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miércoles, 8 de septiembre de 2021

PULPERÍA LA MARIPOSA

 


PULPERÍA LA MARIPOSA

Una vez más agradezco a los artistas plásticos y a los fotógrafos profesionales o aficionados a ese arte, quienes con sus hermosos lienzos y sus bonitas viñetas engalanan y contribuyen a la comprensión de estos trabajos. En este caso, doy las gracias al joven Gustavo Jiménez por haber hecho las magníficas tomas fotográficas; asimismo, me felicito, por cuanto, quien dibujó los GARABATOS que ilustran el croquis y la vivienda que cobijó a ese negocio, es quien garrapateó esta narrativa....

1. ¿QUIÉN FUE EL PULPERO JOSÉ DE JESÚS HURTADO?

En una entrevista que me concedió el músico (Bajo) guariqueño Vianney Díaz (Guayabal 1932) el día 3 de febrero del año 2021 en su domicilio situado en el ángulo noroeste del cruce de las calles Páez y Santa Ana del desaparecido Barrio El Mamón, diagonal al terreno donde estuvo establecido durante muchos años el popular negocio de víveres LA MARIPOSA, me informó que a mediados de la década de los años treinta, el comerciante guariqueño JOSÉ DE JESÚS HURTADO se estableció con su esposa (doña Margarita de Hurtado) en el ángulo sureste del cruce de las calles Páez y Santa Ana, donde vivía a sus anchas en una modesta, acogedora y hermosa vivienda de bahareque vio hecho realidad sus sueños.

LA MARIPOSA se instaló en una magnifica casa de techo de tejas de dos aguas, de tres anchos portones (dos que miraban hacia la Calle Páez y uno hacia la Santa Ana), uno de los cuales daba acceso a la casa de familia y otro al negocio; asimismo, poseía dos bonitas ventanas que daban hacia la Calle Páez, detrás un amplio corredor de tejas y al fondo un enorme patio donde se hallaba plantado en el centro un frondoso árbol de mango. En ese típico negocio de pueblo llanero, el avezado y simpático comerciante vendía víveres (arroz, casabe, frijoles, maíz en concha y pilado a granel, queso, manteca de cerdo por litros y una manteca vegetal marca Los Tres Cochinitos, kerosene para las cocinas y lámparas, astillas de leña para los hambrientos fogones, tabaco en rama; amén de estos rubros, el zamarro pulpero también vendía los solicitados preparados a base de caña clara y frutas (ponsigué, berro, guásimo y cuanta jodía se le ocurriera preparar…ja, ja, ja); asimismo, vendía una que otra copita de Rondón o de Aniceto al extenuado peatón que hallaba en esa pulpería un lugar de solaz y descanso, propicio para la grata tertulia. También, ofrecía las conocidas mascadas de tabaco en rama por cuartas…ja, ja, ja; además, las imprescindibles CARTERITAS (un frasquito de vidrio, atapuzao hasta la cacha de caña clara, del tamaño de una cartera de cuero que el consumidor guardaba en el bolsillo trasero) y las célebres MULITAS (idénticas a las CARTERITAS pero un treinta por ciento más grandes). Con la Carterita o la Mulita en la mano, el vicioso tercio -más puede el vicio que el juicio…ja, ja, ja- salía disparado de LA MARIPOSA a emburrase un trago tras otro, hasta quedar tendido en la acera largo a largo y al verlo en ese pesado y largo letargo, alguna vieja mojigata que iba rumbo a la capilla de la Virgen del Valle a darse golpes de pecho allá donde la vieja Paulina Salazar, le espetaba irónicamente:

-¡Qué vida tan dura…!

LA MARIPOSA era una pulpería ubicada en una esquina –donde preferiblemente se instalaban casi todos estos negocios- propiedad del guariqueño José de Jesús Hurtado, quien muerto e´ la risa vendía sus copitas de caña clara a un realito o a un bolívar. Entonces, circulaba en la Venezuela rural y agrícola la PESETA, moneda de plata Ley 835, equivalente a cinco reales, conocida también como BAMBA. En esa popular pulpería se hallaba un enorme mostrador de madera detrás del cual se apostaba muy servicial el zamarro MARIPOSO; también, adosadas a la pared estaban unas enormes estanterías de madera donde se exhibían los víveres; asimismo, estaba un banco de madera donde los jadeantes y sudorosos viandantes se sentaban a descansar, hablar pendejadas o a echarse un trago de Aniceto o Rondón... Mientras que en el fondo se hallaba un patio de bolas donde los sudados CONCAÑEROS, entre boches y arrimes, se emburraban uno que otro trago de berro, tamarindo, ponsigué o guama; por cierto, este trago los dejaba tendidos en el piso largo a largo, por cuanto, literalmente ese palo equivalía a UN GUAMAZO de Padre y Señor Mío que les propinaba el rolitranco palitroque… ja, ja, ja.

MARIPOSO (así lo apodaban cariñosamente los viejos parroquianos) era un simpático catire, gordito, retaco, pelo liso, de aproximadamente sesenta años de edad que no usaba sombrero y que además, decían que le daba duro a la lengua…ja, ja, ja, a quien algunas veces su esposa lo ayudaba a atender el negocio y a darle las merecidas ñapas a los muchachos y anotar en la ajada libreta el fiao que diariamente le solicitaban sus asiduos deudores, de los que algunos se le iban con la cabuya en la pata…ja, ja, ja.

2. LA PULPERÍA LA MARIPOSA Y SU HINTERLAND…

Ante todo expreso mi tristeza, por cuanto, observo que San Fernando es un pueblo de CASAS MUERTAS, donde a cada rato se mira el feo rostro representado en las ruinas de las viviendas abandonadas (la vieja sede del Hospital Acosta Ortiz –calles Sucre y Palofuerte- La Mascota –Calle Queseras del Medio y 19 de abril- la casa de la Familia Díaz –Calle Bolívar y Arévalo González- y LA MARIPOSA –Calles Páez y Santa Ana- entre muchísimas más), invadidas de maleza y convertidas en BASUREROS con la consabida contaminación visual, sanitaria y refugios de gente de mal vivir. En virtud de esa dramática realidad me refiero a LA MARIPOSA, donde en su lugar ahora se halla un terreno abandonado mutado en un BASURERO, donde hace unos años había un cartel que anunciaba que ese terreno pertenecía al Colegio de Abogados del Estado Apure; tal vez advirtiendo a los posibles invasores que se las iban a ver negras si se metían en esa “Propiedad”. Yo le aplicaría a esa gente el viejo aforismo: NI LAVAN NI PRESTAN LA BATEA… ja, ja, ja, por cuanto, sino utilizan ese bien, debería ser donado a una institución social sin fines de lucro para que construya un parque infantil, una escuela, un centro de salud o en todo caso, un patio e´ bolas…ja, ja, ja.

Pero volviendo con la idea del entorno de la pulpería LA MARIPOSA, voy a referirme al resultado de las entrevistas que me concedieron viejos vecinos de LA MARIPOSA como son: el músico (Bajo) Vianney Díaz el 3 de febrero de 2021 y la que el 4 de septiembre de 2021 me permitió hacerle en su hogar, el matrimonio integrado por el ingeniero agrónomo Julián Guevara y su esposa, la docente Yolanda Graterol, quienes viven en la Calle Santa Ana (a media cuadra de La Mariposa). Me contaban los entrevistados que diagonal a la ancestral pulpería (ángulo noroeste del cruce de las calles Páez y Santa Ana) se hallaba una casona de dos aguas, de techo de tejas, piso de cemento y amplios corredores que miraban a un bonito jardín, propiedad de Don Jesús Cadenas, que después perteneció a Don Marcelo Laprea y su esposa doña María Zácaro de Laprea, quienes junto a sus hijos, Aída y Omar, vivirían allí durante muchos años. Por cierto, a esa casona los parroquianos la bautizaron coloquialmente la Casa de los Laprea. Fue el hijo de este matrimonio, el médico Omar Laprea, quien se la vende a su colega, el médico cirujano José Elías Ettegui (Entonces, atendía la consulta en el viejo Hospital Pablo Acosta Ortiz, situado en el cruce de las calles Sucre y Palofuerte y su consultorio privado en la casa de sus suegros, la familia Ortiz, situada en el cruce de las calles Sucre y Ricaurte). Demás está decir que este galeno no habitó la casona de los Laprea, la cual se hallaba abandonada hasta el año 1990, cuando la vendería en Bs. 100.000,00 al músico y chofer de plaza Vianney Díaz, quien la echaría abajo para construir en el año 1991 el caserón de dos plantas (ver imagen), que a la usanza de las antiguas Casas de Vecindad de antaño destinaría al alquiler de habitaciones.

Frente a LA MARIPOSA, en el ángulo suroeste del cruce de las calles Páez y Santa Ana, vivía la familia Izquierdo (ver fotografía de una pared azul) en una viviendita cuya entrada era por la Calle Páez. Por cierto, al frente la casa exhibía un bonito jardín engalanado de rosas, azucenas, dalias, tulipanes, plantas medicinales y donde además proliferaban árboles frutales y unas bonitas matas de granados y de cerezas, cargadas hasta las metras de rojas cerecitas que hacían las delicias de quien garrapatea estos garabatos...ja, ja, ja.

La familia Izquierdo estaba constituida por tres hermanos: Ramón, Juanita y Gerónima (a) La Nona. En esa casa, las Izquierdo fabricaban una Colita marca ZETA –una deliciosa gaseosa- envasada en una botellita de vidrio transparente del tamaño de una cerveza tipo Pilsen, donde resaltaba una bonita etiqueta en la que se hallaba impresa una “Z” y por eso se le llamaba Colita Zeta, las cuales se distribuían en sacos de Fique (Coleto). También vivía con ellas una sobrina (hija de un hermano llamado Julián Izquierdo) de nombre Yolanda Izquierdo, quien también le metía el pecho al negocio, envasando las botellitas de cola. Pasados los años las Izquierdo se mudaron a Maracay, donde se residenciaron en la popular Urbanización Las Acacias, donde con el transcurrir de los años fallecieron de viejas… ja, ja, ja.

En el ángulo noreste del cruce de las calles Páez y Santa Ana, había una hermosa viviendita de bahareque y techo de tejas, que al frente poseía un pequeño jardín protegido por una cerca de alambre gallinero, donde destacaba un hermoso arbolito de merey. Esa casita era propiedad de los hermanos González (Luís y Aurelio), quienes se la venden a un hijo de José Rafael Estévez (a) Rajuñao quien fuera distribuidor de las acreditadas revistas: Momento, Elite, Venezuela Gráfica, Gaceta Hípica y de los diarios El Nacional, El Universal, Ultimas Noticias y La Esfera; asimismo era propietario del único sellado del Cinco y Seis en San Fernando, que estaba situado en la Calle Peñaloza frente a la Plaza Libertad (donde ahora se halla el Hotel La Torraca). El comprador de la hermosa viviendita, en la década de los años ochenta, sin que se le agüe el ojo o se le enfríe el guarapo la echa abajo y en su lugar construye una casa de dos plantas (ver imagen de una edificación de colores morado y negro) donde vivió hace unos años Jorge Estévez (nieto de Rajuñao) casado con una hija del trompetista Nelson Hernández (a) Cabo Luis. Lo cierto es que en la década de los años ochenta se estableció en esa edificación la FARMACIA LA MARIPOSA cuyo número de teléfono 2099 aparece en un anuncio de un diario local, donde además de indicar los días de turno destaca la dirección: Calle Páez con Santa Ana. Hoy ya esa farmacia no funciona en esa esquina, por cuanto, ahora se halla domiciliada en la Avenida Chimborazo frente al viejo Cementerio Municipal. Por cierto, Luís González era el esposo de la periodista Margarita Medina de González, quienes en su casa poseían un pilón donde se trillaba arroz y se pilaba maíz en concha, la cual estaba situada en la Calle Santa Ana, entre calles Sucre y Páez, frente a la casa de familia de Don Tomás Noguera, quien tenía una PESA (venta de carne al detal) en el desaparecido Mercado de Barrio Número Uno, situado en la Calle Sucre, entre calles Coto Paul y Santa Ana. Don Tomás era el padre de Rogelio y Atilio Noguera, quienes tenían en la Calle Fonseca frente a la Plaza Libertad una venta de repuestos automotrices llamada REPUESTOS NOGUERA y quienes serían los fundadores de la pionera empresa de transporte de pasajeros en camionetas rancheras (ocho puestos) a Maracay y Caracas, siendo conocida como LÍNEA NOGUERA. Por cierto, los hermanos Noguera eran hijos del matrimonio de don Tomás Noguera y doña Juanita Aponte de Noguera, hermana de Jesús Aponte quien fue propietario de la ferretería AGENCIA ROYAL situada en el ángulo sureste de la intersección de las calles Bolívar y Juan Pablo Peñaloza diagonal a la Plaza Libertad y del TEATRO CINE ROYAL que funcionaba en el sureste del cruce de las calles Bolívar y 24 de julio. Entonces, en San Fernando, el servicio de electricidad comenzaba a las seis de la tarde hasta las once de la noche y no fue, sino hasta el año 1953 cuando comenzó a prestarse las veinticuatro horas del día; por lo tanto antes de ese avance, los cines funcionaban a partir de las siete de la noche, hora en que la planta eléctrica encendía sus motores hasta las once de la noche, la cual funcionaba en la Calle Bolívar, entre calles Coto Paul y Santa Ana, donde ahora se halla la sede administrativa de CORPOELEC. Al lado de la casa de familia de don Tomás Noguera vivía una reconocida costurera, conocida como doña Lorenza y su hija Rosalía, quien se casó con el húngaro Juan Mori, con quien concibió a Juancito, Miguel (a) El Negro y Rosita, conocida como la Maestra Mami, que impartía clases en la escuela Mac Gregor. Por cierto, los padres de Juan Mori, vivían en una bonita casona situada en el Puerto El Guasimito (intersección de las calles Comercio y Urdaneta), donde tenían un taller de reparación de armas de fuego conocido como TALLER PANONIA.

Al lado de la casita de los hermanos González, siguiendo por la calle Páez rumbo al Puerto Mi Cabaña, estaba la casa de la familia Hernández, constituida por Pedro Hernández, reconocido técnico en refrigeración, su esposa, la señora Antonia de Hernández y sus seis hijas: Lérida, Teresa, Edda, Beatriz, Neller e Ismary, la menor de todas. Siguiendo por esa misma acera vivía la familia Chaparro, constituida por la hermana mayor, conocida como Marcolina Chaparro y cuatro hermanos, quienes tenían una modesta pulpería donde vendían tabaco en rama, astillas de leña, maíz en concha y pilado, kerosene, cambures, topochos, estiércol y café tostado. Lo cierto es que ellos eran apodados coloquialmente Los Tostones, tal vez, por ser casi todos minusválidos. Lo paradójico del asunto es que estos personajes ofrecían sus servicios como Auxiliares de fisiatría. En ese sentido, exhibían ostentosos en la pared de su casa un burdo cartel que anunciaba: Se reparan torceduras, se entablillan brazos y se componen piernas descompuestas; también se enderezan las cuerdas amontonadas; asimismo se dan masajes, etc. Lo cierto, es que estos personajes eran muy trabajadores, siempre ocupados en un oficio, había uno de ellos que llevaba colgados de su ropa: peines, corta uñas, yesqueros, espejitos, navajitas y de su mano derecha un maletín donde llevaba el resto de la mercancía; es decir, ese tercio era una quincalla ambulante. Otro de los minusválidos hermanos se le veía sudoroso arreando por delante un carrito de helados; lo cierto es que estos personajes jamás se les vio pidiendo limosnas. Frente a la casa de la familia Chaparro vivía el célebre arpista apureño Ruperto Sánchez, quien animaba los parrandos que se hacían en El Remolino (Calle Coto Paúl con Sucre), El Águila Real (Calle Sucre con Urdaneta), El Hijo de la noche (Calle Sucre, entre calles Urdaneta y Queseras del Medio), El Verdún (Calle Páez con 24 de julio) y Botellofón (el célebre botiquín de Juanita Oviedo que le dio nombre a una esquina situada en el ángulo noroeste de la intersección de las calles Muñoz y 24 de julio).

CONCLUSIÓN:

Hoy ya no está la bonita casona de techo de tejas, de paredes de bahareque, de puertas y ventanas de madera, piso de cemento y de enorme patio que un día cobijó a la PULPERÍA LA MARIPOSA, que hasta mediados de la década de los años sesenta fue un popular punto de encuentro de los sanfernandinos y una referencia geográfica. En su lugar ha quedado un terreno abandonado al que algunos vecinos han cogido para basurero y por lo tanto, hoy es un foco de contaminación visual y sanitaria. Tampoco, está LA FARMACIA MARIPOSA (ángulo noreste del cruce de las calles Páez y Santa Ana). Tal vez fue bautizada con ese nombre en honor a la desaparecida pulpería que le dio nombre a una popular esquina del ancestral BARRIO EL MAMÓN (ahora Barrio Centro-Valle) de la Ciudad de la esperanza.

Hablar de LA MARIPOSA, es referirse a un SÍNDROME DE IDENTIDAD PERDIDA… de un pueblo llanero, donde ni siquiera las calles poseen un anuncio que las identifique; tampoco, flechas que indiquen el sentido del tráfico vehicular y peor aún, en cuanto a las esquinas de la zona histórica, ninguna de ellas poseen nombres.

FUENTES:

Bibliográficas:

ARANA PÁEZ, Hugo Borraduras de ciudad

CASTILLO, Franco El último violín

DECANIO, Edgard Repuntes dos. El San Fernando de ayer

Hemerográficas:

LAPREA SIFONTES, Pedro Esquina La Mariposa. Diario El Llanero. Año V. 11 de abril. Número 391. San Fernando. 1981. Págs. 16.

Orales:

Vianney Díaz

Yolanda Graterol de Guevara

Julián Guevara

Testimoniales:

Arana Páez, Hugo

 


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