LA BUSACA DE DON TITO
Las dos primeras décadas
del siglo XX, fue de mucha agitación revolucionaria; por parte de los enemigos del régimen gomecista, principalmente en los llanos de Apure y Barinas. En apure las cosas comienzan a ponerse feas, a partir de Junio de 1914; con el ataque del General
Alfredo Franco a San Fernando
de Apure; quien valiéndose
de recados secretos, logró de Maisanta la promesa de que si atacaba
a San Fernando
trataría de sublevar al batallón, cuestión ésta que no logra a pesar de ser para ese entonces, hombre del gobierno
al mando del Vaporcito
El Masparro.
En un segundo
intento de Franco, por atacar a la misma plaza de San Fernando, es cuando es obligado a retirarse hasta Yopito, por el General León Jurado (Gomecista) que finalmente lo derrota y lo hace asilar en la población de El Viento-Colombia, hoy la parte Oeste de Elorza, más o menos de la calle Eneas Perdomo
hacia la parte arriba.
También la famosa pelea del 20 de mayo de 1922, comandadas
las fuerzas revolucionarias, por Waldino Arriaga Perdomo, se suman
a esta serie de acontecimientos guerreristas que exacerban los ánimos del común de la gente y más aún a las del gobierno.
Por aquellos tiempos el Hato la Candelaria
propiedad del Benemérito, era administrado por el Coronel Don Tito Rodríguez López, hombre de mucho poder en el Paso Arauca y lugares
circunvecinos.
Resulta que para esos días de agitación revolucionaria; se corrió
un rumor por los lados de San Juan de Payara y el Paso Arauca,
qué Pedro Pérez - Maisanta, venia
para el paso a atacar
la guarnición militar destacada en esa propiedad
gomecista y a la vez hacer preso al Coronel Don Tito Rodríguez. En virtud de los fuertes rumores, el señor Rodríguez decide desocupar el hato con guarnición y todo, y se escondió en un sitio estratégico del gran cajón candelariero; pero en el apuro por coger camino, Don Tito dejó una busaca
de tela con todo el dinero que tenía para el pago de las nóminas y otras
asignaciones del hato al pie de una gran ceiba; que todavía existe en el Paso Arauca,
frente al asiento
viejo de la fundación.
De los lados del
palmar, vecindario de la propiedad, venía el Sr. Clemente
Montoya (mi bisabuelo), quien iba de paso para Apure Seco. Don Clemente al pasar al lado
de la Ceiba, vio una busaca tirada
en el pie de la misma. Pero la busaca tiene la boca amarrada, lo que le llamó la atención, se bajó y la agarró,
dándose cuenta que tenía dinero. La ató de la silla o montura, la tapó con la cobija de pelo y se hizo pasar en la balsa, hacia
el lado de San Juan de Payara y se fue para su casa en Apure Seco.
Tan pronto pasó el susto
del supuesto ataque
de Maisanta, Don Tito se reubica en el hato,
y para ese entonces se da cuenta que la busaca con el dinero
no la tiene.
Hace memoria y recuerda que la valiosa bolsa la había dejado al pie de la ya referida Ceiba.
Echó un disimulado vistazo por
el sitio
de la desgracia y nada de nada.
Con esa gran preocupación se acostó esa noche, que fue de desvelo y conjeturas, pero
no pudo conciliar el sueño. Ese otro día muy
de mañana, salió para donde su amigo Clemente y le contó lo que estaba sucediendo. Don Clemente; le escuchó atentamente y le manifestó su solidaridad por tan lamentable suceso. Su amigo le pidió que
esperara el almuerzo, y como ya era algo tarde, Don Titono opuso resistencia. Después que comieron, tomaron café e
hicieron la digestión de la frugal
comida, Don Tito se preparó para despedirse, montando
su bien aperada mula. Don Clemente le dice que espere un momento que le tenía algo para él. Se metió en su cuarto
y sacó la busaca con
los reales y se la presentó
a Don Tito preguntándole sí la conocía. Al viejo coronel
le relampaguearon los ojos y le vino un mareo que casi se cae de la mula, al
ver la bendita busaca motivo de su desgracia y proyectado asilo, Don Clemente Montoya le pidió a Don
Tito Rodríguez revisara y contara el dinero, cuestión que éste no aceptó.
El hombre fuerte y de poder en esos lares, que momentos antes estaba hecho un guiñapo por las consecuencias que le acarrearía tal situación, se fue para el Paso Arauca contento y anímicamente
reivindicado. Pero sobre todo muy agradecido de su amigo.
Pasado algún tiempo y en pleno mes de agosto, se presentó al Paso Arauca
uno de los hijos de Don Clemente, Juan
Montoya (mi abuelo)
para decirle a Don Tito, que le mandaba a decir su papá que se encontraba preso
en San Rafael de Atamaica, por una acusación
que le habían hecho los hermanos Mirabal
ante el jefe
civil, por el asunto de una mauta que él había
marcado con su hierro, y estos señores
alegaban la propiedad del animal.
Escuchando los pormenores del mensajero, Don Tito mandó a preparar una embarcación rápida; tripulada por seis canaleteros y una comisión compuesta
por seis soldados, comandada
por un sargento del ejército.
En la tarde de ese mismo día ya se encontraba el Coronel Don Tito Rodríguez López, con todo su séquito
en San Rafael de Atamaica. A la voz de llegada
del administrador de la Candelaria, el jefe civil y sus mujiquitas salieron a recibirlo en el paso del Atamaica. Tan pronto como se saludaron el viejo coronel le preguntó al jefe civil que novedades tenía.
Este le informó que la única novedad,
era que Clemente Montoya estaba preso,
porque le había robado una mauta a los hermanos Mirabal, según
denuncia hecha por ellos.
Inmediatamente
Don
Tito
ordenó
al sargento desarmar al jefe civil y lo metiera en el calabozo donde estaba Clemente, de una vez le nombró al
sargento jefe civil interino. También
mandó a buscar
preso a los Mirabal
_ y los
guardó en el calabozo, hasta segunda orden. Dijo Don Tito Rodríguez López, Clemente Montoya
no se cogió un solo bolívar de una busaca llena de dinero que se encontró en el suelo
y la tuvo en su poder por más de tres semanas; y va a robar
una mauta ... Eso no lo creo.
Textos de Ramón Oviedo del libro
Sabaneando mis Recuerdos
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