
calzados; años de Josefita: nuestra loca de la casa, de lo loquita Martínez, de
Los Inseparables y tantos candorosos personajes que dejaron huellas.
OTRAS MISCELÁNEAS
PARA EVOCAR SON:
· Para esos años aún
disfrutábamos los domingos de las retretas en la Placita Páez, sitio de
reencuentro familiar y social. Aquella élite de músicos empíricos nos brindaron
sus acordes y ritmos melodiosos hasta que el tiempo silenció sus vidas e
instrumentos.
· Iniciando la década
eran muy pocas las familias que disfrutaban de la televisión a color, la
mayoría contaba con televisores en blanco negro, bien se recuerda que el único
canal que podía ser visto construyendo unas rusticas antenas era el canal de la
Colina:Venevisiòn, por ese medio pudimos observar la coronación de nuestra
Irene Sáenz en 1981 como la mujer más hermosa del universo; así como el mundial
España 82, mientras las amas de casas disfrutaban de la novela Rosangela, con
Lupita Ferrer y José Bardina.
· Aquella generación
debe recordar a los famosos carros de Pata e’ Palo (Carlos Martínez). El
ingenio de este polifacético hombre lo llevo a diseñar e innovar una de las
mejores distracciones de aquella muchachada. La innovación consistía en el
ensamblaje de unos cuatriciclos, cuyo diseño interno era de tracción humana
(pedaleo) con volante y freno incluido. En cuanto a su diseño exterior, el
mismo era alusivo a empresas de transporte como: Expresos Los Llanos,
Transporte Páez, Circunvalación entre otras alusivas. Para el alquiler de las
unidades se debía cancelar a Pata e´ Palo un fuerte (5 bolívares) por una hora.
Muchos infantes de aquella generación ahorrábamos la plata de la merienda
escolar para el alquiler de estos carritos, un asustadizo e imberbe chofer
acabaría con el gallinero de una abuela por la avenida El Marqués del Pumar,
saquen deducciones.
· ¿Quién no recuerda
las barquillas de Coyaso? En el mismo lugar donde funcionaba la panadería (calle
Cedeño frente a la guayanesa María Cañas) se expendían esas deliciosas mezclas
saborisadas, el precio era módico, entre un real y un bolívar, como olvidar las
cremosidades de don Luis García, ubicada la barquillera y negocio en la esquina
de intersección de la calle Vásquez con Avenida Miranda.
· Iniciando los años
ochenta un hecho conmociono al tranquilo y apacible pueblo de Guasdualito. Por
acción involuntaria explotaron los tanques subterráneos de la estación de
servicio del resonado Pinilla. El cielo de aquella noche pavorosa relampagueaba
a causa de la volátil y carburante acción. ¡Se quema el pueblo! era el decir,
síganme los que quieran salvarse, afirmaba un conocido militar. Mientras, los
habitantes del populoso barrio El Gamero en canoas y a nado procuraban el otro
lado del río para así resguardar sus vidas. Para la época no se contaba con un
cuerpo de bomberos, por lo que el apagafuego llegaría de la intendencia de
Arauca.
· Aun en los 80’
existían las bodegas de Cermeño y Orduz. Viejos pulperos que hasta el final de
sus días fueron hacendosos comerciantes, de sol a sol eran sus horarios.
· La bodega Sol y
Sombra tuvo su apogeo en la década de los 80. Su recordado dueño acrecentó su
negocio con esfuerzo y tesón.
· Otras nostalgias
que desprenden cuitas son los campeonatos de futbolito en el parque Teotiste de
Gallegos, excepcionales aquellos muchachos.
· En la misma onda
deportiva, rememorable los clásicos ciclísticos en esa década. Gran auge tuvo
esa disciplina competitiva. Aquellos fines de semana de competencia era muy
coloridos, diversos clubes ponían empeño por acreditarse los lauros. Las
competencias mayormente se desarrollaban por el circuito: Avenida El Marqués
del Pumar-Calle Cedeño. Frente al Colegio Santa Rosa de Lima mis ojos verían una
llegada de la Vuelta al Táchira, siendo el ruso Viacheslav Ekimov el ganador de
esa etapa y posterior ganador de la competencia; y encaramado en un almendro de
la casa de mi ascendiente disfrutaría con helados incluidos aquella inolvidable
carrera en donde el Negro Emir Echenique del equipo Revista Travesía,
escoltaría al súper campeón Elio Villamizar, para esa justa la Lotería del
Táchira se trajo lo mejor, allí vimos al Batato Ruiz, Justo Galaviz, Enrique
“El Águila” Campos, entre otras grandes figuras del pedal nacional, el local
Echenique seria elogiado como un héroe por el propio Villamizar, luego, el
equipo Revista Travesía, propiedad del periodista Cecilio González seria
inscrito en la siguiente vuelta, en ella el pedalista y profesor Nehemías Castillo
quedaría como campeón metas volantes, sin duda alguna, otra época
· Viene al recuerdo
los famosos templetes que se efectuaban frente a la sede del partido Acción
Democrática, El Club de Leones, La Braza, aquella famosa guerra de minitecas,
con la insuperable de siempre: Barrabas, del profesor Alirio Lamuño, La
Wínchester entre otras alto parlantes.
· Como no recordar
Las Ferias del León, en donde estos ojos observaron a los destacados
estoqueadores Bernardo Valencia y Morenito de Maracay lidiar toros de casta en
una improvisada plaza de tauromaquia en las adyacencias de la antigua Manga de
Coleo.
En esa misma
temática, llegados los fines de semana, el principal atractivo en lo que a
juego de azar concernía era el juego del 5 y 6, de proyección nacional tendría
su centro de apuesta al inicio de la calle Sucre, manejado por el recordado
Dimas Cañas Barajas. En el local de este visionario llegado de tierras andinas,
establecido casi diagonal a la iglesia Nuestra Señora del Carmen, podrían
encontrarse en sus estantes desde revistas de espectáculos hasta libros y
almanaques mundiales, siendo estos muy solicitados por la oftálmica lectora de
aquellos años. Ya los días martes iniciaba la afluencia de los aficionados a
las carreras de purasangres con el propósito de adquirir la Gaceta Hípica, La
Fusta, Desbocado o el Meridiano, magazines y agregados que procuraban la mejor
información para los apostadores. Bien se recuerda entre aquella legión de
lúdicos a: el negro Omar Ereú, Leo Sánchez, Fredy Sánchez, Borrero, Carlos
Quintero, el Negro Santos Zambrano, entre otros, cuyas interesantes tertulias
hípicas frente al hotel Cuibas eran focos de atención de los transeúntes y
visitantes temporales. ¿Cuál es la línea? Era la pregunta obligada entre el
grupo de fulleros, allí la respuesta por evocar era: juégate fíjo a Trinicarol,
la lleva Moreira, y no pierde, en la sexta valida anótate con Ristre, va con
Tovar. El sellado se desarrollaba los días sábados, ya los domingos la ausencia
en las calles y plaza era explicada por el encierro de los apostadores en sus
hogares, con sus oídos atentos a las cornetas radiales en sintonía de Radio
Rumbos o Radio Continente, por esas ondas hertzianas se trasmitían en directo
las emocionantes carreras hípicas desde el Hipódromo La Rinconada, en las voces
del mejor de América: Alí Khan, quien gracias a su cualidad al narrar las
carreras de caballos lo hizo ganador de innumerables reconocimientos como el
mejor en habla hispana y uno de los más importantes del continente. Como único
ganador en Guasdualito de un cuadro de seis aciertos la mención es para Santos
Zambrano, quien viajaría a la ciudad capital de la república en compañía de
Dimas Cañas a buscar su cheque de un millón de bolívares, una exorbitante
cantidad dinero para la época, de Caracas regresaría en una Silverado último
modelo para admiración de los miembros del espontáneo club hípico de
Guasdualito.
Pasarían los años,
cumplimos nuestra etapa primaria, luego la secundaria y levantaríamos vuelo en
búsqueda de lograr educación y superación, la acelerada modernidad dio paso a
otro pueblo, tan desconocido por unos y tan desairado por otros, pero con sus
rizomas históricas ocultas debajo del maquillaje asfaltico. Regresamos y acá
estamos, recordando los tiempos pasados y buenos de nuestro querido pueblo.
Recordar es vivir.
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