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miércoles, 5 de mayo de 2021

SANTIAGO RAFAEL AGOSTINI HOSPEDALES

 

Simón Agostini Padre de Santiago Rafael Agostini


SANTIAGO RAFAEL AGOSTINI HOSPEDALES

 

Santiago Rafael Agostini Hospedales nació en Puerto España, isla de Trinidad, en el año 1808. Hijo de Simón Agostini y María Hospedales.

Contrajo nupcias con la escritora apureña Margarita Márquez Aranda, y el enlace tuvo una hija, Margarita Agostini Márquez, quien se casó con el escritor y político Francisco Pimentel Anderson, padres de Francisco [Job Pim] (1889-1942), escritor y humorista; Cecilia (1889-1979), escritora y luchadora social; Clara; Clemente; Vicente y Luis.

Estudió la primaria y la secundaria en la isla de Trinidad, al finalizar lo enviaron a Europa, donde se graduó de abogado, y continuó su formación académica en Italia, Francia e Inglaterra. Hablaba castellano, francés e italiano.

Viajó desde Trinidad hasta Venezuela, residenciándose primero en Valencia, Edo. Carabobo; y luego en San Fernando de Apure. Diputado por la provincia de Apure (1844), secretario de Interior y Justicia, Secretario de Relaciones Exteriores. En Caracas fundó el diario El Diablo Asmodeo de Caracas, fue redactor de El Liberal (1845), El Patriota (1846), y El Foro (1857). Apoyó las candidaturas a la presidencia, primero del presbítero, historiador y general caraqueño José Félix Blanco (1782-1872), en el año 1846; y luego la del General en Jefe neoespartano Santiago Mariño Carige (1788-1854), en el año 1850.

Usó los seudónimos Agapito Canelón, Asmodeo, Inistoga, Chacute, Luistoga y El Príncipe Ventosista.

Formó parte de La Galipanada, movimiento revolucionario en Venezuela ocurrido el 17 de agosto de 1858, integrado por los liberales descontentos con el gobierno del militar y político caraqueño Julián Castro (1805-75). Posteriormente, el militar guariño, general de divisón Carlos Soublette (1789-1870) develó el plan y lo detuvo. Después de la Revolución de Marzo se alejó de su vida política y se dedicó a impartir clases de idiomas en Caracas.

Autor de los siguientes escritos: Proyecto de Código de Procedimiento Civil venezolano (1835); primer proyecto de Código de enjuiciamiento criminal (1844): Cítara del Apure o melodías del desierto (1844), que históricamente es el primer libro de poesía impreso en Venezuela; Pláticas de Asmodeo sobre todas las cosas pasadas, presentes y futuras (1851); Chants d'Inistoga ou echos du désert (1852); y Código de amor (1855); y las obras de teatro, Cora o los hijos del Sol (1837); y Lara o un colombiano (1843).

El escritor, periodista, dramaturgo y abogado Santiago Rafael Agostini Hospedales falleció en Caracas, el 18 de febrero de 1881.

En la publicación Troja de Libros Adolfo Rodríguez escribe lo siguiente:

RAFAEL AGOSTINI: LEGISLADOR Y HUMORISTA, PROCEDENTE DE LOS LLANOS, AUTOR DEL PRIMER LIBRO DE POEMAS PUBLICADO EN VENEZUELA

Un verdadero caso en la historia de la literatura, las ciencias jurídicas, el humorismo y la polémica, en Venezuela, lo representa Rafael Agostini, de origen corso, nacido en Trinidad, pero casado con apureña, vinculada a la ganadería. Vecino ocasional de Calabozo, Agostini hace aqui de propietario de casas y tierras, juez de la circunscripción y funciones como vicerrector en el Colegio Nacional. Su producción intelectual comienza con sus proyectos de códigos de Procedimiento Civil y Procedimiento Criminal, que presenta ante el Congreso en 1835, que presentó al Congreso Nacional, pero el mismo fue archivado; sin embargo en 1844 lo volvió presentar y fue discutido en varias sesiones. Finalmente se arrumbarían. Luego con la publicación en 1844 de “La Cítara de Apure o Melodías del Desierto”, reconocido hasta la fecha como el primer poemario publicado en la historia de Venezuela. A lo cual se suma la redacción del periódico satírico “Asmodeo” y de un curioso libro de humor titulado “Código del Amor”

De Rafael Agostini y su obra, han escrito Humberto Cuenca, Jesús Sanoja Hernández, Rafael Ramón Castellanos, R. J. Lovera de Sola y Argenis Méndez Echenique, entre otros.

En su Proyecto de Código Criminal apela a “la razón y la filosofía” que combaten “con tesón y perseverancia los errores de las legislaciones antiguas” y “la necesidad de una reforma en las instituciones antiliberales que gobiernan a las naciones”. Habla de “una rancia jurisprudencia” y que “la grandeza verdadera no se cifra en la fuerza de las bayonetas”.

Explica que “un moderno español” refiere que “el genio del bien…ha logrado romper las cadenas del despotismo político y religioso en que gemía el pueblo americano”, mientras que se advierte ahora el prodigio de “rapidez con que se derraman los conocimientos del espíritu humano, inundando…con copiosos raudales unos piises donde parecía haber fijado su eterno imperio las tinieblas de la ignorancia”

“Ya en V se han dado pasos agigantados…se han superado todos los obstáculos que oponíanse a nuestra completa emancipación; y el despotismo y la superstición han despejado para siempre de este suelo que habían asolado…”

“…déjase percibir por todas partes una fermentación saludable…. Expresión de una necesidad real que nos impele…”

Remite a los principios luminosos que han proclamado los Montesquieu, los Locke, los Filangeri, los Beccaria, los Contaste, los Benthan. Recordando que “desde años atrás, y a fuer de patriota y voluntario, yo había emprendido un grande, un inmenso trabajo sobre las leyes patrias: habíame propuesto presentar a las cámaras legislativas cinco proyectos que abrazasen todos los ramos de la legislación, para que discutidos y mejorados, y adoptados por el Congreso, viniesen a ser el código de la República. No se me ocultaba la colosal y casi invencible dificultad de la obra y la abrumante desproporción que promediaba entre ella y mis débiles fuerzas; pero joven y ardiente, lleno de entusiasmo y patriotismo, nada pareciame imposible, y abalanzéme, novel Alcides, a limpiar los establos de Augias. Acometí la empresa, y publiqué en un periódico que salía entonces, un proyecto de constitución que reformaba la existente; y muy luego presenté al Congreso un código de procedimiento civil, código que fue acogido por las cámaras, y encomendado a una comisión que lo examinara y luego informase: empero allí ahogado murió. Este triste resultado de mi primer ensayo, los trastornos que luego siguieron, y otros acontecimientos me desmayaron en tal grado, que me retraje de todo punto de la empresa.

“Más fui luego nombrado Representante por la provincia de Apure; despertase mi ardor adormecido, y creí que debía, como tal, sacar del polvo algunos materiales que pudieran coordinarse para formar un código criminal; y ocurrióseme podría por lo menos, intentar un nuevo servicio en pro de esa patria benévola que me deparaba tan honroso encargo.

“Nombróse en 1840 una comisión permanente encargada de redactar los códigos nacionales, y que debiera a los dos años…presentarlos al Congreso. Hasta hoy no hemos visto los trabajos de esta comisión”, aunque si uno de comercio publicado en la Gaceta de Gobierno. Considera que la comisión empieza por donde debe terminar, ya que es prioritario el civil y luego el criminal antes que aquel. Así que se atreve “a repetir hoy el ejemplo dado en 1835; me he persuadido que como entonces, el trabajo que yo presento ahora, podrá servir siquiera de cuadro o tronco para sobre él ingertar las ideas de otros; podrá servir, como entonces, ara descuajar lo agrio y enmarañado de la selva que debemos atravesar. Y si bien (como podrá acontecer) no me cupiere en ello, ni gloria ni provecho, mi conciencia me dirá allá a mis solas, aunque oscuramente, que he prestado un nuevo, bien que tenue servicio, a mi país; y esta será no poca recompensa”.

Lanza, pues, un código criminal, mejor dicho la segunda parte de este código, el cual abraza solo el procedimiento de los tribunales del crimen”. Ya que estando “empleado como magistrado en una provincia distante de la República, y teniendo que atender a la vez a una numerosa familia y a mis intereses particulares, no me quedaba ni el tiempo suficiente para coordinarla; ni siquiera tenía los elementos necesarios para acometer la empresa”

Añade haber “concebido un plan inmenso y general: dividía toda la obra en cinco partes o secciones, que abrazaban toda la legislación patria”. Una tarea superior que se limitada a “cortar, reducir y escatimar tantas disposiciones redundantes e innecesarias, y coordinar y clasificar con un método más filosófico las materias que sobran. No hay ya más que inventar: los maestros de la ciencia lo han hecho todo: nuestro trabajo se reduce a recoger lo que a cada cual convenga….Así es que la idea matriz y dominante de mi plan debiera ser la unidad y uniformidad de principios: de la unidad como de una fuente primitiva hubiera emanado el todo, derramándose después cual un río en diversos raudales: no habría sino un solo código, una sola ley dividida en secciones, en títulos y capítulos: yo quería que se pudiese decir con verdad y sin mentira: “La Ley dispone:”

“…mis reformas alcanzan hasta la constitución”.

“Yo decía, con un profundo filosofo moderno: “Conservación y tranquilidad, he aquí los únicos objetos de la ciencia de la legislación… Así es que la posibilidad de existir, y de existir de un modo agradable; la libertad de aumentar, de mejorar, de conservar su propiedad: la confianza en el Gobernante, en los magistrados, en los demás ciudadanos; la certeza de no poder un individuo ser molestado obrando según los preceptos de la ley; he aquí los resultados del principio universal de la conservación. y de la tranquilidad.

“La naturaleza del Gobierno, el carácter de los pueblos, el clima en que vivimos, la extensión del territorio que pisamos, las ideas y aun las preocupaciones que nos dominan, son los puntos que debemos considerar, atentamente, antes de estampar las reglas que han de fijar nuestros pasos en la carrera de la vida”.

Agostini divide su “trabajo” en cinco grandes secciones o códigos particulares: el código fundamental o constitución del Estado, el código político y administrativo, el civil, el de comercio y el criminal.

Desecha, en este último, el método absurdo e inquisitorial de los exámenes en privado.}

Propone una nueva división territorial de la República. En secciones judiciales, modificando algo el arreglo que existe hoy; porque “el primer objeto que me propongo, es la facilidad y comodidad de los administrados. Así en los distritos y circuitos, prescindo de provincias y cantones….he calculado la población, la extensión, los recursos de todos los cantones y sobre estas bases he levantado mi edificio”.

Recomienda el sistema que rige en Inglaterra y en la América inglesa, “porque es el más sencillo, el más fácil y por tanto el más practicable”.

“si nunca empezamos, nunca tendremos experiencia, nunca hallaremos los medios de vencerlas”.

Deduce que tendemos a la federación.

Con el establecimiento de “grandes yuris” considera que “entramos en el verdadero sistema popular… la verdadera democracia, la única envidiable y posible libertad, bajo el amparo de justas y benéficas leyes”.

Desmiente a Mr. Webster, quien en un discurso ante el monumento de Bunker´s Hill, se atrevió a proclamar: “nosotros heredamos libertad, seguridad y leyes fundadas sobre la ilustración y la religión; la América del Sur heredó el poder militar Y LA TIRANIA”.

Propicia ahorros en cuanto a la retención de presos en las cárceles.

Y aspira, finalmente, “que cada cual coopere con lo que pueda a adelantar el edificio; que todos contribuyan con sus luces a perfeccionar la obra; así tal vez de la suma de tantos conocimientos se formará un raudal suficiente para fecundar el campo de la inteligencia, y enriquecer la ciencia de la legislación. Allá en la cima de las cordilleras una multitud de arroyos brotan despreciables en su origen, siguen hasta el Naciente una misma derrota, se tropiezan en su curso, se confunden, y al fin reunidos en un mismo alveo, forman un caudaloso Orinoco que desemboca retumbante en el Océano”.

Anexo el “Código Criminal. Segunda parte”.

1844 será, para Agostini, un año de éxitos literarios: presenta su obra Cora, o los hijos del sol, texto dramático, que introduce en la literatura venezolana, por primera vez, la cuestión indigenista, aunque referida a los quechuas, poniendo en un mismo plano de igualdad los valores ibéricos y aborígenes. El tema gira en torno a las limitaciones con que usualmente los convencionalismos entorpecen a los enamorados. Temática amorosa que roza en su laergo poemario, en dos tomos, “La Cítara de Apure o Melodías del Desierto (Poesías Lírica)” (Caracas: Imprenta Boliviana, Por D- Salazar, 1844) considerado el primer poemario editado en Venezuela. Refiere en su prólogo, suscrito por R.Agostini en Caracas, enero de 1844, acerca de lo que juzga un “atrevimiento” Que hay quienes (“personas de gusto”) asegurándole que “sus poesías merecen la impresión” Aunque confiesa no creerse poeta, “a pesar del intenso anhelo de serlo”. Se cree carente de dos cualidades para ello: “aquella facilidad y afluencia, y aquel tesoro de imaginación inagotable, que constituyen al verdadero poeta”. Que no fue impedimento para que, despojándose de “hipócrita modestia”, algunas de sus composiciones “no están desasistidas de cierto mérito”. Que le representaron gran esfuerzo, a pesar de que autores que cita (Osian, Metastacio, Byron, Lamartine y Espronceda) producen “sus versos a la manera que fingen que la aurora derrama sus flores, y las flores sus perfumes y colores, espontáneamente, con profusión y sin esfuerzo”.



Recuerda que en 1834 en el Argos de Carabobo, donde imprimía composiciones, opinaba: “Hay pocos, o ningún poeta entre nosotros; el dulce canto de las Musas no resuena en nuestros amenos valles; y las bellas artes y las letras apenas tienen unos pocos aficionados en este suelo de gloria y de esperanzas. Nos absorbe enteramente la política, y nada nos encantan los placeres de la imaginación. De qué penderá esto? La libertad producía a la vez, en los más felices tiempos de Atenas y de Roma, los Arístides y los Pompeyos, los Demóstenes y Cicerones, los Píndaros y los Horacios. La política y las ciencias, el comercio y las letras deben marchar de consuno en un estado popular y darse las manos, como las Musas en Helicona”.

Anhela contribuir, así, a “despertar el genio poético venezolano”. Un llamado que cree acatado, desde el Zulia al Manzanares, por cuanto hay jóvenes lanzándose a “las vías abiertas por Byron, Schiller, La Martine, Manzini, Hugo, Pindemonte y algunos modernos españoles”. De manera tal que feelicita al bardo de Choroni, “arrojado sobre las huellas de Zorrilla”. Recomendándole volar “con sus propias alas, que son poderosas y valientes”.

Lamenta la inexistencia de obras poéticas de alguna extensión ni colecciones de poesías patrias venezolanas, excluyendo, por “estrangeros” a Bello u Olmedo.

Presume timidez en los jóvenes bardos y se empeña en estimularlos. Para que de ese modo tengamos nuestros Shakespeare y Gracilazo, Montis y Racines. “Y yo habré sido, como Descartes, el atriun veritatis, el precursor de la nueva era, el heraldo de las glorias patrias. Yo seré (permítaseme la metáfora) el lucero que precede al Alba, la Aurora que anuncia un hermoso día: mi gloria no será despreciable”

En “Los Preludios” de la Melodía Primera hace la habitual “advocación a la Musa divina”, pero se proclama “torpe”, aunque “acosado por ella como Prometeo”. Conmina a dicha Musa que lo ayude a evitar la contienda épica, “esta escena de furores, /Musa, y busquemos en el bosque umbroso /… / De Filomela con rabel donoso / imitaré los cánticos gentiles, / y evocando los ecos pastoriles / olvidaré a Belona y sus horrores”

Un amago de bucolismo sucedido por lo funeral y terminado así con esta estrofa:

“Víctimas santas¡ …osará mi lira / exaltar vuestra fama en esta tierra; / y dejaré caer, sobre la losa / que vuestra sombra encierra, /una lágrima, un cántico, una rosa¡”.

Aunque la Melodía segunda está dedicada “El Padre de Colombia”, sirviéndose de este epígrafe: “Debe el odio morir sobre la tumba”.

Imita al Dios pacífico, / Que a perdonar del alto Empíreo vuela.

El Moribundo es el título para La Melodía Tercera.

Hasta que en la cuarta aterrice en la región que motiva el poema y ha hecho su segunda patria. Titula “Apure: 1831: El 19 de abril”, inevitablemente épico, al parecer:

Cual de Apure frenética la onda,

Cuando ruge y se agita en furor,

Se derrama en los llanos que inunda,

Y arrebata la grey y el pastor;

Tal, siguiendo en los campos de muerte

Al intrépido y fuerte adalid,

Se derrama la invicta caterva

Que acomete al hispano en la lid.

CORO:

Diez y nueve…

Bajo el cuádruplo pie tiembla el llano

Que se cubre de un polvo letal;

Huid tiranos, las playas de Apure,

Huid de Apure la lanza y furor¡

La Melodía Quinta (Imitación del francés), el título EL OTOÑO anuncia el tono intimista: “Ay¡ Cada hoja que arrojáis / Es presagio de mi muerte

No obstante que la Melodía sexta, bajo el título de “Callar y Sufrir” más bien revela un modo de ser contrario que signa su vida, como confiesa: “Ah¡ mil veces prefiero la muerte / Que a su lado callar y sufrir¡ / (…) / Si, tirana, tu debes un día / Abjurar una ley tan severa; / O, si no eres más cruel que una fiera, / Tú tendrías que callar y sufrir¡

La Melodía séptima (La DESPEDIDA), quizá autobiográfico, insiste en el desamor que tematiza en su drama antes mencionado: “Como el indio a su diosa, la Aurora / humillado a tus pies me postré.

Ya la muerte deseo… a mis males / Es el único alivio, morir¡

…Ya no debo turbar tu contento; / Debo huir y callar…Niña, adiós¡

La Melodía octava (Palinodia) abunda en estas aventuras amatorias : “Mas al fin otra supo sensible / Apreciar mi leal corazón”.

Ya pasaron los días fatales

Que me hicieron ansiar el morir;

Dio el amor blanco alivio a mis males,

Y ya mi único anhelo es vivir¡

Ya cerróse la tumba que abierta

Parecía invitarme a bajar..

Me arrebata infinito contento:

Te abandono, y me voy…Niña, Adios¡

E igualmente la Melodía Nona (Sí o No):

Mi seno abrazado

En vano te adora,

Cruel, y aun ignora

Si me amas, o no.

Y la Melodía décima (El sueño)

Pero ya con la luz se matizaba

El cielo, y con la noche huía el sueño…

Ya tu no eras mi hermana… y aun te amaba¡

(soneto)

Aunque la Undécima está dedicada a La Pola, Policarpa Zalavarrieta, una heroína neogranadina que fue motivo de muchos cantos entre los liridas venezolanos de aquellos días:

Y para eternizar con pompa triste

El día y el lugar en que caiste,

Dicte la musa patria al doble coro

En metro funeral himno sonoro.

La Melodía duodécima (Pienso en ti), reiterativa en asuntos amatorios, discretamente romántico:

No temas pues, oh¡…

Que falte a lo que prometí

E inútil es que yo repita:

Que pienso en ti, que pienso en ti.

La décima tercera (Alcáica de Horacio) de tema greco-latino, muy usual entre los neoclásicos

(a modo de reprensión contra Paris)

La Melodía décima cuarta cama a Guaicaipuro, héroe indígena muy celebrado en el siglo XIX. Lo escribe el 19 de abril de 1840

Temas heroicos que alterna con los requiebros que parecen perturbar sus sentidos, como confiesa: Melodía décima quinta (El Delirio) “Si una tierna palabra me dices, / Se me embota la vista, el oído”

La Melodía décimo sexta, una saga-legendaria: Aníbal

La Melodía décima séptima referida a dilemas que lo atenazan : El pastor y el soldado

Melodía décima octava: Juramento de Nise (Imitación).

En tanto que la Melodía décima nona (Adiós),, el desengaño de nuevo, aunque sin patetismo: “Y aquel labio, ya mío, prodiga / A otro labio su miel…Ay¡ adiós”

En la Melodía Vigésima (Teolinda) Exhorta para que cumpla con su deber y luego regrese para embriagarlo de amor.

La Melodía vigésima primera (La Felicidad), consolador: “Me resigno y solo pido / El amor de una mujer

…Soy feliz, si me embelesa / El amor de una mujer.

….

La Melodía vigésima segunda, vuelta a la epicidad (Apoteosis de Bolívar) a propósito de una circunstancia que paraliza casi todos los alientos del país en aquel instante y motiva casi todos los versos que se escriben entonces: 17 de diciembre de 1842

Guaicaipuro

Sal de la tumba inerte¡

Tu sombra al fin sacuda

El helado reposo de la muerte,

Ven el gran acto a celebrar¡ …Saluda

Con entusiasmo y con fervor profundo

Al varón grande y fuerte

Que conquistó la libertad de un mundo¡

Su nombre un culto universal reclama

En 1850 comienza Rafael Agostini la publicación del Diablo Asmodeo, satírico y burlesco. Un humor que, en parte el Llano nutre, ya que apela a su lenguaje: “Aquí yace un Carapacho”. En 1851 publica Pláticas de Asmodeo (Imprenta de T. Antero): la XVIII “Regado en la silla como dicen en el Llano”.

La contestación de Juan Agapito Canelón y Cachute al sr Diablo Asmodeo refiriéndose a los teatros en Caracas: “una especie de gallera más vieja y sucia que algunas de nuestros pueblos del llano”, con “su techo de coleta con guirindajos que cuelgan como grandes murciélagos en nuestras queseras abandonadas” (pp 66-7). Y en cuanto a vías de comunicación: “seguiremos por los mismos zangurriales, hasta que se atasquen los machitos, hasta los ojos. Y entonces, aunque gritemos con el porreta nacional: la sabana está bellaca: / ha…y…ya!... el mocho lo saca” Cree que “ni con ese ensalmo ni con huesito de cochino nos salvamos. No hay tutía; y nos lleva a todos el Diablo en carrera de mostrenco” (p 69).

Otro sí: hay más pulgas en esta capital que caribes en Apure y mosquitos en el Guárico” (p 69).

A veces no es más que referencias a esos espacios que lo acogieron hasta darle bienes y querencias: “anchas sabanas” (71)

Recurre a las “Las 24 razones del cura del Calvario cuando le recrimina el corregidor de Calabozo por no haber repicado en la entrada del arzobispo a su pueblo” (p. 72). Seguramente para satirizar un cúmulo de pretextos de alguno de los políticos que eran objeto de sus incontenibles tirrias..

En 1851, publica Pláticas de Asmodeo sobre todas las cosas pasadas, presentes y futuras.

De 1852, su poemario Chants d’Inistoga ou échos du desert (publicado en París)

Y de 1855 es Código del amor. Jesús Sanoja Hernández, con el seudónimo de Edgard Hamilton recuerda en Papel Literario de El Nacional, 9 de mayo de 1971 que “Por los tiempos en que Alejo Carpentier iba a la BN y sacaba del bolsillo una lista de autores poco comunes, consultamos asiduamente los libros de Rafael Agostini, Pasaron unos años y H Cuenca, investigador incansable, reveló como la Cítara de Apure fue el primer libro de versos publicado en Venezuela y anotó otra curiosidad de la que guardamos anotaciones en un viejísimo cuaderno cuadriculado: que Chants….fue un poemario de Agostini escrito en francés, italiano y español.

Sin embargo Cuenca no analiza Código del Amor de Agapito Canelón que escondía en el seud a Rafael Agostini, hombre de acción, fugas, nombres falsos, políticas menores y mayores. Apenas lo menciona y resulta que Código de Amor es, no tanto una “obra humorística” … El humorismo de Agostini es un manual de trucos amorosos, con variada utilización de los cinco sentidos, muy especialmente el tacto. Y da las señales y signos apropiados para hacerse corresponder. En mamadera de gallo AC se cataloga como “autor” de varias obras clásicas.

Del diccionario del amor de Agostini citemos algunas acepciones:

ANTORCHA: cuando el amor se enciende todas las demás se apagan.

CURIOSIDAD: en más de una ocasión ha hecho dar el primer paso.

CHISPA: Hija de una mirada, produce en poco tiempo un vasto incendio.

EDAD: Desde cierta época es el más importante secreto de las mujeres.

SIEMPRE: palabra vacía de sentido en los labios de una amante”.

Dos años después, Agostini integra parte del prestigioso elenco que redacta el periódico El Foro, junto a Juan Vicente González y Luis Sanojo.

ILUSTRACIONES: A falta de la indispensable iconografía, se inserta dibujo publicado en el periódico El Bazar representando los viajes desde San Fernando a Caracas en el siglo XIX. Así como carátulas de dos de las publicaciones de Agosrtini.

 

FUENTE:

-venezuelaehistoria.blogspot.com

-Adolfo Rodriguez

-Troja de Libros


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