LA PLACITA PAEZ
Por: Aljer
Chino Ereù.-.
Se lee en la
placa de mármol de carrara de esta plazoleta el siguiente epígrafe:
A la Gloria
del Ilustre Prócer
de La
Independencia
General José Antonio Páez
Homenaje del Pueblo Guasdualitense
19 de Abril de 1928.
SU HISTORIA.-
Construida en la segunda década del siglo pasado estando el país bajo la
regencia dictatorial del general Juan Vicente Gómez. Seria inaugurada el 19 de
abril de 1928 con la tutela del presidente del estado Apure: general José
“Pepe” Domínguez. Ubicada a un flanco de la antigua iglesia Nuestra Señora del
Monte de Carmelo (hoy Catedral de Guasdualito).
Esta ágora con su busto del
prócer José Antonio Páez y sus bancos calcáreos, ha sido testigo presencial y
estática de la metamorfosis del Guasdualito labrantío con sus arrinconadas
calles al Guasdualito brioso con batines asfálticos. Ya en las dos primeras
décadas del siglo pasado sus fecundos huertos servirían como camposanto
alterno. Varias personalidades con arraigada fe cristiana por aquello de la
cercanía al santuario, en sus últimos alientos solicitarían a sus familiares
ser sembrados allí para una posterior restauración espiritual. Uno de los
primeros y más recordados canónigos de aquella época: el párroco Antonio
Contreras, guariqueño de la población de Calabozo, consentiría de buena
voluntad la cuestación de los solicitantes moribundos. Este clérigo
posteriormente sería desterrado del poblado por sospechada simpatía con el
general Emilio Arévalo Cedeño (Valle de La Pascua) uno de los cabecillas de
aquella quimérica y nugatoria revolución.
Esa amistad seria confirmada años más
tarde a quien esto escribe por el recordado Genaro Labanchi, hijo de don
Gaetano, provenientes de Potenza, para el tiempo Genaro era el monaguillo de
Contreras, y quien un día anterior a la Batalla de Guasdualito el 19 de junio
de 1921, presenciaría en el recinto cristiano no una homilía itálica sino en un
vernáculo ibérico llanero la entrevista entre el insurrecto alzado y el vicario
del Cordero.
El domingo 19 de junio del año antes mencionado, en horas de la mañana
cuando se efectuaban los oficios religiosos llegaría de sorpresa la revolución
a Periquera. Por La Manga del Rio, los bárbaros del general Pedro Pérez Delgado
(Maisanta) iniciaban la espeluznante y desquiciada tarea de entregarle al
Sarare cantidades considerables de hemoglobina humana, con machete en mano
aquellos sanguinarios pintaban de rojo purpura las anonadadas aguas del
tributario, tal cual Nilo matizado por la plaga mosaica, aquellos hombres no
eran seres humanos, más bien parecían anti seres poseídos por demonios,
arengados protervamente por el oriundo de Ospino (Portuguesa): “el que se
regrese me le cortan la cabeza”, era su grito de guerra, viva personificación
de la ferocidad y la violencia. Decapitaciones y mutilamientos eran las
agitadas y dantescas escenas sacadas de las entrañas de los infiernos. Mientras
tanto, Emilio Arévalo Cedeño con vítores y aspavientos entraba por Los Corrales
llamando a los sorprendidos pobladores a unirse a la acción, pocos aceptarían
el llamado a inmolarse del nativo de Valle de La Pascua.
Luego de 36 horas de cruenta lucha con victoria parcial para los rebeldes,
el cura Contreras por momentos dejaría a un lado la santa escritura para
enarbolar una banderola blanca, solicitando a las partes un intervalo de tiempo
para dar cristiana sepultura al arrume de muertos que henchían las cuatros
calles del pueblito. Uno de los sitios escogidos seria al lado la iglesia (hoy
día Placita Páez). Esto causo desagrado entre los pobladores más influyentes,
unos de los más reacios serían el comerciante Guarino , al igual que el coronel
Clemencio Pérez, quienes advertirían al párroco que luego de la barahúnda los
cuerpos debían desenterrados para ser traslados al cementerio local. Esto nunca
ocurrió, hasta el día de hoy los difuntos aguardan la segunda venida del Cristo
en las ígneas de la Placita Páez. Incluso se conjetura que allí estaría
enterrado el general Valentín Pérez llamado “El Espaletao”, muerto en la
batalla de 1914 por los alrededores de la vieja e histórica Calle Real (hoy
avenida Miranda). Lo que si ocurriría seria la proscripción del padre
Contreras, moriría de lepra en los confines del bajo Apure. El prominente
galeno Vicente Limita con descendencia en el estado Apure, dejaría en sus
archivos y diarios, constatación de los hechos, este experimentado de la
profesión hipocrática moriría en Guasdualito en 1929, siendo su último deseo
que sus restos reposaran en el sacramental alterno.
Pasarían los años, y seria en 1951 cuando se lleva a cabo la remodelación
de la Plazoleta Páez, auspiciada la misma por la municipalidad a cargo del
recordado y fecundo Francisco Antonio Padilla (jodìo pero contento).
Anteriormente don José Antonio Grieco, digno hombre venido de la península
itálica, en un gesto de apego a su patria chica, costearía los gastos para su
rehechura. Durante las décadas 60, 70 y 80, varias generaciones de
guasdualiteños naturales y adoptivos encontrarían en la placita el sitio de
confluencia para el disfrute de una sana infancia atestada de juegos, cuyas
anécdotas revolotean ahora en las mentes de aquellas progenies. Inolvidables
las retretas decembrinas y domingueras a cargo de virtuosos músicos orfeistas,
por mencionar solo algunos: Telesforo Lara y los hermanos Socadagui, a los que
el trasiego tridimensional se encargó de silenciar y solapar sus acordes y
armonías.
A inicios de la novena década del siglo caducado (1990) sería la estatal
Corpoven, la empresa encargada de llevar a cabo la regeneración de esta
importante glorieta. En la actualidad esta infraestructura patrimonial sigue
erigida como escenario de esparcimiento de niños, jóvenes y adultos;
encriptadas en sus ígneas y silenciosas capas: historias desconocidas
transitadas que aguardan ser investigadas, escritas y divulgadas para
conocimiento de los asiduos lectores e interesados en profundizar sobre nuestro
tiempo retrospectivo.
ALJER CHINO EREÚ.-
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