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miércoles, 16 de septiembre de 2020

JOSE DEL CARMEN FULCO






DON CARMELO Y EL CAIMAN





José del Carmen (Carmelo) Fulco Lara, hijo de don José, nacido su ascendiente en Maratea, paraje sureño en Potenza (Italia), a la costa de Tirreno. Hijo de doña Julia Lara (guasdualiteña). En matrimonio con Josefa del Carmen Taquiva formarìa a: Exer Armando, Yuli del Carmen y Carmen Yubi Fulco Taquiva. Fue don Carmelo un privativo y estimado personaje conocido por varias generaciones de coterráneos guasdualiteños, quien lo haya conocido lo recordara como un hombre probo y servicial, magmático epígonista telúrico, además de folklórico y mélico popular, siempre con una poesía opalescente a flor de labio para las damiselas del pueblo, y con mil y una ocurrencia para cada momento, conjugándose en este buen ser humano la reciedumbre, la candidez y entelequia, condiciones tan características del hombre de nuestra tierra.
Y en nuestra tierra en una mañana agustina celada por el astro rey nos atropellaron los recuerdos al contemplar desde las barrancas gamereñas las ondas turbias del Sarare, ondulando tiempos, llevadas las aguas por el cauce del nunca volver, así como nunca vuelven los tiempos que fueron presentes ahora convertidos en pasados. Y de nuestro retrospectivo recordamos a don Carmelo en su recordado Jeep Willis de color azul, buscando a tempranas horas de la alborada al grupo de maestros rurales que impartían catedráticas enseñanzas en la escuela concentrada de Pueblo Viejo (Periquera), tocando cornetas frente a sus casas, con un verso jocoso para cada uno de sus ocupantes, entre ellos la digna Rosa Taquiva, Pedro Madrid y mi padre, maestros de generaciones, maestros por vocación y hálito. Ya rumbo al plantel, un mocito de unos cinco o seis años con su cuaderno bajo el brazo prestaba atención a las palabras llenas de sapiencia popular de aquel longevo chofer, así como oyendo de su jarano y proverbial intelecto sus extremadas narrativas tan llenas de imaginación, cuya consecuencia eran las algazaras de los ocupantes del rustico, pero también el pasmo del aquel niño que guardó en el arca cerebral el cuento de don Carmelo y El Caimán, convirtiéndose esa fantasiosa narrativa en una de mis primeras letrillas escritas en mis pliegos mentales, muy espontánea y sin capitales poéticos al momento, al iniciar mi adolescencia retocada la historia sin mancillar la pureza descrita por la percepción de un niño pueblerino, imaginando una realidad que nunca fue.Contaba don Carmelo:
/
En esos días bien sabrosos
entre la barranca y el río
estando yo entretenío
pescando por el Sarare.
Sin pensar que me asombraren
sentí un templón de sorpresa,
caramba con tanta fuerza
que pude en un desparpajo
manearme de un estropajo
con habililidad y con destreza.
/
Yo luche con mucho brío
sin embargo al agua fui,
yo pensaba me morí
que pasara con mis hijos.
¡Virgen del Carmen me aflijo!
Dios mío resguarda mi vida
no permitas mi caída
en el buche del reptil
al salir a flote vi
al leviatán de la biblia.
/
Caramba que cosas veo
un caimán descomunal
con dimensión de un samán
si no miro no lo creo.
Palabras de don Carmelo
palabras más, palabras menos:
No creí sobrevivir
me tragaron enterito
eso fue tan rapidito
que yo ni cuenta me di.
En la bolsa del reptil
encontré una hamaca vieja
de nada valió mi queja
pues me dispuse a dormi.
/
Que más podía hacer yo ahí
sino dormí en cantidad,
lo digo con honestidad
fui a colgar de las costillas.
Me dormí sin las pastillas
y desperté de madrugá,
crean maestros que es verdad,
no les quepa la menor duda,
esta historia es muy aguda
conocen mi sinceridad.

Según don Carmelo pasò como una semana en el estómago del saurio sin ninguna novedad, tranquilo y feliz, pero luego comenzó a aburrirse porque ni la radio cargaba al momento de ser ingerido. Como nunca le faltaba la cajeta de chimò, optó por degustar una buena porción, luego vociferó: “Oye tú, es contigo, haz silencio, oye desde acá, te lo diré de una sola vez: abre la jeta caimán que voy a salir, no respondo por ti”. Ante la determinante orden, el bruto reptil abrió la embocadura emborrachado con bravura por la jalea llanera. Ya fuera del buche, como despedida le infirió: mírame bien, soy de los Fulco de Italia, el esposo de Josefa, ni se te vuelva a ocurrir tragarme otra vez, te lo advierto de nuevo: no respondo por ti.
El impacto del relato anterior en la mente de un imberbe fue pasmoso, me creí la historia totalmente y, en mi inocente pero absorbente percepción escenificaba a cada rato la épica lucha entre don Carmelo y el descomunal saurio, pensando aquel niño: si existen los dragones que echan fuego por la boca, qué de raro habrá que un monstruoso caimán habite en las profundidades del Sarare. En los días posteriores contaba a cada momento a mis amigos más cercanos tan heroica y desigual batalla, agregándole también una pequeña dosis de imaginación trivial. Con los años al regresar a Guasdualito me encontraría a don Carmelo en la celebración del día del padre en un centro de atención social, rígido todavía, le recordé la epopeya y le pregunte: ¿Don Carmelo, que pasó de verdad con el caimán? Respondiendo:
¿Carajito,y no me ves?
yo no soy un viejo de cuentos
soy un hombre bien resuelto
pregúntele a su papá
que me conoce hace tiempo,
yo superé ese tormento,
ya no me pregunte más.

AUTOR: ALJER EL CHINO EREÚ.

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