REDES SOCIALES

lunes, 15 de enero de 2024

TRES PUERTOS DE ESCALINATAS Y UNA HISTORIA DE AMOR


 
San Fernando era un pueblo que vivía al ritmo de los designios de su rio y por tanto su infraestructura portuaria se adaptaba a las diferentes necesidades y requerimientos de los navegantes y comerciantes.

Había tres tipos de puertos, cada uno con su propia especialización, historia y magia.

El primer tipo de puerto eran de los ricos y poderosos, llevaban y traían mercadería para y desde Europa en barcos de vapor y diésel que surcaban los ríos tributarios del Orinoco hasta Ciudad Bolívar y Trinidad.

Estos eran los puertos de Los Barbarito, Casa Ligeron y El Tamarindo, que se extendían por la calle del Río y la calle 19 de abril, con sus malecones y muelles de hormigón. Allí se movían las grandes fortunas y también los grandes negocios, y también las más oscuras conspiraciones e intrigas políticas.

En el extremo opuesto estaban los puertos de los humildes y sencillos, los que solo tenían canoas y curiaras que navegaban por el río. Eran los puertos menores o atracaderos, que se multiplicaban por todas las calles que daban al Cañito, siguiendo la dirección norte-sur. Allí se respiraba la vida cotidiana, el trabajo duro y la alegría popular.

Pero también, estaban los puertos de los medianos negociantes, navegantes, soñadores y aventureros, los que surcaban en grandes bongos los ríos: Orinoco, Apure, Meta, Arauca, Masparro, Santo Domingo, Portuguesa, Guárico, Cojedes, Cunaviche, Capanaparo, Cinaruco y Matiyure, eran los que domaban los grandes ríos a punta de palanca y espadilla. Estos puertos sobre El Cañito fueron tres:

1. EL PUERTO DE ESCALINATA DE LOS BARBARITO, al inicio de la antigua calle Peñaloza (hoy canal Izquierda del Bulevar), adyacente, justo donde hoy es la Redoma de los Caimanes o de la Abundancia y el monumento a la Bandera

2. PUERTO ESCALINATA CORONEL MORA, ubicado en donde hoy está el Palacio Legislativo del Estado Apure, al inicio de la calle Queseras del Medio cruce con la calle 19 de abril, frente donde se ubicaba el antiguo negocio de Ángel Mora.

3. EL PUERTO ESCALINATA EL GUASIMITO. Al inicio de la calle Urdaneta cruce con la calle Comercio, detrás del Vicerrectorado de la UNELLEZ, al lado de las antiguas, fábrica de pasta y fábrica de hielo Herson.

Estos puertos se caracterizaban por sus largas y profundas escaleras que bajaban desde la calzada de la calle hasta el fondo del cauce de El Cañito.

Los puertos de escalinatas respondían a la necesidad de atender a las embarcaciones de tamaño mediano, principalmente los bongos, que transportaban cantidades significativas de carga y pasajeros.

Los bongos podían transportar pesos desde 3.500 kg hasta 7.500 kg, dependiendo del tamaño del bongo y del número de bogas o marineros que lo operaban.

Las escalinatas resolvían el problema del acceso entre la calzada del puerto y la embarcación, ya que los bongos eran inestables y de baja altura y no era posible usar rampas para hacer sus operaciones de carga y descarga, como si lo podían hacer los barcos.

Además, las escaleras se adaptaban al nivel del agua de El Cañito que variaba según las temporadas de invierno y verano, facilitando así las actividades portuarias de los bongos. Esta innovación aumentaba el rendimiento de los caleteros o trabajadores portuarios y les reducía los costos de carga y descarga a los negocios de la ciudad.

Eran los puertos de las historias de amor que se han contado en San Fernando de generación en generación. Y he aquí una de esas historias.

Era una tarde de verano en San Fernando, cuando el sol se ponía sobre el rio Apure y teñía el cielo de naranja y rosa. En el puerto de Escalinatas de Los Barbarito, el más antiguo y elegante de los puertos de escalinatas, se encontraban dos jóvenes que se miraban con pasión. Ella era Rosalía, la hija de uno de los dueños del palacio de los Barbarito, una belleza de piel blanca de ojos claros y cabellos castaños. Él era Manuel, el hijo de un navegante o patrón de bongos, un muchacho moreno de ojos negros y cuerpo atlético.

Se habían conocido hacía un año, cuando él la salvó de ahogarse en el río Apure, después de que ella se cayera accidentalmente de un barco de vapor que estaba atracado frente al muelle del palacio. Desde entonces, se habían enamorado perdidamente, pero su amor era imposible, pues sus familias eran económica y socialmente distintas.

El padre de Rosalía, era un Barbarito, un hombre rico y ambicioso, que quería un futuro económico de riquezas para su hija. El padre de Manuel, don José Mora, era un hombre honrado, valiente y trabajador que se oponía a los monopolios y a las desigualdades.

Los jóvenes se veían a escondidas, aprovechando las horas en que las escalinatas del puerto estaban vacías. Se juraban amor eterno y besaban con ternura, se contaban sus sueños. Rosalía quería ser dibujante y pintora, Manuel quería ser capitán de barco.

Pero una tarde, su destino cambiaría para siempre. El padre de Rosalía había descubierto su romance y había mandado a los guardias de sus garceros a apresar a Manuel.

Rosalía lo vio todo desde la ventana de su habitación en el palacio y corrió a avisarle. Llegó al puerto justo cuando los guardias lo rodeaban. Manuel la vio y le hizo una señal para que se retirara, pero ella no quiso dejarlo solo.

Se abrazaron, pero los hombres los separaron a la fuerza y se llevaron a Manuel. Rosalía se quedó llorando en las escalinatas del puerto, mientras veía cómo se alejaba lentamente el bongo que se llevaba a su amor.

Ella sabía que nunca más lo volvería a ver. Mientras pasaban los años, se consolaba con su recuerdo y con un dibujo que ella misma le había hecho y no tuvo la oportunidad de entregarle. Era un dibujo a carboncillo, de ellos dos en primer plano y teniendo como fondo los tres puertos de escalinatas sobre El Cañito.

Cuando los negocios de los Barbarito se vinieron abajo y los viejos fundadores murieron una de las hijas Barbarito quedo viviendo sola en la parte superior del palacio, hasta que un día, sin avisar cerró las puertas de la edificación y se marchó a Italia. Nunca más la volvieron a ver o se supo algo de ella.

(Los nombres de los personajes son ficticios, con el propósito de resguardar sus identidades)  

Euler Narváez dice lo siguiente: Allí falta mencionar, Puerto Arturo, al final de la calle Santa Ana, con Bolivar, cerca de Elecentro, en la siguiente cuadra, final de la calle Ayacucho, estaba el resguardo de aduana con un puesto de la Guardia nacional, dónde se chequeaba la mercancía tanto nacional como internacional y después el famoso Puerto Mi cabaña, por todos conocidos.
Tuve la oportunidad de conocer, subir y bajar las escalinatas de la fotografía así como nadar en ese brazo del río Apure.

    
Tomado de la Página San Fernando tiene historia

Créditos: Edición y composición fotográfica: Vinos Des Fruit.
Un micro relato de Vinos Des Fruit.

Euler Narváez 

0 comentarios:

Publicar un comentario

 
Design by Free WordPress Themes | Bloggerized by Lasantha - Premium Blogger Themes | Blogger Templates