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martes, 8 de julio de 2025

EL PABELLÓN


Por José Jiménez (Billy)

El origen del pabellón: una historia llena de sabor y amistad 

Había una vez en #Caracas, una pequeña cocina llena de risas y colores, donde una abuela llamada Rosa y su nieta Lina compartían tardes enteras criando sabores y recuerdos. Rosa siempre decía que la comida no solo llena el estómago, sino también el alma.

Un día, Lina le pidió a su abuela que le enseñara a preparar algo especial para su escuela. Rosa sonrió y decidió enseñarle a hacer el famoso pabellón, un plato que nació en un rincón de Venezuela donde la alegría y el sabor se mezclarán en cada bocado.

¿De dónde viene el pabellón?

Cuenta la historia que en tiempos antiguos, en las calles de Caracas, las comunidades combinaban ingredientes simples y económicos para crear algo delicioso. El pabellón tiene raíces en la cultura criolla, representando la bandera de Venezuela con su colorido: el arroz blanco como la paz, el caraotas negro como la valentía, la carne mechada como la riqueza cultural, y las plátanos fritos como la alegría de vivir.

La receta mágica de Rosa (para que puedas crear tu propio pabellón):

Ingredientes:

2 tazas de arroz blanco cocido

1 taza de caraotas negras cocidos

300 g de carne de res para mechada.

2 plátanos maduros

Aceite para freír

Sal, ajo y cebolla al gusto

Pimientos y ají (opcional, para más sabor)

Instrucciones:

Preparar la carne:

Cocinar la carne con sal, ajo y cebolla hasta que quede suave y desmenuzada. La carne mechada debe ser tierna y sabrosa, lista para deshacerse en la boca y contar su historia en cada bocado.

Hacer el arroz:

Cocer el arroz blanco hasta que esté suelto, como una nube, para que sea la base perfecta del plato.

Cocer los caraotas:

Cocer los caraotas negras con un poco de sal, y si quieres, agregar pimientos para darles un toque alegre.

Freír los plátanos:

Pelar y cortar los plátanos maduros en rodajas. Freírlos en aceite caliente hasta que estén doraditos y crujientes, casi como el sol en la tarde.

Montar el plato:

En un plato grande, coloca primero una cama de arroz, seguido por los caraotas, la carne mechada y los plátanos fritos. ¡Y listo! Tienes un pabellón que te llenará de sabor y alegría.

¿Y por qué es tan especial?

Porque cada ingrediente tiene su historia y su color, formando un mosaico que refleja la diversidad y alegría del pueblo venezolano. Y más allá del sabor, cada bocado te conecta con la cultura, las risas en la cocina y las historias de quienes han disfrutado de este plato por generaciones.

¿Te animas a preparar tu propio pabellón y crear nuevas historias sabrosas? ¡Que cada cucharada sea una celebración de vida y tradición!

miércoles, 25 de junio de 2025

LA PUMAROSA


 El día que el río se rió

Por José Jiménez (Billy)

Era un mediodía de esos que el sol parece que se hubiera enamorado de la tierra, pegajoso y caliente. Por allá, en el cajón del Arauca, Don Cheo, un llanero viejo y más arrugado que un moriche seco, estaba sentado en su curiara, pescando con una paciencia que solo los ríos entienden. Al lado, su compadre, Juan Matías, un tipo que hablaba más de lo que pescaba, no paraba de contar historias de cuando el río era joven y los peces se pescaban con las manos.

—Cheo, ¿te acordás de la vez que el río se rió? —preguntó Juan Matías, mordiendo una pumarrosa que había traído del ranchito. La fruta, roja por fuera y blanca por dentro, brillaba como una joya en medio de tanta tierra y agua.

Don Cheo lo miró con esos ojos que parecían haber visto todo y nada al mismo tiempo. —¿El río reírse? Compadre, vos estás más loco que un garza en un baile de caimanes.

—¡No, joda! Te juro que fue así —insistió Juan Matías, escupiendo una semilla al agua—. Fue una tarde como esta, pero el río empezó a hacer burbujas, como si se estuviera riendo de algo. Yo creo que se burlaba de nosotros, porque ese día no pescamos ni un guabino. Y eso que yo tenía una pumarrosa en la mano, pa’ ver si el río se animaba a soltar algo.

Don Cheo se rió, pero no de la historia, sino de su compadre. —Juan Matías, vos tenés más imaginación que un niño con un cuatro nuevo. El río no se ríe, el río es serio como un entierro. Pero dame un pedazo de esa pumarrosa, que pa’ aguantarte a vos, necesito algo dulce.

Juan Matías le pasó la fruta, y los dos llaneros compartieron la pumarrosa, que estaba tan fresca como el agua del Atamaica. Pero justo en ese momento, el agua empezó a hacer burbujas, como si algo grande estuviera moviéndose debajo. Los dos llaneros se miraron, y antes de que pudieran decir algo, la curiara se movió tan fuerte que Juan Matías se cayó al agua con la pumarrosa todavía en la mano.

—¡Cheo, el río se está riendo de mí! —gritó Juan Matías, nadando como un cachicamo en un charco, mientras intentaba salvar la fruta que flotaba como un bote en miniatura.

Don Cheo, entre risas y maldiciones, lo ayudó a subir de nuevo a la curiara. —¿Ves, compadre? El río no se ríe, pero vos sí das risa. Y ahora hasta la pumarrosa se quiere ir contigo.

Juan Matías, empapado pero con la fruta todavía en la mano, se rió. —Bueno, al menos el río no se llevó mi pumarrosa. Esta fruta es más valiente que yo.

Y así pasaron el resto de la tarde, riéndose del río, de la pumarrosa y de ellos mismos. Porque en el llano, la vida es así: dura, caliente, pero siempre con un chiste listo pa’ quitarle lo amargo. Y si hay una pumarrosa de por medio, mejor todavía.

domingo, 22 de junio de 2025

GUISO DE GALÁPAGO


 Por José Jiménez (Billy)

¡Ajá mi amigo, pa' que te deleites con un guiso de galápago como Dios manda! Aquí te va la receta, pa' que te luzcas en tu casa:

Ingredientes:

Un galápago bien grandecito, de esos que saben a sabana

Ají dulce, pa' darle ese toquecito sabroso

Cebolla blanca, que no falte

Cebollín, pa' que huela a llano

Ajo, un par de dientes, pa' darle fuerza al guiso

Cilantro de monte, ¡ah, qué ricura!

Harina de maíz precocida, pa' espesar la cosa

Preparación:

Lo primero es limpiar bien el galápago, sacarle todo lo que no sirve. ¡Con cariño, pero con firmeza!

Después, se pone a sancochar en agua hirviendo con sal, hasta que esté blandito. ¡Que se cocine bien, pa' que quede suave!

Mientras tanto, se pican bien chiquitico el ají dulce, la cebolla, el cebollín, el ajo y el cilantro de monte. ¡Que quede todo menudito!

Cuando el galápago esté listo, se saca del agua y se deja enfriar un poco. Luego, se desmenuza la carne y se bota el caparazón.

En un caldero grande, se sofríen los aliños picaditos en aceite onotado, hasta que estén blanditos y fragantes. ¡Que el olor inunde la cocina!

Se agrega la carne del galápago desmenuzada al caldero y se sofríe junto con los aliños, revolviendo constantemente. ¡Que se integren los sabores!

Se añade un poco del caldo donde se cocinó el galápago y se deja hervir a fuego lento, pa' que se concentren los sabores.

Se disuelve la harina de maíz precocida en un poco de agua fría y se agrega al guiso, revolviendo constantemente pa' que no se formen grumos. ¡Que quede espesito y cremoso!

Se cocina a fuego lento hasta que el guiso espese y los sabores se integren por completo. ¡Que hierva suavemente, con paciencia!

Se rectifica la sal y se agrega un poquito más de cilantro de monte picadito, pa' darle el toque final. ¡Que quede perfecto de sabor!

¡Y listo mi hermano! Ya tienes un guiso de galápago pa' chuparse los dedos. Acompáñalo con arroz blanco, plátano maduro frito y una buena ensalada. ¡Que lo disfrutes!

sábado, 14 de junio de 2025

EL POLLO DE AGUA

 

Por José Jiménez (Billy)

¡Ay, mi viejo Juan, tremendo susto el que se llevó en Caracas! Resulta que este llanero de pura cepa, acostumbrado al olor del ganado y al sancocho de res, lo invitaron a una fiesta en la capital. Él, emocionado como muchacho con juguete nuevo, se arregló su liquiliqui y se fue con la mejor de sus sonrisas.

Al llegar, ¡qué gentío! Música por aquí, gente elegante por allá, y una mesa llena de cosas que Juan ni conocía. Pero, como buen llanero, no se iba a quedar con la duda. Vio una bandeja con unas bolitas doradas que decían "pollo de agua". Juan, extrañado, pensó: "¿Pollo de agua? ¡En el llano lo que hay es gallina y pato! Pero bueno, vamos a probar".



¡Tremendo mordisco que le dio! Al principio, un saborcito suave, como a pescado, pero luego... ¡Una explosión de sabor a #monte y río! Juan, con los ojos aguados de la sorpresa, soltó: "¡Epa, compadre, esto sí es pollo de agua de verdad! ¡Más sabroso que pescao frito en el Arauca!".

Claro, lo que Juan no sabía era que esas "bolitas de pollo de agua" eran en realidad croquetas de babo fritas. ¡Babo, ese animalito que se esconde entre las matas y que en el llano se come guisado con arroz!

Al final, Juan se echó unas buenas risas con los #caraqueños, contándoles cómo en el llano el babo es más común que el pollo. Y así, entre chiste y chiste, el llanero y el capitalino descubrieron que, aunque vengan de mundos distintos, ¡a todos les gusta un buen plato de babo frito, así lo disfracen de "pollo de agua"! Y Juan, desde ese día, cada vez que va a Caracas, pregunta por sus "croquetas de babo", porque como él dice: "¡Eso sí que es un sabor pa' recordar!".

 
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