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sábado, 12 de octubre de 2019

EL PALACIO DE LOS HERMANOS BARBARITO. "LOS AMOS DE APURE"

Foto Cortesía de la Fundación Decanio


Edgard de Jesús Decanio

Eternamente será el canto de un ave que rompa la monotonía de la naturaleza. Así mismo, serán los hombres de otros mares quienes han venido a esta América India para formar una nueva raza y dejar nueva tierra a la prosperidad.

 Así llegaron un día los hermanos Barbarito a San Fernando de Apure; Francisco (Don Pancho), Félix y José (Pepino). Fue hacia el año de 1890, ellos procedían de un pueblo montañoso de Italia, en donde cultivaban la vid, como todo Europeo, en esa hermosa región de Lucania, del pueblo de Picerno. No llegaron limpios como todos los inmigrantes y sus ahorros producto de todos los cultivos de la tierra, también los transplantaron en gruesas alforjas y bajo el cuidado de quien no piensa volver para rebuscarse, sino esta era una mudanza definitivamente. Así lo pensó Don Pancho y Don Félix, aunque posiblemente no el bromista de Don Pepino.

Llegaron a la rivera opuesta de Apure y se regodearon con esa frondosidad del paisaje llanero. Quizás Don Pancho le decía a Benjamin Pepino: mira, que hermoso es todo esto, pararemos una casa como las de Venecia allá, hacia aquella parte del río, donde da la vuelta hacia abajo.

Pronto la noticia corrió como reguero de pólvora “llegaron unos musius nuevos. Parecen ricos porque visten bien y son muy educados”. Poco a poco el pueblo los fue conociendo. Se interesaron en las tierras primero. Luego en el comercio. Eran hombres de empresas grandes. Con ellos venia Don Juan Laurino quien más tarde fuera el encargado general de los hatos.

Ellos escogieron el puerto y no cesaron de mirar el río. San Fernando cuando eso estaba barrialudo pero había dinero. Ellos percibieron ese olor que deja el oro, casi imperceptible, pero que a leguas una persona experimentada reconoce.

“Félix, diría Don Pancho, aquí hay plata y nosotros llegamos a tiempo”. El otro más mesurado, más diplomático y meno expresivo no contestó. Pero en el fondo también sintió la tentación y ya en la tarde esa luz dorada y multicolor del primer crepúsculo que vieron morir sobre el río, los termino de cautivar. Primero buscaron cobijo seguro y después compraron la casa donde el Libertador durmió. Esa era la más apropiada y enfrente cruce ambas con las calles Comercio e Independencia, allí tuvieron sus esposas y sus hijos.
Pero algo faltaba y fue la gran idea, lo que les corría, la inquietud principal. Una casa grande frente al río, un palacio para asiento familiar y comercio. Algo nunca visto en todo el llano apureño. La idea comenzó a hormiguear allá para el año 1912 y conciben planificar la obra. Algo impresionante se veía en los planos que hoy conserva Mosser Guerra. Pero donde estaba el grueso del problema era el terreno. Pura arenisca y construir ahí era casi imposible. Surge la idea aún más tentadora: Sobre pilotines, como un palafito iría el palacete. Y así fue, siendo la primera obra que se ha construido sobre pilotines en toda Venezuela.
En la orilla del río y a la vista incrédula del pueblo se comenzó a enterrar horcones de corazón de madera dura hasta más donde se podía. Toda el área de lo que hoy es el palacio fue cubierto con estos horcones de cuarenta y treinta centímetro de diámetro de puro corazón. Sobre esta estructura se enredó alambre de púas para hacer la malla, pues en esa época no fabricaba l malla para platabandear. Eso fue un trabajo de titanes, pero la obra comenzó entre 1913 y 14. José Barbiere un arquitecto Italiano era el hombre indicado y fue contratado por los hermanos Barbarito y como maestro de obras nada menos que Antonio Forti. Despegaron con la primera placa para la base y vaciaron numeroso barriles de cemento romano que iba encrespado con alambres de púas y vigas traídas desde el exterior.

Quedo firme y se le vio a la obra ya su donaire y su majestuosidad. La casa se construiría donde ellos querían: frente al río para que su figura se reflejara frente en invierno y el verano sirviera como mira a la naciente ciudad.

Fuerte como quedo la primera placa de la platabanda ahora quedaba para levantar la estructura, lo más cuidadoso, y allí estaba otro problema, pues los pilares debían ser de una consistencia delgada, pero resistentes para que la arquitectura de inmueble no desentonara, había mucha seguridad en cuanto al basamento, pues puede decirse según los planos, que la base del edificio tiene de profundidad la misma altura, una especie de compensación equilibrada para el balanceo natural de toda construcción pesada y echa a la medida de los desniveles, asentamientos del terreno y porque no, un movimiento sísmico que los ha habido en San Fernando aunque de poca intensidad en la escala normal.
Se comenzó el trabajo de arriba, musiu Forti renegaba porque se presentó otro inconveniente: aquí no había obreros especializados y había que enseñarlos a terciar una mezcla y calcular la arena, el cemento y el ripio, que no era otra cosa que arcilla cocida, para abaratar los costos y darle fuerza a las vigas  de riostras, base y corona, para el ensamblaje con los pilares sobre los cuales había mayor responsabilidad en cuanto al peso del palacete pues no había piedra.

El dinero mermaba y cada vez desembarcaban cemento traído en barriles de madera y cintillados en tres partes, Don Félix y Don Pancho, sacaban enseguida sus libros para llenar más cuartillas de números. Subía el costo del inmueble. Cuando eso una vaca costaba 20 bolívares, pero la población de Venezuela no pasaba de los pocos que dejaron la Libertadora y la Guerra de la Federación, este era un país pobre y el presupuesto para toda Venezuela era de solo la cantidad de 3000.000.000 de bolívares, que comparativamente con el actual puede el lector hacer el cálculo en su diferencia y atraso,  por no haber una buena producción de nada. La legua de terreno de primera costaba apenas 5000 bolívares y las regulares se cotizaban hasta en la cantidad de 2500 bolívares y no había comprador.

No había cabilla para hacer los sunchos y con tablas y alambres y el noble cemento romano se remediaba todo. Don Antonio Forti estaba que reventaba, Barbieri se disculpaba ante los hermanos Barbarito, pues la obra estaba retrasada. Por otra parte el problema de los obreros llegaba ya hasta los límites de los indecibles. La gente de aquí nunca había trabajado en una obra de esta naturaleza y apurarlos sería peor, Pero Barbieri quería adelantar más y de improviso se presentó otro impase. Necesitaban con suma urgencia algunos rieles de acero para reforzar la placa del segundo piso y la azotea. Los barcos se retrasaban y para ir adelantando encargaron madera del Brasil de Corazón de una madera que a decir de León Moser Guerra cunado fue retirada de las platabandas estaban intactas. Con estas “Vigas” de madera se iría entretejiendo la segunda placa con alambre y cuando llegaran las vigas de acero que fueron encargadas a Alemania se continuaría el trabajo en firme. Así se hizo. Se utilizó también madera apureña, corazón de mora y éste me lo dio el propio José Félix Barbarito, hijo de la primera camada de estos inmigrantes nacidos en solar criollo y ya ligaditos con los Echenique, personas muy honorables y muy trabajadoras en Apure.

Ya los sueños de los Barbarito iba tomando el color garzaluna en cuanto se habían imaginado. Los Cristofué arreciaban en su canto la porfía de si cristo fue o no fue, hacia canto común con el capataz arreando los obreros y la celedonia de “El Cañito” florecía para el invierno en ciernes. El cielo estaba invicto en color plomizo, el volar huidizo del conoto anunciaba las primeras lluvias y en mitad del río daba el aguaje de la huidiza cachama y dorado insomne para su desove. Antonio Forti anudaba los últimos alambres para los pilares y las tablas iban dando su forma arqueada y cilíndrica de los mayores de la casa.
Los arcos para las puertas se fabricaban con una madera liviana y flexible. Por fin algo se vislumbraba y la gente por las tardes se arremolinaba para escudriñar la novedosa casa. “Ahora si –decían- la construcción va para adelante. Musiú Forti y Musiú Barbieri saben lo que están haciendo”. Pero el sueño se les iba poniendo delgadito a los Barbarito. La cuenta subía y la espera se tornaba mesiánica. Pero ya veían el triunfo de su desempeño. Ya no se podría decir  como el poeta: “la soledad sufriendo”.

Seguir hablando del Palacio de los Barbarito es como negar a los predios intocables a donde fueron un día nuestros conquistadores, dejando ese resplandor multicolor de una nueva cultura.

El río dio la dulzura de sus mejores jarabes con zumos de plantas de la orilla y de este modo la escasez de la piedra desfloró la virgen barranca para enmaltar la tierra en el misterio de una casa tan hermosa como legendaria.

Ya Barbieri y Antonio Forti cubrían la segunda placa y la gente de lo que fue más tarde los malecones del río, miraban impacientes los trabajos. Tirar la segunda placa fue una tarea de titanes. Para levantar el encofrado era necesario inteligencia e ingenio y allí estaban estos dos hombres que eran como figuras anónimas como en el tiempo y en el espacio. La segunda placa debería tener una gran sustentación y el problema para él encontrarlo era agudo y difícil, pero ellos dos recurrieron a una formula muy vieja y muy noble: El arco romano. Así fue como estructuraron con arcadas la vieja corona dándole resistencia con ladrillos trabados, muy usados actualmente en la construcción con bloques en las casitas rurales, pero estamos a comienzos de siglo. La opción se dio a la perfección y se terciaba el cemento día y noche hasta concluir el segundo tramo o planta de la gran mansión solariega, pero entre la placa para el piso y la que propiamente hacía de base ahora con la reconstrucción del edificio se ha descubierto una cosa. En ese entrepiso Barbieri y Forti rellenaron con tierra arcillosa, no solo para amalgamar y enrostrar bien el cemento, sino que esta capa servía como un antitérmico a los intensos del calor llanero, y a decir de Moser Guerra se sacaron de este entrepaño cuarenta y dos metros cúbicos de tierra arcillosa, cuya explicación es la descrita anteriormente. Aliviar el calor intenso y evitar además la dilatación de la segunda placa para evitar que se fracturara, más sin embargo, ocurrió un hecho lamentable y fue por error humano. Resulta que Barbieri dio orden de sacar los puntales de madera de una parte del encofrado, ya que se consideraba había fraguado lo suficiente, unos obreros pocos duchos en este tipo de trabajo, entendieron mal la orden y retiraron los puntales de donde no era y parte de la platabanda se derrumbó y mato a un contador de los hermanos Barbarito. Este hecho por poco no marca una tragedia en ellos, pues al derrumbarse parte de esa placa, en esos instantes el contador entregaba cuentas del día a Don Félix, a quien sacaron de los escombros moribundo salvándose milagrosamente, no así el infortunado contador, hecho muy lamentado en San Fernando.
Esto no los arredró a seguir adelante, al contrario, se tomaron precauciones extremas y comenzó a tirar las paredes y las arcadas del segundo piso para ajuntar la azotea. Tanto Don Félix como Don Pancho y el mismo Pepino, querían una azotea amplia y de seguridad hasta el milímetro y así se lo hicieron saber a los constructores. Con dos entradas extremadas una hacia el norte y otra hacia el sur con escalerilla en caracol, como ellos estaban acostumbrados a verlas en los viejos palacetes italianos. Igualmente para el segundo piso pidieron amplias y señoriales escaleras. De escalones con buen descanso en iguales direcciones. Todo salió a pedir de boca y el mejor testimonio puede apreciarse  casi en la postrimería del año 2000. Quien iba a pensar que la posteridad viera tal evento. Quien iba a soñar que hoy estuviera la casa incólume y regia, arrogante, desafiante del tiempo, marcando en el pueblo el desafío del hombre contra el tiempo y la naturaleza. Pero es la figura del hombre de su desnudez. Purísima con el espasmo fuerte y bronco cuando la inteligencia mora en la angustia del hecho cumplido en el dorado talón de la llanura apureña. Si de  bronco fue el cacique a sus hijos no los segara la luz del sol ni los ocultará resplandor de la luna. La resina que pegó la argamasa de ladrillo contra ladrillo no ha marcado aún la agonía dentro del maduro pecho de lo que se puede hacer con constancia, perseverancia e inteligencia.

Apena cuando la luna moría en su cuarto menguante ya estaban paradas las paredes de la casa con sus arcadas.  Una mole maciza que  dejaba un reflejo pálido en la orilla del río. No se olvidó un solo detalle y hacia la parte norte se colocaron espigones para amarrar los barcos de rueda, hélices y las balandras orinoqueñas de Nicolás Subero, Musiú Seguía y el Negro Mesoa.

Barbieri, hombre preocupado por todo, ahora tenía otro problema y era el adorno de las paredes, pues una superficie lisa desentonaba con la altivez de la casa. Había que fabricar moldes para prefabricar los relieves y los figurines del palacio. Alguien le comunica a Don Antonio Forti que en San Fernando había un ebanista de lujo para hacer cualquier encargo. Y así como entra en todo esto un tercer personaje de importancia, Antonio Escalante, quien fuera además precursor del Teatro Escalante y de quien nos ocuparemos después. Escalante era un hombre metódico y sugiere hacer primero en madera moldes a mano burilados de alto relieve, luego sugirió Escalante hacer sobre este molde un vaciado en yeso y una vez fraguado entonces en un doble molde hacer el vaciado de concreto con lo cual quedaban listos para pegar los moldes del palacio. Todo salió a pedir de boca, pero los Barbarito querían además de estas figurillas y morisquetas (término usado en la época para los adornos)  que las escaleras señoriales del norte y sur fueran de granito y el piso revestido con el mejor mosaico importado. Otro dolor de cabeza para Forti y Barbieri, pues para el granito la piedrecilla había que traerla en barco y el cemento blanco por primera vez lo conocían en todo Apure. Más todo se hizo como los amos querían, para los Barbarito no había obstáculos y las dos escaleras y parte de los mosaicos están originales en el segundo piso. Moser Guerra el nuevo dueño del palacio hizo limpiar el piso y las escaleras y han quedado originales. “Si por mi fuera- me ha dicho Moser- no hubiese cambiado nada. Esto es una joya arquitectónica y cualquier mistificación que se le haga es por salvarla”. Puede ver cualquiera que si cuanto digo es verdad o mentira, pero ante aquellas arcadas no podía utilizarlo si no su piso original y con aquello realza no solo en sobriedad, si no en el valor de todo el inmueble.

Venia luego el escollo más grande y era pintar las paredes con murales que demostraran maestría y equilibrio y quien iba a vivir en ese piso era uno de los más exigentes: Don Pancho y para él era un requisito indispensable que todo resultara como había soñado, aquel día, cuando mentalmente hicieron suyas las ideas de construir un palacio junto al río Apure.

Los murales se comenzaron a pintar con alegorías propias de Italia. En las bóvedas del palacio comenzó su trabajo un pintor llamado José Izquierdo de nacionalidad española y quien trajo a sus oficiales o ayudantes, también de la península española. De estos murales se salvaron algunos y por propia confesión de León Moser Guerra, trato de conservar hasta cuanto pudo un restaurador que el trajo. Pero todavía en algunos salones se ve uno muy bello que simboliza la creación de Roma con el puente sobre el río Tiber, la Basílica de San Pedro y el Coliseo Romano con su plaza de San Pedro. Todos juntos y solo fue pintado como símbolo únicamente. En otro de estos murales se ve el castillo de Castelgandolfo a orillas de su gran lago y un lugar de descanso y vacaciones de los Papas Romanos. Hay otro simbolizando la inocencia ya tentada por una manzana, en fin que las figurillas menudas se perdieron por el deterioro del tiempo, la humedad y algunas filtraciones de lluvias ya corregidas. Pero quedo algo para admirar.

Había ya la forma no como un armazón triste sobre la ribera sur del Apure, sino un monstruo refinado que enrumba sus pilones de concreto sobre el río y la corona radiante del triunfo con sus rizomas púberes hicieron del palacio el punto de referencia de todo un pueblo. Los Amos de Apure navegaron hacia delante con su imaginación a vela hinchada por el viento fresco del agua cercana. Ya no era el reino ebrio de la idea en curso sino que el coloso estaba entre sus manos acechando la belleza de esta obra que es única en el “más allá de más nunca” sobre el arenal que trajo la calentura de un nuevo mundo remozado en el arte del nuevo mundo. Y esa es la mejor coraza para un pueblo joven que audaz busca una medalla de triunfo para la posteridad de nuestra gente.

Un buen día recibe la noticia Don Félix de parte de Barbieri que la casa está lista para habitarla, pues solo ligeros remates faltan. Y los salones fueron pulidos e iluminados con la mortecina luz de la planta eléctrica de los Palos de Agua (donde queda ahora el Centro de Profesionales Universitarios). Las ventanas enmarcadas en hierro y los vidrios a tres colores de la bandera italiana (verde, blanco y rojo) y así las dejo Moser. Hacia la parte oeste el departamento de la servidumbre hoy convertida en azotea en hermoso salón comercial que se le hizo. Un tanque para el almacenamiento de agua que se filtra al caer el recipiente con una escalerilla adosada a la pared.

Allí encontró Moser algo curioso, una especie de alcoba como para ocultarse de algún peligro inminente, con sus dos alcayatas y entrada por una escalera simulada de pared. No sabemos su uso y creemos que, como en todos los palacios italianos, esto era de uso común, Barbieri así lo diseñó y no se vaya a pensar otra cosa. Un sótano, el primero construido en San Fernando y hoy es utilizado después de mucho estudio, como archivo de las oficinas del Banco Federal y digo estudio, por cuanto costo construirlo para evitar que se anegara por estar bajo el nivel freático del río Apure y ahora por su extrema seguridad. Las puertas se encargaron y las constituían hermosas Santa Marías y sobre algunas paredes se imitaron estas en concreto y quedan algunas.

Un hecho curioso es que por el mismo sitio donde se derrumbó la platabanda por el error de los obreros de Barbieri y Forti, el constructor utilizado por Moser también sufrió un revés casi en el mismo sitio, pero no debe caber ninguna duda que ahora el edificio quedo más fuerte que antes.

A lo largo del tiempo se tejió una leyenda que muchos creyeron y es que desde el sótano de los Barbarito  se abrió un enorme túnel por debajo del río y salía en Puerto Miranda en el hato de los Salerno. Nada más absurdo. Pero a los Barbarito no les preocupaba eso, sino la pregunta final a sus contadores del costo del Palacio que para aquella época fue de 1.900.000,00 (Un millón novecientos mil bolívares) cancelados en su totalidad.
Abajo sobre el nivel de la calle se abrió el negocio más grande que ha tenido todo Apure. Los barcos importados los famosos sombreros Borsalino de Italia, de Francia venían sedas, encajes sombreros y calzados para damas, perfumes cuya única importación de la colonia D´Orsay era para los hermanos Barbarito, finos brandis, champaña, quesos finísimos, y todo un vituallaje que podía ser envidia de un rey o un jeque. De aquí se exportaba, queso, cueros, algodón (nos ocuparemos después de la desmotadora y la cuereria de Barbarito). La Pluma de garza que se almacenaba en sótano con un cuidado extremo, pues una libra de pluma chusmita era vendida en 8.000 bolívares, (era flor de primerísima calidad), y costaba tanto por cuanto el animal era cazado y exterminado. La de primera 6.000 bolívares así en clasificación de 2da, y 3er clase. Los clasificadores eran Fernando Felice, el catire Felice, Luis Marcial Blanco y dos o tres más, ya que esto requería pericia y honestidad.

Viene el ocaso de los Barbarito por cuanto bajo el precio del ganado y ya Londres y París no querían la Pluma, pasó la moda. Los créditos estaban cerrados, medio Apure les quedo debiendo a los Barbarito, más de 4.6000.000,00 bolívares irrecuperables y esta casa era comercio, banco, casa fiduciaria en fin toda la economía del Estado estaba centrada allí, a tal punto que cuando abrían las puertas Santamaría era tal el estruendo (varias puertas que la gente ya tomaba la hora de abrir y cerrar como de su propio meridiano para guiarse), se oía en las calles-son las ocho, ya abrieron los Barbarito-, o –son las seis porque ya cerraron el Palacio de los Barbarito-.

Pero esto no obvió el hundimiento total. Ya Gómez ponía y quitaba precio al ganado a tal punto que una legua de terreno se compraba hasta en dos mil bolívares y no había mercado sino el de los gomecistas. Una res valía 20 bolívares para utilizar solamente el cuero. Solo los oficiales de Gómez, como  Galaviz, Pimentel y otros compraban a nombre del dictador y si no se les vendía ya era mal visto por el gobierno.

La casa cerró, quedo viviendo en el segundo piso la familia de Don Pancho. Ellos todos fueron desapareciendo y entraron a administrar los hijos con un lastre muy grande de deudas. Quebraron y el palacio quedo solitario desde 1952 hasta 1980 en que entra este interesante personaje que es León Moser Guerra
y lo restaura y lo salva para la posteridad. Yo digo que es un héroe por cuanto es, un venezolano preocupado y a quien le debemos algo. Ha gastado hasta ahora en compra y restauración del inmueble, unos cinco millones de bolívares, pero yo le apunto a Moser que los copones del frente norte no se los  han puesto y en las fotografías de antaño están y se ven muy hermosas.

Así se acabó este imperio de quienes fueron los Amos de Apure, de pronto el resplandor de los grandes capitales por crisis económicas estalló como una metralla en el hermoso edificio. De la arrogancia la casa pasó a la miseria y de esta se levantó como un ave fénix, para seguir hechizándonos con su mágica figura salida de un cuento oriental a través de la lámpara de Aladino.


Fuente:
REPUNTES III HISTORIALES SAN FERNANDINOS
Fundación Historica Cultural Dr. Italo Francisco Decanio D´amico
Colección Fotografica “EL SAN FERNANDO DE AYER”

Datos importantes recopilados en la Web por Orlando Nieves:
Fermín La Roche Jaimes: Pepino Barbarito, se casaría con Clarissa Decanio y tendrían por hijos a Luisa, Adela, Saverio y Rosa
Violeta TremontRosa Barbarito hija de pepino se caso con Fermín La Roche del Estafo Falcón de Curimagua

9 comentarios:

José Luis Cestari dijo...

¡Qué maravilloso trabajo periodístico!

Pedro Laprea dijo...

Ese articulo " Los amos de Apure" su verdadero autor es el Dr. Pedro Laprea Sifontes, quien publico en varias entregas en el Semanario El Llanero.Bibliografías LAPREA SIFONTES, Pedro.

Diario El Llanero, Año V, Número 298, San Fernando, 6 de junio de 1981.
Diario El Llanero, Año V, Numero 299. San Fernando.
Diario El Llanero, Año V, Numero 301, San Fernando, 23 de Junio de 1981.
Diario El Llanero, Año V, Numero 300, San Fernando, 20 de Junio de 1981, 20-6-1981 Año V Numero. 300.
Diario El Llanero, Año V, Numero 302, Año V, San Fernando 4 De julio de 1981.

José Durabio Moros dijo...

Muy buena la recopilación.

José Durabio Moros dijo...

Mi abuelo tenía el Hato Santa Bárbara, y le vendía plumas de garza a los Barbarito.

Unknown dijo...

Excelente reportaje que nos complace, a todo hijo, nieto o nacido en Apure.
Paul Abecasis

Unknown dijo...

Así caen todos los imperios. Yo había leído esta historia me pareció interesante gracias a mi tía me la mando y la ley otra vez....

Unknown dijo...

Este reportaje , no deja de completar la interesante historia apureña , desde muy pequeño conocí este palacio de vista y admiración pero no fue hasta estos días q me agrada muchísimo conocer una parte de el interesante relato sobre está epica historia sobre la construcción y desarrollo de esta obra q sin duda pertenece a nuestro acervo cultural histórico , muchas gracias por darlo a conocer ya q sale del anonimato para entrar en el tejido apureño . Eduardo Briceño Zoppi .

Unknown dijo...

¿Donde esta el tunel que nace en el palacio hasta la catedral?

Kriss dijo...

����Es cierto que dichos barcos venían del extranjero?? Y si fuera así cual era la ruta para llegar.? Apure😃

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