AQUELLOS CARNAVALES
Ven musa, no medites
sueños de olvido,
sueña conmigo
en las noches que viven
siglos otoñales. Ven por mí,
ayúdame a escribirle a
mi pueblo sus evocaciones
inmemoriales,
como inmemoriales son
aquellos viejos carnavales…
BREVÍSIMO EXORDIO.-
Carnaval, vocablo venido del latín “Carnevale”, cuyo
significado viene a ser despedida de la carne en los sucesivos cuarenta
(cuaresma) días antes de la pascua, celebración pagana en honor a Carna,
primogénita de Heleno, deidad de las plantas y el lardo. Lo anterior es lo
etimológico, incluido como preámbulo a la rememoración de las celebraciones
carnestolendas contemporáneas en Guasdualito, colorida tradición heredada de la
influencia romana y celtíbera, cuya esencia sin despedida emigró con los años
de nuestro pueblo al reino de las repatriaciones imposibles, quedando
únicamente la alternativa de convertirnos en argonautas de mina y papel,
navegando sobre los mares del tiempo, tripulando con pericia natural el Argo de
los años buenos, para así traer los vellocinos de oros de tiempos que ya son
recuerdos, efemérides que resurgen con ímpetu para dar vida a otras vidas,
cumpliéndose con fidelidad con lo expresado en el aforismo popular: “porque
recordar es vivir”; agregando a la máxima: porque recordar es volver a donde
nunca nos fuimos, porque partiendo del pueblo de uno el pueblo se va con uno y
regresa con nosotros mismos.
ANTECEDENTE HISTÒRICO.-
Para referirse a estos festejos populares en nuestro
terruño es necesario una retrospectiva que tome en cuenta los aspectos más
resaltantes, siendo estos: las épocas, personajes y anécdotas que estructuran
lo fundamental de la cultura carnavalesca. En este sentido, como antecedente
histórico en nuestro pueblo tenemos: llevada a cabo la fundación del primer
Guasdualito (Pueblo Viejo) en 1771 por parte de José Ignacio del Pumar y
Traspuesto, Marqués de la Rivera de Boconò y Masparro, Vizconde del Pumar, la
celebración permitida en los cánones coloniales consistía en juegos de agua,
polvos y otras extractas, además de bailes errabundos en los que hombres y
mujeres compartían gestos considerados amorales. Llegado el siglo XVIII el
Obispo de Caracas, Diez Madroñero, trataría de convertir en vano el carnaval en
tres días de rezos, rosarios y procesiones, orden que sería instruida pero poco
obedecida en los nuevos pueblos de la Capitanía General de Venezuela. La
normativa no llegaría ni en pergamino ni ejecútese al pueblo naciente al
suroccidente de la provincia de Barinas, bautizado originalmente como Nuestra
Señora del Carmen de Guasdualito.
LOS CARNAVALES CONTEMPORANEOS.-
Es a partir de la quinta década (1950) del siglo XX
cuando con testimonios auténticos y fuentes fidedignas se puede proceder a una
sinopsis sobre los carnavales de nuestro pueblo. Con el inicio del decenio
referido en el enclave pueblerino los carnavales inician con auge gracias a
personajes nunca olvidados como: Francisco “Toco Toco” Padilla, quien junto a
su comitiva integrada entre otros por el doctor Ayala, caraqueño llegado a
Guasdualito en cumplimento de la carrera hipocrática, salían en un Jeep Willys
de la Overland Motor AMC, llevando en la retaguardia un par de tambores de agua
y costales de estiércol, que arrojaban sin miramientos a quienes se atrevían a
circular durante los días feriados, así como a quienes osaban asomarse por los
ventanales de aquellas casas de bahareque y techos de palmas. Años más tarde
Toco Toco de espíritu alegre y siempre jovial, sería diagnosticado por su
entrañable amigo galeno de cáncer linfático, estando a la espera de una cirugía
exploratoria en el pabellón del Centro Medico San Bernardino.
Otro personaje obligado para la reseña es Jesús “El
Catire” Escobar, nacido en la ciudad de San Fernando de Apure el 12 de
diciembre de 1911, y fallecido en un trágico accidente de tránsito en la vía
que conduce a El Amparo, el 16 de septiembre de 1969. La venida de Escobar a
Guasdualito tiene su historia exigua, siendo un jovencito decide unirse a las
llamadas montoneras, que no eran más que agrupaciones de hombres harapientos y
mal armados que marchaban en pila por los pueblos fronterizos, se va con ellos,
y al mando de la tropa el general guariqueño Emilio Arévalo Cedeño. A la caída
del dictador andino Juan Vicente Gómez se viene por Arauca y de ahí pasa a
Guasdualito, donde se pone a la orden del general Yépez, quien era prefecto,
por sus méritos es nombrado comandante de la policía. Pasan las décadas y,
junto a los bien recordados: Alejo López (policía escolar), Elías Ruiz
(trovador, guitarrista y relojero) entre otros guasdualiteños, organizan las
celebraciones del carnaval en Guasdualito. Con previa autorización del jefe
civil se iniciaban las celebraciones con acompañamientos de comparsas de
disfraces diseñados por las hábiles manos de amas de casas y expertas modistas
populares. A tempranas horas del primer día carnavalesco Escobar y su grupo
iniciaban en jolgorio y bochinche sano el recorrido por las calles del pueblo,
lo seguido eran las paradas frente a las casas para anunciar en alta voz:
¡abran la puerta que llego el agua! Los renuentes a lo demandado por los
jugadores de carnaval debían atenerse a las consecuencias, muchas fueron las
puertas derribadas por aquellos entusiastas que con totuma en mano y decididos
ingresaban a cumplir el cometido de empapar con el vital líquido a hombres y
mujeres, ya pasado los días de celebración el mismo catire Escobar recorría de
nuevo las polvorientas calles acompañado de algún carpintero para el arreglo de
los portones principales. Varias anécdotas se confiesan en las sanas tertulias,
como aquellos carnavales con la llamada y temida bandera negra, quienes
participan en ella debían a estar dispuestos a fajarse a las manos contra
aquellos que se ofendían por el hecho de ser empapados, otra anécdota refiere
que en la cercanía del carnaval muchas mujeres enfuertaban su orín en vasijas
sin uso, para en los días de la celebración en defensa echárselo a los
mojadores
Durante las décadas 60, 70, 80 y 90 los carnavales
tuvieron continuidad inmemorable, cada sector y barrio del pueblo le impregnaba
su propio colorido e importancia, en torno a esto es merecido recordar los
esplendidos y célebres carnavales de la calle Vázquez, organizados por la
catira Elubia Escobar, con quien en día reciente compartimos un criollo
desayuno en su acogedora morada, para luego retroceder en el tiempo y rememorar
con lucidez y nostalgia aquellas celebraciones del Rey Momo. Elubia en compañía
de su grupo organizador planificaba cada festividad de forma impecable, en las
que participaban gente buena del pueblo y sus invitados. Cercado el acceso a la
calle con mecatillos se procedía a la elección de la reina del carnaval,
hermosas adolescentes fueron coronadas con vítores y aplausos por los
concurrentes, dando paso a la presentación de agrupaciones musicales y artistas
conocidos, así como a los concursos de baile, siempre con el infaltable
Heriberto Méndez (mejor conocido como Pichincha) luciendo para la ocasión sus
mejores disfraces y trajes, muchos de ellos confeccionados por la misma Elubia.
En el año 2000 se llevaría a cabo el último carnaval por esta importante e
histórica corredera, pero en las instalaciones de la Cervecería El Caney,
propiedad del poeta Jesús María Escobar.
Dentro de este orden de ideas, en otros barrios los
jolgorios de febrero también tuvieron su realce, recordados fueron los
carnavales del Barrio El Gamero organizados por la extrovertida y animada
Carolina Venegas y sus colaboradoras. En otros sectores como el centro del
pueblo, Los Corrales, Las Carpas y La Cabaña, la celebración carnal era un
acontecimiento esperado con alegría y regocijo, incluso se llevaban a cabo
sanos desafíos con agua, pinturas, huevos de gallinas, y sustancias no toxicas.
En las noches de los llamados y conmemorados templetes febrerinos se hizo común
entre los echadores de broma el rociarse disimuladamente unos a otros la
colonia Tabù, siendo esta penetrante fragancia de desagradable aroma, lo más
parecido a las emanaciones de animales silvestres, echo que concluía con el
arreglo a puño limpio luego de sonar el Alma Llanera, melodía que indicaba la
finalización de la jornada de baile y el inicio de la hora de los golpes y
moretones bajo la Luna guasdualiteña. A partir del nuevo siglo (XX) los
carnavales ya no fueron los mismos, sin embargo, cultores y personas con identidad
conservan empeño en que la tradición no desparezca por completo.
Cortesía fotográfica: Elubia Escobar
ALJER “CHINO” EREÙ.-
1 comentarios:
Excelente reseña hermano, muy importante para el reconocimiento de la historia local
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