GUSTAVO
“RUACO” GARCÌA
Mal pago se
llama el perro
mala paga la
perrita,
cuando se
muera mal pago
queda la
perra solita. (Ruaco García)
Con tan espontanea copla llanera que encierra el dogma no deseado de la
existencia, se abre este memorándum a la memoria de Celso Gustavo García
Rodríguez, mejor conocido en su círculo familiar y de amistades como Ruaco,
cumpliéndose hoy 27 de junio: otro aniversario de su partida a las moradas
celestes. Y como no dedicarle unos párrafos al desaparecido catire
guasdualiteño, poseedor de un talento congénito heredado de los Florentinos
apureños, cuya versatilidad le vino como al arrendajo, con la copla ocurrente y
el canto por dentro, curtidos sus versos en la reciedumbre llanera, teniendo
como escuela los parrandos sabaneros, en donde sus dotes de ingénito
contrapunteador le hicieron ganar el respeto de los mejores versadores, y de
esto damos fe propia, pues nuestras dedos juveniles en un noche de regodeo
pulsaron las treinta y dos venas cardofònicas en un baile llanero, donde al
compás del Zumba q ue Zumba,Carnaval y Periquera los versos perspicuos de Ruaco
brotaron de su melifluo manantial poético, disolviéndose sobre el glauco llano,
imprimiendo a la noche argenta la estampa de un heterogéneo Cantaclaro que,
vendría al mundo a dejar vestigio, al llano a nunca morir, porque sus versos no
mueren mientras el llano sea llano, y por allí va su espíritu, recorriendo las
inmensas sabanas, acompañando a las aves silvestres en su perdurable compito
con el pífano del viento.
RESUMEN DE VIDA.-
Celso Gustavo García Rodríguez, hijo de Ángel Ciril García Sosa y de Amelia
Rafaela Rodríguez, nace el 12 de mayo de 1947 y muere el 27 de junio de 2011.
Cursa su primaria en el grupo escolar Aramendi, culminada esta etapa es
internado en la Escuela Granja de San Carlos de Cojedes, donde se gradúa de
perito agropecuario. Una vez logrado el titulo se radica en Los Teques (Mir), de
allí en adelante se inicia la gira artística y personal del bohemio Ruaco. Su
primer enlace nupcial seria con María Edelinda Ceballos Arévalo, de ésta unión
nace su primer hijo que lleva por nombre Ángel Ramón García Ceballos, luego en
segundas nupcias con Edith del Carmen Torres Arenas, procrearian dos hijos
cuyos nombres son Amelia Gabriela y Gustavo Enrique, estando un cuarto renuevo
en Barinas de nombre Nelson García Bencomo. Quien haya conocido a Ruaco lo
recordara como hombre de parrandas y cantos, pero responsable y dedicado a su
entorno familiar, típico personaje del llano, galanteador con las damiselas,
para cada ocasión siempre con una copla a flor. Como poeta llanero grafió
muchas composiciones, siendo el tema Guasdualito en Tiempos Viejos, su mejor
creación, grabada en OHM por el cantador sabanero Jairo Jiménez. Una de sus más
cercanas amistades, la doctora Aurora Díaz de Sánchez lo recuerda de la
siguiente forma:
RUAQUERIAS
A veces me detengo a conversar conmigo, y entonces juego con el tiempo -ese
amigo incondicional de siempre- y hurgando en los más profundos recodos del
alma consigo recuerdos, anécdotas, vivencias, experiencias enriquecedoras todas
que, como un “collage”, desfilan por mi mente.
Las García Rodríguez son un manojo de mujeres hermosas, digno ejemplo de
esa raza especial alto apureña, y tienen en mi corazón un puesto bien ganado.
Eran finales de los años setenta del siglo pasado -el xx!- y un ave torva se
cernía sobre nuestro hogar; peleábamos por la salud de Pedro Emilio; él se consideraba
fuerte y sano, amanecía con el sol y rendía el día con los quehaceres,
esperanzado siempre; pero yo trajinaba el día a día alimentando su ilusión de
vida, procurando que la disciplina de su alimentación y su cuidado no
entorpecieran sus labores, aliviado en las tardes con su cuatro compañero, a
quien le confiaba las cuitas y manifestaba su alegría. Había que pensar en
otras alternativas y necesitaba apoyo, gente amiga que nos auxiliara, con su
palabra, con su presencia; en fin, con su solidaridad…Entonces mi muchachito
era muy niño, y yo me debatía entre dejarlo en manos ajenas y acompañar a su
papá o …no sabía qué hacer.
Una mañana tempranito se presentó Gustavo acompañado de su hermanita
Soledad, quien de manera espontánea, generosa, se convirtió así en la otra
madre de Reynaldo Emilio mientras yo libraba, con la cabeza un poco más fresca,
la lucha por la salud del negro viejo.
Increíble, pero esa cotidianidad fue esperanzada, llena de alegrías, de
risa, de expectativas, de la generosidad de esos amigos que constituyen la
familia que tal vez no compartan ni la sangre ni el techo, pero que están
ahí…Cómo olvidar a Carlos Sosa, a Alexis Heredia, a “Platón”, a esa matrona de
Los Corrales, Doña Amelia, faraona en sus predios, atenta, generosa, espontanea,
servicial; a sus hijas Amparo, Magaly, Juana María, y la guajibita para quien
siempre fui “su cuña”; a Ángel Ciril, elegante, apuesto, gentil, encarnación
del auténtico catire araucano, protagonista de cuantas historias del llano, aun
sin contar… Y en el medio, Gustavo, “Ruaquera”, ocurrente, simpático, sagaz,
detallista; oportuno en su atención precisa, tal como entregaba a sus manos a
mi muchachito para poder desplazarme con Pedro Emilio de laboratorio a clínica
y consultorio; entonces, cuando transcurría prácticamente el día y regresábamos
tarde conseguíamos al muchacho dormido, con la barriga esponjada, y entonces
“Ruaquera” me decía: “No se preocupe por el primario -así llamaba al muchachito
para decirle primo- Juana Aurora, yo tenía un bolívar y le compre un racimo de
cambures, se los comió toditos! Y le di esta botellita de agua pá que bajara -y
me mostraba una botella grande de refresco familiar- “…Ahí quedó, quietico,
déjelo dormí…” pero me lo cuidaba y de alguna manera le daba de comer…
A veces decía Pedro Emilio que “demasiao bueno e` mente saldría ese
muchachito”, ya que de tanto andá con el Ruaco y Carlos Sosa, decía que “Cuando
fuera grande, él quería ser “bodacho y coleador”…” Apenas tendría cuatro años,
pero todos los días contaba con la presencia de esos seres que jamás nos
desampararon, que rezaban con nosotros y que cuando el negro viejo se marchó a
destinos infinitos ahí siguieron, como parte de esa familia especial.
Sus relaciones con Pedro Emilio también fueron especiales, marcadas casi
siempre por las salidas y andanzas de Ruaquera. Según fuesen esta, preguntaba
Pedro Emilio: “mi amor, no ha venido Ruaquito? O …y el Ruaco, donde está? Si la
cosa era seria, inquiría Gustavo, que se hizo? Y ya ante alguna grave
ocurrencia, era “El hombre ese ¿dónde anda?”
La verdad es que todavía no entiendo si fue hijo mayor, hermano menor,
pariente chistoso y ocurrente; lo que sí sé es que nuestra deuda de afectos es
muy grande, que lo sentimos casi como un personaje mítico, que llegó y se fue
en un parrando, que con tarjeticas de presentación que se apropiaba o con el
uso de nuestro nombre y la promesa de nuestra presencia, convencía a los
músicos -compadres casi siempre- para que les tocaran todo el parrando, y
después les decían que “prorratearían” cuando llegaran los compadres. Siempre
bien vestido, siempre con la palabra oportuna a flor de labios, siempre con el
verso relancino en el antiguo oficio de los copleros. Siempre, siempre será
para mí un sólido afecto familiar que forma parte del escenario de nuestras
vidas, porque Carlitos Sosa y él son un binomio indestructible, sólido, que
junto a Alexis Heredia y José Vicente Rojas, Cuper, Aldo, Efrain, Nayib, Doña
Rosita, Elubia, Jesús Escobar, tienen chinchorro colgado en mi corazón, en
paisajes altoapureños y en las revueltas del rio, desde hace mucho, mucho
tiempo…
FIN.-
POR ALJER EL CHINO EREÚ
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