LOS SERVICIOS
FUNERARIOS EN SAN FERNANDO HASTA MEDIADOS DEL SIGLO VEINTE
Hugo Rafael Arana
Miembro investigador del
Centro de Estudios Histórico-Sociales del Llano Venezolano
1. ¿Cómo eran los servicios fúnebres en San Fernando?
Hasta finales de la década de los años cincuenta del
siglo veinte no había en San Fernando servicios fúnebres establecidos; en ese
sentido, era usual observar como los familiares, vecinos y amigos
llevaran en hombros hasta la ultima morada, al familiar, vecino o amigo
fallecido. Asimismo era habitual observar como los habitantes de este
pueblo se horrorizaran ante un homicidio y ante la “muerte de
repente” (como coloquialmente denominaban los apureños a los fallecidos de
un ataque de infarto) de una persona.
2. Las parihuelas y los chinchorros: Primigenias
ambulancias de San Fernando.
Las formas de llegar a un hospital eran menos
expeditas. Cuando un agricultor; por ejemplo, en un lejano caserío se
cortaba con el hacha con la que estaba derribando un árbol, era recogido
por sus compañeros y llevado en parihuela al pueblo mas cercano. Se
llamaba parihuela a una pieza de cuero seco de res, de un metro ochenta de
largo, por medio metro de ancho; el cual era atravesado por dos varas de dos
metros de largo, constituyendo una especie de camilla. En su defecto el
lesionado o el muerto, era transportado también en una hamaca o chinchorro, al
que le atravesaban por las cabulleras una vara de dos metros de largo, que
porteaban dos hombres. En estos transportes acostaban al lesionado o al
difunto, los cuales eran llevados por dos fuertes hombres; que cada cierto
trecho eran relevados por otros dos y así alternadamente hasta llegar a
destino. Así llegaban al cementerio o al centro de salud. En su ausencia al
“Curioso” como se denominaba entonces a quien practicaba la medicina
empírica.
3. Aprestos para el velorio
En esa época cuando se anunciaba la gravedad de un
enfermo era necesario comenzar a arreglar la casa para el futuro velorio, esta
se pintaba rápidamente, se solicitaban sillas prestadas a los vecinos y se
compraba suficiente aguardiente, café, chocolate, cigarrillos y hasta tabaco
para obsequiar a los acompañantes. El velorio era, en algunos casos , una
especie de pequeño jolgorio , ya que entre sollozos de los dolientes, tragos de
aguardiente, humo de cigarrillo, mascadas de tabaco y escupitajos (salivazos),
los amigos del finado amanecían contando chistes, cuentos, e historias y
algunas veces jugando barajas.
También se practicaban otros ritos .
Primero se vaciaba en el patio el agua de beber , es decir, la que se hallaba
contenida en las tinajas y la que se hallaba en la piedra o filtro del tinajero
y también se sacaban de la casa todos los alimentos . Simultáneamente se
armaba el altar y comenzaban los rezos.
Inmediatamente que salía de la casa
la procesión fúnebre , había que tomar medidas para evitar que el
espíritu del difunto quedara deambulando por la casa , asustando a
los familiares. Alguien debía quedarse para colocar las sillas contra las
paredes, para evitar que el espíritu del difunto tuviese la tentación de
venir a sentarse en ellas, quedándose en la casa y no viajar al mas allá.
4. Urnas
a la medida
En esa época
no había en San Fernando empresas dedicadas a prestar servicio de pompas
fúnebres, por lo que eran los carpinteros del pueblo los encargados de elaborar
el sarcófago. A veces ocurría que en medio de la gravedad , la esposa u otro
familiar del enfermo llamaba al carpintero para que le tomara las medidas al
futuro viajero y de esta manera comenzar a elaborar el cajón, el cual
generalmente se forraba en pana negro, de allí que en Apure los mamadores de
gallo le pusieron apodos a aquellas personas de color, a los que
llamaban “Forro de urna”.
Para el
entierro todo era más fácil. En el solar de la casa donde estaba el moribundo,
comenzaba la construcción de la urna. De modo que desde el lecho el
individuo oía los martillazos y por supuesto sabia de que se trataba el
asunto. Otros mas precavidos otros compraban el sarcófago y lo mantenían en un
rincón de la casa. Algunas veces la urna era dada en préstamo a algún vecino,
familiar o amigo que lo agarraba la pelona, porque sus familiares no tomaron la
previsión de mandarle a fabricar previamente su sarcófago. Este préstamo era
mientras se celebraban los actos fúnebres, porque finalizado el mismo, los
familiares mandaban a construir otra, para devolvérsela a la persona que le
había hecho el favor de prestárselas.
Las mas
solicitadas eran aquellas hechas de madera de cedro amargo, porque se creía que
sus tablas ahuyentaban a los espíritus . Esas, por supuesto ,eran las mas caras
. En Tinaquillo , según lo relata su cronista José Ramón López Gómez , la
municipalidad tenía una urna llamada por el pueblo “vaya y vuelva”, que
servía para enterrar a los menesterosos, era un cajón de madera , hecho de
recortes de madera, generalmente de tablas de embalar , eran urnas sin
forrar, donde se leían los letreros de los productos que contenían , tales
como, “Kerosene El Capitán” o “Velas de esperma El Carmen” .
Iba esta urna montada en un par de ruedas, que transportaban los
enterradores de oficio y donde se colocaba al difunto , llegado a la fosa
seleccionada previamente, se sacaba al infeliz se volteaba la carretilla y se
arrojaba al cadáver al fondo del duro , frío y pedregoso albergue, retornando
la urna vacía de nuevo a la municipalidad.
5. Muertos
pesados
El viaje del
lugar del velorio al cementerio a veces se hacía difícil. Sobre todo cuando el
difunto se negaba a aceptar que lo llevaran a aquel triste lugar, al que no
quería ir, así que se ponía pesado, tanto que en ocasiones varios hombres no
podían levantar el féretro. Se dice que en la Sierra de Coro para
aliviar el peso, le daban garrotazos al ataúd. En El Callao, le daban
sombrerazos hasta que el cajón volvía a su peso normal. En algunas
regiones de los llanos y en parte de los andes, amenazan al muerto con orinarle
el sarcófago. En todos estos casos, dicen los creyentes, que este método era
infalible.
6. Los
velorios y el método para descubrir a los criminales
En los
homicidios misteriosos había formulas para hacer que los criminales se
arrepintieran de un crimen, quienes impelidos por la conciencia
confesaran su fechoría y se entregaran a la autoridad.
El actual
Presidente de la Sociedad Bolivariana de Venezuela, Castillo Machez,
cuenta como dos individuos, enloquecidos por el alcohol apuñalaron
y decapitaron en el caserío Tupí, en Falcón, a un señor llamado Basilio
García. Después de muerto lo decapitaron. Algunos “facurtos” le
metieron en la boca al cadáver una moneda y en la mano un cuartico de
aguardiente. Luego lo bambolearon de un lado a otro, hasta que la moneda y
el aguardiente cayeron al suelo. Poco tiempo después, uno de los criminales
confesó ante la policía el crimen cometido.
7. Los
brujos, las flores y la tierra de muertos
Los practicantes de magia negra o
brujería en Venezuela utilizan flores nacidas en los alrededores de las
tumbas o también tierra de las mismas para sus misteriosos
propósitos. Algunos brujos recetan tierra de tumbas recién ocupadas, para curar
males de amores. Otros recetan tierra de tumbas para curar enfermedades de
la piel y otros para dársela en la comida a los enemigos para que se pongan
flaquitos y así ponerle fin a su existencia.
8. Evolución de los servicios funerarios en San Fernando
Ante la problemática que representa la ausencia de
empresas y gente especializada en prestar este indispensable servicio en la
ciudad; fue que a mediados del siglo veinte se fueron constituyendo empresas de
pompas fúnebres ; las cuales suscribían contratos a futuro con los clientes .
El suscriptor por su parte incluía a todos sus familiares en el mismo y
cancelaba un modesto abono; así como el compromiso de pagar semanalmente a la
empresa un bolívar. En ese sentido la funeraria enviaba a un empleado a
cobrarle en su domicilio; generalmente era un muchacho que en bicicleta se
dedicaba a visitar casa por casa, entregando como recibo , unos pequeños
boletos , por un monto de un bolívar cada uno . En dichos tickets se indicaba
la semana que estaba cancelando el cliente, éste por supuesto guardaba
celosamente cada uno de estos boletos; por cuanto era el comprobante de haber
cancelado el pasaje (sin retorno) del familiar que falleciera. De igual manera
los dolientes comenzaron a velar a sus difuntos en los locales de las
funerarias; asimismo el difunto era llevado a su ultima morada en carros
fúnebres, aliviando a los familiares y demás dolientes tener que cargarlos en
“brazos de amigos” hasta el distante y viejo cementerio municipal o Fonsequero,
ubicado allá en la calle Chimborazo. También se fueron creando empresas
dedicadas a la elaboración de coronas, con flores recién cortadas , traídas en
aviones de la “Línea aérea Taca”, “Ransa” o “Avensa”; ya no se usarían las
coronas fabricadas en San Fernando a base de alambre y papel crepé u otras
confeccionadas con flores naturales que se conseguían en los patios de las
solariegas casas apureñas, a base de cayenas, capachos, bella a las once,
paraíso o alguna que otra rosa.
FUENTE: tierrallana.blogspot.com
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