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viernes, 13 de diciembre de 2024

A UN QUIJOTE SIN MANCHA “AL ESCRITOR GUASDUALITEÑO”

 


Por: ALJER "CHINO" EREÚ. -


En un lugar que no era La Mancha ,y del que tampoco un día quiero acordarme. En un pueblo ciego y mudo, como el de La Ceguera de Saramago, pero sin la esposa del médico, allí estaba él: un Quijote con su estigma, vencido por el infortunio, vestido de miseria y desnudo de ventura, como anticipando el ostracismo del sueño sin sepultura, sin Dulcinea, sin Sancho, sin Rocinante y sin nada, o con más que nada y con mucho; lo mucho era el dolor de sus recuerdos de noble abolengo, lo mucho era el dolor de su amargura, y mucho el dolor de su olvido. Allí estaba él, en su lecho castigador, mortificado por la peor Lujuria, la lujuria del abandono, oyendo el eco luctuoso de Juan del Llano, que entraba por sus oídos como dueño por su casa, como entrando a su infierno los demonios.

La interrogante:

-¿Querías llorar Juancito?

La respuesta:

-Sí, quería llorar, pero mis lágrimas se asomaron al mundo y corrieron hacia adentro, a encubrirse donde había refugio seguro: en la morada apócrifa de mi alma sin corazón, porque el corazón lo dejé en mis escritos y, ya más nunca volvió a mi pecho de Cimarrón.

Allí estaba él, como el Fausto de Goethe, con sus dos seres invisibles, con el bien y el mal, con sus propias operas dramáticas, con su propia Celestina.

 Allí estaba Juan Felix Michellangeli, el escritor guasdualiteño, pagando su deuda social, saldando el pago por su triunfo efímero. Ahora no estás Juan, dejaste de ser tú para ser otros, o eras esos otros antes de ser tú. A tu memoria, el verso de uno que no es tan loco:

UNO DE LOS TRES MAJADEROS

Don Quijote no era loco,

aunque tenía su Mancha.

Sus amigos eran pocos,

entre los pocos Sancho Panza,

el del burro,

y en los burros andan otros,

contra los molinos

empuñan sus lanzas.

¡Oh Dulcinea! quien te vea

que te de mi saludo,

quien escribe te quiso

pero no pudo.

Rocinante ya no es el de antes.

¿Don Miguel, donde dejaste a Cervantes?

Cervantes, diles que nos fuimos

¿para dónde?

a buscar sendas:

nuevos caminos.


ALJER.-.

Fecha: 18-05-2022

Hora: 08.05 am

lunes, 22 de junio de 2020

LA PLACITA PAEZ







LA PLACITA PAEZ


Por: Aljer Chino Ereù.-.

Se lee en la placa de mármol de carrara de esta plazoleta el siguiente epígrafe:
A la Gloria del Ilustre Prócer
de La Independencia
General José Antonio Páez
Homenaje del Pueblo Guasdualitense
19 de Abril de 1928.

SU HISTORIA.-
Construida en la segunda década del siglo pasado estando el país bajo la regencia dictatorial del general Juan Vicente Gómez. Seria inaugurada el 19 de abril de 1928 con la tutela del presidente del estado Apure: general José “Pepe” Domínguez. Ubicada a un flanco de la antigua iglesia Nuestra Señora del Monte de Carmelo (hoy Catedral de Guasdualito).
Esta ágora con su busto del prócer José Antonio Páez y sus bancos calcáreos, ha sido testigo presencial y estática de la metamorfosis del Guasdualito labrantío con sus arrinconadas calles al Guasdualito brioso con batines asfálticos. Ya en las dos primeras décadas del siglo pasado sus fecundos huertos servirían como camposanto alterno. Varias personalidades con arraigada fe cristiana por aquello de la cercanía al santuario, en sus últimos alientos solicitarían a sus familiares ser sembrados allí para una posterior restauración espiritual. Uno de los primeros y más recordados canónigos de aquella época: el párroco Antonio Contreras, guariqueño de la población de Calabozo, consentiría de buena voluntad la cuestación de los solicitantes moribundos. Este clérigo posteriormente sería desterrado del poblado por sospechada simpatía con el general Emilio Arévalo Cedeño (Valle de La Pascua) uno de los cabecillas de aquella quimérica y nugatoria revolución.
Esa amistad seria confirmada años más tarde a quien esto escribe por el recordado Genaro Labanchi, hijo de don Gaetano, provenientes de Potenza, para el tiempo Genaro era el monaguillo de Contreras, y quien un día anterior a la Batalla de Guasdualito el 19 de junio de 1921, presenciaría en el recinto cristiano no una homilía itálica sino en un vernáculo ibérico llanero la entrevista entre el insurrecto alzado y el vicario del Cordero.
El domingo 19 de junio del año antes mencionado, en horas de la mañana cuando se efectuaban los oficios religiosos llegaría de sorpresa la revolución a Periquera. Por La Manga del Rio, los bárbaros del general Pedro Pérez Delgado (Maisanta) iniciaban la espeluznante y desquiciada tarea de entregarle al Sarare cantidades considerables de hemoglobina humana, con machete en mano aquellos sanguinarios pintaban de rojo purpura las anonadadas aguas del tributario, tal cual Nilo matizado por la plaga mosaica, aquellos hombres no eran seres humanos, más bien parecían anti seres poseídos por demonios, arengados protervamente por el oriundo de Ospino (Portuguesa): “el que se regrese me le cortan la cabeza”, era su grito de guerra, viva personificación de la ferocidad y la violencia. Decapitaciones y mutilamientos eran las agitadas y dantescas escenas sacadas de las entrañas de los infiernos. Mientras tanto, Emilio Arévalo Cedeño con vítores y aspavientos entraba por Los Corrales llamando a los sorprendidos pobladores a unirse a la acción, pocos aceptarían el llamado a inmolarse del nativo de Valle de La Pascua.

Luego de 36 horas de cruenta lucha con victoria parcial para los rebeldes, el cura Contreras por momentos dejaría a un lado la santa escritura para enarbolar una banderola blanca, solicitando a las partes un intervalo de tiempo para dar cristiana sepultura al arrume de muertos que henchían las cuatros calles del pueblito. Uno de los sitios escogidos seria al lado la iglesia (hoy día Placita Páez). Esto causo desagrado entre los pobladores más influyentes, unos de los más reacios serían el comerciante Guarino , al igual que el coronel Clemencio Pérez, quienes advertirían al párroco que luego de la barahúnda los cuerpos debían desenterrados para ser traslados al cementerio local. Esto nunca ocurrió, hasta el día de hoy los difuntos aguardan la segunda venida del Cristo en las ígneas de la Placita Páez. Incluso se conjetura que allí estaría enterrado el general Valentín Pérez llamado “El Espaletao”, muerto en la batalla de 1914 por los alrededores de la vieja e histórica Calle Real (hoy avenida Miranda). Lo que si ocurriría seria la proscripción del padre Contreras, moriría de lepra en los confines del bajo Apure. El prominente galeno Vicente Limita con descendencia en el estado Apure, dejaría en sus archivos y diarios, constatación de los hechos, este experimentado de la profesión hipocrática moriría en Guasdualito en 1929, siendo su último deseo que sus restos reposaran en el sacramental alterno.

Pasarían los años, y seria en 1951 cuando se lleva a cabo la remodelación de la Plazoleta Páez, auspiciada la misma por la municipalidad a cargo del recordado y fecundo Francisco Antonio Padilla (jodìo pero contento). Anteriormente don José Antonio Grieco, digno hombre venido de la península itálica, en un gesto de apego a su patria chica, costearía los gastos para su rehechura. Durante las décadas 60, 70 y 80, varias generaciones de guasdualiteños naturales y adoptivos encontrarían en la placita el sitio de confluencia para el disfrute de una sana infancia atestada de juegos, cuyas anécdotas revolotean ahora en las mentes de aquellas progenies. Inolvidables las retretas decembrinas y domingueras a cargo de virtuosos músicos orfeistas, por mencionar solo algunos: Telesforo Lara y los hermanos Socadagui, a los que el trasiego tridimensional se encargó de silenciar y solapar sus acordes y armonías.
A inicios de la novena década del siglo caducado (1990) sería la estatal Corpoven, la empresa encargada de llevar a cabo la regeneración de esta importante glorieta. En la actualidad esta infraestructura patrimonial sigue erigida como escenario de esparcimiento de niños, jóvenes y adultos;
encriptadas en sus ígneas y silenciosas capas: historias desconocidas transitadas que aguardan ser investigadas, escritas y divulgadas para conocimiento de los asiduos lectores e interesados en profundizar sobre nuestro tiempo retrospectivo.






ALJER CHINO EREÚ.-


 
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