Autor: Hugo Arana Páez
En el bucólico San Fernando de principios de la centuria pasada, frente al viejo cementerio, contaban los vecinos de entonces que a medianoche veían pasar frente a sus casas a un misterioso jinete a quien bajo el negro pelo e´ guama de ala ancha no se le miraba la cara. El hombre iba envuelto en una cobija negra de pelo que lo hacía ver más espantoso y quien al trote sobre su enorme caballo retinto galopaba a lo largo de la Calle Chimborazo y al llegar a la esquina El Embarcadero doblaba por la Calle Sucre rumbo a Las Marías, para finalmente detenerse bruscamente frente al portón de una de las viviendas aledañas al matadero del pueblo, conocido coloquialmente como LA MATANZA.
El animal era un zaino retinto, que parado en dos patas y con sus fuertes relinchos, llenaba el ambiente de terror, de ruido y polvo. Después de fastidiar a los sufridos vecinos, la terrorífica visión se esfumaba súbitamente ante la mirada de los audaces curiosos, quienes por un postigo de las desvencijadas ventanas se habían atrevido a mirar aquella horrible y fastidiosa visión echando vainas a medianoche. Los vecinos más ancianos contaban que la bestia era el caballo EL TUSÓN que pertenecía a El Catire Benítez, el matarife del pueblo, quien trabajó y vivió durante muchos años al lado de La Matanza y quien sobre su caballo alardeaba por las polvorientas calles del pueblo de ser un excelente jinete y de poseer una magnifica bestia y a quien finalmente, se le veía sentado en la acera del cementerio sujetando a su fiel y enérgico Tusón; por cierto, se le miraba rascao e´ bola, es decir, que es la misma jodía que decir, más palotiao que el carajo…ja, ja, ja y quien ante la mirada de todos, súbitamente se esfumaba y solo alcanzaban a escuchar a lo lejos el alegre relincho de la bestia. Por lo que algunos decían ¡Ah vaina! el Catire Benítez, todavía anda penando…
Otros, referían que hace años, cerca del antiguo matadero asesinaron, por motivos pasionales, a un joven y bien parecido parroquiano, quien siempre andaba sobre un hermoso y brioso corcel negro retinto enamorando mozuelas y aseguran que quien lo mató era vecino de LA MATANZA y que por eso, a medianoche esa alma en pena, cada madrugada venía a perturbar el sueño del envidioso y perverso homicida. Esta versión es aceptable, por cuanto, se conjeturaba que el criminal, tal vez atormentado por la molesta y terrorífica visión, puso fin a su existencia, ahorcándose de las ramas de una mata de mamón que se hallaba en el patio de su casa. Por cierto, desde que ese tercio se guindó de las ramas del mamón que en una ocasión había plantado, los vecinos de LAS MARÍAS, jamás volvieron a escuchar los fastidiosos relinchos del caballo zaino dándole patadas a uno de los portones de la Calle Sucre aledaño al matadero; asimismo, más nunca tuvieron que amanecer barriendo el tierrero que cada madrugada se amontonaba frente a sus casas. Desde entonces, los habitantes de Las Marías durmieron felices; porque al fin, EL MISTERIOSO JINETE DE LA MATANZA, después de muchos años de atormentar a su asesino, al fin había consumado su venganza. Es que el Tribunal Supremo de Justicia Celestial había sentenciado al perverso criminal a morir ahorcado. Por cierto, como lo hizo CHACUMBELE el célebre personaje de una viejaza Guaracha que interpretaba la agrupación cubana La Sonora Matancera: ¡Él mismito se mató, Él mismito se mató…ja, ja, ja. Por otra parte, conjeturaban los parroquianos que las decisiones del máximo Juzgado Celestial, son ajustadas a derecho y por lo tanto INAPELABLES… asimismo, no hay abogadito por más marrullero que sea, ni leguleyo de oficio que eche pa´ atrás esas justas decisiones…
Y para no cansarlos más, me despido con la trillada frase, como tradicionalmente lo hacen los cuentistas: Colorín Colorado, este cuento se ha acabado… Aunque estimo que no, porque la verdad sea dicha, mientras en este país haya bandidos haciendo marramuncias a cada ratico, habrá espantosas visiones atormentándoles la conciencia...
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