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lunes, 29 de marzo de 2021

CABALLERO Y EL QUIOSCO APURE

 




CABALLERO Y EL QUIOSCO APURE

AUTOR: Hugo Arana Páez



INTRODUCCIÓN:
Continuando con la publicación de la serie de ensayos históricos, titulados HISTORIA AMENA; en esta segunda entrega se hará una aproximación a la evolución de un popular botiquín de San Fernando, conocido desde el año 1946 como EL QUIOSCO APURE; asimismo se hará una semblanza de la vida de su propietario, el simpático cantinero arichunense RAFAEL RODRÍGUEZ (a) CABALLERO, quien consagraría su vida a administrar eficaz y eficientemente ese conocido y concurrido lugar de la ciudad, que aproximadamente durante setenta años fue solaz de los borrachones del pueblo.
Este trabajo es un homenaje a los simpáticos y populares cantineros y a los acogedores botiquincitos de mala muerte, taguaras, tugurios y cuchitriles que se observan en los pueblos, pueblitos, caseríos, vecindarios, caminos y carreteras de Venezuela. Son esas vetustas y cochambrosas cantinas, donde en sus años de bohemia se han refugiado intelectuales, políticos, artistas, poetas, músicos, locos, fracasados y triunfadores y sobre todo los inconsolables, ansiosos, esperrujíos, afligidos y angustiados despechados o enguayabados, quienes guindados o abrazados a una rockola se empeñan inútilmente en matar sus penas (a quien deben matar es a la ingrata vagabunda que los engañó ja, ja, ja) o de los que en el colmo de su decepción sentimental están a punto de colgarse de una mata de topocho ja, ja, ja.
1. INICIOS DEL QUIOSCO APURE.
Fue el emprendedor apureño José Solano, quien en el año 1946, fundaría en la Calle Comercio, número 77, entre calles Madariaga y Negro Primero, una guarapera con el nombre QUIOSCO APURE, en ese tarantín el tercio vendía comodoros (actuales raspados o cepillados) y refrescos. Aquel recién inaugurado entarimado de madera era un avispero de muchachos y adultos, quienes sudorosos y sedientos revoloteaban alrededor de aquel panal de bonitas, refrescantes y exquisitas bolas de nieve rojas, amarillas y verdes.
El negocito marchaba muy bien, pero Don José no era hombre de estarse quieto y como un incansable y quijotesco trotamundos, cansado de estar vendiendo bolas de nieve de colores, optó por traspasar su tarantín a otro soñador apureño, conocido como PELUSA, se llamaba Luís Rivas, quien al tomar posesión de la taguara, lo primero que hizo fue remodelarla y así darle un mejor aspecto y luego la surtirla hasta más no poder. Ahora, amén del comodoro o raspado y refrescos, el visionario comerciante vendía cigarrillos, chucherías, cerveza y licores al mayor. El hábil PELUSA, para mantener una clientela cautiva les asignaba a los estudiantes, una línea de crédito de hasta cinco bolívares quincenales que los jóvenes adeudados consumían en cigarrillos y refrescos. Si la deuda se vencía y el deudor se empeñaba en seguir sacando fiao o solicitaba ampliar la línea de crédito, Pelusa, con una sardónica risita le respondía… “Que va, fundillo de limpio es movedizo je, je, je”… y la cuenta quedaba congelada hasta que el tercio se pusiera al día y así pudiera reaperturar el crédito. Pero en el fondo Pelusa era un hombre de buen corazón y cuando veía al joven adeudado, alicaído por la disciplinaria medida, lo llamaba aparte y compasivo le expresaba “mira vamos a hacer una cosa, borrón y cuenta nueva” Es decir, la deuda quedaba exonerada y la línea de crédito se reabría como una fuente maravillosa y cual noria, la cuenta y la bebedera seguían girando como una ruleta sin fin ja, ja, ja.
En EL QUIOSCO APURE, no faltaba una cuerdita de trapicheros, que según testimonio de El Cronista lugareño, Pedro Laprea Sifontes, entre esos borrachones destacaban … “Juancho Cartens, José La Rosa Jiménez, los Umanés, los Brando, Joaquín Núñez, los Benaím, Manuel Gamboa, el Padre Colorado, los Rosa Domínguez, los médicos Diógenes Meléndez y Cesar Barreto, Juan Vicente Michelangelli, los Rujana”… (1)
Refería más adelante el abogado y periodista Laprea Sifontes, que los avezados bebedores del QUIOSCO APURE, alternaban en la parranda con los jóvenes estudiantes de bachillerato del Colegio Miranda a quienes aconsejaban que no abandonaran sus estudios por estar moliendo (moliendo caña ja, ja, ja).


En el QUIOSCO APURE los estudiantes, hablaban de sus juveniles amoríos, de sus chapuceros poemas, pero también de las crujías que pasaban en épocas de exámenes, cuando había que prepararse muy bien para enfrentarse a aquellos exigentes, adustos y sabios profesores. Por cierto, El COLEGIO MIRANDA, años más tarde, en honor al destacado médico y bardo calaboceño se llamaría LICEO FRANCISCO LAZO MARTÍ como se conoce actualmente a esta icónica institución cultural apureña. Entre esos jóvenes bachilleres del Miranda, según testimonio de Laprea Sifontes, destacarían José Vicente Abreu, José Santodomingo, los Guzmán, Rosales, Pedro Laprea, Solanito, Carrera, el Negro Ortiz, los Zoppi, los Decanio y los Porras, entre otros concañeros (quise decir compañeros de farra ja, ja, ja). También acudía con regularidad al negocio de PELUSA, un personaje enraizado en Apure, el caraqueño Juan Porrello Mayol, quien el año 1914 traería junto al General trujillano Waldino Arriaga Perdomo, el primer automóvil al Estado Apure, militar de esos llamados despectiva y coloquialmente CHOPO E´ PIEDRA ja, ja, ja, quien el 20 de mayo del año 1922, comandaría la fracasada intentona de tomar el Palacio Fonsequero (sede de la Gobernación del Estado Apure, ubicada entre las calles Bolívar, Sucre, Juan Pablo Peñaloza y Raimundo Fonseca.

2. RAFAEL RODRÍGUEZ NUEVO PROPIETARIO DEL QUIOSCO APURE
Transcurrió el tiempo y los estudiantes Peluseros se graduaron de bachiller y cada uno agarró su cachachá rumbo a las distintas ciudades de Venezuela, donde continuarían estudios superiores, mientras que en el bucólico San Fernando, PELUSA, seguía vendiendo sus bolas de nieve de color, sus cervezas, sus preparados a base de aguardiente y botellas de rondón. Posiblemente el viejo PELUSA cansado de estar lidiando con sus habituales borrachones (aguantándoles sus impertinencias) y los estudiantes con sus fastidiosas cantaletas (que si el pato y la guacharaca o que si el patatín y el patatán) intentando convencerlo para echarle un fiao ja, ja, ja; un día optó por dejar el popular negocio, es decir, dejar el pelero ja, ja, ja; vendiéndoselo al arichunero Rafael Rodríguez, quien por su trato amable se daría a conocer como CABALLERO. Por cierto, el nuevo propietario del QUIOSCO APURE, al llegar al lugar lo primero que hizo fue echar abajo la vieja edificación y levantar in situ una moderna construcción de mampostería y techo de zinc galvanizado de dos aguas.
El nuevo cantinero, amén de seguir con la tradición de FIAR a los habituales clientes, optó por exhibir adosadas a las paredes –a guisa de galería de arte de la llaneridad- conchas de tortugas, de galápagos, morrocoyes, cueros de culebras de agua, tigres, cunaguaros, caimán; asimismo carameras de venados, algunos animalitos disecados, quijadas de caimanes y de tigres mariposos. También en esa peculiar galería, CABALLERO, orgulloso exhibía viejas fotografías de algunas emblemáticas edificaciones de San Fernando, de algunos personajes carismáticos del pueblo y otras donde se le veía acompañado de algunos de sus más fieles amigos (entiéndase, los más devotos clientes ja, ja, ja.). Por cierto, me atrevo a opinar que él fue un avezado guía de museo, por cuanto, echaba muy bien el cuento de cada una de las piezas de su peculiar colección y también de cada una de las desteñidas fotografías a las que señalándolas con él índice, se despepitaba a hablar de cada uno de los personajes que aparecían en esas viñetas.
Como todo cantinero, Caballero no se quedaba atrás y un buen día decidió incorporar a su negocio un bonito y escandaloso mueble, una reluciente y atractiva rockola, donde abrazados a aquella beldad se veían a los acongojados parroquianos metiéndole un bolívar para escuchar cinco canciones, entre las que más sonaban eran las de los rocoleros Julio Jaramillo con su clásico Nuestro juramento; las pegajosas canciones de las Hermanitas Calles; las de Pedro Infante con su Carta a Eufemia, Tú solo tú y La Jaula de oro; Miguel Aceves Mejías acompañado del Mariachi Vargas con su tema La Cama de piedra o La Noche y tú; El Jinete y ¡Ay Jalisco no te rajes! interpretados por el charro Jorge Negrete; el pegajoso bolero Amor sin esperanza, interpretado por Celio González y la Sonora; Maringá con Leo Marini y la Sonora Matancera; las del Inquieto Anacobero Daniel Santos con el tema Adiós muchachos y No he visto a linda; Rayito de luna y Sin ti interpretado magistralmente por el trío Los Panchos; asimismo los temas de Olimpo Cárdenas; por supuesto, a veces para alegrar el ambiente se escuchaba el Mambo número cinco o Que rico el Mambo, interpretado por la banda del músico cubano Dámaso Pérez Prado; tampoco faltaban las del charro mexicano Antonio Aguilar con su corrido Juan Charrasqueado; igualmente las del músico y compositor dominicano Luís María Frómeta, nuestro apreciado Billo, con el pasodoble Ni se compra ni se vende. Así pegado de esa sinfonola el despechado tercio entre canción y canción y entre cerveza y cerveza pasaba las horas, hasta que ya aliviado el desamor, se marchaba gateando, es decir, dando tumbos más de allá que de acá, aferrado firmemente a las paredes, pero contento porque a punta de canciones empalagosas y cervezas frías había calmado su pesar. Por cierto, esa euforia le duraba poco, por cuanto, al siguiente día volvía el ritornelo del dolor y presuroso debía acudir al QUIOSCO APURE a ahogar las penas en alcohol, donde sonriente lo esperaba CABALLERO quien con su característico saludo lo recibía como si nada ¡BUENOS DÍAS CABALLERO! ¿QUÉ VA A TOMAR EL CABALLERO? Ja, ja, ja.
3. ¿POR QUÉ EL APODO CABALLERO?
Al frente del Quiosco Apure, el amable Rafael Rodríguez con su particular manera de saludar le daba la bienvenida al sudoroso, sediento y extenuado cliente quien ansioso llegaba a ese oasis llanero a refrescarse; así se le escuchaba: ¡BUENOS DÍAS CABALLERO! ¡PASE ADELANTE CABALLERO! ¿QUÉ SE LE OFRECE AL CABALLERO? ¡BUENAS TARDES CABALLERO! ¿EN QUÉ PUEDO SERVIRLE CABALLERO? ¡POR FAVOR TOME ASIENTO CABALLERO? ¿QUÉ VA A TOMAR EL CABALLERO? Y esa palabra fue la que identificó a un viejo popular, respetado y estimado cantinero arichunero llamado Rafael Rodríguez a quien se le conoció como CABALLERO y quien tal vez cansado de estar tantos años lidiando con sus numerosos y apreciados borrachones, un día decidió retirarse del oficio, cediéndole el negocio a su pariente Norman Rodríguez, quien durante algunos años estuvo al frente del acogedor y popular QUIOSCO APURE; lamentablemente Norman, no tuvo paz con la miseria y sin ton ni son, tal vez influido por la lectura de la galardonada obra LAS LANZAS COLORADAS del novelista, cuentista, dramaturgo, poeta y ensayista Arturo Uslar Pietri, optó por cambiarle el ancestral nombre al negocio del que tanto se ufanaba CABALLERO, el QUIOSCO APURE, ahora se llamaría BAR RESTAURANTE LANZAS COLORADAS, según se atina a leer en un horrible anuncio de una empresa cervecera.
Desde principios de la década de los años cincuenta de la centuria pasada, el QUIOSCO APURE ha funcionado en el mismo lugar donde nació, pero en manos de CABALLERO el tarantín se transformó en una hermosa casona pintada de azul (ver imágenes), de paredes de resistentes ladrillos (ancestralmente se conocía como mampostería), de dos aguas y techo de zinc galvanizado, al frente la engalanan dos portones (uno de servicios y el otro por donde accesan los amigos, amigos de molé caña ja, ja, ja,) y una ventana que le da la bienvenida al rutilante sol llanero. Al fondo destaca un magnifico, amplio y fresco patio, cobijado por un frondoso y hermoso samán donde otrora acudían estudiantes despechados; frustrados poetas, quienes en medio de la borrachera idiota se regodeaban en recitarle sus pésimos versos al paciente amigo; artistas plásticos cual Rafael, Ticiano, Miguel Ángel, Picasso, Dalí o como lo hacían en épocas de la bohemia allá en Francia, nuestros Cruz Diez, Soto, Gego, Narváez o Virgilio Trompiz quienes pelando bolas, nerviosos mostrarían sus bocetos y lienzos a un posible comprador en un boulevard parisino. Pero también acudían al pegajoso lugar los asiduos jugadores de dominó, quienes entusiasmados por haberle ahorcado la cochina al rival, sacudirían con fuerza la famosa piedra de tranca y de una vez les pedirían a CABALLERO les sirviera otra tanda de frías y espumosas cervezas, conocidas coloquialmente como birras, cerbatanas o catiras ja, ja, ja. Por supuesto, tampoco faltaba un frustrado músico y cantor de música típica quien acompañado de un destartalado y desafinado cuatro se dedicaría a cantar sus pésimas y pavosas composiciones. Por supuesto, en el QUIOSCO APURE no faltaban tampoco los vendedores de cachapas, chorizas, chicharrones, empanadas; tampoco faltaban los quincalleros ambulantes; los vendedores de granjerías; asimismo los vendedores de quinticos de lotería como el cieguito Sotillo, Tamaro Piche, conocido también como el Poeta Ochoa; los infaltables pedigüeños, los limpiabotas y alguno que otro loco del pueblo y por supuesto los infaltables sacadores de FIAO ja, ja, ja.
4. EL HINTERLAND DEL QUIOSCO APURE
En cuanto al entorno del QUIOSCO APURE, cabe resaltar que a principios de la década de los años cincuenta no existía la Avenida Miranda y por lo tanto este negocio limitaba al norte con las cristalinas y tranquilas aguas del Cañito, el hermoso brazo del río Apure, que desde El Picacho de San Pedro (donde ahora se halla la emisora de radio Futuro) se desprendía del río padre y en veloz carrera invernal recorría el pueblo desde esa boca hasta la ensenada que se formaba frente al edificio de los Hermanos Barbarito (exactamente donde ahora se hallan el Monumento a la bandera, la estatua Hombre a caballo -coloquialmente estatua de Negro Primero-, la Plaza de la mujer y La Fuente de la abundancia -popularmente La Fuente de los caimanes-). Seguramente desde el patio del Quiosco Apure y bajo la refrescante fronda del samán, los clientes gozarían un puyero, jugando dominó, echándose tragos y contemplando la hermosa vista del desplazamiento de bongos, canoas, chalanas y barcos, aguas arriba y aguas abajo por el Cañito. Al sur, en la Calle Comercio se hallaba al frente una hermosa vivienda de anchas paredes de adobe, de anchos y resistentes portones de madera y techo de tejas de dos aguas donde estaba la tienda Casa Altamira, propiedad del comerciante libanés José Rujana, padre de Carmelo Rujana, quien al fallecer el viejo, heredaría ese negocio; asimismo diagonal al QUIOSCO APURE se hallaba la regia sede de la Gobernación del Estado Apure (inaugurada el 24-11-1951, siendo estrenada por el gobernador del Estado Apure, el médico sanrafaeleño Edgard Domínguez Michelangelli); al lado del QUIOSCO APURE en sentido oeste, había una magnifica vivienda de dos plantas que fungía de domicilio y bufete de la abogada María Luisa Deternoz, que luego pasaría a ser propiedad del abogado apureño Gustavo Silva Pérez; más adelante y por la misma acera en la esquina formada por el cruce de las calle Comercio y Negro Primero, donde hasta hace poco estuvo la venta de respuestos YAMAHA, había una edificación de mampostería donde funcionaba la Seguridad Nacional, la temible policía política de la dictadura perezjimenista (lapso 1948-1958). Por cierto, Don Julio César Sánchez Olivo, escribe en su columna Camino real, publicada en el semanario local EL LLANERO, una crónica sobre un trágico hecho que aterrorizó al bucólico San Fernando de entonces y más a los asiduos trapicheros del QUIOSCO APURE, como fue la ejecución de un popular luchador social conocido como Melgar Contreras, quien se hallaba preso en uno de los calabozos de esa institución.
… “Días torturantes se vivieron en el QUIOSCO APURE al pálpito de los tormentos que daba la Seguridad Nacional cuando el Negro Sanz, Miguel Silvio Sanz liquidó a Melgar Contreras. Varios disparos se oyeron en pleno mediodía y las caras se alargaron en su palidez de miedo ¡Ya lo mataron, corrió la voz! Y vieron cuando el hombre salió presuroso una vez cumplido su encargo de muerte. Iba elegantemente vestido de gris claro y sombrero calado sobre los ojos. Era Miguel Silvio Sanz el mensajero de la muerte de Pedro Estrada y el sicario de Pérez Jiménez, ya había cumplido al pie de la letra su sanguinaria misión”... (2)
Por cierto, los restos de Melgar Contreras fueron sepultados en el viejo cementerio municipal de la Chimborazo y desde ese día su tumba se ve adornada de flores y velas encendidas por ser considerada por los devotos, un ánima buena y milagrosa.
Por otra parte, el cronista sanfernandino Edgard Decanio, en su conocida obra Repuntes II El San Fernando de ayer, Págs. 280-284, nos brinda una bonita semblanza de Rafael Rodríguez, CABALLERO.
… “Rafael Rodríguez es oriundo de Arichuna, en donde nació hace unos setenta años, pero cualquiera cree que cuenta cuarenta y pico o cincuenta años, pues ni canas se le ven, Rafael Rodríguez es su nombre de pila, pero todo el mundo lo conoce en San Fernando con el nombre de CABALLERO a secas.
Cuarenta y cuatro años lleva Caballero en su negocio de una sola puerta en la calle de El Comercio, casi enfrente de Carmelo Rujana, vendiendo cerveza bien fría, refrescos, casabe de La Negra y todos los artículos de la clásica pulpería. dice Sánchez Olivo era yo un joven de veinte y siete años cuando en compañía de Rafaelito Benaím, Manuel Gamboa, Eduardo Hernández Rodríguez, José Francisco Serrano, Fernando Hernández Pérez o cualquier otro amigo de la cuerdita nos sentábamos en el saloncito de Caballero a tomar cervezas, con la cual animábamos las sabrosas charlas domingueras en aquellos no menos sabrosos años. Esos tiempos ya pasaron pero Caballero sigue con su mismo negocio en el mismo sitio y él físicamente sigue siendo el mismo.
Es difícil creer que un viejo habitante de San Fernando no sepa quién es Caballero y difícil también que aquel que lo conozca no lo aprecie. Se trata de un correcto ciudadano, trabajador que se ha mantenido y se sostiene con el sudor de su frente de hombre honrado. Es un apureño ejemplar”... (3)
Yo apuntaría. Por eso lo llamaban Caballero, como acotaba el poeta yagualense Sánchez Olivo… “será por ser respetuoso, por ser honesto, por ser un caballero en toda la extensión de la palabra”... (4)
5. EL QUIOSCO APURE Y LA COMPETENCIA
A finales de la centuria pasada la cosa no era color de rosa, por cuanto, dada la proliferación de botiquines en la ciudad, CABALLERO amén de lidiar con sus borrachones, también debía enfrentar la fuerte competencia que representaba la numerosa presencia de lugares NON SANTUM en San Fernando ja, ja, ja, donde en cada bocacalle, calle y esquina del bucólico pueblo no faltaba un botiquín como: Botellofón, en el cruce de las calles Páez y 24 de julio; El Águila real (cruce de las calles Sucre con Urdaneta) que le dio nombre a una concurrida esquina del Barrio El Mamón; El Hijo de la noche, en la Calle Sucre, al lado de El Águila real; El Bar Restaurante San Fernando, conocido coloquialmente como El Mosquero; Sodoma en la Avenida Primero de Mayo, situado a orillas del Apure; El Cují, situado en la Calle Muñoz, propiedad de María Luisa Pérez; El 4711 al final de la Calle Páez, cerca del Puerto Mi Cabaña; Bar Trina Omaira, en el cruce de las calles Bolívar y Juan Pablo Peñaloza (actual Paseo Libertador), Bar El Samancito (cruce de las Calles Piar y Comercio), aledaño a EL QUIOSCO APURE que le daría nombre a la Esquina La Lengua; los numerosos botiquines de la Calle Colombia, Bar Yocoima, Bar El Gallo, el popular México y Venezuela y el Bar Disco azul que todavía sigue activo; en la Calle Municipal estaba el bar de Ramón Ceballos; en la Calle Principal del Barrio La Zona Roja estaba el Bar La Caimana; en el Barrio San Luís, el Bar Río Chama; en el Puerto El Tamarindo en el cruce de las calles 19 de abril y Miranda, estaba el Bar El Regional al que coloquialmente los sanfernandinos bautizaron El Chupadero, siendo atendido por su dueño, el señor Dámaso Vielma; en el cruce de las calles El Yagual y Sucre el Bar Casablanca; en el Barrio Jobalito el Bar Mi Delirio de Martín Aracas (hermano mayor del músico Carmelo Aracas); en la Calle Chimborazo, también en el Barrio Jobalito el Bar 362; a la salida del pueblo rumbo a Biruaca estaba el Bar y dancing Girasol; al final de la Calle Bolívar cruce con Santa Ana el Bar Puerto Arturo, propiedad de Rufina Hidalgo; en el Barrio Las Marías estaba el Bar Rancho Alegre, propiedad del Negro Fajardo. No sigo nombrando más botiquines porque la lista es larga; lo que sí puedo decir es que casi todos atendían hasta que hubiera clientes y casi todos FIABAN, pero no todos garantizaban la paz como el QUIOSCO APURE donde jamás se presentaron escándalos de ningún tipo, tal vez, sería porque CABALLERO con su simpatía y cual hábil y ágil atajaperros ja, ja, ja, sofocaba los ánimos a tiempo y evitaba que se armara una sanpablera de Padre y Señor mío ja, ja, ja.

CONCLUSIÓN:

Este ensayo es un homenaje que se le hace a esos acogedores botiquincitos de pueblo y a los simpáticos, nobles y desprendidos cantineros, entre los que destaca nuestro Rafael Rodríguez, CABALLERO, quien con su espontánea sonrisa y sus buenos modales recibía al sudoroso, jadeante y sediento parroquiano y seguramente cuando estaban pasando la mar negra les FIABA la consumición.
Asimismo nos hemos abocado a describir la evolución de un tarantín o guarapera que nació el año 1946 con el nombre QUIOSCO APURE y que al pasar a manos de un llanero venido de la población de Arichuna, el rancho se transformó en un hermoso y valioso patrimonio cultural edificado de la zona histórica de San Fernando (aledaño a las sedes de la Gobernación del Estado Apure).
Hoy Rafael Rodríguez, CABALLERO y su pariente Norman Rodríguez, ya no están y las puertas del otrora concurrido QUIOSCO APURE permanecen cerradas, solo un horrible anuncio de una empresa cervecera nos informa que su nombre ha sido remplazado por BAR RESTAURANTE LANZAS COLORADAS.

CITAS:

(1) LAPREA SIFONTES, Pedro El Quiosco Apure. Eterno lugar de esparcimiento de los apureños. Semanario El Llanero, San Fernando, Diciembre 1981.

(2) SÁNCHEZ OLIVO, Julio César Rafael Rodríguez, CABALLERO. Un carismático anfitrión arichunero. Columna Camino real, Semanario El Llanero, San Fernando, Estado Apure.

(3) DECANIO, Edgard Repuntes II. El San Fernando de ayer, Págs. 280-284.

(4) Ob. Cit. Págs. 280-284.

FUENTES:

a. Bibliográficas
ACOSTA S., Miguel. Materiales para la historia del folklore en Venezuela, Archivos Venezolanos de Folklore. Instituto de Antropología e Historia, Facultad de Humanidades y Educación, Universidad Central de Venezuela, Caracas, 1967, Págs. 569.

ARANA PÁEZ, Hugo Borraduras de ciudad. Editorial El Perro y la rana. San Fernando, 2011. Págs. 104.

BOTELLO, Oldman. Historia de la villa real de San Fernando de Apure 1788- 1988, Editorial Miranda, Villa de Cura, 1988. 259 Págs.

CASTILLO SERRANO, Franco. El Último violín, Págs. 287
DECANIO, Edgar. Repuntes II, El San Fernando de ayer, CONAC, Págs. Fundación Cultural Ítalo Decanio D´ Amico, Consejo Nacional de la Cultura, CONAC, Editorial Lithobinder. Caracas, 2005, Págs. 349.

LAYA, Carlos Modesto. Del Apure histórico.
LAPREA SIFONTES, Pedro El Quiosco Apure. Eterno lugar de esparcimiento de los apureños. Semanario El Llanero, San Fernando, Diciembre 1981.

MÉNDEZ, Argenis. Historia de Apure, Fondo Editorial Otomaquia, Caracas, 1998, Págs. 294.
OVIEDO M., Ramón. Sabaneando mis recuerdos, Gamevial, Valencia, 2006, Págs. 267
ROSENBLAT, Ángel. Buenas y malas palabras, Editorial Edime, Pag.158, Tomo II, Caracas, 1969, Págs. 254

SÁNCHEZ OLIVO, Julio César Rafael Rodríguez, CABALLERO. Un carismático anfitrión arichunero. Columna Camino real, Semanario El Llanero, San Fernando, Estado Apure.

b) Hemerográficas

RODRÍGUEZ, Adolfo. Los años veinte apureños: Un monumento a la bohemia. El Nacional, Caracas, 12 de junio de 1982.

 


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