LA MATANZA: ANCESTRAL MATADERO DE SAN FERNANDO
POR: Hugo Arana Páez
Me referiré a otra
magnifica edificación construida por el Presidente del Estado Apure, el
sanrafaeleño Raimundo Fonseca (*) a finales del siglo XIX y que hoy sería un
valioso patrimonio cultural edificado de La Ciudad de la Esperanza. En honor a
esa vetusta construcción he nombrado este trabajo LA MATANZA: ANCESTRAL
MATADERO DE SAN FERNANDO; asimismo se hará una aproximación a la vida y obra
del matarife del pueblo RAFAEL BENITEZ, mejor conocido como EL CATIRE BENITEZ…
¡Ah! Se me había olvidado decirles que también les entregaré una ñapa, como es
el cuento fantasmal llanero de mi autoría, titulado precisamente EL JINETE DE
LA MATANZA…
Nuevamente les doy
las gracias a los artistas plásticos y a los fotógrafos profesionales o
aficionados a ese arte, quienes con sus hermosos lienzos y sus bonitas y
coloridas imágenes engalanan y contribuyen a facilitar la comprensión de estos
trabajos.
1. LAS MARÍAS Y EL
MATADERO DE SAN FERNANDO A PRINCIPIOS DEL SIGLO VEINTE
Referían viejos
sanfernandinos que a principios de la centuria pasada, pasaba detrás del viejo
cementerio de La Chimborazo el Camino Real que conducía al lejano Paso Apure
(actual cruce de la Perimetral norte y la Calle Independencia). Entonces, esa
vía era muy transitada por las puntas de ganado que los sudorosos cabestreros
con el silbo y la tonada conducían rumbo al centro del país; pero también
contaban que a cada rato se miraba, en ambos sentidos, el trajinar de los viajeros
a caballo, mula, burro o en carretas rumbo al centro del bucólico San Fernando.
Mientras que al oeste de esa vía, en medio del tierrero y desde la casa del
hato, conocida como QUINTA LAS MARÍAS (actual Liceo Francisco Lazo Martí) se
miraba gozoso a su propietario, el hatero Manuel Mendible, gozando un puyero y
observando el interminable ajetreo de hombres, bestias y reses en continuo
peregrinar.
LAS MARÍAS contaba
con enormes potreros de pasto alparà. Entonces a principios del siglo veinte,
había pocos automóviles en Apure por lo que los viajeros debían movilizarse a
lomo e´ caballo, mula, burro o carretas. Por cierto, había una ordenanza en San
Fernando que en resguardo del ornato del pueblo prohibía el tránsito de jinetes
en caballos, mulas o burros y por lo tanto estaban obligados a dejar sus
animales en los potreros que se hallaban a la entrada de la ciudad; solamente
se permitía el acceso a aquellos cuadrúpedos que traían cargas (arreos de
burros) o que tiraran de carretas. En ese sentido, el negocio de los potreros
en La Ciudad de la Esperanza era muy rentable, por cuanto, se cobraba un
bolívar por día con su noche y así ocurría en LAS MARÍAS, donde los viajeros
dejaban sus animales pastando allí; asimismo los cabestreros venidos de los
hatos del Medio y Bajo Apure arreando rebaños de hasta trescientas reses,
cuando llegaban de tardecita a San Fernando y como ya no podían lanzarlas a las
torrentosas aguas del Apure, se veían en la necesidad de empotrerarlas hasta el
amanecer. En ese bucólico y aldeano paisaje frente a la Quinta Las Marías
(Camino Real de por medio, lo que ahora es la Avenida Miranda) se hallaba el
Matadero Municipal, llamado coloquialmente LA MATANZA siendo el matarife
oficial EL CATIRE BENITEZ.
El Camino Real era
un ancho callejón de tierra que entonces separaba al matadero y al Cementerio
de LA QUINTA LAS MARÍAS; por cierto, esa vía pasaba por la Casa de Zinc (un
caserón propiedad del libanés Chara Latuff y que antes había pertenecido al
General Francisco Antonio Arnao; por cierto, esa rara edificación le dio nombre
al actual sector CASA DE ZINC) y su extremo norte empalmaba con El Cañito, por
ahí los cabestreros conducían los rebaños de ganado procedentes del Medio y
Bajo Apure rumbo al centro del país. LA QUINTA LAS MARÍAS le dio el nombre a la
popular barriada LAS MARÍAS donde laboró y vivió durante muchos años el
matarife del pueblo apodado EL CATIRE BENITEZ. Seguramente que las reses que
iban a beneficiar en LA MATANZA, mientras les llegaba su turno de ser
sacrificadas las empotrarían días antes en los corrales de LAS MARÍAS.
2. ¿QUIÉN FUE EL
CATIRE RAFAEL BENITEZ?
El matarife de San
Fernando era un llanero bragao quien sin ton ni son, donde llegaba se
presentaba con su grito sabanero y altanero…
-…“Aquí está El
Catire Benítez, carajo”…
Vino de Tinaquillo,
Estado Cojedes a principios del siglo veinte, llegó a La Ciudad de la Esperanza
a construir sus sueños, se vino por la ruta de El Baúl atravesando montes y
haciendo zigzags en los meandros del río Portuguesa, hasta que al fin llegó al
río Apure. Desde entonces, El Catire Benítez se convirtió en el Matarife
oficial de San Fernando allá en la vieja matanza de la ciudad, situada en la
Calle Sucre frente al viejo cementerio municipal de la Calle Chimborazo. En la
década de los años veinte, cuando la demanda era mucha se beneficiaban en San
Fernando hasta veinte reses diarias. En el desuello de los animales, Benítez
tenía como ayudantes a sus hijos mayores para el proceso de voltear las reses y
el desprese. En San Fernando contrajo nupcias en dos ocasiones, procreando en
ambos matrimonios una numerosa prole que con mucha responsabilidad y cariño
formó en su vetusta vivienda de JOBALITO ARRIBA. Cuando era la época de pasar
ganado por el Apure rumbo hacia Puerto Miranda, no faltaba el Catire montado en
su bien adiestrado caballo EL TUSÓN, una bestia de color negro tinto, un rucio
potrón al cual había enseñado MAÑAS y cuando los muchachos del pueblo lo veían,
lo esperaban para decirle.
-Catire espántale
los mosquitos al caballo.
Inmediatamente
Benítez espoleaba al noble bruto y lo amenazaba con la rienda y el caballo
tiraba un par de patadas en el aire, demostrando su buen entrenamiento al que
lo había sometido su propietario a quien jamás lo hizo quedar mal parado. En
esa época al Matarife se le pagaba cinco bolívares (un fuerte) por el desuello
de cada res y veinte bolívares por ayudar a tirar el lote de ganado
candelariero y cachalero (mañoso) para el otro lado del río. Supongo que El
Catire Benítez competiría de tú a tú con el cabestrero Ángel María Nieves, en
las riesgosas faenas de tirarse junto a las reses a las caimanosas y
torrentosas aguas del Apure.
Se dice que una vez
cumplidas las faenas y después de haber recibido la paga, el Catire hacía dos
montoncitos con las monedas recibidas y después de apiladas, sonriente
exclamaba en voz alta, como para que todos los presentes lo oyeran.
-Este montoncito de
aquí es para la vieja y mis sutes, que algún día me lo agradecerán y éste
otro.....y se quedaba callado un rato, para que los curiosos le preguntaran…
- ¿Y el otro montón
Catire…?
-¡Gua! El otro es
pa´ echame un palo e´ berro, guásima o ponsigué por el pueblo.
Y dicho esto, le
echaba la pierna al TUSÓN y con los ojos bien pelaos que hacían juego con su
rubia piel y la rojiza pelambre que caía sobre sus musculosos hombros, hacían
pensar en el Catire Páez en Mucuritas, en Las Queseras o en El Yagual; así se
veía a Benítez, envalentonado como un furioso centauro llanero galopando por
las solitarias y polvorientas calles del pueblo. De igual manera, cuando El
Catire iba en su caballo El Tusón, se dejaba escuchar su tonada y su verso a
flor de labios con una voz nasal y ya bien conocida de los parroquianos. En los
barrios populares se corría la voz…
-Ya se rascó el
Catire Benítez a guardar los muchachos porque ya el rucio va a estar espantando
mosquitos en las pulperías...
Y en efecto así
era. En ese tejemaneje se le veía al Catire presentándose con su erguida figura
en su caballo, cual CENTAURO LLANERO tocando el marco de las puertas con su
chaparro en la mano, mientras que con una cuarteta en octosílabo solicitaba al
cantinero o al pulpero le sirviera un trago preparado a base de aguardiente y
ponsigué, guásimo o berro o qué sé yo con qué otra vaina lo preparaban ja, ja,
ja.
Écheme un berro
bien fuerte,
que tengo el cuerpo
mojao,
démelo por el lado
tuerto
que ese no se me ha
anegado
De un solo sorbo
ingería la infusión fuerte y amarga. Enseguida halaba la rienda hacia atrás y
ya la noble bestia sabía que se iba a otro lado con hombre y tonada por las
calles. Pero El Catire pensaba siempre en su vieja y los sutes como
cariñosamente él los nombraba. En ese sentido, compró a un lado de LA MATANZA
un terreno para construirle una vivienda a su familia; las escrituras fueron
redactadas por el escribano Don Rafael Pérez Flores, quien vio un pingüe
negocio en un terreno en los extramuros de la ciudad (esa propiedad estaba
situada en La Calle Sucre, frente al lejano cementerio de La Chimborazo y que
hoy por el crecimiento del pueblo ahora se halla en el centro de la ciudad ja,
ja, ja).
En una ocasión en
que andaba en el rucio por la Calle Comercio cruce con Calle El Encuentro
(antes La Puerta), se introdujo en la pulpería de Don Manuel Márquez y a
petición de uno de los clientes, quien le pidió que EL TUSÓN espantara los
mosquitos, enseguida el hombre espoleó al caballo para que largara el par de
patadas, pero con la mala suerte que la puntería del bruto no fue tan certera
en patear a la imaginaria mosca en el aire, en cambio la coz la dio de lleno al
portón de madera del negocio, abriéndolo en dos piezas. Don Manuel hombre
también de pueblo y experiencia, observó cuidadosamente los daños que causó el
impacto del animal, sin inmutarse comento.
-Catire, registra
el caballo a ver si se te ha malogrado.
Por buena suerte,
el noble animal no sufrió ningún daño. Por supuesto, el apenado catire quiso
salir dando disculpas a Don Manuel e irse a echar el guamazo en otro negocio,
pero el bondadoso y sonriente pulpero lo contuvo.
-No sea pendejo Catire,
usted no vino aquí a pedir disculpas sino a echarse un pepazo, sepa que mi
aguardiente no me la desprecia nadie y menos El Catire Benítez, que es mi amigo
y para que veas, hoy no te lo voy a cobrar.
Inmediatamente los
presentes celebraron el evento echándose cada uno un palo de Padre y Señor mío
ja, ja, ja. Esas expresiones de afecto de Don Manuel, fueron celebradas con
carcajadas por los parroquianos quienes vieron un poco amoscado al catire y
entre bromas le preguntaron socarronamente....
- Catire ¿Cuándo
vuelves por aquí?
Y éste muy
respetuoso, les respondió.
-Dejen la broma,
que Don Manuel es un hombre muy decente.
Asi era de sencillo
todo en el pueblo, que observaba como algo natural ver al Catire cuando muy
rascado se apeaba del caballo y se amaraba la rienda a la pierna y echaba un
sueñito donde mejor le parecía. Los viandantes al mirarlo en esas condiciones,
solo comentaban.
-A vaina se rindió
por fin el hombre.
Asi fue la vida de
este simpático cojedeño quien se sembró en esta tierra para siempre. Hoy El
Catire Benítez reposa en el antiguo cementerio municipal de La Chimborazo
frente a su casa de familia. Ya por las calles de San Fernando no se oye el
grito altanero de EL CATIRE BENITEZ comprando con su célebre cuarteta en las
desaparecidas pulperías un pepazo, un guamazo o un tarrayazo…
Écheme un berro
bien fuerte,
que tengo el cuerpo
mojao,
démelo por el lado
tuerto
que ese no se me ha
anegado
Tampoco se escucha
el relincho del simpático y bien entrenado TUSÓN espantando a patadas imaginarias
moscas en el aire… Tampoco está la emblemática edificación LA MATANZA situada
exactamente donde ahora funciona el Centro de Diagnóstico Integral CDI que se
halla en la Plaza Miranda, frente a la Avenida Miranda, la Escuela Avelina
Duarte y el Liceo Francisco Lazo Martí.
3. EL JINETE DE LA
MATANZA
Género: Cuento
fantasmal llanero
Autor: Hugo Arana
Páez HARPA
En la calle Sucre,
entre las actuales Avenidas Chimborazo y Francisco de Miranda, frente a la
fachada norte del viejo cementerio de la Chimborazo, contaban los vecinos de
principios del siglo veinte, que muy cerca del matadero de la ciudad, mejor
conocido como LA MATANZA que a medianoche veían a un extraño jinete, quien
montado sobre un enorme caballo negro a todo galope y a lo largo de la Chimborazo
se desplazaba y al llegar a la esquina El Embarcadero (ángulo noroeste de la
intersección de las calles Sucre y Chimborazo), doblaba por la calle Sucre
rumbo a Las Marías (antiguo hato de la familia Mendible donde ahora se halla la
sede del Liceo Francisco Lazo Martí) para detenerse bruscamente frente al
portón de una de las antiguas viviendas aledañas al matadero del pueblo. Parado
frente a la vivienda, el misterioso jinete a quien no se le veía la cara,
trajeado de sombrero alón de pelo e’ guama negro y envuelto en una cobija de
pelo negro ordenaba a la bien entrenada bestia destrozara a patadas el portón
de la vetusta casona. Estando en esa afanosa tarea el zaino negro parado en dos
patas y profiriendo fuertes relinchos, llenaba el ambiente de terror y de
polvo... Después de producir un gran alboroto, jinete y montura, desaparecían
misteriosamente ante la vista de los audaces curiosos, quienes por un postigo
de las desvencijadas ventanas de madera se habían atrevido a mirar a aquel
extraño jinete.
Los viejos
sanfernandinos contaban que ese caballo era El Tusón que pertenecía al matarife
del pueblo El Catire Benítez, quien durante muchos años vivió al lado de La
Matanza, donde además trabajó hasta su retiro. También referían otros viejos
sanfernandinos que en vida veían a medianoche a EL CATIRE BENITEZ pavoneándose
sobre su caballo y alardeando por las polvorientas calles del pueblo de ser un
excelente jinete y de poseer un bien entrenado y magnifico caballo. Otros
aseguraban que de madrugada miraban al Catire Benítez sentado en la acera del
cementerio sujetando a su caballo Tusón y que al voltear notaban que
misteriosamente había desaparecido y solo alcanzaban a escuchar el relincho de
la bestia. Por lo que algunos decían.
¡Ah vaina! el ánima
del Catire Benítez, todavía anda penando...
También, otros
vecinos referían que hacía muchos años, cerca de ese matadero fue asesinado por
motivos pasionales un parroquiano, quien en vida siempre andaba sobre un
hermoso y brioso corcel negro retinto enamorando mozuelas y aseguran que quien
lo mató era un vecino del lugar y que por eso a medianoche el jinete, cual alma
en pena, venía a perturbar el sueño de su asesino. Esta versión es aceptable,
por cuanto, se decía que el presunto criminal, tal vez atormentado por la molesta
y terrorífica visión, puso fin a su existencia, ahorcándose de las ramas de una
mata de mamón que se hallaba en el patio de su casa. Por cierto, desde que el
tercio se las puso, que peló el diente o que dejó el pelero ja, ja, ja, más
nunca los vecinos escucharon los relinchos del caballo zaino, ni tampoco
volvieron a ver a medianoche al desconocido jinete espantando a los vecinos de
LA MATANZA.
Y Colorín
Colado…este cuento…no ha acabado porque por ahí hay mucho muerto botando
basura… aunque los vecinos de LA MATANZA, desde que el criminal se ahorcó
duermen a pierna suelta hasta que Dios amanece… ja, ja, ja.
(*) RAIMUNDO
FONSECA. Fue un militar y político nacido en San Rafael de Atamaica, Estado
Apure el 15 de marzo de 1844 y fallecido en Caracas el 28 de julio de 1921.
Ingresa en la carrera de las armas el año 1858 al lado de su padre, quien se
encuentra al mando de las caballerías del Bajo Apure. Combate en la Guerra
Federal, bajo las órdenes del General Pedro Manuel Rojas (1862). Ascendido a
Capitán, en las campañas de Barinas, Apure y Portuguesa, distinguiéndose en el
combate de Ospino (15-2-1863) y en las tomas de Guanare y San Fernando de Apure
(abril 1863). Retirado a la vida privada después de la firma del Tratado de
Coche. Toma nuevamente las armas bajo las órdenes de los generales Pedro Manuel
Rojas y Manuel Ezequiel Bruzual, en defensa del gobierno del presidente Juan
Crisóstomo Falcón contra la Revolución Azul (1868). Como comandante de las
caballerías del Bajo Apure se une a la Revolución del General Antonio Guzmán
Blanco (1870), distinguiéndose luego en la Campaña de Apure contra el General
Adolfo Antonio Olivo, El Chingo (1871), durante la cual es nombrado jefe de
operaciones del Bajo Apure y es ascendido al grado de General de División. Posteriormente
es designado Presidente del Estado Apure (lapso 1873-1877) donde se dedica a
construir numerosas obras públicas en San Fernando (Iglesia Catedral, Palacio
de Gobierno conocido coloquialmente como El Fonsequero, el Cementerio Municipal
de la Calle Chimborazo, la Logia Candor 27, La Plaza Libertad y el matadero,
conocido popularmente como LA MATANZA). En el lapso 1877-1878 es electo Senador
por Apure. En 1879 organiza el ejército del Estado Apure a favor de la
revolución (1879). Presidente encargado del Estado Apure. En 1886-1887 es
propuesto como candidato a la presidencia de la República en los comicios de
1887. Ministro de Guerra y Marina (1888). Vuelve a figurar como delegado por el
Estado Guárico y primer vicepresidente en la Asamblea Plebiscitaria de La
Victoria a favor del regreso a la presidencia de Cipriano Castro (1906) y como
delegado por San Fernando de Apure en el Congreso de Municipalidades celebrado
en Caracas en 1911.
FUENTES:
Hemerográficas:
LAPREA SIFONTES,
Pedro El Catire Benítez, El Llanero, San Fernando 27-6-1985, Año X Nro. 465
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