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lunes, 19 de abril de 2021

EL GAMERO

 


EL GAMERO PARTE DE SU HISTORIA

Por: ALJER EREÚ

Versos de Juan José Grieco Laporta, escritos en 1945:

El Gamero con sus gentes

con sus lanchas y curiaras

con sus bongos de paneta

y sus balsas conuqueras

hechas con madera y guafa

que llegaban bien repletas,

con topocho, yuca y plátanos,

y las traían los vegueros,

que lograban la cosecha

con el sudor del trabajo.

Por eso si me preguntan

a donde tengo mi casa

alzo la frente y contesto

con un orgullo de casta:

En Guasdualito de Apure,

puerto de la tierra llana

ese es mi pueblo que quiero

un pueblo de fuerte raza.

BREVE INTRODUCIÒN.-

En continuidad con la sección Guasdualito y sus barrios, se presenta en los párrafos posteriores un ajustado resumen sobre el primer fragmento territorial fundado en el pueblo nuevo, conocido como Barrio El Gamero. Agradeciendo la colaboración de algunos de sus habitantes que llenos de orgullo y pertenencia trasmitieron a este escribiente valiosa información oral, la cual se confrontó con la documentación investigada y analizada, para así estructurar de forma organizada los aspectos más relevantes del populoso e histórico barrio. Se aclara que no es la pretensión que lo reflejado en la reseña sea lo total y único, ya vendrán en un corto plazo nuevos cronistas e historiadores, que movidos por el espíritu alentador de la identidad telúrica, efectuen nuevos aportes que enriquezcan aún más nuestra cultura histórica, mientras tanto cumplimos con el llamado de la musa dorada Clío, dejando que sus bisbiseos nos orienten en la tarea propuesta de escribirle a nuestro terruño mientras el Dios Eterno y Único lo permita.

ASPECTO HISTORICO.-

El Gamero, populoso barrio del Guasdualito nuevo, cuya historia ancestral ha sido testimoniada a lo largo de las centurias por las aguas turbias del tributario Sarare, siendo merecedora de indagación y estudio para la preservación en el horizonte temporal de su particular gentilicio e idiosincrasia. Respecto al ámbito histórico, por obligatoriedad se tiene que recurrir a los aspectos inaugurales de nuestro pueblo para tener claridad y objetividad sobre la conformación progresiva de dicho sector. En este sentido, los registros históricos señalan como evento fundacional el año de 1771, sin embargo, suposiciones retraen el acto a 1770, sin quitarle méritos a José Ignacio del Pumar y Traspuesto, Marqués de la Rivera de Boconò y Masparro, Vizconde del Pumar, siendo el preclaro barines quien daría estructura y conformación valida al poblado colonial, excuadrando la primera plaza, señalando el lugar de construcción de la iglesia y procediendo a la concesión de solares a las dignas cepas que lo acompañaban en el acaecimiento, dándole organización estatutaria al nuevo asentamiento. Cabe destacar que la fundación de Guasdualito entraría tarde a los registros históricos, teniendo en cuenta que desde la llegada de los colonizadores habían transcurridos casi trescientos años.

MUDANZA AL PUERTO.-

De la fundación del primer Guasdualito pasarían cincuenta años para que se iniciara un éxodo lento de los pobladores precursores, obligados por la guerra de independencia, lo insalubre y cenagoso del entorno, las pestes recurrentes, entre otras calamidades, a emigrar hacia el Puerto de Periquera (procedente de las aves psitaciformes). Observamos entonces que serían dos pueblos los que nacen entre la séptima década del siglo XVIII y las primeras décadas del siglo XIX. Sin miramiento seria la decisión de la mayoría de aquellos habitantes, encontrarían a pocos metros de la confluencia de los ríos Sarare y Apure, un mejor sitio para habitar y cultivar, así como la ventaja de aprovechar el turbio caudal como medio fluvial. En esto tomaría parte el honorable Concejo Municipal de 1834, poniendo en ejecútese la Resolución de 1831, en la cual se emplazaba el traslado de la ciudad de Guasdualito a orillas del río Sarare, en el lugar que orientaba la autoridad, y en donde se alentaba a los habitantes de los poblados a conformar uno solo, con el objeto de darle estructura a una nueva parroquia, lo que ciertamente sucedió. Lo anterior puede corroborarse en La Intendencia del Ejército y Real Hacienda, perteneciente el documento al Archivo General de Las Indias en Sevilla (Esp) del cual extraemos (tal y como fue manuscrito) unas interesantes líneas: “consta que con superior permisión en el año de mil y setecientos y setenta, en que ejercía el empleo de teniente de gobernador …con superior aprobación y permiso allanó y pacificó el sitio de Guasdualito, jurisdicción de esta ciudad, distante de ella cerca de cuatro días de camino, lugar que se hallaba desierto, solitario e inhabitable, por ser el centro, abrigo y madriguera de indios bárbaros y por ello de gravísimo riesgo para los transitantes…(sic).

ORIGEN DEL NOMBRE.-

Aspecto prestado para varias conjeturas debido a rubricas estampadas con difícil probatoria. Una de las hipótesis más conocidas es que la toponimia de la barriada viene a ser porque en el sector habitó una familia de apellido Gámez; versión corroborada a nuestros oídos por varias personas de avanzada edad del barrio, quienes aseguran que de la capital de la repùblica llegaría una alcurnia con el referido patronìmico, estableciendo su morada campestre en las cercanías del afluente, esta versión proviniendo directamente de fontana oral es aceptada para fines históricos, a pesar que en nuestra exhaustiva investigación censal entre 1930-1940 no encontramos por ningún lado el registro ni poblacional ni comercial de alguna persona con tal apellido; consultado el poeta Dante Fontana sobre esta apreciación, señaló: “de venir el gentilicio por la alcuña Gámez, lo definido serìa “gamecero. Ante la duda quedó para el autor de esta publicación la indagación genealógica que permitiera atar los cabos sueltos respecto al punto.

La segunda hipótesis en cuestión resulta igualmente de consideración y atención, esta refiere que el bautismal deriva de un hispánico acompañante del fundador de Guasdualito, la presunción pareciera entrelazar al verídico origen. En un detenido rastreo heráldico en la documentación del Instituto de Historia y Heráldica Familiar (Esp), encontramos que el apellido Gamero es de origen vasco derivado de los antiguos cazadores de gamos, su escudo es: “En campo de plata un gamo bajo un árbol de sinople superado de un lucero; el apellido se extendería por Palma del Río (Córdoba) y en Jerez de la Frontera (Cádiz)”.

Profundizando al respecto, apoyado en los índices heráldicos de los siglos XV-XVI, y por crónicas de historiadores de la época podríamos afirmar que este escudo u otro muy similar a él, surgió en la campaña del rey Sancho VII, en 1215, formando parte de las tropas que conquistaron varias localidades valencianas y, que el pontífice Honorio III reconoció su mayorazgo en 1216. Ahora bien, retrocediendo a 1770 al sur occidente del estado Apure, con el Vizconde del Pumar vendría en la travesía colonizadora don Francisco de Gamero, de noble estirpe, y en parentela con los Gamero de la provincia española de Valencia, quien en su afán exploratorio y autorizado por don José Ignacio abriría meses después senda en la espesa fronda tropical hasta llegar a la orilla del imponente río bautizado como Sarare (Darari) nombre indígena derivado de la palma de seje, muy común en las adyacencias. Don Francisco de Gamero establecería su feudo a trescientos metros de la margen derecha, que sería una hacienda de caña sudamericana con algunas reses y recua caballar, allí se quedaría, laboraría con esfuerzo y allí quedarían sus restos mortales sembrados en la fértil tierra pero sobre inundada zona. En otra revisión, en los archivos del Ministerio de Obras Públicas, con fecha de 1939, capitulo X, referente a Guasdualito, se señala: “consta a margen derecha un lote de terrenos perteneciente en otrora a un comisionado fundacional, otorgado en herencia a sus sucesores…p.45”. Atendiendo a estos fundamentos nos atrevemos a afirmar y respetando las teorías y folklorismos populares, que el origen real del barrio viene de este inquieto explorador, cuyo apellido se extendería a las siguientes generaciones con el tránsito de los años a distintas regiones del país, en vínculo directo con la familia establecida a principio de la segunda década del siglo XX en el sector.

POBLAMIENTO.-

El poblamiento tanto del nuevo Guasdualito como de lo que empezó a conocerse como El Gamero tendría su arranque progresivo a partir del siglo XX. En torno a esta afirmación el anacoreta y erudito presbítero Daniel Delgado, en su testimonio escrito titulado “Excursiones por Casanare” estamparía lo siguiente: “el pueblo es uno de los más importante del Alto Apure, tanto en el aspecto histórico como cultural, las casas de construcción ligera, techados con palma o con zinc, calles donde se observan las cercas, empalizadas y mangas de bambú o alambre de púas, lo que delataba la presencia del ganado suelto, pero no había iglesia ni sacerdote…” (Delgado, 1909-111). Mientras la anterior descripción era el panorama observado en las cuatros calles iniciales, a escasos cien metros de las barrancas del lioso y portentoso fluvial nacido en El Páramo El Almozadero, conocido como Sarare, aparecerían las primeras casas sostenidas en pilares o estacas afincadas (palafitos) cuyos constructores suponemos llegarían en algún barco de chapaletas de la Compañía Venezolana de Navegación (CAVN) siendo conocedores en amplitud de la arquitectura palafìtica, técnica cuyo origen se ubica en la época meso india, abarcando el periodo intuido entre el 5.000 y el 1.000 aC, según la ciencia antropológica.

PRIMERAS FAMILIAS Y OTROS ASPECTOS.-

Con la entrada del tercer decenio del siglo XX dignas prosapias se fueron estableciendo en el puerto y sus cercanías, originarias unas y otras venidas de otras latitudes, dándole identidad propia al originario gamereño, entre los apellidos predecesores están los: Merchán, Linares, Torres, Mora, Izquierdo, Quintero, Tortolero, González, Contreras, Galìndez, Chávez, Camacho, Arroyo, Veliz, Novoa, Caballero, Pereira, Rivero, Pantoja, Baldallo, Mejías, Gómez, López, Rico, Mejías, Lugo, Colmenares, Valero, Cabriles, Venegas y muchas más raleas que se radicarían en el sector, expandiendo sus renuevos generacionales sus patronímicos, religando con otras estirpes el abolengo gamereño. En cuanto al crecimiento del barrio, el punto de inicio es la calle principal, antiguo terraplén que desde los inicios de la centuria fue transitado por carreteros y cargadores en mula, comisionados por acaudalados comerciantes a la descarga de las mercancías y suministros de los barcos de vapor que llegaban vía fluvial desde ciudad Bolívar y la capital del estado Apure. A las costas gamereñas atracaban en temporada invernal aquellas modernas embarcaciones de la época surcando las arterias fluviales de la orinoquia venezolana, para suministrar al pueblito campestre de lo necesario para el comercio y sustento, el retintín de sus estruendosos silbatos escuchados en la lejanía era el anuncio de días feriales, ya anclados en la hondonada el panorama se mostraba dinámico y alentador.

BATALLA DE GUASDUALITO DE 1921.-

Llegaría el 19 Junio de 1921, la fecha quedaría grabada para siempre en la memoria de los habitantes de Guasdualito, como uno de los días más sangrientos de su historia. Tropas revolucionarias comandadas por el doctor Roberto Vargas (a) “El Tuerto” (comandante en jefe), secundado por Fermín Toro (jefe de estado mayor), general Emilio Arévalo Cedeño (jefe de la primera división), general Pedro Pérez Delgado (jefe del batallón Aramendi) entre otros, intentarían sin éxito tomar la plaza de Guasdualito la cual estaba defendida por 270 hombres apertrechados en el Cuartel Militar (hoy Casa de Gobierno) comandados los mismos por los oficiales gomecistas: general Benicio Giménez, coronel Antonio Pulgar y coronel Jesús Antonio Ramírez, veteranos militares que sin pestañeos ni titubeos ordenaron a sus hombres defender el cuartel a costa de sus vidas. Treinta y seis horas de plomo limpio con los Winchesters 30-30, y el continuo relampagueo de los machetes Collins, fueron más que suficiente para inundar las cuatro calles del pastoril y apacible pueblo con el purpuro liquido humano, líquido vital que la tierra adoquinada y humedecida por el invierno mezclaba con el légamo sin menosprecio alguno. Respecto al enfrentamiento el letrado Dante Fontana en su texto 33 Horas, relata un hecho para consideración muy vinculado a El Gamero, leamos:

“Por El Gamero entró el general Salvano de Jesús Uzcategui con un pequeño grupo de soldados procedentes de Puerto Nutrias, a reforzar al gobierno en la batalla de 1921. En las cercanías de ese barrio tuvo lugar una escaramuza con fuerzas de Maisanta, de la que salió bastante afectado, pues perdió tropas, caballos y armamentos. (C.XXV, El Refuerzo de Uzcategui, p: 103, 104, 105). (Fin de cita).

Terminaría la cruenta lucha con la retirada de los insurgentes a las Sabanas del Caimán entre diatribas y culpas, el excelso poeta palmariteño Alexis Heredia Orozco perpetuaría el hecho en un estremecedor poema titulado: La Guerra de Maisanta, haciendo mención a la acción en las adyacencias gamereñas.

CRECIMIENTO DEL BARRIO.-

Llegarían los años 50, pronto cesaría el comercio fluvial, en 1952 se observaría por última vez en amarre a orillas del Sarare al vapor Arauca, trayendo desde ciudad Bolívar componentes de los motores principales del nuevo Acueducto que surtiría del vital líquido a la población. A finales de la década el puerto con escalinatas de argamasa empezaría su metamorfosis, ya en los 60 y 70 aparecieran subdivisiones en el barrio, que expandirían hacia los cardinales este y oeste la superficie poblada. Barrio Loco (designado por su crecimiento desordenado), La Pica, Barrio Bueno, Los Almendros, El Malecón, serian algunos de las fracciones territoriales que surgirían en forma espontánea, por no decir sin ningún ordenamiento ni planificación, impulsadas por la migración excesiva y descontrolada que promovió la habitabilidad de espacios de condiciones riesgosas, lo que hace en la actualidad muy necesario una planificación urbana que norme legalmente la no proliferación de más asentamiento a fin de evitar pérdidas tanto humanas como económicas a sus habitantes.

EL PUENTE 19 DE ABRIL.-

Viejo puente de El Gamero

sobre el caño Periquera,

te venían en la rivera

la chenchena y el bonguero.

Allí fue a pescar luceros

Juancito sin la Lujuria,

allí asomaría la espuria

la crueldad de su destino,

allí El Escritor Peregrino

soñó fábulas de incuria.


Puente 19 de Abril, pontón de concreto extendido sobre El Caño Periquera, seria edificado en el año 1977 durante la gestión estatal de Elías Castro Correa. Su antecedente sería un rustico armazón de madera ensamblado por la pericia de Bernardino Vivas. Unión de un pueblo y su puerto, su envés ha sido deponente del paso de narras acuáticas escritas desde tiempos remotos. Al caño Periquera llegaban en verano los bongos de carga liviana contentivos de mercancías y alimentos, además de insumos para labores agrícolas. Al llegar las lluvias y con el crecimiento de borde a borde del Sarare, los vapores de menor peso y mejor maniobra como El Amparo y Arauca atracaban por el conducto o brazo de río, cuya profundidad permitía con facilidad la navegación y anclaje de las embarcaciones de la CAVN. Es importante mencionar que debido a lo hondo y bajo nivel de cota, algunos de aquellos precursores optaron por cimentar sus casas de habitación de dos plantas físicas para resguardo y no perder las ventajas que ofrecía la navegación fluvial; como testigos silentes de aquella época, aùn observamos la vieja casa de tablas de Antonio Grieco y la antigua quinta (remodelada) Las Camelias de don Daniel García, meritorios personajes que contribuyeron con hechos al desarrollo y bienestar del Guasdualito nuevo.

ALGUNOS DE SUS PERSONAJES.-

Referirse a El Gamero es describir a un gentilicio de gente honesta y trabajadora, anhelante de progreso y desarrollo. Como trabajadores y dignos fueron aquellos hombres y mujeres que se asentaron en sus predios laborando todas sus vidas con honestidad y tesón, levantando a sus familias con buenos principios y valores, quedando su ejemplo integro a las nuevas generaciones de gamereños. Casi para finalizar la reseña, sería injusto no mencionar a una mínima parte de aquellos meritorios personajes fundadores del barrio, pidiendo disculpas a los descendientes de otros por escaparse de nuestra memoria nombres y apellidos valiosos, indudablemente todos merecedores de gratitud y el buen recuerdo, podemos mencionar a: Arturo Merchán, Basilia y Ovidio Izquierdo, Alejandro Quintero, Paula Mora, Benicio Gonzales (comerciante), Leonarda Altuve (lechera) Arturo Torres (arreador de ganado ganado por La Montaña de San Camilo, y pionero con su pescaderìa) Aureliano Arroyo, Pedro (quien fuera prefecto de La Trinidad de Orichuna) y Francisco Tortolero, Vicenta Contreras, don Félix Pereira, Simón Rivero, Martha Veliz, Pancho Pantoja, Víctor y Ernesto Gómez, Ezequías (de quien pronto publicaremos) y Esdras Arroyo, Exel Mora (La Birrea), Noé Valbuena, don Marcos Mejías, Joel Arroyo (ingeniero forestal), Rosa Franco (lechera) Ezequías Valero (El pequeño de gran corazón), el recordado Luz Armando Lugo (Burro chingo) y muchos más, siendo igualmente justo mencionar entre las nuevas generaciones a Joel Alfilio Velázquez, cantante de música llanera con larga trayectoria en defensa del folklor venezolano, igual mención a Yerliane Moreno, extraordinaria jugadora de balompié, miembro de la selección nacional femenina, quien hace historia allende de su país, dejando en grande a su pueblo y barriada. Lo anterior grafiado es en parte la memoria histórica de El Gamero, primer barrio fidedigno de nuestro pueblo, con su propio gentilicio e identidad, con un gran potencial humano y natural a la espera del anhelado desarrollo. Para terminar, con cariño insondable dedico este sencillo soneto a su gente:

SONETO GAMEREÑO ©

¿Embrión de la familia Gámez

o será el gen de Francisco Gamero?

pero ¿de ellos quien llego primero?

es un criterio para que el misterio clame.

Un Nilo turbio catequizado Sarare,

mi pueblo un Egipto en dual dimensión,

una pequeña Venecia de otro Colón,

con casas ácueas que toleraban pilares.

En el Gamero hace años había palafitos

que habitaban raleas por el correntío,

púnico puerto que tiene Guasdualito.

Neolíticas betoyas del indio en sus ríos

heredadas al llanero y a un pueblo bendito,

diseños parajuanos en natural desafío.

POR ALJER “CHINO” EREÙ.-


martes, 29 de septiembre de 2020

EL FINAL DE MANOTANO

 



UN SUCESO QUE NO ES UN CUENTO

POR ALJER "CHINO" EREÚ

Era Gómez presidente,
y en Apure Pérez Soto,
el prefecto del pueblito
era un tal Santos Padilla.

Pueblito de cuatro calles
no quiero perder la rima,
las casas de bahareque
las poquiticas que habían.

Las calles eran barriales
que daban a la rodilla,
una iglesia, un botiquín,
un cuartel y pulpería
y un terraplén para el río
era lo que se veía.

Bajo los medrosos fulgores solares de una mañana agustina de 1920 atracaba en el puerto El Gamero (Guasdualito-Apure) el estridente steam boat rebautizado en costas patrias como Vapor Arauca, perteneciente esta embarcación a la Compañía Anónima de Navegación Fluvial y Costanera de Venezuela (CAVN), cuyo principal accionista y copropietario era el presidente Juan Vicente Gómez. La ardua travesía de esta nave de chapaletas alimentadas por calderas se inicia en 1913, e incluía el itinerario: San Fernando (Apure)-Puerto Nutrias (Barinas)- Palmarito (Apure) - Guasdualito. Esta ruta fluvial era la actividad comercial más importante del país para la época.

El Vapor Arauca como sus otros hermanos de la flota CAVN fue ideado originalmente para el transporte de materiales de construcción, suministros, alimentos, equipos y motores de mediana dimensión, pero además de esto, en regulares ocasiones era utilizado para el traslado de fuerzas gubernamentales a los puntos fronterizos con la finalidad de sofocar intentonas gaulescas y combatir a cuatreros y salteadores que azotaban a los pequeños pero estratégicos poblados. Todo un acontecimiento resultaba el recaleo del vapor Arauca al litoral del río Sarare. Ya era tradición que previo al arribo de cada steam boat se decretara (formal o informalmente) día de júbilo en el pueblito de cuatro calles fangosas, en donde una rustica iglesia, un cuartel, una botica y una pulpería eran los principales elementos del enclave ribereño. La nutrida concurrencia de los pobladores al atracadero fluvial en esa mañana del 15 agosto se debía a dos razones particulares. La primera: la llegada de alimentos, bebidas y artículos que eran pagados en morocotas o transadas en modalidad de trueque (enseres por cultivos y alguna que otras veces por carne vacuna); la segunda: el arribo del general y presidente del estado Apure: general Vicencio Pérez Soto (1918–1921).

Según la oralidad y algunas fuentes bibliográficas en esos años actuaba y dispensaba en Guasdualito como jefe civil Julio Olivar, igualmente en los predios hacía de las suyas un coronel de nombre Epifanio Gutiérrez, san fernandino llegado a Periquera como pacificador y, que luego se convertiría en un secuaz del régimen conocido con el alias de “Manotano”. Era la época en que los regentes locales se sentían dueños y amos de sus comarcas y contornos, no en valde el insigne novelista Rómulo Gallegos incluiría en su excelsa obra Doña Bárbara al personaje Ño Pernalete, como la personificación deshonrosa de la virulenta epidemia de jefes civiles que se aprovechaban a diestra y siniestra de los incautos e indefensos pobladores provincianos. Sin embargo, no tardarían las acciones y vejámenes de Epifanio en llegar a oídos de la máxima autoridad del estado.

Dispondría Pérez Soto tomar cartas directas en el asunto a sabiendas de lo peligroso y hábil de su antes protegido, ya en varias ocasiones había enviado a algunos de sus emisarios a dar escarmiento al cacique local, cayendo los mismos ante el imperturbable pulso y certero gatillo de Manotano. La orden que giraría la autoridad del estado era clara y concisa: eliminar de cualquier forma al procaz y problemático marcial. No obstante, conociendo el coronel Olivar (jefe civil) y sus hombres a la clase de persona que se enfrentarían las precauciones en el caso eran extremas. Lejano no estaba el día en que este Olivar se plegara a la causa rebelde de Arévalo Cedeño y Maisanta.

El recopilador oral e investigador apureño Luis Felipe Martínez Veloz, en su obra Guasdualito en la historia, referente al hecho expresa: “En esos días Pérez Soto había regresado del Alto Apure en visita oficial y se dijo que le había montado una trampa a su más fiel esbirro, porque ya le ofendía tenerlo a su lado”. (Sic) (2010:19). (Fin de cita).

Lo expresado en el párrafo anterior concuerda con lo reflejado en las diversas fontanas consultadas por quien rubrica en el transcurso de los años. En su estadía en la capital del Alto Apure, el general Vicencio Pérez Soto, hospedado en la casa de unos italianos llegados de Provenza, era informado de las tropelías y abusos de su subordinado. Testigos presenciales llegaron a corrobar que, mientras ponía oído a las quejas, sin perturbación alguna degustaba un vaso de brandy escoses en una mano y en la otra su infaltable isleño; en esa liza, con la mirada distante pero presente, planificaba la forma de desaparecer al sevicioso esquirol. Mientras tanto, el deleznable Manotano llegaba a Guasdualito por la vieja Calle Real. Con no poca curiosidad observaría en el cielo una caterva de zamuros sobrevolando la iglesia, como un presagio de su devenir exclamaría a sus espalderos: “Veo algo volando cerquita”.

El otrora intercesor y secuaz pistolero luego de ajustarse el cinto de su revólver, sin despabilamientos marcharía imperturbable junto a sus hombres al puerto El Gamero, con un pensamiento entre ceja y ceja: enfrentar y despachar a sus victimarios. Lo ocurrido luego es digno de un guión de películas del oeste norteamericano. En el botiquín de Eufrasio Rodríguez, el coronel Manotano era el invitado honorable en el festín de su muerte. Allí fue citado y atendido por el jefe civil Julio Olivar; en su nombre se dispuso un banquete criollo que incluía ternera y variada gastronomía llanera. Conocido era la apetencia del casi interfecto por las frugales comidas, a las que aderezaba con más sal de la permitida por el paladar humano. Al pedir a los sirvientes el salero para condimentar un costillar oiría la voz del propio general Vicencio Pérez Soto: “tráiganle la sal al coronel Manotano, para que le agarre más gusto a la muerte”.

Las balas no se hicieron esperar. Bien conocida era la determinación en momentos apremiantes del general tocuyano, a la par, su fama y agilidad con el revólver estaban bien ganadas. Esta vez sería con un fusil Winchester Repeating de la Arms Company que enviaría a la otra dimensión y sin pasaporte de regreso al temible esbirro, quien en un intento por desenfundar su pistola automática Colt government de 1911 quedaría inanimado con la garganta destrozada por el mortal plomo acertado por Pérez Soto, cayendo desangrado en el piso del lupanar. Otro trago de brandy, bajaron los nervios, el ecuánime militar e intelectual gomecista luego de vociferar: ¡Viva Gómez y adelante! ordenaría a sus hombres sacar el cuerpo e ir a enterrarlo. Luego continuaría la música de arpa de Cupertino Suarez, con la tertulia a baja voz sobre lo acontecido. El segundo de Manotano llamado Darío Liscano, ausente en el lugar de los hechos, al conocer la noticia embarcaría en una chalupa rápidamente con rumbo a El Amparo y de allí a refugiarse en tierras araucanas. El cunavichero Antonio José Torrealba “El hombre que se creía caballo” registraría en su Diario de un Llanero lo siguiente:

“Ese día cayó un aguacero como de dos horas. Cuando los enterradores llegaron a la fosa donde habían dejado a Manotano, lo hallaron sentado en el hoyo, con el agua al pecho, al ver a la gente dijo con voz desfallecida “No me enterréis vivo que no quiero que se cumpla una maldición que me echaron en una oreja una vez”. Como no estaba muerto, lo montaron en una carreta para llevarlo al centro asistencial, pero una perra en celo mordió al buey en una pata y este corcoveó, sacó al herido “y quedó con la cabeza en el suelo y los pies amarrados y empezó a corcovear y a pisarlo y sacudíendolo contra el suelo; lo primero que hizo fue sacarle los ojos con los cascos traseros. Después emprendió la carrera con el hombre a rastras; lo cierto fue que, cuando pudieron agarrar al buey no tenía Manotano ni cabeza, ni corazón ni costillas, ni bofe.” (Diario de un llanero. Antonio José Torrealba, tomo 5, pp. 65, 66, 67).

La muerte del coronel Epifanio Gutiérrez sentaría un bálsamo para los pobladores de Guasdualito, sus acuciantes tropelías llegaron a su fin de la forma más prolija, dolorosa y sangrienta. No obstante, la quietud y el sosiego no serían por mucho tiempo. El 18 de junio del siguiente año (1921) un día antes de la dantesca batalla de Guasdualito, varios recordarían en la plaza Bolívar la muerte del otrora pacificador, el mismo que había repelido con regular éxito algunas intentonas antigomecistas: al tristemente célebre y dezlenezable Manotano

ALJER.-

 


 
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