Valerio Machado.
El mismo Chocolate, el mismo de la carretilla y el de la botella en la
faltriquera trasera. Aquel que en los inviernos se conjeturaba ser el chofer de
un volteo, con motor imaginario incluido, atrancado metiendo primera y mocha
para salir del atolladero. Al mismo que Fabio Zapata en cierta ocasión
remolcaría destrozándole por completo su medio de subsistencia, y quien a los
días siguientes entregaría al bohemio personaje una nueva carretilla causándole
casi una alegría de infarto. Lo recuerdo claramente, la primera vez que vería
al personaje seria frente a la casa materna por la avenida El Márquez del
Pumar, él, bajo los efectos del licor blanco balbuceando enajenaciones contra
todos y a la vez contra nadie, para luego entonar: Aquí caigo y me levanto y no
hay quien la mano me dé, como me ven desvalido todos me dan con el pie…Y yo,
como de unos diez años en aprendizaje del cuatro llanero, tratando (sin
lograrlo) de acompañar al peculiar y desentonado cantante . Se fue Valerio, sin
embargo, otros Valerios también escriben sus historias tristes.
Valerio
ahoga su enojo
con la botella que quema,
como bebiendo sus penas
al fondo le mete el ojo.
Denme comida a mi antojo,
denme que el hambre no aguanto,
de pago les doy dos sacos
repletos de cagajón
y les canto la canción:
aquí caigo y me levanto.
POR ALJER EL CHINO EREÚ
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