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lunes, 11 de diciembre de 2023

JACINTA DE ARTEAGA (vs) PEDRO GUERRA


 UN DESAFÍO EN EL CAÑITO

Jacinta de Arteaga aprendió a nadar en el caño La Enea, en la década de los años 30, en el sector de Biruaquita. El caño que más desafió fue el caño Turumba. donde sus padres se mudaron cuando ella ya era mayorcita. A partir de allí se convirtió en una experta nadadora y buceando bajo el agua no tenía rival, para que le ganaran una competencia nadando había que echarle negro.


Así llegó a San Fernando a los 18 años y se residencio en la calle Palo Fuerte, Sector Castillito frente al Picacho de San Pedro en la casa de la señora Josefa Guerrero y su hermano Pedro Eligio Guerrero, quien fue uno de los albañiles que trabajo en la construcción del Palacio de los Barbarito.


Muy cerca de allí vivía María Guerra, madre del joven Pedro Guerra, quien conocía la fama de Jacinta como aguerrida y desafiante nadadora de caños y ríos. Un día Pedro la reto a nadar en El Cañito, desde Castillito hasta el bar El Chamicero, un buen trecho, según cuenta Jacinta.


Toda la gente de Castillito y El Picacho de San Pedro supo lo de la competencia, rápidamente las opiniones se dividieron, unos Iban a favor de Pedro y otros a favor de Jacinta. Hasta apuestan se tranzaron, desde una locha, un medio, tres lochas, real y cuartillo, real y medio, un bolívar, dos bolívares hasta cinco bolívares o “un cachete”.


Y también comenzaron las intimidaciones de los fanáticos de Pedro Guerra que le decían a Jacinta, “cuídese que allí aboya un caimán” a lo que ella les respondía: ‘Umjuu, de donde vengo también había caimanes, recuerdo uno en el caño Turumba que medía más de 5 metros, estaba pichón y yo jamás le tuve miedo’


Llegó el día en que Jacinta y Pedro se dispusieron a realizar la competencia y cruzar el Cañito en pleno invierno, remontando su corriente, que en el mes de agosto tenía toda su fuerza.


Inexplicablemente la única que no sabía de la competencia era doña María, la madre de Pedro, cuando se enteró, ya la partida se había dado, no le quedó otra opción que correr junto con toda la gente y gritar: ‘¡Muchachos, cuidado con el caimán!’


Fueron más de 400 metros de adrenalina pura, Pedro no era un rival fácil de vencer, la corriente en contra de El Cañito estaba en su máximo y las intimidaciones, de la gente gritando desde la rivera en verdad daban miedo, lo que más escuchaba al nadar era la palabra ¡caimán! ¡caimán!, fue tanto la algarabía que las toninas del Cañito comenzaron a emerger alrededor de los nadadores, allí Jacinta supo que no había peligro, por experiencia conocía que donde hay toninas no hay caimán que se le resista. A partir de allí la competencia fue pan comido, ella llegó victoriosa a la meta y Pedro quedó atrás, pero bien, pero bien atrás.


Jacinta, riéndose, comentaba ‘doña María la madre de Pedro parecía una gallina, cuando cría patos’. Nosotros nadando y ella corriendo por la orilla de El Cañito hasta llegar frente al bar El Chamicero.


A Pedro sus amigos le hacían bromas diciéndole, ¡tranquilo Pedro no llegaste de último, llegaste de segundo! pues a todas luces se notaba que Pedro no estaba conforme con el resultado.


Terminando el invierno, en bajadas de agua, en el mes de octubre del año de 1950, Pedro volvió a retar a Jacinta. La competencia seria sin público, no sería en El Cañito, sino por el canal principal del rio Apure desde el bar El Chamicero en el Picacho de San Pedro, aguas abajo por la costa del río, hasta donde pasaba el Paso Real de Apure, en las inmediaciones donde hoy es el liceo “Creación San Fernando”


No era un trayecto tan largo, esta vez serían solo unos 200 metros, Pedro pensaba en sacar ventaja de su rapidez en distancias cortas y de la corriente del rio a su favor. Y comenzó la competencia. Pedro nado lo más rápido posible, pero a mitad de camino se cansó y comenzó a gritarle a Jacinta que parara. Ese día Jacinta se compadeció de Pedro, paro de nadar y dio por finalizada la competencia, fue así como Pedro Guerra, finalmente se quitó el sombrero que siempre llevaba, ante esta heroína de caños y ríos.         


Pero su fama de nadadora se fue opacando cuando conoció a un galante llanero oriundo de El Yagual, Francisco Arturo Arteaga, también nadador, pero en el río Arauca, con quien luego de tres años de noviazgo se casó.


Se fueron a vivir a Periquera, hoy Guasdualito. Allí se residenciaron en la posada Los Llanos, propiedad de Inés Oropeza. Los recién casados acostumbraban a dar paseos por la orilla del río Sarare, y un buen día, al ver aquellas desafiantes aguas, Jacinta recordó sus tiempos y, sin pensarlo dos veces, animó a su esposo y se lanzaron al Sarare en pleno invierno por el sector El Gamero.


Estos desafíos se repitieron una y otra vez, hasta que la dueña de la posada los descubrió y les dio tremendo regaño, pues ya Jacinta tenía tres meses de embarazo. Y doña Inés le dijo: “Mire, mijita, a la mujer embarazada la persigue todo bicho bravo y por donde ustedes se la pasan nadando hay caimanes y tembladores”. Hasta ese día, esta amazona de las aguas nadó. Me dijo: “Le agarré miedo al agua por mis hijos y nunca más me sumergí en ninguna parte”.


Años después, su esposo llevó a la familia de vacaciones a la isla de Margarita, y cuenta la misma Jacinta que cuando vio tanta agua en la playa de Pampatar, dijo: “Yo no me voy de aquí sin recordar mis tiempos de nadadora, esto es mucha agua para dejarla perder”. Y don Arturo, que ya no tenía el atrevimiento y la intrepidez de nadar, le pidió que no lo hiciera porque no quería regresar viudo a San Fernando.


Pero una mañanita, Jacinta levantó a sus hijas y les dijo que la acompañaran a la playa. Cuando llegaron, las dejó sorprendidas, se lanzó como un delfín en aquella inmensidad de agua salada y dejó a todos impresionados por la agilidad, la soltura y la belleza con que daba las brazadas, de cómo se sumergía y salía a lejos después de tres a cinco minutos por debajo del agua.


Hoy, esta heroína de los caños La Enea, Turumba, El Cañito y de los ríos Apure y Sarare tiene 92 años, oírla contar sus anécdotas de nadadora es divertidísimo. Entre anécdotas y risas, le pregunté: “Jacinta, ¿eres capaz de echarte una zambullida así con esta edad?”. Me contestó, como buena llanera y muy risueña: “Mire, mejor atájenme porque de que me atrevo, me atrevo”


Créditos: Datos, Información y Fotografías de Vimar Arteaga.


(*) Jacinta Escolástica Ruiz de Arteaga, nació el 10 de febrero de 1930. En 1964 conoció a Cristo como su Señor y Salvador. Vive hoy con su hija Vimar en el Barrio Las Marías en San Fernando de Apure. Venezuela.


(**) Pedro Guerra era hijo único de María Guerra, al poco tiempo de la muerte de su madre, el enfermo y murió en 1962 a la edad de 32 años en San Fernando de Apure. Venezuela.

Fuente: San Fernando tiene historia 

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