SOMBRERERÍA EL SOL
AUTOR: Hugo Arana Páez
En esta ocasión me
referiré a un ancestral oficio que hasta finales de la década de los años
sesenta de la centuria pasada se hacía en San Fernando de Apure; me refiero al
arte de restaurar sombreros de fino paño de fieltro y que hoy lamentablemente
ha desaparecido.
En ese sentido, se
hará una aproximación a la vida del artesano que ejercía este oficio, como fue
el maestro apureño MANUEL ZAPATA; también se resaltará el uso e importancia del
sombrero para el hombre de tierra llana ¿Prenda de vestir o un utensilio
protector y herramienta de trabajo? Asimismo se hará énfasis en el nombre de
una importante esquina del Barrio El Mamón (actual Sector Centro Valle),
conocida como ESQUINA EL SOL; también se hará una aproximación a aquellos
personajes que utilizaron y los que actualmente usan el sombrero como prenda y
como compañero inseparable en su rutina diaria; finalmente se hará hincapié en
las nefastas consecuencias que ha ejercido el MESTIZAJE en los hábitos y
costumbres del peón de hato apureño, ese hombre bragao de toro, soga y caballo
que un aciago día cambió su característico sombrero por una gorrita…
Una vez más les doy
las gracias a los artistas plásticos y a los fotógrafos profesionales o
aficionados a ese arte, quienes con sus bonitos lienzos y coloridas imágenes
contribuyen a facilitar la comprensión de estos trabajos.
1. MANUEL ZAPATA:
DE AVEZADO FÍGARO LLANERO A RESTAURADOR DE SOMBREROS DE FINO PAÑO.
El 2 de febrero del
año 2021, entrevisté a Lourdes Zapata, profesora de pintura de la Escuela de
Artes Plásticas de San Fernando Juan Lovera, quien con mucho orgullo me informó
que ella es sobrina de Manuel Zapata y que recordaba cuando de niña su madre la
llevaba a deslizarse en el tobogán, a dar vueltas en una rueda, a columpiarse o
a correr por las camineras del bucólico Parque Infantil Andrés Eloy Blanco,
situado en el ángulo sureste del cruce de las calles Muñoz y El Yagual. Evocaba
que hallándose extenuada de tanto corri-corri y muerta de la sed, le rogaba a
su progenitora la llevara al tallercito de su tío Manuel, situado frente a ese
lugar de esparcimiento. Al llegar, lo primero que hacía era pedirle la
bendición a su afable tío y enseguida le pedía un vaso de agua, el cual muerto
e´ la risa se lo servía con un remillón que introducía en una tinaja de barro
cocido que conservaba en un rincón del local. Pero que va, la carricita se
emburraba hasta tres vasos de la fresca agua. Una vez saciada la sed, la
muchachita se sentaba junto a su madre en un rústico banco de madera, desde
donde se entretenía viendo el enorme espejo y algunos recortes de periódicos
pegados a la pared donde resaltaba un coleador ensombrerado revolcando a un
peligroso toro candelariero; las figuras de los actores y cantantes aztecas
Pedro Infante y Jorge Negrete con sus enormes sombreros de charros; la imagen
del grandeliga Alfonso Chico Carrasquel haciendo de las suyas en la gran carpa
o la del torero César Girón haciéndole una Verónica en el Nuevo Circo a un toro
de Guayabita o la seductora imagen de la nerviosa Marilyn Monroe, tratando de
sujetar la terca falda; asimismo se entretenía viendo a su tío tratando de
raparle el coco a un carajito bien arrecho… o cortándole el cabello a uno de
sus asiduos y caprichosos clientes a quien entre el chis chás de la tijera o
afilando en la correa de cuero la mellada navaja de afeitar, le narraba con
lujo de detalles los acontecimientos locales (los chismes del barrio ja, ja,
ja), nacionales e internacionales. Atenta ella con los ojos bien pelaos y con
las oreja paradas se entretenía escuchando los embustes y las bromas del
fígaro, mientras curiosa observaba los moldes de madera, donde el artesano le
daba forma a los sombreros; también miraba la grandota y pesada tijera, el
enorme mesón donde el tercio tenía apilados varios estropeados o curtidos sombreros
listos para reparar o limpiar; pero lo que más le llamaba la atención era la
vieja, enorme y pesada plancha de hierro a carbón con la que el terció alisaba
las delicadas prendas. Por supuesto, tampoco apartaba la vista de los rollos de
cintas de fina y resistente seda importada que el artesano utilizaba para
proteger internamente la costosa pieza y externamente para darle prestancia y
llamativa belleza. Asimismo, se extasiaba viendo en una vitrina-mostrador
algunos bonitos sombreros Barbisio, Borsalino o Pelo e´ guama listos para la
entrega a sus dueños o para la venta al público. También la carajita se
entretenía viendo adosados a la pared varios sombreros envueltos en papel
celofán; algunos de ala corta o de ala ancha (sombreros alones). Algunas veces
se entretenía mirando a su tío reparándolos o limpiándolos hasta dejarlos
nuevecitos. Eso sí, me contaba ella que su tío era muy delicado con sus
artículos, por nada del mundo permitía que nadie le manoseara sus preciadas
piezas; igualito que el padre cuando la hija se está transformando de niña a
mujer, que se pone muy receloso y vive con los ojos más pelaos que vendedor de
prendas ja, ja, ja. Así escuchaba la particular manera como el tío Manuel le
advertía a sus clientes el cuidado que debían prodigarle a su preciada
mercancía.
-¡Amigo, si no lo
va a comprar no lo manosee…!
O la otra
convincente expresión, que ella, por ser un lenguaje figurado o poético no
alcanzaba a entender.
-¡Amigo, por si
acaso se atreve, Toque con los ojos y vea con los dedos…!
El 10 de febrero
del año 2021 entrevisté en el Parque Andrés Eloy Blanco al sanfernandino Iván
Cerpa, hijo del boticario y fotógrafo Jorge Cerpa y hermano del también
fotógrafo Fabián Cerpa, quien me contó que Manuel Zapata, era un catire retaco,
bonachón y como todo barbero, buen conversador; cuando lo conoció en su oficio
era un hombre de unos cincuenta y pico años de edad. También me contaba que era
un artesano muy solicitado en la Capital del Llano Venezolano, y que
lamentablemente sus hijos no aprendieron ese bonito oficio. Asimismo me narraba
que la bonita vivienda de dos aguas, de paredes de bahareque y techo de tejas,
donde Manuel Zapata tenía su barbería y negocio de reparar sombreros, era
propiedad del señor Jesús Castillo, quien le arrendó a Zapata ese espacio.
Asimismo me informó que Zapata, antes había ejercido su oficio de barbero en el
cruce de las calles Páez con Mucuritas, frente a la pulpería de un señor de
apellido Millán, donde trabajó en sociedad con el barbero Ramón Veliz (a) Mata
e´ bola ja, ja, ja. De ese lugar, se mudaría con su barbería a la casa de
Castillo, diagonal a la vivienda del pulpero, locutor, músico, poeta,
deportista, periodista y humorista apureño Miguel Siso, quien vivía con su
madre, Doña Lucinda de Siso en una bonita casita de bahareque, techo de tejas
de dos aguas, pequeño corredor y hermoso jardín (ver imagen). Fue en la casa de
Castillo donde Manuel se instala con su barbería y años más tarde se dedicaría
al oficio de reparar y restaurar sombreros de fino paño de las marcas Barbisio,
Borsalino y los afamados Pelo e´ guama.
Manuel vivía con su
familia en la Calle Muñoz a cuadra y media de su taller, entre las calles La
Miel y Las Mucuritas. Mientras él se PEGABA EN EL CORTE a trabajar en el taller
cortándole y tomándole el pelo a los PELÚOS o MECHÚOS parroquianos ja, ja, ja;
su esposa, la señora Doña Mercedes de Zapata (a) Doña Merce, se afanaba en
preparar una deliciosa y reconocida jalea de mango, la cual era muy solicitada.
Por cierto, Doña Mercedes elaboraba las panelas de jalea de mango similares al
tamaño de un pan de sándwiche y dicen viejos sanfernandinos que su jalea era
muy apreciada, por cuanto, había clientes que venían de otras ciudades a
buscarlas. Doña Merce era una simpática trigueña de baja estatura y mediana
contextura. En la elaboración de la jalea sus pequeños hijos la ayudaban en ese
bonito oficio, quienes, como la célebre María, la tercia de la canción MARÍA
DALE PALETA… también se fajaban a dale paleta a ese mazacote ja, ja, ja, hasta
darle PUNTO, es decir, la consistencia adecuada. Una vez listo el producto, los
niños salían presurosos como cualquier DELIVERY de hoy a hacer las respectivas
entregas a domicilio ja, ja, ja y después a patear las calles, como dicen ahora
o mejor aún, como decían antes CALLE ARRIBA Y CALLE ABAJO ofertando por las
soleadas y polvorientas calles del bucólico pueblo la apetecida y solicitada
granjería.
Además de la
sabrosa y solicitada jalea de mango, Doña Merce, elaboraba unas deliciosas
TABLETAS, llamadas ahora, eufemísticamente CONSERVAS; entonces aquellas
tabletas eran elaboradas con coco rallado y panela dulce; es decir, con esas
bonitas y deliciosas panelas procedentes de los plantíos de caña de Guayabal,
Caño el Diablo, Uverito, Arichuna, Biruaca, El Recreo, Las Maporas, San Rafael
de Atamaica y hasta de la distante Achaguas.
A mediados de la
década de los años setenta Manuel muda su taller para su casa de familia. Años
más tarde se muda al Barrio La Defensa, donde se va a vivir con otra compañera.
Mientras que Doña Merce junto a sus pequeños hijos, continúa, ahora con más
ahínco, elaborando las jaleas y tabletas y como buena mujer llanera, a punta de
jaleas y tabletas se faja a echar pa´ alante a sus hijos.
En el Barrio La
Defensa, Manuel se instala con su barbería y su sombrerería, donde entre los
cortes de pelo, bromas y embustes sigue restaurando los sombreros de fino paño.
Hasta esa popular barriada lo seguían sus fieles e incondicionales clientes, lo
que no sé, es si continuaría nombrando su negocio SOMBRERERÍA EL SOL. Lo cierto
es que seguía siendo muy responsable y cuidadoso en su oficio. En La Defensa
seguía dejando los sombreros como nuevos y envolviéndolos en el vistoso papel
celofán para que el polvo no los AFEARA ja, ja, ja. También allí seguía comprando
y restaurando sombreros viejos para la venta al público.
Entre sus clientes
se incluían los hateros, los caporales de hato, alguno que otro peón de sabana,
los cabestreros, los coleadores, los cantores de música recia llanera. También
se hallaban los tenderos del pueblo como Juan Bautista Loreto en su TIENDA LA LLANERA
situada en la Calle Comercio, entre calles Ricaurte y Arévalo González; la
tienda de Don Valentín Mujica, conocida como LA CASA DEL GANADERO también
ubicada en la Calle Comercio;, Don Carmelo Rujana con su tienda LA CASA
ALTAMIRA, situada en el cruce de las calles Comercio y Madariaga,; Néstor
Hernández en su tienda LA RANCHERA, situada en el cruce de las calles Comercio
y 24 de julio, quienes siempre le llevaban a restaurar sombreros que de tanto
tiempo de estar en exhibición en sus negocios sufrían ligeros daños; asimismo
les llevaban los que sus clientes les entregaban para restaurar. Por supuesto,
esos no eran los únicos ya que había otros tenderos que también le hacían esos
encargos. La clientela de Manuel era numerosa, por cuanto, también reparaba los
sombreros de ala corta y es que hasta finales de la década de los años setenta
la mayoría de los sanfernandinos utilizaban el sombrero de paño de ala corta.
2. LA ESQUINA EL
SOL: UN PUNTO DE ENCUENTRO EN EL BARRIO EL MAMÓN
Manuel Zapata,
tenía su barbería y taller de restaurar sombreros en una hermosa vivienda de
bahareque y techo de láminas de zinc de dos aguas y de cuatro portones que
bautizó SOMBRERERÍA EL SOL, que le dio nombre a una conocida esquina del BARRIO
EL MAMÓN (actual Sector Centro Valle) como es la ESQUINA EL SOL.
Posiblemente el
negocio fue bautizado con el nombre del astro rey, por cuanto, Manuel,
utilizaba los rayos de radiante luz que temprano en la mañana bañaba el frente
de la vivienda colocando en la acera los sombreros ya reparados para que se
“asolearan” y de esa manera, las valiosas piezas eran sometidas a un secado
natural que les resaltaba el color y adquirieran la textura adecuada.
Seguramente en agradecimiento a esa lámpara natural, el artesano bautizó su
taller SOMBRERERÍA EL SOL y así nació el nombre de una popular y concurrida
esquina del ancestral Barrio El Mamón como es la ESQUINA EL SOL.
Su oficio consistía
únicamente en reparar o limpiar sombreros, jamás fabricó un sombrero. Acota
Iván que era muy laborioso en su oficio y con mucho esmero los lavaba, limpiaba
y los planchaba hasta darles la forma original; asimismo les colocaba su cinta
por dentro y por fuera hasta dejarlos limpiecitos y nuevecitos, es decir,
quedaban totalmente restaurados o como dicen ahora DE PAQUETE ja, ja, ja.
Demás está decir
que Manuel primero fue un reconocido FÍGARO y después, un día le entró la
VENTOLERA y le dio por dedicarse a reparar sombreros. Lamentablemente sus hijos
no aprendieron ese apreciado arte. Manuel ejerció ese oficio hasta el día de su
fallecimiento. También fue un hábil comerciante, por cuanto, se dedicaba a
comprar y vender sombreros usados, los cuales después de dejarlos como nuevos,
es decir, listos para la venta, los exhibía en las paredes del negocio
envueltos en un llamativo papel celofán o en la vitrina-mostrador. Se dice que
hacía sus propios moldes y prensas de madera que le ayudaban a darles la forma
original. Entre sus clientes se destacaban los hombres del campo como los
hateros, los músicos, los copleros de la canta recia sabanera, los coleadores,
los galleros y uno que otro peón de sabana; también acudían muchos citadinos
porque en aquella época los apureños usaban sombreros de paño de ala corta
marca Barbisio; asimismo, los propietarios de tiendas les enviaban los
sombreros que tenían para la venta, que de estar tanto tiempo en las vitrinas
perdían el color o los que sus clientes les llevaban para repararlos o
limpiarlos. Manuel diligentemente les cambiaba las desteñidas cintas de seda
internas y externas; es decir, los ponía PEPITOS, aptos para la venta ja, ja,
ja. Por cierto, a su negocio acudían muchas personas, unos iban a afeitarse y
otros a comprar o a que les restauraran sus sombreros.
3. EL SOMBRERO:
¿ADORNO o ÚTIL VESTIMENTA DEL PEÓN DE HATO LLANERO?
Al escribir acerca
de una sombrerería, estimo que no se debe dejar de lado al sombrero, esa bonita
y valiosa prenda de vestir y de trabajo, por cuanto, el sombrero es la razón de
ser de una sombrerería y además una pieza imprescindible en el atuendo del peón
de hato, que junto al caballo, lo identifica plenamente como un hombre de
tierra llana. No se concibe un peón de hato sin sombrero. No solamente se trata
de un implemento para protegerse del sol o la lluvia; sino que se usa también
para saludar al amigo, galantear a una dama, como lo expresa la frase
¡Camarita, ante esa mujer me quito el sombrero…! Queriendo decirle al amigo que
la tercia que le acaba de pasar por un lado es de una belleza incomparable o en
situaciones de peligro sacar un lance, es decir, “TOREAR” con el sombrero en la
mano a un furioso toro candelariero, que es lo mismo que sacarle un CARPETAZO
al cuerno asesino. Esto ocurre cuando el tercio se ha caído del caballo y se ha
quedado indefenso a pie en medio de la sabana y sorpresivamente un toro
cachalero lo ataca. También lo utiliza como abanico cuando en las tardes
calurosas acampa en la soleada sabana; asimismo como trapo para espantar al
perro o sacudirse a la fastidiosa plaga. Cuando el sombrero es lanzado al aire
refleja alegría, euforia o celebración de su dueño, quien al ser favorecido por
la diosa fortuna en una PARADA de dados o en el barajo de una PARTIDA de Monte,
Ajiley, Caída y hasta en la inocente Carga la burra de barajas, lanza su
sombrero al aire en señal de júbilo ja, ja, ja. En cambio, cuando se halla en
las manos y al frente de su dueño, es señal de respeto, humildad o duelo. El
peón de hato llanero, en general, sólo se quita el sombrero cuando va a comer,
entrar a un templo o a enchinchorrarse en su marimbo de moriche, pabilo,
guaralillo o nylon. No importa si está deteriorado, el sombrero es el fiel
compañero y esencia del hombre de tierra llana, quien orondo lo exhibe por
encima de su orgullo, su arrogancia y su altivez, como lo expresa la clásica
cuarteta.
Sobre la tierra la
palma
sobre la palma, los
cielos
sobre mi caballo,
yo
y sobre yo, mi
sombrero
En el llano se usa
una gran variedad de sombreros, predominando el de cogollo (se llama así porque
se elabora de las tiras que se obtienen de las hojas del cogollo de Palma
Real), que por ser menos costoso es utilizado en las faenas diarias; mientras
que para las ocasiones especiales se utiliza el de fieltro o Borsalino y el
Pelo e´ guama. Por cierto, el peón de hato prefiere el Pelo e´ guama que por
ser más pesado se ajusta mejor a la cabeza y por lo tanto, mientras está
afanado realizando las duras tareas diarias la brisa rochelera no se lo
arrebata; también lo prefiere al bailar, porque con él, adorna con bonitas y
galantes figuras la danza y al zapatear o al dar una rápida revuelta que exige
un joropo relancino y altanero no se le cae tan fácilmente.
El Pelo e´ guama es
una prenda de lujo, que siempre ha tenido un precio elevado. Su nombre proviene
de la semejanza del fino paño con el que se confecciona y el aspecto aterciopelado
y suave del fruto del guamo. Es un sombrero muy versátil que se elabora en
distintos colores (verde, marrón o negro), es impermeable y muy duradero;
asimismo es considerado el complemento ideal del liquilique. Asimismo, lleva
una tira de cuero delgada, llamada barboquejo, que lo sujeta a la cabeza del
jinete para evitar que el viento se lo arrebate cuando a todo galope persigue
una res desgaritada.
En líneas
generales, el sombrero es una prenda que goza de tanto aprecio que muchísimo
poetas venezolanos le han dedicado infinidad de versos. Por su belleza y
versatilidad es el atuendo y utensilio por excelencia del peón de sabana, como
lo expresa la letra del pasaje SOMBRERO, escrita por el bardo Joel Hernández e
interpretado por Freddy Salcedo.
SOMBRERO
Sombrero de alta
copa y ala ancha, sombrero
sombrero, sea de
cogollo o de pelo,
tú eres, típico
atuendo llanero, sombrero
ese pelo e´ guama
bello.
El que lucen los
llaneros en parrandos domingueros
el que usaba
Alberto Arvelo, Alberto Arvelo
era un pelo e´
guama negro
el poeta de mi
llano, el poeta de mi pueblo
Sombrero que me
proteges del recio sol veranero
y de la fría
humedad, fría humedad del inclemente aguacero
cuando encobijado
ando sabaneando compañero
(bis)
No se ve bien a
caballo el que no carga sombrero
sombrero, no soy
patiquín de pueblo
yo soy curtido peón
sabanero
Sombrero, de rodeo
y cimarroneras
Sombrero que me
salvó de aquella serpiente negra
cuando ella me
perseguía, se lo tiré y se enrolló en el sombrero
ese mismo que me
quito al saludar caballeros
De aquel bravo toro
viejo que cuando le pelé un lazo
no sé qué hubiera
pasado,
si yo no esgrimo en
la mano mi sombrero
con el que le saqué
un lance, le saqué un lance ligero.
Como lo ha descrito
el poema anterior, entendemos que el sombrero, bien sea de cogollo de Palma
Real, el Barbisio, el Borsalino o el Pelo e´ guama, no solo son utilizados en
las rudas faenas diarias, sino en las ocasiones especiales, llámese júbilo,
galantería, atuendo dominguero, respeto, duelo, para espantar los perros y la
fastidiosa plaga; asimismo para evadir el cuerno asesino y hasta de fiel
confidente, por cuanto, la cinta de fina seda que lleva en su interior, hace
las veces de pequeño bolsillo, donde el zamarro llanero guarda algunos
billetes, una estampa del santo de su devoción y sobre todo la utiliza para
esconder esos PAPELITOS contentivos de mensajes comprometedores (entonces no
existía la telefonía móvil celular ja, ja, ja.) y por eso esa prenda ha gozado
del cariño del hombre de toro, soga y caballo.
4. PERSONALIDADES
QUE USARON Y USAN SOMBRERO
Entre los
personajes que usaban esta prenda estaban: Miguel Otero Silva, Gustavo Machado
(ambos muy aficionados a las riñas de gallos; eventos al que asistían luciendo
un pelo e´ guama negro). Aquí en Apure se veía transitar por las soleadas
calles de San Fernando al poeta apureño Julio César Sánchez Olivo, casi siempre
se le miraba protegido de los rayos del sol por un magnifico Pelo e´ guama
negro. También el músico y compositor Juan Vicente Torrealba se le mira al lado
de su Camoruca, luciendo un magnifico sombrero Borsalino; igualmente el músico,
cantante, humorista y compositor aragüeño Simón Díaz.
También, lo usaba
el maestro Rómulo Gallegos, cuando por primera vez arribó al Estado Apure el
mes de abril del año 1927 para recabar apuntes para sus novelas Doña Bárbara y
Cantaclaro. Según lo muestra una vieja fotografía tomada el mes de abril de ese
mismo año en el Hato La Candelaria, donde se le observa sentado sobre los
restos de un enorme caimán que los peones del hato habían cazado ese día. Allí
se le mira sonriente, trajeado de altas polainas de cuero, luciendo un ancho
Pelo e´ guama y barboquejo negro de cuero. En esa ocasión se le mira rodeado de
algunos peones del hato, entre los que destacan, en primer plano, un peón
LARGUIRUCHO de Peló e´ guama alón, quien en la novela Doña Bárbara sería el
personaje Pajarote… “el de la mano entregadora de hombre leal al estrechar la
que se le ofrece y a Carmelito, el desconfiado, a quien había que demostrarle,
con ejecutorias visibles, que se tuviera en el pecho corazón de hombre bueno de
a caballo y bueno de verdad. Franqueza y recelo, dos formas de una misma manera
de ser llanero”… (1), de último y de pie se mira ensombrerado con un desgastado
Pelo e´ guama, al Renco Antonio José Torrealba, el caporal de sabana del Hato
La Candelaria e informante del escritor, quien en la novela Doña Bárbara sería
Antonio Sandoval, el caporal del Hato Altamira. También vemos en otra
fotografía tomada en el Hato La Candelaria (abril 1927) al sediento Gallegos
con su pelo e´ guama negro de anchas alas y barboquejo de cuero, emburrándose
una totuma de agua ja, ja, ja.
En otra imagen
destaca el joven poeta barinés Alberto Arvelo Torrealba, luciendo lentes y un
pelo e´ guama negro. Asimismo, en otras viñetas se miran ensombrerados al
coplero Ángel Custodio Loyola, el del grito recio altanero, trajeado de
liquilique blanco y sombrero Borsalino; de igual manera al general patriota José
Antonio Páez (a) El Tío o El Taita, como lo llamaban sus avezados lanceros;
allí se le ve en medio de la tostada sabana apureña sobre los lomos de un
brioso caballo rucio, lanza en mano, sombrero alón y barboquejo en el cuadrado
mentón, arengando a su rústico ejército con su lenguaje aliñado de ajos en su
célebre ¡VUELVAN CARAS…! Ja, ja, ja. También se mira al intérprete de la canta
recia llanera, el coplero Francisco Montoya y finalmente, no podía faltar, el
más valioso de los ensombrerados EL LIBERTADOR Simón Bolívar, a quien se le
observa de perfil en un dibujo a lápiz sobre papel, luciendo un sombrero
Jipijapa de ala ancha y vistiendo una sobria casaca de campaña; por cierto,
cabe hacerse la conjetura, si acaso ese dibujo se lo haría el artista en la semana
del 30 de enero al 6 de febrero del año 1818, cuando Bolívar arribó por primera
vez a tierras apureñas a conocer al Taita Páez y juntos emprender la llamada
Campaña del Centro. Por último, no podía dejar de lado al folklórico Presidente
de la república portugueseño, aficionado a los refranes, a la chicha y al
Toronto, Luís Herrera Campins, a quien siempre se le veía con un Pelo e´ guama
negro calzado hasta las orejas ja, ja, ja.
5. EL PEÓN DE HATO
LLANERO: ENTRE EL SOMBRERO Y LA GORRITA
En esta parte
quiero resaltar las nefastas consecuencias que ha ejercido el mestizaje en los
hábitos y costumbres del peón de hato apureño; concretamente en el uso del
sombrero como símbolo de la llaneridad
El mestizaje es el
encuentro entre etnias diferentes. Es un encuentro biológico y cultural.
Producto del mestizaje biológico, resultó en América lo que el Libertador llamó
EL HOMBRE NUEVO, él decía que no somos europeos, indios, ni africanos, SOMOS
AMERICANOS, queriendo decir, hijos del llamado NUEVO MUNDO. El mestizaje es
permanente, no se quedó en la conquista y colonización de los pueblos. En lo
cultural, el mestizaje se manifiesta en la aculturación, ese proceso en que una
cultura superior se impone a una inferior, con el propósito de borrarla o
avasallarla, para imponer un modo de pensar diferente a los intereses de los
pueblos dominados. Este proceso se realiza mediante el bombardeo permanente de
ideas y se hace para imponerles a los dominados la cultura de la llamada
Sociedad de consumo, es decir, consuma y no piense. He resaltado estos
criterios para destacar que producto del mestizaje (mensaje y masaje permanente
a través de los medios) ahora nuestro peón de hato llanero, en vez de usar
orgulloso su ancestral sombrero de cogollo, el de fino fieltro o el vistoso
Pelo e´ guama “TAL VEZ PARA NO PARECER UN VULGAR Y ATRASADO VEGUERO” (esto lo
escribo entre comillas) ahora utiliza como prenda la GORRITA o CACHUCHITA
porque su empleo significa estar “IN” es decir, estar en la moda o estar en
algo…ja, ja, ja.
Es triste ver como
un recio peón de hato llanero, llámese: ordeñador, coplero, coleador, quesero,
becerrero o cabestrero, luce muy orondo una gorra con el logo Yanquis de New
York, Indios de Cleveland, Piratas de Pittsburg, Medias rojas de Boston, entre
otras, ni siquiera una gorra con la efigie de los Leones del Caracas (mi equipo
ja, ja, ja), Tiburones de La Guaira, Navegantes del Magallanes o Tigres de
Aragua ja, ja, ja.
Por supuesto, esos
foráneos hábitos en el vestir del hombre de tierra llana, obedecen a lo que los
comunicadores llaman el IMAGINARIO COLECTIVO. Por eso a cada rato escuchamos la
antipática frase ¡Yo me visto así porque hay que estar en la MODA! ja, ja, ja.
Yo acotaría el refrán ¡Me río del hambre después que como…! ja, ja, ja. En
otras palabras esa manera de pensar es el producto del permanente MENSAJE Y
MASAJE de los MASS MEDIA, cuyo papel es hipnotizar e idiotizar a los pueblos
para que ciegos consuman sin mirar para atrás modas, hábitos y costumbres
ajenos a la llaneridad, como es botar al noble compañero, el SOMBRERO para irse
como unos autómatas detrás de una foránea CACHUCHA…
CONCLUSIÓN:
En este ensayo se
ha hecho una revalorización de un importante atuendo del hombre de toro, soga y
caballo llanero, como es el atractivo y útil sombrero, que como hemos visto
sirve para todo, hasta para confidente… ja, ja, ja. Pero también ha servido
para que habilidosos artesanos apureños como MANUEL ZAPATA gocen un puyero ja,
ja, ja, restaurándolos después de haber estado presentes en el caney sillero, pegados
al PIE DEL CHAPAZÓN en una trasnochada porfía, como la que hace muchos años
ocurrió entre un malicioso catire y el MALIGNO o el que acompañó a los recios
patriotas llaneros en la gesta libertadora; el que anduvo con el silbo y la
tonada del puntero, arriando mañosos rebaños de ganado rumbo a los centros de
acopio, donde afanoso se le veía vadeando caños, esteros y lagunas o esguazando
chiribitales en esos rastrojales; el que acompañó al empecinado bailador en
esos parrandos del camino; el que en la gritería de los gallos, sudoroso casaba
las apuestas; el que de madrugada al pie de una ventana enamoraba a la amada
con su canto trasnochador; el que en los toros agarraba por el rabo el mañoso
toro candelariero para ganarse un beso y una cinta; el que en el patio de bolas
celebraba con su dueño el certero y oportuno arrime. Ese sombrero empegostao de
bosta, entierrao del polvo del camino los restauraba nuestro avezado MANUEL.
Gracias a esa
bonita y útil prenda, el Barrio El Mamón exhibe orgulloso un popular conocido
punto de encuentro como es la ESQUINA EL SOL. Asimismo, consideramos que en
este trabajo se ha demostrado que nuestro SOMBRERO no solo es un bonito
atuendo, sino una útil herramienta de trabajo y tanto es así que ha sido
utilizada por los padres de la patria en sus campañas, los cantores, los
intelectuales, los poetas, los músicos y sobre todo el más importante de todos,
el humilde pata en el suelo como JUAN PARAO o JUAN EL VEGUERO el macilento, el
jipato, quien un buen día se rebeló contra la bota opresora y espiazó a
machetazos al causante de todos sus males...
Hoy ya no están
esos ilustres ENSOMBRERADOS ni el artesano MANUEL ZAPATA ni la viviendita de
bahareque, de techo de tejas de dos aguas con sus desvencijados portones, que
una vez cobijó a la SOMBRERERÍA EL SOL; mientras que el mestizaje si está
vivito y coleando, echando más vainas que una mata e´ frijol ja, ja, ja, y
ahora ese hombre bragao, de toro, soga y caballo no quiere saber nada de su
noble, viejo y fiel amigo el sombrero de cogollo, el Barbisio, el Borsalino o
el Pelo e´ Guama. Ahora se le mira arreando ganado, ordeñando, queseando,
cantando, bailando CALZADO con una “vistosa” GORRITA de mala muerte… ja, ja,
ja.
Y Colorín Colorado,
este cuento…no se ha acabado… ja, ja, ja.
CITAS AL PIE DE
PÁGINA:
(1) GALLEGOS,
Rómulo Doña Bárbara Página 8. Fundación Editorial El Perro y la Rana,
Ministerio del Poder Popular para la Cultura. Caracas, 2007. Págs. 420.
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