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jueves, 5 de noviembre de 2020

GUSTAVO "RUACO" GARCIA

 




GUSTAVO “RUACO” GARCÌA

Mal pago se llama el perro

mala paga la perrita,

cuando se muera mal pago

queda la perra solita. (Ruaco García)

Con tan espontanea copla llanera que encierra el dogma no deseado de la existencia, se abre este memorándum a la memoria de Celso Gustavo García Rodríguez, mejor conocido en su círculo familiar y de amistades como Ruaco, cumpliéndose hoy 27 de junio: otro aniversario de su partida a las moradas celestes. Y como no dedicarle unos párrafos al desaparecido catire guasdualiteño, poseedor de un talento congénito heredado de los Florentinos apureños, cuya versatilidad le vino como al arrendajo, con la copla ocurrente y el canto por dentro, curtidos sus versos en la reciedumbre llanera, teniendo como escuela los parrandos sabaneros, en donde sus dotes de ingénito contrapunteador le hicieron ganar el respeto de los mejores versadores, y de esto damos fe propia, pues nuestras dedos juveniles en un noche de regodeo pulsaron las treinta y dos venas cardofònicas en un baile llanero, donde al compás del Zumba q ue Zumba,Carnaval y Periquera los versos perspicuos de Ruaco brotaron de su melifluo manantial poético, disolviéndose sobre el glauco llano, imprimiendo a la noche argenta la estampa de un heterogéneo Cantaclaro que, vendría al mundo a dejar vestigio, al llano a nunca morir, porque sus versos no mueren mientras el llano sea llano, y por allí va su espíritu, recorriendo las inmensas sabanas, acompañando a las aves silvestres en su perdurable compito con el pífano del viento.

RESUMEN DE VIDA.-

Celso Gustavo García Rodríguez, hijo de Ángel Ciril García Sosa y de Amelia Rafaela Rodríguez, nace el 12 de mayo de 1947 y muere el 27 de junio de 2011. Cursa su primaria en el grupo escolar Aramendi, culminada esta etapa es internado en la Escuela Granja de San Carlos de Cojedes, donde se gradúa de perito agropecuario. Una vez logrado el titulo se radica en Los Teques (Mir), de allí en adelante se inicia la gira artística y personal del bohemio Ruaco. Su primer enlace nupcial seria con María Edelinda Ceballos Arévalo, de ésta unión nace su primer hijo que lleva por nombre Ángel Ramón García Ceballos, luego en segundas nupcias con Edith del Carmen Torres Arenas, procrearian dos hijos cuyos nombres son Amelia Gabriela y Gustavo Enrique, estando un cuarto renuevo en Barinas de nombre Nelson García Bencomo. Quien haya conocido a Ruaco lo recordara como hombre de parrandas y cantos, pero responsable y dedicado a su entorno familiar, típico personaje del llano, galanteador con las damiselas, para cada ocasión siempre con una copla a flor. Como poeta llanero grafió muchas composiciones, siendo el tema Guasdualito en Tiempos Viejos, su mejor creación, grabada en OHM por el cantador sabanero Jairo Jiménez. Una de sus más cercanas amistades, la doctora Aurora Díaz de Sánchez lo recuerda de la siguiente forma:

RUAQUERIAS

A veces me detengo a conversar conmigo, y entonces juego con el tiempo -ese amigo incondicional de siempre- y hurgando en los más profundos recodos del alma consigo recuerdos, anécdotas, vivencias, experiencias enriquecedoras todas que, como un “collage”, desfilan por mi mente.

Las García Rodríguez son un manojo de mujeres hermosas, digno ejemplo de esa raza especial alto apureña, y tienen en mi corazón un puesto bien ganado. Eran finales de los años setenta del siglo pasado -el xx!- y un ave torva se cernía sobre nuestro hogar; peleábamos por la salud de Pedro Emilio; él se consideraba fuerte y sano, amanecía con el sol y rendía el día con los quehaceres, esperanzado siempre; pero yo trajinaba el día a día alimentando su ilusión de vida, procurando que la disciplina de su alimentación y su cuidado no entorpecieran sus labores, aliviado en las tardes con su cuatro compañero, a quien le confiaba las cuitas y manifestaba su alegría. Había que pensar en otras alternativas y necesitaba apoyo, gente amiga que nos auxiliara, con su palabra, con su presencia; en fin, con su solidaridad…Entonces mi muchachito era muy niño, y yo me debatía entre dejarlo en manos ajenas y acompañar a su papá o …no sabía qué hacer.

Una mañana tempranito se presentó Gustavo acompañado de su hermanita Soledad, quien de manera espontánea, generosa, se convirtió así en la otra madre de Reynaldo Emilio mientras yo libraba, con la cabeza un poco más fresca, la lucha por la salud del negro viejo.

Increíble, pero esa cotidianidad fue esperanzada, llena de alegrías, de risa, de expectativas, de la generosidad de esos amigos que constituyen la familia que tal vez no compartan ni la sangre ni el techo, pero que están ahí…Cómo olvidar a Carlos Sosa, a Alexis Heredia, a “Platón”, a esa matrona de Los Corrales, Doña Amelia, faraona en sus predios, atenta, generosa, espontanea, servicial; a sus hijas Amparo, Magaly, Juana María, y la guajibita para quien siempre fui “su cuña”; a Ángel Ciril, elegante, apuesto, gentil, encarnación del auténtico catire araucano, protagonista de cuantas historias del llano, aun sin contar… Y en el medio, Gustavo, “Ruaquera”, ocurrente, simpático, sagaz, detallista; oportuno en su atención precisa, tal como entregaba a sus manos a mi muchachito para poder desplazarme con Pedro Emilio de laboratorio a clínica y consultorio; entonces, cuando transcurría prácticamente el día y regresábamos tarde conseguíamos al muchacho dormido, con la barriga esponjada, y entonces “Ruaquera” me decía: “No se preocupe por el primario -así llamaba al muchachito para decirle primo- Juana Aurora, yo tenía un bolívar y le compre un racimo de cambures, se los comió toditos! Y le di esta botellita de agua pá que bajara -y me mostraba una botella grande de refresco familiar- “…Ahí quedó, quietico, déjelo dormí…” pero me lo cuidaba y de alguna manera le daba de comer…

A veces decía Pedro Emilio que “demasiao bueno e` mente saldría ese muchachito”, ya que de tanto andá con el Ruaco y Carlos Sosa, decía que “Cuando fuera grande, él quería ser “bodacho y coleador”…” Apenas tendría cuatro años, pero todos los días contaba con la presencia de esos seres que jamás nos desampararon, que rezaban con nosotros y que cuando el negro viejo se marchó a destinos infinitos ahí siguieron, como parte de esa familia especial.

Sus relaciones con Pedro Emilio también fueron especiales, marcadas casi siempre por las salidas y andanzas de Ruaquera. Según fuesen esta, preguntaba Pedro Emilio: “mi amor, no ha venido Ruaquito? O …y el Ruaco, donde está? Si la cosa era seria, inquiría Gustavo, que se hizo? Y ya ante alguna grave ocurrencia, era “El hombre ese ¿dónde anda?”

La verdad es que todavía no entiendo si fue hijo mayor, hermano menor, pariente chistoso y ocurrente; lo que sí sé es que nuestra deuda de afectos es muy grande, que lo sentimos casi como un personaje mítico, que llegó y se fue en un parrando, que con tarjeticas de presentación que se apropiaba o con el uso de nuestro nombre y la promesa de nuestra presencia, convencía a los músicos -compadres casi siempre- para que les tocaran todo el parrando, y después les decían que “prorratearían” cuando llegaran los compadres. Siempre bien vestido, siempre con la palabra oportuna a flor de labios, siempre con el verso relancino en el antiguo oficio de los copleros. Siempre, siempre será para mí un sólido afecto familiar que forma parte del escenario de nuestras vidas, porque Carlitos Sosa y él son un binomio indestructible, sólido, que junto a Alexis Heredia y José Vicente Rojas, Cuper, Aldo, Efrain, Nayib, Doña Rosita, Elubia, Jesús Escobar, tienen chinchorro colgado en mi corazón, en paisajes altoapureños y en las revueltas del rio, desde hace mucho, mucho tiempo…

FIN.-

POR ALJER EL CHINO EREÚ


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