Foto Cortesía de la Fundación Decanio
Edgard de Jesús Decanio
Eternamente será el canto de un ave que rompa la
monotonía de la naturaleza. Así mismo, serán los hombres de otros mares quienes
han venido a esta América India para formar una nueva raza y dejar nueva tierra
a la prosperidad.
Así llegaron un día los hermanos Barbarito a San Fernando de
Apure; Francisco
(Don Pancho), Félix y José (Pepino). Fue hacia el año de 1890, ellos procedían
de un pueblo montañoso de Italia, en donde cultivaban la vid, como todo
Europeo, en esa hermosa región de Lucania, del pueblo de Picerno. No llegaron
limpios como todos los inmigrantes y sus ahorros producto de todos los cultivos
de la tierra, también los transplantaron en gruesas alforjas y bajo el cuidado
de quien no piensa volver para rebuscarse, sino esta era una mudanza definitivamente.
Así lo pensó Don Pancho y Don Félix, aunque posiblemente no el bromista de Don
Pepino.
Llegaron a la rivera opuesta de Apure y se regodearon con
esa frondosidad del paisaje llanero. Quizás Don Pancho le decía a Benjamin
Pepino: mira, que hermoso es todo esto, pararemos una casa como las de Venecia
allá, hacia aquella parte del río, donde da la vuelta hacia abajo.
Pronto la noticia corrió como reguero de pólvora “llegaron
unos musius nuevos. Parecen ricos porque visten bien y son muy educados”. Poco
a poco el pueblo los fue conociendo. Se interesaron en las tierras primero.
Luego en el comercio. Eran hombres de empresas grandes. Con ellos venia Don
Juan Laurino quien más tarde fuera el encargado general de los hatos.
Ellos escogieron el puerto y no cesaron de mirar el río. San Fernando
cuando eso estaba barrialudo pero había dinero. Ellos percibieron ese olor que
deja el oro, casi imperceptible, pero que a leguas una persona experimentada
reconoce.
“Félix, diría Don Pancho, aquí hay plata y nosotros llegamos a tiempo”. El
otro más mesurado, más diplomático y meno expresivo no contestó. Pero en el
fondo también sintió la tentación y ya en la tarde esa luz dorada y multicolor
del primer crepúsculo que vieron morir sobre el río, los termino de cautivar.
Primero buscaron cobijo seguro y después compraron la casa donde el Libertador
durmió. Esa era la más apropiada y enfrente cruce ambas con las calles Comercio
e Independencia, allí tuvieron sus esposas y sus hijos.
Pero algo faltaba y fue la gran idea, lo que les corría, la inquietud
principal. Una casa grande frente al río, un palacio para asiento familiar y
comercio. Algo nunca visto en todo el llano apureño. La idea comenzó a
hormiguear allá para el año 1912 y conciben planificar la obra. Algo
impresionante se veía en los planos que hoy conserva Mosser Guerra. Pero donde
estaba el grueso del problema era el terreno. Pura arenisca y construir ahí era
casi imposible. Surge la idea aún más tentadora: Sobre pilotines, como un
palafito iría el palacete. Y así fue, siendo la primera obra que se ha
construido sobre pilotines en toda Venezuela.
En la orilla del río y a la vista
incrédula del pueblo se comenzó a enterrar horcones de corazón de madera dura hasta
más donde se podía. Toda el área de lo que hoy es el palacio fue cubierto con
estos horcones de cuarenta y treinta centímetro de diámetro de puro corazón.
Sobre esta estructura se enredó alambre de púas para hacer la malla, pues en
esa época no fabricaba l malla para platabandear. Eso fue un trabajo de
titanes, pero la obra comenzó entre 1913 y 14. José Barbiere un arquitecto
Italiano era el hombre indicado y fue contratado por los hermanos Barbarito y
como maestro de obras nada menos que Antonio Forti. Despegaron con la primera
placa para la base y vaciaron numeroso barriles de cemento romano que iba
encrespado con alambres de púas y vigas traídas desde el exterior.
Quedo firme y se le vio a la obra ya su donaire y su majestuosidad. La casa
se construiría donde ellos querían: frente al río para que su figura se
reflejara frente en invierno y el verano sirviera como mira a la naciente
ciudad.
Fuerte como quedo la primera placa de la platabanda ahora quedaba para
levantar la estructura, lo más cuidadoso, y allí estaba otro problema, pues los
pilares debían ser de una consistencia delgada, pero resistentes para que la
arquitectura de inmueble no desentonara, había mucha seguridad en cuanto al
basamento, pues puede decirse según los planos, que la base del edificio tiene
de profundidad la misma altura, una especie de compensación equilibrada para el
balanceo natural de toda construcción pesada y echa a la medida de los
desniveles, asentamientos del terreno y porque no, un movimiento sísmico que
los ha habido en San Fernando aunque de poca intensidad en la escala normal.
Se comenzó el trabajo de arriba, musiu Forti renegaba porque se presentó
otro inconveniente: aquí no había obreros especializados y había que enseñarlos
a terciar una mezcla y calcular la arena, el cemento y el ripio, que no era
otra cosa que arcilla cocida, para abaratar los costos y darle fuerza a las
vigas de riostras, base y corona, para
el ensamblaje con los pilares sobre los cuales había mayor responsabilidad en
cuanto al peso del palacete pues no había piedra.
El dinero mermaba y cada vez desembarcaban cemento traído en barriles de
madera y cintillados en tres partes, Don Félix y Don Pancho, sacaban enseguida
sus libros para llenar más cuartillas de números. Subía el costo del inmueble.
Cuando eso una vaca costaba 20 bolívares, pero la población de Venezuela no
pasaba de los pocos que dejaron la Libertadora y la Guerra de la Federación,
este era un país pobre y el presupuesto para toda Venezuela era de solo la
cantidad de 3000.000.000 de bolívares, que comparativamente con el actual puede
el lector hacer el cálculo en su diferencia y atraso, por no haber una buena producción de nada. La
legua de terreno de primera costaba apenas 5000 bolívares y las regulares se
cotizaban hasta en la cantidad de 2500 bolívares y no había comprador.
No había cabilla para hacer los sunchos y con tablas y alambres y el noble
cemento romano se remediaba todo. Don Antonio Forti estaba que reventaba,
Barbieri se disculpaba ante los hermanos Barbarito, pues la obra estaba
retrasada. Por otra parte el problema de los obreros llegaba ya hasta los
límites de los indecibles. La gente de aquí nunca había trabajado en una obra
de esta naturaleza y apurarlos sería peor, Pero Barbieri quería adelantar más y
de improviso se presentó otro impase. Necesitaban con suma urgencia algunos
rieles de acero para reforzar la placa del segundo piso y la azotea. Los barcos
se retrasaban y para ir adelantando encargaron madera del Brasil de Corazón de
una madera que a decir de León Moser Guerra cunado fue retirada de las
platabandas estaban intactas. Con estas “Vigas” de madera se iría entretejiendo
la segunda placa con alambre y cuando llegaran las vigas de acero que fueron
encargadas a Alemania se continuaría el trabajo en firme. Así se hizo. Se
utilizó también madera apureña, corazón de mora y éste me lo dio el propio José
Félix Barbarito, hijo de la primera camada de estos inmigrantes nacidos en
solar criollo y ya ligaditos con los Echenique, personas muy honorables y muy
trabajadoras en Apure.
Ya los sueños de los Barbarito iba tomando el color garzaluna en cuanto se
habían imaginado. Los Cristofué arreciaban en su canto la porfía de si cristo
fue o no fue, hacia canto común con el capataz arreando los obreros y la
celedonia de “El Cañito” florecía para el invierno en ciernes. El cielo estaba
invicto en color plomizo, el volar huidizo del conoto anunciaba las primeras
lluvias y en mitad del río daba el aguaje de la huidiza cachama y dorado
insomne para su desove. Antonio Forti anudaba los últimos alambres para los
pilares y las tablas iban dando su forma arqueada y cilíndrica de los mayores
de la casa.
Los arcos para las puertas se fabricaban con una madera liviana y
flexible. Por fin algo se vislumbraba y la gente por las tardes se arremolinaba
para escudriñar la novedosa casa. “Ahora si –decían- la construcción va para
adelante. Musiú Forti y Musiú Barbieri saben lo que están haciendo”. Pero el
sueño se les iba poniendo delgadito a los Barbarito. La cuenta subía y la
espera se tornaba mesiánica. Pero ya veían el triunfo de su desempeño. Ya no se
podría decir como el poeta: “la soledad
sufriendo”.
Seguir hablando del Palacio de los Barbarito es como negar a los predios
intocables a donde fueron un día nuestros conquistadores, dejando ese
resplandor multicolor de una nueva cultura.
El río dio la dulzura de sus mejores jarabes con zumos de plantas de la
orilla y de este modo la escasez de la piedra desfloró la virgen barranca para
enmaltar la tierra en el misterio de una casa tan hermosa como legendaria.
Ya Barbieri y Antonio Forti cubrían la segunda placa y la gente de lo que
fue más tarde los malecones del río, miraban impacientes los trabajos. Tirar la
segunda placa fue una tarea de titanes. Para levantar el encofrado era
necesario inteligencia e ingenio y allí estaban estos dos hombres que eran como
figuras anónimas como en el tiempo y en el espacio. La segunda placa debería
tener una gran sustentación y el problema para él encontrarlo era agudo y
difícil, pero ellos dos recurrieron a una formula muy vieja y muy noble: El
arco romano. Así fue como estructuraron con arcadas la vieja corona dándole
resistencia con ladrillos trabados, muy usados actualmente en la construcción
con bloques en las casitas rurales, pero estamos a comienzos de siglo. La
opción se dio a la perfección y se terciaba el cemento día y noche hasta
concluir el segundo tramo o planta de la gran mansión solariega, pero entre la
placa para el piso y la que propiamente hacía de base ahora con la
reconstrucción del edificio se ha descubierto una cosa. En ese entrepiso
Barbieri y Forti rellenaron con tierra arcillosa, no solo para amalgamar y
enrostrar bien el cemento, sino que esta capa servía como un antitérmico a los
intensos del calor llanero, y a decir de Moser Guerra se sacaron de este
entrepaño cuarenta y dos metros cúbicos de tierra arcillosa, cuya explicación
es la descrita anteriormente. Aliviar el calor intenso y evitar además la
dilatación de la segunda placa para evitar que se fracturara, más sin embargo,
ocurrió un hecho lamentable y fue por error humano. Resulta que Barbieri dio
orden de sacar los puntales de madera de una parte del encofrado, ya que se
consideraba había fraguado lo suficiente, unos obreros pocos duchos en este
tipo de trabajo, entendieron mal la orden y retiraron los puntales de donde no
era y parte de la platabanda se derrumbó y mato a un contador de los hermanos
Barbarito. Este hecho por poco no marca una tragedia en ellos, pues al
derrumbarse parte de esa placa, en esos instantes el contador entregaba cuentas
del día a Don Félix, a quien sacaron de los escombros moribundo salvándose
milagrosamente, no así el infortunado contador, hecho muy lamentado en San
Fernando.
Esto no los arredró a seguir adelante, al contrario, se tomaron
precauciones extremas y comenzó a tirar las paredes y las arcadas del segundo
piso para ajuntar la azotea. Tanto Don Félix como Don Pancho y el mismo Pepino,
querían una azotea amplia y de seguridad hasta el milímetro y así se lo
hicieron saber a los constructores. Con dos entradas extremadas una hacia el
norte y otra hacia el sur con escalerilla en caracol, como ellos estaban
acostumbrados a verlas en los viejos palacetes italianos. Igualmente para el
segundo piso pidieron amplias y señoriales escaleras. De escalones con buen
descanso en iguales direcciones. Todo salió a pedir de boca y el mejor
testimonio puede apreciarse casi en la
postrimería del año 2000. Quien iba a pensar que la posteridad viera tal
evento. Quien iba a soñar que hoy estuviera la casa incólume y regia,
arrogante, desafiante del tiempo, marcando en el pueblo el desafío del hombre
contra el tiempo y la naturaleza. Pero es la figura del hombre de su desnudez. Purísima
con el espasmo fuerte y bronco cuando la inteligencia mora en la angustia del
hecho cumplido en el dorado talón de la llanura apureña. Si de bronco fue el cacique a sus hijos no los
segara la luz del sol ni los ocultará resplandor de la luna. La resina que pegó
la argamasa de ladrillo contra ladrillo no ha marcado aún la agonía dentro del
maduro pecho de lo que se puede hacer con constancia, perseverancia e
inteligencia.
Apena cuando la luna moría en su cuarto menguante ya estaban paradas las
paredes de la casa con sus arcadas. Una
mole maciza que dejaba un reflejo pálido
en la orilla del río. No se olvidó un solo detalle y hacia la parte norte se
colocaron espigones para amarrar los barcos de rueda, hélices y las balandras
orinoqueñas de Nicolás Subero, Musiú Seguía y el Negro Mesoa.
Barbieri, hombre preocupado por todo, ahora tenía otro problema y era el
adorno de las paredes, pues una superficie lisa desentonaba con la altivez de
la casa. Había que fabricar moldes para prefabricar los relieves y los
figurines del palacio. Alguien le comunica a Don Antonio Forti que en San
Fernando había un ebanista de lujo para hacer cualquier encargo. Y así como
entra en todo esto un tercer personaje de importancia, Antonio Escalante, quien
fuera además precursor del Teatro Escalante y de quien nos ocuparemos después.
Escalante era un hombre metódico y sugiere hacer primero en madera moldes a
mano burilados de alto relieve, luego sugirió Escalante hacer sobre este molde
un vaciado en yeso y una vez fraguado entonces en un doble molde hacer el
vaciado de concreto con lo cual quedaban listos para pegar los moldes del
palacio. Todo salió a pedir de boca, pero los Barbarito querían además de estas
figurillas y morisquetas (término usado en la época para los adornos) que las escaleras señoriales del norte y sur
fueran de granito y el piso revestido con el mejor mosaico importado. Otro
dolor de cabeza para Forti y Barbieri, pues para el granito la piedrecilla
había que traerla en barco y el cemento blanco por primera vez lo conocían en
todo Apure. Más todo se hizo como los amos querían, para los Barbarito no había
obstáculos y las dos escaleras y parte de los mosaicos están originales en el
segundo piso. Moser Guerra el nuevo dueño del palacio hizo limpiar el piso y
las escaleras y han quedado originales. “Si por mi fuera- me ha dicho Moser- no
hubiese cambiado nada. Esto es una joya arquitectónica y cualquier
mistificación que se le haga es por salvarla”. Puede ver cualquiera que si
cuanto digo es verdad o mentira, pero ante aquellas arcadas no podía utilizarlo
si no su piso original y con aquello realza no solo en sobriedad, si no en el
valor de todo el inmueble.
Venia luego el escollo más grande y era pintar las paredes con murales que
demostraran maestría y equilibrio y quien iba a vivir en ese piso era uno de
los más exigentes: Don Pancho y para él era un requisito indispensable que todo
resultara como había soñado, aquel día, cuando mentalmente hicieron suyas las
ideas de construir un palacio junto al río Apure.
Los murales se comenzaron a pintar con alegorías propias de Italia. En las
bóvedas del palacio comenzó su trabajo un pintor llamado José Izquierdo de
nacionalidad española y quien trajo a sus oficiales o ayudantes, también de la
península española. De estos murales se salvaron algunos y por propia confesión
de León Moser Guerra, trato de conservar hasta cuanto pudo un restaurador que
el trajo. Pero todavía en algunos salones se ve uno muy bello que simboliza la
creación de Roma con el puente sobre el río Tiber, la Basílica de San Pedro y
el Coliseo Romano con su plaza de San Pedro. Todos juntos y solo fue pintado
como símbolo únicamente. En otro de estos murales se ve el castillo de
Castelgandolfo a orillas de su gran lago y un lugar de descanso y vacaciones de
los Papas Romanos. Hay otro simbolizando la inocencia ya tentada por una
manzana, en fin que las figurillas menudas se perdieron por el deterioro del
tiempo, la humedad y algunas filtraciones de lluvias ya corregidas. Pero quedo
algo para admirar.
Había ya la forma no como un armazón triste sobre la ribera sur del Apure,
sino un monstruo refinado que enrumba sus pilones de concreto sobre el río y la
corona radiante del triunfo con sus rizomas púberes hicieron del palacio el
punto de referencia de todo un pueblo. Los Amos de Apure navegaron hacia
delante con su imaginación a vela hinchada por el viento fresco del agua
cercana. Ya no era el reino ebrio de la idea en curso sino que el coloso estaba
entre sus manos acechando la belleza de esta obra que es única en el “más allá
de más nunca” sobre el arenal que trajo la calentura de un nuevo mundo remozado
en el arte del nuevo mundo. Y esa es la mejor coraza para un pueblo joven que
audaz busca una medalla de triunfo para la posteridad de nuestra gente.
Un buen día recibe la noticia Don Félix de parte de Barbieri que la casa
está lista para habitarla, pues solo ligeros remates faltan. Y los salones
fueron pulidos e iluminados con la mortecina luz de la planta eléctrica de los
Palos de Agua (donde queda ahora el Centro de Profesionales Universitarios).
Las ventanas enmarcadas en hierro y los vidrios a tres colores de la bandera
italiana (verde, blanco y rojo) y así las dejo Moser. Hacia la parte oeste el
departamento de la servidumbre hoy convertida en azotea en hermoso salón
comercial que se le hizo. Un tanque para el almacenamiento de agua que se
filtra al caer el recipiente con una escalerilla adosada a la pared.
Allí encontró Moser algo curioso, una especie de alcoba como para ocultarse
de algún peligro inminente, con sus dos alcayatas y entrada por una escalera
simulada de pared. No sabemos su uso y creemos que, como en todos los palacios
italianos, esto era de uso común, Barbieri así lo diseñó y no se vaya a pensar
otra cosa. Un sótano, el primero construido en San Fernando y hoy es utilizado
después de mucho estudio, como archivo de las oficinas del Banco Federal y digo
estudio, por cuanto costo construirlo para evitar que se anegara por estar bajo
el nivel freático del río Apure y ahora por su extrema seguridad. Las puertas
se encargaron y las constituían hermosas Santa Marías y sobre algunas paredes
se imitaron estas en concreto y quedan algunas.
Un hecho curioso es que por el mismo sitio donde se derrumbó la platabanda
por el error de los obreros de Barbieri y Forti, el constructor utilizado por
Moser también sufrió un revés casi en el mismo sitio, pero no debe caber
ninguna duda que ahora el edificio quedo más fuerte que antes.
A lo largo del tiempo se tejió una leyenda que muchos creyeron y es que
desde el sótano de los Barbarito se
abrió un enorme túnel por debajo del río y salía en Puerto Miranda en el hato
de los Salerno. Nada más absurdo. Pero a los Barbarito no les preocupaba eso,
sino la pregunta final a sus contadores del costo del Palacio que para aquella
época fue de 1.900.000,00 (Un millón novecientos mil bolívares) cancelados en
su totalidad.
Abajo sobre el nivel de la calle se abrió el negocio más grande que ha
tenido todo Apure. Los barcos importados los famosos sombreros Borsalino de
Italia, de Francia venían sedas, encajes sombreros y calzados para damas,
perfumes cuya única importación de la colonia D´Orsay era para los hermanos
Barbarito, finos brandis, champaña, quesos finísimos, y todo un vituallaje que
podía ser envidia de un rey o un jeque. De aquí se exportaba, queso, cueros,
algodón (nos ocuparemos después de la desmotadora y la cuereria de Barbarito).
La Pluma de garza que se almacenaba en sótano con un cuidado extremo, pues una
libra de pluma chusmita era vendida en 8.000 bolívares, (era flor de
primerísima calidad), y costaba tanto por cuanto el animal era cazado y
exterminado. La de primera 6.000 bolívares así en clasificación de 2da, y 3er
clase. Los clasificadores eran Fernando Felice, el catire Felice, Luis Marcial
Blanco y dos o tres más, ya que esto requería pericia y honestidad.
Viene el ocaso de los Barbarito por cuanto bajo el precio del ganado y ya
Londres y París no querían la Pluma, pasó la moda. Los créditos estaban
cerrados, medio Apure les quedo debiendo a los Barbarito, más de 4.6000.000,00
bolívares irrecuperables y esta casa era comercio, banco, casa fiduciaria en fin
toda la economía del Estado estaba centrada allí, a tal punto que cuando abrían
las puertas Santamaría era tal el estruendo (varias puertas que la gente ya
tomaba la hora de abrir y cerrar como de su propio meridiano para guiarse), se
oía en las calles-son las ocho, ya abrieron los Barbarito-, o –son las seis
porque ya cerraron el Palacio de los Barbarito-.
Pero esto no obvió el hundimiento total. Ya Gómez ponía y quitaba precio al
ganado a tal punto que una legua de terreno se compraba hasta en dos mil bolívares
y no había mercado sino el de los gomecistas. Una res valía 20 bolívares para
utilizar solamente el cuero. Solo los oficiales de Gómez, como Galaviz, Pimentel y otros compraban a nombre
del dictador y si no se les vendía ya era mal visto por el gobierno.
La casa cerró, quedo viviendo en el segundo piso la familia de Don Pancho.
Ellos todos fueron desapareciendo y entraron a administrar los hijos con un
lastre muy grande de deudas. Quebraron y el palacio quedo solitario desde 1952
hasta 1980 en que entra este interesante personaje que es León Moser Guerra
y
lo restaura y lo salva para la posteridad. Yo digo que es un héroe por cuanto
es, un venezolano preocupado y a quien le debemos algo. Ha gastado hasta ahora
en compra y restauración del inmueble, unos cinco millones de bolívares, pero
yo le apunto a Moser que los copones del frente norte no se los han puesto y en las fotografías de antaño
están y se ven muy hermosas.
Así se acabó este imperio de quienes fueron los Amos de Apure, de pronto el
resplandor de los grandes capitales por crisis económicas estalló como una
metralla en el hermoso edificio. De la arrogancia la casa pasó a la miseria y
de esta se levantó como un ave fénix, para seguir hechizándonos con su mágica
figura salida de un cuento oriental a través de la lámpara de Aladino.
Fuente:
REPUNTES
III HISTORIALES SAN FERNANDINOS
Fundación
Historica Cultural Dr. Italo Francisco Decanio D´amico
Colección
Fotografica “EL SAN FERNANDO DE AYER”
Datos importantes recopilados en la Web por Orlando Nieves:
Fermín La Roche Jaimes: Pepino Barbarito, se casaría con Clarissa Decanio y tendrían por hijos a Luisa, Adela, Saverio y Rosa
Violeta Tremont: Rosa Barbarito hija de pepino se caso con Fermín La Roche del Estafo Falcón de Curimagua
Datos importantes recopilados en la Web por Orlando Nieves:
Fermín La Roche Jaimes: Pepino Barbarito, se casaría con Clarissa Decanio y tendrían por hijos a Luisa, Adela, Saverio y Rosa
Violeta Tremont: Rosa Barbarito hija de pepino se caso con Fermín La Roche del Estafo Falcón de Curimagua
9 comentarios:
¡Qué maravilloso trabajo periodístico!
Ese articulo " Los amos de Apure" su verdadero autor es el Dr. Pedro Laprea Sifontes, quien publico en varias entregas en el Semanario El Llanero.Bibliografías LAPREA SIFONTES, Pedro.
Diario El Llanero, Año V, Número 298, San Fernando, 6 de junio de 1981.
Diario El Llanero, Año V, Numero 299. San Fernando.
Diario El Llanero, Año V, Numero 301, San Fernando, 23 de Junio de 1981.
Diario El Llanero, Año V, Numero 300, San Fernando, 20 de Junio de 1981, 20-6-1981 Año V Numero. 300.
Diario El Llanero, Año V, Numero 302, Año V, San Fernando 4 De julio de 1981.
Muy buena la recopilación.
Mi abuelo tenía el Hato Santa Bárbara, y le vendía plumas de garza a los Barbarito.
Excelente reportaje que nos complace, a todo hijo, nieto o nacido en Apure.
Paul Abecasis
Así caen todos los imperios. Yo había leído esta historia me pareció interesante gracias a mi tía me la mando y la ley otra vez....
Este reportaje , no deja de completar la interesante historia apureña , desde muy pequeño conocí este palacio de vista y admiración pero no fue hasta estos días q me agrada muchísimo conocer una parte de el interesante relato sobre está epica historia sobre la construcción y desarrollo de esta obra q sin duda pertenece a nuestro acervo cultural histórico , muchas gracias por darlo a conocer ya q sale del anonimato para entrar en el tejido apureño . Eduardo Briceño Zoppi .
¿Donde esta el tunel que nace en el palacio hasta la catedral?
����Es cierto que dichos barcos venían del extranjero?? Y si fuera así cual era la ruta para llegar.? Apure😃
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