EL
TRANQUERO
En el llano conocemos el Tranquero
como la Puerta de varas o palos horizontales en potreros y corrales. Son muchos
los cuentos y anécdotas que han sucedido en el tranquero, allí nacieron
historias de amor que se han labrado un nombre en las plumas de grandes autores
que le dedicaron sus rimas y las hicieron canción.
Ramón Oviedo en su libro
Sabaneando Mis Recuerdos nos dice lo siguiente:
El
tranquero es quizás
uno de los símbolos más tradicionales del viejo llano. Del llano de Juan Bruno Espinoza, a quien Julio
Cesar Sánchez Olivo con su pluma que en vez
de tinta manaba
sumo de chaparro y mastranto; aureola con
gallarda postura cómo hombre sin parangón en las lides
del llano alto apureño. De ese llano
de hombre, caballo y toro;
dónde cuál de los tres busca la sobre vivencia en el inclemente medio de la llanura.
El tranquero fue vigilante y mudo testigo
de las mejores épocas del llano propiamente dicho; que hoy sólo nos ha dejado
historias y recuerdos del ayer. El tranquero es
una lápida que recoge recuerdos de la solemnidad de los tiempos idos. Es una lápida incrustada en el pulido mármol de ese llano ausente.
El tranquero simboliza
la época pasada, cuando las grandes majadas
de palo a pique, eran signos inequívocos de la prosperidad del hato. Majada grande, hato prospero. Estas majadas estaban acompañadas de un conjunto de corrales y carralejas, que se utilizaban para las faenas
de castración y marcaje. Aquí el llanero de chicote y botalón, demostraba
su reciedumbre e infinita
pasión por el arrojo y la temeridad; que conlleva la lidia con animales salvajes, sin más que la propia fuerza e envidiable habilidad.
Quizás tranquero, tú viste las proezas increíble de un jinete sobre los indómitos lomos de un mostrenco, que apostaba con el viento, cual más veloz. Cuéntame cómo fue
eso de la época vieja; cuando habían toros orejanos por
todo el llano. Cuando
se trasnochaba el llanero escuchando el
tropel de la cerril mostrenquera, por los infinitos caminos de
la sabana.
Cuéntame cómo eran las entradas de aguas, con ese retumbar de truenos
sordos en la lejanía, y ese relampaguear casi al ras de la sabana.
Esa linterna fugaz en los caminos de las noches
mayinas. Esa quietud Veranera. La luna, los luceros y el imponente firmamento todo lleno de cabrillas, todo misterio, todo silencio.
Te acuerdas de los primeros aguaceros, olor a terrón recién mojado, a néctar
de barotal, a chaparro y mastranto.
Cómo reverdece el pajonal del estero. El alegre
cantar del sangre toro sabanero. Los alcaravanes, los mochuelos. Seguro habrás visto allá en el infinito horizonte, volar una garza blanca solitaria, bajo las nubes renegridas por la tormenta, en aquel atardecer
de los días de agosto.
Es
por eso mi tranquero, que en el sabanear de recuerdos, te encontré solemne,
simbólico y majestuoso en tu
semblanza, que de tu linaje son muy pocas
las semillas que quedan diseminadas en la llanura
de José Natalio Estrada y Rafael Anselmo Luna, el Carmelito López de Doña Bárbara.
El Negro, Febrero,
1982.-
FUENTE: Sabaneando mis Recuerdos de Ramón Oviedo
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