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lunes, 11 de agosto de 2025

YELITZA MEDINA (LA CANTORA DEL DIOS DE ISRAEL)


    La Cantora del Dios de Israel.

Es reconocida por la canción Adoración Llanera, en honor al Dios creador, Dios de Israel y al llano apureño, hasta el presente con tres grabaciones de audio. A continuación su biografía, expresada en sus propias palabras:

Aquí les dejo un extracto de mi vida: puedo precisar mis primeros recuerdos de infancia feliz, en mi amado pueblo Elorza y en el fundo “La Granja”, propiedad de mis padres: Hortensio Medina y Ofelia Antonia Martínez de Medina y donde nací un 20 de mayo de 1969; la sabana, reverdecida por la primeras lluvias, parecía celebrar mi nacimiento a lo que también se unía mi padre, quien había amanecido en una fiesta con arpa, cuatro y maracas, en esos bailes costumbristas de esa inmensa llanura apureña; imagino su voz clara, hermosa e indómita cual potro en la sabana, ante la melodía de un pasaje, de un joropo en tono menor… quizás de él heredé el amor, el arte para interpretar y amar la música de arpa. 

Soy la hermana número doce, de una familia de doce hermanos y el parto número quince de mi valiente madre, (de quien no heredé esa valentía); hermana también por crianza de tres sobrinos formados por mis padres, que se convirtieron en mis amados tres hermanos mayores; soy también hermana de una hermosa joven del pueblo pumé hija de mi padre.

Mi niñez, adolescencia y juventud transcurren en el fundo “La Granja” y Elorza (mi amado Elorza) y San Fernando de Apure, donde culminé mi formación académica iniciada en Elorza en el Grupo escolar "Simón García Rosales"; luego en San Fernando de Apure, en el Grupo Escolar "Alirio Goitía Araujo", Liceos: "Rómulo Gallegos", y "Lazo Martí" donde obtuve mi título de Bachiller en Ciencias; seguidamente en la UNELLEZ Apure obtuve mis títulos de T.s.u y Licenciado en Contaduría Pública y en la UPEL IMPM, egresé como Profesor, especialista en Lengua y Literatura. 

Soy madre de dos hermosos hijos: Henry, fallecido a los cinco días de nacido y Princesa Raily Germany, compañera de vida y ministerio. A la edad de 21 años, luego de la muerte de mi madre, conocí el camino que conduce a vida eterna, conocí a Cristo Jesús, el Salvador de los hombres, en este camino aprendí la interpretación de alabanzas con música de arpa, logrando grabar música, conforme a la Palabra de Dios, acorde al Salmos 71:22 “tu verdad cantaré a ti en el arpa, oh Santo de Israel”; porque de Israel, de los judíos, viene la salvación. El campo y el llano mío me hicieron admiradora del Dios creador de la llanura y así nace la canción “Adoración Llanera”, una pieza musical interpretada con arpa, cuatro, maracas y bajo a la cual defino como como una oración hecha canción. En ella la humanización se hace presente para expresarle al Dios de Israel lo que la sabana, la flora, la fauna de mis andanzas y de mi entorno querían proclamarle. 

Les comparto la letra de ésta alabanza, cuyas letra y música recibí de parte del Espíritu Santo de Dios…

  Una oración hecha canción:

(Escucha Dios de Israel, aquí está tu cantadora, la sabana me pregunta, si nos aceptas esta adoración tan criolla, que te hace mi llanura con su fauna y con su flora); (te glorifica el estero, el caño y la flor de bora, una parte de sabana con bejuco y lambedora y a orillas del río Arauca te alaban las corocoras).

(Escucha Dios de Israel, yo soy tu hija cantora, como nací campesina a mucha honra debo decir en otrora que el campo y el llano mío me hicieron tu admiradora) 

(Escucha Dios de Israel, yo soy tu hija cantora, como nací campesina a mucha honra debo decir en otrora "La Granja" y el llano mío me hicieron tu admiradora). Te brindan un aleluya sabanas y garza mora, el corral del paradero, una vaca paridora y recibe un “gloria a Dios” de unas reces bramadoras; un mocho viejo ensillao, que como que al cielo implora, que no nos quite su gracia porque si no el llano llora, llano de Hortensio Medina y de Ofelia su señora.

Fuente directa: Yelitza Medina

Gracias a Morelba León por su colaboración para que conozcamos la historia de Yelitza Medina.

sábado, 26 de julio de 2025

LOS SOCORRISTAS DE LAS AGUAS MANSAS


Inundaciones en San Fernando de Apure de los años 1.943 y 1.945

El cielo no habló de tormentas, pero el río Apure sí. Ese gigante que había estado dormido, por más de cinco décadas se había alzado en silencio y comenzó su ceremonia de circunvalación alrededor de San Fernando.

Fue una noche de sábado, en pleno mes de agosto, cuando el río rodeo al pueblo por sus cuatro costados: al norte, con su cauce principal en las riberas de El Cañito, frente a Puerto Miranda, y al sur, a través de sabanas y potreros por los desbordados caños Caramacate y El Negro.

Al amanecer de aquel domingo de agosto, el caudal del rio había superado la altura de todos los puertos principales que daban a El Cañito: Barbarito, Ligeron, El Tamarindo, Coronel Mora y El Guasimito y de los puertos secundarios: Castillito, La Pastora, Puerto Arturo, Casa Blanca, Mucurita, Mi Cabaña, La Inglesera y otros mas. Las tapas de las bocas de La Burra y Boca de Guerra cedieron ante la fuerza de las aguas.

Al mediodía del domingo, San Fernando estaba sumergido o como dicen los que lo vivieron, “el pueblo estaba anegao”

Ese San Fernando de entonces empezaba al norte en las orillas de El Cañito y se extendía al sur hasta la calle Colombia. A partir de esa calle, todo el espacio que le seguía, se le conocía como “El Monte”, formado por bajíos, potreros y viviendas dispersas, donde sobresalía solo una edificación, a las afuera del pueblo; el Cuartel del Ejército, en el desconocido hoy, sector de “Perro Seco”. Años más tarde, ese cuartel se convertiría en Cárcel Pública y después en el Internado Judicial de San Fernando.

Hacia el oeste, el pueblo comenzaba en Casa de Zinc y llegaba al este hasta las instalaciones administrativas de la Compañía Inglesa, conocida como La Inglesera, al lado del antiguo Comando de la Policía del Estado. Fuera de esos límites, al este y el oeste todo era también; monte, sabana y viviendas dispersas.

Aunque estas inundaciones no fueron las únicas en la historia de San Fernando, sí fueron las primeras que Elías Maluenga presenció y vivió. Fueron tan cercanas entre sí, que era difícil de creer: primero en el año 1.943, luego casi de inmediato en 1.945.

El rio Apure creció tanto frente a San San Fernando que sobrepasó el nivel de daño ubicado en 47 m.s.n.m (metros sobre el nivel del mar) y se ubicó en la cota de 53 m.s.n.m. Pocos lugares de la ciudad quedaron sin ser afectados: el Palacio de los Barbaritos y la Plaza Independencia fueron las dos únicas excepciones. Las inundaciones no respetaron ni siquiera a la Plaza Bolívar, ni su antigua Iglesia Colonial, ni siquiera al Palacio Fonsequero sede del insigne y susceptible gobierno regional. 

En el año 1.940 Elías Maluenga había comprado una camioneta Ford de paquete y del año, toda una joya de la ingeniería automotriz en su época: carrocería de líneas redondeadas aerodinámicas como si quisiera volar, con un amplio cajón para carga en su parte trasera, parrilla frontal en forma de “V”, motor V8 de cabeza plana con 85 caballos de fuerza y transmisión manual a tres velocidades. Toda una bestia por su potencia y a la vez una verdadera dama por la suavidad que se desplazaba al andar.

En los veranos de Apure, Elias Maluenga con aquella Ford 1.940 cruzaba sabanas, caños y hasta ríos con buenos pasos veraniegos sin problema alguno. En cambio en invierno, se veían obligados a invernar en el pueblo, ya que las sabanas se volvían demasiado hondas y no existían en el Estado Apure carreteras por donde transitar.

Aquel domingo de agosto de 1.943 cuando el agua volvió con el mismo ímpetu que en el año 1.892, Elías Maluenga supo que había llegado el día, en que él junto su hermano Cleto y su flamante Ford dejarían de ser espectadores para convertirse en servidores.

Reunió a sus amigos con una propuesta sencilla: formar el primer grupo de socorristas voluntarios en Apure:

. Juancho, el mayor de todos ellos, hombre de llano, sombrero siempre terciao, conocedor de las crecientes y experimentado en trabajos de cargar tierra con parihuela, hacer tapas y lomos de perros en fundos y hatos.

. Miguel, el más joven, soñador, altruista y estudiante del Colegio Federal Miranda.

Cleto Maluenga, hermano menor de Elias.

. Anastacio, caletero emérito de la tienda de importación y exportación de los hermanos Lleras Codazzi, negocio ubicado frente a la hoy conocida Plaza de Independencia, frente al Palacio de los Barbarito.

Los dos hermanos, Elías y Cleto Maluenga expusieron la misión a sus amigos:

—Nos uniremos a la gente más necesitada para ayudarlos a trasladar sus corotos y animales de patio: gallinas, patos, guineos y cochinos, hacia las casas de sus familiares que estén menos afectados, para que allí pasen el invierno—

Juancho el experto parihuelero y Anastasio el emérito caletero propusieron:

—Iremos a los potreros que no estén inundados y que tengan bancos altos, “joyaremos” y sacaremos tierra y arena y las llevaremos a la gente para que la ensaquen y construyan ellos mismos muros de protección alrededor de sus casas, levanten los pisos de sus viviendas y así se protegen de la creciente—

Miguel, el soñador y más político del grupo, añadió:

—Reclamemos y exijamos. Enviaremos una carta al presidente de la República Isaías Medina Angarita y a los gobernadores de Apure - los que se sucedieron entre 1.943 y 1.945 - Carlos Rodríguez, Juan Salerno y Carlos Vivas, solicitando que en el verano próximo se construyan y mantengan las obras de protección contra las inundaciones, para que no vivamos de incertidumbre en incertidumbre y de emergencia en emergencia—

Y Elías, con firmeza, completó:

—Y que los gobiernos, que no se olviden del pueblo una vez que pasen estas crecientes. La última gran inundación fue en el año 1.892, y desde entonces hasta 1.943 y 1.945, el gobierno federal como se le conocía al gobierno nacional, nada hizo, ninguna obra importante o mantenimiento de las que ya existían se realizó para protegernos de la inundaciones. Que actúen ahora antes de que, como siempre, culpen al invierno y digan… ‘ay, es que nos agarró el catarro sin pañuelo’—

Fue así, como este grupo de hombres comprometidos y decididos se pusieron al frente de aquella obra de misericordia y compasión. Bautizaron al equipo de voluntarios con el nombre de: Los Socorristas de las Aguas Mansas, inspirados en el ruego que repetían cada vez que se disponían a realizar una tarea de ayuda o salvamento:

“Dios y Padre nuestro, sálvanos de las aguas mansas, que de las bravas nos cuidamos nosotros.”

Y es que las aguas que inundan en los llanos, son en apariencia mansas, nunca se aparecen de golpe. Se insinúan y se filtran poco a poco, hasta que llega el día en que los pueblos despiertan con el agua al cuello.

Las inundaciones de 1.943 y 1.945 rodearon a San Fernando por los cuatro puntos cardinales. La calle del Río, las calles: 19 de Abril, Comercio, Bolívar, Sucre, Páez, Muñoz y Colombia, todas las calles transversales, las casas, todo quedó bajo las aguas .

Fotografías de esos años muestran los estragos de esas crecientes: sector Casa de Zinc bajo el agua, el Cuartel del Ejército sumergido en el agua hasta las costillas, la calle Páez con el agua a la cintura en su cruce con la calle Coto Paul frente a la casa de doña Ángela Estévez quien fue la esposa del célebre joyero Faoro,.

Pero entre aquellas aguas que lo cubrieron todo, flotó la imagen de los valientes de esa época. En una foto sepia, atrapada en el tiempo, se ve a aquel grupo de voluntarios, seguramente descalzos, con los pantalones arremangados, barro en las canillas y con miradas firmes, pero aun asi alegres y de buen humor, haciendo el trabajo que sin ninguna remuneración económica que habian jurado cumplir.

Esos fueron los valientes que dejaron huella por su solidaridad y compromiso, auxiliando a la gente en medio de aquellos diluvios. Los llamados Socorristas de las Aguas Mansas con su inconfundible y aguerrida camioneta Ford 1.940.

En nada ellos eran héroes de: estatua, latón o figurines, que lo poco que hacen es para ser vistos por los públicos de galerías.

Fueron heroes de verdad: de carne, de servicio con alegría y determinación.

(*) Un relato de Vinos Des Fruit.

(**) Restauración, edición, color, montaje y texto de fotografías: Vinos Des Fruit.

(***) Créditos: Fotografías: Italo/Edgar Decanio.

martes, 8 de julio de 2025

EL PABELLÓN


Por José Jiménez (Billy)

El origen del pabellón: una historia llena de sabor y amistad 

Había una vez en #Caracas, una pequeña cocina llena de risas y colores, donde una abuela llamada Rosa y su nieta Lina compartían tardes enteras criando sabores y recuerdos. Rosa siempre decía que la comida no solo llena el estómago, sino también el alma.

Un día, Lina le pidió a su abuela que le enseñara a preparar algo especial para su escuela. Rosa sonrió y decidió enseñarle a hacer el famoso pabellón, un plato que nació en un rincón de Venezuela donde la alegría y el sabor se mezclarán en cada bocado.

¿De dónde viene el pabellón?

Cuenta la historia que en tiempos antiguos, en las calles de Caracas, las comunidades combinaban ingredientes simples y económicos para crear algo delicioso. El pabellón tiene raíces en la cultura criolla, representando la bandera de Venezuela con su colorido: el arroz blanco como la paz, el caraotas negro como la valentía, la carne mechada como la riqueza cultural, y las plátanos fritos como la alegría de vivir.

La receta mágica de Rosa (para que puedas crear tu propio pabellón):

Ingredientes:

2 tazas de arroz blanco cocido

1 taza de caraotas negras cocidos

300 g de carne de res para mechada.

2 plátanos maduros

Aceite para freír

Sal, ajo y cebolla al gusto

Pimientos y ají (opcional, para más sabor)

Instrucciones:

Preparar la carne:

Cocinar la carne con sal, ajo y cebolla hasta que quede suave y desmenuzada. La carne mechada debe ser tierna y sabrosa, lista para deshacerse en la boca y contar su historia en cada bocado.

Hacer el arroz:

Cocer el arroz blanco hasta que esté suelto, como una nube, para que sea la base perfecta del plato.

Cocer los caraotas:

Cocer los caraotas negras con un poco de sal, y si quieres, agregar pimientos para darles un toque alegre.

Freír los plátanos:

Pelar y cortar los plátanos maduros en rodajas. Freírlos en aceite caliente hasta que estén doraditos y crujientes, casi como el sol en la tarde.

Montar el plato:

En un plato grande, coloca primero una cama de arroz, seguido por los caraotas, la carne mechada y los plátanos fritos. ¡Y listo! Tienes un pabellón que te llenará de sabor y alegría.

¿Y por qué es tan especial?

Porque cada ingrediente tiene su historia y su color, formando un mosaico que refleja la diversidad y alegría del pueblo venezolano. Y más allá del sabor, cada bocado te conecta con la cultura, las risas en la cocina y las historias de quienes han disfrutado de este plato por generaciones.

¿Te animas a preparar tu propio pabellón y crear nuevas historias sabrosas? ¡Que cada cucharada sea una celebración de vida y tradición!

miércoles, 25 de junio de 2025

LA PUMAROSA


 El día que el río se rió

Por José Jiménez (Billy)

Era un mediodía de esos que el sol parece que se hubiera enamorado de la tierra, pegajoso y caliente. Por allá, en el cajón del Arauca, Don Cheo, un llanero viejo y más arrugado que un moriche seco, estaba sentado en su curiara, pescando con una paciencia que solo los ríos entienden. Al lado, su compadre, Juan Matías, un tipo que hablaba más de lo que pescaba, no paraba de contar historias de cuando el río era joven y los peces se pescaban con las manos.

—Cheo, ¿te acordás de la vez que el río se rió? —preguntó Juan Matías, mordiendo una pumarrosa que había traído del ranchito. La fruta, roja por fuera y blanca por dentro, brillaba como una joya en medio de tanta tierra y agua.

Don Cheo lo miró con esos ojos que parecían haber visto todo y nada al mismo tiempo. —¿El río reírse? Compadre, vos estás más loco que un garza en un baile de caimanes.

—¡No, joda! Te juro que fue así —insistió Juan Matías, escupiendo una semilla al agua—. Fue una tarde como esta, pero el río empezó a hacer burbujas, como si se estuviera riendo de algo. Yo creo que se burlaba de nosotros, porque ese día no pescamos ni un guabino. Y eso que yo tenía una pumarrosa en la mano, pa’ ver si el río se animaba a soltar algo.

Don Cheo se rió, pero no de la historia, sino de su compadre. —Juan Matías, vos tenés más imaginación que un niño con un cuatro nuevo. El río no se ríe, el río es serio como un entierro. Pero dame un pedazo de esa pumarrosa, que pa’ aguantarte a vos, necesito algo dulce.

Juan Matías le pasó la fruta, y los dos llaneros compartieron la pumarrosa, que estaba tan fresca como el agua del Atamaica. Pero justo en ese momento, el agua empezó a hacer burbujas, como si algo grande estuviera moviéndose debajo. Los dos llaneros se miraron, y antes de que pudieran decir algo, la curiara se movió tan fuerte que Juan Matías se cayó al agua con la pumarrosa todavía en la mano.

—¡Cheo, el río se está riendo de mí! —gritó Juan Matías, nadando como un cachicamo en un charco, mientras intentaba salvar la fruta que flotaba como un bote en miniatura.

Don Cheo, entre risas y maldiciones, lo ayudó a subir de nuevo a la curiara. —¿Ves, compadre? El río no se ríe, pero vos sí das risa. Y ahora hasta la pumarrosa se quiere ir contigo.

Juan Matías, empapado pero con la fruta todavía en la mano, se rió. —Bueno, al menos el río no se llevó mi pumarrosa. Esta fruta es más valiente que yo.

Y así pasaron el resto de la tarde, riéndose del río, de la pumarrosa y de ellos mismos. Porque en el llano, la vida es así: dura, caliente, pero siempre con un chiste listo pa’ quitarle lo amargo. Y si hay una pumarrosa de por medio, mejor todavía.

domingo, 22 de junio de 2025

GUISO DE GALÁPAGO


 Por José Jiménez (Billy)

¡Ajá mi amigo, pa' que te deleites con un guiso de galápago como Dios manda! Aquí te va la receta, pa' que te luzcas en tu casa:

Ingredientes:

Un galápago bien grandecito, de esos que saben a sabana

Ají dulce, pa' darle ese toquecito sabroso

Cebolla blanca, que no falte

Cebollín, pa' que huela a llano

Ajo, un par de dientes, pa' darle fuerza al guiso

Cilantro de monte, ¡ah, qué ricura!

Harina de maíz precocida, pa' espesar la cosa

Preparación:

Lo primero es limpiar bien el galápago, sacarle todo lo que no sirve. ¡Con cariño, pero con firmeza!

Después, se pone a sancochar en agua hirviendo con sal, hasta que esté blandito. ¡Que se cocine bien, pa' que quede suave!

Mientras tanto, se pican bien chiquitico el ají dulce, la cebolla, el cebollín, el ajo y el cilantro de monte. ¡Que quede todo menudito!

Cuando el galápago esté listo, se saca del agua y se deja enfriar un poco. Luego, se desmenuza la carne y se bota el caparazón.

En un caldero grande, se sofríen los aliños picaditos en aceite onotado, hasta que estén blanditos y fragantes. ¡Que el olor inunde la cocina!

Se agrega la carne del galápago desmenuzada al caldero y se sofríe junto con los aliños, revolviendo constantemente. ¡Que se integren los sabores!

Se añade un poco del caldo donde se cocinó el galápago y se deja hervir a fuego lento, pa' que se concentren los sabores.

Se disuelve la harina de maíz precocida en un poco de agua fría y se agrega al guiso, revolviendo constantemente pa' que no se formen grumos. ¡Que quede espesito y cremoso!

Se cocina a fuego lento hasta que el guiso espese y los sabores se integren por completo. ¡Que hierva suavemente, con paciencia!

Se rectifica la sal y se agrega un poquito más de cilantro de monte picadito, pa' darle el toque final. ¡Que quede perfecto de sabor!

¡Y listo mi hermano! Ya tienes un guiso de galápago pa' chuparse los dedos. Acompáñalo con arroz blanco, plátano maduro frito y una buena ensalada. ¡Que lo disfrutes!

miércoles, 18 de junio de 2025

JESÚS CHÁVEZ



Por Orlando Nieves 

El Coplero Jesús Chávez nace en el hospital Pablo Acosta Ortiz un 24 de octubre de 1988.

Sus padres biológicos nacieron en la costa de Barinas en el río Ruende, por allí donde llamaban Caimancito, donde se levantaron y se formaron trabajando llano.  

Su entorno estuvo influenciado en el ámbito de la música llanera escuchando a su padre tocar el arpa al igual que su abuelo, sus tíos eran músicos y de allí nace el amor por la música llanera.

A la edad de 7 años ya empieza a cantar y a tocar las maracas..."recuerdo que la primera vez que cante fue en un club que llamaban el Guamacho en Camaguán, te habló treinta años atrás, estaba bien pequeño tenía yo tenía como siete años, porque tengo treinta y siete ahorita, mi mamá tocaba el arpa también y la tengo viva gracias a Dios"...

A los 13 años empieza a ejecutar el cuatro y a tocar en clubes nocturnos y a ganarse la vida. A los 16 años inicia la travesía en los festivales, hasta que en el año 2007 empieza a ganar festivales regionales, nacionales e internacionales..." En Colombia en la aventurosa gane la Soga de Oro, el Chiguire de Oro, la Palma de Oro en Casanare, la Cachama de Oro en Puerto Gaitán, el Yurupari de Oro en San José de Guaviare, aquí en Venezuela prácticamente en todos los pueblos, San Rafael, Cunaviche, la Panoja de Oro, el Silbón, el Alma Llanera del 2014, Florentino de Oro 2013, San Jerónimo de Oro 2009 Florentino de Diamante 2021 y ya tengo 3 discos grabados,  uno se llama Matando un Guayabo que fue la primera producción, la segunda producción se llama un Llanero Acomodao y  la tercera se llama Conquistando una Morena y ya me estoy preparando para mi cuarta producción..."

En los actuales momentos sigue cantando en los escenarios, un recorrido que no ha sido fácil con momentos buenos y malos pero siempre dando lo mejor de si con profesionalismo y disciplina. Cuando lo  escuchamos cantar nos damos cuenta el porqué ha ganado tantos premios, Dios le concedió un don y muchos quisieran llegar al tono que desprende la garganta clarita del Coplero Jesús Chávez.

Fuente directa: Jesús Chávez 

sábado, 14 de junio de 2025

EL POLLO DE AGUA

 

Por José Jiménez (Billy)

¡Ay, mi viejo Juan, tremendo susto el que se llevó en Caracas! Resulta que este llanero de pura cepa, acostumbrado al olor del ganado y al sancocho de res, lo invitaron a una fiesta en la capital. Él, emocionado como muchacho con juguete nuevo, se arregló su liquiliqui y se fue con la mejor de sus sonrisas.

Al llegar, ¡qué gentío! Música por aquí, gente elegante por allá, y una mesa llena de cosas que Juan ni conocía. Pero, como buen llanero, no se iba a quedar con la duda. Vio una bandeja con unas bolitas doradas que decían "pollo de agua". Juan, extrañado, pensó: "¿Pollo de agua? ¡En el llano lo que hay es gallina y pato! Pero bueno, vamos a probar".



¡Tremendo mordisco que le dio! Al principio, un saborcito suave, como a pescado, pero luego... ¡Una explosión de sabor a #monte y río! Juan, con los ojos aguados de la sorpresa, soltó: "¡Epa, compadre, esto sí es pollo de agua de verdad! ¡Más sabroso que pescao frito en el Arauca!".

Claro, lo que Juan no sabía era que esas "bolitas de pollo de agua" eran en realidad croquetas de babo fritas. ¡Babo, ese animalito que se esconde entre las matas y que en el llano se come guisado con arroz!

Al final, Juan se echó unas buenas risas con los #caraqueños, contándoles cómo en el llano el babo es más común que el pollo. Y así, entre chiste y chiste, el llanero y el capitalino descubrieron que, aunque vengan de mundos distintos, ¡a todos les gusta un buen plato de babo frito, así lo disfracen de "pollo de agua"! Y Juan, desde ese día, cada vez que va a Caracas, pregunta por sus "croquetas de babo", porque como él dice: "¡Eso sí que es un sabor pa' recordar!".

viernes, 13 de junio de 2025

LA ESCUELA APUREÑA DE ARTES Y EL GRUPO TEATRAL” OMAR TORRES”


 

Entre Actos, Escenas y Activismo.

Poco después de la desaparición del grupo Humo y Tabaco fundada por el pintor Víctor Loreto y como una herencia de ese mover cultural, en la ciudad de San Fernando nació la Escuela Apureña de Artes con su grupo teatral “Omar Torres”

Eran los años 1973 al 1978 cuando un joven intelectual caraqueño, abogado de profesión y de vocación las artes, fundo y asumió la dirección de la Escuela Apureña de Artes y del grupo teatral Omar Torres. Se trataba de Ramón Mota Báez casado con la joven arquitecto apureña Marisol Zarate.

Ramón y Marisol guiaron y apadrinaron este movimiento en las artes. Y donde mejor se destacaron a la escuela, fue en las artes escénicas.

Convocaron y sumaron como actores a adultos y jóvenes apureños de todos los estratos sociales y convirtieron al grupo teatral Omar Torres, con sus puestas en escena, en un semillero de formación de profesional en las artes escénicas.

Celebre fue San Fernando la obra teatral “Los Fusiles de la Madre Carral” del dramaturgo alemán Bertolt Brecht, en una adaptación de la Escuela Apureña de Artes. Una obra ambientada en la guerra civil española, con una clara orientación contra el fascismo político-militar y el nazismo.

Destacaron en la escena de esta obra; Magaly Márquez, Marisol Zarate, Felipe Falcón, Asdrúbal Hernández, Gustavo Guardón, Aureliano Correa, William “Madrake” Moreno y Pedro Rachett.

En otros ámbitos de las artes también hicieron eco, en la música y locución Wilfredo Rivero Yaro, en la poesía Lucia Salerno y en la pintura: Juan Peña, Víctor Loreto y Efrén Loreto.

En una foto de antología, con medio siglo en sus espaldas, tomada en el año 1974 por el profesional de la fotografía Néstor Hernández, donde captura con su lente a parte del elenco de los actores de la Escuela Apureña de Arte. Ellos son: Aureliano Correa, Felipe Falcón, Gustavo Guardron y Asdrúbal Hernández.

Asdrúbal Hernández y Felipe Falcón, consolidaron posteriormente su formación artística y actoral en el Teatro Universitario de la UCV y participaron como actores ya profesionales en distintos grupos de teatro a nivel nacional y en películas como actores y productores.

Asdrúbal Hernández guio su carrera como actor de cine y teatro. Murió ya hace algunos años.

Gustavo Gualdrón murió en un trágico accidente de moto en la ciudad de Mérida.

Felipe Falcón tomo el camino del cine y hoy es un reconocido cineasta y documentalista, sigue activo e incansable por su pasión artística.

Aureliano Correa se dedicó a las disciplinas de planificación del desarrollo, la docencia universitaria y a el pastorado cristiano. Hoy está retirado.

A continuación, como un homenaje y recordatorio a la Escuela Apureña de Artes, le entregamos una trascripción breve de los parlamentos finales de la última escena de la obra teatral “Los Fusiles de la Madre Carrar”, que fue presentada, en el hoy olvidado auditórium del Centro de Profesionales Universitarios de la ciudad de San Fernando.

**EL OBRERO**... (Con urgencia) ¡Han roto el frente! Debo partir ahora.

**LA MADRE**... (Dirigiéndose al horno) Traigan los fusiles, prepárate Ignacio. El pan también está listo.

(Mientras el obrero recoge los fusiles, ella contempla el pan, lo retira del horno, lo envuelve y se acerca a ellos, empuñando un fusil)

**IGNACIO**... (Dirigiéndose a su madre) ¿Vienes tú también?

**LA MADRE**... Sí, por mi hija (Venezuela). (Avanzan hacia la salida)

Fin.

Si este relato ha tenido algún valor para ti, déjanos tus comentarios, Dale un Me gusta y compártelo.

(*) Créditos: Fotografía, Néstor Hernández. 1974

(**) Un relato de Vinos Des Fruit. Edición, color, montaje y texto fotográfico de Vinos Des Fruit.

jueves, 12 de junio de 2025

EL ARTE DEL HIELO Y LA NOSTALGIA


Por José Jiménez (Billy)

Raspado, Cepillado o Comodoro.

En el corazón de Apure, donde el sol abraza la tierra con fuerza y el horizonte parece no tener fin, había un niño llanero que llevaba la alegría en el alma y la jocosidad en cada palabra. Era un muchacho humilde, de piel tostada por el sol y sonrisa amplia como el río Arauca. Su nombre era Juan, pero todos lo llamaban “Juancho”, porque en el llano, los apodos son como los caminos: siempre tienen un toque de cariño.

Juancho estudiaba en el liceo del pueblo, un lugar donde las aulas eran tan calurosas que hasta los mapas parecían derretirse. Pero lo que separaba a la escuela del resto del mundo no era solo una cerca de alambre, sino un carrito de hielo raspado que era, sin duda, el punto de encuentro de todos los estudiantes.

El vendedor, un hombre llanero de voz ronca y manos curtidas por el trabajo, era conocido como “Don Chepe”. Con su sombrero de cogollo y su camisa arremangada, era todo un personaje. Don Chepe no solo raspaba hielo, sino que también contaba chistes, cantaba coplas y, cuando el ánimo lo permitía, hasta improvisaba un joropo con los estudiantes.

Juancho era su cliente más fiel. Con sus pocos bolívares ahorrados, siempre se acercaba al carrito después de clases. “¡Don Chepe, deme uno bien frío, que hoy el calor está arrecho!”, decía con esa picardía llanera que lo caracterizaba. Don Chepe, con una sonrisa cómplice, respondía: “¡Pa’ vos, Juancho, un raspado de tamarindo con leche condensada, pa’ que te sientas como un rey en el llano!”.

El ritual era siempre el mismo: Don Chepe tomaba el bloque de hielo, lo raspaba con su máquina oxidada pero fiel, y luego le añadía el jarabe dorado de tamarindo. Pero lo que hacía especial aquel raspado era el toque final: un chorrito de leche condensada que se mezclaba con el hielo como el amor se mezcla con la vida.

Juancho, con su raspado en mano, se sentaba en la sombra de un árbol de mango y disfrutaba cada bocado como si fuera un manjar de los dioses. Entre risas y bromas con sus amigos, el calor se volvía soportable y los problemas del liceo parecían desvanecerse. “¡Esto es vida, compadre!”, decía Juancho, mientras imitaba a Don Chepe raspando hielo con un palo imaginario.

Los años pasaron, y Juancho dejó el liceo para trabajar en el llano, pero nunca olvidó aquellos momentos en el carrito de Don Chepe. Cada vez que veía un bloque de hielo o escuchaba una copla, recordaba aquel sabor dulce y frío que le había alegrado tantas tardes.

Hoy, Juancho es un hombre hecho y derecho, pero sigue llevando consigo la alegría y la jocosidad del niño llanero. Y aunque Don Chepe ya no está en su carrito, su legado vive en cada raspado que se vende en el llano, en cada risa que se escucha bajo el sol, y en cada recuerdo que convierte el calor en frescura y la vida en una fiesta.

Así que, si alguna vez pasas por Apure y ves un carrito de hielo raspado, no lo dudes: pide uno. No solo estás comprando un refresco, estás adquiriendo un pedacito del llano, un instante de alegría y, quién sabe, tal vez un recuerdo que te acompañará como el canto de un arpa en la noche llanera.

miércoles, 11 de junio de 2025

FURORO Y EL FORORO

 

Por José Jiménez (Billy)

En un pequeño pueblo llanero de Apure- Venezuela, vivía un personaje singular conocido como Furoro. Era famoso por su capacidad de alegrar cualquier reunión con su risa contagiosa y su amor por el "fororo", esa deliciosa harina de maíz tostado que siempre lo acompañaba. Sin embargo, había ganado una reputación peculiar porque decían que el "fororo borracho no escupe lejos".

Cierto día, Furoro fue invitado a una fiesta en la casa de Don Rufino, el más respetado de los habitantes. Era una ocasión especial, llena de música, joropo y por supuesto, comida venezolana para reventar. Sin pensarlo dos veces, Furoro llegó con un saco gigante de fororo, decidido a compartir su preciado tesoro con todos.

La fiesta se animó y entre risas y cuentos, Furoro comenzó a preparar un atole de fororo, mezclándolo con un toque de ron, porque según él, "el maíz contento canta mejor". Mientras saboreaban la bebida, todos quedaron encantados con el sabor, una mezcla de dulzura y alegría líquida que hizo caer al pueblo en un trance feliz.

Sin embargo, la fama de Furoro no era solo por sus habilidades culinarias. Durante la noche, cada vez que alguien le hacía reír, el hombre, entre sorbos y carcajadas, demostraba literalmente que el "fororo borracho no escupe lejos". Los vecinos, enternecidos por su autenticidad, empezaron a verlo como el verdadero corazón del pueblo.

Así, entre brincos y zapateos, todos olvidaron las tensiones y disfrutaron de la noche llanera. En el fondo, cada uno sabía que parte de esa magia era gracias a Furoro y su infalible receta de fororo borracho.

A la mañana siguiente, con el sol pintando de oro las llanuras, Furoro se despertó con una sonrisa, convencido de que la felicidad, al igual que un buen atole, siempre es mejor cuando se comparte. 

Y así, nuestro protagonista siguió su camino, dejando a su paso una estela de risas y brindis a la vida en cada rincón del llano.

 
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