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viernes, 19 de junio de 2020

WALDINO ARRIAGA: EL ASALTO A SAN FERNANDO MUERTE DEL GENERAL WALDINO ARRIAGA








EL ASALTO A SAN FERNANDO DE APURE 
MUERTE DEL GRAL. WALDINO ARRIAGA PERDOMO


La frontera venezolana con Colombia era un hervidero de opositores al régimen gomecista. En Arauca, Tame, Orocué, Casanare y vecindarios cercanos permanecían venezolanos exiliados por asuntos políticos y otros, simples ciudadanos que se fueron al otro lado de la frontera, huyendo de ·las permanentes confrontaciones y los problemas  de seguridad en el Alto Apure. Los hatos  de Elorza, Guasdualito, Manteca!, Guachara, Elorza y otras comunidades no lejanas de la frontera eran frecuentemente asaltadas por guerrilleros reales o supuestos -algunos eran simplemente bandidos- que mataban el ganado, saqueaban las fundaciones de hatos, asesinaban a los propietarios y vejaban a las familias.

Desde 1911 comenzaron las protestas en el llano apureño y con el correr de los años recrudecieron y tuvieron aplastante corolario en junio de 1921 con el sitio e intento de toma de Guasdualito por las fuerzas al mando de los generales Roberto Vargas y Emilio Arévalo Cedeño. Fue una acción indecisa, porque a pesar del ata que al pueblo y que el gobierno fue reducido al cuartel, hubo un alto al fuego después de 36 horas de combate, luego del cual no volvieron a enfrentarse porque se enteraron de la cercanía de tropas de refuerzo procedentes de Bacinas al mando del general Sálvano de Jesús Uzcátegui y desde Apure, las del general Vincencio Pérez Soto. Hasta 1931 continuó espasmódicamente el general Arévalo Cedeño incursionando en Apure o Amazonas desde Colombia sin mayores resultados que él .impacto de pasearse en armas por el llano y occidente del país.

Desde fines de 1921 se tramaba otra invasión a Apure y donde la presa pretendida era la capital del estado. Protagonista de la asonada sería el doctor Carmelo París Atencio, médico oriundo de La Cañada, estado Zulia, pertinaz, osado, colaborador, pero militar en lo absoluto, por lo que se buscó un grupo de aliados con experiencia de guerra, entre ellos el general Francisco Parra Pacheco, de Mucuchíes, avecindado mucho tiempo en la zona del Orituco donde casó con una nativa, hija del general independentista José María Zamora. Parra Pacheco sería el jefe de estado mayor a pesar de ser un anciano de más de setenta años. Los preparativos marchaban sigilosamente -al parecer- desde Cuiloto, hato del doctor París en territorio colombiano Los contactos en San Fernando llevaron la información a Arauca, donde se tejía la madeja, de que el general Arriaga, malquistado con el gobierno, supuestamente tenía de su lado a la gran mayoría de oficiales del batallón Guaicaipuro, acantonado en esa guarnición, con sede en el Palacio Fonsequero. Al parecer, Arriaga, en un viaje relámpago a Caracas donde estableció contacto con el doctor Carlos León, antes funcionario del gobierno y ahora neoluchador antigomecista. De esa conversación saldría la posibilidad del intento de toma de San Fernando. Arévalo Cedeño, gran amigo de Carlos León, sabía en Casanare lo que se tramó en Caracas y permanecía alerta.

Los rumores de invasión llegaron a San Fernando. Se desconocía que Arriaga estaba en connivencia con los asilados en Colombia, pero no se cuidaba de manifestar en público su reciente animadversión hacia el régimen gomecista. Al parecer la disolución del vínculo político y amistoso se debió a un problema por la venta de un ganado a un hato propiedad del caudillo tachirense y donde salió perjudicado Arriaga, quien estaba afectado económicamente. Las paredes siempre tienen oídos y la información llegó al doctor Hernán Pebres Cordero, presidente del estado Apure, quien desde abril de 1922 asignó una vigilancia permanente, día y noche al general Arriaga. Al comienzo no lo supo. Uno de los primeros emisarios de París ante Arriaga fue el joven capitán de 22 años José Garbi Sánchez, de conocidas familias apureñas, dueños del hato Chaparralito, en inmediaciones de El Yagual. Dentro del grupo de amigos de París en Cuiloto había también un espía que puso sobre aviso de la comisión de Garbi al general Enrique Tovar Díaz, quien le hizo seguir el rastro. Lo encontraron cerca de Elorza en febrero, fue detenido, trasladado a San Fernando y desde allí al castillo de Puerto Cabello con grillos. Constituyó una conmoción en la familia, porque los Garbi mantenían excelentes relaciones con el general Gómez. Desde Barquisimeto, donde desempeñaba la jefatura civil, el general José Garbi disculpaba a su joven sobrino por la falta cometida, la cual atribuía a su juventud e inexperiencia y le exigía su libertad al general Gómez, con la condición de que se lo llevaría a su lado para corregirlo. Pepito Garbi estaría un tiempo detenido para escarmiento suyo y luego liberado, dirigiéndose al estado Lara con carácter de confinado.

Continuó el doctor París el trabajo conspirativo y el nuevo emisario fue el coronel Eduardo D'Suze, natural de Altagracia de Orituco y quien desde 1914 o 1915 andaba en son de guerra acompañando a su paisano el general Arévalo Cedeño. D'Suze sostuvo conversaciones con don Manuel Mendible (Manuelote) dueño de la vaquera de Las Marías, cerca de San Fernando y hermano del exiliado doctor Luciano Mendible, quien se hallaba fuera del país desde diciembre de 1908. Allí permaneció un día escondido y posteriormente se presentó Arriaga, quien ratificó verbalmente al emisario la captación de los oficiales del Guaicaipuro, ganados para la revolución y le entregó una carta para el doctor París. D'Suze regre eufórico a transmitir a París la buena nueva de que San Fernando estaba prácticamente en manos de la "revolución''. Así lo creyeron a pie juntillas y ultimaron detalles para pasar a este lado con un grupo de hombres a los que se agregarían otros en el camino largo que hay hasta San Fernando. Posteriormente, Arriaga y Mendible tuvieron una grave discusión que obli a este último a declinar cualquier intervención en la invasión.

El seguimiento al general Arriaga se mantuvo firme. Ya finalizando abril o a comienzos de mayo, en conocimiento de lo que se planificaba, el doctor Febres Cordero ordenó al comandante de la policía coronel Alfredo Angulo que con un número de agentes practicara la detención del general Arriaga. Ocurrió entonces un hecho insólito. Lo encontraron esa noche en un conocido bar de San Fernando y se acercaron por detrás, sin percatarse que Arriaga los observaba por un espejo grande en la pared del establecimiento. Se volteó rápidamente con la mano entre la blusa, en el bolsillo donde guardaba su revólver, dio las buenas noches y salió sin inconvenientes del bar. Si hubieran intentado detenerlo, Arriaga se cae a tiros con los gendarmes y lo habrían matado, pero antes caerían varios de sus captores. Cuando le llevaron la novedad al presidente del estado, el comandante expresó a su jefe que al general Arriaga sólo se podía capturar con un batallón. Arriaga, cuando la entrada de sus aliados era inminente, a escondidas, burlando a sus espías, salió de San Fernando hacia el sur, donde aguardaría a París y su hueste, cuyo mando asumiría de acuerdo a lo convenido.
 
Palacio Fonsequero  de San Fernando  de Apure,
 donde  fue abaleado el general
 Waldino Arriaga  Perdomo en mayo de 1922


El ataque a San Fernando


En San Fernando esperaban el ataque. El 18 de mayo, el doctor Febres Cordero emitió un decreto declarándose en campaña y designó secretario general al Dr. Miguel Lorenzo Ron Pedrique, Jefe de Estado Mayor al Dr. Gerardo Galletti y primero y segundo jefes de las fuerzas acantonadas en la plaza a los generales Rafael Tovar.

Se supo casualmente la llegada del ejército invasor a la zona de Arauca, porque uno de los soldados insurgentes se pasó de tragos en San Juan de Payara y echando tiros al aire manifestó a viva voz que la revolución había llegado. No es como afirma don Julio Sánchez Olivo, que el gobierno "...supo que el ataque revolucionario era inminente unas dos horas antes de ocurrir...". (Sánchez Olivo:24) Alertado el jefe civil, voló a revienta cinchas a San Fernando a dar la novedad y desde la medianoche del veinte de mayo de 1922 comenzaron los aprestos de guerra. Lo sabían con más de doce horas de antelación. Al comienzo se dispuso que la defensa se limitaría al Palacio Fonsequero, el Palacio Barbarito y algunas casas en las esquinas inmediatas al cuartel, llamado Palacio Fonsequero, un viejo edificio construido durante la administración del general Raimundo Fonseca, siendo Presidente de la República el general Guzmán Blanco; pero se desistió de la casa de los Barbarito para evitar implicaciones diplomáticas. Los Barbarito desempeñaban funciones consulares de Italia en San Fernando. Entonces, el cuartel sería el baluarte desde donde defenderían la plaza. Una información suministrada  por un testigo de   los sucesos, el comerciante Mashud Mezerhane, a don Rafael Arriaga Ascanio  (hijo de don Sebastián Arriaga Perdomo) revelaba que el gobierno cubrió buena parte de las paredes del Fonsequero con cuero de ganado para que las balas rebotaran. No era la primera vez en su historia que la capital apureña era sometida a esas pruebas. Ocurrió en la Independencia y en la Federación. Fue pasto de las llamas en ambas oportunidades y sus humildes casas de palma, barro y paja reducidas a cenizas.

Un total de ciento cincuenta hombres cruzaron la frontera y en el tránsito se fueron incorporando otros hasta alcanzar cuatrocientos contra San Fernando de Apure. El grueso se aproximaba por la vía del Paso Arauca-San Juan de Payara-San Rafael de Atamaica para caer por el sur de la ciudad y otros por el oeste y norte. La defensa la sostendrían ciento cincuenta hombres entre el personal de tropa, oficinistas, funcionarios gubernamentales y colaboradores del régimen. Muchos de estos detalles nos fueron relatados hacia 1966 por un joven soldado apureño que estuvo en el cuartel echando plomo, don Domingo Arévalo, quien ya adulto se radicó hasta su fallecimiento en Villa de Cura, donde formó numerosa familia.

Una tradición señala que la madrugada previa al combate Arriaga se vio solo y exclamó ensoberbecido y desafiante: "Quien no tenga miedo de morir y confíe en Waldino Arriaga que un paso al frente" y hubo muchos que lo dieron.

El telegrafista oficial López León, sabedor de la importancia del único medio de comunicación con el que contaban para transmitir las novedades a Maracay, instaló un teléfono con derivación telegráfica en el propio cuartel y una máquina en Puerto Miranda, al otro lado del río, que atendía su hijo, ya conocedor del sistema morse. Las pruebas del teléfono-telégrafo resultaron positivas en comunicación con Camaguán. En nuestras convulsiones intestinas, la primera oficina en ser ocupada por los atacantes de una comunidad eran los telégrafos, para interrumpir las comunicaciones, como era lo elemental. Los operadores debían estar pendientes para desmontar los aparatos y ponerlos a buen recaudo, si les daba tiempo. En San Juan de los Morros, el jefe de la estación, el telegrafista carabobeño Teobaldo Mieres, natural de Güigüe, muy vinculado a San Juan, donde murió a avanzada edad, se vio obligado a detener el trabajo particular, en virtud de la emergencia, para dedicarse a atender la línea con San Fernando y Camaguán. A las 12:30 viene el primer telegrama desde la capital apureña vía San Juan: "Mieres. En este momento las 12 y 30 p.m. acaban de  romperse  los fuegos. Le avisaré resultado. Avíselo inmediatamente. Afmo. López León". El telegrama pasó, a Caracas, a la Dirección General de Telégrafos a cargo del general Tobías Uribe y de allí a Maracay al general Gómez.

La disposición  de las operaciones  estuvo a cargo de Waldino Arriaga, según información de su hermano Sebastián, en declaraciones para el diario El País suministradas en 1945 a Julio César Sánchez  Olivo, corresponsal en Apure  del citado periódico caraqueño. La primera columna que llegó fue la del propio Sebastián, jefe  del espionaje y aguardaron en Casa de Zinc a la llegada del grueso de las fuerzas. El ejército gubernamental y sus asociados, como se sabe, estaba restringido al cuartel y las casas adyacentes, entre ellas la de los Bezara, con guerrillas al mando de dos oficiales. Las  operaciones  revolucionarias  serían  así: el general Waldino Arriaga, entraría por  entre los palos  de agua del potrero  de Las Marías, de don Manuel Mendible, para llegar al centro por el "plan del Cañita" y atacar de frente al cuartel por la plaza Libertad, lo que ya constituía una temeridad. El Negro Palacios, Carlos Vásquez y Sebastián Arriaga Perdomo por la segunda calle, la Bolívar; el coronel Fermín Toro y el general Pedro José Fuentes  (Quijá e' plata, a quien apenas 11 meses antes, el soldado gobiernista Pedro Becerra le había destrozado en Guasdualito la mandibula de un tiro y se la colocaron  de platino en Bogotá), por la tercera  calle; el coronel Rosario Pabón por el sur de la ciudad, por la "orilla del monte"; el coronel Jesús Teodoro Rodríguez, El Pelón y el capitán Eduardo · D'Suze por la cuarta calle. (Sánchez Olivo, 1981:15) Los dos últimos eran hombres de confianza de Arévalo Cedeño, participantes en numerosos combates desde 1916. Toro, Fuentes y Pabón también estaban fogueados en la lucha en el llano de Apure y Barinas. Avanzaron sin inconvenientes hasta el centro de la ciudad según el plan  convenido y  penetrando  por  los  solares  de  las  casas, desportillando varias para disparar contra el cuartel. En su parte oficial, el Jefe de Estado Mayor oficialista Dr. Gerardo Galletti dice que los atacantes "...rompieron los fuegos por los cuatro costados cardinales  del Cuartel,  avanzando  sobre  nosotros  y ocupando  posiciones  para  desde  allí cargarnos  a pie firme, pretendiendo hacernos desocupar las nuestras".  En efecto, el grupo atacante comenzó un derroche de proyectiles sin orden ni concierto. Información verídica señala que a muchos reclutas y algunos oficiales les fue servido aguardiente con pólvora para imprimir mayor ánimo durante el combate. Pero pasaron de alebrestados a ebrios y eso perjudica.

El general Arriaga cargó impetuoso sobre su mula negra. Impávido ante la muerte, seguido de un grupo numeroso. El general Pedro José Fuentes, al ver tanta imprudencia le exigió que no se expusiera tanto y hasta amenazó con arrestarlo si no cejaba en su ímpetu. Pero no hizo caso y dijo: "¡Pero si esto es ya de nosotros!" tan confiado estaba. Se hallaba a cuadra y media del Fonsequero, cerca del Palacio Barbarito. Desde el cuartel lo tenía medido un teniente natural de Valle de la Pascua, nombrado Julio Monasterios, según Andrés Eloy Blanco. Disparó dos veces. Uno de los proyectiles alcanzó el brazo derecho y el otro, mortal penetró por el abdomen provocando evisceración. Aun así, lívido, impartió otras órdenes hasta flaquear. Se agitaba dando las órdenes mientras con una mano sostenía las vísceras que se le salían del abdomen. Varios de sus hombres lo bajaron de la mula que también presentaba una herida rasante y lo trasladaron por la calle. En el tránsito, alguien se apiadó de él y desde una ventana exclamó solícito: "Venga para curarlo, general" a lo que respondió: "Los muertos no se curan", agradeció el gesto y ordenó que lo llevaran a la casa de su compadre y amigo don Francisco, Pancho, Echenique. Al llegar le dijo: "Compadre, vengo a morir en la casa de un viejo amigo". Acto seguido solicitó papel y lápiz para dictar una carta a su madre y entregó a un ayudante suyo, un joven de apellido Aguirre, la espada para que la entregara a su hermano Sebastián. El arma llegó a manos del general Parra Pacheco, a quien dieron la novedad en la Casa de Zinc, donde se hallaba la oficialidad con el doctor París y otros. En algún momento, Sebastián Arriaga Perdomo lle a la presencia de Parra Pacheco quien le entregó el arma y dijo en voz alta: "¡Mataron a Waldino!"; Parra Pacheco le respondió que no había muerto pero estaba mal herido; que se devolviera y mantuviera las posiciones conquistadas. El viejo Parra no daba importancia al hecho, acostumbrado como estaba de ver la muerte cerquita; lo imprescindible y prioritario era obtener el triunfo a todo trance. Una señal establecida entre los hermanos Arriaga advertía que si a Sebastián le llevaban la espada de Waldino, era señal de que había muerto en el combate. De  ahí la  expresión de don Sebastián "¡Mataron a Waldino!", cuando recibió el arma.

La pelea siguió brava y en algún momento se notó que flaqueaba por la escasez de cartuchos. Habían botado los proyectiles inútilmente, sin objetivo fijo, mientras desde el cuartel hacían desguace contra los atacantes que estaban prácticamente  a descubierta.
El general Arriaga no concluyó la carta que escribía, mientras la niña de 13 años María López (luego señora de Salazar, nativa de Villa de Cura, quien lo relató al autor de estas notas en 1970) le limpiaba las heridas y trataba de suavizar el ambiente en que se producía aquella escena trágica en la casa de don Pancho Echenique; este pensó seriamente en la tribillación que causaría la presencia de Arriaga en su casa, porque el gobierno supondría que él estaría inmerso en el conflicto (curiosamente, don Pancho Echenique Pérez, de 62 años, hijo del destacado apureño don Pablo María Echenique y doña Isabel Pérez de Echenique, murió en octubre del mismo año, cinco meses después de su compadre). Arriaga murió serenamente a las 4:30 de la tarde.1



La partida de defunción dice: "Acta número 97. General José A. Espinoza, jefe Civil del Distrito San Fernando, hago constar que hoy veintiuno de mayo de mil novecientos veintidós, se ha presentado a este  despacho  el  ciudadano  Diego  E. Chacón,  mayor  de edad y vecino de esta ciudad y expuso: que ayer  a  la  cuatro y  media  p.m.  falleció  en esta ciudad WALDINO ARRIAGA PERDOMO, de cuarenta años de edad; soltero, natural de Boconó (estado Trujillo) y residente en  este  Municipio  hace  diecisiete  años;  la causa de su fallecimiento fue heridas por arma de fuego, 57. Fueron testigos presenciales de este acto los ciudadanos  Nelson  Olavarrieta  y  Pablo  B.  Chompré, mayores de edad y vecinos de esta ciudad". (RPEA, Defunciones, Municipio San  Fer­ nando, 1922: 49).

Como se observa, son dos errores, ni nació en Boconó, ni era soltero. El testigo Olavarrieta formaba parte del grupo oficialista que trajo del estado Lara el general Pérez Soto, en ese momento presidente del estado Bolívar, mientras que el señor Chompré si era nativo de San Femando al igual que el doctor Diego Eugenio Chacón, presentante.8 número 57quefigura en el texto es el que tienen asignadas las heridas por armas de fuego en la nomenclatura médica onosológica internacional.


El general Gómez, que seguía las incidencias  del combate por telégrafo,
ordenó a los generales Tovar García y José Antonio Espinoza y al doctor Gerardo Galletti, que salieran del cuartel y dieran una carga a pecho limpio para desalojar a los atacantes de sus posiciones. A las cinco de la tarde ya habían sacado a tiros todos los que ocupaban unas diez o doce casas inmediatas al cuartel, mucho después de que se produjera la muerte del general Arriaga, sin que lo supiera el grueso de sus hombres. Don Sebastián Arriaga explica que al regresar al seno de sus hombres con los proyectiles "...el desorden  en nuestras  filas era completo y el gobierno contraatacaba   fuertemente   aprovechando   el  desconcierto. Comprendí que estábamos perdidos". (Sánchez Olivo: 16) En efecto, después del violento ataque gubernamental comandado por el general Tovar García a quien no se le enfriaba el guarapo para el plomo -Pérez Soto se lo recomendó en 1921 al general Gómez para sustituirlo en la presidencia de Apure-, las fuerzas atacantes comenzaron la desbandada, huyendo en carrera hacia Biruaca, por el camino real y por el monte, dejando atrás un estero de cadáveres y heridos y botando las armas. En el ataque fue muerto de un tiro por Carlos Vásquez el coronel Angulo, comandante de la policía. Hubo un momento en que se perdió la comunicación del telégrafo-teléfo­ no desde el cuartel a Camaguán y el telegrafista de esta población, el bachiller Rafael Pérez Maica -el Mujiquita de Doña Bárbara en la vida real, quien había estudiado con Gallegos la secundaria en Caracas- telegrafía a su homólogo Nicolás Quinto en La Victoria, a la 1:15 p.m: "Hace un cuarto de hora que llamo a Puerto Miranda y al cuartel de San Fernando y no me responde nadie. Infiero picaron la línea. Ya el jefe civil y yo mandamos dos hombres a caballo sobre San Fernando; le seguiré informando", luego otro a las 4:15 en iguales términos, pero más tarde, a las 5:30 p.m, respiraron aliviados al contestar la capital apureña: "Todo ha salido muy bien. Victoria completa a las 4:30 p.m. Población en calma después [de] natural alarma.  Reciba mi respetuoso y cordial abrazo. Su amigo y subalterno, López León". El telegrama iba dirigido al general Tobías Uribe y este lo reenvía al general Gómez. A las 4:45, el telegrafista Teobaldo Mieres dice desde San Juan de los Morros al general Uribe que en ese momento pasaban por San Juan de los Morros los refuerzos destinados a San Fernando, al mando del coronel Francisco A. Lago y que se desplazaban en varios automóviles. Se estimaba llegarían después de medianoche.

Los revolucionarios tomaron dos vías, unos hacia el Alto Apure y otros hacia Barinas y Portuguesa. En junio fueron detenidos el doctor París y Parra Pacheco, quien bajo presión del presidente de Zamora don Isilio Pebres Cordero -se decía primo con Hernán, pero aquél era barinés- "cantó" quiénes estaban detrás del golpe y entre los delatados figuraba Pedro Pérez Delgado, Maisanta, que había pactado con el gobierno desde junio de 1921 y al momento de los sucesos se hallaba al frente de un grupo armado recogiendo ganado en Platanales, el hato de Waldino Arriaga, de orden del presidente del estado. Antes de esta delación, ya don Hernán había detenido el 23 de mayo a Maisanta, al regresar de su correría, acusándolo de connivencia con los atacantes. Fue a parar al castillo de Puerto Cabello con grillos setentones y mal recomendado. Allí moriría el 8 de noviembre  de 1924.
El farmacéutico y escritor Antonio J. Paiva, en un ameno libro de remembranzas sobre Apure -trabajó en una farmacia de San Fernando- dice que la toma de esa capital el 20 de mayo de 1920: "...está considerada la escena más sangrienta que hayan presenciado los sanfernandinos. Nada la iguala [...] las calles  de San Fernando quedaron cubiertas de muertos y heridos de ambos bandos, quemándose los muertos y matándose los heridos por no haber  dónde curarlos". (Paiva, 1957:23)  Entre los muertos del gobierno figuró el coronel Alfredo Angulo, comandante de la policía de San Fernando, quien fue atacado personalmente por Carlos Vásquez, de la columna de don Sebastián Arriaga Perdomo. En el libro de entierros de la catedral de San Fernando sólo aparecen dos muertos del combate del 20 de mayo: José Grisolía Angulo, merideño, a juzgar por su apellido, de 30 años y Carmelo Rivas Sojo, de 70 años; se sabe que son de los muertos de la acción porque así lo dicen ambas partidas. (APSF, 1922: 22-23) En el libro de defunciones de San Fernando del mismo año, que se conserva en el Registro Principal de esa capital sólo aparece registrada la partida de Waldino Arriaga, pero pocos días después aparecen varias personas, muertas por heridas de arma de fuego; no dice que fueran en el combate del veinte, pero lo presumimos. Habían resultado heridos y murieron días después. Sebastián Arriaga y Carlos Vásquez se escondieron en la casa de una dama adversaria del gobierno, doña Castorila de la Cruz, quien los mantuvo ocultos durante ocho días dándoles de comer a pesar de su pobreza de recursos, pero no quiso aceptar ni un céntimo de sus huéspedes forzados que lograron escapar de la ciudad. Sebastián pasó a Colombia y tuvo problemas con los "guates", que no tenían buenas miras y prefirió entregarse al gobierno. Estuvo varios años preso. El 8 de junio de 1922, el coronel Rodolfo C. Piña, guariqueño, antes revolucionario y ahora funcionario militar del gobierno y próximo alcaide de la "penitenciaría" de Palenque, dice al general Gómez que Arquímedes y Vicente Arriaga Perdomo se le presentaron al general Henrique Tovar Díaz en Achaguas "confiando por una parte en que nosotros los ayudaríamos ante Ud. y el Dr. Febres Cordero y por otra, en que ellos no habían tomado ninguna participación directa en el movimiento del 20 del pasado" y agrega que Arquímedes era íntimo amigo suyo; continúa Piña "...en el trayecto de Achaguas  a Guasimal nos  encontramos con que la casa de  comercio  de  ellos  había  sido saqueada  totalmente por fuerzas del gobierno, en vista de esto, ellos se mostraron huraños y desconfiados, de modo que tuve que tenerlos más vigilados. Al llegar a San Fernando les  pusieron  grillos, cosa que ellos no esperaban. Conseguí hablar con ellos a solas  y después  de muchos  consejos  que les dí, me  dijeron  que  como no esperaban una traición de mi parte, tenían como último recurso para obtener su libertad, los pidiera yo a usted para llevárselos a ésa, y contando con que no lo sabría sino usted y yo, confiarle el plan que se trama en Caracas, el cual lo sabían ellos por su hermano Waldino; ahora, que ellos al Dr. Febres no le decían nada en absoluto aun cuando los torturaran del peor modo, pues estaban contra él muy indignados". Explicaba Rodolfo Piña al general Gómez que conociendo el carácter de los Arriaga "...en San Fernando nada se logrará, mientras que llevándolos a esa y por mediación del Gral. José Dolores Moreno, que mucho los conoce, podría conseguirse dijeran el plan que dicen saber". En otra carta del mismo mes desde Calabozo, el general Tovar Díaz le ratifica al general Gómez su planteamiento y añade: "Estos señores me han manifestado que son completamente ajenos a los procedimientos y actitud que asumió el general W. Arriaga Perdomo y que ellos solicitan garantías, pero lo más interesante es lo que me dicen, de que desean hablar con Ud. personalmente para imponerle a Ud. de cosas muy interesantes". De nada valió.

El doctor Gerardo Galletti, en el parte enviado al general mez por telegrama, le dice: "...estamos recorriendo el campo de batalla y hasta el presente entre muertos y heridos hemos contado cincuenta muertos y cien heridos. Entre ellos, de los facciosos sabemos hasta el presente la muerte de los generales Waldino Arriaga Perdomo y Pedro José Fuentes, sub-jefe del Estado Mayor, coronel Melián Rojas y comandante  Celso Miraba! y de nosotros sólo tenemos que lamentar la muerte del coronel Alfredo Angulo, Jefe de la Policía y de los tenientes Julio César Henríquez Martínez, quienes cayeron gloriosamente después de haber desalojado al enemigo de sus posiciones. Estamos recolectando las armas, bestias, monturas, presos y solicitando muchos rezagados que se encuentran en las casas de familias".  

Pero el general Pedro José Fuentes, Quijá e' plata, no murió en la acción; sobreviviría muchos años y después de la muerte del general Gómez, decepcionado, se quitó la vida lanzándose al vacío desde el puente del Guanábano en Caracas. Al parecer era nativo del valle de Aragua. Además de los jefes ya conocidos, Galletti nombra en el parte a quienes se portaron a la altura de sus deberes: coroneles Alfredo Angulo, Ovidio Federico, Cristóbal Pérez, Jesús Vivas, F. Corado, F. Flores Verde, S. Matheus, Ramón Soriano, Luis Blanco Pérez, Bonifacio Blanco, Francisco Pebres Cordero, Jo María Ardila Bustamante  (tesorero del Estado), Juan Vicente Michelangelli y Luis García; capitanes Nelson Olavarrieta, P. J. Carrillo Sánchez, Ramón Moreán Ruíz, Pedro Contreras, Julio F. Ubeto, Cristóbal Azuaje, José Salomón Rivero, Reinaldo Rickel, Ricardo Latouche, José Antonio Picón, Roberto Gazotti Pebres, doctores Guillermo Tell Peña y Rafael Ramón Uzcátegui y los tenientes Pedro Guaita Vegas, Julio César Henríquez, Braulio Briceño, Julio Monasterios, Daniel P. Montenegro y Francisco A. Farrera. Añade Gerardo Galletti: "...y si hubiese olvidado involuntariamente algunos nombres de los bravos oficiales que se distinguieron, le ratifico que fueron todos sin excepción". Finaliza el parte: "...su nombre [el del general Gómez] y el del Dr. Pebres Cordero fueron vitoreados constantemente durante el furor del combate sin que decayera por un solo instante el entusiasmo". Esta última parte figura en el telegrama enviado pero no en la Memoria y Cuenta del Secretario General de Gobierno presentada ante la Asamblea Legislativa en 1923.

El 7 de junio zarpó del puerto de San Fernando el vapor Amparo con destino a Ciudad Bolívar y luego Puerto Cabello. Iban a bordo el doctor Juan Penzini Hernández, reputado abogado que no tenía nada que ver con los sucesos y luego regresó para ser designado secretario general de gobierno de Apure; don Manuel Mendible, Vicente y Arquímedes Arriaga Perdomo, el general Pedro Pérez Delgado, Maisanta; Onofre Martínez, chofer de Waldino Arriaga y de quien  dice Rodolfo  C. Piña  al general Gómez  "Con los Arriaga Perdomo está preso un mozo Martínez, chauffer del Gral. Arriaga Perdomo, quien  en Caracas podrían  muy  bien  señalar dos personas importantes con quien trataba Waldino"; Sixto Zambrano, Gumersindo Martínez, Ramón Márquez, el hijo mayor de Maisanta; Eloy Camejo, José Hurtado, Pedro V. Cuenca, Pablo Villasana y José Guilarte. Iban directo al castillo de Puerto Cabello y los acompañaban 15 custodios armados.

El 6 de junio, el doctor Pebres Cordero envía un telegrama en clave al general Gómez donde informa: "Consúltole lo siguiente: este gobierno trajo  cien reses propiedad  los Arriaga Perdomo. Compañía  Inglesa  embargóle  después propiedad  a  estos  señores, por hipotecas  que tiene sobre ella y sus ganados. Dígame si dicho ganado puede disponerse para tropa sin dar constancia de ello". Se trataba de las reses que el general Pedro Pérez Delgado había sacado de Platanales, el hato del general Arriaga y como una medida de retaliación del gobierno de Apure. Maisanta aclaró a Pebres Cordero que ese ganado estaba hipotecado a la Copañía, pero se ratificó la orden: tráigaselo por orden mía. El gobierno es para ejercerlo. La hipoteca de Platanales fue ejecutada por la Compañía Inglesa y demás acreedores y sólo fue rescatada por los hermanos posteriormente y revendida a dicha compañía hacia 1943 por los hermanos Arriaga.

El 14 de junio, el general Gómez le informa a su primo Eustoquio, presidente del Táchira, sobre la situación: "Los que estaban en Arauca sin ser molestados por las autoridades colombianas, al fin invadieron con Carmelo París. París y Parra Pacheco como jefes fueron completamente derrotados en San Fernando y Nutrias, dejando en poder de las fuerzas del gobierno, muertos, heridos, armamento y prisioneros, entre estos últimos el Gral. Parra Pacheco, el resto de los fugitivos con Carmelo París, que no pudieron repasar la frontera porque se les tenían cogidos los pasos por fuerzas del gobierno, se internaron hacia el Guárico y antier fueron alcanzados y destruidos por el general Sarmiento en el sitio denominado Galápago [...] Me congratulo con usted por la destrucción de esos malhechores, que han sido los únicos que se han atrevido actualmente a atentar contra la paz de la República". (BAHM, :239). En efecto, perseguidos por las tropas del estado Apure  y las de Zamora y Guárico combinadas, fueron cercadas las reliquias de los revolucionarios que huían, Parra Pacheco fue derrotado en Puerto Nutrias y detenido y París siguió huyendo hacia el Guárico una vez que se les impidió tomar la vía de la frontera con Colombia.

En la casa de los Arriaga se vivía un auténtico drama. Doña Florinda sumida en un mar de lágrimas al igual que su hija Naciancena. La familia estaba desmantelada: Waldino muerto, Vicente y Arquímedes presos y Sebastián andaba huyendo. Todos los hombres de la casa. En los primeros días de junio se trasladó a Caracas y el 7 le dirige una extensa y dolorosa carta, escrita por ella misma, en papel orlado de negro y en cincuentidós líneas, donde excusa a su hijo y exige la libertad de los detenidos. En la primera parte le expresa al general Gómez:
"Tengo el honor de dirigirme a Ud. con el fin de suplicarle
encarecidamente se sirva ordenar la libertad de mis hijos Arquímedes y Vicente Arriaga Perdomo, quienes se encuentran detenidos en San Fernando de Apure, a causa del desgraciado acontecimiento en donde perdió la vida mi hijo Waldino en aquella ciudad.
Debo manifestar a usted con toda sinceridad que no acierto a comprender qué fue lo que le pasó a mi hijo muerto, pues él siempre fue amigo de su gobierno y de Ud. personalmente, y sólo achaco lo ocurrido a los trastornos mentales que él venía sufriendo últimamente, a causa de su prolongada dolencia física y a muchas penas morales, producidas sobre todo por la deplorable situación económica porque pasaba. También debo decirle que mis hijos que se encuentran detenidos son completamente extraños al acontecimiento desgraciado en que mi hijo perdió la vida, y de que este sufría trastornos mentales se lo puedo probar con la certificación de varios médicos que le asistieron en su enfermedad y la circunstancia de haber ocurrido el lamentable suceso pocos días después de la fecha del telegrama de felicitación a Ud. dirigido por el comercio de San Fernando, que él firmó, como lo he visto en la prensa de esta ciudad. De modo que por estas circunstancias le ruego no achacar lo ocurrido a mi hijo a deslealtad, sino a trastornos cerebrales aprovechados por personas maléficas para influenciarlo hacia la desgracia. En nombre, pues, de su hombría de bien y de sus buenos sentimientos como hijo y como padre, le ruego la libertad de mis hijos que son el único amparo que me queda después de la muerte de aquel buen hijo que fue todo para en esta vida, y cuya pérdida no me cansaré de llorar, mucho más encontrándome enferma y sin recursos.


Casa de don Pancho Echenique en la calle Bolívar oeste, 
número 111, de San Fernando, aún existente y donde murió el
general Waldino Arriaga  (Foto de O. Botello en febrero de 2005)

Espero que usted accederá a esta súplica que le hace una madre atribulada, y le anticipo mi agradecimiento, reiterán­ dole la seguridad de mi estima, ya que estoy segura hbrá Ud. también deplorado el fatal acontecimiento en que: dejó de existir mi hijo".
El 23 de junio le va otra carta. Invoca la memoria de a "santa y noble" madre del general Gómez, para pedir clemencia y vuelve sobre la enfermedad de Waldino quien estaba "...padeciendo de un desequilibrio mental a consecuencia de una enfermedad crónica del estómago que sufría desde hace muchos años, y también por la desgracia que le ocurrió en su hogar con la esposa y la pérdida de su hijo,  el cual le fue quitado de su lado", además, élla está consciente de que "...usted fue quien lo levantó y lo protegió paternalmente" y le añadía que sus otros dos hijos no tenían significación ni personalidad para estar en prisión por lo cual impetraba su liberación. Generalmente estas cartas no eran respondidas por la secretaría del general Gómez. Un silencio frío siguió a la carta de la madre angustiada. El dos de mayo de 1924, casi a los dos años de los sucesos de Apure, dirige otra carta desde San Fernando al general Gómez y la lleva a su presencia su hija Naciancena Arriaga Perdomo. Ignoramos si logró hablar con el caudillo, pero la carta llegó a su despacho. Allí dice doña Florinda: "General, mi hija Naciancena que es la portadora de la presente le hará llegar a sus manos esta carta que es una súplica de madre que llena de fe y confiando en sus nobles sentimientos le exige la libertad de sus dos hijos Vicente y Sebastián Arriaga que se encuentran hace ya dos años en la Penitenciaría de Puerto Cabello y quienes no tuvieron participación alguna en asuntos políticos de aquella localidad y que hoy mi ancianidad y mi triste situación monetaria reclaman los cuidados y protección de aquellos mis queridos hijos a fin de que alivien mis penas en los últimos días de mi existencia y para que junto conmigo bendigamos su esclarecido nombre y admiremos la nobleza de su corazón como protector de todos los hogares venezolanos. Confío, pues, mi noble General en que esta mi súplica que encarecidamente le hago sea oída por usted en beneficio de una madre que se encuentra en la desventura, más grande". Los Arriaga seguirían presos. Doña Florinda moriría en la capital apureña en 1932, diez años después de su hijo.
Así concluyó la asonada contra San Fernando de Apure el 20 de mayo de 1922. Refiere el poeta don Julio César Sánchez Olivo, inolvidable Cronista del estado, que su hermano Teodorito, cada 20 de mayo, mientras estuvo vivo, lanzó cohetes a mediodía, hora en que la revolución entró a San Fernando y comenzó el ataque al Palacio Fonsequero. La escena épica fue reflejada en un corrío llanero de autoría anónima y que comienza: "Dijo Waldino Arriaga/ en el combate de Apure..." y uno de sus primeros versos a don Félix Manuel Belisario, fallecido cronista de Parapara, estado Guárico, pero desconocía el corrío completo.

El general Gómez murió en su cama, de muerte natural, el 17 de diciembre  de 1935.  En Apure  se venera  la memoria  del general Waldino Arriaga Perdomo y se le tiene como un héroe regional cuya fama se extiende en el tiempo, una calle con su nombre aprobada por la Municipalidad  en 1958-1959 se quedó esperando.


Textos del libro de  OLDMAN BOTELLO EL GENERAL WALDINO ARRIAGA PERDOMO Y SU FAMILIA La Toma de San Fernando de Apure en l922-MARACAY, JUNIO DE 2005

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