PULPERÍA LA MARIPOSA
Una vez más
agradezco a los artistas plásticos y a los fotógrafos profesionales o
aficionados a ese arte, quienes con sus hermosos lienzos y sus bonitas viñetas
engalanan y contribuyen a la comprensión de estos trabajos. En este caso, doy
las gracias al joven Gustavo Jiménez por haber hecho las magníficas tomas
fotográficas; asimismo, me felicito, por cuanto, quien dibujó los GARABATOS que
ilustran el croquis y la vivienda que cobijó a ese negocio, es quien garrapateó
esta narrativa....
1. ¿QUIÉN FUE EL
PULPERO JOSÉ DE JESÚS HURTADO?
En una entrevista
que me concedió el músico (Bajo) guariqueño Vianney Díaz (Guayabal 1932) el día
3 de febrero del año 2021 en su domicilio situado en el ángulo noroeste del
cruce de las calles Páez y Santa Ana del desaparecido Barrio El Mamón, diagonal
al terreno donde estuvo establecido durante muchos años el popular negocio de
víveres LA MARIPOSA, me informó que a mediados de la década de los años
treinta, el comerciante guariqueño JOSÉ DE JESÚS HURTADO se estableció con su
esposa (doña Margarita de Hurtado) en el ángulo sureste del cruce de las calles
Páez y Santa Ana, donde vivía a sus anchas en una modesta, acogedora y hermosa
vivienda de bahareque vio hecho realidad sus sueños.
LA MARIPOSA se
instaló en una magnifica casa de techo de tejas de dos aguas, de tres anchos
portones (dos que miraban hacia la Calle Páez y uno hacia la Santa Ana), uno de
los cuales daba acceso a la casa de familia y otro al negocio; asimismo, poseía
dos bonitas ventanas que daban hacia la Calle Páez, detrás un amplio corredor
de tejas y al fondo un enorme patio donde se hallaba plantado en el centro un
frondoso árbol de mango. En ese típico negocio de pueblo llanero, el avezado y
simpático comerciante vendía víveres (arroz, casabe, frijoles, maíz en concha y
pilado a granel, queso, manteca de cerdo por litros y una manteca vegetal marca
Los Tres Cochinitos, kerosene para las cocinas y lámparas, astillas de leña
para los hambrientos fogones, tabaco en rama; amén de estos rubros, el zamarro pulpero
también vendía los solicitados preparados a base de caña clara y frutas
(ponsigué, berro, guásimo y cuanta jodía se le ocurriera preparar…ja, ja, ja);
asimismo, vendía una que otra copita de Rondón o de Aniceto al extenuado peatón
que hallaba en esa pulpería un lugar de solaz y descanso, propicio para la
grata tertulia. También, ofrecía las conocidas mascadas de tabaco en rama por
cuartas…ja, ja, ja; además, las imprescindibles CARTERITAS (un frasquito de
vidrio, atapuzao hasta la cacha de caña clara, del tamaño de una cartera de
cuero que el consumidor guardaba en el bolsillo trasero) y las célebres MULITAS
(idénticas a las CARTERITAS pero un treinta por ciento más grandes). Con la
Carterita o la Mulita en la mano, el vicioso tercio -más puede el vicio que el
juicio…ja, ja, ja- salía disparado de LA MARIPOSA a emburrase un trago tras
otro, hasta quedar tendido en la acera largo a largo y al verlo en ese pesado y
largo letargo, alguna vieja mojigata que iba rumbo a la capilla de la Virgen
del Valle a darse golpes de pecho allá donde la vieja Paulina Salazar, le
espetaba irónicamente:
-¡Qué vida tan
dura…!
LA MARIPOSA era una
pulpería ubicada en una esquina –donde preferiblemente se instalaban casi todos
estos negocios- propiedad del guariqueño José de Jesús Hurtado, quien muerto e´
la risa vendía sus copitas de caña clara a un realito o a un bolívar. Entonces,
circulaba en la Venezuela rural y agrícola la PESETA, moneda de plata Ley 835,
equivalente a cinco reales, conocida también como BAMBA. En esa popular
pulpería se hallaba un enorme mostrador de madera detrás del cual se apostaba
muy servicial el zamarro MARIPOSO; también, adosadas a la pared estaban unas
enormes estanterías de madera donde se exhibían los víveres; asimismo, estaba
un banco de madera donde los jadeantes y sudorosos viandantes se sentaban a
descansar, hablar pendejadas o a echarse un trago de Aniceto o Rondón...
Mientras que en el fondo se hallaba un patio de bolas donde los sudados
CONCAÑEROS, entre boches y arrimes, se emburraban uno que otro trago de berro,
tamarindo, ponsigué o guama; por cierto, este trago los dejaba tendidos en el
piso largo a largo, por cuanto, literalmente ese palo equivalía a UN GUAMAZO de
Padre y Señor Mío que les propinaba el rolitranco palitroque… ja, ja, ja.
MARIPOSO (así lo
apodaban cariñosamente los viejos parroquianos) era un simpático catire,
gordito, retaco, pelo liso, de aproximadamente sesenta años de edad que no
usaba sombrero y que además, decían que le daba duro a la lengua…ja, ja, ja, a
quien algunas veces su esposa lo ayudaba a atender el negocio y a darle las
merecidas ñapas a los muchachos y anotar en la ajada libreta el fiao que
diariamente le solicitaban sus asiduos deudores, de los que algunos se le iban
con la cabuya en la pata…ja, ja, ja.
2. LA PULPERÍA LA
MARIPOSA Y SU HINTERLAND…
Ante todo expreso
mi tristeza, por cuanto, observo que San Fernando es un pueblo de CASAS
MUERTAS, donde a cada rato se mira el feo rostro representado en las ruinas de
las viviendas abandonadas (la vieja sede del Hospital Acosta Ortiz –calles
Sucre y Palofuerte- La Mascota –Calle Queseras del Medio y 19 de abril- la casa
de la Familia Díaz –Calle Bolívar y Arévalo González- y LA MARIPOSA –Calles
Páez y Santa Ana- entre muchísimas más), invadidas de maleza y convertidas en
BASUREROS con la consabida contaminación visual, sanitaria y refugios de gente
de mal vivir. En virtud de esa dramática realidad me refiero a LA MARIPOSA,
donde en su lugar ahora se halla un terreno abandonado mutado en un BASURERO,
donde hace unos años había un cartel que anunciaba que ese terreno pertenecía
al Colegio de Abogados del Estado Apure; tal vez advirtiendo a los posibles
invasores que se las iban a ver negras si se metían en esa “Propiedad”. Yo le
aplicaría a esa gente el viejo aforismo: NI LAVAN NI PRESTAN LA BATEA… ja, ja,
ja, por cuanto, sino utilizan ese bien, debería ser donado a una institución
social sin fines de lucro para que construya un parque infantil, una escuela,
un centro de salud o en todo caso, un patio e´ bolas…ja, ja, ja.
Pero volviendo con
la idea del entorno de la pulpería LA MARIPOSA, voy a referirme al resultado de
las entrevistas que me concedieron viejos vecinos de LA MARIPOSA como son: el
músico (Bajo) Vianney Díaz el 3 de febrero de 2021 y la que el 4 de septiembre
de 2021 me permitió hacerle en su hogar, el matrimonio integrado por el
ingeniero agrónomo Julián Guevara y su esposa, la docente Yolanda Graterol,
quienes viven en la Calle Santa Ana (a media cuadra de La Mariposa). Me
contaban los entrevistados que diagonal a la ancestral pulpería (ángulo
noroeste del cruce de las calles Páez y Santa Ana) se hallaba una casona de dos
aguas, de techo de tejas, piso de cemento y amplios corredores que miraban a un
bonito jardín, propiedad de Don Jesús Cadenas, que después perteneció a Don
Marcelo Laprea y su esposa doña María Zácaro de Laprea, quienes junto a sus
hijos, Aída y Omar, vivirían allí durante muchos años. Por cierto, a esa casona
los parroquianos la bautizaron coloquialmente la Casa de los Laprea. Fue el
hijo de este matrimonio, el médico Omar Laprea, quien se la vende a su colega,
el médico cirujano José Elías Ettegui (Entonces, atendía la consulta en el
viejo Hospital Pablo Acosta Ortiz, situado en el cruce de las calles Sucre y
Palofuerte y su consultorio privado en la casa de sus suegros, la familia
Ortiz, situada en el cruce de las calles Sucre y Ricaurte). Demás está decir
que este galeno no habitó la casona de los Laprea, la cual se hallaba
abandonada hasta el año 1990, cuando la vendería en Bs. 100.000,00 al músico y
chofer de plaza Vianney Díaz, quien la echaría abajo para construir en el año
1991 el caserón de dos plantas (ver imagen), que a la usanza de las antiguas
Casas de Vecindad de antaño destinaría al alquiler de habitaciones.
Frente a LA MARIPOSA,
en el ángulo suroeste del cruce de las calles Páez y Santa Ana, vivía la
familia Izquierdo (ver fotografía de una pared azul) en una viviendita cuya
entrada era por la Calle Páez. Por cierto, al frente la casa exhibía un bonito
jardín engalanado de rosas, azucenas, dalias, tulipanes, plantas medicinales y
donde además proliferaban árboles frutales y unas bonitas matas de granados y
de cerezas, cargadas hasta las metras de rojas cerecitas que hacían las
delicias de quien garrapatea estos garabatos...ja, ja, ja.
La familia
Izquierdo estaba constituida por tres hermanos: Ramón, Juanita y Gerónima (a)
La Nona. En esa casa, las Izquierdo fabricaban una Colita marca ZETA –una
deliciosa gaseosa- envasada en una botellita de vidrio transparente del tamaño de
una cerveza tipo Pilsen, donde resaltaba una bonita etiqueta en la que se
hallaba impresa una “Z” y por eso se le llamaba Colita Zeta, las cuales se
distribuían en sacos de Fique (Coleto). También vivía con ellas una sobrina
(hija de un hermano llamado Julián Izquierdo) de nombre Yolanda Izquierdo,
quien también le metía el pecho al negocio, envasando las botellitas de cola.
Pasados los años las Izquierdo se mudaron a Maracay, donde se residenciaron en
la popular Urbanización Las Acacias, donde con el transcurrir de los años
fallecieron de viejas… ja, ja, ja.
En el ángulo
noreste del cruce de las calles Páez y Santa Ana, había una hermosa viviendita
de bahareque y techo de tejas, que al frente poseía un pequeño jardín protegido
por una cerca de alambre gallinero, donde destacaba un hermoso arbolito de
merey. Esa casita era propiedad de los hermanos González (Luís y Aurelio),
quienes se la venden a un hijo de José Rafael Estévez (a) Rajuñao quien fuera
distribuidor de las acreditadas revistas: Momento, Elite, Venezuela Gráfica,
Gaceta Hípica y de los diarios El Nacional, El Universal, Ultimas Noticias y La
Esfera; asimismo era propietario del único sellado del Cinco y Seis en San
Fernando, que estaba situado en la Calle Peñaloza frente a la Plaza Libertad (donde
ahora se halla el Hotel La Torraca). El comprador de la hermosa viviendita, en
la década de los años ochenta, sin que se le agüe el ojo o se le enfríe el
guarapo la echa abajo y en su lugar construye una casa de dos plantas (ver
imagen de una edificación de colores morado y negro) donde vivió hace unos años
Jorge Estévez (nieto de Rajuñao) casado con una hija del trompetista Nelson
Hernández (a) Cabo Luis. Lo cierto es que en la década de los años ochenta se
estableció en esa edificación la FARMACIA LA MARIPOSA cuyo número de teléfono
2099 aparece en un anuncio de un diario local, donde además de indicar los días
de turno destaca la dirección: Calle Páez con Santa Ana. Hoy ya esa farmacia no
funciona en esa esquina, por cuanto, ahora se halla domiciliada en la Avenida
Chimborazo frente al viejo Cementerio Municipal. Por cierto, Luís González era
el esposo de la periodista Margarita Medina de González, quienes en su casa
poseían un pilón donde se trillaba arroz y se pilaba maíz en concha, la cual
estaba situada en la Calle Santa Ana, entre calles Sucre y Páez, frente a la
casa de familia de Don Tomás Noguera, quien tenía una PESA (venta de carne al
detal) en el desaparecido Mercado de Barrio Número Uno, situado en la Calle
Sucre, entre calles Coto Paul y Santa Ana. Don Tomás era el padre de Rogelio y
Atilio Noguera, quienes tenían en la Calle Fonseca frente a la Plaza Libertad
una venta de repuestos automotrices llamada REPUESTOS NOGUERA y quienes serían
los fundadores de la pionera empresa de transporte de pasajeros en camionetas
rancheras (ocho puestos) a Maracay y Caracas, siendo conocida como LÍNEA
NOGUERA. Por cierto, los hermanos Noguera eran hijos del matrimonio de don
Tomás Noguera y doña Juanita Aponte de Noguera, hermana de Jesús Aponte quien
fue propietario de la ferretería AGENCIA ROYAL situada en el ángulo sureste de
la intersección de las calles Bolívar y Juan Pablo Peñaloza diagonal a la Plaza
Libertad y del TEATRO CINE ROYAL que funcionaba en el sureste del cruce de las
calles Bolívar y 24 de julio. Entonces, en San Fernando, el servicio de
electricidad comenzaba a las seis de la tarde hasta las once de la noche y no
fue, sino hasta el año 1953 cuando comenzó a prestarse las veinticuatro horas
del día; por lo tanto antes de ese avance, los cines funcionaban a partir de
las siete de la noche, hora en que la planta eléctrica encendía sus motores
hasta las once de la noche, la cual funcionaba en la Calle Bolívar, entre
calles Coto Paul y Santa Ana, donde ahora se halla la sede administrativa de CORPOELEC.
Al lado de la casa de familia de don Tomás Noguera vivía una reconocida
costurera, conocida como doña Lorenza y su hija Rosalía, quien se casó con el
húngaro Juan Mori, con quien concibió a Juancito, Miguel (a) El Negro y Rosita,
conocida como la Maestra Mami, que impartía clases en la escuela Mac Gregor.
Por cierto, los padres de Juan Mori, vivían en una bonita casona situada en el
Puerto El Guasimito (intersección de las calles Comercio y Urdaneta), donde
tenían un taller de reparación de armas de fuego conocido como TALLER PANONIA.
Al lado de la
casita de los hermanos González, siguiendo por la calle Páez rumbo al Puerto Mi
Cabaña, estaba la casa de la familia Hernández, constituida por Pedro
Hernández, reconocido técnico en refrigeración, su esposa, la señora Antonia de
Hernández y sus seis hijas: Lérida, Teresa, Edda, Beatriz, Neller e Ismary, la
menor de todas. Siguiendo por esa misma acera vivía la familia Chaparro,
constituida por la hermana mayor, conocida como Marcolina Chaparro y cuatro hermanos,
quienes tenían una modesta pulpería donde vendían tabaco en rama, astillas de
leña, maíz en concha y pilado, kerosene, cambures, topochos, estiércol y café
tostado. Lo cierto es que ellos eran apodados coloquialmente Los Tostones, tal
vez, por ser casi todos minusválidos. Lo paradójico del asunto es que estos
personajes ofrecían sus servicios como Auxiliares de fisiatría. En ese sentido,
exhibían ostentosos en la pared de su casa un burdo cartel que anunciaba: Se
reparan torceduras, se entablillan brazos y se componen piernas descompuestas;
también se enderezan las cuerdas amontonadas; asimismo se dan masajes, etc. Lo
cierto, es que estos personajes eran muy trabajadores, siempre ocupados en un
oficio, había uno de ellos que llevaba colgados de su ropa: peines, corta uñas,
yesqueros, espejitos, navajitas y de su mano derecha un maletín donde llevaba
el resto de la mercancía; es decir, ese tercio era una quincalla ambulante.
Otro de los minusválidos hermanos se le veía sudoroso arreando por delante un
carrito de helados; lo cierto es que estos personajes jamás se les vio pidiendo
limosnas. Frente a la casa de la familia Chaparro vivía el célebre arpista
apureño Ruperto Sánchez, quien animaba los parrandos que se hacían en El
Remolino (Calle Coto Paúl con Sucre), El Águila Real (Calle Sucre con
Urdaneta), El Hijo de la noche (Calle Sucre, entre calles Urdaneta y Queseras
del Medio), El Verdún (Calle Páez con 24 de julio) y Botellofón (el célebre
botiquín de Juanita Oviedo que le dio nombre a una esquina situada en el ángulo
noroeste de la intersección de las calles Muñoz y 24 de julio).
CONCLUSIÓN:
Hoy ya no está la
bonita casona de techo de tejas, de paredes de bahareque, de puertas y ventanas
de madera, piso de cemento y de enorme patio que un día cobijó a la PULPERÍA LA
MARIPOSA, que hasta mediados de la década de los años sesenta fue un popular
punto de encuentro de los sanfernandinos y una referencia geográfica. En su
lugar ha quedado un terreno abandonado al que algunos vecinos han cogido para
basurero y por lo tanto, hoy es un foco de contaminación visual y sanitaria.
Tampoco, está LA FARMACIA MARIPOSA (ángulo noreste del cruce de las calles Páez
y Santa Ana). Tal vez fue bautizada con ese nombre en honor a la desaparecida
pulpería que le dio nombre a una popular esquina del ancestral BARRIO EL MAMÓN
(ahora Barrio Centro-Valle) de la Ciudad de la esperanza.
Hablar de LA
MARIPOSA, es referirse a un SÍNDROME DE IDENTIDAD PERDIDA… de un pueblo
llanero, donde ni siquiera las calles poseen un anuncio que las identifique;
tampoco, flechas que indiquen el sentido del tráfico vehicular y peor aún, en
cuanto a las esquinas de la zona histórica, ninguna de ellas poseen nombres.
FUENTES:
Bibliográficas:
ARANA PÁEZ, Hugo
Borraduras de ciudad
CASTILLO, Franco El
último violín
DECANIO, Edgard
Repuntes dos. El San Fernando de ayer
Hemerográficas:
LAPREA SIFONTES,
Pedro Esquina La Mariposa. Diario El Llanero. Año V. 11 de abril. Número 391.
San Fernando. 1981. Págs. 16.
Orales:
Vianney Díaz
Yolanda Graterol de
Guevara
Julián Guevara
Testimoniales:
Arana Páez, Hugo
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