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sábado, 7 de noviembre de 2020

Batalla de la Cruz y Batalla Naval de Apurito

 



Batalla de la Cruz y Batalla Naval de Apurito

Batalla de la Cruz en Barinas. Pueblo fundado por el primer gobernador de la provincia, Don Fernando Miyares González, en su primer viaje de reconocimiento del territorio bajo su mando, los primeros días de abril de 1787.

El General José Antonio Páez en su autobiografía dice lo siguiente de este hecho de armas, que fue muy cuestionado ya que las órdenes expresas del Libertador fue que tomara a Cúcuta, para darle seguridad a la campaña de la Nueva granada.

Pero dejemos que sea el Propio general Páez que nos narre los hechos tal cual sucedieron en esta acción de las armas republicanas, cuando dice:

“Estando Ya en marcha para Guadualito, llego el coronel Jacinto Lara, enviado por el general Santander, para que comunicase al Libertador los favorables resultados de sus operaciones en Casanare y la buena disposición de los granadinos en favor de la causa independiente, Convocase entonces una junta presidida por Bolívar, y los vocales de ellas: Anzoátegui, Pedro León Torres, Soublette, Rangel, Iribarren, Pedro Briceño Méndez, Ambrosio Plaza y Marisque aprobaron unánimemente el plan de trasladar la campaña a la Nueva Granada.

El Día siguiente de hallarme yo en Guadualito se me presento Rangel acompañado del entonces teniente Juan José Flores, después general y Presidente del Ecuador, con una esquela de Bolívar, escrita de su puño y letra, en la que me decía que Rangel le había informado de mi opinión sobre las ventajas de ir a la Nueva Granada: que si yo iba él se irá al Oriente para formar un ejército contra Caracas, y si él era el escogido, entonces yo me quedaría en el Apure que era necesario conservar a todas costa, aun cuando se perdiesen todos los demás territorios.

Cuando Bolívar se reunión conmigo en Guadualito, le di las gracias por la deferencia que me había mostrado en su carta y le dije que entonces como siempre estaba pronto a probar y ejecutar lo que el decidiese. Dijome que le parecía mejor que él fuese a la Nueva Granada, porque era allí más conocido y que yo me quedarse en el Apure, territorio que como me había dicho en la carta, era necesario conservar a todas costa.

El 4 de junio estaba Ya Bolívar en el pueblo de Arauca y el 11 del mismo mes se reunió con la división de Santander.

Según los convenidos, yo me quedo conservando el Apure con el encargo de llamar la atención del enemigo por el camino de San Camilo a Cúcuta, e internarme, si me era posible, hasta los valles de este nombre. Para esto era preciso destruir unas fuertes güerillas que al mando del comandante Silva tenían sus guaridas en Guaca, y a este punto dirigí inmediatamente mi atención, porque bien se comprende que era imprudente dejarlas a mi espalda. Logre dispersar dichas guerrillas; pero no pude destruirlas completamente, porque me era imposible perseguirlas en aquellos terrenos cubiertos de bosques que no daban fácil acceso a nuestra caballería.

Estando e Guaca supe que el enemigo tenía un punto fortificado y guarnecido, llamado San Joseito, antes de llegar al pueblo de San Cristóbal, en el tránsito a Cúcuta, punto que era imposible tomar, y mucho menos con caballería. Además, para llegar a él, había que atravesar veinte leguas de monte y barrizales donde no encontraríamos pasto para los caballos: en vista de tan insuperables obstáculos; resolví regresar a Achaguas para organizar una fuerza de infantería y caballería con la que, internándome hasta Guanare, provincia de Barinas, me proponía impedir que el general Latorre pasara a dar auxilio a los realista de la Nueva Granada.

Después de organizar mis fuerzas me puse en marcha, pero en el paso del Frio viendo los obstáculos que nos oponía la inundación de las sabanas por las crecientes de los ríos, mande que la infantería compuesta de criollos e ingleses, regresase a Achaguas y con solo la caballería me dirigí a Guanare, dejando a un lado la Ciudad de Nutrias, cuya plaza no podía atacar sin fuerzas suficientes de infantería.

Antes de moverme di ordenes al coronel Aramendi para hacer un ataque sobre la capital de Barinas con el regimiento de “ La Muerte”, para dispersar o distraer las fuerzas que había batido pocos días antes y que después se reuniese conmigo en Guanare.

El 17 continúe mi marcha por el camino que conduce al pueblo de la Cruz, que según mis guías era el mejor, para reunir las guerrillas días consecutivos, sin hallar en ningún paraje provisiones para nuestras tropas y ni aun sitio seco donde descansar, acampamos el 19 por la noche a una legua de dicho lugar, y allí me informaron mis espías de que una columna de trescientos cincuentas infantes y algunos carabineros, al mando del teniente coronel Duran, acababa de tomar posesión del pueblo con el doble objeto de batir las guerrillas, continuar operando en aquellos cortornos quemar el pueblo, destruir las plantaciones, y llevar prisioneros a los habitantes a Nutrias.

Me Prepare inmediatamente para atacar dicha columna, y al amanecer del día 22 ya nos hallábamos a la orilla del pueblo sin que el enemigo hubiera tenido noticias de nuestros movimientos. Mientras tomaba disposiciones para organizar el ataque, se escapó un tiro a uno de mis carabineros, y con objetos de quitar a los realistas tiempo para apercibirse a la defensa, di orden a la Guardia que avanzara al trote sobre la plaza. El movimiento no pudo hacerse sin alarmar al enemigo, que ya se había hecho fuerte en la iglesia cuando llego la Guardia, y pudo fácilmente rechazar los ataques de esta. Entonces yo con el resto de las fuerzas avance hasta las esquinas de la plaza, mande a la Guardia que entrara de nuevo al ataque. Cien cazadores realistas, del regimiento Barinas, cargaban a la bayoneta a mis húsares, y los habían obligado a replegarse a una esquina de la plaza cuando la Guardia penetro en ella para atacar a los realistas por la espalda; pero por malhadada coincidencia, los cazadores de Barinas vestían un uniforme igual al de mis húsares, con lo que engañada la Guardia, tanto más que el denso humo de la pólvora no permitía distinguir claramente los objetos, suspendido inmediatamente el ataque. Rompieron los realista un fuego horroroso, y la Guardia se vio obligada a retirarse. En la carga habían sido muertos entre otros el coronel Urquiola y el capitán Prado, y heridos también varios oficiales y soldados.

Viendo el enemigo que la iglesia no les ofrecía lugar muy ventajoso de defensa, la abandonaron y fueron a parapetarse en una casa de tejas, cercada de tapias, que estaba como a una cuadra de distancia de la iglesia. Allí rechazaron nuestros repetidos ataques, pues nosotros volvíamos con tal coraje a la carga que los oficiales cortaban con sus sables los balaustres de las ventanas, y los soldados a trancazos se esforzaban.

En derribar el portón de la casa; mas, viéndonos expuestos al mortífero fuego que hacían los realistas desde su ventajosa posición, tuvimos en más de una ocasión que suspender el ataque. En uno de estos fue muerto el capitán Pedro Juan Gamarra al penetrar por un portillo formado entre la cerca y las paredes de la casa. Muertos o heridos la mayor parte de los oficiales, mandaba aquellos valientes un cabo, venezolano, quien exhortaba a sus compañeros a dejarse matar antes que rendirse a los enemigos del rey. Viendo yo que era imposible penetrar allí sin las herramientas necesarias para abrir brecha, di orden de suspender el ataque, asegurando a los míos que aquella misma noche seriamos dueños de la casa. Puse cuatro guerrillas de húsares desmontados en las más inmediatas, con orden de hacer fuego a las ventanas de la que ocupaban los realistas. Gran destrozo hicieron los míos en los defensores apiñados en aquel estrecho recintos, obstruido por una multitud de cadáveres.

Al caer la noche forme mis fuerzas para el ataque, pues yo había descubierto, ya tarde, un sendero que había escapado a mi observación durante los ataques de la mañana. Atacamos, pues, la casa por dicho puntos y la ocupamos con poca resistencia. El comandante, treinta soldados y el heroico cabo se escaparon en el momento de la entrada de los nuestros guiados por el ingrato capitán americano Yarza, de modo que solo hallamos dentro de la casa una multitud de cadáveres y heridos. Con razón decían los españoles, en el parte que dieron de este encuentro, que “aquella casa no estaba defendida por tropas del rey, sino por un triste Hospital anegado en sangre.

El resultado de este suceso nos fue muy favorable, pues nos hicimos de muchas municiones y de doscientos fusiles almacenados.

Nuestras pérdida consistió el cinco oficiales, cuatro sargentos y veinte soldados muertos; y heridos once oficiales y ochenta y cinco soldados entre los primeros, el ya citado coronel Urquiola, el teniente coronel Navarro, el capitán Pedro Juan Gamarra y el teniente Pedro Gómez. Entre los heridos, el coronel Juan Gómez, el teniente coronel Manuel Arraiz, el capitán Ramón Esteves, el teniente Fructuoso Esteves y los subteniente Romualdo Salas, Encarnación Castillo, Eusebio Ledesma, Julián Peña, León Esteves, Pedro Oliva y Juan Aspre.

Distinguieronse por su bizarra y valor, el general Torres, el coronel Rangel, el coronel Muñoz y el teniente coronel Laurencio Silva que fueron los primeros que asaltaron las ventanas con sus sables; el coronel Carmona el teniente coronel José María Angulo, el teniente coronel Jacinto Mirabal y el teniente Tomas Castejón.

El hecho que acabamos de referir, prueba que el soldado realista no cejaba ante el peligro cuando tenía a su frente jefes como el que no resistió a nosotros en el pueblo de la Cruz.

Debilitadas las fuerzas de mi mando después de esta reñida contienda no me era posible seguir marcha a Guanare, y determino entonces retirarme hacia Achaguas, escoltando mis heridos para impedir que al pasar cerca de Nutrias fuesen hechos prisioneros por las tropas que guarnecían la Plaza.

Grandes penalidades tuvimos que sufrir en esta marcha, pues íbamos alimentándonos solamente con frutas Silvestre, cruzando siempre esteros anegados de agua y atravesando a nado algunos caños hondos, hasta que llegamos al pueblo de Santa Catalina, donde embarque los heridos para Achaguas, y atravesando el rio Apure por el paso del Frio, volví a establecer mi cuartel general en aquella ciudad. El 3 de Septiembre se me incorporo en este punto el comandante Antonio Díaz con una escuadrilla de lanchas cañoneros, y sabiendo yo que el enemigo. Tenía en el puerto de Nutrias otra de once lanchas armadas y aparejadas para bajar a reunirse con las que estaban en San Fernando, dispuse que Díaz se situara con sus embarcaciones en la boca del Apure Seco, y que allí permaneciese oculto para atacar de improviso la escuadrilla enemiga cuando viniera bajando el rio. Ejecútalo así Díaz el día 30 de septiembre frente al pueblo del Apurito, habiendo alcanzado un completo triunfo, pues se apodero de todas las onces embarcaciones enemigas. Por orden mía Díaz bajo con su escuadrilla a situarse en la boca del rio de la Portuguesa, para impedir que por sus aguas y las del Apure recibiera socorros la plaza de San Fernando. Estando allí, fue atacado por la escuadrilla enemiga que salió con tal objeto de este último punto; pero Díaz logro arrollarla hasta el extremo de tener el enemigo que echar sus lanchas sobre la ribera izquierda de la Portuguesa, y defender desde tierra las embarcaciones con la infantería que llevaba a bordo.

Díaz regreso a Achaguas con sus heridos, habiendo perdido en este combate a su segundo el comandante M. Muñoz.”

La batalla de la Cruz fue la última en importancia para el ejército de los llanos, en el territorio Barines.

Omar Viana Cronista del Municipio Muñoz del Estado Apure.


 


1 comentarios:

Amalia Tirado dijo...

Muy interesante.

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