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lunes, 29 de marzo de 2021

EL DESCUARTIZADO DE BOTELLOFON

 


EL DESCUARTIZADO DE BOTELLOFÓN

Autor: Hugo Arana Páez 

A principios del siglo veinte, había la creencia que a altas horas de la noche, salía en el BARRIO PERRO SECO, por los lados de Botellofón a espantar a los parranderos un horrible espectro que hacía correr al más guapo. Esa leyenda me inspiró a crear el cuento fantasmal que hoy, con mucho culillo ja, ja, ja, someto a la consideración de ustedes y que he titulado EL DESCUARTIZADO DE BOTELLOFÓN.

Era la madrugada de un sábado del mes de febrero del año 1936, cuando el cabestrero Juan José Rondón, mas prendido que tabaco de bruja, abandonaba el jolgorio que se había armado la noche del viernes en el botiquín BOTELLOFON. Después de haber libado buen aguardiente y haber bailado hasta más no poder con las cortesanas de oficio que hacían vida en el pecaminoso lugar, se marchó a su hospedaje. Las solitarias y polvorientas vías del pueblo eran testigos de verlo dando traspiés por la Calle 24 de julio rumbo a la Pensión Marina, ubicada allá en el cruce de las calles Queseras del Medio con Comercio, donde se había alojado después de un largo y extenuante viaje procedente de Cunaviche. En su impredecible andar, el hombre, se detuvo a escasos metros del botiquín para buscar en el bolsillo de la camisa una caja de cigarrillos CAPITOLIO y en el pantalón, la caja de cerillos para encender el último cigarro que le quedaba en la escuálida caja. De tantos intentos fallidos queriendo prender el cigarro, al fin logró su anhelado objetivo y así pudo disfrutar de una deliciosa bocanada de humo. Nuevamente cuando tomaba aire para aspirar otra bocanada, levanta la vista y divisa en la esquina Palermo, allá en el cruce de las calles 24 de julio con Sucre a un raro personaje que apresurado por el centro de la vía caminaba hacia él. Sorpresivamente el borracho se percató que el tercio no caminaba como cualquier ser humano, sino que cual errática luciérnaga flotaba sobre la suave y fría brisa de la madrugada. Extrañado por tan particular visión, nervioso lanzó el cigarrillo al piso y estrujándose los ojos, pretendía aclarar la vista, pero solo alcanzaba a ver que cada vez el raro ser se acercaba más a él; asimismo se hacía más alto y espantoso. Mientras tanto la cortesana que esa noche lo había acompañado en el botiquín, había salido de Botellofón en su búsqueda para pedirle un cigarrillo, pero también es sorprendida por la rara visión que flotando se acercaba al asustado galán, quien pálido de terror permanecía inmóvil en medio de la calle, como si esperara resignado la embestida del espanto. Pero no ocurrió así, por cuanto, el ente repentinamente giró en el aire para subirse al poste de luz que se hallaba a la mitad de la cuadra y de donde pendía un parpadeante bombillo que con su tenue luz apenas alumbraba la solitaria y polvorienta vía. En lo alto del poste, el horroroso ser se agarró de los cables queriendo sujetare de los mismos para no caer; produciéndose de inmediato un fuerte y estruendoso chispazo que le desprendió las piernas, la cabeza y ambos brazos que chamuscados cayeron a los pies de Juan José; mientras que guindando de los cables el tronco se achicharraba. Ante tan horrorosa imagen, la aterrorizada mujer lanzó un espantoso alarido que hizo que todos los parroquianos que aún se hallaban en Botellofón, salieran alarmados a la calle a averiguar qué ocurría. Sorprendidos, encontraron a la joven temblando de pánico, quien tartamudeando incoherentes palabras y haciéndoles señas les indicaba que a los pies del paralizado Juan José, se hallaban totalmente chamuscados, brazos, piernas y la cabeza de un hombre. Los estupefactos parroquianos dirigieron la mirada adonde les mostraba la muchacha y no avistaron nada extraño a los pies de Juan José. Por lo que dirigiéndose a la damisela, uno de los clientes le aclaraba.
-¡Mira Carmencita quédate tranquila que aquí no se ve nada!
Mientras que una de las mujeres atinó a espetarle.
-Aquí no hay nada, tú lo que estás es rascada e´ bola.
Entretanto otra de las damiselas, furiosa le recriminaba.
-¡No jile con esta loca! Nos aguó la fiesta con ese cuento de un chamuscado.
Ante la acritud de los presentes, la infeliz mujer insistía que miraran hacia lo alto del poste para que observaran colgando entre los cables el tronco chamuscado del raro ser.
Seguidamente todos dirigieron la mirada adonde les indicaba la aterrorizada muchacha y tampoco advirtieron nada extraño. No obstante una de las mujeres interrumpió a los presentes para expresar.
-¡Señores! No habrá brazos, piernas, ni cabeza chamuscada en el piso, ni tronco quemado colgando de los cables, pero si percibo un fuerte hedor a carne achicharrada. Huelan para que sientan.
Los demás asintieron con la cabeza. Mientras aterrorizados se percataron que repentinamente los había envuelto un espeso humo negro y un fuerte hedor a carne asada.
-¿Será que Carmencita tiene razón? ¿Será que dice la verdad?
Preguntó otro de los presentes. Mientras que otra de las cortesanas conjeturaba.
-¿Qué extraño? ¿Yo percibo un fuerte hedor a carne chamuscada, pero no se ve la carne?
En ese instante el viejo cantinero de Botellofón se acercó al grupo para aclararles lo acontecido.
-Miren, presten atención a lo que les voy a contar. Hace muchos años, relataba mi papá que a principios de este siglo, cuando se estaba remplazando el antiguo alumbrado de la ciudad a base de faroles de carburo, por alumbrado eléctrico, uno de los miembros de una cuadrilla de electricistas, se subió a ese poste y sin ninguna precaución tocó el cableado, quedando electrocutado instantáneamente y según refieren los testigos de la época que al pobre hombre se le desprendió la cabeza, los brazos y ambas piernas y solo quedó el tronco guindando de los cables. Desde entonces existe la leyenda que muchos parranderos como Juan José, han visto ese espanto. Según algunas viejas conocedoras de esos extraños casos, refieren que ese espanto y que es el alma en pena del electricista quien de madrugada sale a recoger sus miembros para reunirlos con el tronco y así poder descansar en paz.
Ante el horrible relato, los atemorizados parranderos se miraron las caras y sin ton ni son regresaron atropelladamente al botiquín, donde continuarían la juerga a puertas cerradas hasta que amaneciera.
Ya la calma reinaba en el ánimo de los parranderos y la normalidad había vuelto a Botellofón, cuando inesperadamente Carmencita soltó la impertinente pregunta.
-¿Acaso ustedes no piensan ir a buscar a Juan José?
Seguidamente una de las cortesanas contestó.
-¿Con tan buen pecho y mandando a cantar? ¿Por qué no vas tú y lo traes?
-¿Yo?
-¡Si tú misma! ¡No te hagas la pendeja!
-¡Ni a palos salgo! ¡No vaya a ser que ese espanto me chamusque!
-Ja, ja, ja.
Rieron los presentes. Entretanto uno de los VAPOREÑOS (así llamaban coloquialmente los sanfernandinos a los marineros de los vapores anclados en los puertos del pueblo) expresó socarronamente.
-¡Carmencita no te preocupes por Juan José!
-¿Y por qué no me voy a preocupar por él?
-¡Guá, muy sencillo! Porque ese loco al ver caer bajo sus pies los PIAZOS e´ piernas y brazos chamuscados, segurito que dando lecos por el pueblo pegó la carrera hasta LA PENSIÓN MARINA!
-¿Y si el espantó lo agarró y lo chamuscó!
-¡Ah no Carmencita! Tú lo que quieres es que me coma el tigre.
Ante la chanza del vaporeño, todos los presentes rieron a mandíbula batiente hasta el cansancio.
Mientras que el cantinero, repentinamente salió sonriente del mostrador con una botella de RON FOATERO en la mano.
-¡Señores! ¡Señores! Préstenme atención, como aquí no ha pasado nada que lamentar, yo los invito a celebrar con esta botella de ron que me regalo Don Pablo Foata.
-¿Y cuánto nos va costar eso?
-¡Nada! Porque este es un obsequió mío y del BAR BOTELLOFÓN ¿Acaso ustedes no han escuchado la célebre frase LA CASA INVITA ja, ja, ja.
Esa madrugada el cantinero, las cortesanas y los asiduos borrachones del BAR BOTELLOFÓN celebraron con gran algarabía el extraño suceso.
Al amanecer, cuando todos los felices parranderos salieron de BOTELLOFÓN, encontraron en el lugar donde se había quedado paralizado Juan José, una enorme mancha de carbón echando humo y un hedor a carne recién chamuscada. Perplejos, todos se miraron a la cara y comprendieron que el descuartizado de Botellofón había hecho presa suya al infeliz Juan José.
Cabizbajos, todos se enrumbaron a sus moradas. Mientras que la infeliz Carmencita caminaba despacio, llorando a moco suelto por la Calle 24 de julio rumbo a su cuarto del HOTEL D´ANELO, donde compungida se hacía la promesa de no volver a pisar las puertas del BAR BOTELLOFÓN.
Desde aquel día, más nunca se vio en el BAR BOTELLOFÓN al parrandero de Juan José ni a la agraciada Carmencita Blanca Luna. Cuentan que el descuartizado de Botellofón chamuscó a Juan José hasta desaparecerlo. Por otra parte, los lengualargas refieren que Carmencita y Juan José se fueron a vivir a un fundo que el tercio tenía por los lados de San Juan de Payara; mientras otros contaban que Carmencita no volvió más a la taberna porque desde ese día se fue a vivir con un vaporeño a Ciudad Bolívar. Lo cierto, es que el otrora famoso botiquín, al no tener entre sus anfitrionas a la hermosa cortesana, quien cual empalagoso panal atraía a las abejas, el negocio se vino palo abajo y el viejo cantinero tuvo que cerrar las puertas de la otrora floreciente taberna. Hoy del célebre botiquín sólo queda el nombre ESQUINA BOTELLOFÓN y el recuerdo de lo que fue la bohemia del San Fernando de principios de la década de los años veinte.

CONCLUSIÓN:
En este ensayo se ha hecho una aproximación a la evolución de una IMPORTANTE y popular taberna de San Fernando (fundada a principios de la década de los años veinte y que funcionó hasta finales de la década de los años cuarenta, siendo conocida como BAR BOTELLOFÓN), por cuanto, contribuyó al proceso de identidad del pueblo, al darle nombre a una concurrida esquina del desaparecido BARRIO PERRO SECO y también porque ayudó a enriquecer el folklore apureño con la antigua leyenda que en torno a ella se originó, siendo conocida como EL DESCUARTIZADO DE BOTELLOFÓN.
Hoy ese negocio, junto a sus cantineros, sus cortesanas y sus asiduos borrachones han desaparecido y de la esquina y sus fantasmas, solo ha quedado un vago recuerdo en la memoria de algunos viejos sanfernandinos; por esa razón, entre otras, se hace necesario reconstruir la identidad perdida de este pueblo, mediante la colocación en cada una de las esquinas de la zona histórica, un cartel donde se lea el nombre de la calle, de la esquina y dibujada, una flecha indicadora del flujo vehicular.
FUENTES:
a. Bibliográficas
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ARANA PÁEZ, Hugo R. Borraduras de ciudad

BOTELLO, Oldman. Historia de la villa real de San Fernando de Apure 1788- 1988, Editorial Miranda, Villa de Cura, 1988. 259 Págs.
CALZADILLA, Fernando. Por los llanos de Apure. Vásquez y Asociados, Héctor Pérez Marchelli Editor, Talleres Cromotip, Caracas, 2006, Págs.347.

CASTILLO SERRANO, Franco. El Último violín, Págs. 287
DECANIO, Edgar. Repuntes II, El San Fernando de ayer, CONAC, Págs. Fundación Cultural Ítalo Decanio D´ Amico, Consejo Nacional de la Cultura, CONAC, Editorial Lithobinder. Caracas, 2005, Págs. 349.

GALLEGOS, Rómulo. Doña Bárbara, Fundación editorial El Perro y La Rana, Caracas, 2010 Paginas 419.
--------------------------- Cantaclaro, Colección libros Revista Bohemia, Nro. 24, Bloque De armas, Corporación Marca, Caracas, 1985, Págs. 222

HERRERA LUQUE, Francisco. Boves El Urogallo, Editorial Fuentes, Págs. 330.Caracas, 1973
LAYA, Carlos Modesto. Del Apure histórico.
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RAMOS, César H. Remontando el Apure viejo 1931-1952.
ROSENBLAT, Ángel. Buenas y malas palabras, Editorial Edime, Pag.158, Tomo II, Caracas, 1969, Págs. 254
SÁNCHEZ OLIVO, Julio César. Crónicas de Apure, Academia Nacional de la Historia, El Libro menor 125, Talleres Italgráfica SRL, Caracas, 1988, Págs. 211.

b) Hemerográficas
LAPREA SIFONTES, Pedro Los hermanos Barbarito Los amos de Apure. El Llanero 6-6-1981. Año V Nro. 298.
RODRÍGUEZ, Adolfo. Los años veinte apureños: Un monumento a la bohemia. El
Nacional, Caracas, 12 de junio de 1982.
c) Digitales:

FUNDACION POLAR. Diccionario de Historia de Venezuela, Versión Digital

 


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