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sábado, 6 de marzo de 2021

LA CALLE REAL

 


LA CALLE REAL

BREVE INTROITO.-

Cada una de nuestras calles guarda bajos sus retoques de alquitrán huellas generacionales, así como efemérides, sucesos y diversos fragmentos históricos, elementos que con los transcursos de las épocas han ido conformado en parte el espíritu y la esencia de nuestra identidad guasdualiteña. Siendo así, resulta necesario indagar sobre esos componentes como forma de entender las particularidades que nos identifican como un gentilicio único y complexo. En ese sentido, se presenta en los párrafos siguientes una breve historicidad de nuestra principal e histórica corredera, nos referimos a la Calle Real.

HISTORICIDAD.-

Es con la llegada del barines José Ignacio del Pumar, Marques de Boconò y Masparro, y Vizconde del Pumar, a Guasdualito, a mediados de 1770, que se inicia la refundación del poblado, trayendo el noble criollo lo necesario, incluyendo linajes puros para dar cumplimiento a la orden de la Intendencia del Ejercito y Real Hacienda, de allanar y pacificar un territorio desértico, inhóspito e inhabitable, habitado por indios bárbaros. Don José Ignacio cumpliría de forma eficiente lo cometido por la superioridad real, en su visión colonizadora demarcaría el primigenio asentamiento, organizando la ubicación de la plaza e iglesia, y dotando de solares y provisiones a sus acompañantes en la arriesgada encomienda. Entre las normativas del proceso fundacional estaría la designación de una Calle Real, expresada en la Real Orden del 01 de noviembre de 1751, en ella se establecía para los pueblos del nuevo continente un cordel principal en honor al rey, a partir del cual surgirían las demás calles, es decir, esta arteria seria la médula principal del pueblo y el puntal de expansión. Y efectivamente esto ocurriría, en el umbral del siglo XX esta real vial seria la escogida por algunos inmigrantes italianos y comerciantes criollos para el establecimiento de sus expenderías, los cuales se mantendrían en actividad comercial hasta inicios de la sexta década del siglo caducado.

En continuidad con lo histórico, la más añeja de las calles de Guasdualito tiene sus épicas, como la del general Valentín Pérez, apodado “El Espaletao”, quien proveniente de México y llegado nuevamente a Venezuela, seguiría en su gesta, cayendo mortalmente herido de bala en la batalla de Guasdualito de 1913, referente a esto José León Tapia (+) en Tiempos de Arévalo Cedeño, en conversaciones con el viejo capitán Hilariòn Larrarte La Palma, le testificaría: “Eso fue un tiro de mauselin, repetía como explicación el general Valentín Pérez, cuando alguien miraba con extrañeza su porte con un hombro más caído que el otro, de donde le colgaba la carabina treinta- treinta que nunca le faltaba. Esa tarde (Batalla de Guasdualito de 1913) estaba eufórico, aperado con montura pico de plata y cabezada de lujo, al cinto la gran pistola de cachas labradas, y en la mano izquierda una varita de chaparro larga y flexible que reafirmaba sus gestos, al levantar la voz, diciendo: vamos pa´lante, para La Calle Real, y como si fueran uno solo obedecieron sus soldados para desparramarse en silencio por el sendero de polvo y casas encaladas, pávidos de susto sus habitantes. Adelante Valentín Pérez, varita en mano señalando el camino, hasta ponerse a tiro de fusil…Iba ciego es la verdad, por eso los balazos le parecían pájaros de vuelos fugaces, y los gritos desgarrados de los heridos vítores de triunfo como los escuchado en Torreón (Mex). Levanto la varita y fue como si llamase la bala, porque un plomo candente le partió el corazón. Cayo de bruces en la tierra…y solo tuvo tiempo para gritar: ¡Viva La Patria! Un soldado que iba a su lado, se detuvo, lo miro y exclamó: ¡Carajo nos mataron el alma de la revolución!

En el contexto anterior, otro personaje que expiraría por la carrera a pocos metros de la iglesia seria el boticario Silverio Agüero, en la batalla de 1921. El día de la refriega tropas revolucionarias comandadas por el doctor Roberto Vargas (a) “El Tuerto” (comandante en jefe), secundado por Fermín Toro (jefe de estado mayor), general Emilio Arévalo Cedeño (jefe de la primera división), general Pedro Pérez Delgado (jefe del batallón Aramendi) entre otros homéricos intentarían sin éxito tomar la plaza del poblado, la cual estaba defendida por 270 hombres bien apertrechados en el Cuartel Militar (hoy Casa de Gobierno) comandados los mismos por los oficiales gomecistas: general Benicio Giménez, coronel Antonio Pulgar y coronel Jesús Antonio Ramírez.Treinta y seis horas de plomo limpio con los Winchesters 30-30, y el continuo relampagueo de los machetes Collins, fueron más que suficiente para inundar las cuatro calles de tierra del pastoril y apacible pueblo con la hemoglobina humana, un légamo rojo bautizaría con espanto el nacimiento del día más tenebroso y mortal de nuestro pueblo, muertos de uno y otro lado, cuerpos sin cabezas y mutilados, paredes de barro agujereadas por el plomo darían cuenta de lo sucedido, una escena de horror sacada del mismo infierno, con muchos costos impagables como fue la pérdida del boticario Agüero, muerto por un certero plomazo al cruzar la Calle Real, cuando se dirigía a prestar los primeros auxilios al doctor Ricardo Arria Ruiz, caería el herbolario entre las casas de Francesco Guarino y la del coronel Natalio Matute, para luego ser velado por su compadre Francisco Padilla en el corredor frontal de La Estación.

Desde el periplo fundacional hasta finales de la cuarta década del siglo pasado se mantendría la designación. Sería para 1949 por iniciativa del concejal Vicente Guevara que se toma en cuenta el cognomento de Avenida Miranda, en tributo al prócer nacido el 28 de marzo de 1750, y del que para 1950 se cumpliría el bicentenario de su natalicio. La propuesta seria aprobada por unanimidad por el resto de los ediles, sin embargo, por los continuos años y aun con la nomenclatura urbana de 1962 se continuaría conociendo como la Calle Real. Para las festividades de la señora del Monte Carmelo era fiel la tradición de efectuar en la corredera los toros coleados, en símil no distante con las localidades españolas, en donde por la Provisión de la Real Cancillería de 1525 se estipulaba la costumbre del correr de toros. Pasarían algunos abriles, vendría un rápido crecimiento del pueblo, y la necesidad de expansión, se extendería la Avenida Miranda de norte a sur, agregándosele el tramo del terraplén de El Gamero y el empalme conocido como el terraplén de los chiguires. Calle Real y Avenida Miranda, diferentes designaciones en un solo pueblo con muchas historias por inquirir.

POR ALJER EREÚ.-.


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