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sábado, 30 de mayo de 2020

EL SAMAN LLORON O EL SAMAN DE LOS BARBARITOS






EL SAMAN LLORON O EL SAMAN DE LOS BARBARITOS

Crónica de un árbol legendario: Samán llorón
OTRO ÁRBOL QUE MUERE DE PIE, SE DESPIDIÓ PARA SIEMPRE DE LA CIUDAD BICENTENARIA
Autor: Manuel Rodríguez Cortes-1989.
Material recopilado por MSc. Iván Darío Pérez
            En Venezuela, se ha hecho célebre el "Árbol de Samán", y así tenemos al histórico Samán de Güere, visitado por Alejandro de Humboldt y donde Simón Bolívar, acampó sus aguerridas tropas; en Apure se menciona el Samán de los Barbaritos, donde se dice que José Antonio Páez, amarraba su caballo y lo cierto es que sobre sus raíces los baros de la época tiraban sus anclas; y sus ramas muchas veces fueron golpeadas por las horquetas de las palancas; los bongos de mi padre pasaron por allí infinidad de veces, el patrón de los mismos Hernancito, mi hermano Hernán Rodríguez, llamado así cuando pequeño, decía a los marineros, con aquella expresión del navegante apureño de la época: "Colóquese uno y el otro se arrempuja con la palanca de las ramas del Samán, porque esa chorrera es muy fuerte, ánimo muchachos, que a vista de puerto no hay marinero cansado" y contestaba uno de ellos "Cuando vengo a San Fernando, se me aflige el corazón, al ver el Cañón del Negro y la Vuelta de Mogollón"; figúrese en esos momentos se estaba terminando una jornada de 3 días madrugaditos, de Güirima (Boca Arauca) a San Fernando; dos indígenas, que más que palanqueros parecían atletas, cimbrando minuto a minuto una vara (palanca con horqueta), de madera de anoncillo, cacho o guayabo negro, y el Prof. Hernán enhorquetado sobre la tarama de la espadilla de corazón de masaguaro, que pesaba dos veces más que él, y que no la manejaría con aquella destreza, a no ser por estar apoyada sobre la popa del bongo.
            También un pueblo apureño, lleva este nombre de El Samán; y en los alrededores de San Fernando los sitios El Samán de los Borrachos, hasta llegar a nuestro legendario "El Samán Llorón", que es el Árbol biografiado de hoy.
            Recuerdo que en mi infancia, pasaban los caminantes por debajo de la aún abundante fronda de este histórico árbol independentista, cuando esta vía partía de la llamada Alcabala, donde hoy se encuentra la casa y el honorable hogar de ese otro roble de mi comadre Rosa de Fleitas y su ramaje de fleitera, rumbo a San Fernando, pasando por Villa Leocadia hasta la Casa de Zinc, y allí el callejón ganadero se desviaba hacia lo que es hoy, la Avenida Miranda, que un inmortal gobernador de los que difícilmente volverá a tener Apure, convirtió en lo que es hoy una de nuestras principales arterias viales urbanas; de esta bifurcación seguía la vía entre el sitio de La Maceta propiedad de Don José Galeano y El Drago de mis inolvidables padres Agapito Rodríguez Camacho y Ana Cortés Sánchez de Rodríguez.
            En el invierno, de aquellas copiosas crecidas, los bañistas trepaban sus colgantes ramas y de una altura prudencial, se lanzaban al agua, sobre las cuales pasaban navegando canoas, falcas y hasta pequeñas lanchas, que iban atrancar al Drago frente al Grupo Escolar Daniel O´Leary, o a los Javillos cerca de Alirio Goitia y más allá aún por la Calle del Monte; eran aquellos tiempos en que las aguas corrían por sus cauces naturales y no como hoy que los mismos se encuentran vilmente mutilados por la mano del hombre, desequilibrando así el sistema ecológico.
            El Samán Llorón, con el tiempo quedó en medio de lo que antes se llamaba Callejón, cuando esta vía pasó a ser calle; y de esta manera el árbol quedó atestiguando una vieja costumbre de los caminantes reinantes para la época, de transitar por todo el medio del camino o callejón, y cuando era una familia o varias personas, caminaban en fila india, esquivando así el acecho de culebras o para evitar cundirse de garrapatas o coloraítos; pero el subdesarrollo de la Ciudad Bicentenaria, en su empeño por incorporarse al progreso y desarrollo nacional, un buen día del pasado mes de noviembre del año bicentenario, una máquina pesada, levantó su poderosa fauce y dio con el vetusto tronco en el suelo; así lo vi revolcado en la tierra, lo que antes fuera el orgullo de este pueblo, el árbol erguido y de copiosa fronda, cronista lugareño, conocedor de la historia de San Fernando, de sus leyendas, vicios y virtudes; triunfos y derrotas; testigo de innumerables accidentes automotores por imprudencia de sus conductores, quedando muchos de ellos heridos, mutilados y sin vida; pero recordemos, que en la misma tierra donde germinó el embrión de su semilla, allí mismo quedaron muy profundamente enterradas sus raíces; a especie de reservorio de tristeza, de los males que aquejan a la Ciudad Bicentenaria; y atestiguando como siempre, que su nombre se debió a la leyenda popular, al comentarse que por las noches un fantasma era visto colgado de sus ramas y entre gritos espantosos y fúnebres quejidos asustaba a los caminantes de entonces, por lo que muy pronto la voz popule lo bautizó con el afligido nombre de "El Samán Llorón".
            Al siguiente día de haber sido derribado su fuerte tronco que ya parecía un torreón, recogí con todo respeto y veneración varios trozos de su madera, que pronto convertiré en significativas figuras de artesanía, las cuales conservaré en honor y honra de nuestros valores históricos, culturales y legendarios.
            Cuantas de sus fecundas semillas, atraerían la voracidad del ganado vacuno y este en expresión bondadosa y ciclo natural, las lanzó allá lejos en el campo de la calceta de aquí en Apure, Barinas y Guárico o más allá, y enterrada en un fértil surco de su gemela huella; allí germinó, y de ellas cuantas trozas de samán, de esas que vemos pasar los puentes sobre el Río Apure, no serán sus descendientes congéneres; materia prima apureña, que como muchas otras van a engrosar y vitalizar talleres e industrias que deberían estar aquí, pues las reclama nuestro terruño llanero a gritos de "Vuelvan Caras". Y solo nos contentamos y nos hemos contado con verlas pasar, así como hemos sido indiferentes con las aguas que se desplazan por el cauce del Río Apure, las cuales no hemos sabido domar, aprovechar y gobernar por carecer de formación política gerencial.
            Los retoños de estas trozas, deben recordar del árbol padre el Samán: su hermosa fronda copiosa y vencida por el tiempo; de los años venturosos, cuando siendo árbol joven desafiaba hiante los cielos de este llano; del indígena humillado y marginado hasta hoy, cuantas veces no aprovecharía la oscuridad y penumbra de su ramaje para escapar de la injusticia al Cunaviche, Capanaparo y más allá; del humilde campesino que viajando a pie, a caballo o en carretas de mula, cuantas veces no acamparía bajo el cobijo de su copioso follaje, todo sudoroso y cansado como siempre de esperar promesas no cumplidas; quizás a mucha distancia el toqueteo de las carretas polvorientas, tiradas por mulas o bueyes pacientes, harían vibrar sus alargadas y aún firmes raíces; cuantas personas con heridas heroicas o profundo sufrimiento, se consolaron bajo su sombra, mientras allá arriba en su ramaje, pajarillos risueños ocultaban sus caricias y amores. Fuisteis tronco imperial de reinas de abejas y colmenar de dulce miel, entonces "Samán Llorón", un fiel amigo del peregrino solitario del camino de aquel llano de entonces; por eso hoy, tienes un puesto en el Panteón; una Plaza con estatua viviente de un descendiente tuyo en embrión; un lienzo crepuscular; un Poema; una Leyenda y una Placa con tu nombre en tu viejo Callejón.






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