ALONZO RIVAS ENCINOZO
Alonzo Rivas Encinozo, como
buen llanero, se preocupaba por la galanura de la frase, el sentido completo de
la oración y la prosodia del discurso. Sin embargo, como buen apureño, le gusta
navegar por el fango de la lengua. Siendo niño, en el fundo de su abuelo, allá
en Puerto Miranda, se nutrió con el habla de los peones de sabana y de los
canoeros del río. Y como dice una copla de aquellos lares: «El que nace cabezón
y su sino es niguatero manque le saquen la nigua siempre queda el agujero».
Alonso estudió Medicina Veterinaria en la UCV,
y después de graduado conoció, de punta a punta, el Llano Alto y el Llano Bajo,
siguiendo el agua de los ríos que bajan de la montaña andina y entregan su
caudal al Orinoco, o la trocha y los caminos carreteros que van de la planicie
al piedemonte. Toda una toponimia que le sirve de contexto geográfico al
sociolecto más rico en dichos, refranes y adagios con que cuenta Venezuela;
porque como dice la gente de allá: «Aunque el burro sea maneto, siempre le luce
el apero». En sus andanzas profesionales tuvo tiempo para la conversa y el
acopio de frases y refranes; porque no están lejos los de adelante, cuando los
de atrás caminan.
Alonzo no es lingüista,
mucho menos paremiólogo, pero en materia de hablas y en especial de la función
de hablante, no importa que nazca chingo, con tal que respire bien. Así fue
oxigenando toda la sangre verbal de los refranes llaneros, hasta el punto de
concebir un libro que, con el nombre de Burro amarrado, editado por la Universidad
de los Llanos «Ezequiel Zamora», UNELLEZ, está esperando la leña segura que
pueda venir de sus críticos y lectores.
El refrán tiene lógica y una
filosofía. Para vestirse con lógica indumentaria, el refrán utiliza el
entimema, una especie de silogismo de dos premisas, donde la conclusión está
tácita. Alonzo lo utiliza en el nombre de su libro, pero solo con el primer
enunciado Burro amarrado, pues la conclusión la deja elíptica, porque todo el
que conozca el refrán sabe que es: leña segura. En cuanto a la filosofía de los
refranes basta decir que es la más pragmática del mundo, porque resume, en su
esencia, todo lo que trasciende de la existencia humana.
Alonzo dice: «Son maneras de
ser que de acuerdo a la creencia popular no son modificables por nada ni por
nadie». Y eso es verdad, porque «el que va a morir oscuro, ni que ande
vendiendo velas».
Muchas veces el refrán se
convierte en enseñanza. Y en este sentido los llaneros son buenos pedagogos y
maestros, ya que su mejor escuela es la naturaleza abierta. Por eso, ante lo
adverso, no acuden ni a Séneca, ni a ningún filósofo pesimista. Todo lo
contrario. Se revisten de optimismo y proclaman convencidos: «No importa que el
sol se meta, el viento seca la ropa». La ley del antecedente y el consecuente
la conoce el llanero, primero en la naturaleza y después en los libros; porque
«el que se pela una vez, queda con la concha floja».
A veces el mensaje del
refrán es tan metafórico, que encaja perfectamente en la estructura del verso.
El poeta Arvelo Torrealba utiliza «al que lo mordió macagua, bejuco le para el
pelo», y los octosílabos se deslizan suavecitos «agua abajo y por la orilla». Mas
el refranero apureño que recoge el doctor Rivas Encinozo tiene intacto el hueco
de la nigua, porque Apure, la región de donde somos ambos, siempre ha sido para
los gobiernos del país, el coxis del mundo. De allí que el apureño se valga del
dicho o el refrán para expresar su pobreza, diciendo que «está más pelado que
un hueso de sabana»; frente al desamor de una mujer le responda: «Patada de
yegua, no mata caballo». Y si a la región la han mantenido abandonada, los
apureños sabemos que: «El camino de las vainas lo barren de madrugada». Y
Alonzo con sus refranes, está a la espera del alba. 6 de noviembre, 1988
FUENTE: ESTAMPAS DE LA LENGUA Manuel
Bermúdez Caracas, Venezuela 1.a edición, 2019 (libro electrónico)
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