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miércoles, 24 de febrero de 2021

DÓNDE ESTÁN TUS ALPARGATAS

 


Dónde están tus alpargatas

 

Había una vez, un niño de familia humilde llamado Germaín, había cumplido seis años, de carácter jovial, su piel morena, ojos grandes con abundantes pestañas, nariz aguileña, contextura delgada, de poco comer; vivía con su abuela en el barrio «Campo Alegre», de la ciudad de San Fernando, capital del estado Apure.

Una fresca mañana del mes de diciembre, la abuelita no pudo llevarlo a la escuela, porque le había dado una fiebre muy alta, pasó la noche en vela, sin embargo se levantó muy de mañana, le hizo el desayuno, le preparó el morral, lo llevó hasta la casa de los Estévez, que quedaba cerca de la escuela. Allí la señora Estévez le preparó un cocimiento de sábila y curría, lo dejó reposar, después, se lo llevó a la abuelita de Germaín. La señora María, que así se llamaba la abuelita, se mostró agradecida.

El pequeño Germaín, siguió su camino a la escuela, cuando ya se acercaba, se topó con un gran amigo, Enmanuel, otro niño que estudiaba con él, juntos siguieron, rumbo a la casa de la madre de Germaín, los pequeños dieron los buenos días, hubo gran silencio, la señora no le hizo caso, tampoco le dirigió la palabra. Enmanuel lo tomó por el brazo, le dijo: -Vamos chico, ella no te quiere- ¿no lo ves?-.

El pequeño, con lágrimas en los ojos, agachó la cabeza, se secó las lágrimas con la manga de la franela. Continuaron rumbo a la escuela; pero era tarde, ya la clase había terminado y los niños habían salido para sus hogares, los dos corrieron para llegar a la hora de costumbre, para que su abuela no se diera cuenta. Pidió la bendición a la anciana, ésta lo contempló y le dijo: ¿Germaín, por qué estás tan triste?

-Por nada abuelita -dijo.

-Ven a comer mi pequeño.

-Germaín- ¿Por qué andas descalzo? -preguntó la abuela. Y…¿dónde están tus alpargatas?.

-Abuela, en el recreo corrí mucho, las tiras que me las amarraban se me soltaron, como me quedaban grandes se me salieron y no me cuenta.

-¿Sabes Germaín, cuánto cuesta un par de alpargatas?-

-No tienes ni  idea, verdad? -prosiguió la abuela.

-Mañana voy a casa de tu madre, para que te dinero y compres otras alpargatas, para que vayas al colegio; no puedes andar con los pies descalzos.

-Abuela no vayas a ver a mi madre, te lo pido, por favor -le dijo el niño con lágrimas en los ojos.

-Yo voy a trabajar con la señora Estévez; ella es muy buena, le recojo las naranjas, le riego las matas, le limpio el patio, estoy seguro que me va a aceptar, pero no molestes a mi madre; ayer fui a visitarla con mi amiguito Emmanuel, me trató como a un desconocido, ni me dirigió la palabra. Sinceramente, abuela, me sentí muy mal, lloré en silencio, mi amiguito se dio cuenta, me tomó por el brazo, me sacó de su casa, qué mal me sentí. ¿Tú sabes abuela, que yo amaba a mi madre, verdad?.

-Hijo -contesta la abuela- quiere decir que no fuiste a la escuela, me engañaste, saliste con tu amigo; aquí vino alguien, me dijo que un niñito de siete años le había lanzado una pedrada al rancho de doña María Meléndez, que la viejecita salió con su mandador buscando al rapazuelo. andabas con él. En este mundo hijo mío, no hay nada oculto.

-No vas a la escuela, mañana visitaré a mi hija, le voy a decir muchas verdades, ahora no te vas a poner alpargatas, sólo zapatos; iré al INAM, ahora tiene que compartir contigo el dinero, que le ha endurecido el corazón, anda con aires de reina. Te quedas estudiando, haces tus tareas, mientras yo voy a hacer varias diligencias. Va a saber mañana quién es tu abuela!

La abuela María, se levantó muy temprano; los pajaritos cantaban muy alegres, una brisa muy fría entraba por la pequeña ventana de su casa de bahareque, le pidió a Dios que la iluminara, luego comenzó a hacer los quehaceres de la casa, hizo café, tomó una silla de cuero vieja, deteriorada por los años, colocó sobre ésta una sábana vieja, se sentó y maquinó; «El dinero corrompe al hombre, mi hija cuando no lo tenía era una mujer sensible, ahora no quiere reconocer a ese pequeño, que la quiere tanto, me voy a bañar para salir temprano». Fue al pequeño cuarto, buscó la ropa, salió para el patio donde tenía cuatro planchas de zinc por baño, a los pocos minutos estaba lista, tomó el dinero, lo metió en su seno, y se marchó.

Al llegar a casa de su hija, la señora de servicio abrió la puerta.

-Está Elba? -preguntó la abuelita

-Sí, señora, pero ella me dijo que no recibía visitas.

-Yo no soy visita. Soy su madre!

La abuelita la empujó y entró a la casa.

-Aquí estoy Elba ¿No me conoces?

-Bendición -contestó Elba.

-Dios la bendiga. Respondió su madre, un poco alterada.

-Qué le pasa? -preguntó la hija.

Vengo a hablar contigo, quiero treinta y cinco mil bolívares para la educación trimestral de Germaín, si no puedes darme esa cantidad, voy ahora mismo al INAM, para denunciarte directamente por abandono voluntario de tu pequeño hijo!

-Mira mamá -respondió Elba-; no quiero escándalo, mi trabajo es honesto, tengo una cantidad de señoras millonarias a quienes les diseño ropa, no saludé a mi hijo, porque tengo un admirador, éste ignora que tengo ese hijo, tengo pensado decírselo, pero no ha llegado el momento indicado.

-Está bien Elba, contestó su madre- quédate con tu admirador, pero, ¿Me vas a dar el dinero?

-Claro. Prefiero darte 50 mil te parece. Espera el cheque no vayas al INAM.

-Bueno, está bien dame ese dinero, no te molestaré hasta el próximo año, ten la seguridad de que mi nieto va a ser un profesional, de ahora en adelante no va a calzar alpargatas, sino zapatos, también lo voy a inscribir en natación.

No te doy las gracias, porque ése es tu deber de madre: educar a tu hijo.

-Que Dios te ilumine, y puedas recibir en tu regazo a tu querido hijo Germaín, que es un niño inocente. Hasta luego hija.

Al día siguiente la señora María, fue al banco, le abrió una cuenta de ahorros a su nieto por 10 mil bolívares, luego le compró unos zapatos, frutas, comida y para ella compró una bata de casa y unas chancletas.

El niño cuando vio que venía su abuela cargada con paquetes, salió a su encuentro.

-¿Qué pasó Abuela?-Ambos se abrazaron y entraron a la casita.

El niño se midió los zapatos, al siguiente día luciría muy elegante en el colegio; su amigo Enmanuel le susurraba en el oído: Chico te sacaste la botija! Ambos rieron y se abrazaron.

Pasó el tiempo. Los maestros y compañeros se alegraron mucho por el cambio de vida de Germaín, la abuela estaba muy contenta, todo marchaba bien.

Una tarde estaba jugando pelota en la calle con su amigo Emmanuel, de pronto, un lujoso auto frenó frente a ellos, les preguntaron donde vivía la señora María, el niño indicó la dirección, una pareja bajó del auto y entraron a la casa. A los pocos minutos llamaron a Germaín; la visitante era su madre que se había casado con José Francisco, hombre de gran corazón, ella lo venía a buscar para llevárselo para el Zulia; el niño se aferró a la falda de su abuela, no quiso acompañarlos.

Germaín, le dio un fuerte abrazo y un beso a su madre, ella lloró en silencio, luego salieron de la casita, rumbo a su destino. La abuela quedó abrazada con su nieto...

-Abuela- le dijo Germaín- eres mi madre!

 

FUENTE CUENTOS INFANTILES LLANEROS DE SOLEDAD MORENO DE CORTÉZ


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