EL ASALTO A SAN FERNANDO DE APURE
MUERTE DEL GRAL. WALDINO ARRIAGA PERDOMO
La frontera
venezolana con Colombia
era un hervidero de opositores al régimen
gomecista. En Arauca, Tame,
Orocué, Casanare y vecindarios cercanos
permanecían venezolanos exiliados
por asuntos políticos
y otros, simples
ciudadanos que se fueron al otro lado de
la frontera, huyendo de ·las permanentes confrontaciones y los problemas de seguridad
en el Alto Apure. Los hatos
de Elorza, Guasdualito, Manteca!, Guachara, Elorza y otras comunidades no lejanas de la frontera eran frecuentemente asaltadas
por guerrilleros reales
o supuestos -algunos
eran simplemente bandidos-
que mataban el ganado, saqueaban las fundaciones de hatos, asesinaban a los propietarios y vejaban a las familias.
Desde 1911 comenzaron las protestas en el llano
apureño y con el
correr de los años recrudecieron y tuvieron aplastante
corolario en junio de 1921 con el sitio e intento
de toma de Guasdualito por las fuerzas al mando de los generales
Roberto Vargas y Emilio
Arévalo Cedeño. Fue una acción indecisa, porque a pesar del ata que
al pueblo y que el gobierno fue reducido al cuartel, hubo un alto al fuego después de 36 horas de combate, luego del cual no volvieron a enfrentarse porque se enteraron
de la cercanía de tropas de refuerzo procedentes de Bacinas al mando del general Sálvano de Jesús Uzcátegui y desde Apure, las del general Vincencio
Pérez Soto. Hasta 1931 continuó espasmódicamente el general Arévalo Cedeño incursionando en Apure o Amazonas desde Colombia sin mayores resultados que él .impacto
de pasearse en armas por el
llano y occidente del país.
Desde fines de 1921 se tramaba
otra invasión a Apure y donde la presa pretendida era la capital
del estado. Protagonista de la asonada sería el doctor Carmelo París Atencio,
médico oriundo de La Cañada,
estado Zulia, pertinaz,
osado, colaborador, pero militar en lo absoluto,
por lo que se buscó un grupo de aliados con
experiencia de guerra, entre ellos el
general Francisco Parra Pacheco, de
Mucuchíes, avecindado
mucho tiempo en la zona del Orituco donde casó con una nativa,
hija del general independentista José María Zamora.
Parra Pacheco sería el jefe de estado mayor a pesar de ser un anciano de más de setenta años. Los preparativos marchaban sigilosamente -al parecer- desde Cuiloto, hato del doctor París en territorio colombiano Los contactos
en San Fernando llevaron la información a Arauca, donde se tejía la madeja, de que el general Arriaga,
malquistado con el gobierno, supuestamente tenía de su lado a la gran mayoría de oficiales del batallón Guaicaipuro, acantonado en esa guarnición, con sede en el Palacio
Fonsequero. Al parecer, Arriaga, en un viaje relámpago
a Caracas donde estableció contacto
con el doctor Carlos León, antes funcionario del gobierno y ahora neoluchador antigomecista. De esa conversación saldría la posibilidad del intento de toma de San Fernando. Arévalo
Cedeño, gran amigo de Carlos León, sabía en Casanare lo que se tramó en Caracas
y permanecía alerta.
Los rumores
de invasión llegaron a San Fernando. Se desconocía que Arriaga estaba en connivencia con los asilados
en Colombia, pero no se cuidaba de manifestar en público su reciente animadversión hacia el régimen
gomecista. Al parecer la disolución del vínculo político
y amistoso se debió a un problema por la
venta de un ganado a un hato propiedad del caudillo tachirense y donde salió perjudicado Arriaga,
quien estaba afectado
económicamente. Las paredes siempre tienen
oídos y la información llegó al doctor Hernán Pebres Cordero, presidente del estado Apure, quien desde abril de 1922 asignó una vigilancia permanente, día y noche al
general Arriaga. Al comienzo no lo supo. Uno de los primeros
emisarios de París ante Arriaga fue el joven capitán de 22 años José Garbi Sánchez, de conocidas familias
apureñas, dueños del hato Chaparralito, en inmediaciones de El Yagual. Dentro del grupo de amigos de París en Cuiloto había también
un espía que puso sobre aviso de la comisión de Garbi al general Enrique Tovar Díaz, quien le hizo seguir el rastro. Lo encontraron cerca de Elorza
en febrero, fue detenido, trasladado a San Fernando y desde allí al castillo de Puerto Cabello
con grillos. Constituyó una conmoción en la familia, porque los Garbi mantenían excelentes relaciones con el general
Gómez. Desde Barquisimeto, donde desempeñaba la jefatura civil, el general
José Garbi disculpaba a su joven sobrino por la falta cometida,
la cual atribuía a su juventud e inexperiencia y le exigía su libertad al general Gómez, con la condición
de que se lo llevaría a su lado para corregirlo. Pepito Garbi estaría
un tiempo detenido para
escarmiento suyo y luego liberado,
dirigiéndose al estado Lara con carácter
de confinado.
Continuó el doctor París el trabajo
conspirativo y el nuevo emisario fue el coronel
Eduardo D'Suze, natural de Altagracia de Orituco y quien desde 1914 o 1915 andaba en son de guerra acompañando a su paisano el general Arévalo
Cedeño. D'Suze
sostuvo conversaciones con don
Manuel Mendible (Manuelote) dueño de la vaquera de Las Marías, cerca de San Fernando y hermano del exiliado doctor Luciano Mendible,
quien se hallaba fuera del país desde diciembre de 1908. Allí permaneció un día escondido
y posteriormente
se presentó Arriaga,
quien ratificó verbalmente al emisario la captación de los oficiales del Guaicaipuro, ganados
para la revolución y le entregó
una carta para el doctor París. D'Suze regresó
eufórico a transmitir a París la buena nueva de que San Fernando estaba prácticamente en manos de la "revolución''. Así lo creyeron a pie juntillas
y ultimaron detalles para pasar a este lado con un grupo de hombres a los que se agregarían otros en el camino largo que hay hasta San Fernando.
Posteriormente, Arriaga y Mendible tuvieron una grave discusión
que obligó a este último a declinar cualquier intervención en la invasión.
El seguimiento al general Arriaga
se mantuvo firme. Ya finalizando abril o a comienzos de mayo, en conocimiento de lo que se planificaba, el doctor Febres Cordero ordenó al comandante de la policía coronel Alfredo Angulo
que con un número de agentes practicara la detención del general
Arriaga. Ocurrió entonces un hecho insólito. Lo encontraron esa noche en un conocido
bar de San Fernando y se acercaron por detrás, sin percatarse que Arriaga los observaba por un espejo
grande en la pared del establecimiento. Se volteó rápidamente con la mano entre
la
blusa, en el bolsillo donde guardaba su revólver, dio las buenas
noches y salió sin inconvenientes del bar. Si hubieran
intentado detenerlo, Arriaga
se cae a tiros con los gendarmes
y lo habrían matado, pero antes
caerían varios de sus captores. Cuando le llevaron
la novedad al presidente del estado, el comandante expresó a su jefe que al general
Arriaga sólo se podía capturar
con un batallón. Arriaga, cuando la entrada de sus aliados era inminente, a escondidas, burlando
a sus espías, salió de San Fernando hacia el sur, donde aguardaría a París y su hueste, cuyo mando asumiría
de acuerdo a lo convenido.
Palacio Fonsequero de San Fernando de Apure, donde fue abaleado el general Waldino Arriaga Perdomo en mayo de 1922 |
El ataque a San Fernando
El ataque a San Fernando
En San Fernando
esperaban el ataque. El 18 de mayo, el doctor Febres Cordero emitió un decreto
declarándose en campaña
y designó secretario
general al Dr. Miguel Lorenzo
Ron Pedrique, Jefe de Estado Mayor al Dr. Gerardo Galletti y primero y segundo jefes de las fuerzas
acantonadas en la plaza a los generales Rafael Tovar.
Se supo casualmente la llegada del ejército invasor
a la zona de Arauca, porque uno de los soldados insurgentes se pasó de tragos en San Juan de Payara
y echando tiros al aire manifestó a viva voz que la revolución había
llegado. No es como afirma
don Julio Sánchez Olivo, que el gobierno "...supo que el ataque revolucionario era inminente unas dos horas antes de ocurrir...". (Sánchez
Olivo:24) Alertado
el jefe civil,
voló a revienta cinchas a San
Fernando a dar la novedad
y desde la medianoche del veinte de mayo de 1922 comenzaron los aprestos
de guerra. Lo sabían con más de doce horas de antelación. Al comienzo
se dispuso que la defensa
se limitaría al Palacio Fonsequero, el Palacio Barbarito y algunas casas en las esquinas inmediatas al cuartel, llamado
Palacio Fonsequero, un viejo edificio construido durante la administración del general Raimundo Fonseca, siendo Presidente de la República
el general Guzmán Blanco; pero se desistió de la casa de los Barbarito para evitar implicaciones diplomáticas. Los Barbarito
desempeñaban funciones consulares de Italia en San Fernando. Entonces, el cuartel sería el baluarte
desde donde defenderían la plaza. Una información suministrada por un testigo de
los sucesos, el comerciante Mashud Mezerhane, a don Rafael
Arriaga Ascanio (hijo de don Sebastián
Arriaga Perdomo)
revelaba que el gobierno cubrió buena parte de las paredes del Fonsequero
con cuero de ganado para que las balas rebotaran. No era la primera vez en su historia que la capital apureña era sometida
a esas pruebas. Ocurrió en la Independencia y en la Federación. Fue pasto de las llamas en ambas oportunidades y sus humildes casas de palma,
barro y paja reducidas a cenizas.
Un total de ciento cincuenta hombres
cruzaron la frontera
y en el tránsito se fueron incorporando otros hasta alcanzar
cuatrocientos contra San Fernando
de Apure. El grueso
se aproximaba por la vía del Paso Arauca-San Juan de Payara-San
Rafael de Atamaica para caer por el sur de la ciudad
y otros por el oeste y norte.
La defensa la sostendrían ciento cincuenta hombres entre el personal
de tropa, oficinistas, funcionarios gubernamentales y colaboradores del régimen.
Muchos de estos
detalles nos fueron
relatados hacia 1966 por un joven soldado apureño que estuvo en el cuartel
echando plomo, don Domingo Arévalo,
quien ya adulto
se radicó hasta
su fallecimiento en Villa de Cura, donde formó numerosa
familia.
Una tradición
señala que la madrugada previa al combate Arriaga se vio solo y exclamó ensoberbecido y desafiante: "Quien no
tenga miedo de morir y confíe en Waldino Arriaga
que dé un paso al frente" y hubo muchos que lo dieron.
El telegrafista oficial López León, sabedor de la
importancia del único medio de comunicación con el que contaban
para transmitir las novedades a Maracay, instaló un teléfono
con derivación telegráfica en el propio cuartel y una máquina
en Puerto Miranda,
al otro lado del río, que
atendía su hijo, ya conocedor del sistema morse. Las pruebas del teléfono-telégrafo resultaron positivas en comunicación con Camaguán. En nuestras convulsiones intestinas, la primera
oficina en ser ocupada por los atacantes de una comunidad eran los telégrafos, para interrumpir las comunicaciones, como era lo elemental.
Los operadores debían estar pendientes para desmontar los aparatos y ponerlos a buen recaudo,
si les daba tiempo.
En San Juan de los Morros, el jefe de la estación,
el telegrafista carabobeño Teobaldo Mieres, natural de Güigüe, muy vinculado a San Juan, donde murió a avanzada edad, se vio obligado a detener el trabajo particular, en virtud de la emergencia, para dedicarse a atender la línea con
San Fernando y Camaguán.
A las 12:30 viene el primer telegrama desde la capital
apureña vía San Juan: "Mieres. En este momento
las 12 y 30 p.m. acaban de romperse los fuegos. Le avisaré
resultado. Avíselo inmediatamente. Afmo. López León". El telegrama pasó,
a Caracas, a la Dirección
General de Telégrafos a cargo del general Tobías Uribe y de
allí a Maracay al general Gómez.
La disposición de las operaciones estuvo a cargo de Waldino
Arriaga, según información de su hermano Sebastián, en declaraciones para el diario El País suministradas en 1945 a Julio César Sánchez Olivo, corresponsal en Apure del citado periódico
caraqueño. La primera
columna que llegó fue la del propio Sebastián, jefe del espionaje y aguardaron en Casa de Zinc a la llegada
del grueso de las fuerzas.
El ejército gubernamental y sus asociados, como se sabe, estaba restringido al cuartel y las casas adyacentes, entre ellas la de los Bezara, con guerrillas al mando de dos oficiales. Las operaciones revolucionarias serían
así:
el general Waldino Arriaga, entraría por
entre los palos de agua del potrero
de Las Marías, de don Manuel Mendible, para llegar al centro por el "plan del Cañita" y atacar de frente al cuartel por la plaza Libertad, lo que ya constituía una temeridad. El Negro Palacios,
Carlos Vásquez y Sebastián Arriaga
Perdomo por la segunda calle, la Bolívar;
el coronel Fermín Toro y el general Pedro José Fuentes (Quijá e' plata, a quien apenas
11 meses antes, el soldado
gobiernista Pedro Becerra le había destrozado en Guasdualito la mandibula de un tiro y se la colocaron de platino en Bogotá), por la tercera calle;
el coronel Rosario
Pabón por el sur de la ciudad, por la "orilla del monte"; el
coronel Jesús Teodoro Rodríguez, El Pelón y el capitán Eduardo · D'Suze por la cuarta calle. (Sánchez
Olivo, 1981:15) Los dos últimos eran hombres de confianza de Arévalo Cedeño,
participantes en numerosos combates
desde 1916. Toro, Fuentes
y Pabón también estaban fogueados
en la lucha en el llano de Apure y Barinas. Avanzaron sin inconvenientes hasta
el centro de la ciudad
según el plan convenido y penetrando por los
solares de las casas, desportillando varias para disparar
contra el cuartel.
En su parte oficial, el Jefe de Estado Mayor
oficialista Dr. Gerardo
Galletti dice que los atacantes "...rompieron los fuegos por los cuatro
costados cardinales del Cuartel, avanzando sobre nosotros
y ocupando posiciones para
desde
allí cargarnos
a pie firme, pretendiendo hacernos
desocupar las nuestras". En efecto, el grupo atacante comenzó
un derroche de proyectiles sin orden ni concierto.
Información verídica señala que a muchos reclutas
y algunos oficiales les fue servido aguardiente con pólvora para imprimir mayor ánimo durante
el combate. Pero pasaron de alebrestados a ebrios y eso
perjudica.
El general Arriaga cargó impetuoso sobre su mula negra. Impávido ante la muerte, seguido de un grupo numeroso. El general Pedro
José Fuentes, al ver tanta imprudencia le exigió que no se expusiera
tanto y hasta amenazó
con arrestarlo si no cejaba en su ímpetu. Pero no hizo caso y dijo: "¡Pero si esto es ya de nosotros!"
tan confiado estaba. Se hallaba
a cuadra y media del Fonsequero, cerca del Palacio Barbarito. Desde el cuartel
lo tenía medido
un teniente natural de Valle de la Pascua,
nombrado Julio Monasterios, según Andrés Eloy Blanco. Disparó
dos veces. Uno de los proyectiles alcanzó
el brazo derecho
y el otro, mortal penetró por el abdomen
provocando evisceración. Aun así, lívido, impartió otras órdenes hasta flaquear.
Se agitaba dando las órdenes mientras
con una mano sostenía las vísceras que se le salían del abdomen. Varios de sus hombres lo bajaron de la mula que también
presentaba una herida rasante y lo trasladaron por la calle. En el tránsito, alguien
se apiadó de él y desde una ventana exclamó solícito: "Venga para curarlo, general" a lo que respondió: "Los muertos no se curan", agradeció
el gesto y ordenó que lo llevaran a la casa de
su compadre y amigo don Francisco, Pancho, Echenique. Al llegar le dijo: "Compadre, vengo a morir
en la casa de un viejo amigo". Acto seguido solicitó
papel y lápiz para dictar una carta a su madre y entregó a un ayudante
suyo, un joven de apellido Aguirre, la espada para que la entregara a su hermano Sebastián. El arma llegó a manos del general Parra Pacheco, a quien dieron
la novedad en la Casa de Zinc, donde se hallaba
la oficialidad con el doctor París y otros. En algún momento, Sebastián
Arriaga Perdomo llegó a la presencia de Parra Pacheco
quien le entregó el arma y dijo en voz alta:
"¡Mataron a Waldino!";
Parra Pacheco le respondió que no había muerto pero estaba mal herido; que se devolviera y mantuviera las posiciones conquistadas. El viejo Parra
no daba importancia al hecho, acostumbrado como estaba de ver la muerte cerquita; lo imprescindible y prioritario era obtener el triunfo a todo trance.
Una señal establecida
entre los hermanos
Arriaga advertía que si a Sebastián le llevaban la espada de Waldino,
era señal de que
había muerto en el combate.
De ahí la expresión de don Sebastián "¡Mataron
a Waldino!", cuando recibió
el arma.
La pelea siguió brava y en algún momento se notó que flaqueaba
por la escasez de cartuchos. Habían botado los proyectiles inútilmente, sin objetivo fijo, mientras desde el cuartel hacían desguace contra los atacantes que estaban prácticamente a descubierta.
El general
Arriaga no concluyó
la carta que escribía, mientras la niña de 13 años María López (luego
señora de Salazar,
nativa de Villa de Cura, quien lo relató al autor de estas notas en 1970) le limpiaba
las heridas y trataba de suavizar el ambiente en que se producía aquella escena
trágica en la casa de don Pancho
Echenique; este pensó seriamente en la tribillación que causaría la presencia de Arriaga en su casa, porque el gobierno
supondría que él estaría inmerso en el conflicto (curiosamente, don Pancho Echenique
Pérez, de 62 años, hijo del destacado
apureño don Pablo María Echenique
y doña Isabel Pérez de Echenique, murió en octubre del mismo año, cinco meses después
de su compadre). Arriaga murió
serenamente a las 4:30 de la tarde.1
La partida
de defunción dice: "Acta número 97. General José A. Espinoza, jefe Civil del Distrito San Fernando, hago constar que hoy veintiuno de mayo de mil novecientos veintidós, se ha presentado a este
despacho
el
ciudadano
Diego
E. Chacón,
mayor
de edad y vecino de esta ciudad y expuso:
que ayer a la cuatro y media p.m. falleció en esta
ciudad WALDINO ARRIAGA PERDOMO,
de cuarenta años de edad; soltero, natural de Boconó (estado Trujillo)
y
residente en este Municipio
hace
diecisiete
años;
la causa de su fallecimiento fue heridas por arma de fuego, Nº 57. Fueron testigos presenciales de este acto los ciudadanos Nelson Olavarrieta
y Pablo B. Chompré, mayores de edad y vecinos de esta ciudad". (RPEA, Defunciones, Municipio
San Fer nando, 1922:
49).
Como se observa,
son dos errores, ni nació en Boconó, ni era soltero. El testigo Olavarrieta formaba parte del grupo oficialista que trajo del estado Lara el general Pérez Soto, en ese momento
presidente del estado Bolívar, mientras que el señor Chompré si era nativo de
San Femando al igual que el doctor Diego Eugenio Chacón,
presentante.8 número
57quefigura en el texto es el que tienen asignadas las heridas por armas
de fuego en la nomenclatura médica onosológica internacional.
El general Gómez, que seguía las incidencias
del combate
por telégrafo,
ordenó a los generales Tovar García y José Antonio Espinoza y al doctor
Gerardo Galletti, que salieran del cuartel y dieran una carga a pecho limpio
para desalojar a los atacantes de sus
posiciones. A las cinco
de la tarde ya habían
sacado a tiros
todos
los que ocupaban unas diez o doce casas inmediatas al cuartel, mucho después de que se produjera la muerte del general Arriaga, sin que lo supiera el grueso de sus hombres. Don Sebastián Arriaga explica que al regresar
al seno de sus hombres con los proyectiles "...el desorden
en nuestras filas era completo y el gobierno contraatacaba fuertemente aprovechando el desconcierto. Comprendí que estábamos perdidos". (Sánchez
Olivo: 16) En efecto, después del violento ataque
gubernamental comandado por el
general Tovar García
a quien no se le enfriaba el guarapo para
el plomo -Pérez Soto se lo recomendó en 1921 al general
Gómez para sustituirlo en la presidencia de Apure-, las fuerzas atacantes
comenzaron la desbandada, huyendo en carrera hacia
Biruaca, por el camino real y por el monte, dejando atrás un estero de cadáveres y heridos y botando
las armas. En el ataque
fue muerto de un tiro
por Carlos Vásquez el coronel
Angulo, comandante de la policía. Hubo un
momento en que se perdió
la comunicación del telégrafo-teléfo no desde
el cuartel a Camaguán y el telegrafista de esta población, el bachiller Rafael Pérez Maica
-el Mujiquita de Doña
Bárbara en la vida real,
quien había estudiado
con Gallegos la secundaria en Caracas- telegrafía a su homólogo
Nicolás Quinto en La Victoria, a la 1:15 p.m: "Hace un cuarto de hora que llamo a Puerto Miranda
y al cuartel de San Fernando y no me responde nadie.
Infiero picaron la línea.
Ya el jefe civil y yo mandamos dos hombres a caballo sobre San Fernando; le seguiré informando", luego
otro a las 4:15 en iguales
términos, pero más tarde, a las 5:30 p.m, respiraron
aliviados al contestar la capital apureña: "Todo ha salido muy bien. Victoria
completa a las 4:30 p.m. Población en calma después [de] natural
alarma. Reciba
mi respetuoso y cordial abrazo. Su amigo y
subalterno, López León". El telegrama iba dirigido
al general Tobías Uribe y este lo reenvía
al general Gómez. A las 4:45, el telegrafista Teobaldo Mieres dice desde San
Juan de los Morros al general Uribe que en ese momento pasaban
por San Juan de los Morros los refuerzos
destinados a San Fernando, al mando del coronel Francisco A. Lago y que se desplazaban en varios automóviles. Se estimaba llegarían
después de medianoche.
Los revolucionarios tomaron
dos vías, unos hacia el Alto Apure y
otros hacia Barinas
y Portuguesa. En junio fueron
detenidos el doctor París y Parra Pacheco,
quien bajo presión del presidente de Zamora don Isilio Pebres Cordero -se decía primo con Hernán, pero aquél era barinés- "cantó" quiénes
estaban detrás del golpe y entre los delatados figuraba
Pedro Pérez Delgado,
Maisanta, que había pactado con el gobierno
desde junio de 1921 y al momento de los sucesos se hallaba
al frente de un grupo armado recogiendo ganado en Platanales, el hato de Waldino
Arriaga, de orden del presidente del estado. Antes de esta delación, ya don Hernán había detenido el 23
de mayo a Maisanta, al regresar de su correría,
acusándolo de connivencia con los atacantes. Fue a parar al castillo
de Puerto Cabello con grillos setentones y mal recomendado. Allí moriría el 8 de noviembre
de 1924.
El farmacéutico y escritor Antonio J. Paiva, en un ameno libro de remembranzas sobre Apure -trabajó
en una farmacia de San Fernando- dice que la toma de esa capital el 20 de mayo de 1920: "...está considerada la escena más sangrienta
que hayan presenciado los sanfernandinos. Nada la iguala [...] las calles
de San Fernando
quedaron cubiertas
de muertos y heridos de ambos bandos,
quemándose los muertos
y matándose los heridos por no haber dónde
curarlos". (Paiva,
1957:23) Entre
los
muertos del gobierno figuró el coronel
Alfredo Angulo, comandante de la policía
de San Fernando, quien fue atacado personalmente por Carlos Vásquez,
de la columna de don Sebastián Arriaga Perdomo. En el libro de entierros
de la catedral de San Fernando sólo aparecen dos muertos del combate del 20 de mayo: José
Grisolía Angulo, merideño,
a juzgar por su apellido,
de 30 años y Carmelo Rivas Sojo, de 70 años; se sabe que son de los muertos
de la acción porque así lo dicen ambas partidas. (APSF, 1922: 22-23) En el libro de defunciones de San Fernando del mismo año, que se conserva en el Registro Principal de esa capital sólo aparece registrada la partida de Waldino
Arriaga, pero pocos días después aparecen varias personas, muertas por heridas
de arma de fuego; no dice que fueran en el combate
del veinte, pero lo presumimos. Habían resultado heridos
y murieron días después. Sebastián
Arriaga y Carlos Vásquez se escondieron en la casa de una dama adversaria del gobierno, doña Castorila de la Cruz, quien los mantuvo ocultos
durante ocho días dándoles de comer a pesar de su pobreza
de recursos, pero no quiso aceptar ni un céntimo
de sus huéspedes forzados que lograron
escapar de la ciudad. Sebastián
pasó a Colombia y tuvo problemas con los "guates", que no tenían buenas
miras y prefirió entregarse al gobierno. Estuvo varios años preso. El 8 de junio de 1922, el coronel Rodolfo C. Piña, guariqueño, antes revolucionario y ahora funcionario militar
del gobierno y próximo alcaide de la "penitenciaría" de Palenque, dice al general
Gómez que Arquímedes
y Vicente Arriaga Perdomo se le presentaron al general Henrique
Tovar Díaz en Achaguas
"confiando por una parte en que nosotros los ayudaríamos ante Ud. y el Dr. Febres Cordero y por otra, en que ellos no habían
tomado ninguna participación directa en el movimiento del 20 del pasado" y agrega que Arquímedes era íntimo amigo suyo; continúa
Piña "...en el trayecto de Achaguas
a Guasimal
nos encontramos con que la casa de comercio de ellos había
sido saqueada totalmente por fuerzas del gobierno,
en vista de esto, ellos se mostraron huraños y desconfiados, de modo que tuve que tenerlos más vigilados. Al llegar a San Fernando les pusieron grillos, cosa que ellos no esperaban. Conseguí
hablar con ellos a solas
y después de muchos consejos que les dí, me dijeron que como
no esperaban una traición de mi parte,
tenían como último recurso para obtener su libertad, los pidiera yo a usted para llevárselos a
ésa, y contando con que no lo sabría sino usted y yo, confiarle
el plan que se trama en Caracas,
el cual lo sabían ellos por su hermano
Waldino; ahora, que ellos al Dr. Febres no le decían nada en absoluto aun cuando los torturaran del peor modo, pues
estaban contra él muy indignados". Explicaba Rodolfo Piña al general
Gómez que conociendo el carácter de los Arriaga "...en San Fernando
nada se logrará, mientras que llevándolos a esa y por mediación
del Gral. José Dolores Moreno,
que mucho los conoce, podría
conseguirse dijeran el
plan
que dicen saber".
En otra carta del mismo mes desde Calabozo, el general Tovar Díaz le ratifica al general Gómez su planteamiento y añade: "Estos señores me han manifestado que son completamente
ajenos a los procedimientos y actitud que asumió el general
W. Arriaga Perdomo
y que ellos solicitan garantías,
pero lo más interesante es lo que me dicen,
de que desean hablar con Ud. personalmente para imponerle a Ud. de cosas muy interesantes". De nada valió.
El doctor Gerardo
Galletti, en el parte enviado
al general Gómez por telegrama, le dice: "...estamos
recorriendo el campo de batalla
y hasta el presente entre muertos y heridos hemos contado cincuenta
muertos y cien heridos. Entre ellos, de los facciosos sabemos hasta el presente la muerte de los generales Waldino Arriaga Perdomo
y Pedro José Fuentes, sub-jefe del Estado Mayor, coronel Melián
Rojas y comandante Celso Miraba! y de nosotros sólo tenemos
que lamentar la muerte del coronel
Alfredo Angulo, Jefe de la Policía y de los tenientes Julio César Henríquez
Martínez, quienes cayeron
gloriosamente después
de haber desalojado al enemigo
de sus posiciones. Estamos
recolectando las armas, bestias,
monturas, presos y solicitando muchos rezagados que se encuentran en las casas de familias".
Pero el general Pedro José Fuentes, Quijá e' plata, no murió en la acción;
sobreviviría muchos años y después de la muerte del general Gómez, decepcionado, se quitó la vida lanzándose al vacío desde el puente del Guanábano
en Caracas. Al parecer era nativo del valle de Aragua. Además de los jefes ya conocidos, Galletti nombra en el parte a quienes
se portaron a la altura de sus deberes: coroneles
Alfredo Angulo, Ovidio Federico, Cristóbal Pérez,
Jesús Vivas, F. Corado,
F. Flores Verde, S. Matheus, Ramón Soriano,
Luis Blanco Pérez,
Bonifacio Blanco, Francisco Pebres Cordero,
José María Ardila Bustamante (tesorero del Estado), Juan Vicente Michelangelli y Luis García;
capitanes Nelson Olavarrieta, P. J. Carrillo
Sánchez, Ramón Moreán Ruíz, Pedro Contreras, Julio F. Ubeto, Cristóbal Azuaje, José Salomón Rivero, Reinaldo Rickel, Ricardo Latouche, José Antonio
Picón, Roberto Gazotti Pebres,
doctores Guillermo Tell Peña y Rafael Ramón Uzcátegui y los tenientes Pedro
Guaita Vegas, Julio César
Henríquez, Braulio Briceño,
Julio Monasterios, Daniel
P. Montenegro y Francisco A. Farrera. Añade Gerardo Galletti:
"...y si hubiese olvidado
involuntariamente algunos nombres
de los bravos oficiales que se distinguieron, le ratifico que fueron todos sin excepción". Finaliza el parte: "...su nombre
[el del general
Gómez] y el del Dr. Pebres Cordero
fueron vitoreados constantemente durante el furor del combate sin que decayera por un solo instante el entusiasmo". Esta última parte
figura en el telegrama enviado pero no en la Memoria y Cuenta del Secretario General
de Gobierno presentada ante la Asamblea
Legislativa en 1923.
El 7 de junio zarpó del puerto
de San Fernando el vapor Amparo con destino a Ciudad Bolívar y luego Puerto Cabello. Iban a bordo el doctor
Juan Penzini Hernández, reputado abogado que no tenía nada que ver con los sucesos
y luego regresó para ser designado
secretario general de gobierno de Apure; don Manuel Mendible, Vicente y Arquímedes Arriaga
Perdomo, el general
Pedro Pérez Delgado,
Maisanta; Onofre Martínez,
chofer de Waldino Arriaga
y de quien dice
Rodolfo C. Piña al general Gómez "Con los Arriaga Perdomo está preso un mozo Martínez,
chauffer del Gral. Arriaga Perdomo, quien en Caracas podrían muy bien
señalar dos personas importantes con quien trataba
Waldino"; Sixto Zambrano, Gumersindo Martínez, Ramón
Márquez, el hijo mayor de
Maisanta; Eloy Camejo,
José Hurtado, Pedro V. Cuenca, Pablo Villasana y José Guilarte. Iban directo al castillo de Puerto Cabello y
los acompañaban 15 custodios armados.
El 6 de junio, el doctor Pebres Cordero envía un telegrama
en clave al general Gómez donde informa: "Consúltole lo siguiente: este
gobierno trajo cien
reses propiedad los Arriaga
Perdomo. Compañía
Inglesa
embargóle
después propiedad a estos señores, por hipotecas
que tiene sobre ella y sus ganados. Dígame
si dicho ganado puede disponerse para tropa sin dar constancia de ello". Se trataba de las reses que el general Pedro Pérez Delgado había sacado de Platanales, el hato del general Arriaga
y como una medida de retaliación del gobierno de Apure. Maisanta aclaró a Pebres Cordero
que ese ganado
estaba hipotecado a la Copañía,
pero se ratificó la orden:
tráigaselo por orden mía. El gobierno es para ejercerlo. La hipoteca de Platanales fue ejecutada por la Compañía Inglesa y demás
acreedores y sólo fue rescatada
por los hermanos posteriormente y revendida a dicha compañía
hacia 1943 por los hermanos
Arriaga.
El 14 de junio, el general Gómez
le informa a su primo
Eustoquio, presidente del Táchira, sobre la situación: "Los que estaban en Arauca sin ser molestados por las autoridades colombianas, al fin invadieron con Carmelo París.
París y Parra Pacheco como
jefes fueron completamente derrotados en San Fernando y Nutrias, dejando
en poder de las fuerzas
del gobierno, muertos, heridos, armamento y prisioneros, entre estos últimos
el Gral. Parra Pacheco, el resto de los fugitivos
con Carmelo París, que no pudieron
repasar la frontera
porque se les tenían cogidos los pasos por fuerzas del gobierno, se internaron hacia el Guárico y antier fueron alcanzados y destruidos por el general Sarmiento en el sitio denominado Galápago
[...] Me congratulo con usted por la destrucción de esos malhechores, que han sido los únicos
que se han atrevido actualmente a atentar
contra la paz de la República". (BAHM, :239). En efecto, perseguidos por las tropas
del estado Apure y las de Zamora
y Guárico combinadas, fueron cercadas las reliquias de los revolucionarios que huían, Parra Pacheco fue derrotado en Puerto Nutrias
y detenido y París siguió
huyendo hacia el Guárico una vez que se les impidió tomar la vía de la frontera
con Colombia.
En la casa de los Arriaga
se vivía un auténtico drama. Doña Florinda sumida en un mar de lágrimas al igual que su hija Naciancena. La familia
estaba desmantelada: Waldino muerto,
Vicente y Arquímedes
presos y Sebastián andaba huyendo.
Todos los hombres de la casa. En los primeros
días de junio se trasladó a Caracas y el 7 le dirige una extensa
y dolorosa carta, escrita
por ella misma, en papel orlado de negro y en cincuentidós líneas, donde excusa a su hijo y exige la libertad
de los detenidos. En la primera
parte le expresa al general
Gómez:
"Tengo
el honor de dirigirme a Ud. con el fin de suplicarle
encarecidamente se sirva ordenar
la libertad de mis hijos Arquímedes y Vicente
Arriaga Perdomo, quienes
se encuentran detenidos
en San Fernando de Apure, a causa del desgraciado acontecimiento en donde perdió
la vida mi hijo Waldino en aquella
ciudad.
Debo manifestar
a usted con toda sinceridad que no acierto a comprender qué fue lo que le pasó a mi hijo muerto, pues él siempre fue amigo de su gobierno y de Ud. personalmente, y
sólo achaco lo ocurrido a los trastornos mentales que él venía sufriendo
últimamente, a causa de
su prolongada dolencia física y a muchas penas morales,
producidas sobre todo por la deplorable
situación económica porque pasaba. También debo decirle
que mis hijos que se encuentran detenidos son completamente extraños al acontecimiento desgraciado en
que mi hijo perdió la vida, y de que este sufría trastornos mentales se lo puedo probar con la certificación de varios médicos que le asistieron
en su enfermedad y la circunstancia de haber ocurrido
el lamentable suceso pocos días después de la fecha del telegrama
de felicitación a Ud. dirigido por
el comercio de San Fernando,
que él firmó, como lo he visto en la prensa de esta ciudad. De modo que por
estas circunstancias le ruego no achacar lo ocurrido a mi hijo a deslealtad, sino a trastornos cerebrales aprovechados por personas maléficas
para influenciarlo hacia la desgracia. En nombre, pues, de su hombría de bien y de sus buenos sentimientos como hijo y como padre,
le ruego la libertad
de mis hijos que son el único
amparo que me queda después
de la muerte de aquel buen hijo que
fue todo para mí en esta vida, y cuya pérdida no me cansaré de llorar, mucho más encontrándome enferma y sin recursos.
Casa de don Pancho Echenique en la calle Bolívar oeste,
número 111, de San Fernando,
aún existente y donde murió el
general Waldino
Arriaga (Foto
de O. Botello en febrero de 2005)
|
Espero que usted accederá
a esta súplica que le hace una madre atribulada, y le anticipo
mi agradecimiento, reiterán dole
la seguridad de mi estima,
ya que estoy segura hbrá Ud.
también deplorado el fatal acontecimiento en que: dejó de existir mi hijo".
El 23 de junio le va otra
carta. Invoca la memoria de a "santa y noble" madre del general Gómez,
para pedir clemencia y vuelve sobre la enfermedad de Waldino quien estaba "...padeciendo
de un desequilibrio mental a consecuencia de una enfermedad crónica del estómago
que sufría desde hace muchos años, y también por la desgracia que le ocurrió en
su hogar con la esposa y la pérdida de su hijo,
el cual le fue quitado de su lado", además, élla está consciente de
que "...usted fue quien lo levantó y lo protegió paternalmente" y le añadía
que sus otros dos hijos no tenían significación ni personalidad para estar en prisión
por lo cual impetraba su liberación. Generalmente estas cartas no eran respondidas por la secretaría del general Gómez.
Un silencio frío siguió a la carta de la madre angustiada. El dos de mayo
de 1924, casi a los dos años de los sucesos
de Apure, dirige otra
carta desde San Fernando al general Gómez y
la lleva a su presencia su hija Naciancena Arriaga Perdomo. Ignoramos si logró hablar con el caudillo, pero la carta llegó a su despacho. Allí dice doña
Florinda: "General, mi hija Naciancena que es la portadora de la presente le hará
llegar a sus manos esta carta que es una súplica de madre que llena de fe y confiando
en sus nobles sentimientos le exige la libertad de sus dos hijos Vicente y Sebastián
Arriaga que se encuentran hace ya dos años en la Penitenciaría de Puerto Cabello
y quienes no tuvieron participación alguna en asuntos políticos de aquella
localidad y que hoy mi ancianidad y mi triste situación monetaria reclaman los cuidados
y protección de aquellos mis queridos hijos a fin de que alivien mis penas en los
últimos días de mi existencia y para que junto conmigo bendigamos su esclarecido
nombre y admiremos la nobleza de su corazón como protector de todos los hogares
venezolanos. Confío, pues, mi noble General en que esta mi súplica que encarecidamente
le hago sea oída por usted en beneficio de una madre que se encuentra en la desventura,
más grande". Los Arriaga seguirían presos. Doña Florinda moriría en la
capital apureña en 1932, diez años después de su hijo.
Así concluyó
la asonada contra
San Fernando de Apure
el 20 de mayo de 1922. Refiere
el poeta don Julio César
Sánchez Olivo, inolvidable Cronista del estado,
que su hermano Teodorito, cada 20 de mayo, mientras estuvo
vivo, lanzó cohetes a mediodía, hora en
que la revolución entró a San Fernando y
comenzó el ataque
al Palacio Fonsequero. La escena épica fue reflejada
en un corrío llanero de
autoría anónima y que comienza:
"Dijo Waldino Arriaga/ en el combate
de Apure..." y uno
de sus primeros versos a don Félix Manuel Belisario,
fallecido cronista de
Parapara, estado Guárico, pero desconocía el corrío completo.
El general
Gómez murió en su cama, de muerte natural,
el 17 de diciembre
de 1935.
En Apure se venera
la memoria del general Waldino Arriaga Perdomo
y se le tiene como un héroe regional cuya fama se extiende
en el tiempo, una calle con su nombre aprobada por la Municipalidad
en 1958-1959 se quedó esperando.
Textos del libro de OLDMAN BOTELLO EL GENERAL WALDINO ARRIAGA PERDOMO Y SU FAMILIA La Toma de San Fernando de Apure en l922-MARACAY, JUNIO DE 2005
0 comentarios:
Publicar un comentario