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jueves, 18 de junio de 2020

EL TRANQUERO




EL TRANQUERO

En el llano conocemos el Tranquero como la Puerta de varas o palos horizontales en potreros y corrales. Son muchos los cuentos y anécdotas que han sucedido en el tranquero, allí nacieron historias de amor que se han labrado un nombre en las plumas de grandes autores que le dedicaron sus rimas y las hicieron canción.

Ramón Oviedo en su libro Sabaneando Mis Recuerdos nos dice lo siguiente:

El tranquero es quizás uno de los símbolos más tradicionales del viejo llano. Del llano de Juan Bruno Espinoza, a quien Julio Cesar Sánchez Olivo con su pluma que en vez de tinta manaba sumo de chaparro y mastranto; aureola con gallarda postura cómo hombre sin parangón en las lides del llano alto apureño. De ese llano de hombre, caballo y toro; dónde cuál de los tres busca la sobre vivencia en el inclemente medio de la llanura.
El tranquero fue vigilante y mudo testigo de las mejores épocas del llano propiamente dicho; que hoy sólo nos ha dejado historias y recuerdos del ayer. El tranquero es una lápida que recoge recuerdos de la solemnidad de los tiempos idos. Es una lápida incrustada en el pulido mármol de ese llano ausente. El tranquero simboliza la época pasada, cuando las grandes majadas de palo a pique, eran signos inequívocos de la prosperidad del hato. Majada grande, hato prospero. Estas majadas estaban acompañadas de un conjunto de corrales y carralejas, que se utilizaban para las faenas de castración y marcaje. Aquí el llanero de chicote y botalón, demostraba su reciedumbre e infinita pasión por el arrojo y la temeridad; que conlleva la lidia con animales salvajes, sin más que la propia fuerza e envidiable habilidad.

Quizás tranquero, viste las proezas increíble de un jinete sobre los indómitos lomos de un mostrenco, que apostaba con el viento, cual más veloz. Cuéntame cómo fue eso de la época vieja; cuando habían toros orejanos por todo el llano. Cuando se trasnochaba el llanero escuchando el tropel de la cerril mostrenquera, por los infinitos caminos de la sabana.

Cuéntame cómo eran las entradas de aguas, con ese retumbar de truenos sordos en la lejanía, y ese relampaguear casi al ras de la sabana. Esa linterna fugaz en los caminos de las noches mayinas.  Esa quietud Veranera. La luna, los luceros y el imponente firmamento todo lleno de cabrillas, todo misterio,  todo silencio.

Te acuerdas de los primeros aguaceros, olor a terrón recién mojado, a néctar de barotal, a chaparro y mastranto. Cómo reverdece el pajonal del estero. El alegre cantar del sangre toro sabanero. Los alcaravanes, los mochuelos. Seguro habrás visto allá en el infinito horizonte, volar una garza blanca solitaria, bajo las nubes renegridas por la tormenta, en aquel atardecer de los días de agosto.
Es por eso mi tranquero, que en el sabanear de recuerdos, te encontré solemne, simbólico y majestuoso en tu semblanza, que de tu linaje son muy pocas las semillas que quedan diseminadas en la llanura de José Natalio Estrada y Rafael Anselmo Luna, el Carmelito López de Doña  Bárbara.

El Negro, Febrero, 1982.-

FUENTE: Sabaneando mis Recuerdos de Ramón Oviedo

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