GABRIEL ELIECER PINTO
EL LICEO LIBERTADOR Y EL TEATRO SARARÌ
BREVISIMO EXORDIO.-.
En conversación reciente con el poeta guasdualiteño Marcos Eduardo
Hernández, para bien le expresaba mi constante inquietud, de al menos grafiar
en unos párrafos el aporte educativo, cultural y social del rememorado educador
neogranadino Gabriel Eliecer Pinto, por cuanto es un ser humano que arribó a la
dársena del Guasdualito provinciano, viniendo de horizontes lejanos para
perpetuar vestigios notorios en nuestro pueblo, asi como entre sus
condiscípulos, dicentes y amigos. Por tal fin presento en una breve runa lo más
conocido y resaltante sobre su permanencia local, esperando que entre todos
podamos recopilar más información, documental, oral y fotográfica sobre el
personaje, para posteriormente incluir su epítome vital en el nuevo proyecto
“Guasdualito y su contemporaneidad”. De ante mano el agradecimiento por sus
comentarios.
EL LICEO LIBERTADOR
Llegaría Pinto a nuestro pueblo no como el judío errante Catarfilo, el
anhelante de la Parusía, sino como el amigo Manso (Máximo) personaje principal
de la novela con el mismo nombre, escrita por el dramaturgo canario Benito
Pérez Galdós, salida a la oftálmica lectora en 1882; es este Manso un profesor
de dialectos y filosofía, idealista destacado por su sapiencia y ética, que
dejaría huella en un Madrid naturalista; y es Gabriel Eliecer Pinto un
excepcional educador colombiano que llegaría en 1960 al pulverulento
Guasdualito de la época, trayendo en su intelectual y analítico pensamiento
ideas civilizatorias, siendo la primera de sus iniciativas fundar un liceo
público en donde se impartiera la oferta de educación secundaria con criterios
de vocación y excelencia. Desde un primer momento la propuesta logra buena
aceptación, se dan varias reuniones y se suman al proyecto personalidades como:
Eugenio Vidal Carabia, Toco Toco Padilla, el bachiller Rafael Hurtado, Manuel
Arroyo, Silva Gallardo, el doctor Darío Barreto Paz, Rodolfo Pozsonyi, Antonio
Tortolero, el padre Heraclio Aragón, Lázaro Hernández, entre otros
guasdualietños de avanzada, que creyeron en el ideal de Pinto.
Llega el año 1961, y en el segundo mes del calendario gregoriano inicia
funciones el Liceo Libertador en el Edificio García, ubicado casi al final de
la avenida Miranda, a pocos metros de la iglesia Nuestra Señora del Monte
Carmelo. El registro inicial fue de 61 alumnos, seccionados en 33 hembras y 28
varones. Meses más tardes en el segundo periodo escolar se incorporan a la
formación pedagógica los galenos Neftalí Quintero y Egidio Guevara, como
también los preceptores, Adrian Tesch, Ramón Colmenares y Aníbal Ostos. Para
esos años la cámara municipal representada por Carlos Padilla Hurtado y el
estimable Ezequías Arroyo, en sus condiciones de representantes del
ayuntamiento municipal brindaron el superlativo apoyo económico a la obra
educativa, que redundaría en la formación integral de varias generaciones de
guasdualiteños. Algunos de los alumnos precursores del Liceo Libertador son:
Leoncinio Urrutia, Oliva Murci, Ali Macías, Clara Ramírez, el poeta Rafael
Gallardo, Edgar Maiorana, Narcisa López, Mapi Hurtado, entre otros abnegados
educandos que fueron iluminados por el faro alejandrino Libertador.
Personalidad institucional contemplativa, fue la del aquel glorioso grupo
profesoral desde sus empieces, movidos por la querencia a su tierra y a su
gente, apostaron por sembrar saberes en aquellos discípulos que se espigarían
en un corto y mediano plazo, como hombres y mujeres estimables y fructíferos.
Ad honoren y en desprendimiento fueron sus bien recibidas enseñanzas. El
impacto positivo de la iniciativa y la creciente impetración estudiantil hace
que los directivos decidan mudar el paraninfo a la antigua casa de los Grieco
Laporta, al final de la avenida Miranda, antes de la entrada al barrio El
Gamero. Ese mismo año por sugerencia y ordenanza de la Cámara Municipal pasa a
designarse como Liceo Municipal Libertador, luego el mismo ente legislativo
asignaría una partida presupuestaria para cubrir los gastos más apremiantes. En
la sede de tablones funcionaría hasta 1964. Para el periodo lectivo 1965-1966
se estrena la nueva instalación en la intersección de las avenidas Miranda-El
Marqués del Pumar. Aún en la sede ubicada en el barrio Las Carpas, la huella de
Gabriel Pinto estaría impresa, en las aulas del Fernando Calzdilla Valdès
tuvimos el privilegio de ser sus alumnos en la asignatura del idioma anglosajón,
su imponente presencia, su vocación, su entrega y fácil trasmisión del saber
nos hace conmemorarlo de forma amena y en gratitud.
EL TEATRO SARARÌ.-
Se había comentado en el segundo párrafo de este apartado, que sería en
1960 la llegada del profesor Eliezer Pinto a Guasdualito, un desconocido en un
pueblo que iniciaba su senda progresista y quien lo recibió con los brazos
abiertos, adoptándolo como hijo entrañable. En Guasdualito el emérito se
conquistaría el respeto, la estima y el sincero aprecio de todos los que
pudieron conocerlo. Otra de sus iniciativas fue la de poner en funcionamiento
una moderna sala de cine, Pinto de alta intelectualidad y universalidad,
entendería bien la importancia de la cinematografía como elemento culturizador
para la sociedad de nuestro pueblo, por ello en sociedad con el farmaceuta Toco
Toco Padilla y el doctor Márquez (primo del nobel colombiano) principian la
sala de cine con el nombre de Teatro Sararì, por la añeja calle Cedeño,
exactamente en donde hoy funciona la oficina de la línea de Expresos Los
Llanos, para la época su ambientación quizás fue la más acorde para este tipo
de recinto, contaba con una moderada sala pero dotada de muy buena acústica. Su
piso era de madera y techo de cielo raso, en cuanto a su capacidad, era
aproximadamente de ciento cincuenta butacas. Se proyectaban dos películas
diariamente, así como los matiné de los fines de semanas, en la pantalla del
cine Sararì se proyectaron en cinemacop y pantalla panorámica (conceptos de
Pinto) las películas del momento, aquella generación asistió casi
religiosamente a las proyecciones disfrutando del séptimo arte en el aùn
apacible Guasdualito, ya iniciando los 70 y con la aparición de los primeros
televisores en blanco y negro decaería la antecámara, lo que llevaría a su
cierre definitivo. Otro aspecto por mencionar y ya para concluir la
publicación, fue su papel de organizador de las fiestas de Arauca, en donde
además llevó a cabo emprendimientos exitosos. Por mencionar en el contexto, en
los desfiles inaugurales su disciplinada y peculiar forma de montar era
admirada, habilidades que adquirió durante su juventud en la escuela de
equitación del ejército colombiano. Debido a la necesidad de emprender en otros
lares, fija su radio de acción entre la población colombiana y Valencia,
alejándose con los años del pueblo que lo albergó con agrado y en donde le
recuerdan de la mejor manera. En complemento, es Gabriel Eliezer Pinto un ser
humano con virtudes preclaras para ser considerado en los tiempos históricos
como: UN HIJO ILUSTRE DE GUASDUALITO, allí están sus hechos, honra a quien
honra merece.
POR: ALJER “CHINO” EREÙ.-.
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