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lunes, 29 de junio de 2020

BOTALON






B O T A L O N


Sabanero soy de las cosas de mi llano, y en el ir y venir por las sendas del recuerdo; me encontré allá a lo lejos en el rincón azulito de la memoria distante, un viejo BOTALON. Quizás vestigio de una majad, quizás de una corraleja, o a lo mejor el último vestigio del viejo llano. De aquel llano de colcha y cobija, de aquel llano de hombre de toro solo. De aquel llano de los mejores lanceros de América, de esos casi mitológicos centauros de las Queseras y Mucuritas. De aquel llano del catire María Nieves y Trina Omaira Salerno. Del llano de Antonio Jo Torrealba y Julio Cesar Sánchez Olivo, ese llano de la periquera vieja; donde peleo Pedro Pérez Delgado... Maisanta.,
BOTALON viejo centenario, manantial de recuerdos y florecer de nostalgias; que viste el llano lindo, cuéntame cómo era... Estoy seguro viste pasar por tu cielo, un rosario de perlas blancas en majestuoso vuelo, perdiéndose en la lejanía del horizonte. Estoy seguro botalón de mis recuerdos, que un día viste peregrinar las espumas del o, en hileros mudos sin destino. Te acuerdas que las espumas caracoleaban soñadoras, en el remolino del río. Ese o de aguas lebrunas, que desborda su cauce y rumbea por las sabanas  tupidas  de pajales  florecidos. Te  acuerdas  de aquella palma sembrada en el cuero de tu sabana, albergando un nidal de turpiales cantarinos, que alegraban el alba y bebían rocío. Tu viste una bandada de cotúas enlutar el horizonte, y un enjambre de policromas corocoras adornando el pozo mustio.
BOTALON llanero, porque no me cuentas, como eran los caminos; como olía el abrojo y el mastranto. A lo mejor te acuerdas como eran las estrellas alumbrando el firmamento en una noche llanera. Cuéntame de la quietud de la sabana en la hora cero de la tarde, de los cocuyes, del aguaitacaminos, el alcaraván y las sombras errantes en la sabana soñolienta.                               ·
BOTALON que ayer fuiste, hoy casi no existes, te sustituyó la implacable carrera de los tiempos modernos. Pero quedan los recuerdos de tu gran utilidad, de los auxilios que prestaste al llanero trabajador; a ese que nació cerca de ti, en cualquier parte de la llanura, ese hombre que un día recurrió solícito al amparo de tu verticalidad, al esquivo de la embestida del toro embravecido, de la vaca celosa de su cría, del manotón del caballo encabistrado. ayudaste al llanero de la época pasada, a culminar la gran faena, que comenzaba un día y terminaba en otro. Tú le supliste las fuerzas mermadas en el recio bregar. fuiste pareja de chicote y coleador, en la gran tarea de castración y marcaje. Viejo botalón, no te quejes de tu suerte, seguirás siendo el símbolo del genuino llano. Así como estuviste enclavado en medio de la majada, en medio de la carraleja, en medio de un punto finito de la infinita llanura; así te enclavarás en medio del alma nostálgica del llanero. Eres el símbolo de la verticalidad de quien te sembró. Tú, botalón de tiempos idos, fuiste lo que es hoy el moderno brete y la manga de lisos y acerados tubos. Te dedico estas líneas, a fin que la juventud que te ignora, procure conocerte. En esta travesía,  sabaneando mis recuerdos, me encontré contigo mi botalón, y al pie de tu majestad enyugo mis  añoranzas.

Texto de Ramón Oviedo del libro Sabaneando mis Recuerdos

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