REDES SOCIALES

lunes, 24 de mayo de 2021

LOS SERVICIOS FUNERARIOS EN APURE

 



LOS SERVICIOS FUNERARIOS EN SAN FERNANDO HASTA MEDIADOS DEL SIGLO VEINTE

Hugo Rafael Arana

hugoarpa24@hotmail.com

Miembro investigador del Centro de Estudios Histórico-Sociales del Llano Venezolano




1. ¿Cómo eran los servicios fúnebres en San Fernando?

Hasta finales de la década de los años cincuenta del siglo veinte no había en San Fernando servicios fúnebres establecidos; en ese sentido, era usual observar como los familiares, vecinos y amigos llevaran en hombros hasta la ultima morada, al familiar, vecino o amigo fallecido. Asimismo era habitual observar como los habitantes de este pueblo se horrorizaran ante un homicidio y ante la “muerte de repente” (como coloquialmente denominaban los apureños a los fallecidos de un ataque de infarto) de una persona.

2. Las parihuelas y los chinchorros: Primigenias ambulancias de San Fernando.

Las formas de llegar a un hospital eran menos expeditas. Cuando un agricultor; por ejemplo, en un lejano caserío se cortaba con el hacha con la que estaba derribando un árbol, era recogido por sus compañeros y llevado en parihuela al pueblo mas cercano. Se llamaba parihuela a una pieza de cuero seco de res, de un metro ochenta de largo, por medio metro de ancho; el cual era atravesado por dos varas de dos metros de largo, constituyendo una especie de camilla. En su defecto el lesionado o el muerto, era transportado también en una hamaca o chinchorro, al que le atravesaban por las cabulleras una vara de dos metros de largo, que porteaban dos hombres. En estos transportes acostaban al lesionado o al difunto, los cuales eran llevados por dos fuertes hombres; que cada cierto trecho eran relevados por otros dos y así alternadamente hasta llegar a destino. Así llegaban al cementerio o al centro de salud. En su ausencia al “Curioso” como se denominaba entonces a quien practicaba la medicina empírica.

3. Aprestos para el velorio

En esa época cuando se anunciaba la gravedad de un enfermo era necesario comenzar a arreglar la casa para el futuro velorio, esta se pintaba rápidamente, se solicitaban sillas prestadas a los vecinos y se compraba suficiente aguardiente, café, chocolate, cigarrillos y hasta tabaco para obsequiar a los acompañantes. El velorio era, en algunos casos , una especie de pequeño jolgorio , ya que entre sollozos de los dolientes, tragos de aguardiente, humo de cigarrillo, mascadas de tabaco y escupitajos (salivazos), los amigos del finado amanecían contando chistes, cuentos, e historias y algunas veces jugando barajas.

También se practicaban otros ritos . Primero se vaciaba en el patio el agua de beber , es decir, la que se hallaba contenida en las tinajas y la que se hallaba en la piedra o filtro del tinajero y también se sacaban de la casa todos los alimentos . Simultáneamente se armaba el altar y comenzaban los rezos.

Inmediatamente que salía de la casa la procesión fúnebre , había que tomar medidas para evitar que el espíritu del difunto quedara deambulando por la casa , asustando a los familiares. Alguien debía quedarse para colocar las sillas contra las paredes, para evitar que el espíritu del difunto tuviese la tentación de venir a sentarse en ellas, quedándose en la casa y no viajar al mas allá.

4. Urnas a la medida

En esa época no había en San Fernando empresas dedicadas a prestar servicio de pompas fúnebres, por lo que eran los carpinteros del pueblo los encargados de elaborar el sarcófago. A veces ocurría que en medio de la gravedad , la esposa u otro familiar del enfermo llamaba al carpintero para que le tomara las medidas al futuro viajero y de esta manera comenzar a elaborar el cajón, el cual generalmente se forraba en pana negro, de allí que en Apure los mamadores de gallo le pusieron apodos a aquellas personas de color, a los que llamaban “Forro de urna”.

Para el entierro todo era más fácil. En el solar de la casa donde estaba el moribundo, comenzaba la construcción de la urna. De modo que desde el lecho el individuo oía los martillazos y por supuesto sabia de que se trataba el asunto. Otros mas precavidos otros compraban el sarcófago y lo mantenían en un rincón de la casa. Algunas veces la urna era dada en préstamo a algún vecino, familiar o amigo que lo agarraba la pelona, porque sus familiares no tomaron la previsión de mandarle a fabricar previamente su sarcófago. Este préstamo era mientras se celebraban los actos fúnebres, porque finalizado el mismo, los familiares mandaban a construir otra, para devolvérsela a la persona que le había hecho el favor de prestárselas.

Las mas solicitadas eran aquellas hechas de madera de cedro amargo, porque se creía que sus tablas ahuyentaban a los espíritus . Esas, por supuesto ,eran las mas caras . En Tinaquillo , según lo relata su cronista José Ramón López Gómez , la municipalidad tenía una urna llamada por el pueblo “vaya y vuelva”, que servía para enterrar a los menesterosos, era un cajón de madera , hecho de recortes de madera, generalmente de tablas de embalar , eran urnas sin forrar, donde se leían los letreros de los productos que contenían , tales como, “Kerosene El Capitán” o “Velas de esperma El Carmen” . Iba esta urna montada en un par de ruedas, que transportaban los enterradores de oficio y donde se colocaba al difunto , llegado a la fosa seleccionada previamente, se sacaba al infeliz se volteaba la carretilla y se arrojaba al cadáver al fondo del duro , frío y pedregoso albergue, retornando la urna vacía de nuevo a la municipalidad.

5. Muertos pesados

El viaje del lugar del velorio al cementerio a veces se hacía difícil. Sobre todo cuando el difunto se negaba a aceptar que lo llevaran a aquel triste lugar, al que no quería ir, así que se ponía pesado, tanto que en ocasiones varios hombres no podían levantar el féretro. Se dice que en la Sierra de Coro para aliviar el peso, le daban garrotazos al ataúd. En El Callao, le daban sombrerazos hasta que el cajón volvía a su peso normal. En algunas regiones de los llanos y en parte de los andes, amenazan al muerto con orinarle el sarcófago. En todos estos casos, dicen los creyentes, que este método era infalible.

6. Los velorios y el método para descubrir a los criminales

En los homicidios misteriosos había formulas para hacer que los criminales se arrepintieran de un crimen, quienes impelidos por la conciencia confesaran su fechoría y se entregaran a la autoridad.

El actual Presidente de la Sociedad Bolivariana de Venezuela, Castillo Machez, cuenta como dos individuos, enloquecidos por el alcohol apuñalaron y decapitaron en el caserío Tupí, en Falcón, a un señor llamado Basilio García. Después de muerto lo decapitaron. Algunos “facurtos” le metieron en la boca al cadáver una moneda y en la mano un cuartico de aguardiente. Luego lo bambolearon de un lado a otro, hasta que la moneda y el aguardiente cayeron al suelo. Poco tiempo después, uno de los criminales confesó ante la policía el crimen cometido.

7. Los brujos, las flores y la tierra de muertos

Los practicantes de magia negra o brujería en Venezuela utilizan flores nacidas en los alrededores de las tumbas o también tierra de las mismas para sus misteriosos propósitos. Algunos brujos recetan tierra de tumbas recién ocupadas, para curar males de amores. Otros recetan tierra de tumbas para curar enfermedades de la piel y otros para dársela en la comida a los enemigos para que se pongan flaquitos y así ponerle fin a su existencia.

8. Evolución de los servicios funerarios en San Fernando

Ante la problemática que representa la ausencia de empresas y gente especializada en prestar este indispensable servicio en la ciudad; fue que a mediados del siglo veinte se fueron constituyendo empresas de pompas fúnebres ; las cuales suscribían contratos a futuro con los clientes . El suscriptor por su parte incluía a todos sus familiares en el mismo y cancelaba un modesto abono; así como el compromiso de pagar semanalmente a la empresa un bolívar. En ese sentido la funeraria enviaba a un empleado a cobrarle en su domicilio; generalmente era un muchacho que en bicicleta se dedicaba a visitar casa por casa, entregando como recibo , unos pequeños boletos , por un monto de un bolívar cada uno . En dichos tickets se indicaba la semana que estaba cancelando el cliente, éste por supuesto guardaba celosamente cada uno de estos boletos; por cuanto era el comprobante de haber cancelado el pasaje (sin retorno) del familiar que falleciera. De igual manera los dolientes comenzaron a velar a sus difuntos en los locales de las funerarias; asimismo el difunto era llevado a su ultima morada en carros fúnebres, aliviando a los familiares y demás dolientes tener que cargarlos en “brazos de amigos” hasta el distante y viejo cementerio municipal o Fonsequero, ubicado allá en la calle Chimborazo. También se fueron creando empresas dedicadas a la elaboración de coronas, con flores recién cortadas , traídas en aviones de la “Línea aérea Taca”, “Ransa” o “Avensa”; ya no se usarían las coronas fabricadas en San Fernando a base de alambre y papel crepé u otras confeccionadas con flores naturales que se conseguían en los patios de las solariegas casas apureñas, a base de cayenas, capachos, bella a las once, paraíso o alguna que otra rosa.

FUENTE: tierrallana.blogspot.com


0 comentarios:

Publicar un comentario

 
Design by Free WordPress Themes | Bloggerized by Lasantha - Premium Blogger Themes | Blogger Templates