Inundaciones en San Fernando de Apure de los años 1.943 y 1.945
El cielo no habló de tormentas, pero el río Apure sí. Ese gigante que había estado dormido, por más de cinco décadas se había alzado en silencio y comenzó su ceremonia de circunvalación alrededor de San Fernando.
Fue una noche de sábado, en pleno mes de agosto, cuando el río rodeo al pueblo por sus cuatro costados: al norte, con su cauce principal en las riberas de El Cañito, frente a Puerto Miranda, y al sur, a través de sabanas y potreros por los desbordados caños Caramacate y El Negro.
Al amanecer de aquel domingo de agosto, el caudal del rio había superado la altura de todos los puertos principales que daban a El Cañito: Barbarito, Ligeron, El Tamarindo, Coronel Mora y El Guasimito y de los puertos secundarios: Castillito, La Pastora, Puerto Arturo, Casa Blanca, Mucurita, Mi Cabaña, La Inglesera y otros mas. Las tapas de las bocas de La Burra y Boca de Guerra cedieron ante la fuerza de las aguas.
Al mediodía del domingo, San Fernando estaba sumergido o como dicen los que lo vivieron, “el pueblo estaba anegao”
Ese San Fernando de entonces empezaba al norte en las orillas de El Cañito y se extendía al sur hasta la calle Colombia. A partir de esa calle, todo el espacio que le seguía, se le conocía como “El Monte”, formado por bajíos, potreros y viviendas dispersas, donde sobresalía solo una edificación, a las afuera del pueblo; el Cuartel del Ejército, en el desconocido hoy, sector de “Perro Seco”. Años más tarde, ese cuartel se convertiría en Cárcel Pública y después en el Internado Judicial de San Fernando.
Hacia el oeste, el pueblo comenzaba en Casa de Zinc y llegaba al este hasta las instalaciones administrativas de la Compañía Inglesa, conocida como La Inglesera, al lado del antiguo Comando de la Policía del Estado. Fuera de esos límites, al este y el oeste todo era también; monte, sabana y viviendas dispersas.
Aunque estas inundaciones no fueron las únicas en la historia de San Fernando, sí fueron las primeras que Elías Maluenga presenció y vivió. Fueron tan cercanas entre sí, que era difícil de creer: primero en el año 1.943, luego casi de inmediato en 1.945.
El rio Apure creció tanto frente a San San Fernando que sobrepasó el nivel de daño ubicado en 47 m.s.n.m (metros sobre el nivel del mar) y se ubicó en la cota de 53 m.s.n.m. Pocos lugares de la ciudad quedaron sin ser afectados: el Palacio de los Barbaritos y la Plaza Independencia fueron las dos únicas excepciones. Las inundaciones no respetaron ni siquiera a la Plaza Bolívar, ni su antigua Iglesia Colonial, ni siquiera al Palacio Fonsequero sede del insigne y susceptible gobierno regional.
En el año 1.940 Elías Maluenga había comprado una camioneta Ford de paquete y del año, toda una joya de la ingeniería automotriz en su época: carrocería de líneas redondeadas aerodinámicas como si quisiera volar, con un amplio cajón para carga en su parte trasera, parrilla frontal en forma de “V”, motor V8 de cabeza plana con 85 caballos de fuerza y transmisión manual a tres velocidades. Toda una bestia por su potencia y a la vez una verdadera dama por la suavidad que se desplazaba al andar.
En los veranos de Apure, Elias Maluenga con aquella Ford 1.940 cruzaba sabanas, caños y hasta ríos con buenos pasos veraniegos sin problema alguno. En cambio en invierno, se veían obligados a invernar en el pueblo, ya que las sabanas se volvían demasiado hondas y no existían en el Estado Apure carreteras por donde transitar.
Aquel domingo de agosto de 1.943 cuando el agua volvió con el mismo ímpetu que en el año 1.892, Elías Maluenga supo que había llegado el día, en que él junto su hermano Cleto y su flamante Ford dejarían de ser espectadores para convertirse en servidores.
Reunió a sus amigos con una propuesta sencilla: formar el primer grupo de socorristas voluntarios en Apure:
. Juancho, el mayor de todos ellos, hombre de llano, sombrero siempre terciao, conocedor de las crecientes y experimentado en trabajos de cargar tierra con parihuela, hacer tapas y lomos de perros en fundos y hatos.
. Miguel, el más joven, soñador, altruista y estudiante del Colegio Federal Miranda.
Cleto Maluenga, hermano menor de Elias.
. Anastacio, caletero emérito de la tienda de importación y exportación de los hermanos Lleras Codazzi, negocio ubicado frente a la hoy conocida Plaza de Independencia, frente al Palacio de los Barbarito.
Los dos hermanos, Elías y Cleto Maluenga expusieron la misión a sus amigos:
—Nos uniremos a la gente más necesitada para ayudarlos a trasladar sus corotos y animales de patio: gallinas, patos, guineos y cochinos, hacia las casas de sus familiares que estén menos afectados, para que allí pasen el invierno—
Juancho el experto parihuelero y Anastasio el emérito caletero propusieron:
—Iremos a los potreros que no estén inundados y que tengan bancos altos, “joyaremos” y sacaremos tierra y arena y las llevaremos a la gente para que la ensaquen y construyan ellos mismos muros de protección alrededor de sus casas, levanten los pisos de sus viviendas y así se protegen de la creciente—
Miguel, el soñador y más político del grupo, añadió:
—Reclamemos y exijamos. Enviaremos una carta al presidente de la República Isaías Medina Angarita y a los gobernadores de Apure - los que se sucedieron entre 1.943 y 1.945 - Carlos Rodríguez, Juan Salerno y Carlos Vivas, solicitando que en el verano próximo se construyan y mantengan las obras de protección contra las inundaciones, para que no vivamos de incertidumbre en incertidumbre y de emergencia en emergencia—
Y Elías, con firmeza, completó:
—Y que los gobiernos, que no se olviden del pueblo una vez que pasen estas crecientes. La última gran inundación fue en el año 1.892, y desde entonces hasta 1.943 y 1.945, el gobierno federal como se le conocía al gobierno nacional, nada hizo, ninguna obra importante o mantenimiento de las que ya existían se realizó para protegernos de la inundaciones. Que actúen ahora antes de que, como siempre, culpen al invierno y digan… ‘ay, es que nos agarró el catarro sin pañuelo’—
Fue así, como este grupo de hombres comprometidos y decididos se pusieron al frente de aquella obra de misericordia y compasión. Bautizaron al equipo de voluntarios con el nombre de: Los Socorristas de las Aguas Mansas, inspirados en el ruego que repetían cada vez que se disponían a realizar una tarea de ayuda o salvamento:
“Dios y Padre nuestro, sálvanos de las aguas mansas, que de las bravas nos cuidamos nosotros.”
Y es que las aguas que inundan en los llanos, son en apariencia mansas, nunca se aparecen de golpe. Se insinúan y se filtran poco a poco, hasta que llega el día en que los pueblos despiertan con el agua al cuello.
Las inundaciones de 1.943 y 1.945 rodearon a San Fernando por los cuatro puntos cardinales. La calle del Río, las calles: 19 de Abril, Comercio, Bolívar, Sucre, Páez, Muñoz y Colombia, todas las calles transversales, las casas, todo quedó bajo las aguas .
Fotografías de esos años muestran los estragos de esas crecientes: sector Casa de Zinc bajo el agua, el Cuartel del Ejército sumergido en el agua hasta las costillas, la calle Páez con el agua a la cintura en su cruce con la calle Coto Paul frente a la casa de doña Ángela Estévez quien fue la esposa del célebre joyero Faoro,.
Pero entre aquellas aguas que lo cubrieron todo, flotó la imagen de los valientes de esa época. En una foto sepia, atrapada en el tiempo, se ve a aquel grupo de voluntarios, seguramente descalzos, con los pantalones arremangados, barro en las canillas y con miradas firmes, pero aun asi alegres y de buen humor, haciendo el trabajo que sin ninguna remuneración económica que habian jurado cumplir.
Esos fueron los valientes que dejaron huella por su solidaridad y compromiso, auxiliando a la gente en medio de aquellos diluvios. Los llamados Socorristas de las Aguas Mansas con su inconfundible y aguerrida camioneta Ford 1.940.
En nada ellos eran héroes de: estatua, latón o figurines, que lo poco que hacen es para ser vistos por los públicos de galerías.
Fueron heroes de verdad: de carne, de servicio con alegría y determinación.
(*) Un relato de Vinos Des Fruit.
(**) Restauración, edición, color, montaje y texto de fotografías: Vinos Des Fruit.
(***) Créditos: Fotografías: Italo/Edgar Decanio.
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