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miércoles, 22 de junio de 2022

ANTONIA VOLCAN "LA LLANERAZA"

 



ANTONIA VOLCAN "LA LLANERAZA"

Por Yolaiza Boada.

Rosa Antonia Volcán Pérez fue una cantante de música llanera que nació el 31 de marzo de 1922 en la población de Guachara, municipio Achaguas del estado Apure, fue la primera hija de don Luis Manuel Volcán con doña Petra Justina Pérez de Volcán. Su padre era un hombre dedicado a las faenas llaneras como campo volante; la madre fue una mujer dedicada a las labores del hogar y cuidado de sus hijos; ella tenía en su haber tres hijos frutos de su primer matrimonio: María de Jesús, José Ramón y Clara del Carmen. Con el tracurrir del tiempo nacieron: Ana Julia, José Santiago, Luis Manuel, María Abigail , José Julián, Carmen Yolanda, Carmen Justina, Dina Belén, éstos junto a Antonia formaron la dinastía Volcán Pérez.

La familia comenzó a formarse en Guachara, pero cuando Antonia tenía aproximadamente siete años el padre por motivos ajenos a su voluntad decidió recoger todas sus pertenencias y junto a su familia abandonó el pueblo en busca de nuevos horizontes; tomaron la ruta hacia Capanaparo donde se radicaron por un tiempo para luego desplazarse hacia el Alto Apure, hicieron parada en Palmarito donde también vivieron. Un día con sus carretas cargadas de enseres y sueños remontaron hacia la población de Guasdualito, logrando estabilizarse en el sector El Chinquero, ubicado un poco mas allá de Pueblo Viejo.

Antonia desde niña comenzó a destacarse entre los hermanos, siempre era la lider del grupo, le encantaba jugar y bochinchar con ellos; la madre siempre le decía que si no era cantante iba a ser bailarina porque mientras ellos tocaban unas latas ella danzaba; le gustaba inventar, hacer fiestas, reuniones, desde pequeña se mostró espontánea, sociable, abierta, con mucha aptitud y actitud artística.

Como grado de instrucción tenía la primaria, escribía con buena letra, era conservadora de la ortografía y muy ágil para las matemáticas. Siendo muy joven contrajo matrimonio con el señor José Domingo Garrido, pero esa unión no perduró en el tiempo porque la muerte los separó. A raíz del fallecimiento de su esposo comenzó a inquietarse, sentía la necesidad de desarrollarse, evolucionar, descubrirse; aflorarando en sus pensamientos la idea de irse a otro lugar a buscar mejor futuro para su vida.

En el año 1949 le da rienda a sus convicciones y se va para Barinas. Su primer trabajo en esa ciudad fue en la "Satrería Bogotana", ubicada en la avenida Marquéz del Pumar, ahí demostró las habilidades empíricamente aprendidas con su madre en el arte de la costura, su trabajo era hacer los patrones y cortarlos en tela. Tiempo después incursionó en el mundo de la gastronomía haciendo comida para trabajadores de las empresas petroleras que operaban en la zona, ellos fueron los primeros en degustar su sazón. En su vida tuvo tres negocios: la Pensión "San Fernando", el Restaurant "Caribe" y el "Bar Capanaparo".

A finales de la década de los años cincuenta conoció al señor Tirso Urbina, quien comenzó a visitarla frecuentemente hasta que se hicieron pareja, fue su compañero sentimental por algunos años y de esa unión en el año 1962 nació María Antonieta, su última hija.

Para el año 1960 tenía bajo su responsabilidad la manutención de sus primeros cuatro hijos: Luis Alberto, Betzaida Yanira, Vestalia del Carmen y Cósme de Jesús, por lo que le urgía la necesidad de aumentar su capacidad económica para sacar a su familia adelante y en ese sentido comenzó a trazarse ideas de como reinventarse en el negocio de la comida. En el año 1961 abrió camino con un nuevo emprendimiento y le da nacimiento a un establecimiento que denominó "Bar Capanaparo", ubicado en la calle Aranjuez 5-32, cercano al Terminal de Pasajeros de la ciudad de Barinas, un negocio que funcionaba como bar y restaurant en un ambiente donde reinaba la música criolla.

El resonar de los golpes del arpa, cuatro, maracas y bandola constituyeron el atractivo para que la gente concurriera quedando satisfechos y encantados con la atención y hospitalidad que se les brindaba. Antonia era su dueña, administradora, anfitriona y patrona, contrataba mujeres solo para trabajos de cocina y quehaceres del hogar; nunca le gustó tener mujeres como mesoneras, la clientela siempre fue atendida por hombres, entre ellos José Jiménez "El Pollo de Orichuna", quien era su mesonero estelar porque además de brindar atención a los usuarios también tenía buena garganta y sabía conectar sus canciones con el gusto de los clientes.

El Capanaparo se fue convirtiéndo en el sitio de preferencia de nativos y foráneos, pero sobre todo para aquellos músicos y cantantes que amaban la canta criolla; para ellos "El Capanaparo" más que un negocio era la casa donde daban rienda suelta a sus dotes artísticos bajo el calorcito familiar que les brindaba la dueña del local. Allí Antonia contrapunteaba, tocaba maracas, cuatro y también bailaba, jamás imaginó que abrir las puertas de El Viejo Capanaparo sería abrirle las puertas a los cultores del folklor llanero, jamás imaginó que en ese paradero amadrinaría a grandes folkloristas que como ella llevaban la sabana infinita tatuada en sus almas y corazones y juntos tendrían la oportunidad de ir elevando la musica criolla al sitial correspondiente.

Todos los artistas forasteros
llegaban a su establecimiento, les daba alimentación y alojamiento, con el correr de los años la fueron conociendo, a medida que se incorpoban copleros al negocio se iba haciendo mas popular, la clientela iba en aumento, la gente comía, bebía, se relajaban oyendo la bandola de Anselmo López, el arpa del guate Pedro Sulbarán y los tañíos de todos aquellos cantantes que hacían vida artística en el Bar Capanaparo.

Muchos fueron los talentos que allí se reunían y disfrutaban, entre ellos: Ramón Eladio Tarife, Marcelo Quinto, Pedro Emilio Sánchez, Simón Díaz, Francisco Montoya, José Ali Nieves, Catire Carpio, Adilia Castillo, el Catire Carpio, Antonio Barcey, José Romero Bello, Simón Diaz, Eugenio Bandres, Mario Suárez, Amado Lovera, Francisco Montoya, Jesús Moreno, el arpista Omar Moreno, Angel Custodio Loyola, Eneas Perdomo, Nelson Morales, Reinaldo Armas, Luis Lozada "El Cubiro", Roman Montilla, Victor Gavilán, Brizuela, el viejo Roldán, este último fue el que le abrió las puertas del sello Discomoda para que grabará profesionalmente y "El Cubiro" que ya trabajaba con ese sello la incentiva para que se tralade a Caracas, para ese viaje estimuló a Anselmo López y lo lleva a con ella, en la capital hicieron grabaciones, presentaron espectáculos y atendiendo invitación que les hiciera el tío Simón, fueron presentados en varias oportunidades en su programa transmitido por Venezolana de Televisión.

En Apure comenzó a florecer y en Barinas en los escenarios del "Bar Capanaparo" cultivó lo mejor de su canto, grabó varias canciones en acetato, en 45 revoluciones: "Mi Guasdualito", "Represento a dos estados", "Batalla de Carabobo, "Palma Sola del Recuerdo", "Llanera tenías que ser", " Mi nostalgia en una Soga", "Gabán Solitario", "Rejoneando mi Cantar" y "Cantares de mi Llano", "Romance Del Coleador Muerto", "Diamantes en La Laguna", "Mi Llano Se Encuentra Herido", "Llanero En Su Faena". Sus últimas canciones fueron grabadass en 45 con sello de su propiedad "A Volcán"; pero no llegó a oírlas porque tuvo que alzar vuelo a la eternidad.

Para esos años el Carrao de Palmarito vivía detrás del Bar Capanaparo, las cercas de las casas eran matas o alambres, cuando Antonia se ponía a lavar ropa en el patio, el Carrao se acercaba y siempre terminaban contrapunteando, no se aguantaban, se iban para el bar y ahí en el negocio se formaban la gran parranda. Eran muchos los copleros que al terminar el trabajo de llano en los fundos o hatos salían a parrandear, llegaban y ella les brindaba hospedaje, ahí comían, bebían, tocaban y cantaban. Eran demasiado los músicos que hacían vida en ese bar, tanto así que ya la gente del pueblo cuando querían formar un parrando sabían donde los podían encontrar solamente tenían que hablar con doña Antonia Volcán.

En esa década de los años sesenta la popularidad de Antonia Volcán crecía vertiginosamente, su negocio era visitado por infinidad de personas, entre ellas el señor Héctor Paúl Venegas, Comisionado de Cultura de Villavicencio Colombia, acudió en varias oportunidades y un buen día apareció con una tarjeta de invitación para el Festival de la Canción Colombiana con todos los gastos pagos, se despidió diciéndole que la esperaba con su delegación. Ella aceptó y comenzó a organizar su grupo de cantadores, maraqueros, cuatristas, bailadores, declamadores; para vestir a su comitiva solicitó ayuda a la Gobernación de Barinas y don José Thomas Heredia gobernador para ese momento le colaboró con el suministro de los trajes típicos para ella y los músicos tales como Liquiliqui, alpargatas, sombreros, falda y blusa.

Llegado el día viajaron a Villavicencio, en esa zona de Colombia demostró todas sus cualidades: bailó joropo en sus distintas figuras zapateao, escobillao y valseado; su parejo de baile en esa oportunidad fue don Piper Jiménez. Su participación en ese evento era como invitada especial; demostró su talento para ejecutar varios instrumentos musicales: cuatro, maracas, guitarra y de vez en cuando rasguñaba el arpa, cantó en varias modalidades y se lució con el contrapunteo. Les explicó sus habilidades para preparar diferentes platos de la gastronomía del llano venezolano. También entre chanzas y risas demostró que sabía ensillar un caballo, manear una vaca y cantarle suavecito para que se relaje y en el ordeño salga mayor fluído de leche, cómo se recogía una soga para enlazar un toro, una vaca o un becerro, en fin ella aprovechó ese y otros viajes a Villavicencio, Arauca, Casanare, el Cauca, y San Martín para dejar la huella de sus andanzas y dar por sentado por qué la llamaban "La Llaneraza".

Doña Antonia fue una mujer recia, ocurrente, noble, humanitaria, respetuosa, hospitalaria, excelente hija, hermana, madre y esposa el que la conoció y trató sabe que fue una persona extraordinaria. Se destacó como una excelente anfitriona, cordial y amable con la clientela que frecuentaba su negocio; siempre recibía a la gente con un "venga pase para acá", le ofrecía comida, café o guarapo y si se trataba de copleros a quienes le iba a dar alojamiento les decía: "a usted lo guindo por acá y usted va a dormir aquí, tomé esta hamaca y espere el sancocho". Fue una mujer muy sencilla, dicharachera, parrandera; una mujer que dio todo por el folclor, fue un ícono de la música llanera, única en su estilo, hasta ahora no ha nacido otra Antonia Volcán.

Era una mujer de carácter fuerte, pero a la vez dulce, cariñosa y caritativa, muy pendiente de su grupo familiar. Le gustaban las cosas claras por la calle del medio; le malhumoraba las injusticias, la falta de respeto, el abuso y la flojera. Como buena llanera su vocabulario era rico en dichos y refranes, siempre soltaba un "...pija paisano cuidao con una vaina".

Físicamemte era muy hermosa, alta, esbelta, de buen cuerpo, cabello rizado suave, piel blanca bronceada por el sol. Le gustaba verse elegante, arreglada, con buen gusto para las fragancias, siempre de vestido y zapatos tacon bajo; las alpargatas para los bailes. No usaba maquillaje.

El difunto Jesús Quintero, "El Tigre de Matanegra" (+) con orgullo manifestaba que su vida artística comenzó en el Bar Capanaparo y de manera muy jocosa describía a Antonia Volcán como una señora muy inquieta, que podía estar en el patio lavando una ropa y por allá en el negocio estaban tocando arpa y no había maraquero ella soltaba esa ropa y se ponía a tocar los capachos y al rato andaba zapateando porque era una mujer muy enérgica, echadora de broma, buena gente y muy bailadora.

Siempre participó como pareja de baile en Villavicencio. La mayoría de las veces su asistencia a los festivales de canto era como invitada especial; en el año 1967 aistió como participante el festival de canto organizado para celebrar los cuatrocientos años de la ciudad de Caracas, de allá se trajo el galardón.

Don Eladio Tarife destacó como gran amigo de Antonia Volcán, inspirado en las actitudes de llaneridad de ella compuso el tema titulado "Llanera tenías que ser", él la grabó en principio con el maestro Omar Moreno en el arpa. Luego por insistencia del propio compositor ella también graba el tema pero con bandola ejecutada por don Anselmo López. Fue una canción que se convirtió en un éxito, cuando ella representaba a Venezuela en los festivales de Colombia, ese era el tema que la identificaba, una canción ícono en su repertorio.

Su hija Vestalia recuerda que un día viernes se fueron para La Camoruca, a una parranda en la finca de Pedro Pérez, ese baile terminó casi amaneciendo; de la finca salieron varios carros en carabana, ellas iban en una camioneta, todos tuvieron que pararse porque el río había crecido y debían esperar, ante tal situación ella (Antonia Volcán) le grita al guate Pedro Sulbarán: "baja esa arpa guate y toca un pajarillo pa zapatear un poquito y espantar la plaga", ella bailó con el que primero agarró. Don Eladio Tarife que también andaba en esa parranda se acercó a la camioneta y tomó un lápiz, en ese preciso momento el viento arrastra una bolsa de papel él la agarró, la abrió y sobre el capot de la camioneta viendola bailar escribió la canción "Llanera tenías que ser".

El pueblo de Guasdualito era su adoración, siempre iba y formaba parrandas de tres, cuatro y hasta mas días en el fundo “La Esperanza” ubicado en Vara de María entre el aeropuerto y la carretera nacional vía el Amparo-Arauca, propiedad de su tío José Ángel Ramos, allá llegaba con su grupo de músicos y cantantes. Muchas fueron las parrandas que armaron en ese fundo porque el tío también era tremendo parrandero. Era frecuente verla llegar con Anselmo López, Alexis Corona, Pedro Sulbarán, Enrique Trejo, el Carrao de Palmarito, el Cubiro, Pedro Emilio Sánchez, Eladio Tarife, el poeta Rojas, Tirso Urbina y muchos más; Alexis Heredia (Pico e Tusa) y Gustavo García (El Ruaco) ambos poetas de Guasdualito también se hacían presentes compartían, parrandeaban, comían, bebían; todos le chocaban a la cocina, ayudaban a recoger y limpiar el patio, nunca hubo problemas porque tenían bien claro el sentido de colaboración; era una diversión total.

Antonia Volcán nunca tuvo problemas de salud, era muy sana, pero el dia 17 de octubre de 1976 en forma repentina la invadió un fuerte dolor por lo que fue trasladada de emergencia al hospital Luis Razetti de Barinas, tras ser atendida por los medicos de guardia fallece el 18 de Octubre de 1976 a consecuencia de una Pancreatitis.

Ese día aquel rincón del Capanaparo donde reposaban el arpa, cuatro, maracas y bandolas quedó sumergido en una profunda tristeza. Su casa, su negocio fueron nuevamente refugio para todos aquellos músicos y cantantes que cabiz bajos presos de dolor se llenaban de valor para despedir a aquella gran señora que atendiendo al llamado celestial voló con su canción arrulladora al encuentro con con el Creador, entre ellos: Eleazar Agudo, Guillermo Jiménez Leal, Eladio Tarife, Jesús Quintero “El tigre de Mata Negra”, Pedro Castillo, Pedro Emilio Sánchez, Simón Díaz, Antonio Castillo, El Pollo de Arichuna, Luis Lozada El Cubiro, Juan de los Santos Contreras el Carrao de Palmarito, Aurora Díaz de Sánchez, Damaris González. Muchos de ellos tuvieron la fuerza y coraje para cantar, versear y declamar. Llegada la hora, la carroza fúnebre comenzó el recorrido hasta su última morada, como acompañamiento musical llevaba el "Alma Llanera" interpretada al son del arpa, cuatro, maracas y bandola por
aquel grupo de músicos que siempre la acompañaban.

Antonia Volcán no ha muerto, sigue viviendo en la memoria de quienes la han querido, en los que la recuerdan, en aquellos que cuentan sus historias, que relate como era ella, cuales eran sus sueños, sus logros, mientras haya alguien que mas allá del tiempo la nombre amorosamente ella continuará viviendo.

Agradecida con Dios por ser el guia, con mi comadre Galadita Ruiz por hacer posible el contacto directo con Betzaida y Vestalia Volcán, hijas de doña Antonia Volcán quienes amablemente mostraron interés y colaboraron con el suministro de datos, sus aportes fueron de gran utilidad en la redacción de esta reseña.

Si no contamos las historias corremos el riesgo de no saber quienes somos y lo que es peor, olvidar lo útil que hemos sido en la vida.


 
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