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lunes, 8 de febrero de 2021

CARNAVALES EN GUASDUALITO

 










AQUELLOS CARNAVALES

Ven musa, no medites


sueños de olvido,

sueña conmigo

en las noches que viven

siglos otoñales. Ven por mí,

ayúdame a escribirle a

mi pueblo sus evocaciones

inmemoriales,

como inmemoriales son

aquellos viejos carnavales…

BREVÍSIMO EXORDIO.-

Carnaval, vocablo venido del latín “Carnevale”, cuyo significado viene a ser despedida de la carne en los sucesivos cuarenta (cuaresma) días antes de la pascua, celebración pagana en honor a Carna, primogénita de Heleno, deidad de las plantas y el lardo. Lo anterior es lo etimológico, incluido como preámbulo a la rememoración de las celebraciones carnestolendas contemporáneas en Guasdualito, colorida tradición heredada de la influencia romana y celtíbera, cuya esencia sin despedida emigró con los años de nuestro pueblo al reino de las repatriaciones imposibles, quedando únicamente la alternativa de convertirnos en argonautas de mina y papel, navegando sobre los mares del tiempo, tripulando con pericia natural el Argo de los años buenos, para así traer los vellocinos de oros de tiempos que ya son recuerdos, efemérides que resurgen con ímpetu para dar vida a otras vidas, cumpliéndose con fidelidad con lo expresado en el aforismo popular: “porque recordar es vivir”; agregando a la máxima: porque recordar es volver a donde nunca nos fuimos, porque partiendo del pueblo de uno el pueblo se va con uno y regresa con nosotros mismos.

ANTECEDENTE HISTÒRICO.-

Para referirse a estos festejos populares en nuestro terruño es necesario una retrospectiva que tome en cuenta los aspectos más resaltantes, siendo estos: las épocas, personajes y anécdotas que estructuran lo fundamental de la cultura carnavalesca. En este sentido, como antecedente histórico en nuestro pueblo tenemos: llevada a cabo la fundación del primer Guasdualito (Pueblo Viejo) en 1771 por parte de José Ignacio del Pumar y Traspuesto, Marqués de la Rivera de Boconò y Masparro, Vizconde del Pumar, la celebración permitida en los cánones coloniales consistía en juegos de agua, polvos y otras extractas, además de bailes errabundos en los que hombres y mujeres compartían gestos considerados amorales. Llegado el siglo XVIII el Obispo de Caracas, Diez Madroñero, trataría de convertir en vano el carnaval en tres días de rezos, rosarios y procesiones, orden que sería instruida pero poco obedecida en los nuevos pueblos de la Capitanía General de Venezuela. La normativa no llegaría ni en pergamino ni ejecútese al pueblo naciente al suroccidente de la provincia de Barinas, bautizado originalmente como Nuestra Señora del Carmen de Guasdualito.

LOS CARNAVALES CONTEMPORANEOS.-

Es a partir de la quinta década (1950) del siglo XX cuando con testimonios auténticos y fuentes fidedignas se puede proceder a una sinopsis sobre los carnavales de nuestro pueblo. Con el inicio del decenio referido en el enclave pueblerino los carnavales inician con auge gracias a personajes nunca olvidados como: Francisco “Toco Toco” Padilla, quien junto a su comitiva integrada entre otros por el doctor Ayala, caraqueño llegado a Guasdualito en cumplimento de la carrera hipocrática, salían en un Jeep Willys de la Overland Motor AMC, llevando en la retaguardia un par de tambores de agua y costales de estiércol, que arrojaban sin miramientos a quienes se atrevían a circular durante los días feriados, así como a quienes osaban asomarse por los ventanales de aquellas casas de bahareque y techos de palmas. Años más tarde Toco Toco de espíritu alegre y siempre jovial, sería diagnosticado por su entrañable amigo galeno de cáncer linfático, estando a la espera de una cirugía exploratoria en el pabellón del Centro Medico San Bernardino.

Otro personaje obligado para la reseña es Jesús “El Catire” Escobar, nacido en la ciudad de San Fernando de Apure el 12 de diciembre de 1911, y fallecido en un trágico accidente de tránsito en la vía que conduce a El Amparo, el 16 de septiembre de 1969. La venida de Escobar a Guasdualito tiene su historia exigua, siendo un jovencito decide unirse a las llamadas montoneras, que no eran más que agrupaciones de hombres harapientos y mal armados que marchaban en pila por los pueblos fronterizos, se va con ellos, y al mando de la tropa el general guariqueño Emilio Arévalo Cedeño. A la caída del dictador andino Juan Vicente Gómez se viene por Arauca y de ahí pasa a Guasdualito, donde se pone a la orden del general Yépez, quien era prefecto, por sus méritos es nombrado comandante de la policía. Pasan las décadas y, junto a los bien recordados: Alejo López (policía escolar), Elías Ruiz (trovador, guitarrista y relojero) entre otros guasdualiteños, organizan las celebraciones del carnaval en Guasdualito. Con previa autorización del jefe civil se iniciaban las celebraciones con acompañamientos de comparsas de disfraces diseñados por las hábiles manos de amas de casas y expertas modistas populares. A tempranas horas del primer día carnavalesco Escobar y su grupo iniciaban en jolgorio y bochinche sano el recorrido por las calles del pueblo, lo seguido eran las paradas frente a las casas para anunciar en alta voz: ¡abran la puerta que llego el agua! Los renuentes a lo demandado por los jugadores de carnaval debían atenerse a las consecuencias, muchas fueron las puertas derribadas por aquellos entusiastas que con totuma en mano y decididos ingresaban a cumplir el cometido de empapar con el vital líquido a hombres y mujeres, ya pasado los días de celebración el mismo catire Escobar recorría de nuevo las polvorientas calles acompañado de algún carpintero para el arreglo de los portones principales. Varias anécdotas se confiesan en las sanas tertulias, como aquellos carnavales con la llamada y temida bandera negra, quienes participan en ella debían a estar dispuestos a fajarse a las manos contra aquellos que se ofendían por el hecho de ser empapados, otra anécdota refiere que en la cercanía del carnaval muchas mujeres enfuertaban su orín en vasijas sin uso, para en los días de la celebración en defensa echárselo a los mojadores

Durante las décadas 60, 70, 80 y 90 los carnavales tuvieron continuidad inmemorable, cada sector y barrio del pueblo le impregnaba su propio colorido e importancia, en torno a esto es merecido recordar los esplendidos y célebres carnavales de la calle Vázquez, organizados por la catira Elubia Escobar, con quien en día reciente compartimos un criollo desayuno en su acogedora morada, para luego retroceder en el tiempo y rememorar con lucidez y nostalgia aquellas celebraciones del Rey Momo. Elubia en compañía de su grupo organizador planificaba cada festividad de forma impecable, en las que participaban gente buena del pueblo y sus invitados. Cercado el acceso a la calle con mecatillos se procedía a la elección de la reina del carnaval, hermosas adolescentes fueron coronadas con vítores y aplausos por los concurrentes, dando paso a la presentación de agrupaciones musicales y artistas conocidos, así como a los concursos de baile, siempre con el infaltable Heriberto Méndez (mejor conocido como Pichincha) luciendo para la ocasión sus mejores disfraces y trajes, muchos de ellos confeccionados por la misma Elubia. En el año 2000 se llevaría a cabo el último carnaval por esta importante e histórica corredera, pero en las instalaciones de la Cervecería El Caney, propiedad del poeta Jesús María Escobar.

Dentro de este orden de ideas, en otros barrios los jolgorios de febrero también tuvieron su realce, recordados fueron los carnavales del Barrio El Gamero organizados por la extrovertida y animada Carolina Venegas y sus colaboradoras. En otros sectores como el centro del pueblo, Los Corrales, Las Carpas y La Cabaña, la celebración carnal era un acontecimiento esperado con alegría y regocijo, incluso se llevaban a cabo sanos desafíos con agua, pinturas, huevos de gallinas, y sustancias no toxicas. En las noches de los llamados y conmemorados templetes febrerinos se hizo común entre los echadores de broma el rociarse disimuladamente unos a otros la colonia Tabù, siendo esta penetrante fragancia de desagradable aroma, lo más parecido a las emanaciones de animales silvestres, echo que concluía con el arreglo a puño limpio luego de sonar el Alma Llanera, melodía que indicaba la finalización de la jornada de baile y el inicio de la hora de los golpes y moretones bajo la Luna guasdualiteña. A partir del nuevo siglo (XX) los carnavales ya no fueron los mismos, sin embargo, cultores y personas con identidad conservan empeño en que la tradición no desparezca por completo.

Cortesía fotográfica: Elubia Escobar

ALJER “CHINO” EREÙ.-

 


1 comentarios:

Unknown dijo...

Excelente reseña hermano, muy importante para el reconocimiento de la historia local

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