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viernes, 3 de marzo de 2023

CREENCIAS, MITOS Y LEYENDAS EN EL VIEJO CARAMACATE




Los pobladores en el viejo y legendario vecindario eran de religión católicos, apostólicos y romanos. A las siete horas de cada noche rezaban el padre nuestro, credo y ave Maria con toda la familia de rodilla y con la señal de la cruz. Los chipilines, adolescentes o jóvenes estaban obligados moralmente a "pedirle" la bendición a familiares, vecinos y personas mayores aún sin ser familia. Además cada quién tenía dos padrinos y dos madrinas.


Creían ciegamente que los muertos "salían" a las personas incluso para darles botijas de morocotas y plata. Cuando había un velorio afirmaban que el alma de ese fallecido se retiraba a los tres días del sitio. Tambien ese lapso de tiempo mantenían encendidas velas, velones y un vaso con agua.


Así mismo encendían velas y un vaso con agua los días lunes y viernes de cada semana para las "animas" y familiares fallecidos. De igual manera realizaban velorio de Cruz de Mayo, Santo Rostro, y otros. Celebraban el día de las Mercedes, San Ramón y Santa Rosa con parrandas, arpa, cuatro y maracas, bailes de joropo, riñas de gallos, carreras de caballos, ternera a la llanera y licores que duraban hasta tres días.


 En los primeros días del mes de enero de cada año los agricultores "agarraban" las "cabañuelas" colocando doce granos de sal según su fe esto les indicaba los meses de lluvias durante el año. Durante la llamada Semana Santa no comían carne, no se bañaban porque podían convertirse en peces, no subían árboles por temor a transformarse en monos y no salían de sus casas por evitar accidentes.


 Del mismo modo aseguraban que la sayona, la "bola de fuego", el espanto de la "colinera", y el muerto de "la chivera" salían en el vecindario en horas nocturnas para quienes transitaban los caminos y sabanas. Los llaneros usaban como "contras" la "pepa de zamuro", tabaco en rama, cormillos de animales, y collares de azabache para retirar de su camino los almas en pena, espantos, caimanes, serpientes y todo peligro.


 El canto de lechuza cerca al domicilio en horas de la noche indicaba la visita de un anciano el siguiente día, y era preocupante para los padres en una familia que pasara por encima de la casa cantando un alcaraván; eso les indicaba que había una joven embarazada en el hogar. Mantenían una mata de sábila guindada detrás de la puerta principal de la casa para la suerte y si se secaba venía mala suerte, ruinas y muerte. De igual forma si una "guacaba" cantaba muy cercano al domicilio indicaba la muerte de un integrante de la familia o vecino.


Rezaban una oración para la peste y gusanos en los rebaños y plantas. También aplicaban la oración "milagrosa" en " mal de ojos", mordeduras de serpientes y de perros en los humanos. Para realizar el corte de madera, siembra de árboles, castrar animales, jugar gallos, domar animales y el corte de las puntas de cabello de las damas lo hacían en luna menguante. 

Tiempos aquellos!!!

Autor: Miguel Barrios 

sábado, 17 de diciembre de 2022

NECROFILIA

 


NECROFILIA

 Autor: Hugo Arana Páez HARPA

 Cuento fantasmal llanero San Fernando de Apure, 15 de diciembre de 2022

             Contaban los viejos vecinos del vetusto cementerio municipal de la calle Chimborazo, que frente a la entrada principal de ese camposanto veían de madrugada a una joven y hermosa mujer de largos cabellos negros, invitando a entrar a esa necrópolis a los pocos peatones que a esas altas horas se atrevían a transitar por el tenebroso lugar. En una ocasión un solitario transeúnte le tocó andar por allí y como era habitual, allí estaba parada la extraña visión. Al verlo, la mujer le hizo señas. Animado por el llamado de la dama, el tercio ágilmente apresuró los pasos para admirar de cerca a aquella belleza; pero en la medida que se acercaba a ella cavilaba muy preocupado. 

-¡Qué raro! ¿Qué querrá esa tercia? ¿Qué hará una mujer tan bonita y sola, parada en la puerta del cementerio a estas horas? ¿Será que me va a pedir un cigarrillo? ¿Acaso será una loca? ¡Qué va, no me parece! Sea lo que sea voy a ir allá a ver qué vaina quiere... 

En la acera, lo esperaba luciendo una seductora sonrisa, que cual poderoso imán atraía con fuerza al sorprendido peatón, quien al estar muy cerca, se cercioró que inesperadamente la sensual mujer había entrado al camposanto, desde donde le hacía señas para que la siguiera. Por supuesto, el joven decide acompañarla. Ansioso, inútilmente trataba de entrar pero lamentablemente un enorme candado se lo impedía. Mientras que la mujer continuaba invitándolo. Ante tanta insistencia, el hombre reflexionó nuevamente. -¿Cómo es posible que esa mujer haya entrado al cementerio sin haber abierto la reja? ¡No es posible que un ser humano atraviese fácilmente; puertas, paredes o rejas! ¡A menos que sea una muerta!

No obstante, ante la obstinación de la dama, el galán le propuso encontrarse en otro lugar. Ante la inesperada propuesta, la bella mujer, se transformó en un carcomido y horroroso ente. El bello rostro se había convertido en una horrible calavera, de la que pendían unos grises mechones que una vez fueron una reluciente cabellera negra. De las cuencas de los ojos brotaban repugnantes y enormes gusanos que caían casi a los pies del aterrorizado muchacho; mientras que la descarnada y desdentada quijada profería horribles insultos contra el infeliz: -¡Ven gran carajo! ¡Pasa, quiero que me beses! ¿Te gustan las mujeres bonitas como yo? ¡Entonces ven, pa´ que me muerdas los labios, como hace diez años lo hicieron los cuatro degenerados que me sacaron de la sepultura para violarme!  

Simultáneamente, el monstruo saltó a la barda desde donde lanzó una estruendosa carcajada que despertó a todos los vecinos y que hizo que el aterrorizado hombre emprendiera veloz carrera. El frustrado galán iba por la solitaria calle Sucre rumbo a la catedral profiriendo horribles alaridos. Fue tanta la impresión que la horrible visión le produjo que no supo cómo llegó a la vieja iglesia.

Contaban los conocedores del asunto, que esa horrible visión era el alma en pena de una bella joven, que hacía unos diez años había sido sepultada en ese camposanto y que a medianoche cuatro aberrados la exhumaron para violarla y que a la mañana siguiente los obreros de la necrópolis cuando fueron a cumplir su rutina de trabajo, encontraron el cuerpo de la infortunada muchacha tirado al lado de la fosa. Allí estaba, desnudo y desgarrado como si algún animal la hubiera mordido. Temblorosos, los sorprendidos trabajadores dieron parte a la policía y a la prensa; regándose rápidamente por el pueblo la información del macabro hallazgo. Desde entonces, se dice que en las madrugadas aparece a las puertas del Cementerio de La Chimborazo, la visión de una joven y bella mujer invitando a los desprevenidos transeúntes que a esa hora atinan pasar por allí a ingresar a ese tenebroso lugar. Asimismo, cuentan que sale de madrugada de su tumba para tomar venganza de los hombres que andan en malos pasos tras los fustanes de esas muchachas malas que hacen cosas buenas…ja, ja, ja. También, refieren que los que han osado entrar al camposanto han percibido que la bella mujer se convierte en un espantoso monstruo, que los aterroriza hasta enloquecerlos. Por si acaso amigo, nunca camine a medianoche por el abandonado cementerio de la Chimborazo.

miércoles, 22 de junio de 2022

LAS ALPARGATAS DE MANDINGA

 


LAS ALPARGATAS DE MANDINGA

Por Jaime Jose Yusty

Esta historia la escuche en una visita que hice a la población de Biruaca Estado Apure: resulta que un campesino del lugar de nombre Virgilio Flores, se encontró a orillas de una barranca un par de alpargatas nuevas; según el mismo relataba, dudo en tomarlas y hasta recorrió en derredor gritando en busca de su dueño, en vista de no encontrar a nadie que reclamará aquella propiedad y como las suyas estaban viejas y rotas, entonces se las llevo a su rancho. Esa noche había fiesta en casa de un compadre y el humilde llanero se lavo bien los pies y decidió estrenarlas; cogió su viejo cuatro y partió rumbo al parrando. A medida que recorría el camino, se sentía diferente, muy contento y optimista, sentimientos poco conocidos para el rudo campesino, al llegar al lugar, la música, las bonitas muchachas y el aguardiente, pronto le hicieron hervir la sangre. Tomo su instrumento y de su garganta, comenzaron a salir bellos versos, que de inmediato llamaron la atención de los presentes y en especial de Gardenia, una bella Llanera Apureña, que se enamoró de inmediato de aquel hasta entonces hombre tímido y callado. En adelante Virgilio se transformó en todo bailador y parrandero, que abandonó su tierrita y no salía del botiquín de Ponciano; también se volvió peleador, jugador y una lujuria insaciable se apoderó del ahora aberrado campesino, convirtiéndolo en todo un jembrero. Todos en aquel pueblito llanero, decían que estaba poseído por el mismo Diablo, su comportamiento agresivo y altanero lo metió en muchos problemas; no respetaba lo ajeno y mataba cochinos y ganado, de sus vecinos para saciar su insaciable apetito y poner interminables fiestas en la plaza del hasta entonces tranquilo lugar. Según el cuento: una noche se formó un gran brollo, resultando apuñalado el descontrolado hombre, como consecuencia de las numerosas heridas, Virgilio quedó moribundo y como cosa curiosa nunca se despojó de aquellas misteriosas alpargatas, se negaba a que se las quitaran. Una tarde, el llanero lanzó su último suspiro y murio; cuentan que mientras era velado en su viejo ranchito, el hombre abrió el cajón y salió riendo a carcajadas, los presentes huyeron despavoridos del velorio y tuvo que venir el padre Venancio con varios llaneros fuertes, lograron someterlo, quitarle aquellas Embrujadas alpargatas y de paso lo bautizaron. Luego de todo aquello, fue que Virgilio Flores pudo descansar en paz, de las alpargatas nadie supo a donde fueron a parar.

 


lunes, 29 de marzo de 2021

EL DESCUARTIZADO DE BOTELLOFON

 


EL DESCUARTIZADO DE BOTELLOFÓN

Autor: Hugo Arana Páez 

A principios del siglo veinte, había la creencia que a altas horas de la noche, salía en el BARRIO PERRO SECO, por los lados de Botellofón a espantar a los parranderos un horrible espectro que hacía correr al más guapo. Esa leyenda me inspiró a crear el cuento fantasmal que hoy, con mucho culillo ja, ja, ja, someto a la consideración de ustedes y que he titulado EL DESCUARTIZADO DE BOTELLOFÓN.

Era la madrugada de un sábado del mes de febrero del año 1936, cuando el cabestrero Juan José Rondón, mas prendido que tabaco de bruja, abandonaba el jolgorio que se había armado la noche del viernes en el botiquín BOTELLOFON. Después de haber libado buen aguardiente y haber bailado hasta más no poder con las cortesanas de oficio que hacían vida en el pecaminoso lugar, se marchó a su hospedaje. Las solitarias y polvorientas vías del pueblo eran testigos de verlo dando traspiés por la Calle 24 de julio rumbo a la Pensión Marina, ubicada allá en el cruce de las calles Queseras del Medio con Comercio, donde se había alojado después de un largo y extenuante viaje procedente de Cunaviche. En su impredecible andar, el hombre, se detuvo a escasos metros del botiquín para buscar en el bolsillo de la camisa una caja de cigarrillos CAPITOLIO y en el pantalón, la caja de cerillos para encender el último cigarro que le quedaba en la escuálida caja. De tantos intentos fallidos queriendo prender el cigarro, al fin logró su anhelado objetivo y así pudo disfrutar de una deliciosa bocanada de humo. Nuevamente cuando tomaba aire para aspirar otra bocanada, levanta la vista y divisa en la esquina Palermo, allá en el cruce de las calles 24 de julio con Sucre a un raro personaje que apresurado por el centro de la vía caminaba hacia él. Sorpresivamente el borracho se percató que el tercio no caminaba como cualquier ser humano, sino que cual errática luciérnaga flotaba sobre la suave y fría brisa de la madrugada. Extrañado por tan particular visión, nervioso lanzó el cigarrillo al piso y estrujándose los ojos, pretendía aclarar la vista, pero solo alcanzaba a ver que cada vez el raro ser se acercaba más a él; asimismo se hacía más alto y espantoso. Mientras tanto la cortesana que esa noche lo había acompañado en el botiquín, había salido de Botellofón en su búsqueda para pedirle un cigarrillo, pero también es sorprendida por la rara visión que flotando se acercaba al asustado galán, quien pálido de terror permanecía inmóvil en medio de la calle, como si esperara resignado la embestida del espanto. Pero no ocurrió así, por cuanto, el ente repentinamente giró en el aire para subirse al poste de luz que se hallaba a la mitad de la cuadra y de donde pendía un parpadeante bombillo que con su tenue luz apenas alumbraba la solitaria y polvorienta vía. En lo alto del poste, el horroroso ser se agarró de los cables queriendo sujetare de los mismos para no caer; produciéndose de inmediato un fuerte y estruendoso chispazo que le desprendió las piernas, la cabeza y ambos brazos que chamuscados cayeron a los pies de Juan José; mientras que guindando de los cables el tronco se achicharraba. Ante tan horrorosa imagen, la aterrorizada mujer lanzó un espantoso alarido que hizo que todos los parroquianos que aún se hallaban en Botellofón, salieran alarmados a la calle a averiguar qué ocurría. Sorprendidos, encontraron a la joven temblando de pánico, quien tartamudeando incoherentes palabras y haciéndoles señas les indicaba que a los pies del paralizado Juan José, se hallaban totalmente chamuscados, brazos, piernas y la cabeza de un hombre. Los estupefactos parroquianos dirigieron la mirada adonde les mostraba la muchacha y no avistaron nada extraño a los pies de Juan José. Por lo que dirigiéndose a la damisela, uno de los clientes le aclaraba.
-¡Mira Carmencita quédate tranquila que aquí no se ve nada!
Mientras que una de las mujeres atinó a espetarle.
-Aquí no hay nada, tú lo que estás es rascada e´ bola.
Entretanto otra de las damiselas, furiosa le recriminaba.
-¡No jile con esta loca! Nos aguó la fiesta con ese cuento de un chamuscado.
Ante la acritud de los presentes, la infeliz mujer insistía que miraran hacia lo alto del poste para que observaran colgando entre los cables el tronco chamuscado del raro ser.
Seguidamente todos dirigieron la mirada adonde les indicaba la aterrorizada muchacha y tampoco advirtieron nada extraño. No obstante una de las mujeres interrumpió a los presentes para expresar.
-¡Señores! No habrá brazos, piernas, ni cabeza chamuscada en el piso, ni tronco quemado colgando de los cables, pero si percibo un fuerte hedor a carne achicharrada. Huelan para que sientan.
Los demás asintieron con la cabeza. Mientras aterrorizados se percataron que repentinamente los había envuelto un espeso humo negro y un fuerte hedor a carne asada.
-¿Será que Carmencita tiene razón? ¿Será que dice la verdad?
Preguntó otro de los presentes. Mientras que otra de las cortesanas conjeturaba.
-¿Qué extraño? ¿Yo percibo un fuerte hedor a carne chamuscada, pero no se ve la carne?
En ese instante el viejo cantinero de Botellofón se acercó al grupo para aclararles lo acontecido.
-Miren, presten atención a lo que les voy a contar. Hace muchos años, relataba mi papá que a principios de este siglo, cuando se estaba remplazando el antiguo alumbrado de la ciudad a base de faroles de carburo, por alumbrado eléctrico, uno de los miembros de una cuadrilla de electricistas, se subió a ese poste y sin ninguna precaución tocó el cableado, quedando electrocutado instantáneamente y según refieren los testigos de la época que al pobre hombre se le desprendió la cabeza, los brazos y ambas piernas y solo quedó el tronco guindando de los cables. Desde entonces existe la leyenda que muchos parranderos como Juan José, han visto ese espanto. Según algunas viejas conocedoras de esos extraños casos, refieren que ese espanto y que es el alma en pena del electricista quien de madrugada sale a recoger sus miembros para reunirlos con el tronco y así poder descansar en paz.
Ante el horrible relato, los atemorizados parranderos se miraron las caras y sin ton ni son regresaron atropelladamente al botiquín, donde continuarían la juerga a puertas cerradas hasta que amaneciera.
Ya la calma reinaba en el ánimo de los parranderos y la normalidad había vuelto a Botellofón, cuando inesperadamente Carmencita soltó la impertinente pregunta.
-¿Acaso ustedes no piensan ir a buscar a Juan José?
Seguidamente una de las cortesanas contestó.
-¿Con tan buen pecho y mandando a cantar? ¿Por qué no vas tú y lo traes?
-¿Yo?
-¡Si tú misma! ¡No te hagas la pendeja!
-¡Ni a palos salgo! ¡No vaya a ser que ese espanto me chamusque!
-Ja, ja, ja.
Rieron los presentes. Entretanto uno de los VAPOREÑOS (así llamaban coloquialmente los sanfernandinos a los marineros de los vapores anclados en los puertos del pueblo) expresó socarronamente.
-¡Carmencita no te preocupes por Juan José!
-¿Y por qué no me voy a preocupar por él?
-¡Guá, muy sencillo! Porque ese loco al ver caer bajo sus pies los PIAZOS e´ piernas y brazos chamuscados, segurito que dando lecos por el pueblo pegó la carrera hasta LA PENSIÓN MARINA!
-¿Y si el espantó lo agarró y lo chamuscó!
-¡Ah no Carmencita! Tú lo que quieres es que me coma el tigre.
Ante la chanza del vaporeño, todos los presentes rieron a mandíbula batiente hasta el cansancio.
Mientras que el cantinero, repentinamente salió sonriente del mostrador con una botella de RON FOATERO en la mano.
-¡Señores! ¡Señores! Préstenme atención, como aquí no ha pasado nada que lamentar, yo los invito a celebrar con esta botella de ron que me regalo Don Pablo Foata.
-¿Y cuánto nos va costar eso?
-¡Nada! Porque este es un obsequió mío y del BAR BOTELLOFÓN ¿Acaso ustedes no han escuchado la célebre frase LA CASA INVITA ja, ja, ja.
Esa madrugada el cantinero, las cortesanas y los asiduos borrachones del BAR BOTELLOFÓN celebraron con gran algarabía el extraño suceso.
Al amanecer, cuando todos los felices parranderos salieron de BOTELLOFÓN, encontraron en el lugar donde se había quedado paralizado Juan José, una enorme mancha de carbón echando humo y un hedor a carne recién chamuscada. Perplejos, todos se miraron a la cara y comprendieron que el descuartizado de Botellofón había hecho presa suya al infeliz Juan José.
Cabizbajos, todos se enrumbaron a sus moradas. Mientras que la infeliz Carmencita caminaba despacio, llorando a moco suelto por la Calle 24 de julio rumbo a su cuarto del HOTEL D´ANELO, donde compungida se hacía la promesa de no volver a pisar las puertas del BAR BOTELLOFÓN.
Desde aquel día, más nunca se vio en el BAR BOTELLOFÓN al parrandero de Juan José ni a la agraciada Carmencita Blanca Luna. Cuentan que el descuartizado de Botellofón chamuscó a Juan José hasta desaparecerlo. Por otra parte, los lengualargas refieren que Carmencita y Juan José se fueron a vivir a un fundo que el tercio tenía por los lados de San Juan de Payara; mientras otros contaban que Carmencita no volvió más a la taberna porque desde ese día se fue a vivir con un vaporeño a Ciudad Bolívar. Lo cierto, es que el otrora famoso botiquín, al no tener entre sus anfitrionas a la hermosa cortesana, quien cual empalagoso panal atraía a las abejas, el negocio se vino palo abajo y el viejo cantinero tuvo que cerrar las puertas de la otrora floreciente taberna. Hoy del célebre botiquín sólo queda el nombre ESQUINA BOTELLOFÓN y el recuerdo de lo que fue la bohemia del San Fernando de principios de la década de los años veinte.

CONCLUSIÓN:
En este ensayo se ha hecho una aproximación a la evolución de una IMPORTANTE y popular taberna de San Fernando (fundada a principios de la década de los años veinte y que funcionó hasta finales de la década de los años cuarenta, siendo conocida como BAR BOTELLOFÓN), por cuanto, contribuyó al proceso de identidad del pueblo, al darle nombre a una concurrida esquina del desaparecido BARRIO PERRO SECO y también porque ayudó a enriquecer el folklore apureño con la antigua leyenda que en torno a ella se originó, siendo conocida como EL DESCUARTIZADO DE BOTELLOFÓN.
Hoy ese negocio, junto a sus cantineros, sus cortesanas y sus asiduos borrachones han desaparecido y de la esquina y sus fantasmas, solo ha quedado un vago recuerdo en la memoria de algunos viejos sanfernandinos; por esa razón, entre otras, se hace necesario reconstruir la identidad perdida de este pueblo, mediante la colocación en cada una de las esquinas de la zona histórica, un cartel donde se lea el nombre de la calle, de la esquina y dibujada, una flecha indicadora del flujo vehicular.
FUENTES:
a. Bibliográficas
ACOSTA S., Miguel. Materiales para la historia del folklore en Venezuela, Archivos Venezolanos de Folklore. Instituto de Antropología e Historia, Facultad de Humanidades y Educación, Universidad Central de Venezuela, Caracas, 1967, Págs. 569.

ARANA PÁEZ, Hugo R. Borraduras de ciudad

BOTELLO, Oldman. Historia de la villa real de San Fernando de Apure 1788- 1988, Editorial Miranda, Villa de Cura, 1988. 259 Págs.
CALZADILLA, Fernando. Por los llanos de Apure. Vásquez y Asociados, Héctor Pérez Marchelli Editor, Talleres Cromotip, Caracas, 2006, Págs.347.

CASTILLO SERRANO, Franco. El Último violín, Págs. 287
DECANIO, Edgar. Repuntes II, El San Fernando de ayer, CONAC, Págs. Fundación Cultural Ítalo Decanio D´ Amico, Consejo Nacional de la Cultura, CONAC, Editorial Lithobinder. Caracas, 2005, Págs. 349.

GALLEGOS, Rómulo. Doña Bárbara, Fundación editorial El Perro y La Rana, Caracas, 2010 Paginas 419.
--------------------------- Cantaclaro, Colección libros Revista Bohemia, Nro. 24, Bloque De armas, Corporación Marca, Caracas, 1985, Págs. 222

HERRERA LUQUE, Francisco. Boves El Urogallo, Editorial Fuentes, Págs. 330.Caracas, 1973
LAYA, Carlos Modesto. Del Apure histórico.
MENDEZ, Argenis. Historia de Apure, Fondo Editorial Otomaquia, Caracas, 1998, Págs. 294.
RAMOS, César H. Remontando el Apure viejo 1931-1952.
ROSENBLAT, Ángel. Buenas y malas palabras, Editorial Edime, Pag.158, Tomo II, Caracas, 1969, Págs. 254
SÁNCHEZ OLIVO, Julio César. Crónicas de Apure, Academia Nacional de la Historia, El Libro menor 125, Talleres Italgráfica SRL, Caracas, 1988, Págs. 211.

b) Hemerográficas
LAPREA SIFONTES, Pedro Los hermanos Barbarito Los amos de Apure. El Llanero 6-6-1981. Año V Nro. 298.
RODRÍGUEZ, Adolfo. Los años veinte apureños: Un monumento a la bohemia. El
Nacional, Caracas, 12 de junio de 1982.
c) Digitales:

FUNDACION POLAR. Diccionario de Historia de Venezuela, Versión Digital

 


lunes, 22 de junio de 2020

EL FUGITIVO







EL FUGITIVO


Era una de esas noches estrelladas y neblinosa. Fresca y perfumada con aromas de la flora sabanera. La luna asomaba su faz de delicada presencia, detrás de un lucero cabestrero, que sorteaba su salida a través de un enjambre de cabrillas en el cielo de mayo. Un rumor lejano de un trueno errabundo presagiaba el aguacero.        ·
El cuchicheo de unos patos güiriries, que volaban en medio de la noche, despertaron el ánimo soñoliento del ingrimo caminante; envuelto en una sensación de compañía invisible, que algunos mientan como el « Espíritu de la Sabana».
Así en esta soledad profunda, cortando las sombras y rumbeando caminos; iba un hombre a caballo con una idea fija en su mente: llegar a la casa de su compadre Teodoro, antes de la una de la mañana de ese mismo día; para emprender otra jornada, ya no solo, sino en compañía de su compadre. Muy poco faltaría para la hora prevista, cuando divisó allá a lo lejos, el chisporretear de un humo y le sorprende un olor característico y familiar a bosta quemada. Su caballo relinchó. Él suspiró profundo como tramoleando un recuerdo, sacó la cajeta del chimó y se metió una mascada a la boca que traía reseca por efectos
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del estrés del viaje y tantos pensamientos que remolineaban en su cabeza. Se acercó al «guardián del humo» para ser recibido por el lánguido ladrar de un perro soñoliento; llegó a la puerta del tranquero y dio los buenos días al unísono con el canto de un gallo que se sacudía en las ramas de un totuma. Todo quedó en silencio, ni el perro quiso seguir ladrando, repitió los buenos días y espero un instante ...Al fin le contestó una voz a sus espaldas, solo voz, porque el bulto estaba oculto detrás de un gran matapalo centenario que vigilaba permanentemente con su imponente follaje a los predios del paradero.
- Caramba compadre Teodoro - de dónde sale o es que me estaba esperando, preguntó Melquíades.
- Lo que pasa es que el que ha «mordí macagua bejuco le para el pelo. Usted sabe - continuó Teodoro - que por aquí hay muchos bandoleros, sobre todo de allá del otro lado. Y ahora dígame: a que se debe su presencia en está mi casa, a tan tempranas horas de la mañana.
Bueno compadre Teodoro, dijo Melquíades:
- Vengo en cumplimiento de una difícil comisión, que aspiro cumplirla con su ayuda, más por honor  que por deber. Vengo detrás de Brigidito Cuervo. Quién ésta mañana mató de dos disparos a Mano Hilario, mi suegro.
La noticia cayó muy mal y corrió como reguero de pólvora entre la familia de Teodoro. Hubo lágrimas y sollozos. Mano Hilario como cariñosamente le mentaban, era muy querido por esos lados de la frontera.
Eran aquellos días, cuando la frontera colombo - venezolana la conformaban unas palmas tendidas en el suelo dividiendo a dos pueblos, a dos estados. Al Estado venezolano del Estado Colombiano. Al pueblo de Elorza del pueblo del El Viento. Esa «Raya» como eufemísticamente se le llamaba, constituía una potencial licencia para matar. Se mataba y con solo dar un paso, te resguardabas de la justicia del estado dónde cometías el delito.
Compadre Teodoro, dijo Melquíades:
- Tenemos necesariamente que llegar lo más antes posibles al «Paso de las Mulas» allá a orillas del río Arauca, pasadero ineludible del criminal que procurará tomar el atajo más cercano a la raya antes del amanecer; razón que nos obliga a darnos prisa. Nos vamos en un solo caballo, así haremos menos bulto. Hay que ir preparado a cualquier vaina, - dice Melquíades. Este hombre es peligroso, conoce el camino y sabe que lo persiguen. Aparte de esto es muy fino con el 38, dónde pone el ojo deja el hueco.
- Vamos con Dios- dijo Teodoro-
Manoseando una escopeta morocha calibre doce marca Winchester, y saltando felinamente en el anca del zaino de su compadre Melquíades, que salió caminando de mala gana por la extrañeza del peso adicional. Se pusieron las mantas, atuendo propio del llanero alto­ apureño y emprendieron camino, bajo una luna media turbia por efectos de las rumazones del cielo de mayo.
Muchos  pensamientos  ocupaban   la  mente  de  los cabalgantes.  A eso de las tres de la mañana allá lejos como una noche entre la noche, se divisa una gran sombra negra densa e irregular; vista así por consecuencia de la borrasca   producida   por   la   neblina   de  densidad heterogénea. Eran las riberas del o Arauca en cuyas barrancas se conformaba el anhelado «Paso de las Mulas».
Para llegar al Paso de las Mulas, había que atravesar una pica o camino entre  malezales de mediana altura. Y a medida que se avanzaba hacia la ribera, se hacía más prominente la arboleda selvática, más arrogante, más próxima. Los cabalgantes sentían las caricias del rocío madrugador, por enésima vez hurgaron sus cajetas de chimó que les ayudaba a mantener el silencio en dos horas y media de camino en total mudez. Al fin Melquíades habla a media voz, para trazar estrategias en previsión de cualquier eventualidad.
-       Preparémonos compadre Teodoro, para el lance que nos espera - insiste Melquíades.
-  Sííí contestó Teodoro, con voz temblorosa de miedo o de frío.
Siguieron rumbo al Paso de las Mulas. Un cuarto de hora más y estaban entrando a la ansiada pica. Todo en ellos era tensión. Cada sombra, cada hoja o conejo que saltaba en la hojarasca, les alteraba los nervios. Para colmo unos burros que pastaban en una calcetica aledaña al camino; se espantaron con mucho y violento esporororo, causando  gran confusión entre los compadres. Teodoro abrazó a Melquíades por la cintura y cayeron al suelo sin previo aviso. El caballo se encabistró y el revólver de Melquíades rodó y la escopeta se le partió la caja. Superado este mal rato, prosiguieron la marcha. La tensión seguía, cada hoja que el viento movía les aceleraba el corazón al máximo. Por fin ya muy cerca del ansiado paso y oliendo los néctares del  jarizal ribereño, como cosas del diablo, les ocurrió otro percance; uno de los burros que hacía rato se había espantado de ellos venía como un desenfrenado tren en bajada, en idílica persecución nupcial de una de sus congéneres, con tal estruendo que los amorochados jinetes se asustaron tanto, que en vez de correr hacia delante, salieron al contrario y se bocharon en plena carrera con los enamorados cuadrúpedos. Ahora si la pusieron de Oro. Esparcidos por el suelo y adoloridos por tremendo encontronazo; habían perdido el armamento...La escopeta se terminó de partir y se le perdió la caja, encontrando solamente el cañón. El revólver de Melquíades desapareció como por parte de magia. El caballo se espaletó. A todas éstas, siendo las cinco y un poco más de la mañana, entre dolor y mareos; escucharon el retrate de unos pasos que venían por el mismo camino donde yacían más muertos que vivos. Era Brigidito Cuervo en persona, montado en una mula zaina negra que venía apurado por los resplandores de la  aurora, rumbo a la  «Raya» de la injusticia. Ni el quejido del caballo espaletado lo detuvo. Se fue.

Texto de Ramón Oviedo del libro Sabaneando mis Recuerdos.


 
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