Dónde están tus alpargatas
Había una
vez, un niño de familia
humilde llamado Germaín, había cumplido
seis años, de carácter jovial, su piel morena, ojos grandes con
abundantes pestañas, nariz aguileña, contextura delgada, de poco comer; vivía con su abuela en el barrio
«Campo Alegre», de la ciudad de San Fernando, capital del estado Apure.
Una fresca mañana del mes de diciembre,
la abuelita no pudo llevarlo a la escuela, porque le había dado una fiebre muy alta,
pasó la noche en vela, sin embargo se levantó muy de mañana,
le hizo el desayuno, le preparó
el morral, lo llevó
hasta la casa de los Estévez, que quedaba cerca de la escuela.
Allí la señora
Estévez le preparó un cocimiento de sábila
y curría, lo dejó reposar, después,
se lo llevó
a la abuelita de Germaín.
La señora María,
que así se llamaba la abuelita, se
mostró agradecida.
El pequeño
Germaín, siguió
su camino a la escuela,
cuando ya se acercaba, se topó con un gran amigo,
Enmanuel, otro niño que estudiaba
con él, juntos siguieron, rumbo a la casa de la madre de Germaín, los pequeños
dieron los buenos días, hubo gran silencio, la señora no le hizo
caso, tampoco le dirigió la palabra. Enmanuel
lo tomó por el
brazo, le dijo: -Vamos chico, ella no te quiere- ¿no lo ves?-.
El
pequeño, con lágrimas en los ojos, agachó la cabeza, se secó las lágrimas con
la manga de la franela.
Continuaron rumbo a la escuela; pero era tarde, ya la clase había terminado y los niños
habían salido para
sus hogares, los dos corrieron para llegar a la hora de costumbre,
para que su abuela
no se diera cuenta. Pidió
la bendición a la anciana, ésta lo contempló y le dijo:
¿Germaín, por qué estás tan triste?
-Por nada abuelita
-dijo.
-Ven a comer mi pequeño.
-Germaín- ¿Por qué andas descalzo? -preguntó la abuela. Y…¿dónde
están tus alpargatas?.
-Abuela, en el recreo
corrí mucho, las tiras que me las amarraban se me soltaron, como me quedaban grandes se me salieron y no
me dí cuenta.
-¿Sabes Germaín, cuánto cuesta
un par de alpargatas?-
-No tienes
ni idea,
verdad? -prosiguió la abuela.
-Mañana voy a casa de tu madre, para que te dé dinero y compres otras
alpargatas, para que vayas
al colegio; no puedes
andar con los
pies descalzos.
-Abuela no vayas a ver a mi madre, te lo pido, por favor -le dijo el niño con lágrimas en los ojos.
-Yo voy a trabajar
con la señora Estévez; ella es muy buena,
le recojo las naranjas,
le riego las matas,
le limpio el patio, estoy seguro que
me va a aceptar,
pero no molestes a mi madre; ayer fui a visitarla con
mi amiguito Emmanuel, me trató como a un desconocido, ni me dirigió la palabra. Sinceramente, abuela, me sentí muy mal, lloré en silencio, mi amiguito se dio cuenta,
me tomó por el brazo,
me sacó de su casa, qué mal me sentí.
¿Tú sabes abuela,
que yo amaba a mi madre, verdad?.
-Hijo -contesta la abuela- quiere
decir que no fuiste a la escuela, me engañaste, saliste
con tu amigo; aquí vino alguien, me dijo que un niñito de siete años le había lanzado una pedrada al rancho de doña María Meléndez, que la viejecita
salió con su mandador buscando
al rapazuelo. Tú andabas con él. En este mundo hijo mío, no hay nada oculto.
-No vas a la escuela,
mañana visitaré a mi hija, le voy a decir muchas verdades, ahora no te vas a poner alpargatas, sólo zapatos; iré al INAM, ahora tiene que compartir
contigo el dinero,
que le ha
endurecido el corazón, anda con aires de reina. Te quedas estudiando, haces tus tareas, mientras
yo voy a hacer varias diligencias. Va a saber mañana quién es tu abuela!
La abuela María, se levantó
muy temprano; los pajaritos cantaban
muy alegres, una brisa muy fría entraba
por la pequeña ventana de su casa de bahareque, le pidió a Dios que la iluminara, luego comenzó a hacer los quehaceres de la casa, hizo café, tomó una silla de cuero vieja, deteriorada por los años, colocó sobre ésta una sábana vieja, se sentó y maquinó;
«El dinero corrompe
al hombre, mi hija cuando no lo tenía era una mujer sensible, ahora no quiere reconocer a ese pequeño,
que la quiere tanto, me voy a bañar para salir temprano». Fue al pequeño
cuarto, buscó la ropa, salió para el patio donde tenía cuatro planchas
de zinc por baño, a los pocos minutos estaba lista, tomó el dinero, lo metió en su seno, y se marchó.
Al llegar a casa de su hija, la señora de servicio abrió la puerta.
-Está
Elba? -preguntó la abuelita
-Sí, señora,
pero ella me dijo que no recibía
visitas.
-Yo
no soy visita. Soy su madre!
La abuelita la empujó y entró a la casa.
-Aquí estoy
Elba ¿No me conoces?
-Bendición -contestó Elba.
-Dios la bendiga. Respondió
su madre, un poco alterada.
-Qué le pasa? -preguntó la hija.
Vengo a hablar contigo, quiero
treinta y cinco mil bolívares
para la educación trimestral de Germaín, si no puedes darme esa cantidad, voy ahora mismo al INAM, para denunciarte directamente por abandono voluntario de tu pequeño
hijo!
-Mira mamá -respondió
Elba-; no quiero escándalo, mi trabajo es honesto,
tengo una cantidad
de señoras millonarias a quienes les diseño ropa, no saludé
a mi hijo, porque tengo un admirador, éste
ignora que tengo ese hijo, tengo pensado decírselo, pero no ha llegado el momento indicado.
-Está bien Elba, contestó
su madre- quédate
con tu admirador, pero, ¿Me vas a dar el dinero?
-Claro. Prefiero
darte 50 mil te parece.
Espera el cheque
no vayas al INAM.
-Bueno, está bien
dame ese dinero, no te molestaré hasta
el próximo año, ten la seguridad de que mi nieto va a ser un profesional, de ahora
en adelante no va a calzar alpargatas, sino zapatos, también lo voy a inscribir en natación.
No
te doy las gracias, porque
ése es tu deber de madre: educar a tu hijo.
-Que
Dios te ilumine, y puedas recibir
en tu regazo a tu querido hijo Germaín, que es un niño inocente.
Hasta luego hija.
Al
día siguiente la señora
María, fue al banco, le abrió una cuenta de ahorros a su nieto por 10 mil
bolívares, luego le compró unos zapatos, frutas, comida y para ella compró una bata de casa y unas chancletas.
El niño cuando vio que venía su abuela cargada con paquetes, salió
a su encuentro.
-¿Qué pasó Abuela?-Ambos se abrazaron
y entraron a la casita.
El
niño se midió los zapatos,
al siguiente día luciría
muy elegante en el colegio; su amigo Enmanuel
le susurraba en el oído:
Chico te sacaste
la botija! Ambos
rieron y se abrazaron.
Pasó
el tiempo. Los maestros y compañeros se alegraron
mucho por el cambio
de vida de Germaín,
la abuela estaba
muy contenta, todo marchaba
bien.
Una
tarde estaba jugando
pelota en la calle con su amigo Emmanuel, de pronto, un lujoso auto frenó frente a ellos, les preguntaron donde vivía la señora María,
el niño indicó la dirección, una pareja bajó del auto y entraron a la casa. A los pocos minutos llamaron a Germaín; la visitante era su madre que se había casado
con José Francisco, hombre de gran corazón, ella lo venía
a buscar para llevárselo para el Zulia; el niño se aferró a la falda de su abuela,
no quiso acompañarlos.
Germaín, le dio un fuerte abrazo y un beso a su madre, ella lloró en silencio, luego
salieron de la casita, rumbo a su destino. La abuela
quedó abrazada con su nieto...
-Abuela- le dijo Germaín- tú eres mi madre!
FUENTE CUENTOS INFANTILES LLANEROS DE SOLEDAD MORENO DE
CORTÉZ
0 comentarios:
Publicar un comentario