B O T A L O N
Sabanero soy de las cosas de mi llano, y en el ir y venir por las sendas
del recuerdo; me encontré allá a lo lejos en el rincón
azulito de la memoria distante,
un viejo BOTALON. Quizás
vestigio de una majad, quizás de una
corraleja, o a lo mejor
el último vestigio del viejo llano.
De aquel llano
de colcha y cobija, de aquel llano
de hombre de toro solo. De aquel llano de los mejores lanceros de América,
de esos casi mitológicos centauros de las Queseras y Mucuritas. De aquel llano del catire María Nieves
y Trina Omaira Salerno. Del llano de Antonio
José Torrealba y Julio Cesar Sánchez Olivo, ese llano de la periquera vieja; donde peleo Pedro Pérez Delgado... Maisanta.,
BOTALON viejo centenario, manantial
de recuerdos y florecer de nostalgias; tú que viste el llano lindo, cuéntame cómo era... Estoy seguro
viste pasar por tu cielo, un rosario de perlas
blancas en majestuoso vuelo, perdiéndose en la lejanía del horizonte. Estoy seguro botalón de mis recuerdos, que un día viste peregrinar las espumas del río, en hileros mudos sin destino. Te acuerdas
que las espumas caracoleaban soñadoras, en el remolino
del río. Ese río de aguas lebrunas, que desborda su cauce y rumbea por las sabanas tupidas
de pajales florecidos. Te acuerdas
de
aquella palma sembrada en el cuero de tu sabana,
albergando un nidal de turpiales cantarinos, que alegraban
el alba y bebían rocío. Tu viste una bandada de cotúas enlutar el horizonte, y un enjambre de policromas corocoras adornando
el pozo mustio.
BOTALON llanero, porque no me cuentas, como eran los caminos; como olía el abrojo y el mastranto. A lo mejor te acuerdas
como eran las estrellas alumbrando el firmamento en una noche llanera.
Cuéntame
de la quietud de la sabana
en la hora cero de la tarde, de los cocuyes, del aguaitacaminos, el alcaraván y las sombras errantes
en la sabana soñolienta. ·
BOTALON que ayer fuiste, hoy casi no existes, te sustituyó
la implacable carrera de los tiempos modernos. Pero quedan los recuerdos de tu gran utilidad, de los auxilios que prestaste al llanero trabajador; a ese que nació cerca de ti, en cualquier
parte de la llanura, ese hombre que un día recurrió solícito al amparo de tu verticalidad, al esquivo de la embestida del toro embravecido, de la vaca celosa de su cría, del manotón del caballo encabistrado. Tú ayudaste
al llanero de la época pasada, a culminar la gran faena, que comenzaba un día y terminaba en otro. Tú le supliste las
fuerzas mermadas en el recio
bregar. Tú fuiste pareja de chicote y coleador,
en la gran tarea de castración y marcaje. Viejo botalón,
no te quejes de tu suerte, tú seguirás siendo
el símbolo del genuino llano. Así como estuviste
enclavado en medio
de la majada, en medio de
la carraleja, en medio de un punto finito de la infinita llanura; así te enclavarás en medio del alma
nostálgica del
llanero. Eres
el símbolo de la verticalidad de quien te sembró.
Tú, botalón
de tiempos idos, fuiste lo que es hoy el moderno brete y la manga de lisos y acerados
tubos. Te dedico estas líneas, a fin que la juventud que te
ignora, procure conocerte. En esta travesía, sabaneando mis recuerdos, me encontré
contigo mi botalón, y al pie de tu majestad enyugo mis añoranzas.
Texto de Ramón Oviedo del libro Sabaneando mis Recuerdos
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