SOÑÓ QUE TENÍA UN HERMOSO CORCEL
Autor: Doña Soledad Moreno de Cortez
Este cuento, lo escribí pensando
en los niños, de nuestra
vasta geografía venezolana; como educadora siempre me he preocupado por la literatura infantil regional que es muy escasa,
por eso les presento «Soñó
que tenía un hermoso corcel», un cuento
sencillo, lleno de fantasías y ocurrencias en los diferentes sitios, que son visitados por el protagonista.
Para apreciar y admirar los paisajes de la llanura, hay que conocer
estos hermosos sitios, llenos
de misterios y de hazañas,
donde los llaneros doman a sus caballos, lidian
toros, y en noches de luna clara,
se reúnen en el caney, para
compartir estas experiencias.
Allá en la inmensidad del llano, se divisa desde
lejos, una enorme
casa, con grandes árboles,
que invita a la tertulia, a los visitantes, en el fundo «La Esperanza», en el municipio Guayabal del estado
Guárico, se encuentra esta pequeña finca agropecuaria, allí vive el joven José Luis Maluenga,
a quien cariñosamente apodan El negro,
es aficionado a los toros coleados, buen amigo, parrandero y bailador, es un don Juan, siempre
está dando serenata
a las muchachas de los diferentes pueblos, durante las fiestas patronales.
José Luis, siempre ha soñado con tener un hermoso corcel,
para adiestrarlo a su manera,
cuando pasa por los diferentes potreros, observa la cantidad de caballos, que pastan y disfrutan de ese oasis,
se detiene dando
rienda suelta a sus pensamientos. «Cuándo
será Dios mío, y mi querido San Gerónimo,
que ustedes me van ayudar,
para tener un buen caballo,
el que tengo no es malo,
lo quiero mucho,
pero me falla siempre, cuando
estoy coleando, en vez de correr se para, no busca el toro, se pone a relinchar, y así mis adversarios me ganan. Tapados de
cintas multicolores, yo salgo apenado, nadie me
toma
en cuenta, me dicen limpia
rabo. ¡Dios mío,
ayúdame!, ¡San Gerónimo no me olvides!. Que mi padre
me compre ese caballo, sin que yo se lo diga. Tú sabes
que él es un poco pichirre, cuesta
sacarle dinero, más hoy en día que todo es costoso; lentamente continuó el camino para llegar a su casa.
Cuando los perros lo olfatearon, salieron
corriendo a encontrarlo, lo lamían por doquier, hasta que se quitó
el sombrero y los regañó,
después se dirigió
a la ca balleriza, le quitó
la silla y demás aperos
al caballo mastranto, lo amarró y lo
dejó comiendo de la canoa,
y bebiendo.
En el fundo «La Esperanza» todo marcha bien,
los peones cumplen
con las tareas asignadas. Unos sembrando pasto
nuevo, otros en el tradicional conuco, sembrando maíz, aprovechando los primeros aguaceros
del mes de mayo, para saborear la rica cachapa
con ternera, queso de mano,
especial mente el día del Carmen,
siendo costumbre de la
familia celebrarle el día de su onomástico a la señora
dueña de la finca. Este es el escenario de nuestra siguiente historia.
José Luis, como todo
jovencito, también tiene sus fantasías, siempre ha soñado con tener
un buen caballo adiestrado para salir a los diferentes pueblos a colear, cuál es su deporte
favorito. Cuando cumplió 15 años su padre le regaló un brioso potro para que lo educara
a su manera, en él aprendió
a colear en la sabana, le
puso como nombre
«Mastranto», cuando José Luis lo llamaba
relinchaba, estaba
siempre atento,
fueron grandes amigos.
Una mañana muy fresca del mes de diciembre
su padre lo inscribió por primera vez,
para
que participará en el V Campeonato Juvenil de Coleo, patrocinado por la Fundación
del Niño, que se realizaba en Achaguas, a beneficio de los niños
del medio rural,
para comprarle juguetes. Pasaron
los días los llamaron por teléfono para que asistieran a los toros coleados, se levantaron muy temprano, llegaron a Achaguas, justamente ya muchos niñitos estaban coleando. Cuál sería su sorpresa cuando oyeron por el parlante
los nombres de sus nietos, Cesar Augusto, Chipi-Chipi, este último causó mucha risa por que montó en el burro con enjarma,
los muchachos le habían aflojado
la cincha, cuando latigueó al burro, éste se puso a corcovar, lo sacó por detrás soltándole un fuerte coz, como era tan pequeño, el enjarma le cayó encima, el público se paró para aplaudirlo, lo sacaron en hombros, luego un señor retiró el burro...Los pequeños coleadores continuaron la fiesta de coleo, salieron
airosos, tumbaron
los becerros, el público quedó
muy satisfecho, les entregaron los trofeos, a Chipi le regalaron
unos patines.
Le toca el turno a los quinceañeros, cinco jóvenes
se disputan el toro, los caballos corrieron tras del toro, un hermoso potro muy bien adiestrado buscó el bovino,
en la primera oportunidad aprovechó
el joven Jesús David,
para rápidamente agarrarlo
por la cola, lo tumbó en el palco
donde estaba la primera
dama, en seguida la orquesta
tocó un
pasodoble, cuando el caballo Mastranto oyó la música, rompió en carrera voló la tranca fue a parar su carrera en el
fundo «La Esperanza», las personas sólo vieron
el celaje, el caballo
llegó relinchando, todavía en sus oídos estaba resonando
la música, los perros salieron a recibir al joven José Luis, quien le entregó el caballo a los peones, se lanzó
bruscamente a su chinchorro, no quiso probar bocado alguno,
se sentía muy avergonzado, era su primera
experiencia como coleador, pero el caballo
le hizo una
mala jugada.
Don Chucho no le dio importancia a lo sucedido, había visto pasar muchas aguas bajo el puente,
pasó la noche
en casa de su compadre
Antonio José donde le hicieron
un pequeño homenaje,
sus sobrinos, que son de los mejores
músicos de esa región llanera,
con arpa, cuatro y maraca,
en el patio estaban asando
una ternera, a la señora Genoveva
Calderón le tocó
hacer las sabrosas
cachapas, todos los invitados disfrutaron de unas horas
muy agradables.
Al despuntar el alba todos estaban en pie,
los
despidieron con un sabroso cafecito
colao, viajaron juntos
con sus nietos,
entre chistes y anécdotas llegaron a la finca «La Esperanza», la alegría invadió
a sus niños, los animales domésticos formaron una algarabía, todos corrieron a su encuentro, la señora Carmen
le llevó una jarra de agua y una taza de café, como era costumbre. Los peones se encargaron de llevar los caballos y el burro de Chipi
a la caballería, para quitarles
los aperos y después soltarlos
en la sabana.
La única persona que no se apersonó a recibirlo fue José Luis, pe- ro don Chucho,
sabía cuál era el problema,
se llegó hasta la quesera donde estaban amamantando las vacas, José Luis salió a su encuentro, se quitó el sombrero, pidió la bendición, la risa lo embargó, se abrazaron fuertemente, don Chucho se aclara la garganta y le dice:
José Luis no te preocupes, el caballo es campesino, nunca había oído esa música tan preciosa,
tuvo razón en salir despavorido, lo interesante es que vino directo
a su refugio.
La vida de un llanero
está llena de fantasías.
La mañana estaba muy fresca,
los pájaros revoloteaban alegre mente, en los frondosos árboles, una hilera de samanes,
acacias, ceibas, araguaneyes, entre otros,
en el fondo del enorme patio existen cantidades de árboles
frutales, mangos, mamón,
guayaba, anón, granada,
aquí los niños disfrutan el tiempo libre, hay seis campechanas donde los visitantes descansan la siesta,
cuando llega la Semana Santa, todos
sus hijos montan guardia para disfrutarla, se hacen grandes tertulias, en las noches de luna clara y radiante,
se reúne la familia bajo los árboles para realizar
actividades culturales, donde los pequeños demuestran sus aptitudes artísticas;
unos cantan, otros
recitan poesías, casi todas dedicadas a la belleza
del llano y al ordeñador
quien desde muy temprano
cumple con su trabajo cantándole
a sus vacadas; luego
tocan un joropo, un seis
por derecho, una quirpa o un pajarillo y la gente
comienza bailar con mucho entusiasmo y alegría.
Al culminar la faena cultural
la familia invita a todos a merendar
dulces criollos como majaretes, dulce de leche, dulces de auyama,
catalinas, conservas de coco, alfeñique entre otros, y a beber rico guarapo de papelón con limón o de caña. Después de la merienda, todos se despiden
muy alegremente hasta el día siguiente.
Las mujeres de la casa preparan suculento desayuno criollo, se oye la algarabía en el caney esperando la comida, las mujeres
llevan en envases de arcilla y de madera
arepitas calientitas con chicharrón, frijoles refritos,
queso blandito, mantequilla llanera, café con leche y guarapo de papelón con limón.
Pasaron los días, don Chucho,
Popito y José Luis,
listos para viajar a San Antonio
de Barinas a las fiestas
patronales, justamente es el 13 de junio, salieron
muy temprano en la mañana por el camino... iban charlando y echando cuentos,
sin darse cuenta ya estaban pasando
en chalana, el hermoso río Apure.
Llegaron directo
a la manga de coleo, allá los esperaban con mucha algarabía, fueron anunciados a través del parlante. José Luis entró, mientras que don Chucho
y Popito se fueron a saludar a sus parientes que allí se encontraban.
Nadie se había
percatado que un toro estaba
suelto dentro de la manga, y que hacia allí se dirigía
un hombre ebrio... El joven José Luis sí estaba atento
a lo que allí ocurría, cuando vio que el borracho estaba provocando al toro; y éste se ponía en posición de ataque,
escarbando el suelo
con los cachos...Al ver
el peligro que el hombre
corría enseguida José Luis buscó su caballo
para distraer al toro. El astado lo embistió pero el joven lo agarró por el rabo y le dio dos vueltas, salvando así la integridad del atrevido borracho.
Enseguida dos aficionados, encendieron unos cohetes
para celebrar lo ocurrido, pero con el ruido de éstos, el caballo de José Luis salió corriendo del susto, su dueño lo comprendió y pensó: «Mi caballo
es muy sensible, ya me ha salvado
varias veces, qué bonita hazaña
la de hoy, llegó
rápidamente y defendió
al pobre ebrio, me siento muy feliz».
Después tomó el caballo por el freno, y lo montó de nuevo,
de regreso pudo comparar las bellezas del llano, las verdes palmeras,
son movidas por el viento,
hermosa la laguna
donde se hacen presentes cantidades de animales de nuestra fauna
silvestre, la corocora, con su bello ropaje, vuela con tanta coquetería, que se deja
arrullar con el silbido
del turpial que entona «El concierto en la llanura», del gran músico Juan Vicente Torrealba, sus hermosas alas llevan el ritmo, el joven se sorprendió cuando
vio a la corocora que se dejaba
llevar por la música,
se quitó el sombrero,
vio hacia arriba, y con voz muy que da dijo: ¡Dios mío gracias por permitirme ver tan lindo
espectáculo! Luego siguió camino a San Antonio, sin darse cuenta
llegó a la manga
de coleo, el caballo Mastranto, retrocedió, todavía
oía el zumbido de los cohetes, salió para la casa del indio Martínez, teniendo que dejar amarrada
su cabalgadura en el palo
apique, siguió
a pie, en la
pista de los toros coleados, habían entregado los trofeos, para su caballo Mastranto le regalaron un elegante freno, como premio por su gran colaboración en pro de los derechos
humanos, él quedó muy agradecido, las muchachas,
se lo llevaron abrazado para la fiesta de gala, en
la posada «Los Tranqueros», propiedad de doña Ana Hurtado, una casa tipo
colonial, de grandes corredores, un portón,
un ante portón y la caballeriza
donde los visitantes dejaban
las bestias, las habitaciones muy amplias todas se
comunican por medio de puertas
grandes de madera,
que se mantienen cerradas bajo llave. Cuando se alquilan a dos o tres familias
se les entrega la llave para que puedan abrirlas e intercomunicarse, todos los muebles
son tipo colonial, está muy bien decorada la casa, los cuadros son verdaderas obras de arte, de los mejores artistas plásticos;
la
frecuentan el joven José Gregario González, Waskar Jaspe, Willian Ibañez, Pedro Reina entre otros.
La culinaria es sorprendente en comidas criollas, el queso
de mano, queso llanero, el pabellón, la carne asada, el sancocho de gallina, el pato con arroz en ajillo, las ricas tajadas
de plátano, la arepa
de maíz pilado, las hallaquitas y los dulces criollos, dejan satisfecho el más exigente paladar. Todas las personas que visitan estas
hermosas tierras sin joroba quedan
impresionadas.
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