REDES SOCIALES

martes, 8 de julio de 2025

EL PABELLÓN


Por José Jiménez (Billy)

El origen del pabellón: una historia llena de sabor y amistad 

Había una vez en #Caracas, una pequeña cocina llena de risas y colores, donde una abuela llamada Rosa y su nieta Lina compartían tardes enteras criando sabores y recuerdos. Rosa siempre decía que la comida no solo llena el estómago, sino también el alma.

Un día, Lina le pidió a su abuela que le enseñara a preparar algo especial para su escuela. Rosa sonrió y decidió enseñarle a hacer el famoso pabellón, un plato que nació en un rincón de Venezuela donde la alegría y el sabor se mezclarán en cada bocado.

¿De dónde viene el pabellón?

Cuenta la historia que en tiempos antiguos, en las calles de Caracas, las comunidades combinaban ingredientes simples y económicos para crear algo delicioso. El pabellón tiene raíces en la cultura criolla, representando la bandera de Venezuela con su colorido: el arroz blanco como la paz, el caraotas negro como la valentía, la carne mechada como la riqueza cultural, y las plátanos fritos como la alegría de vivir.

La receta mágica de Rosa (para que puedas crear tu propio pabellón):

Ingredientes:

2 tazas de arroz blanco cocido

1 taza de caraotas negras cocidos

300 g de carne de res para mechada.

2 plátanos maduros

Aceite para freír

Sal, ajo y cebolla al gusto

Pimientos y ají (opcional, para más sabor)

Instrucciones:

Preparar la carne:

Cocinar la carne con sal, ajo y cebolla hasta que quede suave y desmenuzada. La carne mechada debe ser tierna y sabrosa, lista para deshacerse en la boca y contar su historia en cada bocado.

Hacer el arroz:

Cocer el arroz blanco hasta que esté suelto, como una nube, para que sea la base perfecta del plato.

Cocer los caraotas:

Cocer los caraotas negras con un poco de sal, y si quieres, agregar pimientos para darles un toque alegre.

Freír los plátanos:

Pelar y cortar los plátanos maduros en rodajas. Freírlos en aceite caliente hasta que estén doraditos y crujientes, casi como el sol en la tarde.

Montar el plato:

En un plato grande, coloca primero una cama de arroz, seguido por los caraotas, la carne mechada y los plátanos fritos. ¡Y listo! Tienes un pabellón que te llenará de sabor y alegría.

¿Y por qué es tan especial?

Porque cada ingrediente tiene su historia y su color, formando un mosaico que refleja la diversidad y alegría del pueblo venezolano. Y más allá del sabor, cada bocado te conecta con la cultura, las risas en la cocina y las historias de quienes han disfrutado de este plato por generaciones.

¿Te animas a preparar tu propio pabellón y crear nuevas historias sabrosas? ¡Que cada cucharada sea una celebración de vida y tradición!

miércoles, 25 de junio de 2025

LA PUMAROSA


 El día que el río se rió

Por José Jiménez (Billy)

Era un mediodía de esos que el sol parece que se hubiera enamorado de la tierra, pegajoso y caliente. Por allá, en el cajón del Arauca, Don Cheo, un llanero viejo y más arrugado que un moriche seco, estaba sentado en su curiara, pescando con una paciencia que solo los ríos entienden. Al lado, su compadre, Juan Matías, un tipo que hablaba más de lo que pescaba, no paraba de contar historias de cuando el río era joven y los peces se pescaban con las manos.

—Cheo, ¿te acordás de la vez que el río se rió? —preguntó Juan Matías, mordiendo una pumarrosa que había traído del ranchito. La fruta, roja por fuera y blanca por dentro, brillaba como una joya en medio de tanta tierra y agua.

Don Cheo lo miró con esos ojos que parecían haber visto todo y nada al mismo tiempo. —¿El río reírse? Compadre, vos estás más loco que un garza en un baile de caimanes.

—¡No, joda! Te juro que fue así —insistió Juan Matías, escupiendo una semilla al agua—. Fue una tarde como esta, pero el río empezó a hacer burbujas, como si se estuviera riendo de algo. Yo creo que se burlaba de nosotros, porque ese día no pescamos ni un guabino. Y eso que yo tenía una pumarrosa en la mano, pa’ ver si el río se animaba a soltar algo.

Don Cheo se rió, pero no de la historia, sino de su compadre. —Juan Matías, vos tenés más imaginación que un niño con un cuatro nuevo. El río no se ríe, el río es serio como un entierro. Pero dame un pedazo de esa pumarrosa, que pa’ aguantarte a vos, necesito algo dulce.

Juan Matías le pasó la fruta, y los dos llaneros compartieron la pumarrosa, que estaba tan fresca como el agua del Atamaica. Pero justo en ese momento, el agua empezó a hacer burbujas, como si algo grande estuviera moviéndose debajo. Los dos llaneros se miraron, y antes de que pudieran decir algo, la curiara se movió tan fuerte que Juan Matías se cayó al agua con la pumarrosa todavía en la mano.

—¡Cheo, el río se está riendo de mí! —gritó Juan Matías, nadando como un cachicamo en un charco, mientras intentaba salvar la fruta que flotaba como un bote en miniatura.

Don Cheo, entre risas y maldiciones, lo ayudó a subir de nuevo a la curiara. —¿Ves, compadre? El río no se ríe, pero vos sí das risa. Y ahora hasta la pumarrosa se quiere ir contigo.

Juan Matías, empapado pero con la fruta todavía en la mano, se rió. —Bueno, al menos el río no se llevó mi pumarrosa. Esta fruta es más valiente que yo.

Y así pasaron el resto de la tarde, riéndose del río, de la pumarrosa y de ellos mismos. Porque en el llano, la vida es así: dura, caliente, pero siempre con un chiste listo pa’ quitarle lo amargo. Y si hay una pumarrosa de por medio, mejor todavía.

domingo, 22 de junio de 2025

GUISO DE GALÁPAGO


 Por José Jiménez (Billy)

¡Ajá mi amigo, pa' que te deleites con un guiso de galápago como Dios manda! Aquí te va la receta, pa' que te luzcas en tu casa:

Ingredientes:

Un galápago bien grandecito, de esos que saben a sabana

Ají dulce, pa' darle ese toquecito sabroso

Cebolla blanca, que no falte

Cebollín, pa' que huela a llano

Ajo, un par de dientes, pa' darle fuerza al guiso

Cilantro de monte, ¡ah, qué ricura!

Harina de maíz precocida, pa' espesar la cosa

Preparación:

Lo primero es limpiar bien el galápago, sacarle todo lo que no sirve. ¡Con cariño, pero con firmeza!

Después, se pone a sancochar en agua hirviendo con sal, hasta que esté blandito. ¡Que se cocine bien, pa' que quede suave!

Mientras tanto, se pican bien chiquitico el ají dulce, la cebolla, el cebollín, el ajo y el cilantro de monte. ¡Que quede todo menudito!

Cuando el galápago esté listo, se saca del agua y se deja enfriar un poco. Luego, se desmenuza la carne y se bota el caparazón.

En un caldero grande, se sofríen los aliños picaditos en aceite onotado, hasta que estén blanditos y fragantes. ¡Que el olor inunde la cocina!

Se agrega la carne del galápago desmenuzada al caldero y se sofríe junto con los aliños, revolviendo constantemente. ¡Que se integren los sabores!

Se añade un poco del caldo donde se cocinó el galápago y se deja hervir a fuego lento, pa' que se concentren los sabores.

Se disuelve la harina de maíz precocida en un poco de agua fría y se agrega al guiso, revolviendo constantemente pa' que no se formen grumos. ¡Que quede espesito y cremoso!

Se cocina a fuego lento hasta que el guiso espese y los sabores se integren por completo. ¡Que hierva suavemente, con paciencia!

Se rectifica la sal y se agrega un poquito más de cilantro de monte picadito, pa' darle el toque final. ¡Que quede perfecto de sabor!

¡Y listo mi hermano! Ya tienes un guiso de galápago pa' chuparse los dedos. Acompáñalo con arroz blanco, plátano maduro frito y una buena ensalada. ¡Que lo disfrutes!

miércoles, 18 de junio de 2025

JESÚS CHÁVEZ



Por Orlando Nieves 

El Coplero Jesús Chávez nace en el hospital Pablo Acosta Ortiz un 24 de octubre de 1988.

Sus padres biológicos nacieron en la costa de Barinas en el río Ruende, por allí donde llamaban Caimancito, donde se levantaron y se formaron trabajando llano.  

Su entorno estuvo influenciado en el ámbito de la música llanera escuchando a su padre tocar el arpa al igual que su abuelo, sus tíos eran músicos y de allí nace el amor por la música llanera.

A la edad de 7 años ya empieza a cantar y a tocar las maracas..."recuerdo que la primera vez que cante fue en un club que llamaban el Guamacho en Camaguán, te habló treinta años atrás, estaba bien pequeño tenía yo tenía como siete años, porque tengo treinta y siete ahorita, mi mamá tocaba el arpa también y la tengo viva gracias a Dios"...

A los 13 años empieza a ejecutar el cuatro y a tocar en clubes nocturnos y a ganarse la vida. A los 16 años inicia la travesía en los festivales, hasta que en el año 2007 empieza a ganar festivales regionales, nacionales e internacionales..." En Colombia en la aventurosa gane la Soga de Oro, el Chiguire de Oro, la Palma de Oro en Casanare, la Cachama de Oro en Puerto Gaitán, el Yurupari de Oro en San José de Guaviare, aquí en Venezuela prácticamente en todos los pueblos, San Rafael, Cunaviche, la Panoja de Oro, el Silbón, el Alma Llanera del 2014, Florentino de Oro 2013, San Jerónimo de Oro 2009 Florentino de Diamante 2021 y ya tengo 3 discos grabados,  uno se llama Matando un Guayabo que fue la primera producción, la segunda producción se llama un Llanero Acomodao y  la tercera se llama Conquistando una Morena y ya me estoy preparando para mi cuarta producción..."

En los actuales momentos sigue cantando en los escenarios, un recorrido que no ha sido fácil con momentos buenos y malos pero siempre dando lo mejor de si con profesionalismo y disciplina. Cuando lo  escuchamos cantar nos damos cuenta el porqué ha ganado tantos premios, Dios le concedió un don y muchos quisieran llegar al tono que desprende la garganta clarita del Coplero Jesús Chávez.

Fuente directa: Jesús Chávez 

sábado, 14 de junio de 2025

EL POLLO DE AGUA

 

Por José Jiménez (Billy)

¡Ay, mi viejo Juan, tremendo susto el que se llevó en Caracas! Resulta que este llanero de pura cepa, acostumbrado al olor del ganado y al sancocho de res, lo invitaron a una fiesta en la capital. Él, emocionado como muchacho con juguete nuevo, se arregló su liquiliqui y se fue con la mejor de sus sonrisas.

Al llegar, ¡qué gentío! Música por aquí, gente elegante por allá, y una mesa llena de cosas que Juan ni conocía. Pero, como buen llanero, no se iba a quedar con la duda. Vio una bandeja con unas bolitas doradas que decían "pollo de agua". Juan, extrañado, pensó: "¿Pollo de agua? ¡En el llano lo que hay es gallina y pato! Pero bueno, vamos a probar".



¡Tremendo mordisco que le dio! Al principio, un saborcito suave, como a pescado, pero luego... ¡Una explosión de sabor a #monte y río! Juan, con los ojos aguados de la sorpresa, soltó: "¡Epa, compadre, esto sí es pollo de agua de verdad! ¡Más sabroso que pescao frito en el Arauca!".

Claro, lo que Juan no sabía era que esas "bolitas de pollo de agua" eran en realidad croquetas de babo fritas. ¡Babo, ese animalito que se esconde entre las matas y que en el llano se come guisado con arroz!

Al final, Juan se echó unas buenas risas con los #caraqueños, contándoles cómo en el llano el babo es más común que el pollo. Y así, entre chiste y chiste, el llanero y el capitalino descubrieron que, aunque vengan de mundos distintos, ¡a todos les gusta un buen plato de babo frito, así lo disfracen de "pollo de agua"! Y Juan, desde ese día, cada vez que va a Caracas, pregunta por sus "croquetas de babo", porque como él dice: "¡Eso sí que es un sabor pa' recordar!".

viernes, 13 de junio de 2025

LA ESCUELA APUREÑA DE ARTES Y EL GRUPO TEATRAL” OMAR TORRES”


 

Entre Actos, Escenas y Activismo.

Poco después de la desaparición del grupo Humo y Tabaco fundada por el pintor Víctor Loreto y como una herencia de ese mover cultural, en la ciudad de San Fernando nació la Escuela Apureña de Artes con su grupo teatral “Omar Torres”

Eran los años 1973 al 1978 cuando un joven intelectual caraqueño, abogado de profesión y de vocación las artes, fundo y asumió la dirección de la Escuela Apureña de Artes y del grupo teatral Omar Torres. Se trataba de Ramón Mota Báez casado con la joven arquitecto apureña Marisol Zarate.

Ramón y Marisol guiaron y apadrinaron este movimiento en las artes. Y donde mejor se destacaron a la escuela, fue en las artes escénicas.

Convocaron y sumaron como actores a adultos y jóvenes apureños de todos los estratos sociales y convirtieron al grupo teatral Omar Torres, con sus puestas en escena, en un semillero de formación de profesional en las artes escénicas.

Celebre fue San Fernando la obra teatral “Los Fusiles de la Madre Carral” del dramaturgo alemán Bertolt Brecht, en una adaptación de la Escuela Apureña de Artes. Una obra ambientada en la guerra civil española, con una clara orientación contra el fascismo político-militar y el nazismo.

Destacaron en la escena de esta obra; Magaly Márquez, Marisol Zarate, Felipe Falcón, Asdrúbal Hernández, Gustavo Guardón, Aureliano Correa, William “Madrake” Moreno y Pedro Rachett.

En otros ámbitos de las artes también hicieron eco, en la música y locución Wilfredo Rivero Yaro, en la poesía Lucia Salerno y en la pintura: Juan Peña, Víctor Loreto y Efrén Loreto.

En una foto de antología, con medio siglo en sus espaldas, tomada en el año 1974 por el profesional de la fotografía Néstor Hernández, donde captura con su lente a parte del elenco de los actores de la Escuela Apureña de Arte. Ellos son: Aureliano Correa, Felipe Falcón, Gustavo Guardron y Asdrúbal Hernández.

Asdrúbal Hernández y Felipe Falcón, consolidaron posteriormente su formación artística y actoral en el Teatro Universitario de la UCV y participaron como actores ya profesionales en distintos grupos de teatro a nivel nacional y en películas como actores y productores.

Asdrúbal Hernández guio su carrera como actor de cine y teatro. Murió ya hace algunos años.

Gustavo Gualdrón murió en un trágico accidente de moto en la ciudad de Mérida.

Felipe Falcón tomo el camino del cine y hoy es un reconocido cineasta y documentalista, sigue activo e incansable por su pasión artística.

Aureliano Correa se dedicó a las disciplinas de planificación del desarrollo, la docencia universitaria y a el pastorado cristiano. Hoy está retirado.

A continuación, como un homenaje y recordatorio a la Escuela Apureña de Artes, le entregamos una trascripción breve de los parlamentos finales de la última escena de la obra teatral “Los Fusiles de la Madre Carrar”, que fue presentada, en el hoy olvidado auditórium del Centro de Profesionales Universitarios de la ciudad de San Fernando.

**EL OBRERO**... (Con urgencia) ¡Han roto el frente! Debo partir ahora.

**LA MADRE**... (Dirigiéndose al horno) Traigan los fusiles, prepárate Ignacio. El pan también está listo.

(Mientras el obrero recoge los fusiles, ella contempla el pan, lo retira del horno, lo envuelve y se acerca a ellos, empuñando un fusil)

**IGNACIO**... (Dirigiéndose a su madre) ¿Vienes tú también?

**LA MADRE**... Sí, por mi hija (Venezuela). (Avanzan hacia la salida)

Fin.

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(*) Créditos: Fotografía, Néstor Hernández. 1974

(**) Un relato de Vinos Des Fruit. Edición, color, montaje y texto fotográfico de Vinos Des Fruit.

jueves, 12 de junio de 2025

EL ARTE DEL HIELO Y LA NOSTALGIA


Por José Jiménez (Billy)

Raspado, Cepillado o Comodoro.

En el corazón de Apure, donde el sol abraza la tierra con fuerza y el horizonte parece no tener fin, había un niño llanero que llevaba la alegría en el alma y la jocosidad en cada palabra. Era un muchacho humilde, de piel tostada por el sol y sonrisa amplia como el río Arauca. Su nombre era Juan, pero todos lo llamaban “Juancho”, porque en el llano, los apodos son como los caminos: siempre tienen un toque de cariño.

Juancho estudiaba en el liceo del pueblo, un lugar donde las aulas eran tan calurosas que hasta los mapas parecían derretirse. Pero lo que separaba a la escuela del resto del mundo no era solo una cerca de alambre, sino un carrito de hielo raspado que era, sin duda, el punto de encuentro de todos los estudiantes.

El vendedor, un hombre llanero de voz ronca y manos curtidas por el trabajo, era conocido como “Don Chepe”. Con su sombrero de cogollo y su camisa arremangada, era todo un personaje. Don Chepe no solo raspaba hielo, sino que también contaba chistes, cantaba coplas y, cuando el ánimo lo permitía, hasta improvisaba un joropo con los estudiantes.

Juancho era su cliente más fiel. Con sus pocos bolívares ahorrados, siempre se acercaba al carrito después de clases. “¡Don Chepe, deme uno bien frío, que hoy el calor está arrecho!”, decía con esa picardía llanera que lo caracterizaba. Don Chepe, con una sonrisa cómplice, respondía: “¡Pa’ vos, Juancho, un raspado de tamarindo con leche condensada, pa’ que te sientas como un rey en el llano!”.

El ritual era siempre el mismo: Don Chepe tomaba el bloque de hielo, lo raspaba con su máquina oxidada pero fiel, y luego le añadía el jarabe dorado de tamarindo. Pero lo que hacía especial aquel raspado era el toque final: un chorrito de leche condensada que se mezclaba con el hielo como el amor se mezcla con la vida.

Juancho, con su raspado en mano, se sentaba en la sombra de un árbol de mango y disfrutaba cada bocado como si fuera un manjar de los dioses. Entre risas y bromas con sus amigos, el calor se volvía soportable y los problemas del liceo parecían desvanecerse. “¡Esto es vida, compadre!”, decía Juancho, mientras imitaba a Don Chepe raspando hielo con un palo imaginario.

Los años pasaron, y Juancho dejó el liceo para trabajar en el llano, pero nunca olvidó aquellos momentos en el carrito de Don Chepe. Cada vez que veía un bloque de hielo o escuchaba una copla, recordaba aquel sabor dulce y frío que le había alegrado tantas tardes.

Hoy, Juancho es un hombre hecho y derecho, pero sigue llevando consigo la alegría y la jocosidad del niño llanero. Y aunque Don Chepe ya no está en su carrito, su legado vive en cada raspado que se vende en el llano, en cada risa que se escucha bajo el sol, y en cada recuerdo que convierte el calor en frescura y la vida en una fiesta.

Así que, si alguna vez pasas por Apure y ves un carrito de hielo raspado, no lo dudes: pide uno. No solo estás comprando un refresco, estás adquiriendo un pedacito del llano, un instante de alegría y, quién sabe, tal vez un recuerdo que te acompañará como el canto de un arpa en la noche llanera.

miércoles, 11 de junio de 2025

FURORO Y EL FORORO

 

Por José Jiménez (Billy)

En un pequeño pueblo llanero de Apure- Venezuela, vivía un personaje singular conocido como Furoro. Era famoso por su capacidad de alegrar cualquier reunión con su risa contagiosa y su amor por el "fororo", esa deliciosa harina de maíz tostado que siempre lo acompañaba. Sin embargo, había ganado una reputación peculiar porque decían que el "fororo borracho no escupe lejos".

Cierto día, Furoro fue invitado a una fiesta en la casa de Don Rufino, el más respetado de los habitantes. Era una ocasión especial, llena de música, joropo y por supuesto, comida venezolana para reventar. Sin pensarlo dos veces, Furoro llegó con un saco gigante de fororo, decidido a compartir su preciado tesoro con todos.

La fiesta se animó y entre risas y cuentos, Furoro comenzó a preparar un atole de fororo, mezclándolo con un toque de ron, porque según él, "el maíz contento canta mejor". Mientras saboreaban la bebida, todos quedaron encantados con el sabor, una mezcla de dulzura y alegría líquida que hizo caer al pueblo en un trance feliz.

Sin embargo, la fama de Furoro no era solo por sus habilidades culinarias. Durante la noche, cada vez que alguien le hacía reír, el hombre, entre sorbos y carcajadas, demostraba literalmente que el "fororo borracho no escupe lejos". Los vecinos, enternecidos por su autenticidad, empezaron a verlo como el verdadero corazón del pueblo.

Así, entre brincos y zapateos, todos olvidaron las tensiones y disfrutaron de la noche llanera. En el fondo, cada uno sabía que parte de esa magia era gracias a Furoro y su infalible receta de fororo borracho.

A la mañana siguiente, con el sol pintando de oro las llanuras, Furoro se despertó con una sonrisa, convencido de que la felicidad, al igual que un buen atole, siempre es mejor cuando se comparte. 

Y así, nuestro protagonista siguió su camino, dejando a su paso una estela de risas y brindis a la vida en cada rincón del llano.

martes, 10 de junio de 2025

ROBERTO MALAVÉ


Por: Orlando Nieves 

Este Cantante de música llanera nació en el hospital pablo Acosta Ortiz el 19 de octubre del 1992. Se crió en el vecindario LA MORITA del municipio biruaca, sus padres José malave y María gamarra (buenos bailadores de joropo) gente trabajadora del campo y muy humildes quienes le inculcaron las buenas costumbres y los valores de la familia.

Desde pequeño Roberto sintió amor por la música llanera, ya que es hereditario no evitarlo, siendo familia del sensacional Pedro Gamarra que en paz descanse y Don Pedro Rodríguez (el hombre del caserío) que en paz descanse. 

Dando lo mejor de él en los estudios y en el canto inicia en los festivales en la escuelita LA MORITA 1 donde obtuvo varios premios, luego en el liceo BIRUAQUITA también obteniendo buenos galardones. 

Para el año 20215 lanza su 1er álbum musical CON PASION Y SENTIMIENTO. donde se dio a conocer en casi toda Venezuela, pero fue el festival ALMA LLANERA en el año 2017 Y EL FESTIVAL SILVON DE ORO donde obtuvo primeros lugares en ambos y para finales del 2019 lanza otro álbum llamado EL COPLERO DEL FUTURO siendo todo un éxito.

En el año 2022 se hace presente en el estado cojedezs (el 4 de noviembre) representando al estado Apure en el festival Florentino de Oro quedando como ganador del primer lugar y representando a su país en distintas partes de Venezuela y de la hermana república de Colombia. 

Actualmente en el 2025 se está promociónando el nuevo sencillo "El Cacique de tu Amor".

Hay que resaltar que Roberto Malavé es ahijado del Pico de Oro de Venezuela Don José Alí Nieves quien le ha venido apoyando en su carrera profesional.

Siempre creyente del Dios Todopoderoso y dando lo mejor de su talento para el folclore venezolano.

Fuente directa: Roberto Malavé 

sábado, 31 de mayo de 2025

LAS MÁQUINAS DE COSER DE MARIA Y VALENTINA.

 


LOS PRIMEROS SIMULADORES DE VUELO Y MANEJO EN LOS LLANOS APUREÑOS.

Dedicatoria:

“A los niños que fueron: Lucianito Correa y Elías Castro Correa.

A todos los niños y niñas que nacieron y aun nacen del linaje luminoso de Valentina Correa, a todos sus hijos e hijas de crianza y sus descendendientes, a todos sus ahijados y ahijadas y a sus descendencias”

En los vastos llanos del Arauca apureño, donde el horizonte se funde con el cielo en un abrazo eterno, el año 1948 marcó el inicio de una era de sueños y fantasías para un linaje de niños que comenzarían con Lucianito Correa.

A sus cuatro años de edad, su mundo estaba a punto de expandirse más allá de las frondosas ceibas, mazaguaro y madroños que adornaban la Mata de Jerrera, un banco alto y redondo que se alzaba orgulloso en los terrenos del fundo Santa Marta, en la jurisdicción del Yagual en Apure, allí estaba ubicada su casa de techo de paja y paredes de bajareque, pequeña y confortable, pero sobre todo fresca y olorosa a los frutos del madroño que maduraban en cada temporada.

Luciano Silva el viejo, padre de Lucianito, era un hombre de pocas palabras, pero de acciones resonantes, llego en su flamante Jepp Willy, no solo trayendo consigo la promesa de su compañía sino también una gran caja de madera, que cuando la abrió dejo ver un tesoro que brillaba bajo el sol vespertino.

Era una máquina de coser DOVER una encarnación de futuro; un artefacto de última generación que prometía revolucionar la vida cotidiana de María Correa.

La alegría inundó la casa, cuando Luciano Silva anunció su regalo con voz ronca y pausada. María gritó de júbilo al contemplar la máquina de coser de sus sueños, mientras que Lucianito Correa su hijo, saltaba de alegría porque veía algo más allá de un artefacto doméstico, para él era un avión, con volante, pedal y alas listo para surcar los cielos imaginarios del llano.

La primera fotografía, hoy bastante borrosa, de esta legendaria máquina capturó a María cosiendo con dedicación y a Lucianito acariciando el momento en la que podría abordar aquel sofisticado aparato volador. Para ella era una herramienta invaluable del hogar; para el niño, una puerta hacia aventuras aéreas sin límites.

Paralelamente a 28 kilómetros, aguas abajo, a las orillas del rio Arauca, en el Hato Mata de Agua, en Guafita, otro niño, Elías Castro Correa, lleno de imaginación y de apenas tres años, menor un año que Lucianito, pero que era su tío, descubría un mundo similar en la máquina de coser de su mama Valentina Correa, quien también era la madre de María Correa y abuela de Lucianito. Elías también soñaba con volar y visitar con este sofisticado aparato volador a las lejanas fundaciones del hato Mata de Agua: La Pastora, El Tigre, La Puerta, El Manguito, El Trompillo y La Ramonera.

Y así fue como nacieron los dos primeros niños pilotos con sus correspondientes “simuladores de vuelo” en los llanos del Arauca apureño.

Ambos pilotearon estos versátiles aparatos voladores hasta que se hicieron grandecitos y se vieron obligados a abandonarlas porque ya no cabían en la “cabina del piloto”. Los años pasaron y los niños crecieron y se hicieron hombres, pero las máquinas siguieron siendo poderosos aviones en sus corazones.

Cuando María Correa se mudó desde el fundo Santa Marta a San Fernando de Apure, su máquina de coser viajó con ella y encontró un nuevo hogar en la Quinta Mata de Agua, fue ubicada allí en un largo pasillo en la planta baja de la quinta que se convirtió en una pista de aterrizaje y vía terrestre de conducción para las nuevas generaciones que continuaron aquel legado imaginario.

Cuando aquel aparato pasó a mano de las nuevas generaciones de los niños de la familia, la máquina ya no sólo era un avión, había evolucionado hasta convertirse en una máquina híbrida; mitad avión y mitad vehículo terrestre. La tecnología de punta imaginaria, evolucionaba con cada niño que entraba en su cabina y tomaba control de su volante y pedal.

Como si fuera un presagio transmitido a través del tiempo y la sangre, todos aquellos niños se convirtieron en hombres con destinos marcados por aquellos primeros vuelos y manejos imaginarios. Pilotos y conductores surgieron abundantemente de entre ellos.

Luciano Correa y Elías Castro Correa, los dos primeros niños de la familia que jugaron a ser pilotos en estas máquinas de coser a la sombra de mazaguaros y merecures, ya hombres, se convirtieron en verdaderos maestros del aire, piloteando, Lucianito aviones comerciales de todo tipo, entre ellos los jets Dc-9 Douglas y Elías aviones Cessnas de uno y dos motores de su propiedad. En su tiempo sus nombres resonaron en los anales de la aviación comercial y privada de Venezuela, llevando consigo los legados; de la Mata de Jerrera y del hato Mata de Agua a cada rincón del cielo.

Elías Manuel Castro Delgado, Gustavo González Correa y Aurelio José y José Manuel Di Lorenzo Castro, niños de la familia y de una generación posterior, siguieron sus pasos y se hicieron también pilotos, surcando las nubes con la misma pasión que una vez sintieron Elías y Luciano cuando imaginaban que volaban sobre los bajíos y lagunas de su tierra natal.

Muchos fueron los niños que manejaron esa máquina de coser y en su imaginación la transformaron en naves de distintos tipos: aviones, bicicletas, motos, carros sedan, camionetas, camiones y hasta maquinarias pesadas. Y los que no lo hicieron son dignos de reconocer por sus ejemplos de vida.

Los Di Lorenzo-Castro: Aurelio José y José Manuel; Los Castro-Delgado: Elías Manuel y Fernando; Correa-Saldeño: Jesús Luciano; Los Correa: Aureliano y Enrique.

Los González-Correa: Gustavo y Eduardo; Los Puerta-Correa: Holman y Paul Enrique; Los Mora-Correa: Euro y Chano; Los Correa/Vázquez: Santiago y Marco.

Los Correa-Ruiz/Orozco: José Rafael, Aurelio, Jonathan y Gabriel; Los Correa Marchena/Chía: Carlos Enrique, Alberto, Eduardo y Víctor.

Fue así como las máquinas de coser de María Correa y Valentina Correa, no solo cosieron telas; tejieron futuros. Y así como el madroño y el merecure ofrecen sus frutos en cada temporada, estas máquinas dieron alas y ruedas a generaciones enteras. En cada puntada de las máquinas, se escondía un sueño, en cada pedalazo, un manejo o un vuelo, con el fin de conquistar en la vida destinos que parecían imposibles de alcanzar.

Aquellas máquinas que una vez fueron aviones y carros en las manos y en la imaginación de estos niños curiosos, dieron paso a una estirpe de hombres cuyas vidas tomaron rumbos extraordinarios.

Esos niños ya adultos, se convirtieron en: pilotos, conductores, gobernantes, legisladores, militares, ganaderos, empresarios, ingenieros, médicos, trabajadores ejemplares y profesionales de distintas ramas. Con sus manos firmes y miradas al horizonte dominaron cielos, caminos y conquistaron distancias, con la misma destreza con la que sus antepasados domaron las tierras del Arauca.

Y pensar que todo comenzó, con dos antiguas máquinas de coser. Nadie creería, lo que hacen las cosas sobre las personas, y como las personas transformando las cosas construyen destinos admirables. Así es la vida en el llano, cada objeto cuenta una historia y cada historia inspira un camino.

Hoy, una de esas dos máquinas de coser aún se conserva en la quinta Mata de Agua, bajo la mirada vigilante de sus custodios presentes: Luciano, Maritza, Zoraida y Enrique.

Y mientras el rio Arauca continúa fluyendo sereno bajo el sol ardiente, las historias de estas familias emparentadas se siguen escribiendo, con hilos invisibles que unen pasado presente y futuro como en un tapiz tan vasto como los llanos mismos.

Y así fue como comenzó y se tejió esta historia, sobre alas y ruedas en los llanos de Apure, que inició con dos máquinas de coser y dos niños; Lucianito y Elías que con sus ojos llenos de fantasías y sueños se encumbraron por encima de las circunstancias para conquistar nubes y cielos.

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La quinta Mata de Agua ahora está en venta, las personas interesadas pueden llamar a estos teléfonos de contacto para recibir mayor información: 0424-3033897, 0414-4789505, 0414-0928666  

(*) Créditos: Fotografías facilitadas por Zoraida, Omaira y Enrique Correa 

(**) Un relato de Vinos Des Fruit. Edición, color, montaje y texto fotográfico de Vinos Des Fruit. Imágenes de Vinos Des Fruit.

 
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