NO ERA EL FIN DEL MUNDO
ERA EL AÑO DEL COMETA
Por: Aljer.-
E inmediatamente después de la tribulación de aquellos
días, el sol se oscurecerá, y la luna no dará su resplandor, y las estrellas
caerán del cielo, y las potencias de los cielos serán conmovidas. Mateo 24:29.
Eso lo anuncio el profeta:
que el cielo se oscurecería
doña Luisa presentía
que el final estaba cerca.
El diez de enero se inquieta
al leer las cabañuelas,
sacudió al suelo la suela
llorando con muchas ganas,
de miedo por la oscurana
causada por el cometa.
Para la guasdualiteña Luisa Sánchez, mujer
perteneciente a una digna y fundadora progenie y madre del recordado
alejandrino don Publio Sánchez, la anterior perícopa de Leví de Alfeo parecía
cumplirse al pie de la letra iniciando el año 1910. Transcurrida la segunda
quincena del primer mes del calendario gregoriano, su particular aguzar a la
bóveda nocturna le haría notar el parsimonioso movimiento de una estrella
refulgente en el horizonte norte del cielo de Guasdualito. Para doña Luisa esto
sería la confirmación de su palpitar constante, llegando a creer resueltamente
en la llegada del fin del mundo, creencia que contagió a sus vecinos y
amistades más cercanas. Además de esto, conjeturaba la mencionada que los
menstruales e infernales vapores del sórdido Sarare en el mes de enero eran el
presagio de algo por ocurrir y nunca visto en el pueblito de cuatro amorres
polvorientas y angostas, su religiosidad o dotes extrasensoriales le darían la
razón en contados días.
Eso acontecía en el incólume y candoroso Guasdualito
de principios del siglo pasado (XX), mientras, el resto del mundo se preparaba
para la aparición del cometa Halley, cuerpo cósmico y brillante cuyo paso cada
76 años traía consigo eventos y sucesos de considerada importancia. El año 1910
no sería la excepción; la extraña defunción del escritor ruso León Tolstói, el
robo del óleo La Gioconda o Mona Lisa (esposa de Francesco del Giocondo) y el
inicio de la revolución mexicana coincidirían con el transito orbital del
brillante asteroide. Es de resaltar que para el periodo en referencia (1910) se
iniciaba la oleada migratoria de italianos a Guasdualito, arribando los
troncales a su destino final luego de una travesía digna de la narrativa de
Victor Hugo. Ya en Periquera: los Grieco (José Antonio, Giussepe y Nicola),
Labanchi (Cayetano padre de Genaro), Fulco (Giussepe, Francesco y Pedro),
Guarino (Francesco y Vicenzo), Migliola (Giovani y Andrea), Maiorana
(Ruggerio), D´Stella (Vittore transliterado Victor Donato), Laporta (Juan y
Francesco), Panza (Pascuale y Matteo), los primeros en arribar, llegarían a
quedarse y a sembrar sus cepas en las áridas tierras alto apureñas, ellos al
igual que los candorosos locales serian testigos del año de la oscurana.
El 01 de febrero de 1910 arribaría al ancladero del Gamero el vapor o steam boat El Meta, con el llegarían noticias alarmantes, las que charlatanes y ominosos de oficio se encargarían de abonar para caldo de cultivo. La vox populi más para mal que para bien era que se acercaba inevitablemente el final de la humanidad, causada la misma por la caída de un lucero descomunal con aglutinante cola en forma de palma real. Rápidamente se esparcirían los rumores con la ya vehemente brisa veranera. El domingo antes del carnaval en la rustica iglesia del pueblito, el presbítero ibérico Pedro Arrupe del Castillo, en su poco consolador sermón y, para mayor angustia hacía mención a lo escrito por el profeta Isaías: ¡Cómo has caído del cielo, oh lucero de la mañana, hijo de la aurora! has sido derribado por tierra, tú que debilitabas a las naciones. Añadiendo el devoto: se cumple la palabra, el fin ha llegado. Como era de suponer al hacerse más visible el cometa Halley, con esas pocos alentadoras predicas mayor temor y pánico causaba en los castos pobladores de la casi aldea, tan apartada de la civilización.
La conmoción entraba en etapa álgida. El italiano
Vicencio Guarino aun sin parlotear correctamente el idioma español, ante una
muchedumbre consternada en la plaza Bolívar trataría en vano de dar a entender
que el suceso era un acontecimiento natural visto en varias partes del orbe,
caldeados fanáticos lo obligarían (y, no en forma pacífica) a guardar silencio.
El extremo llegaría cuando las mujeres prohibieron a sus hijos ver al cielo
para no quedar ciegos, no contagiarse o morir de fiebres y pestes. La
desinformación en Guasdualito para la época era angustiosa, sin mencionar la
calidad de la instrucción, en ese cuadro la aparición fue tomada en forma
inocente y descabellada como el cumplimiento de la profecía del fin de mundo.
La oscurana pronunciada o la larga noche (como algunos empezaron a llamar a la
extraña contingencia) además de angustiar a la población alteró los hábitos y
costumbres de los animales domésticos y silvestres, tanto así, que los gallos olvidaron
sus cantos rutinarios, al igual que la costumbre de recogerse en las ramas de
las arboledas. Dantas, venados y chiguires se convirtieron en asiduos y
normales visitantes en las adyacencias de la plaza Bolívar.
Como ingrediente a la tragedia, la bajada de los
cúmulos de condensación ocasionaría un impróvido desbordamiento de las aguas
del Sarare, la creencia popular tomaría auge con esto. El recordado Vicente
Limardo referiría años después que: para muchos la crecida en el verano se
debía a la caída de la estrella dragón en el río Arauca, luego avanzaría unos
tramos hasta sumergirse en las profundidades del torrente. Imaginación para
todos los gustos, dirían algunos. Lo real y comprobado fue que la densidad
atmosférica se convirtió en una capa oscura y fija de irrespirable traza con
sus consecuencias de irritante ardor, resultando esto muy nefasto tanto para
las personas como para la ya aquejada ganadería (principal sustento de la
incipiente economía) muchos ganaderos se verían afectados por la pérdida
completa de sus rebaños, diezmados por la ausencia de pastos.
Llegado el mes de abril, y con él los días santos,
entraría en escena Laureano Ojeda (o Márquez) este nómada asceta sin previo
aviso se autonombraría como el profeta Enoc; en su asomo por La Manga del Río
con actitud de superioridad y displicencia anunciaría: salven sus almas, el
dragón ha caído, el fin llega. Muchos incautos atemorizados por sus palabras de
inmediato caerían de rodillas solicitando filantropía divina, formándose una
multitud a las orillas del río pidiendo ser cristianados por tan pomposo
personaje. Tal aparición resulto inquietante y jaranera, el grupo de
mediterráneos recién migrados a Guasdualito observaban las escenas con
incredulidad, Gaetano Labanchi (padre de don Genaro) comentaría a un grupo de
sus coetáneos: “Nel paese dei ciechi un guercio è re”. En la traducción: En el
país de los ciegos, el tuerto es rey.
Con la llegada del invierno empezaría a desaparecer la
cortina negra del ambiente, sin embargo, la cura resultaría peor que la
enfermedad, lo que vendría luego sería una atroz inoculación que afectaría a
seres humanos y animales vacunos, según el profeta: las plagas de Egipto
azotarían nuevamente, en cumplimiento fortuito de sus palabras un enjambre no
de langostas sino de gusanos malignos azotaría a las vacas y cerdos, reduciendo
considerablemente la cuantía animal. Para el mes de diciembre de ese año ya los
efectos de la oscurana habían mermado, constantes misas y rezos a lo ancho de
la geografía alto apureña parecían haber llegado al tímpano de la providencia
divina.
ALJER.-
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