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lunes, 31 de mayo de 2021

LA MATANZA: ANCESTRAL MATADERO DE SAN FERNANDO

 

LA MATANZA: ANCESTRAL MATADERO DE SAN FERNANDO

POR: Hugo Arana Páez

Me referiré a otra magnifica edificación construida por el Presidente del Estado Apure, el sanrafaeleño Raimundo Fonseca (*) a finales del siglo XIX y que hoy sería un valioso patrimonio cultural edificado de La Ciudad de la Esperanza. En honor a esa vetusta construcción he nombrado este trabajo LA MATANZA: ANCESTRAL MATADERO DE SAN FERNANDO; asimismo se hará una aproximación a la vida y obra del matarife del pueblo RAFAEL BENITEZ, mejor conocido como EL CATIRE BENITEZ… ¡Ah! Se me había olvidado decirles que también les entregaré una ñapa, como es el cuento fantasmal llanero de mi autoría, titulado precisamente EL JINETE DE LA MATANZA…

Nuevamente les doy las gracias a los artistas plásticos y a los fotógrafos profesionales o aficionados a ese arte, quienes con sus hermosos lienzos y sus bonitas y coloridas imágenes engalanan y contribuyen a facilitar la comprensión de estos trabajos.

1. LAS MARÍAS Y EL MATADERO DE SAN FERNANDO A PRINCIPIOS DEL SIGLO VEINTE

Referían viejos sanfernandinos que a principios de la centuria pasada, pasaba detrás del viejo cementerio de La Chimborazo el Camino Real que conducía al lejano Paso Apure (actual cruce de la Perimetral norte y la Calle Independencia). Entonces, esa vía era muy transitada por las puntas de ganado que los sudorosos cabestreros con el silbo y la tonada conducían rumbo al centro del país; pero también contaban que a cada rato se miraba, en ambos sentidos, el trajinar de los viajeros a caballo, mula, burro o en carretas rumbo al centro del bucólico San Fernando. Mientras que al oeste de esa vía, en medio del tierrero y desde la casa del hato, conocida como QUINTA LAS MARÍAS (actual Liceo Francisco Lazo Martí) se miraba gozoso a su propietario, el hatero Manuel Mendible, gozando un puyero y observando el interminable ajetreo de hombres, bestias y reses en continuo peregrinar.

LAS MARÍAS contaba con enormes potreros de pasto alparà. Entonces a principios del siglo veinte, había pocos automóviles en Apure por lo que los viajeros debían movilizarse a lomo e´ caballo, mula, burro o carretas. Por cierto, había una ordenanza en San Fernando que en resguardo del ornato del pueblo prohibía el tránsito de jinetes en caballos, mulas o burros y por lo tanto estaban obligados a dejar sus animales en los potreros que se hallaban a la entrada de la ciudad; solamente se permitía el acceso a aquellos cuadrúpedos que traían cargas (arreos de burros) o que tiraran de carretas. En ese sentido, el negocio de los potreros en La Ciudad de la Esperanza era muy rentable, por cuanto, se cobraba un bolívar por día con su noche y así ocurría en LAS MARÍAS, donde los viajeros dejaban sus animales pastando allí; asimismo los cabestreros venidos de los hatos del Medio y Bajo Apure arreando rebaños de hasta trescientas reses, cuando llegaban de tardecita a San Fernando y como ya no podían lanzarlas a las torrentosas aguas del Apure, se veían en la necesidad de empotrerarlas hasta el amanecer. En ese bucólico y aldeano paisaje frente a la Quinta Las Marías (Camino Real de por medio, lo que ahora es la Avenida Miranda) se hallaba el Matadero Municipal, llamado coloquialmente LA MATANZA siendo el matarife oficial EL CATIRE BENITEZ.

El Camino Real era un ancho callejón de tierra que entonces separaba al matadero y al Cementerio de LA QUINTA LAS MARÍAS; por cierto, esa vía pasaba por la Casa de Zinc (un caserón propiedad del libanés Chara Latuff y que antes había pertenecido al General Francisco Antonio Arnao; por cierto, esa rara edificación le dio nombre al actual sector CASA DE ZINC) y su extremo norte empalmaba con El Cañito, por ahí los cabestreros conducían los rebaños de ganado procedentes del Medio y Bajo Apure rumbo al centro del país. LA QUINTA LAS MARÍAS le dio el nombre a la popular barriada LAS MARÍAS donde laboró y vivió durante muchos años el matarife del pueblo apodado EL CATIRE BENITEZ. Seguramente que las reses que iban a beneficiar en LA MATANZA, mientras les llegaba su turno de ser sacrificadas las empotrarían días antes en los corrales de LAS MARÍAS.

2. ¿QUIÉN FUE EL CATIRE RAFAEL BENITEZ?

El matarife de San Fernando era un llanero bragao quien sin ton ni son, donde llegaba se presentaba con su grito sabanero y altanero…

-…“Aquí está El Catire Benítez, carajo”…

Vino de Tinaquillo, Estado Cojedes a principios del siglo veinte, llegó a La Ciudad de la Esperanza a construir sus sueños, se vino por la ruta de El Baúl atravesando montes y haciendo zigzags en los meandros del río Portuguesa, hasta que al fin llegó al río Apure. Desde entonces, El Catire Benítez se convirtió en el Matarife oficial de San Fernando allá en la vieja matanza de la ciudad, situada en la Calle Sucre frente al viejo cementerio municipal de la Calle Chimborazo. En la década de los años veinte, cuando la demanda era mucha se beneficiaban en San Fernando hasta veinte reses diarias. En el desuello de los animales, Benítez tenía como ayudantes a sus hijos mayores para el proceso de voltear las reses y el desprese. En San Fernando contrajo nupcias en dos ocasiones, procreando en ambos matrimonios una numerosa prole que con mucha responsabilidad y cariño formó en su vetusta vivienda de JOBALITO ARRIBA. Cuando era la época de pasar ganado por el Apure rumbo hacia Puerto Miranda, no faltaba el Catire montado en su bien adiestrado caballo EL TUSÓN, una bestia de color negro tinto, un rucio potrón al cual había enseñado MAÑAS y cuando los muchachos del pueblo lo veían, lo esperaban para decirle.

-Catire espántale los mosquitos al caballo.

Inmediatamente Benítez espoleaba al noble bruto y lo amenazaba con la rienda y el caballo tiraba un par de patadas en el aire, demostrando su buen entrenamiento al que lo había sometido su propietario a quien jamás lo hizo quedar mal parado. En esa época al Matarife se le pagaba cinco bolívares (un fuerte) por el desuello de cada res y veinte bolívares por ayudar a tirar el lote de ganado candelariero y cachalero (mañoso) para el otro lado del río. Supongo que El Catire Benítez competiría de tú a tú con el cabestrero Ángel María Nieves, en las riesgosas faenas de tirarse junto a las reses a las caimanosas y torrentosas aguas del Apure.

Se dice que una vez cumplidas las faenas y después de haber recibido la paga, el Catire hacía dos montoncitos con las monedas recibidas y después de apiladas, sonriente exclamaba en voz alta, como para que todos los presentes lo oyeran.

-Este montoncito de aquí es para la vieja y mis sutes, que algún día me lo agradecerán y éste otro.....y se quedaba callado un rato, para que los curiosos le preguntaran…

- ¿Y el otro montón Catire…?

-¡Gua! El otro es pa´ echame un palo e´ berro, guásima o ponsigué por el pueblo.

Y dicho esto, le echaba la pierna al TUSÓN y con los ojos bien pelaos que hacían juego con su rubia piel y la rojiza pelambre que caía sobre sus musculosos hombros, hacían pensar en el Catire Páez en Mucuritas, en Las Queseras o en El Yagual; así se veía a Benítez, envalentonado como un furioso centauro llanero galopando por las solitarias y polvorientas calles del pueblo. De igual manera, cuando El Catire iba en su caballo El Tusón, se dejaba escuchar su tonada y su verso a flor de labios con una voz nasal y ya bien conocida de los parroquianos. En los barrios populares se corría la voz…

-Ya se rascó el Catire Benítez a guardar los muchachos porque ya el rucio va a estar espantando mosquitos en las pulperías...

Y en efecto así era. En ese tejemaneje se le veía al Catire presentándose con su erguida figura en su caballo, cual CENTAURO LLANERO tocando el marco de las puertas con su chaparro en la mano, mientras que con una cuarteta en octosílabo solicitaba al cantinero o al pulpero le sirviera un trago preparado a base de aguardiente y ponsigué, guásimo o berro o qué sé yo con qué otra vaina lo preparaban ja, ja, ja.

Écheme un berro bien fuerte,

que tengo el cuerpo mojao,

démelo por el lado tuerto

que ese no se me ha anegado

De un solo sorbo ingería la infusión fuerte y amarga. Enseguida halaba la rienda hacia atrás y ya la noble bestia sabía que se iba a otro lado con hombre y tonada por las calles. Pero El Catire pensaba siempre en su vieja y los sutes como cariñosamente él los nombraba. En ese sentido, compró a un lado de LA MATANZA un terreno para construirle una vivienda a su familia; las escrituras fueron redactadas por el escribano Don Rafael Pérez Flores, quien vio un pingüe negocio en un terreno en los extramuros de la ciudad (esa propiedad estaba situada en La Calle Sucre, frente al lejano cementerio de La Chimborazo y que hoy por el crecimiento del pueblo ahora se halla en el centro de la ciudad ja, ja, ja).

En una ocasión en que andaba en el rucio por la Calle Comercio cruce con Calle El Encuentro (antes La Puerta), se introdujo en la pulpería de Don Manuel Márquez y a petición de uno de los clientes, quien le pidió que EL TUSÓN espantara los mosquitos, enseguida el hombre espoleó al caballo para que largara el par de patadas, pero con la mala suerte que la puntería del bruto no fue tan certera en patear a la imaginaria mosca en el aire, en cambio la coz la dio de lleno al portón de madera del negocio, abriéndolo en dos piezas. Don Manuel hombre también de pueblo y experiencia, observó cuidadosamente los daños que causó el impacto del animal, sin inmutarse comento.

-Catire, registra el caballo a ver si se te ha malogrado.

Por buena suerte, el noble animal no sufrió ningún daño. Por supuesto, el apenado catire quiso salir dando disculpas a Don Manuel e irse a echar el guamazo en otro negocio, pero el bondadoso y sonriente pulpero lo contuvo.

-No sea pendejo Catire, usted no vino aquí a pedir disculpas sino a echarse un pepazo, sepa que mi aguardiente no me la desprecia nadie y menos El Catire Benítez, que es mi amigo y para que veas, hoy no te lo voy a cobrar.

Inmediatamente los presentes celebraron el evento echándose cada uno un palo de Padre y Señor mío ja, ja, ja. Esas expresiones de afecto de Don Manuel, fueron celebradas con carcajadas por los parroquianos quienes vieron un poco amoscado al catire y entre bromas le preguntaron socarronamente....

- Catire ¿Cuándo vuelves por aquí?

Y éste muy respetuoso, les respondió.

-Dejen la broma, que Don Manuel es un hombre muy decente.

Asi era de sencillo todo en el pueblo, que observaba como algo natural ver al Catire cuando muy rascado se apeaba del caballo y se amaraba la rienda a la pierna y echaba un sueñito donde mejor le parecía. Los viandantes al mirarlo en esas condiciones, solo comentaban.

-A vaina se rindió por fin el hombre.

Asi fue la vida de este simpático cojedeño quien se sembró en esta tierra para siempre. Hoy El Catire Benítez reposa en el antiguo cementerio municipal de La Chimborazo frente a su casa de familia. Ya por las calles de San Fernando no se oye el grito altanero de EL CATIRE BENITEZ comprando con su célebre cuarteta en las desaparecidas pulperías un pepazo, un guamazo o un tarrayazo…

Écheme un berro bien fuerte,

que tengo el cuerpo mojao,

démelo por el lado tuerto

que ese no se me ha anegado

Tampoco se escucha el relincho del simpático y bien entrenado TUSÓN espantando a patadas imaginarias moscas en el aire… Tampoco está la emblemática edificación LA MATANZA situada exactamente donde ahora funciona el Centro de Diagnóstico Integral CDI que se halla en la Plaza Miranda, frente a la Avenida Miranda, la Escuela Avelina Duarte y el Liceo Francisco Lazo Martí.

3. EL JINETE DE LA MATANZA

Género: Cuento fantasmal llanero

Autor: Hugo Arana Páez HARPA

En la calle Sucre, entre las actuales Avenidas Chimborazo y Francisco de Miranda, frente a la fachada norte del viejo cementerio de la Chimborazo, contaban los vecinos de principios del siglo veinte, que muy cerca del matadero de la ciudad, mejor conocido como LA MATANZA que a medianoche veían a un extraño jinete, quien montado sobre un enorme caballo negro a todo galope y a lo largo de la Chimborazo se desplazaba y al llegar a la esquina El Embarcadero (ángulo noroeste de la intersección de las calles Sucre y Chimborazo), doblaba por la calle Sucre rumbo a Las Marías (antiguo hato de la familia Mendible donde ahora se halla la sede del Liceo Francisco Lazo Martí) para detenerse bruscamente frente al portón de una de las antiguas viviendas aledañas al matadero del pueblo. Parado frente a la vivienda, el misterioso jinete a quien no se le veía la cara, trajeado de sombrero alón de pelo e’ guama negro y envuelto en una cobija de pelo negro ordenaba a la bien entrenada bestia destrozara a patadas el portón de la vetusta casona. Estando en esa afanosa tarea el zaino negro parado en dos patas y profiriendo fuertes relinchos, llenaba el ambiente de terror y de polvo... Después de producir un gran alboroto, jinete y montura, desaparecían misteriosamente ante la vista de los audaces curiosos, quienes por un postigo de las desvencijadas ventanas de madera se habían atrevido a mirar a aquel extraño jinete.

Los viejos sanfernandinos contaban que ese caballo era El Tusón que pertenecía al matarife del pueblo El Catire Benítez, quien durante muchos años vivió al lado de La Matanza, donde además trabajó hasta su retiro. También referían otros viejos sanfernandinos que en vida veían a medianoche a EL CATIRE BENITEZ pavoneándose sobre su caballo y alardeando por las polvorientas calles del pueblo de ser un excelente jinete y de poseer un bien entrenado y magnifico caballo. Otros aseguraban que de madrugada miraban al Catire Benítez sentado en la acera del cementerio sujetando a su caballo Tusón y que al voltear notaban que misteriosamente había desaparecido y solo alcanzaban a escuchar el relincho de la bestia. Por lo que algunos decían.

¡Ah vaina! el ánima del Catire Benítez, todavía anda penando...

También, otros vecinos referían que hacía muchos años, cerca de ese matadero fue asesinado por motivos pasionales un parroquiano, quien en vida siempre andaba sobre un hermoso y brioso corcel negro retinto enamorando mozuelas y aseguran que quien lo mató era un vecino del lugar y que por eso a medianoche el jinete, cual alma en pena, venía a perturbar el sueño de su asesino. Esta versión es aceptable, por cuanto, se decía que el presunto criminal, tal vez atormentado por la molesta y terrorífica visión, puso fin a su existencia, ahorcándose de las ramas de una mata de mamón que se hallaba en el patio de su casa. Por cierto, desde que el tercio se las puso, que peló el diente o que dejó el pelero ja, ja, ja, más nunca los vecinos escucharon los relinchos del caballo zaino, ni tampoco volvieron a ver a medianoche al desconocido jinete espantando a los vecinos de LA MATANZA.

Y Colorín Colado…este cuento…no ha acabado porque por ahí hay mucho muerto botando basura… aunque los vecinos de LA MATANZA, desde que el criminal se ahorcó duermen a pierna suelta hasta que Dios amanece… ja, ja, ja.

(*) RAIMUNDO FONSECA. Fue un militar y político nacido en San Rafael de Atamaica, Estado Apure el 15 de marzo de 1844 y fallecido en Caracas el 28 de julio de 1921. Ingresa en la carrera de las armas el año 1858 al lado de su padre, quien se encuentra al mando de las caballerías del Bajo Apure. Combate en la Guerra Federal, bajo las órdenes del General Pedro Manuel Rojas (1862). Ascendido a Capitán, en las campañas de Barinas, Apure y Portuguesa, distinguiéndose en el combate de Ospino (15-2-1863) y en las tomas de Guanare y San Fernando de Apure (abril 1863). Retirado a la vida privada después de la firma del Tratado de Coche. Toma nuevamente las armas bajo las órdenes de los generales Pedro Manuel Rojas y Manuel Ezequiel Bruzual, en defensa del gobierno del presidente Juan Crisóstomo Falcón contra la Revolución Azul (1868). Como comandante de las caballerías del Bajo Apure se une a la Revolución del General Antonio Guzmán Blanco (1870), distinguiéndose luego en la Campaña de Apure contra el General Adolfo Antonio Olivo, El Chingo (1871), durante la cual es nombrado jefe de operaciones del Bajo Apure y es ascendido al grado de General de División. Posteriormente es designado Presidente del Estado Apure (lapso 1873-1877) donde se dedica a construir numerosas obras públicas en San Fernando (Iglesia Catedral, Palacio de Gobierno conocido coloquialmente como El Fonsequero, el Cementerio Municipal de la Calle Chimborazo, la Logia Candor 27, La Plaza Libertad y el matadero, conocido popularmente como LA MATANZA). En el lapso 1877-1878 es electo Senador por Apure. En 1879 organiza el ejército del Estado Apure a favor de la revolución (1879). Presidente encargado del Estado Apure. En 1886-1887 es propuesto como candidato a la presidencia de la República en los comicios de 1887. Ministro de Guerra y Marina (1888). Vuelve a figurar como delegado por el Estado Guárico y primer vicepresidente en la Asamblea Plebiscitaria de La Victoria a favor del regreso a la presidencia de Cipriano Castro (1906) y como delegado por San Fernando de Apure en el Congreso de Municipalidades celebrado en Caracas en 1911.

FUENTES:

Hemerográficas:

LAPREA SIFONTES, Pedro El Catire Benítez, El Llanero, San Fernando 27-6-1985, Año X Nro. 465


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