REDES SOCIALES

viernes, 25 de junio de 2021

PULPERIA LA COLMENA

 




PULPERÍA LA COLMENA

Autor: Hugo Arana Páez

Continuando con los ensayos publicados en la serie HISTORIA AMENA, en esta ocasión me referiré a una popular pulpería conocida como LA COLMENA, la cual le dio nombre a una céntrica y concurrida esquina del San Fernando de mediados del siglo veinte. Asimismo, se hará una aproximación a la vida y obra de su fundador, el comerciante Don Chicho García; también se definirá la voz pulpería, los orígenes de estos negocios en Venezuela, una reseña de las más populares en San Fernando y lo más importante, algunas listas de precios de los alimentos en LA CIUDAD DE LA ESPERANZA hasta mediados del siglo XX cuando nuestro país se caracterizaba por ser una ECONOMÍA DE PRECIO FIJO.

Una vez más, doy las gracias a los artistas plásticos, y a los fotógrafos profesionales o aficionados a ese arte, quienes con sus hermosos lienzos y sus bonitas y coloridas imágenes engalanan y facilitan la comprensión de estos trabajos, porque la verdad sea dicha como da trabajo garrapateá esta jodía… ja, ja, ja.

1. ¿POR QUÉ SE LLAMÓ LA COLMENA?

A principios del siglo veinte, los comerciantes Don Chicho García y su hermano Simón García, un buen día decidieron establecerse a una cuadra de El Cañito, en una casona situada en el ángulo sureste de la intersección de las calles 19 de abril y 24 de julio (ver una vaina llamada croquis ja, ja, ja); una regia vivienda de dos aguas, de techo de enmohecidas tejas, de anchas paredes de adobe y seis enormes y anchos portones de resistente madera que miraban hacia un ancho corredor o techadillo de tejas que daba frente a la calle 24 de julio y al Parque Independencia. En esa magnífica edificación, se instalaron los laboriosos hermanos con su negocio al que bautizaron con el sugestivo nombre LA COLMENA. Al respecto, el abogado, periodista y cronista de San Fernando Pedro Laprea Sifontes, escribió en su leída columna EL CRONISTA LUGAREÑO, publicada en un periódico local que posiblemente los hermanos le dieron esa denominación a su negocio por ser ellos incansables emprendedores y activos comerciantes como las abejas en un panal.

... “Don Chicho le puso el nombre LA COLMENA, tal vez imitando a las abejas, por cuanto, esos insectos son incansables trabajadores y tienen una organización perfecta en el interior de su panal. Así nació esta empresa situada en el cruce de las calles 24 de Julio y 19 de Abril, llamadas así en honor a dos fechas significativas de la historia de Venezuela”... (1)

En LA COLMENA los hermanos García comercializaban de todo; allí se vendía víveres al mayor y al detal, se compraban plumas de garza, cueros de caimán y de res para exportarlos vía Ciudad Bolívar en los vapores de la Compañía Anónima Venezolana de Navegación (CAVN) que atracaban en los puertos EL TAMARINDO, BARBARITERO o en el de HENRIQUE LIGERÓN ubicados en las calles 19 de abril y la Calle El Río o Calle 5 de julio (vía que pasa frente a la fachada norte del Palacio de los Hermanos Barbarito) muy cerca de LA COLMENA. En ese negocio, los bongueros, amén de abastecerse de mercancías conseguían las resistente palancas de anoncillo y horquetas de masaguaro para las mismas; asimismo canaletes y espadillas, es decir, todo para los CHICHARRONEROS (*). Es que allí había de todo como en botica a decir del mismo don Chicho.

En esa pulpería tanto los conuqueros, como los peones de sabana y los bongueros conseguían las herramientas para la labranza, los aperos para sus cabalgaduras, los instrumentos que requerían los bongos y de ñapa no faltaba la vara de medir, ni el tabaco en rama para la marinería que se quebraba el pecho, mejor dicho, para los que le metían el pecho a la resistente palanca, en su empeño de remontar las chorreras de los torrentosos ríos apureños ja, ja, ja.

LA COLMENA ocupaba todo lo que es hoy la sede del Banco Provincial (media cuadra de frente, ver la difusa foto), limitando al Sur con la casa de familia de don Pedro Segundo Salas, propietario de la moderna BOTICA CENTRAL situada en el ángulo noreste del cruce de las calles Comercio y 24 de Julio, donde hasta hace poco funcionó un cafetín propiedad de un ciudadano venido del Medio Oriente. En LA COLMENA don Chicho atendía a sus clientes con una sonrisa de oreja a oreja, es decir, con el chiste a flor de labios que evidenciaban su gran sentido del humor. También se le miraba muy afanoso detrás del largo mostrador de madera recorriéndolo del timbo al tambo en su diario y monótono corri corri. Mientras que frente a su negocio reinaba la placidez del Parque Independencia (**)

Refería el cronista de la ciudad, Pedro Laprea en su leída columna del periódico local El Llanero, que en una esquina de esa plaza se hallaba un tarantín propiedad de un tercio de apellido PELAYO, siendo conocida esa taguara coloquialmente como EL QUIOSCO DE PELAYO un vendedor de chucherías, donde no faltaba la cuerda de carajitos comprando la conocida SORPRESA, un cartuchito de cartón de aproximadamente diez centímetros de largo por uno de ancho forrado en papel crepé de color verde, azul, rojo o amarillo. Afanosos, los niños abrían el bendito y curioso empaque donde encontraban, amén de unas diez bolitas de caramelo del tamaño de un grano de frijol de variados colores, una sortijita de cobre, un carrito, un pitico o cualquier baratija de mala muerte…y en eso consistía la bendita SORPRESA ja, ja, ja, no obstante, las inocentes criaturas se sentaban en uno de los bancos del parque a saborearlas con gran placer, mientras se divertían contemplando el imponente edificio de los Hermanos Barbarito y a los sudorosos y extenuados caleteros cargando y descargando mercancías de los hermosos y humeantes vapores a leña anclados en ese fondeadero. Mientras que en el ángulo suroeste de ese parque se veían a los Choferes de plaza con sus relucientes automóviles prestos a que algún parroquiano les solicitara una CARRERA o les instara a hacerle un viaje expreso al centro del país. Tampoco faltaba un muchacho con su azafate de madera al hombro atapuzao de calienticas cachapas cubiertas de un pañito balnco; un vendedor de TOSTADAS (arepas rellenas con pisillo de res, chigüire o queso y rebosadas en huevo); un vendedor de MAJARETES de color, a base de coco rallado y espolvoreados de canela molida en un plato de peltre; asimismo, se miraba un vendedor de quinticos de loterías tocando alguna destartalada armónica y por supuesto, no faltaba un limpiabotas muerto e´ la risa lustrándole los zapatos de PATENTE (Charol) a algún PESAO del pueblo ja, ja, ja; ese simpático paisaje urbano junto a la Plaza Libertad, el Palacio Fonsequero (sede del Poder Ejecutivo), The London Bar, la Casa Importadora-Exportadora Modesto Fernández CA., la posada y sala de Juegos del italiano José Danelo, conocida como Hotel Danelo (situada en el ángulo sureste de la intersección de las calles Comercio y 24 de julio, donde años más tarde se instalaría la Botica Central del boticario Pedro Salas), el Teatro Cine Astoria (situado en la Calle Comercio entre calles 24 de julio y Miranda), los fondeaderos El Tamarindo, Henrique Ligerón, Barbaritero y las casas comerciales situadas en la Calle Comercio al sur de la Plaza Gómez como Lleras Codazzi, constituían el HINTERLAND de la PULPERÍA LA COLMENA...

Lamentablemente LA COLMENA comenzó a decaer y un adverso día don Chicho debió tomar la triste decisión de cerrar las puertas de la otrora boyante pulpería de pueblo y sin comentarle a nadie sus razones, el viejo Chicho tomó la calle y de pulpero se trocó en trashumante vendedor. En ese nuevo oficio se le miraba andar presuroso y trajeado con un elegante flux de lino Marzoto blanco, corbata negra y sombrero de suave paño marca BARBISIO; mientras que en las manos cargaba un maletín negro de fina piel donde llevaba la mercancía; por cierto, de las solapas de la chaqueta llevaba colgadas a modo de muestrario, algunas baratijas y así, esa quincalla ambulante, enérgica recorría del timbo al tambo las calurosas, polvorientas y solitarias calles del pueblo…

Del pulpero Don Chicho García, podemos decir que fue un hombre que tenía tabaco en la vejiga, que no se le enfriaba el guarapo, que no le metían el tiempo en agua, que tenía guáramo o resumiendo ¡UN PALO DE HOMBRE! qué es lo mismo que decir UN LLANERO CUATRIBOLIAO…ja, ja, ja, por cuanto, enfrentó las adversidades con dignidad, valor y sobre todo con humor. Así fue como este sesentón comenzó su nueva vida de trotamundos por todo San Fernando, donde de casa en casa se le miraba ofertando sus llamativas mercancías; por cierto, iba armado de un lápiz y una gruesa libreta en la mano donde anotaba la mercadería que alguien le compraba. Victorioso y muy sonriente, con los dientes bien pelaos y para celebrar la ocasión, largaba la mordaz expresión UNO QUE CAYÓ MORDIDO… ja, ja, ja y como si nada, muy campante seguía su camino por las polvorientas, solitarias y soleadas calles del bucólico San Fernando. También, cuando se tomaba un café o un refresco, sacaba la bendita libreta del DEBE Y EL HABER como él jocosamente la llamaba y mientras anotaba el gasto del refrigerio, salmodiaba muerto e´ la risa en alta voz…

- …“Medio real perdido para este cuerpo que se lo han de comer los gusanos… ja, ja, ja”

Así, siempre con la sonrisa a flor de labios continuaba sin ton ni son su infinito periplo… Su vida transcurrió en un sempiterno trajín hasta que un infausto día LA PELONA sin que se le aguara el ojo, ni se le enfriara el guarapo tampoco ja, ja, ja… decidió llevárselo con maletín, lápiz y libreta a vender sus baratijas en el cielo...

Más tarde la casona donde funcionó LA COLMENA fue ocupada por la panadería de don Cesar Rizo y el sonado nombre de la popular pulpería se fue borrando de la conocida esquina y peor aún, de las mentes de los sanfernandinos…

Transcurrido un tiempo, don César vendió su negocio y como quien no quiere la cosa, a la calladita también cogió su cachachá y dejó el pelero... Nuevamente la casa (ver desteñida imagen en blanco y negro de una regia y antigua vivienda de seis portones de madera) fue ocupada por otra panadería, siendo su propietario don Pablo Rodríguez (hermano del comerciante guayabalense don Ignacio Rodríguez, quien en la intersección de las calles 19 de abril y Queseras del medio se había instalado a orillas de EL CAÑITO con su mayor de víveres LA MASCOTA) quien después de algún tiempo vendió el negoció y pegó la carrera hasta Caracas, donde fijó su residencia. Posteriormente el tipógrafo Leonte León, se instaló varios años con su imprenta y más tarde, también dejó el pelero… ja, ja, ja, después se establecería durante algún tiempo la Cámara de Comercio de Apure, hasta que el Banco del Caribe compró la casona y sin ningún miramiento fue echada abajo, para construir la moderna sede de esa institución que luego pasaría a manos del Banco Provincial hasta el día de hoy.

2. SAN FERNANDO: EN TIEMPOS DE PULPEROS Y PULPERÍAS…

Siempre ha habido cierta conexión entre pulpero y pulpo, en ese sentido, el historiador venezolano Fray Pedro Simón, publica en 1627 sus Noticias Historiales donde dice que a los pulperos les dieron ese nombre porque tenían muchas cosas que vender, como patas tiene un pulpo.

“...al modo que los pulpos tienen muchos pies...” (2)

También existe otra explicación de la palabra pulpería.

“…pulpero como derivado de pulpa. Efectivamente, en Cuba, según Constantino Suarez, llaman pulpero al vendedor ambulante de pulpa de tamarindo, que suele ser un tipo callejero gracioso por su aspecto y su pregón…” (3)

Éste iba con su agradable pregón recorriendo las calles de los pueblos de ese país y más adelante Rosenblat aporta una tercera versión, que cuenta.

… “Desde los días tempranos de la conquista de México los establecimientos indígenas donde se vendía el pulque, la bebida fermentada del maguey o agave, se llamaron pulquerías”… (4)

Más adelante refiere Rosenblat, que es posible pensar que el español la haya llevado a otras tierras de América, por cuanto, muchos de los conquistadores y primeros pobladores de México se trasladaban al Perú y a otras tierras americanas. Por supuesto, una PULQUERÍA fuera de México tenía que vender en lugar de pulque, otras bebidas fermentadas. En ese sentido es probable que el nombre PULQUERO se asociara con pulpo o pulpa y se transformara PULPERO en Venezuela.

De ese constante relacionamiento entre las colonias españolas se originarían las primigenias pulperías en Venezuela. Ya para el siglo XVI (años 1500), el 12 de febrero de 1592 el Cabildo de Caracas ordenaba que ningún pulpero vendiera cosa alguna a ningún negro esclavo sin permiso del amo. Ya desde comienzos de la Colonia existía en Venezuela un gremio de pulperos. En ese sentido, Las Leyes de Indias regulaban el funcionamiento de las pulperías, por cuanto, en esos negocios, amén de alimentos se expendían pócimas, elixires, cosméticos y literatura popular, entre las cuales podía hallarse alguna obra subversiva que alterará el orden colonial en esta Capitanía General…

Hoy las pulperías han sido suplantadas por las casas de abastos, las bodegas y las grandes y frías cadenas de supermercados que no brindan el calor y la intimidad de las desaparecidas pulperías y es que esos pequeños negocios de pueblo se complementaban con sus ribetes de botiquín (adonde acudían los parroquianos HECHOS LOS GUEVARA… a beber encapillaos ja, ja, ja). Entre tantas instituciones que han desaparecido en San Fernando a las pulperías también les llegó su turno. Algunas de ellas a duras penas subsisten en los barrios y campos de Apure, pero sin la connotación y el ambiente popular que en un tiempo fue lo característico de esos negocios, donde el FIAO y la simpática ÑAPA reinaban orondos en esos cálidos espacios… ja, ja, ja. Como las quincallas, las pulperías de los pueblos llaneros no solo fueron las acogedoras casas de abastos, sino el sitio de reunión de los viandantes, de los bebedores encapillaos, el lugar de las conspiraciones contra el gobierno de turno, también el espacio para el chisme de los acontecimientos nacionales, regionales y locales; también el sitio donde el muchacho de mandado, a cada rato regateaba con el pícaro pulpero el peso, el precio y la correspondiente ÑAPA… ja, ja, ja. Las pulperías con sus ÑAPAS y el FIAO estuvieron vivitas y coleando hasta finales de la década de los años cincuenta de la centuria pasada. Por cierto, algunos de esos negocios tenían el servicio de reparto a domicilio, llamado ahora eufemísticamente DELIVERY… me río del hambre después que como o Primero fue viernes que sábado ja, ja, ja; por cuanto, desde hace añales las pulperías prestaban ese servicio en San Fernando y se conocía como REPARTO A DOMICILIO. Por cierto, esas entregas las hacía generalmente un muchacho, quien encaramao en una bicicleta de reparto llevaba los víveres a las viviendas desde donde se había hecho el pedido. Por cierto, esas solicitudes se efectuaban mediante un RECADO (escueto mensaje burdamente garrapateado en un papelito…ja, ja, ja) y últimamente, cuando don Emilio Rodríguez Saintón, a finales de la década de los años cuarenta instaló en su casa de familia la primera empresa telefónica; los PESAOS del pueblo comenzaron a solicitar sus requerimientos de alimentos por teléfono. Hoy, como ya no existen pulperías, tampoco se ven a los sudorosos muchachos encaramaos en una bicicleta llevando el REPARTO A DOMICILIO, ícono de la actividad económica del bucólico San Fernando de la década de los años cincuenta, ahora nombrado eufemísticamente DELIVERY que ni sé que jodía es esa… ja, ja, ja.

Las pulperías como LA COLMENA, tenían una ubicación muy especial en los pueblitos llaneros; preferiblemente se hallaban en las esquinas, instaladas en una casona de por lo menos dos enormes puertas de madera que miraban hacia la calle principal y una hacia la transversal. Eran viviendas de adobe, de anchas paredes, techos de tejas, que daban cobijo a un amplio mostrador de madera, detrás del cual estaba siempre sonriente el pulpero y al fondo unas estanterías de madera donde se exhibían los víveres.

En el pastoril San Fernando de la década de los años cincuenta existían muchas pulperías, según lo reseña Franco Castillo en su obra El último violín, donde incluye a LA ARAGÜEÑA, propiedad de su padre Don Pancho Castillo, seguida de una larga lista de esos abastos que incluía, dirección, nombre del negocio y el de su propietario.

… “Las Gradillas de Rafael Requena, en el cruce de las calles Ricaurte y Sucre; La Colmena, de Don Chicho García, en el cruce de las calles 19 de abril y 24 de julio; La Zapoara; La Época; La Aragüeña, de Pancho Castillo en el cruce de las calles Negro Primero con Páez; Verdún, del teniente Pérez Prieto en el cruce de las calles 24 de Julio con Páez; La Siempre Viva, de Lique Delgado, en el cruce de las calles Páez con Girardot; La Chinera, del Mocho Veloz en la calle 24 de Julio entre calles Sucre y Páez; Mi Cabaña, que le daba el nombre al Puerto Mi Cabaña en el cruce de las calles Páez con La Miel; La Espiga de Oro, de Ángel María Aquino en el cruce de las calles Independencia con Páez; El Pabellón del Barrio, de Don Rafael Tirado, ubicada en el cruce de las calles Municipal con Chimborazo; La Vencedora, de don Telésforo Pérez en el Barrio Perro Seco; El Gallo de Oro, del mismo Ángel María Aquino en la calle Comercio entre Calles Fonseca (hoy Boulevard) y Arévalo González”... (5)

En esas pulperías como LA COLMENA se vendía hasta aceite de oliva en un envase de latón de doble medida, hecha por un latonero local; por un lado el pulpero la llenaba de aceite y cobraba un centavo, por el otro lado, como la medida era mayor cobraba una locha (doce céntimos y medio de bolívar). Según una publicación del periódico Letras en su edición del 4 de septiembre del año 1933, aparece una lista de precios de los insumos que regían en el Mercado Libre, ubicado en esa época entre las calles Comercio y 19 de abril, era un pasaje que conectaba a ambas calles y a ambos lados del mismo se hallaban los puestos de venta. A continuación, Edgard Decanio en su obra Repuntes II el San Fernando de ayer, detalla una lista de precios que regía para el Mercado Municipal y las pulperías.

… “Arroz blanco 1,00 kilogramo, Queso blanco 1,00, Café en grano 1,25, Café molido 1,50, Frijoles bayos 1,37, Frijoles blancos 1,50, Papas 1,50, Cebolla 1,75, Casabe 1,25 la torta, Carne fresca 1,00 Kilogramo, Carne salada o tasajo 1,00, Aguardiente 1,75 litro, Ron 4,00, Cocuy 4,50, Cerdo 1,00, Huesos de cochino 1,00, Chicharrones 9,75, Jabón amarillo o de la tierra 0,75, Leche 0,37 litro, Jabón amarillo 0,75, Azúcar blanca 1,00 kilogramo. Azúcar moscabada 0,62, Panela de dulce o papelón 0,12, Chigüire 1,00 Kilogramo, Tortugas grandes 6,00 Unidad, Maíz pilado 0,75, Pescado dorado 1,00 kilogramo, Bagre 1,00, Arencas 0,75 kilogramo, Manteca 1,75 litro.…“ (6).

Citando también a Ramón Oviedo en su obra Sabaneando mis recuerdos, se mencionan los precios de venta de algunos productos para el año 1945.

… “Un kilogramo de carne res Bs. 1,45 Una panela dulce (1 kg) 0,25 Medio kilogramo de carne y un kilogramo de hueso Bs. 1,37 Un kilogramo de verdura (yuca, topocho y ocumo) Bs. 0,50 Una panela de jabón (de la tierra o amarillo) Bs. 0,25 Un kilogramo de manteca vegetal Bs. 3,00 Un Kilogramo de azúcar Bs. 1,00 Un kilogramo de arroz Bs. 2,00 Un kilogramo de papas Bs. 1,00 Un Kilogramo de Cebolla Bs. 2,00 Un Galón de aceite (3,785 Litros) Bs. 13,00 Una lata de Kerosene (18litros) Bs. 3,00 Una lata de Creolina (1/2 litro) Bs. 2,00 Un Kilogramo de frijol Bs. 1,00...“ (7)

Además de los bajos precios el pulpero recompensaba a sus clientes con la conocida ÑAPA. Por cierto, en la década de los años cincuenta, se vendía en esos negocios una manteca blanca en barra, marca LOS TRES COCHINITOS; en esa época, el presidente de la República era el General Marcos Pérez Jiménez, quien junto a Luís Felipe Lloverá Páez y el ideólogo de la dictadura Laureano Vallenilla Planchar, formaban un trío de gorditos. En ese sentido, los mamadores de gallo de San Fernando al comprar esa manteca, le solicitaban de una manera socarrona al pulpero.

-¡Véndeme una panela de manteca del GENERAL je, je, je¡

Era una disimulada manera de burlarse de los tres gorditos que detentaban el poder entonces en Venezuela.

A esos negocios acudían los muchachos que hacían los mandados diarios de la familia que vivía aledaña a esos negocios; asimismo los asiduos moledores de caña quienes iban a echarse su traguito de aguardiente, rondón (ron) o aniceto (anís). Otros a comentar el acontecer cultural, deportivo o político que informaba la prensa o la radio: Pero también iban a conversar sobre el diario quehacer del barrio. Es que esos establecimientos fueron centros de reunión, referencia cultural, social y política de la ciudad.

En Venezuela ha habido muchos pulperos famosos como fueron: José Tomás Rodríguez Boves El Taita; Francisco Rosete, un pulpero gordito de Camatagua y Ezequiel Zamora en Villa de Cura. Aquí en San Fernando, hasta finales de la década de los años setenta de la centuria pasada hubo muchos de esos populares negocios y más populares, simpáticos y conocidos fueron sus dueños como: El Teniente Cordero (Juan Bautista Cordero) en la Pulpería El Chimborazo; El Teniente Pérez Prieto en su Pulpería Verdún; Rafael Requena (a) Rollón en Las Gradillas y muchísimas más que se me escapan de la mente.

Bien amigos, como he escrito hasta la saciedad de las desaparecidas pulperías y como no hay pulperías sin ñapas, he creído pertinente que después de ese largo guarapo de YANTÉN (lo digo por la lloradera que les he pegado por la desaparición de las pulperías y más por las ÑAPAS ja, ja, ja) voy a regalarles el jocoso poema de nuestro Aquiles Nazoa ADIOS A LAS ÑAPAS pa´ que gocen un puyero ja, ja, ja, y así se olivan de tanta LLORADERA ja, ja, ja, así que agárrense duro en el bate que la pelota es nueva, ahí les va…

ADIOS A LAS ÑAPAS

Aquiles Nazoa

Allá, cuando yo era niño

ya un poco zagaletón,

de medias acordonadas

y gallitos en la voz,

cuando yo jugaba metras

-pepa uno y palmo dos-

y traicionaba a la escuela

para irme de manganzón

a atiborrarme de mangos

por esos mundos de Dios.

Cuando yo estaba chiquito

-chiquito, pero atacón-

por ser entre mis hermanos

el hermanito mayor,

era a mí a quien le tocaba

cumplir con la obligación

de hacer los diarios mandados

o comprar al por menor.

Era el cliente cotidiano

de un pulpero rezongón,

de aquellos que todavía

usaban gorra y batón

y empleaban una cabuya

para picar el jabón;

y tenían siempre un gato

echado en el mostrador,

y una armadura repleta

de perolas de salmón,

de manillas de tabaco

y algún que otro escobillón

y un gancho lleno de "Vales"

junto a un anciano jamón,

y un ramillete de escobas

ahorcadas junto al portón.

Mas lo que a mí me gustaba

de aquel pulpero, lector,

es que era el representante

de una noble institución

que, como muchas otras cosas,

hace tiempo se acabó:

¡La institución de las ñapas,

las ñapas de papelón,

o bien las ñapas de queso

o bien las de ambos a dos

que integraban el binomio

de Judas con San Simón.

A veces no daban ñapa,

mas daban algo mejor;

apartaban un frasquito

propiedad del comprador,

y por compra que está hacía

le metían un frijol,

y al estar tan lleno el frasco

que no le entrara el tapón,

ah señores, que golilla,

señores, que golillón,

¡le daban a usted tres lochas

o un regalo a su elección!

(Lo que en verdad no era nada,

porque tres lochas ¿qué son?,

pero que a un niño de entonces

le llenaba el corazón

igual que el aire, que es menos

llena un globo de color.)

Hoy ya no existen pulperos

de cachucha y chaquetón

(los últimos que quedaban

Rockefeller los barrió);

en las antiguas bodegas

se puso por siempre el sol

y hace muchísimos años

que la ñapa se acabó.

¡Adiós, ñapas infantiles

de grata recordación;

adiós, mis líricas ñapas;

adiós, mis ñapas, adiós!

Al pensar en vuestro eclipse

se me vuelve el corazón

como un niño de diez años

que, de portón en portón,

va pidiendo inútilmente

¡su ñapa de papelón!

CONCLUSIÓN:

En este ensayo se ha hecho un reconocimiento no sólo a un viejo pulpero de pueblo como fue don CHICHO GARCÍA, sino a todos aquellos que se han dedicado a ese digno oficio y tambien, para destacar que esos negocios contribuyeron a enriquecer la identidad de los más reconditos pueblitos llaneros, por cuanto, el nombre de su razón social trascendió los desvencijados portones de esos negocios y se fue a bautizar lúgares de encuentros de LA CIUDAD DE LA ESPERANZA, como fueron algunas concurridas y conocidas esquinas de San Fernando como: Las Gradillas, La Aragüeña, Verdún, La Chinera, La Vencedora, El Chimborazo, La Lucha, La Zapora, La Siempre viva, La Época, El Matajey, Mi Cabaña, La Espiga de oro, El Pabellón del barrio y LA COLMENA entre tantas otras que deben su nombre a esos ancestrales negocios.

Asimismo, con este ensayo he querido destacar que con la desaparición de nuestras acogedoras PULPERÍAS se acabó LA MAÑA DE PEDÍ REBAJAS… mucho menos querer echar un FIAO… y de ñapa, también se murieron LAS SIMPÁTICAS ÑAPAS a las que tanto le cantaba nuestro Aquiles Nazoa y como conclusión final, amigos, nunca se les ocurra pedirle LA ÑAPA a un chino, porque…mejor me callo la jeta ja, ja, ja.

NOTAS:

(1) Laprea Sifontes, Pedro El Llanero, Pág. 5.

(2) ROSENBLAT, Ángel. Buenas y malas palabras, Editorial Edime, Tomo, II, Caracas, 1969. Pág. 29.

(3) Ibídem Pág. 254

(4) Ob. Cit. Pág. 254

(5) CASTILLO, Franco. El último violín págs. 117-118

(6) DECANIO, Edgar Repuntes II. El San Fernando de ayer Págs. 196-197

(7) OVIEDO MONTOYA, Ramón Sabaneando mis recuerdos, Págs. 82-83

(*) CHICHARRONEROS: Así se llamaban en Apure hasta finales de la década de los años cincuenta de la centuria pasada a los comerciantes que en invierno se desplazaban en bongos a canalete, palanca y espadilla por los ríos, caños y sabanas apureñas practicando el trueque. A los principales puertos de San Fernando no solo arribaban los vapores y barcos de la CAVN, sino también chalanas, sino los bongos de los Chicharroneros, Siendo estas embarcaciones, las que por ser de menor calado realizaban durante todo el año (invierno y verano) el comercio y la navegación en Apure. Por supuesto, en verano navegaban únicamente por los ríos y caños; mientras que en el invierno además de viajar por esos torrentes, lo hacían por las sabanas, por cuanto, éstas se anegaban a consecuencia de las copiosas lluvias y del desbordamiento de los caños y ríos. Entonces, eran esos comerciantes quienes hasta mediados de la década de los años cincuenta del siglo veinte, satisfacían las necesidades de relacionamiento (económico, social y cultural) de las recónditas e incomunicadas poblaciones apureñas (caseríos, vecindarios, pueblos, fundaciones, hatos, fundos y hasta el más humilde rancho). Esos “AVENTUREROS” eran quienes les abastecían de: Medicinas, mercancías, vestimentas, víveres, herramientas, utensilios agrícolas y lo más importante, valiosa información, por cuanto, amén del chisme local, nacional e internacional, también cual HERALDOS les llevaban libros, periódicos y revistas viejas pero que los aislados pobladores ávidos de información las consumían (leían) desde los cachos hasta el rabo ja, ja, ja. Por cierto, los Chicharroneros, en algunos casos, eran propietarios de uno, dos y hasta de cuatro embarcaciones o sino las fletaban. Por cierto, puedo destacar un hecho anecdótico y es que ellos tenían a flor de labios un simpático refrán que decía A PUERTO CERCA NO HAY MARINERO CANSAO… ja, ja, ja, porque la verdad sea dicha, esos marineros de agua dulce al acercarse al lugar de destino echaban el resto con la palanca o el canalete ja, ja, ja.

(**) PARQUE INDEPEDENCIA: A partir del 24 de junio del año 1921 en honor al primer centenario de la Batalla de Carabobo, el entonces Presidente del Estado Apure el General Vincenzo Pérez Soto (lapso 1915–1921) bautiza esa plaza Parque Independencia. Posteriormente el 23 de junio del año 1923, a raíz del asesinato a puñaladas en el Palacio de Miraflores del General Juan Crisóstomo Gómez (a) Juancho o Juanchito (hermano del Tirano de La Mulera, el General Juan Vicente Gómez). Años más tarde, el Presidente de la Gobernación del Estado Apure, para hacerle arrumacos, carantoñas a El Bagre ordena colocar en el lugar un busto de del malo, remalo y remaluco difunto Juanchito… ¡Qué bolas tiene Bolaños…ja, ja, ja; lo cierto es que desde ese día se comenzó a llamar PLAZA GÓMEZ. A la muerte del tirano, el pueblo indignado sale a la calle y un jinete sin que se le agüe el ojo, enlaza la imagen y como a una vaca cachalera, muerto e´ la risa la arrastra por las calles del convulsionado pueblo...

Años más tarde (1951), se colocó un busto del Mariscal de Ayacucho Antonio José de Sucre, el cual engalanaba la plazoleta Sucre que se hallaba a la entrada del Palacio Fonsequero, el cual, en el año 1951 por órdenes del gobernador del Estado Apure, el también sanrafaeleño mandó a echar palo abajo a la hermosa edificación fonsequera de dos plantas y el busto del héroe de Ayacucho fue llevado a ese parque y desde ese día se comenzó a llamar Plaza Sucre (por cierto, no sé onde carajo está esa valiosa e histórica pieza). Hace pocos años se colocó un busto del patriota neogranadino Atanasio Girardot y a partir de entonces el parque lleva el nombre de ese héroe de la libertad.

Por cierto, con la llegada al Estado Apure del primer automóvil, concretamente llegó a la Capital del llano venezolano el 6 de febrero del año 1914, un carro marca FORD, modelo Tourim Car y desde ese año se iniciaría el servicio de taxis en San Fernando y los taxistas hicieron de esa plaza su centro de operaciones, por lo que esos trabajadores fueron llamados coloquial y despectivamente CHOFERES DE PLAZA y al Parque Sucre, PLAZA DE LOS CHOFERES; últimamente ha sido bautizada, también coloquialmente PLAZA DE LOS YUTONG, por cuanto, allí funciona la estación terminal de la línea de autobuses marca YUTONG ja, ja, ja. ¿Qué vaina pasa con una jodía que llaman IDENTIDAD…? ¿Onde carajo andará esa piazo e´ loca llamada IDENTIDAD que no la veo por ningún lao…?

(2) Ob. Cit Tomo II Pág. 29. (3) Ob Cit. Tomo II Pág. 29

NOTAS:

FUENTES:

Bibliográficas:

ARANA PÁEZ, Hugo Borraduras de ciudad. Fundación Editorial El Perro y la Rana. Colección El Apure de siempre, Serie Roja, Crónica. Red Nacional de Escritores de Venezuela. San Fernando. 2011. Págs. 100.

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